Partida Rol por web

De reojo miró hacia las paredes que les rodeaban, buscando vías alternativas de acceso al edificio. Ya que, aunque no dudaba de que aquel semielfo fuese bueno en sus artes, nada garantizaba que Hank tardase poco tiempo en abrir la puerta que les separaba de los secuestradores.

La ventana de la polea de carga parecía una opción e intentaría alcanzarla si el semielfo se demoraba en aquella maldita cerradura.

Los ojos de Ris se abrieron de nuevo, volviendo a la realidad. La suciedad de la mente de aquel miembro del gremio le habían enajenado lo suficiente y su sonrisa se había tornado en una mueca de leve terror, miedo a la muerte, a delatar. ¿Almacén? Con un suave parpadeo se encontró de nuevo con el cautivo. La Guardia llegaría pronto, no había mucho tiempo que perder.

— ¿Dónde está el almacén? ¿Prefieres que acabe la Guardia o el Gremio contigo? Habla y te dejaré seguir tu camino, pese a que sepa que eres junco doblado por el arroyo que nunca volverá a ser recto.

Pese a sus palabras no aflojó la presión de la lanza. Esperaba que al ver retratados sus propios pensamientos en otra boca y con otra voz, hablase más de la cuenta.

Los ojos del bandido se abrieron mezcla de sorpresa y miedo, sus pupilas se clavaron en los ojos de Rislân y, por un momento, pareció que cedería. Pero algo debió ver las pupilas del anciano, tal vez una pizca de su alma bondadosa o la sombra de una duda y su mirada se endureció de nuevo. Aún así era obvio que aquello le había tomado por sorpresa y estaba desorientado

-"¿Qué almacén? ¿Cómo sabes del almacén?" - muy confusamente, las palabras del tunante se mezclaban en su cerebro con susurros externos: Perdidos...sabe del almacén...callejón cortado...la calle de las alhondigas...tan cerca...

-"Si llegan los soldados también te matarán a ti, viejo. Hay toque de queda. Prefiero arriesgarme con ellos."  - otra vez sus palabras se mezclaban con la cacofonía susurrada en su mente: huirá... me dejará aquí... si hablo desapareceré como las chicas...

Tras dejar al bandido atado Rislân se dirigió por dónde se habían ido los demás no tardó en perder el rastro y tuvo que detenerse a escuchar. El sonido de los soldados sonaba como un murmullo lejano, pero mucho más cerca pudo oír el ruido de armaduras que, esperaba, fueran Gogri y Aiden.

Estaba seguro de que reducía la distancia cuando salió a una calle secundaria bastante ancha y perdió el sonido. A mitad de la calle había un callejón y el empedrado estaba lleno de restos de grano, como si los carros que lo transportaban pasaran por allí a menudo. Al fondo se distinguían un par de alhóndigas. Debía haber encontrado el lugar.

Se acercó hacia el callejón cuando una figura tratando de esconderse en el sitio al que se dirigía le sobresaltó, haciendo que estuviera a punto de salírsele el corazón por la boca. Por suerte unos segundos después distinguió a Aiden y, tras acercarse hasta la bocacalle a los demás, estaban en un callejón sin salida muy oscuro. Al fondo había un almacén de dos pisos, con una puerta carretera dotada de un portazgo más pequeño que Hank trataba de forzar, mientras Hugh parecía estar preparándose para trepar a la ventana de carga que tenía sus postigos cerrados.

Aiden se quedó vigilando la calle mientras Gogri supervisaba que nada sorprendiera a los exploradores. Hank no tardó en afanarse con la cerradura mientras Hugh tanteaba el portón buscando asideros para ascender. Consiguió encaramarse usando las aldabas, pero enseguida se dio cuenta de que sin poner clavos de apoyo no sería factible alcanzar la ventana. Sobre todo en unas condiciones que le permitieran embestir los postigos con la fuerza suficiente para abrirlos.

Descendió, pensando que clavar los metales llamaría la atención de la gente de dentro del almacén y evaluando si eso sería interesante. Para ese momento Hank se giró sonriente, la trabilla del pasador se había soltado.

Entonces Aiden les empezó a hacer gestos frenéticos, tratando de ocultarse. Gogri ya se preparaba para la pelea yendo hacia allá cuando el paladín suspiro aliviado y se relajó. Tras unos momentos de incertidumbre, dobló la esquina Rislân.

Para ese momento a Hank le había dado tiempo de comprobar, con gran sigilo y cuidado, que aunque el portazgo estaba abierto y se bamboleaba, estaba trabado, probablemente con un madero. Nada que unos cuantos golpes de Gogri y Aiden no fueran a romper en poco tiempo, pero no sin escándalo. Desde luego un escándalo que cubriría de sobra el clavar unos pitones y unos estribos.

Los soldados no se oían cerca, probablemente no habían encontrado el rastro; pero sí que se escuchaba su alboroto, probablemente a unas manzanas de distancia.

A pesar de que el joven había logrado abrir la puerta, el paso continuaba bloqueado. Así que raudo sacó el martillo y cuatro clavos de la bolsa. Encaramándose por las aldabas, comenzó a situar los clavos en la vertical con golpes secos de martillo. No dudaba un segundo, dos martillazos y el clavo quedaba firmemente entre las juntas de la piedra. Continuó así, metiendo clavos y pasando cuerda por ellos hasta quedar a la altura del ventanal. Momento en que echó la mano al cinturón y sacó su daga, la cual clavó entre las dos hojas, con el fin de hacer palanca y abrir los postigos que lo atrancaban. Esperando que, el tiempo y la falta de cuidado hiciesen que, descuidasen mucho más ese acceso que el que sus compañeros estaban tratando de abrir.     

Rislân apareció como una sombra más, por el callejón. Se notaba el peligro y la tensión en el ambiente.

Susurró al resto lo que había averiguado:

—He hablado con el hombre que borraba las huellas. No parecía un asesino por su rostro blanco o sus manos cuidadas, pero sin duda no era trigo verde y fresco sino grano lleno de gusanos. Vamos por el buen camino pues me habló de un almacén en la calle de las alhóndigas —hizo un gesto señalando el edificio en el que estaban intentando entrar— y está sin duda relacionado con la desaparición de las mujeres. Es probable que sea la guarida de un gremio de ladrones. Habemos de tener cuidado, amigos míos.

-Buen chico... - se dijo para si mirando a Hugh - Mira dentro e informa - le indicó esta vez dirigiéndose a él, aunque sin levantar la voz - Si puedes entrar y abrirnos -levantó el puño ejemplificando el gesto -  o si tiramos la puerta abajo - lo bajó simulando un golpe

Fue hacia Gogri entonces. 

-Atento, en cuanto nos indique tiramos la puerta abajo - se preparó para cargar hacia el portón de madera - Hank, vigila la entrada del callejón. 

Estar tan cerca de sus perseguidos le tranquilizaba. Se habían pasado el día dándo palos de ciego, sin encontrar nada, y ahora la fatalidad los había llevado a pisarles los talones. Algunos habían muerto para que el destino les diese esa oportunidad y debían honrarlos aprovechándola, impidiendo que muriese la condesa y atrapando a los asesinos. 

Pronto los tendrían a su alcance y podrían al fin averiguar que había pasado con las mujeres desaparecidas, y rescatar a Gina. 

Gogri asintió ufano a las palabras del paladín. Para combatir la impaciencia, el enano se esforzó en desentrañar el galimatías del mago acerca de trigo sin gusanos y trigo con gusanos. Terminó por suponer que se trataba de formas de hablar entre humanos, más dados al cultivo de vegetales que de hongos, y concluyó que la frase venía a decir que el jaque que habían capturado no estaba bien de salud.

Contento con su evidente mejoría en el conocimiento de la extraña cultura humana, acarició el mango del hacha con ansia teñida de ternura.

Asiento con la cabeza a Aiden mientras me hago a un lado para dejarles espacio de sobra al paladín y al enano. Permanezco atento al callejón mientras desenvaino lentamente mi estoque. El extraño tono de su metal se refleja en mis ojos mientras esbozo una media sonrisa.- Hora del baile...- susurro.

Hugh comenzó a clavar sus puntales con rapidez, apenas llevaba el segundo empotrado y la cordada asegurada en él cuando sonaron pasos a la carrera acercándose a la puerta. Un pequeño ventanuco se abrió, dejando ver media cara enfurecida, la otra mitad estaba tapada por un yelmo de metal.

-"¿Qué coño pasa ahí fuera? ¿Qué es ese ruido?" - preguntó tratando de ver qué pasaba fuera a través del estrecho ventanuco, de apenas medio pie de lado. Aún le dio tiempo a abrir mucho los ojos, probablemente viendo tanto la cantidad de gente que esperaba fuera como, tal vez, ver a Hugh trepando. Incluso si no era así, era más que posible que hubiera deducido lo que pasaba y su mirada sorprendida fuera de comprensión.

Miró ariba cuando se abrió el ventanuco. Acababan de verlos, no quedaba tiempo para el sigilo. Aun así no perdió la calma. No habría sorpresa, daba igual, entrarían igual. Esa puerta no aguantaría demasiado... 

-Gogri, a la de tres - indicó preparándose para tirar la puerta abajo - Uno... dos...

Sintió como bajo sus pies alguien asomaba al visor de la puerta. Sabiéndose descubiertos, apuró en la consecución de su objetivo. 

Gogri escupió en sus manos con una velocidad y puntería propias del mejor leñador del pueblo de enanos de las colinas (a quienes, dicho sea de paso, había ayudado alguna vez en sus tareas). Con toda la fuerza y, sobre todo, el ánimo de que disponía, descargó un certero hachazo buscando la cerradura.

El golpe atronador hizo que la puerta se estremeciera, aunque no consiguió lo que se proponía. Quién iba a suponer que los humanos colocarían los cerrojos de sus almacenes a una altura tan inadecuada para un orgulloso hijo de Grór.