Partida Rol por web

Ainar se sorprendió de que el orco sobreviviera a tremendo hachazo, pero tampoco se desesperó. Había que simplemente rematarlo. Aunque al ver que el elfo se ponía a cantar para elevar la moral, casi que se encogió de hombros. Él no necesitaba que le levantaran la moral... pero haciendo un vistazo rápido (ya que Vanwa no era tan insensato como para hacerlo en un momento innecesario) vio que no estaban tan bien como se esperaba.

El beórnida yacía en el piso, presuntamente muerto, los muchachos retrocedían muertos de miedo, y Welf rodaba por el piso con flechas clavadas en el escudo. El elfo había hecho bien... así que ahora lo protegería si era necesario.

Ainar levantó el hacha para descargarla sobre el orco que parecía mirarlo casi con miedo...

Miriel corrió sin dudarlo al lado de Welf cuando vio los ataques que recibió. Si no actuaba acabarían con su vida allí mismo. Sacó su espada y su rodela interponiéndose entre él, el trasgo que lo acosaba con la espada y los que lo tenían en su punto de mira con las flechas. Volteó su espada, pero fue un gesto más destinado a mantener a los atacantes a raya que a acertarles realmente.

Habría que confiar en que Ainar siguiera cortando cuellos de orcos con su tremenda hacha.

Miriel corrió a situarse junto a Welf, acudiendo en su auxilio después de que las flechas de los trasgos se hubieran clavado dramáticamente en su hombro y costado e hicieran que el hombre del bosque retrocediera empujado por el impulso de los disparos, llegando incluso a estar a punto de caer al suelo. Pero antes de que el trasgo que luchaba cuerpo a cuerpo contra él pudiera aprovechar aquella magnifica ocasión, Miriel se interpuso descargando su espada contra la criatura. El ataque de la elfa no tuvo éxito pero fue suficiente para intimidar al trasgo y que su ataque quedara en un tímido intento. Los arqueros siguieron disparando sus flechas contra el hombre del bosque, pero en esta ocasión ambos fallaron.

Vanwa se adelantó para reagrupar a sus compañeros e inspirarles en aquellos momentos nefastos: Welf parecía estar mal y en el otro lado caía Igwar y la línea de defensa cedía. El elfo se alzó con su melodiosa voz e improvisó unos versos que animaron los corazones de sus compañeros y les hicieron sentirse reconfortados y más animados. El Fuerte Circular seguía en pie. ¡Y así seguiría! Pero al trasgo que tenía delante no le gustaron demasiado los versos ni lo que la canción decía, porque intentó acuchillar al elfo, aunque con poca fortuna. 

Ainar llegó preparado para rematar al orco y a pesar de que no fue el más estilizado de sus golpes logró terminar con el cansado y malherido ser. Pero la mala fortuna quiso que una de las flechas caían continuamente sobre el Fuerte Circular lanzadas por los trasgos desde la ladera de la montaña se clavara en su hombro.

Fredegar seguía mientras tanto cruzando espadas contra el orco, al ver que nadie acudía en su ayuda el mediano pasó a realizar un ataque más agresivo, sabedor de que no duraría mucho contra su enemigo y que tarde o temprano terminaría recibiendo un golpe del que no podría recuperarse. Así que se movió valientemente y tuvo la fortuna de encontrarse con la guardia baja del orco y propinarle una dura estocada, justo cuando sobre él venía la mejor acometida del orco, que esquivó sin problemas gracias a lo debilitado que dejó al rival.

Escucharon un grito y por el rabillo del ojo vieron como un orco hincaba su cuchillo en el estómago de Tom Caragrumosa. El muchacho lograba aguantar pese a estar malherido y situarse junto a Bill el Arquero para combatir mano a mano. Temblorosos, asustados y ambos heridos, no lograrían aguantar mucho más tras la caída del beórnida y de Andy Espinanegra.

Miriel, los muchachos, disparáles y te cubro! Welf retó al trasgo con la mirada y se apartó unos pasos de la elfa mientras balanceaba su hacha frente a él y hacia pequeños amagos para después seguir retrocediendo. No parecía haber peligro en dejar despejada esa zona de la escasa muralla y así le daba espacio a Miriel para que disparara a los enemigos que acosaban a los valientes chicos del otro lado de las montañas.

Mientras jugaba a provocar al trasgo vio un momento perfecto para golpear y lanzó su arma con rabia hacia ese hueco esperando sentir el crujido de la carne al abrirse y el lamento de la criatura.

Ainar soltó un gruñido cuando recibió el flechazo que entró entre las juntas de su armadura. Un tiro con suerte... o mala suerte para el enano. Con el mango del hacha quebró el asta para que no le molestara, y arremetió contra el último trasgo que se encontraba junto a Vanwa. Apenas terminara allí, tendría que correr a salvar a Fredegar, a Welf, a Miriel... a los muchachos... bueno, a todos, aunque la flecha perdida le había dado una muestra de que tenía que ir con cuidado o por confiarse moriría tontamente.

"...Recuerda, Ainar, un verdadero guerrero nunca baja la guardia..."

Vanwa evitó el ataque del trasgo y podía notar como los ánimos se venían arriba. Eso y ver la cara de frsutación del trasgo eran como un bálsamo para el elfo, que hizo unas cabriolas (aunque no muy briosas que ya venía con el pellejo agujereado) burlonas.

¡Hola, dol! ¡Feliz, dol! ¡Toca un don dilló!
¡Toca un don! ¡Salta! ¡Trasgo del fal lo!
¡Vanwa dol, alegre Vanwa, don dilló!

¡Sin jefe estáis!

¡Rabiosos estáis!

¡Acabados estáis!

No eran, desde luego, unas rimas ni elaboradas, ni tan siquiera regulares, pero la natural alegría del elfo era lo bastante contagiosa como para subir la moral a los suyos y conseguir enfurecer aún más al trasgo enemigo de la buena música.

Miriel no lo dudó al verse libre del trasgo que la acosaba. Hizo caso de lo que el joven humano le pedía. Debían ayudar a aquellos muchachos o la marea se los tragaría. La flecha de Miriel voló certera impactando a un trasgo.

- Tendremos que ir uno de nosotros con el escudo a aguantar la marea, Welf. Solo con mi arco y ellos no los contendremos. – Welf podía percibir la preocupación en su tono a pesar de la práctica que tenía para ocultarla, pero los años juntos hacían que el humano la conociera muy, muy bien. Si no iba ninguno iría ella misma.

La situación prácticamente estaba controlada en el lado que defendían ellos, sin embargo, el otro acceso al Fuerte Circular tenía serios problemas tras la caída de Igwar y Andy Espinanegra, los dos defensores que quedaban estaban heridos y no tardarían mucho en ser superados. Por ello Miriel comenzó a desplazarse hacia el lugar mientras no dejaba de apuntar a los enemigos que enfrentaban sus compañeros. 

Vanwa seguía cantando alegremente y moviéndose frente al furioso trasgo, que intentaba acuchillar al elfo nuevamente para que cesara con sus cabriolas y piruetas, pero antes de que lo hiciera Ainar llegó para propinarle un hachazo al trasgo y dejarle malherido. La flecha de Miriel surcó el aire en esa dirección para rematarlo y se ensartó en la garganta del malhumorado trasgo, quien ya poco pudo quejarse de los cánticos del elfo más que con un gorgojeo por el que se le escapaba la vida. 

Welf apresuró a su compañera a ir a ayudar a los compañeros del otro lado, sabía que lo estaban pasando mal. Así que hizo un movimiento lateral para esquivar el ataque del trasgo que le quedaba y descargó su hacha contra el cuerpo de la criatura, hundiendo el filo del arma profundamente a través de sus costillas. Cuando Welf liberó el arma, el trasgo yacía a sus pies sin vida. Antes de que pudiera celebrarlo o alegrarse por la momentánea victoria, una flecha caída del cielo que mordió su carne le recordó que no debían acomodarse. 

Fredegar volvía a ocultarse tras su rodela tímidamente para detener los golpes que el único orco que quedaba en pie en aquel lado estaba descargando contra él. El mediano resistía como nunca antes había hecho, pero verse solo comenzaba a pasarle factura. Dudaba que pudiera encajar de nuevo un golpe como el anterior. 

Los arqueros trasgos dispararon de nuevo. El primero había cogido ojeriza a Welf e intentó herirle con una de sus flechas venenosas, pero el otro apuntó al elfo saltarín que cantaba y les recordaba la caída de su amo. La flecha del primero se clavó en el escudo de Welf, pero la del segundo voló hasta ensartarse en el costado de Vanwa con una punzada de dolor. Al menos aquella flecha no estaba envenenada.

Los muchachos de Bree sacaron fuerzas de flaquezas una vez más, y repelieron al enemigo para devolverlo a la línea que defendían originalmente. La negra sangre de los trasgos se derramó sobre las piedras el Fuerte después de que Bill hiriera a un rival y de que Tom le rebanara el pescuezo a otro. Pero las malas noticias parecían no querer alejarse del grupo, justo cuando los miembros del grupo se disponían a acudir en el auxilio de los chicos de Bree, cinco trasgos batidores trepaban por su lado para continuar con el hostigamiento.

A ellos Ainar! Hay que sacarlos de aquí!

Welf confiaba en que Miriel ayudara a los chicos de Bree mientras ellos devolvían a este nuevo grupo tras el terraplen. Vanwa estaba herido y Fredegar conseguía entretener lo suficiente a su enemigo, ojalá siguiera haciéndolo poco más... sólo un poco más.

Sin pensar mucho se lanzó hacia el grupo de recién llegados haciendo un amplio círculo con su hacha, sabía que no era rival serio para tantos enemigos pero había aprendido lo suficiente viendo combatir a Ainar como para saber que ahora es cuestión de aguantar y parar los golpes mientras el enano les libraba de enemigos asi que eso hizo, provocar al grupo para ser blanco de sus ataques y después retroceder para quedar fuera del alcance de sus armas, parar, esquivar y si podía golpear, pero sobre todo había que protegerse porque también empezaba a notar los golpes recibidos y eran muchos.

EL elfo soltó un gemido al clavarse la flecha en su costado. La armadura le había ayudado a detener el golpe y no era gran cosa. Al meno no si lo comparaba con la cuchillada del de antes.

Debía de ayudar a sus compañeros a rebajar los números. Esas viles criaturas no se iban a ir con canciones.

Se avanzó y clavó su lanza a una de aquellas apestosas criaturas. Notó como se hundía en las entrañas del enemigo.

-¡Dejen de molestar al elfo! ¡Vanwa! ¡Acércate!- exclamó el enano al ver la flecha que impactaba en el costado del elfo, casi al mismo tiempo que su enemigo era ensartado por la flecha de Miriel -¿Es que no se animan conmigo?- gritó levantado el hacha, y con la bota alejó el cuerpo del trasgo que se ahogaba en su sangre.

Sabía de enanos que se enojaban con sus compañeros si les intentaban sacar a sus enemigos, pero él era más práctico. Si hubiera sido un troll, puede ser, pero con trasgos... era hasta un desperdicio de asta, plumas y metal.

Corrió con sus patas cortas pero robustas hasta el orco que se encontraba hostigando al hobbit. Cuando se encontraba a su espalda y el orco intentaba posicionarse, levantando el hacha para enterrarla en la columna del orco, sintió los pasos de un trasgo justo detrás de él, por lo que al girar encarando el escudo hacia el nuevo atacante, la hoja se desvió por el movimiento y el orco pudo frenar el golpe justo a tiempo.

-¡Arrr!- gruñó el enano buscando con la mirada a Fredegar y a Vanwa para protegerlos de ser necesario.

Miriel ya veía a los trasgos al otro lado desde la fogata que separaba ambos lados.

- Una ayuda… - la frase se le atrancó en la garganta. Cuando parecía que la presión sobre sus compañeros decaía llegaba una nueva oleada de trasgos. Así no podrían ayudarlos.

Dejo volar una nueva flecha en dirección a los trasgos que acosaban a los pobres chicos de Bree. No iban a aguantar mucho así. Necesitaba encontrar quien era el nuevo cabecilla. Matar al primer líder pareció no funcionar, quizás si mataban al segundo al mando sí causarían suficiente caos y confusión entre los trasgos.

- ¡Welf! ¡Voy a tener que ir a primera línea! – le avisó. Podía ayudar con el arco, pero de nada serviría si los chicos caían. Necesitaban reforzar la línea para aguantar.

Vanwa hincó con fuerza su lanza en el pecho de uno de los batidores recién llegados, y aunque la armadura de cuero que lucía el enemigo le salvó de consecuencias peores, la hoja de la lanza logró pinchar la carne del trasgo quien se retorció con dolor. Inmediatamente la criatura quiso contraatacar, pero la punzada de dolor junto a la axila, allí donde el elfo le había herido, le impidió dar la estocada con normalidad. Otro de los trasgos se sumó al ataque contra Vanwa con el mismo escaso éxito de su compañero. 

En el centro mismo del combate, Fredegar recibía por fin algo de ayuda con el rival al que se enfrentaba y lo agradeció con un sufrido gesto de cansancio. Ainar llegaba para plantarse junto a él y hacer silbar la hoja de su hacha frente al orco, pero el enano quedó algo distraído por la llegada de los batidores y eso afectó a la trayectoria de su hacha que pasó por encima de la cabeza del enemigo. No obstante, la simple presencia del enano fue suficiente para intimidar al orco y que su defensa no estuviera tan aplicada como en acciones anteriores, lo que aprovechó el mediano para salir de detrás de la cobertura de su rodela y clavar la espada en las tripas del rival con un movimiento enérgico que terminó con la vida de aquel ser.

A Welf le hizo falta poco más que un segundo para posicionarse frente a uno de los trasgos y decapitarlo con un tajo firme y salvaje. Y tras él, un poco apartada ya del grupo, Miriel cargaba una flecha y apuntaba a uno de los enemigos que hostigaban a Bill y Tom. El arco chasqueó con fuerza y la flecha voló hasta su objetivo, clavándose profundamente en el corazón del trasgo. 

Los aliados resistían, y la ayuda de la elfa fue bastante oportuna, Tom usó su escudo para quitarse a uno de los enemigos de encima y el agudo aullido del trasgo atravesado por Miriel distrajo lo suficiente a otro de ellos para que Bill lograra hacerle retroceder con dos buenas estocadas. Pero entonces ocurrió algo que no esperaban. Los trasgos que estaban junto a Fredegar y Ainar, en lugar de atacarles, huyeron gritando en su extraña y desagradable lengua, y lo mismo hicieron los que Vanwa había ido a encarar. Los dos arqueros les cubrieron la retirada lanzando sus flechas contra el grupo con una mala puntería terrible, probablemente por tener la mente más centrada en su posterior huída que en apuntar adecuadamente. Uno a uno los trasgos fueron internándose en la oscuridad que había más allá de donde la hoguera llegaba a iluminar y desaparecieron ladera abajo por donde habían venido. 

—¡Victoria! ¡Victoria!—Gritaban Tom y Bill, confirmando que de aquel lado los enemigos también huían aterrorizados.

Welf dejó su arma apoyada en el suelo junto al escudo, olvidando sus propias heridas corrió a ver el estado del Beórnida que ya estaba mal antes de empezar este combate. Intentó situar a todos los que seguían en pie, quien estuviera asi es que podía aguantar un poco más, y a los que habían caído, con suerte estarían a tiempo de evitar que dejaran este mundo.

Tocaba sacar todos los conocimientos acumulados en el Salón del Bosque, no hacía falta ser pulcro y le iba a dar igual las cicatrices que pudieran quedar, se trataba de salvar su vida aunque fuera por unas horas y buscar ayuda si sus habilidades no daban más de si. Se notaba cansado y cuando examinaba las heridas notaba cómo le temblaban las manos.

Vanwa suspiró aliviado cuando los trasgos empezaron a retirarse, pero algo le extrañaba. Hacía un momento aparecían trasgos por todas partes, dispuestos a dar dura lucha y de golpe se retiraban. ¿Porqué lo hacían ahora y no cuando los ataques de Welf y Miriel habían acabado con su líder?

¿Donde estaban los lobos que habían oído antes de la batalla?

Vanwa se apretó el costado herido y observó con atención la oscuridad que los rodeaba. Buscaba una amenaza... O la razón por la cual los trasgos habían huído de forma tan precipitada.

-¡Bien, muchacho!- exclamó cuando el hobbit dio la estocada final al orco, olvidando también que no era un muchacho...

Cuando los trasgos huyeron de repente, el enano los siguió unos pasos hasta el borde del fuerte, gritándoles y golpeando su hacha contra el escudo.

-¡Huyan! ¡Cobardes! ¡Y recuerden que Ainar hijo de Ai los buscará si escucha una vez más de ustedes-

Un graznido en la oscuridad le recordó la presencia de Munin, que sabiamente se había mantenido alejado del combate, y ahora estaba disfrutando de un ojo de orco.

-¡Eh! Munin, todavía no es momento de comer, amigo, fíjate que se vayan y no vuelvan- y le guiñó un ojo que estaba rodeado de sangre negra. La cara de Vanwa le confirmaba que estaba bien en sospechar...

-¿Cómo están?- preguntó serio al ver varios cuerpos horizontales, sin bajar del todo la guardia dado que el subidón de adrenalina aún estaba funcionando, pero al menos intentando acompasar la respiración.

Sacó su odre y tomó un sorbo.

-¿Alguien quiere?-

Con los heridos poco podía hacer. Él sabía muy bien cómo quitar vidas, pero no tanto cómo mantenerlas. Por lo que agarró nuevamente su hacha, y se puso a vigilar, por si los trasgos decidían volver mientras curaban a los heridos.

Miriel daba gracias a los valar por la retirada de los trasgos y orcos. No sabía cuanto más tiempo habrían aguantado. No entendía bien porque se retiraban ahora y no cuando cayó su caudillo. Tal vez era el tiempo que habían necesitado para que la noticia corriera entre ellos e iniciar las peleas internas por el nuevo liderazgo.

En cualquier caso aprovechó el respiro para socorrer a los hombres que yacían en el suelo. Tenía la esperanza de que no fuera muy tarde para ellos, que aún pudiera hacer algo para auxiliarles. No tenía los conocimientos médicos de Welf, pero él aún tardaría un poco en llegar desde el otro lado del fuerte mientras que cada instante podía contar para salvar aunque fuera al menos a uno de ellos.

El elfo aceptó el odre que le tendía el enano. Tenía la boca seca por la tensión y el miedo. Un trago era lo que necesitaba, sin duda. Tomó un largo sorbo, sin dejar de escudriñar las sombras.

- Bien hecho, señor Fredegar.- Concedió. Había sido todo lo valiente que se podía esperar de él. Incluso más. A fin de cuentas había matado una de aquellas criaturas. Suponía los pensmaientos que tendría ahora. Arrebatar una vida no era algo fácil de digerir. Al menos no la primera, o de lo contrario Ainar, hijo de Ai, tendría digestiones muy pesadas.

Poco se podía hacer por Andy y por Igwar, tanto el muchacho como el beórnida yacían muertos junto al camino que ascendía al Fuerte Circular en el lado que habían defendido valientemente hasta su último aliento. Cuando Welf llegó junto a ellos solo pudo corroborar que sus almas ya habían partido hacia las Estancias de Mandos. El beórnida tenía una fea herida desde el principio del combate, había luchado envenenado y debilitado, y aún así había resistido duramente. La hoja de la lanza de uno de los orcos se había colado bajo los pliegues de su armadura clavándose profundamente para terminar con su vida.

El grupo se fue reuniendo mientras escuchaban los gritos de los trasgos alejándose y los aullidos cada ves más lejanos de los lobos, que por alguna razón, no se habían sumando al combate. Tanto Vanwa como Miriel intentaban comprender qué era lo que les había hecho huir tan de pronto, cuando habían resistido con anterioridad la caída de su caudillo Ubhurz. Miriel incluso pudo comprender algo de las palabras que se gritaban aquellos seres en su inmunda lengua, hablaban de que Rashtog había caído también, por lo que ambos elfos pudieron suponer que aquel al que Fredegar había matado era el último lugarteniente de Ubhurz. La caída de todos ellos había dejado sin lideres a los trasgos y les había llevado a decidir que no merecía la pena seguir muriendo en el fuerte por tan escaso premio. Miriel también supuso que los lobos vigilaban que nadie del fuerte huyera alejándose de la batalla sin que ellos les salieran al encuentro con sus fauces listas para hincar los dientes, debía ser parte de la estrategia del Ubhurz que afortunadamente no habían tenido que sufrir.

Lamentando la pérdida de Andy Espinanegra, quien había logrado vencer sus miedos para luchar junto a sus amigos, y de Igwar, el grupo se intentó recomponer examinando sus golpes y heridas y tomando del agua que Ainar ofrecía. Afortunadamente, la mayoría de ellos no tenían más que golpes y rasguños que terminarían curando con algo de descanso, una buena noche de descanso acabaría con todos sus males, y se la habían ganado ampliamente tras aquella victoria. El único herido era Vanwa, quien todavía sangraba bajo la armadura. Con su mano libre apretaba el costado dolorido mientras se le formaba una mancha roja en sus coloridas ropas. 

A pesar de su herida, el elfo se había encaramado al terraplén observando la huída de los trasgos. El graznido alarmado de Munin les recordó la fragilidad de aquellos momentos de paz. Vanwa también se puso tenso y señaló a un punto indeterminado de la oscuridad apretando los dientes. Fue el momento en el que todos escucharon un grito de auxilio de una voz que les era familiar. ¡Dinodas! Un grupo de trasgos cargaba colina abajo con el mediano al que habían secuestrado en algún momento del combate. Pero ¿¡cuándo!? Fue Bill el Arquero quien se percató de que en medio del Fuerte, justo donde estaba la caravana y el escondite del mediano, había una especie de pasadizo que las criaturas debían haber aprovechado para infiltrarse en el fuerte y secuestrar al pobre señor Brandigamo. El desafortunado Hobbit ya se encontraba a medio camino montaña abajo cuando repararon en su ausencia. 

El grito de Dinodas hizo que el enano se diera vuelta hacia esa dirección y con cara de muy pocos amigos.

-¡Mierda! ¿Pero cómo no lo vimos?- preguntó en voz alta, mientras volvía a guardar su odre y miraba a los muchachos eriadorianos -Ustedes, vayan desarmando el campamento y avancen por el camino, nosotros tenemos que movernos ya-

Miró a Vanwa y se le acercó, y en ese momento Bill habló del pasadizo.

-Fea herida... ¿crees que podrás... con el ritmo?- preguntó, sin querer decirle que se quedara porque sabía que el elfo tenía su orgullo y había demostrado pericia en el combate

Se acercó al pasadizo, evaluando si podrían llegar a avanzar por allí¹. Claramente había sido un camino rápido para los trasgos.

-Los demás, ¿estamos listos?-

Sin esperar la respuesta, silbó y Munin se acercó a él con un graznido.

-Síguelos, que aunque sea te podamos ver en lo alto- le dijo -No podemos perderlos-

Y acto seguido avanzó en la dirección por la que se habían ido los trasgos.² Ainar estaba fresco aún, transpirado y repleto de sangre de goblins y orcos, pero fresco como para emprender una persecución y un nuevo combate...