Partida Rol por web

Aiden no sabía mucho más de leyes que éstas respondían a la voluntad de los nobles que dirigieran cada región y que entre ellos se aplicaban otras diferentes entre ellos. Pero sabía lo que era un juicio divino: un combate a muerte entre alguien y aquel que le ofende o acusa o a quien acusa para que los dioses diriman quién dice la verdad. Ahora cualquiera de los aventureros – y, tal vez, el Justicar – podía aceptar un combate a muerte con el Justicia o éste quedaría exonerado… Y probablemente ellos vistos como culpables.

Gogri no pudo evitar una sonrisa bajo su barba.

-Mmmmmm...ahora sí que echo de menos la pipa.

En su interior, deseaba que el elegido fuera él, aunque suponía que la elección sería el mismo Justicar. 

-Justicia contra justicia, supongo yo. En fin. Podríamos hasta apostar, si se nos da pronto el dinero - añadió a sus compañeros en tono de susurro.

No puedo evitar sonreir, no sólo por el veredicto del Justicar, sino por el ataque de histeria del Justicia. Estoy a punto de comentar a mis compañeros lo bien parados que habíamos salido, cuando la última petición del Justicia me hace atragantar mis propias palabras.- ¿Juicio divino? ¿De qué infiernos habla este desgraciado?.- Pienso mientras murmuro en voz baja por si alguno de mis compañeros me escucha .- ¿Alguno tenéis idea de lo que está pidiendo este tipo? ¿Qué clase de juicio es ese?.- susurro.

Aliviado tras el final resultante del juicio, Jagg suspira aliviado sin terminar de creer lo que ha sucedido.

-No tengo ni la más remota idea de lo que hablan.- Susurra a Hank

Hugh escucha impasible la palabra del Justicar, intentando contener la satisfacción producida por el alivio de saber que conservará el pellejo. Al menos durante un futuro cercano.

Un juicio divino... No esperaba que el Justicia estuviese tan seguro de lo que hacía como para arriesgarse a eso. No le cuadraba. Pero el Justicar lo había aceptado. Uno de ellos debía luchar, y tenía claro que no iba a esconderse de esa responsabilidad. No sabía como peleaba el Justicia, pero sabía que eran inocentes, sabía que su causa era justa y sabía que los dioses no permitirían que saliese derrotado. No cuando en juego estaba no solo su vida, no solo la de sus compañeros, sino la de las damas a las que trataban de rescatar. No, los dioses no permitirían que muriese en ese combate. 

-Tomaré parte en el juicio divino, si es lo que el Justicia quiere - comentó con tranquilidad mientras miraba a su acusador - Pero voy a tener que pedirle que reconsidere sus palabras. No entiendo su insistencia cuando nuestra inocencia ha sido probada. No entiendo la necesidad de que un hombre tenga que morir para dirimir un asunto ya resuelto. Somos inocentes, nuestro apresamiento fue un error, pero no buscamos revancha alguna por lo sucedido. 

Se detuvo un momento pensando. Quizá lo que el Justicia temiese ser condenado. Quizá a muerte. Quizá le pareciese su única vía de escape... 

-No reuiremos responsabilidad alguna. No me esconderé de un combate al que se me ha retado. Pero le insto una vez más a que reconsidere sus palabras. Somos inocentes, esa es la verdad, y se que los dioses estarán de nuestro lado. 

Al escuchar las palabras de Aiden el Justicia, fuera de si, arrastrando las palabras por la furia espetó mirando al Justicar:

-"¿Por qué tengo que seguir soportando que la escoria me hable como si fuera su igual? Elegid paladín ante los ojos de los dioses y acabemos con ésta infamia." - 

El Justicar no mostró signo de haberlo oído, pero tampoco hizo ademán de hacer callar a uno ni a otro.

No le había sorprendido la reacción del Justicia. Tampoco el veredicto del Justicar. Eran inocentes y así debían ser juzgados y absueltos. Pero ahora, otro procedimiento rebuscado, burocrático y además con el beneplácito de la iglesia, se interponía de nuevo entre los muchachos, sus amigos, y la libertad merecida. La justicia hacía tiempo que había dejado de estar del lado de los que la merecían, inclinándose una y otra vez del rico, noble, burgués o déspota. Rislân no sabía de aquellas leyes, pero sospechaba que el hombre de la voz chillona no jugaría limpio, por lo que se inclinó para poder ver a Aiden y decirle algo. En sus palabras estaba implícita una sonrisa, pero también internamente, un pensamiento para el pobre muchacho apaleado por culpa de nepotismo de aquel hombre engreído. 

— Te honra el transformarte en nuestro paladín, Aiden Stendahl. No esperábamos menos de ti. La justicia estará en tu brazo, seguro. No creo que el Justicia arriesgue su pellejo pero si lo hace, te ruego que... - se tocó la barba mirando al frente, casi murmurando, y añadió  - le des duro a ese tonto de laba.

Y se quedó tan ancho.

¿Así que el denominado "Juicio divino" no era más que un juicio por combate? Valiente individuo era el Justicia, ya que el tiro le salía por la culata, prefería obtener la razón por la fuerza bruta. En realidad no me sorprendía mucho de alguien así. Me giré hacia el paladin y le dediqué mi mejor sonrisa de ánimo.- Gracias por jugarte la piel por todos, Aiden. Es un gesto que te honra, y te lo agradezco. Seguro que tu oponente muerde el polvo en pocos segundos. Aprovecha de paso para arrancarle la escoba que tiene metida por el culo.- Y guiño un ojo complice al paladín. Luego me giro hacia el Justicar.- Disculpad señoría ¿En qué terminos se celebraría este "juicio divino"?

Alex levantó una mano doblándola por el codo con una expresión indescifrable, como quien pide la palabra.

—¿Puedo decir algo, mi señor?

Miraba al Justicar aunque la verdad es que no sabía si debía tratarlo de ser, de su señoría, de lord... así que usó la fórmula educada estándar para dirigirse a alguien imbuido por el sagrado San Cuthbert con la gracia de la justicia universal.

Aunque no tenía ni idea de cómo se le había quedado aquél título.

La cabeza del Justicar se giró hacia Hank, su voz profunda, severa y con tono de lata al resonar desde dentro del yelmo proclamó:

-"Un Juicio Divino es un juicio por combate cuerpo a cuerpo a muerte, ante los ojos de los dioses. No admite paladines que actúen en nombre de los acusados y sólo puede ser desarrollado por una parte acusadora y otra acusada. En éste caso, el Conde heredero de Puerta de Plata, por un lado; y uno de vosotros, como acusados o mi persona, en su defecto, como impulsor de la condena, en caso de que ninguno de vosotros estuviera dispuesto a someterse al juicio de San Cuthberth." - en ese momento miró a Aiden, que al haberse ofrecido hacía innecesario, e imposible, el último caso.

Después giró su cabeza hacia Alex y dijo, con la misma voz:

-"Hablad, doncella." -

Gogri iba a explicar a Hank lo que era un juicio divino cuando el Justicar se adelantó. Esperó a que terminase la aclaración y se dirigió al semielfo.

-Por mis barbas que no sabía que hubiera alguien que ignorase qué es un juicio divino. Si vas a presenciar uno, no pierdas detalle. El honor puesto en brete por el acero. 

El enano murmuró y asintió.

El Justicia interrumpió a Alex, con más exabruptos y exigiendo que aquel engorroso asunto se resolviera lo antes posible. Aunque el Justicar fijó en él su mirada de hierro no podía negar que estaba en su derecho. Sobre todo cuando Aiden había aceptado el desafío.

De modo que el elegido de San Cuthbert hizo un gesto hacia la muchacha indicándole que esperase un momento para seguir y se dirigió a todos:

-“El duelo ha sido aceptado. Debéis entender que con ello ponéis vuestro destino en la voluntad de los dioses y la mano de vuestro compañero.” – después se dirigió a los hombres del Conde solicitándoles:

-“Traed el equipo de éste caballero. Vos, podéis prepararos como gustéis.” – las últimas palabras las dirigió al Justicia – “El resto saldremos al patio de armas, donde se dirimirá la voluntad divina.”

Escoltados por los caballeros del Conde, les hicieron salir a todos. El Conde, en cambio, se marchó por una puerta mientras que el Justicia salía con ellos, aún furioso. Algunos minutos después un caballero llegó con una magnífica espada para el Justicia, un rato después llegaron un par de soldados trayendo el equipo de combate de Aiden. Todo ese tiempo transcurrió en un clima tenso de silencio, nerviosismo y expectación.

Tras el tiempo justo para que el paladín se equipara, con el Conde asomando a un alto balcón de la torre, obviamente pensado para poder inspeccionar las maniobras que se desarrollaran en el patio de armas de la fortaleza, el Justicar llamó a los contendientes a su lado, de modo que apenas les separasen un par de metros.

-“El duelo será a muerte. No está permitido usar magia, ni pociones, ni ningún otro método de influir fuera de la fuerza del propio brazo y las armas. Si el heredero de Puerta de Plata gana será liberado de su responsabilidad de tratar de ajusticiar inocentes, si es Aiden el vencedor sus compañeros y él serán libres de abandonar la fortaleza sin cargos.” – retrocediendo unos pasos declaró:

-“Proceded.”

El Justicia levantó la espada, con gesto serio, en un saludo ceremonial breve y de compromiso, antes de disponerse a combatir, embrazando el escudo, cerrándose el yelmo y adoptando una postura defensiva tan cómoda como permitía su armadura de campaña.

Hugh aguardaba expectante al combate. No era grato para él que su futuro estuviese en las manos de alguien al que apenas hacía un día que conocía. Pero algo en lo profundo de su ser, le decía que aquel fiel siervo divino tenía mucho potencial moral y marcialmente hablando.

Y no se equivocaba, pues dicho hecho quedó demostrado cuando ambos contendientes saltaron al cerco de curiosos que se había formado en torno al patio de armas para, posteriormente, comenzar a danzar al son que marcaba el repicar de los aceros. 

Deseoso por salvar el pellejo para poder dar caza a los desgraciados captores de Valmi, Jagg no pudo contener la emoción y dejó escapar en un grito toda su euforia contenida.

¡VAMOS AIDEN, DALE SU MERECIDO!

Grito a pleno pulmón hasta que paró de golpe, al darse cuenta que había gritado como una joven doncella enamoradiza.

Alex hizo girar los ojos en redondo. Qué ganas tenía de que alguien hiciese callar a aquel tipo tan histérico. Parecía un pollo hervido chillando porque acababa de huir de la cazuela.

La espadachina sin embargo se limitó a acodarse en el punto más cercano. Para ella era un sacrilegio que se emplease un duelo por capricho de un estúpido noble que ni conocía lo que era el respeto. Los duelos eran algo noble, algo que servía para defender el honor y a la gente que no podía hacerlo por si misma, no el orgullo de un niño de papá que había roto un jarrón y lo había escondido bajo la alfombra para que no lo viesen. Así se lo había enseñado su padre y así era para ella.

Pero sabía que Aiden iba a ganar. Porque era él quien llevaba la verdad. Tan solo la molestaba tener que fastidiar a los dioses con aquello.

Recogió su espada, escudo y armadura con calma. No estaba ni mucho menos ansioso por salir al ruedo. Aquel combate no era uno que quisiera, sino uno en que las circunstancias le obligaban a tomar parte. A muerte nada menos... aquel juicio se decidiría en un combate a muerte. No recordaba cuando había sido la ultima vez que había matado a alguien. En los años anteriores había luchado mucho, pero gracias a Gina había aprendido a valorar la vida. Gracias a ella había aprendido el valor de perdonar, y por tener la oportunidad de encontrarla ahora tendría que matar. El destino en ocasiones le resultaba incomprensible.

Salió al patio de armas con paso parsimonioso y escuchó al Justicar. Vio a sus compañeros en los balcones, y a su oponente delante. El combate empezaba, no quedaba tiempo para darle más vueltas.

Comenzó el combate con fuerza, tratando de superar sus defensas más que de protegerse. Sabía que los dioses estaban con él, pues defendía la verdad, pero aun así no iban a ganar el combate por él.

Se encontraba un poco lento, algo desentrenado en este tipo de lindes. No fue capaz de ganar la iniciativa del combate, pero confiaba en recuperarla más adelante. No quería que aquello se extendiese, pero sabía que no se decidiría en aquel primer asalto.

El Justicia tampoco parecía especialmente suelto al comenzar el combate, los oponentes giraron uno alrededor del otro, midiéndose en una danza que profetizaba muerte. Finalmente fue el noble quien vio primero una brecha en las defensas de su rival. Lanzó una estocada a fondo que superó el escudo de Aiden, alcanzando su armadura pero, aunque estuvo a punto de trabarse entre dos láminas, finalmente la punta fue desviada por los pliegues sin causar daño.

La respuesta del paladín no se hizo esperar y un sonoro campanazo atronó el campo de batalla cuando su propia espada golpeó con fuerza el yelmo del Justicia, que se mantuvo en su sitio salvando su vida, aunque le obligó a retroceder, tambaleante y mareado. Como consecuencia sus siguientes estocadas fueron totalmente desviadas, sin acertar ni siquiera de rebote en el escudo de Aiden.

Sin embargo la forma loca de soltar espadazos a diestro y siniestro le dio tiempo para recuperarse, dado que sirvió para que el guerrero sagrado no acertara a alcanzar en las junturas de la soberbia coraza completa del noble, que rechazó sus propios golpes sin mayores consecuencias.

Cuando el caballero por fin recuperó los sentidos, los dos contendientes volvieron a bailar uno alrededor del otro, buscando y tanteando hasta que de nuevo fue el Justicia quien tomó la iniciativa. Pero otra vez las láminas aceradas del más joven desviaron la hoja, haciendo que el atacante perdiera el equilibrio. Aiden no dudó y, con una estocada certera, estuvo a punto de enviar al rival al suelo. Eslabones de metal saltaron por los aires cuando la coraza se dobló y hendió la cota de malla. Aunque el herido recuperó la verticalidad y se recompuso, la sangre goteaba por el destrozo que se había formado en su espaldar.

Volvió a atacar, con furia y rabia, sintiéndose perder, su espada de nuevo certera para alcanzar el cuerpo del rival pero no lo suficiente para alcanzar un punto vulnerable ni con la fuerza necesaria para hender la armadura laminada que llevaba el guerrero sagrado. Su guardia volvía a estar abierta.