Partida Rol por web

Todos parecían buenas gentes, pero entre ellas había un asesino sádico que mutilaba personas. Álvaro no podía encontrar mejor excusa para mantener los ojos bien abiertos.

Prometieron no asustar al campesino y Alejandro tenía, por lo visto, prisa para ir hasta allí. Así que Álvaro, rápidamente instó a los otros a ponerse en camino.

El vivo'l bollo. Asín que vamos pallí. Y si sacamos luces... no'arán más hoyos

Levanta la mano

- ¡ Esperad aquí! - parece que el castellano/flamenco ha visto algo. Véis como camina rápido hacia la esquina de una de las casas cercanas .

- ¡ Eh tú! no te haremos ningún daño, ¡ ven aquí! - parece gritar a alguien.

El comerciante Eyck camina deprisa y desaparece tras la esquina de una casa muy cercana.

Avanzas a paso muy ligero y enseguida cruzas la esquina. Miras detrás de las casas, las cuales ninguna de ella tiene luces encendidas en el interior o algo parecido. Parecía que no era nada, sin embargo, logras ver a un tipo que espera delante de ti, como encapuchado/tapado con abundantes ropas. Parecía que había pasado desapercibido por la oscuridad de la noche, pero está más cerca de lo que piensas. Da un paso hacia ti, pero no dice nada.

Sin hacer ningún gesto brusco trata por todos los medios que el hombre no se ponga nervioso ni el vea como una amenaza, quizás tenga información importante - tranquilo... no os vayáis buen hombre que no pienso haceros daño. ¿ Por qué nos observabas de esa manera? ¿has visto lo que ha ocurrido con la chica?- puede que haya visto como la mataban- puedes confiar en mí, sólo estoy en este pueblo de paso y me gustaría ayudaros si es posible.

Alejandro mira a Álvaro para avisarlo de la situación, con la cabeza le señala la esquina la cual el mercader ha girado de forma tan repentina. Se vuelve y retoma el camino dejado por el de Flandes.

- Despacio, ¿A donde caminas Agora, amigo?.- eleva la voz al perder de vista a este al doblar la esquina.

Álvaro aprieta el paso en pos del compañero que apresurado camina con garbo hasta alcanzarle y sin mesura de parecer lento. La muerte siempre llega pronto y Van Eyck podría precisar protección si se encuentra con algún enemigo armado de repente.

¡¡¡¡ Esperarsuss !!!! y sobre todo lo hace porque el de Flandes portaba la antorcha y amenazaban quedar a oscuras. Al tiempo hace un gesto perentorio a Silvia para que les acompañe pues no debe quedarse sóla.

- Ehh... mejor voy con vosotros. - dice Silvia, que sola no se quería quedar en un lugar en el que muchas mujeres han sido asesinadas de forma brutal. Y menos por la noche, en la calle. Por lo que corriendo, para alcanzar a Álvaro, se pone a su izquierda, para, si es necesario, que él pueda sacar su arma sin molestarle.

Silvia avanzó su paso por cierto temor ante las muertes acaecidas en el lugar, y porque se quedaba sola tras avanzar sus compañeros hasta la posición de Van Eyck. Una vez cruzásteis la esquina de la casa vísteis al comerciante hablar con alguien que tenía enfrente. Aquella persona apenas podía apreciarse, pues la sombra de la noche y las traseras de las viviendas lo ocultaban. Ahora escuchábais las palabras que Eyck y el tipo mantenían.

¿Confiar en ti? -preguntó el tipo extrañado. Luego se dio cuenta de que el resto había llegado. ¡¡GUARDIAS!! -gritó.

En esos momentos, una partida de hombres salieron de detrás de el resto de casas. Unos aparecieron tras el tipo, apuntando al comerciante y al resto con unas lanzas. Cuando dísteis un paso para atrás, más bien como reacción natural y de sorpresa, otros tipos aparecieron detrás de vosotros, todos con espadas, cortándoos el paso por detrás. El muro de las viviendas y las salidas ocupadas hacían un tapón tras la esquina donde os encontrábais. Estábais apresados*.

Notásteis que había tres tipos por detrás y cuatro por delante, incluyendo a aquel que había gritado. Acto seguido, éste último avanzó un paso, se colocó junto a Eyck y lo observó. Siguió andando y vio a un tipo de aspecto descuidado, un hombre no muy agraciado y a una joven bastante hermosa, que se detuvo a mirar. Luego se giró a Van Eyck.

Se dice que cualquier malhechor vuelve al lugar de los pecados. Se ve a la legua que sois forasteros, ¿y quién dice que no quienes han matado a esta jóven? Hablad ahora o iréis a ver al señor de la Osa, que no tardará en daros un juicio rápido, que no por ello justo.

- Mi Señor... - dice adulando al noble para limar asperezas - nosotros llegamos anoche al pueblo pero según tenemos entendido en virtud de algún lugareño con la lengua floja, las muertes vienen sucediéndose desde tiempo ha , no estábamos aquí el mes pasado ni el anterior ni el anterior ni el anterior ni el anterior... mi nombre es Berg Van Eyck,  soy comerciante de lanas entre Castilla y Flandes. Mi padre es un gentil hombre flamenco y jamás de los jamases hemos tenido problemas con las autoridades. Andábamos durmiendo cuando los gritos de las multitudes nos despertaron, cuando acudimos vimos a la pobre muchacha y a su madre llorándola, una de mis escoltas - señala a Silvia- tiene conocimientos de medicina y pedí que dejáranla examinar por ella, todo en pos de ayudar aqueste pueblo, no en virtud de otra cosa ni otro interés que del interés cristiano que a todos nos mueve por ser ya viejos cristianos, mi Señor.

Alejandro, observaba la dantesca situación sin querer tomar cartas en el asunto no es que fuera un bárbaro sin dialéctica, no pudo evitar mirar a Álvaro en ese instante, pero no quería entrometerse con su rudo carácter ya que empeoraría la situación mas que aliviarla. Y no era la primera vez que había visto en acción al de Flandes y sabía que era hábil con las palabras.
 

No hizo ademan de sacar su arma en ningún momento nada tenían que temer los que nada habían hecho…
 

- Están asustados y confundidos nada más.- pensó para alentarse, pidió serenidad con la mirada a los demás viajeros, sobre todo a Álvaro.

Alvaro de Mesía dice el soldado. Soy soldado castellano y cristiano viejo El valentón intenta simular aplomo, pero se nota bien a las claras, que sabe que si el grupo de enemigos se esfuerza minimamente les apiolan en seguida.

Pa' tocarlos mi matais primero

Y escupe al suelo

- Tranquilicese don Álvaro - habla Silvia como si no estuviera siendo apuntada por varias armas. - aunque en este lugar no se tenga en mucha estima a los forasteros, mucha gente nos vio en la taberna - se gira hacia el hombre que les ha acusado y amenazado con ser juzgados, sin justicia alguna. -Por supuesto, entre ellos Marcial, el tabernero. - Pudiendo dar más nombres, calla, sin saber la posible relación entre los lugareños, no sabiendo juzgar si a Martin Antunez era respetado o temido. Y si los demás dirían la verdad, o ayudarían a apedrearles.

Ciertamente las palabras de Van Eyck calmaron un poco a los soldados. El tipo que hablaba a los viajeros hizo una mueca, pasó entre las picas de los soldados y luego a través de espadas que aún os apuntaban. Cuando salió del círculo a la calle principal, los soldados le miraron, levantaron sus armas y se hicieron a un lado, formando en grupos de a dos. El hombre de las ropas gruesas esperó a que os acercárais.

No hará falta que muráis -dijo con respecto al comentario de Álvaro. Marcial no creo que aguantara en su propio bar a unos forasteros de mal agüero y poca buena apariencia. Y si habeis estado allí no tengo porqué dudar de vosotros, si es que no mentis... en fin.

El tipo hizo una pausa. Comenzó a andar y dos tipos se colocaron a cada uno de sus lados. Vosotros le seguísteis mientras andaba y el resto de hombres se colocó tras de vosotros, en armas guardadas. El sujeto siguió hablando.

Es lícito que haya tenido que dudar de vosotros, como ya sabréis el porqué, el cual de hecho habéis visto -continuó. Somos servidores del Señor de la Osa, el hombre más importante de esta pequeña aldea. En realidad... estamos buscando a su hija, de nombre Dorotea. Se ha marchado de casa esta noche, ha huido según nos dijo el señor de la Osa, y es menester abrir los ojos y estar alerta. Nos hemos santiguado al ver que el cadáver de esa malograda no era el de su hija... ¡Oh Señor! ¿No la habrán visto ustedes, viajeros? ¿Quizá en la taberna o entre la multitud de antes?

- Tal vez si nos la describís podamos contestaros, pero la verdad sea dicha, ahora mismo en mi mente sólo está la imagen del horroroso estado de la fallecida. Poco podré ayudar. - dice Silvia, algo preocupada temiéndo por la joven a la que ni siquiera conoce, debido a la certeza de que ya ha pasado que el o los asesinos, no se detuvieran tras una víctima.

No la hi visto

Se nota que el castellano no tiene costumbre de hablar. Se relaja cuando les libran de aquella jaula de hierro y su cara, antes pálida, recupera poco a poco el color.

Valiente pero no idiota, y sobre todo honesto Se dice a sí mismo, como espoleándose ante lo que va a decir. Eyck ya lo ha dado a entender, pero todo hay que ponerlo en palabras para dejar claras las intenciones.

Si n'algo ajudar podemos...

- Lamentablemente no. No soy persona de olvidar caras y mucho menos de pasar por alto muchachas, jóvenes y guapas como presumo en este caso, no he visto ninguna muchacha joven desde anoche cuando llegamos... a excepción de esa pobre que vimos antes. ¿ Dónde vive el Señor ? ¿desapareció la muchacha anoche dices? ¿ se marchó sin más? ¿ había discutido con su padre? ¿ tenía algún enemigo?

Es una chica muy recatada, de piel blanquecina y hermosa -dijo respondiendo a Silvia. Siempre va con su Padre, el señor de la Osa, que vive cerca de aquí*. -continuó. Desapareció hace unas horas, cuando entró la noche. No ha parecido un rapto ni nada parecido: Don Sacristán, su padre, entró en su aposento por la noche y vio que no estaba, y su ventana encontrábase abierta... Luego me avisó y no me dijo más; tan sólo me dijo que reuniera a unos hombres y saliera a buscarla... hasta que me topé con todo el embrollo del asesinato... ¡Qué situación!

Acto seguido el tipo se paró, y al igual lo hicieron sus tropas y vosotros.

Os estaría muy agradecido si nos ayudáseis a buscarlos, y sobre todo el Señor de la Osa, aun habiendo el peligro que encierra esta pequeña aldea. Supongo que, al ser forasteros y viajeros como decís, conoceréis mejor que yo el hecho del peligro de las veredas y la oscuridad. Sacad vuestras armas si decidís ayudarnos, de hecho ya os lo agradecemos.

Acto seguido, hizo formar a sus soldados: los de espada a un lado y los de lanza a otro. Él se retiró con el segundo grupo. Luego ambas formaciones se meterion entre las calles del pueblo en batida.

Alejandro había acertado al mantenerse callado fuera de la tensa conversación, tiempo hace que había aprendido esas lecciones no a bajo coste. No sin ello, en todo momento había tomado nota mental de las palabras de aquel "sujeto" que se erguía como portavoz del armado grupo.
 

- Si la decisión está tomada, y por mi parte la esta, buena opción sería ir a visitar a Don Sacristán, aunque su humor no debe ser el mejor... creo que sería buena manera de empezar...- empieza a dudar ya que sus sentimientos empatizan con los que supuestamente debe de tener el señor de la Osa y entiende perfectamente el malestar que este debe de acarrear en estos momentos.
 

Después de decir estas palabras espera la contestación del grupo mirando la curvilínea luna: se a barrunta mas tragedias esta noche.- dice susurrando apenas perceptible para los oídos humanos...