Partida Rol por web

De acuerdo, joven, pero hay que apresurarse, este pueblo parece maldito y prefiero no estar muy lejos de los que a ciencia cierta sé que no son de aquí.

La buena mercader catalana se fue a buscar el origen de los grande platos de comida y los jarrones inacabables de bebida.  

Debe ser un patrón muy generoso el que se los ha dejado en bodega.  ¿Es una reina o una hada la que les debía un favor? 

Asintió a Elías con un gesto de cabeza.
- Por eso mismo quiero mi hacha. Si se diese el caso preferiría no volver a pelear desnudo.- hizo una breve pausa, recordando la extraña pelea que había vivido un momento antes.-¿Cuánto tiempo face que os conocéis vosotros tres?- estaba claro a qué tres se refería.

Dolça decide plantarse junto a una de las mesas y observar la evolución de las viandas sobre ella. Se trata de una mesa en el centro de la plaza, no lejos de la hoguera principal, en la que se van ofreciendo tasajos de la carne de un cerdo que se está asando en un enorme espeto. Dolça observa cómo se cortan trozos del animal y se colocan en la mesa. A lo lejos, detrás de un grupo de bailarines Ticio la saluda con la mano, y levantando la copa de vino. Los vecinos de Monegros se acercan a la mesa a servirse tasajos de cerdo. Dos hombres siguen cortando el cerdo y colocándolo en la mesa. ¿Ha mermado en algo el animal en este rato? ¿No lleva ya muchos trozos cortados, y el tamaño parece siempre el mismo? La curiosa mercader no sabría decirlo.

En ese momento, divisa, en medio de otro grupo, al padre Sao, de vuelta en la fiesta.

La fiesta está en su apogeo. Las canciones llenan de alegría el lugar, los bailes contagian a todos los presentes, la sabrosa embriaguez de la abundancia y la luz de la hoguera dibujan sonrisas en todos los presentes.

Oier y Elías caminan a paso apresurado hacia la caseta en la que dejaron sus armas. Se trata de una cabaña llena de aperos detrás de un huerto. El lugar está completamente a oscuras, el resplandor de la hoguera apenas llega aquí. Por suerte, Oier no tiene problema en orientarse y encontrar tanto la caseta como las armas dentro de ella. El labrador que cuidaba la entrada del pueblo y la caseta de las armas ya no está. Durante el paseo, el mercenario navarro y el hombretón judío tienen tiempo de intercambiar algunas impresiones antes de volver a la plaza.

Elías se alegra de volver a contar con algo aún más duro que sus puños para afrontar lo que queda de noche, que se le antoja que no será del todo tranquila.
-Apenas los conozco, joven, coincidimos en el camino, pocas jornadas antes de llegar a este pueblo tan extraño. Y vos, ¿tenéis confianza con alguien de entre los forasteros?

Negó con la cabeza.
-Pues no, la verdad. Parece que nuestro grupo está hecho de casualidades en juntarnos por el camino. ¿Qué sabes de Yosef et la mujer, Dolça?- miró alrededor, con el hacha en su poder se sentía más fuerte. Hizo un gesto con la mano a Elías -Que me aspen si aqueste pueblo no es más raro que un perro verde. Parece raro que nos quiten las armas al llegar et ahora, en plena noche, las dejen sin vigilancia et al alcance d cualquiera.- No sabía si estaba más perplejo o más enfadado, ¡Podrían haberle robado el arma!

Pues es magia o conjuro lo que parece afectar el lugar.   Más no se si fuese bendito o maldito.   -piensa Dolça.    ¿Qué me ayudará a saberlo?    

Está pensando ir a rezar o algo así, o en preguntar directamente al padre, o a la viejecita que vino con ellos que presta ahora  sus atenciones al maleante caído.  

Ve al padre Sao de reojo y a Ticio, y guarda bien en su mente sus localidades.  Espera que Josef, u otro de sus dos compañeros, el navarro o Elías, se acerquen a hablar con el primero sobre lo de sus seguridades.  

Mientras ella, concentra sus atenciones de nuevo en el cerdo y la bebida.  Se excusa de comer el primero y beber lo segundo por razones de religión, pero está en buena convivencia en general con todos, disfrutando del momento y el lugar. 

Yosef está buscando con la mirada algún lugar que le permita ver y proteger a Dolça y a la vez tenga más o menos cubierta la propia espalda cuando ve al padre Sao.

Umh, quizás debería hablar con él y preguntarle si el peligro que le acechaba ya pasó (los malechores que trataron de secuestrar al niño) y en ese caso, si no debería acceder a pagarnos por nuestros servicios. 

Pero antes va a hacer un recuento rápido de guardaespaldas o gentes de armas o posibles secuaces que pudiera tener el padre a su alrededor, que no quiere uno meterse por voluntad propia en la boca del lobo, pero que si lo va a hacer, al menos saber a qué atenerse.

Yosef pasea su mirada por la plaza. Pero la verdad es que no tiene muy claro qué es lo que está buscando.

No hay ningún caballero con armadura y lanza de torneo, eso está claro, se dice Yosef. Pero, más allá de eso, las sombras y brillos que provoca la hoguera, y el movimiento continuo de los festejantes no permiten adivinar quién está armado y quién no, quién tiene actitud marcial y quien solamente parece estirado por el movimiento de las llamas.

Pues como parece que Dolça no corre peligro al estar en el centro de la plaza viendo cómo come y bebe la gente, decido acercarme a preguntar al padre Sao sobre nuestra recompensa. Me acerco tranquilo, con las manos relajadas, de hecho, cojo una copa de vino que no bebo y avanzo hacia el padre Sao

--Buenas noches, mi buen señor Sao, quisiera saber si sus desvelos y cuitas están ya resueltos o aún necesita la protección que solicitó. Porque si lo que le preocupaba eran los malechores que atacaron antes al hijo de Ticio, debe saber que dimos buena cuenta de ellos. Y por lo tanto justo sería que un hombre de Dios como vos tuviera a bien pagar por los servicios prestados.  Y si no fuera así, que sepa que sigo atento a cualesquiera mal que le pudiera sobrevenir.

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   Ahora que estamos solos le digo al que está atado;

   - Mozooo, dime la verdad. - Sonrío, - ¿el crío no será del cura verdad?, no será de esos resabiao que anda con las mozas y cuando tiene que hacerse cargo, sale corriendo, que tiene pinta... -

   Luego señalo al de al lado, - ¿el muerto y tú os conocíais? parecía simpaticote, aunque le diera de cabeza al pedrusco ese... - sigo divagando un rato, mientras no le quito el ojo de encima.

   Si veo que intenta soltarse y no para cuando se lo digo, le sacudo un garrotazo en la cabeza con el bastón para dejarlo sin sentido.

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No es que mi arma sea precisamente un tesoro, pero le he tomado cariño con los años. Este pueblo me da cada vez peor espina. Y las mujeres... Dolca me parece buena mujer,
confío en ella. La bruja, en cambio, me parece que si se quedara a vivir aquí no encajaría del todo mal. Me pone los pelos de punta.

No, Dolça no tenía ni idea de que pasaba.  Tal vez debería ir a preguntarle a la señora de la aguja a ver si ella había oído de algo parecido en otros pueblos. 

Dado que no podía saber a ciencia cierta, ni a magia incierta, que pasaba, se fue a buscar al párroco. 

Don Sao, ¿cómo ha estado?  Andábamos preocupados.  Pidió la ayuda de mis hombres y ahora se nos ha escabullido.   ¿Demasiada fiesta?