Partida Rol por web

Kora había seguido el ritmo del grupo sin demasiado esfuerzo, al menos en apariencia. El agotamiento fue remitiendo tras la puesta de sol, y momentos después el dolor de las heridas afloró de nuevo, especialmente el de la contusión en la cabeza. Éste último hizo que ralentizara bastante la marcha de la joven al volverla más torpe, afectando significativamente su estado físico y su humor - no muy bueno de por sí.

Erik era el único al que parecía hacer caso - o lo intentaba - y con quien se mostraba más agradable y complaciente, pues era a quien dedicaba sus sonrisas confidentes y atenciones varias. Zack gozaba también de cierta simpatía por su parte. La joven se mantenía cautelosa en general, tanto con un "bando" como con otro, pero mucho más en compañía de los militares, a quienes observaba, curiosa, por el rabillo del ojo con sobresaliente discreción. Sobretodo al susodicho "líder". Algunos de los refugiados le daban bastante pena, y a su manera procuró responderles con una amabilidad disfrazada de dureza. Algo muy suyo.

Llegado el momento, expresó su deseo de salir de allí cuanto antes. Pero dadas las circunstancias sabía que lo mejor era esperar a que pasara la noche... Su cuerpo, hicieran lo que hicieran, no iba a poder aguantar las próximas horas de pie.

Ocupados cada uno con aquello que tuviera en mente, el tiempo fue pasando con lentitud pero de forma clara, siendo el declive de la luz solar y por ende del calor la forma mas acusada de darse cuenta de ello.

Apenas tendrian unas dos horas para hacer cuanto quisieran antes de que la oscuridad dominara el ambiente de las ruinas de Helmtown. El refugio mas claro y donde en estos momentos se podia respirar mas seguridad, era el lugar donde se encontraban, asi que tras unas pocas palabras la desconocida se puso a ello junto con un hombre que salio del refugio tras haber estado atendiendo a los heridos*.

Varias hogueras fueron preparadas en el exterior para dotar al lugar de mayor luminosidad y mientras alguno de vosotros se preguntaba si eso no seria contraproducente, un par de figuras asomaron de entre las ruinas, portando armas de un calibre y potencia que sin duda daban fe, del tipo de organizacion que era la Hermandad**.

La velocidad de sus pasos y la fluidez de movimientos, daban fe de que aun con la robustez que presentaban, sin duda no era ni mucho menos poco eficientes en combate, sino todo lo contrario. Obviamente quienes habian visto al ser del Refugio podrian notar la amplia diferencia entre las presentes y la de alli abajo. Los focos de los cascos se activaron provocando que una luz amarillenta asomara aqui y alla segun su campo de vision se movia.

La desconocida os miro, a sabiendas de lo que esas figuras podian inspirar. - Ellos seran nuestros vigias esta noche.

Mientras eso ocurria os pusisteis en movimiento, siendo capaces de recuperar los dos vehiculos que habias dejado fuera, ademas de conseguir dos camiones del interior de Helmtown y por supuesto recuperar los suministros que Kora habia mencionado. De los vehiculos, uno de ellos en no muy mal estado, pero otro seguramente haria unicamente el viaje de ida y eso con suerte aun tras haber recibido atencion de Ania, pero era eso o caminar... o dejar a alguien tirado.

Los heridos del interior recibieron una visita mas del doctor de la Hermandad, para ciertas comprobaciones y gracias a los nuevos suministros, acelerar su recuperacion en gran medida. Sin duda estarian listos para partir al dia siguiente.

Ania, en algun momento de la busqueda que se haya quedado a solas con Lizzie le habrá que Azra es su hermana, porque creo que ella no lo sabía.

Le habrá dado a Erik/Kora/Leía una dirección en Parody donde poder contactar con ella. Obviamente será algún seguro que no comprometa su refugio. Ania trabajaba de correo, así que imagino que habrá "una oficina" donde sepan contactar con ella.

No le he dicho a nadie que cogí semillas y en principio no voy a decirlo. Solo Zack lo sabe. También llevo las medicinas que me indicó Leia (salvo la que le dí a Azra)

Helena se vendrá a casa conmigo tal y como se habló, aunque a ver que pasa ahora...

Procedo a postear ;)

Acompañó a Kora en busca de los suministros. Lizzie no se separaba apenas de su vera, y lo cierto es que la había extrañado en aquel metálico y horrible lugar. Tener aquellos colosos luminosos no es que le hiciera mucha gracia, sobre todo porque le parecían poco fiables, pero era lo que había, tendría que confiar.

Lograron recuperar los vehículos y estar centrada en las reparaciones que surgieron la ayudó a no pensar en muchas cosas. Los descubrimientos. La muerte del pequeño. Los experimentos. El dolor.

Cuando volvieron al lugar donde pasarían la noche habló con Erik/Kora/ y les dió una dirección en Parody donde poder contactar con ella en el futuro. Luego buscó a Azra y Helena. A la pequeña para poder estrecharla entre sus brazos y a ambas para saber que iba a pasar a partir de aquel momento.

Tras saludar a Helena y mandarla a un pequeño recado, buscó sentarse donde estaba su hermana. Se limpió la grasa que aun manchaba sus dedos contra la pernera de su pantalón. El gesto era distraido, casi ausente, mientras pensaba como afrontar a su hermana. Estaba segura que no le gustaban los gestos de afecto, ni tampoco permitiría algo que ella considerase debilidad, y por eso le costaba tanto empezar a hablar.

- Helena vivirá conmigo tal y como hablamos. Si ella sigue queriendo, claro - era importante matizar aquello.

- Y me gustaría seguir manteniendo contacto contigo. Conocer a mi sobrino - giró el rostro para sondear sus gestos - Que conocieras a Hugo - inhaló despacio - Se que somos muy diferentes. No pensamos igual pero... - la lengua repasó la comisura de su boca con cierto nerviosismo - Pero no quiero perderte otra vez -

Azra estaba con Rea y Dante, cerca de ambas personas y aunque parecía haber bajado algo la guardia se la notaba completamente alerta con la presencia de aquellos militares o soldados por allí. Les miraba con desconfianza y cuando estaban cerca no abría la boca, claramente los despreciaba e incluso podía adivinarse algo de odio en ella.

Cuando Helena la abraza la amazona aprieta su pequeño cuerpo contra ella, dedicándole una sonrisa que solamente dos personas conocían, una sonrisa cálida y dulce, maternal. Incluso le peinó un poco el cabello y limpió su sucio rostro, quizás fue así como la encontró Ania. 

Azra elevó la vista cuando vio acercarse a Ania, se despidió de Helena y dejó que ella hablara.

- No tengo problema. Vivir conmigo es demasiado peligroso, no lo recomiendo para una niña - Su voz volvía a ser algo fría y distante, impaciente - Eso es algo que no depende enteramente de mi, sino también de su padre y, por supuesto, de cómo esté Parody cuando lleguemos... ¿Realmente crees que todo seguirá bien? - Río - No, no lo creo... Y si mi familia ha salido perjudicada por lo que ha pasado aquí y por el tiempo que hemos perdido por culpa de los gilipollas, me cobraré mi venganza con su sangre... - Sus palabras eran duras y cargadas de determinación - No me perdiste. Madre me abandonó y me dejó sola en el yermo... No puedes perder algo que nunca has tenido. ¿No? - De nuevo la frialdad, aunque lo que se notaba era que no era una mujer sociable y que tratar con las personas no era su fuerte - Como dije, si todo sigue igual te contactaré, si es seguro. 

Tanto jaleo la ponía ansiosa. Estar rodeada de desconocidos acentuaba la inseguridad que sentía alrededor de ellos y casi sin pretenderlo su mente acababa prestando atención a demasiadas cosas a la vez, intensificando el dolor de cabeza que poco a poco iba retornando, como olas lamiendo una costa.

Así que, aprovechando que su padre estaba entretenido con algunos heridos, la armera salió al exterior con una manta raída - que sin duda había visto días mejores - por encima de los hombros. Ya fuera buscó un rincón tranquilo donde apoyar el trasero en uno de las cascotes que no quedaban a ras del suelo y se dispuso a degustar el pequeño cuenco con caldo y algo de carne que había llevado consigo. Lo tenía bien merecido, ya que el tiempo que había permanecido en reposo aquella semana le había aplanado aún más el estómago.

Estaba inquieta, sí, pero la verdadera razón por la que había huido al abrigo del ocaso era Erik. En algún momento dejaría de estar ocupado y ambos se verían casi obligados a zambullirse en una conversación incómoda basada en un intercambio de información muy, muy delicada. Al principio pensó que lo que más miedo le daba era descubrir algo doloroso sobre él - que éste hubiera rehecho su vida junto a otra persona, la existencia de algún otro hijo... Un reemplazo por su parte, básicamente - pero en realidad era todo lo contrario. Lo que de verdad la aterrorizaba era que él supiese de ella.

La cuchara daba vueltas en el recipiente como un tocadiscos, perdida en su propia rotación. Los focos de las servos se abrían camino frente a ella mientras el murmullo de las conversaciones atravesaba la pared a sus espaldas, y la joven, ajena a todo aquello, contemplaba su cena sin saber qué hacer...

O peor aún: lo sabía y aquello le estaba rompiendo el corazón.

Solo era cuestión de esperar, y en eso, Kiabi era una jodida experta.

Tenía sus semillas para intercambiar, tambien a su compañera y encima, la mochila llena de cosas valiosas. ¿Que más podía esperar de la vida aquel puto día? Pues nada en absoluto, la verdad… Por eso lo flipó tantísimo cuando vio a aparecer a Dante y Teela como compañeros de los que la habían salvado. Apretó los labios con cara de circunstancia, levantando la mano a modo de prudente saludo y enseguida apartó el rostro, como si no los conociera de nada y le importara una soberana mierda tenerlos enfrente. Aunque por dentro el corazón le iba a mil.

Se entretuvo en atender a las personas que estaban regular, desde inyectar calmantes a vendar, pasando incluso por darles agua si es que lo pedían. Y no parecía disgustada con aquellas tareas, nada más lejos de la realidad. Su trabajo le gustaba, pero aquel día solo estaba haciendo tiempo.

Volvía a tener algo interesante entre manos.

Esperó pacientecientemente a que las personas se relajaran, o lo más parecido a lo que se podía aspirar con aquella mole metálica al lado tuyo, y entonces cuando comprobó que no habían moros en la costa, o más bien: chismosos en aquel desierto de mierda, se acercó al hombretón, para tener una charla tranquila en condiciones. Sin disimular sobre que tal estaba, como le había ido aquellos meses, ni mierdas de esas educadas que le daban exactamente igual.

Sino directa al grano sobre lo que quería saber desde que lo había visto aquella tarde tan surrealista.