Partida Rol por web

No olvide lo fácil que en vengar siendo villano, que nada más que hay que armarse de valor y filo e ir en pos de la sangre y la muerte. En la nobleza todo es más harto complicado, dedicarse a la espera y no mancharse las manos.

María se encontraba en el sala de estar de la sección de su hermana mayor con ella. Las dos se calentaban ante un fuego abundante y María se entretenía peinando el pelo de Inés al tiempo que tarareaba una canción. En verdad la idolatraba y disfrutaba mucho haciéndolo, hasta el punto de que a veces resultaba ciertamente pesada. Inés ya sospechaba que le gustaba peinarla porque a veces alguien venía a hablar con ella, entonces se quedaba callada y cotilleaba con satisfacción.

Pardiez, era su hermana mayor, para ella era poco menos que el reflejo de la cristiandad.

Elvira espero tres segundos después de llamar la puerta antes de entrar. Vestía con gran sobriedad y la luz del candil que sostenía le daba una apariencia siniestra. Su mirada mostraba preocupación.

-Señora, han solicitado audiencia con vuesamerced.

Su voz sonaba disgustada, como queriendo decir algo más, una queja, una opinión... pero ya se había discutido sobre ello. Y ni fue la primera, ni sería la última. Estas doncellas tercas.

En cuanto Elvira cruzó el umbral de la puerta Inés sintió un gran alivio interno. Supo también que a su hermana le gratificaría que le solicitaran audiencia, mas no eran temas para que una niña estuviera presente. La mayor de las hermanas le dio las gracias a la menor y le pidió que le recogiera de nuevo sus finos cabellos.

- Elivira, haced pasar a quién lo solicite. – dijo. Cuando terminó María de peinarla, Inés se levantó para recibir a Marcos (o a quien ella esperaba, al menos) - María, volved luego y leeremos, por favor. No tardaré mucho.

Le dedicó una sonrisa amable a su hermana mientras terminaba de arreglarse frente a un espejo de la salita. Es su casa no tenía costumbre de llevar la cara cubierta, pues ya todo el mundo sabía de lo que padecía la señora, y quitaba visibilidad. Pero las visitas eran diferentes, sobre todo la de Marcos, así que volvió a cubrirse el rostro. Comprobó con disgusto el recogido que le había hecho su hermana a prisa y corriendo, así que volvió a soltar su cabello castaño y lo atusó levemente con sus manos antes de sentarse de nuevo a la espera junto al fuego.

María se quedó inmóvil en el marco de la puerta, titubeando antes de irse.

-¿Quien es? Hermana.

Tenía la sonrisa de un ángel.

Inés se dio la vuelta sorprendida de que María siguiera allí.

- Un hidalgo español que combate en los tercios de padre. Viene por cuestiones que me atañen solo a mi y mi honra. ¿Deseáis saber algo más, querida hermana? –

Lo dijo en un tono que oscilaba entre la gracia y el reproche, dándole a entender que era todo cuanto iba a decirle y seguir preguntando conllevaría la irritación de una muy afable Inés.

María se estiró el vestido sonriendo infantilmente, haciéndose la remolona mientras examinaba el cuarto.

-¿Es guapo?

Inés, que había dado por hecho que María se retiraría, quedó atónita al escucharla de nuevo y ver que sus palabras no eran una despedida. Aunque parte del asombro vino también por la pregunta en cuestión. La muchacha se giró en su butaca para mirarla a través del velo.

- ¿Y qué relevancia tiene eso en asuntos de estado?- replicó entre una carcajada. Después pasó los dedos desde su mejilla vendada hasta la barbilla– Quizás si esperas un poco en el pasillo… le veas llegar y puedas opinar tu misma.

Inés le dedicó una agradable sonrisa a su hermana y le hizo una seña para que abandonara la sala.

Marcos entró en la habitación vestido a la soldadesca, como de costumbre, aunque quizás de forma más desaliñada que la última vez. Sonreía mientras señalaba extraño el pasillo por el que había entrado.

-Quien se me antoja que es vuestra hermana se ha tapado la boca al verme y ha salido corriendo...

Inés pareció ruborizarse ante el comportamiento de María. Se rascó con disimulo detrás del cuello inclinando ligeramente y después le hizo una seña al caballero para que tomara siento frente a ella.

- Se os antoja bien su identidad, y a mi que me queda trabajo con sus modales. No se lo tengáis en cuenta. – la muchacha miró al soldado y sonrió brevemente. – Me alegro de veros.

Marcos quitó importancia a la actuación de la hermana con un gesto y una sonrisa, a decir verdad, en las zonas que el frecuentaba los niños eran mucho más insolentes, y de maneras hartamente imaginativas. El soldado se sentó ante su amada de forma más chulesca de lo habitual.

-Se donde se encuentran vuestras antiguas sirvientas.

Inés se dejó sorprender por semejante frase. Tenía razón, donde otros habían fracasado estrepitosamente, Marcos había salido triunfante. La emoción la embargó, pero intentó mantener la compostura.

- Disculpad un momento. - murmuró tomando aire.

Se levantó alejándose del calor de la lumbre hasta la puerta y comprobó que no hubiera nadie detrás. Después hizo llamar a un criado para que les trajera vino caliente y algo de comer. Aquellas noticias no eran las que se recibían con el estómago y la mesa vacíos de celebración. Una vez les hubieron servido de beber, Inés se hechó hacia adelante en la butaca a la espera del resto de información.

- He de decir que me tenéis anonadada. Mis oídos os prestan cuanta atención tienen.

Marcos sonrió enseñándole los dientes, que para ser soldado tampoco estaban mal, solo amarillentos.

-Una de ellas sirve en la casa de vuestra enemiga, Adela. La otra tiene un bar en una de las calles de esta ciudad.

El soldado se pasó la mano con la barba, pensado. Una mueca de desagrado surcó su rostro, como si estuviera mascando algo amargo.

-El hecho es que eso es extraño. El establecimiento se sitúa en el calle de los milagros. Refugio de la chusma holandesa anti española. Hace una semana le cortaron el cuello ha una mujer que había estado viéndose con un galán de Bilbao, para más señas. No me imagino como ha podido situarse allí.

Inés miró a Marcos como si no fuera evidente. Fue una lástima que él no pudiera verlo a causa del velo.

- Pedro Robledo podría situar bien a quien le fuera de ayuda con chascar un solo dedo si tanta influencia posee por esos lares. No me sorprende que las ingratas busques hospedaje en tamaños lugares. – Inés tomó la copa de vino y la alzó ligeramente hacia Marcos. – Por vuestros gratos y esplendidos servicios, mi caballero.

La muchacha rezumaba buen ánimo por doquier. Tras el trago levantose de nuevo y fue hasta una cómoda próxima de donde sacó una bolsa cuyo tintineo anunciaba ganancias para el soldado. Se acercó a este y se la tendió de buena gana.

- No es un pago a vuestros servicios, no sois un paje. Tomadlo como una muestra de mi gratitud y reconocimiento hacia vuesamerced, Don Marcos.

Marcos negó cortesmente el ofrecimiento, no iba a aceptar dinero.

-¿Pero que planes tenéis en mente?, si no es indiscreción preguntar.

Inés ignoró lo que Marcos había preguntado.

- ¿Rechazaríais una arma si fuera un regalo gratuito? – sin darle tiempo a contestar tomó su mano y le puso la bolsa en ella con decisión. – No seáis descortés, Don Marcos. Y si insistís en negaros, por favor os ruego, decídeme algo que necesitéis. No pienso dejaros ir tal cual habéis venido.

Marcos se sintió incomodo y miró para otro lado. Al final terminó cogiendo el dinero más por no discutir que por otra cosa. Dolido en su orgullo de soldado del rey.

-Inés, es ambiente difícil ese por cual os queréis mover.

Satisfecha, aun sabiendo que a Marcos le desagradaba, Inés volvió a sentarse.

- Lo sé. Y no me place, ni me favorece. Ni al nombre de mi buen padre. Mas este espera con orgullo que resuelva mis malos achaques, y no defraudarle es cuanto más espero. – a falta un marido que lo hicera, pesó ella. – Pero cuento de mi dalo gente con poder. La Inquisición estará complacida de saber que ya tienen gente que hable sobre Adela y su adulterio con Robledo.

Marcos dudo durante un momento.

-Pues os deseo buena empresa mi señora. Pero he de advertiros de que llevéis cuidado, pues en tal calle no suelen darse con esos menesteres y raro me parece que ande ahí calaña preocupada en quitarle honras a damas. Que más bien piensan como nos han de colgar a cada español.

Inés intentó no mostrarse nerviosa en exceso. No podría haber negado que le aterrorizaba pensar que debía bajar a tales lugares, pero debía hacerlo si quería sacar algo en claro de tanta agua turbia. Debía hacerlo si quería demostrarle a su padre que valía para algo más que para aparentar.

- Lo tendré en cuenta, Marcos. No dudéis. – lo agradeció con una sonrisa. - Os doy las gracias nuevamente por todo lo que habéis hecho. Supongo que cuando haya por allí  revuelo enseguida lo sabréis. Os enviaré un mensaje en cuanto sepa algo.

La dama se levantó de nuevo para despedirse de él. No quería, ¿a quién le gustaba ver tan buena compañía sustituida por la soledad al calor de la lumbre? Mas era lo apropiado y lo decoroso, así que no había más que hablar.