Partida Rol por web

Tocaron a la puerta de la taberna. Parecía un alarido desesperado. ¡Más bien lo era! ¡Vaya grito! ¡Y a qué horas! Escuché, al igual que seguramente el tal Ricardo escuchó, un: Ayuda por Dios, AYUDAA!!!!

Por la mismísima Virgen Bendita que abrí de inmediato, pues no era aquella voz la de ningún borracho que había vuelto a tomarse la última, sino más bien algo más firme. Al abrir me encontré algo tremendamente sorprendente: era el otro siervo del noble, y... y..., sangraba... ¡es más! ¡¡NO TENÍA UNA DE SUS MANOS!! ¡¡LA TENÍA ARRANCADA!!

Vi su muñeca ensangrentada y casi destrozada y me horroricé. Nada más abrir y dejar que entrara (aparte de maldecir notablemente entre dientes), le traje una silla.

¡Oh Dios! ¡¡Ooohh!! -dije mientras le veía. No te mu, muevas, ni te muevas, ¿ent...entendido?

Fui a la cocina y saqué mi preparado de salitre y otros compuestos, justo del mismo lugar de donde había sacado el ungüento para el noble Marcial, y lo puse a calentar. Inmediatamente despues rasgué unas cuantas telas que vi por allí. Al volver le hablé de nuevo al pastor:

¡¡Bebe!!  ¡¡RÁPIDO!! -le dije mientras aún tenía las telas en mi mano y estaba sangrando unas gotas en mi taberna.

Por otro lado, el pastor se percató que estaban curando a Marcial (aun no del todo en sus cabales), y que Ricardo estába junto a él.

Miguel, sin pararse en ceremonias de saludos y sin tan siquiera preguntar por el estado del noble, preguntó tremendamente nervioso.

-Pero que cojones pasa en este pueblo!!! En la casa del señor se oyen espadas entrechocar y sollozos de niños, y de la maldita ermita acaba de salir un gigante de un solo ojo que usaba un puto árbol como garrote...mierda joder... me ha arrancado la mano!!!!

Despues de unos cuantos gritos ante el dolor que le suponía los cuidados del tabernero.

-Tabernero, tú eres de la zona, que pasa aquí para que el mal se cebe tanto con el pueblecito?

Sorprendido por la llegada de Miguel, Ricardo se fija en su mano. 

-¿U....un gigante? - preguntó Ricardo, menos escandalizado de lo que quizá debiese - Es... es...eso explica lo qu...que vimos. El conducto bajo la ermi...mita nos llevó a un túnel lleno de restos hum....humanos que comunic...caba con la casa del P...Padre...

Se detiene un momento.

-No lleg...llegamos a explo...plorarlo entero. Ap... ¡apuesto a que comunica con la mansión del señor!

Camina entonces hasta la puerta y se asoma al exterior.

-Miguel, amigo mio, ¿No v...viste a Rodrigo en tu camino hacia aquí? 

¿Espadas en la mansión de Adebillos? ¿Cómo es posible? -dice extrañado el tabernero-, ni tan siquiera Arilla es un hombre violento ¡qué barbaridad!

Entonces volvió a mirar el destrozo del pastor y giró la cabeza cerrando sus ojos y otorgando una mueca de asco y dudas a la vez. Entonces volvió a dirigir la atención a Miguel.

¡Bebe de una vez, rufián, hazme caso! -le dice el tabernero al pastor ofreciéndole un vaso humeante sin atender al resto de preguntas acerca del misterio del pueblo.

Ahora abrí lo ojos de par en par. Mi cabeza me dolía y notaba como una especie de cera seca me cubría del "cogote" a la nuca... lo toqué otra vez mientras me incorporaba de la posición horizontal y me quedaba sentado en la mesa, casi con los pies colgando. Entonces intenté recordar todo lo acontecido desde la llegada al pueblo: unos borrachos, la casa del cura, la ermita y un túnel secreto y luego... luego... ¡Por el Altísimo y por mi Padre don Beltrán de Aguilera!

-¿Quién me golpeó? ¡¡¿QUIÉN LO HIZO?!! -decía levantándose de improviso y dando grandes voces con un talante violento y fustigador hacia el dueño del local que aún llevaba la copa en la mano ¡¡Fuiste tu, verdad gusano, fuiste t........!! ¡¡OOOHHH!!

En esos momentos vi el brazo amputado por la muñeca de Miguel, ahora presente allí... Numerosas preguntas me inundaban la mente ¡Demasiadas para una noche! ¿Qué había pasado? ¿Y los jinetes? ¿Qué había en el pasadizo que sus siervos cruzaron? ¿Dónde estaba el juglar? ¿En alguna corte danzando con una manzana en la boca? No, no, no...

Miguel... -le dije preocupado por su gravísimo estado- ¡Ha... habla!

Entoces el tabernero insistía fervientemente de nuevo en que bebiera aquello que contuviera el vaso que le mostraba.

Bajabas con los crios en la mano y a veces cogidos como sacos de patatas a reventar, ya que a veces el mayor quería volver al fortín en pos de aquel que llamaba "Papá". Ya estábais detrás de la ermita, dispuestos a cruzarla por un lateral y pasar a la taberna, cuando en el suelo, justo en ese lateral y cercana a la puerta de la misma, había un gran charco de sangre en las zonas donde había piedra, pues a veces el barro se entremezclaba con dicha sangre formando una viscosas sustancia...

... ¡¡Es más!! ¡Los niños palidecieron! ¡¡Tal que sí que así lo hicieron!! Vieron delante de ellos en ese mismo lugar, mientras caminábais pueblo abajo... ¡¡una mano!! No hacía falta que le confirmases lo que era, ¡estaba clarísimo! ¡¡una mano ARRANCADA!!

Estaba impregnada de sangre y un par de dedos descansaban hundidos entre el barro ¡Qué barbaridad! El reguero de sangre más inmediato conducía camino abajo, probablemente a la taberna...

-  ¡ Pero por el amor de Dios ! quién me manda  a mí meterme en estos fregaos...- Piensa mientras se fija bien en la mano y el charco de sangre a la par que lleva a los dos críos agarrados lo que le dificulta finalmente la maniobra y no ve nada de nada. - Tranquilos chicos, ya casi estamos a salvo. ¿ Tenéis hambre? en cuanto lleguemos a la taberna os prometo que comeremos algo y después prometo ir a buscar a vuestro papá.- Dice intentando calmar a los críos aunque sin mucho éxito...

Miguel bebió lo que el tabernero le ofrecía. Por Dios, que mal sabía, pensó, poniendo un gesto de asco.

- Verá señor, seguí a los jinetes, pararon en la casa del señor del pueblo, ese tal Arilla. Les confisqué los caballos para que no pudieran huir y al venir a reclamarlos tuviesen que hablar con usted, perdoneme si obre mal, pero fue lo único que se me ocurrió. Cuando cogí los caballos escuché ruidos de espadas dentro de la mansión de Arilla, y me crucé con Rodrigo, que se dirigía a averiguar de donde procedía el ruido....yo...yo...yo no soy tan valiente mi señor.

Mirando de nuevo hacia el muñón donde antes había estado su mano y poniendo un gesto mezcla de dolor, miedo y tristeza dijo:

- En cuanto a mi mano...cuando volvía con los caballos, a la altura de la Ermita, me crucé con un gigante de un solo ojo, que blandía un árbol como si un garrote se tratase, UN ÁRBOL ENTERO!!!!. Por miedo solté los caballos e intenté huir, pero me alcanzó con un golpe de su garrote, y del impacto mi mano se separó de mi cuerpo.

Mirando un momento hacia la puerta, y volviendo a mirar hacia el grupo:

-Tengo miedo señor, mucho miedo, fuera lo que fuera ese gigante, sigue ahí fuera.

Luego, mirando hacia el tabernero:

- Veo que sois hombre de bien, pero también veo que en este pueblo no contáis todo lo que pasa, tu lo sabes...¿qué es es bicho gigante, y por qué está aquí?

Fue en estas que llegó el Zamorano a la taberna. la puerta estaba entreabierta y al acercarse podía verse restos de sangre sobre ella. Entonces, el juglar entró de improviso con dos crios a su lado, muy pequeños. La escena que Rodrigo vio fue al tabernero curando a Miguel... ¡que había perdido la mano! Estaba sentado bebiendo algo mientras el tabernero le hacía unas curas como si de un médico se tratase.

Marcial estaba bien, aunque un poco adormecido aún, porque había sufrido un pequeño percance... Ricardo estaba a su lado, intentando saber más de este pueblo con preguntas hacia el Miguel. Todos saludaron a Rodrigo.

¡¡Ahora no te preocupes por lo que aquí pasa o no pasa!! -gritaba el tabernero a Miguel- ¿Verdad que no notas ahora dolor? Bien, bien, bien... veamos... -y se fue de nuevo detrás de la barra a por algo, pensando para si creativamente.

Y ciertamente fue así. A partir de ese momento el dolor completo  de la mano de Miguel desapareció. Ya... ¡ya no había dolor! Sin embargo, aún sentía su mano bajo su muñeca*

Instantes después el posadero volvió con más mantas y un cubo de metal. Dentro del cubo había algunas hojas secas y una barra de hierro con una forma especial. Fue entonces cuando dejó las cosas al lado del pastor y comenzó a avivar de nuevo las ya roídas y desgastadas brasas de la chimenea. Cuando hubo de ver nuevo fuego, esperó y metió las nuevas brasas en el cubo.

Tranquilo, no te dolerá... -le decía yo. No te dolerá al igual que ni siqueira notas ahora mismo el dolor. Hay que cerrar la herida.

Acto seguido secó la sangre de la hendidura destrozada de Miguel y, como si de un experto se tratase, apretó de las brasas la barra de metal, ahora candente... Cualquiera en su lugar hubiera maldecido a cualquier demonio, blasfemado en Dios y toda la casta angelical o, simplemente, se hubiera desmayado antes de tocar la carne... Pero no ocurrió nada. De cómo quedó el brazo de Miguel es notablemente comprensible, por lo que luego le untó con el ungüento que había traído y le tapó con unas vendas.

En un plazo máximo de cinco días debes visitar un médico, o un cirujano... -continué-, sino puede infectarse o sólo Dios sabe qué...

Me froté las manos, pues tenía restos de sangre incrustada entre las uñas.

Bueno... no te disculpes, Miguel... -dijo Marcial ya más o menos recuperado del todo- al fin y al cabo, el hecho de no elegir buenos caballeros o nobles para esta empresa con el fin de guardar bien el secreto nos ha hecho entrar en cuentas con esta desgracia... Era normal que elegir gentes de bien pero poco preparadas pudiera acaecer contratiempos...

Marcial entonces dio un respingo de la mesa amarillenta y sucia donde había estado postrado. Cogió sus armaduras y portó su espada, todo lo cual estaba apoyado sobre una silla.

Es vuestro turno, tabernero. Que aunque nos esté curando y hayamos disfrutado de su cuidado, aún no estamos en deuda con vos... ¡Y el condado entero de mi Padre lo estará si desata ya esa lengua y nos lo cuenta!

Marcial no daba puntadas sin hilo. Era agradecido como "biennacido" (y en verdad que lo era...), pero también instaba al hombre de la taberna a responder a las preguntas de Miguel: ¿Qué gigante? ¿GIGANTE?

¿¿Un gigante, de un solo ojo, y con un palo o garrote como un árbol?? -dije preguntando a Miguel incrédulo mientras miraba mis armaduras y me apretaba las correas. ¿Nos cuentas qué es eso, tabernero? ¿o prefieres que lo descubramos ahora mismo?

Guardando ya los enseres de cirugía (los cuales servían además para otras tantas tareas del campo), volví a donde estaba el noble Marcial y le respondí:

¿Gigantes? ¡En mi vida oí tal cosa! -dije pensativo-. Sin embargo... sin embargo los parroquianos que vienen a mi tasca por las noches me cuentan muchas veces cosas bastante dudosas, ahora que lo pienso... Hablan de sombras sonrientes, hombres de cortas piernas y otras tantas sartas de mentiras, pues muchos de ellos vienen ya bastante "perjudicados" de casa, la verdad... Claro que... esto me lo vienen comentando hace unos seis meses, cuando llegó el padre Tordemoreno más o menos... antes incluso del gran rayo y la destrucción de la ermita no había tantas paparruchas ¡Será posible!

Dejando a los chicos en una de las mesitas, ayudándoles a sentarse - ¡ Tabernero cuando acabes prepara algo de comer para estos dos valientes ! - dice para animarles y se acerca a la barra donde deja varias monedas , después al ver a su Señor  y al resto saluda con la cabeza - pero ¡Por Dios Miguel! vi la sangre ahí fuera. ¿ Qué es lo que ha ocurrido ? , Marcial celebro que estéis bien. He escuchado espadas entrechocar, el padre de estos muchachos luchaba con alguien, apuesto que con esos jinetes que vimos entrar al galope  y el túnel ... bueno Ricardo ya os habrá hablado del túnel. ¿ Qué es eso del gigante ? y justo cuando llegó el páter eh...- dice esto último pensativo.

Ah si... el túnel... tampoco oí tal concepto al respecto, pese a que este cazador lo mencionó... Nunca vi tal cosa, la verdad.

Acto seguido miró a los chicos mientras atendía la petición del juglar.

Cl... claro... ahora mi... -entonces frucí el ceño al divisar mejor a los niños. ¡Por mi vida que eran los hijos de Fabio Arilla!

Chiquillos... ¿vuestro padre estaba en casa? -les dijo mirándolos mientras ellos asentían. Luego puso la vista en el juglar y comprendió la situación. ¿Espadas decís? ¡Oh Dios! ¡Don Arilla en peligro! ¿La casa de Don Francisco* asaltada? ¡¡Hemos de hacer algo!! Calma, niños, calma...

Y rápidamente fui a por unas viandas y un pan blanquecino acompañado de agua, colocándoselas en la mesa.

Ricardo miró una ultima vez por la ventana. La verdad es que lo ultimo que quería en aquel momento era entrar en combate o enfrentarse a un gigante, por fantasioso que eso pudiese sonar. Si por el fuese abandonaría aquel lugar sin esperar ni un momento. Pero algo le hacía dudar, una sensación incomoda, una especie de obligación. Lo que allí estaba ocurriendo no era natural, y debía ser remediado. ¿Eran él y sus compañeros los encargados de hacerlo? Las circunstancias parecían indicar que si. 

Lentamente abandonó la ventana y se dirigió a Rodrigo y a Marcial.

-V...vayamos al ca....castillo - dijo seriamente - y acabemos con esto.

Aparentemente satisfecho - Bien dicho muchacho. Es una deuda para  con este villorrio que tenemos todos los presentes. - se acerca  a su señor y posando la mano en su hombro e inclinando la cabeza en señal de respeto añade - Mi Señor Marcial, ordenad y obedeceremos. Sea lo que sea o sea quién sea lo que esté atemorizando a estas pobres gentes, no permaneceré indiferente mientras sufren niños inocentes - dice Rodrigo sorprendiéndose a sí mismo.

Miguel, al oír como sus compañeros querían salir de la taberna, recordó al gigante. Su mano le dió una nueva punzada de dolor y su cuerpo se dejó inundar por el miedo.

En esta circunstancia, vino a la mente de Miguel recuerdos de su padre, y sin saber muy bien por qué, se atrevió a confesar algo que podría llegar a costarle la vida si veían aquella práctica como brujería, pero la situación era extrema, y requería métodos drásticos para intentar salvar la vida.

-Antes de que salgáis a una posible muerte segura - dice mientras se toca el muñón como para recordarles a sus compañeros que lo que hay ahí fuera les supera -... alguien tiene una piedra de gul negra?

Se gira antes de marcharse- ¿ una qué ? - entonces comprende algo, ese tipo practica la magia! . Rodrigo nervioso, se persigna y sale a trompicones de la taberna, no quiere mezclarse lo más mínimo con un tipo que practique la brujería en cualquiera de sus variantes.

Pues ya oyes al cazador, juglar -le dijo. Averiguaremos lo que haga falta y detendremos a quién sea, que no está el Conde don Beltrán para acertijos en éstas "las sus tierras". Luego le vio salir de la taberna, temeroso de la palabras de Miguel y sus "argucias".

En esos momentos Miguel se palpó de nuevos los bolsillos... ¡et vòila!* (como dirían los "gabachos."...). Sacó una piedra que sólo el Altísimo (o ni siquiera él querría) sabía de qué se trataba. El noble y el Tabernero se miraron entre sí y Marcial acabó de prepararse.

No hay otra resolución... -apuntaló don Marcial las palabras de Ricardo. Iremos. Tabernero, cuida de estos chicos, ya que dices que son del de Arilla, ¡y créeme que te quemaré este antro si les ocurre algo, que no quiero más agravios! Si todo sale bien te llevaré a los palacios de mi padre para que lleves y dirijas sus cosechas de vino personal, y no andes aguantando más bravucones ebrios... Rivera, siento tu pérdida, pero aún estás a mi servicio. No te obligaré a enfrentarte ni a un becerrillo, pero sería bueno que otro par de ojos nos acompañasen, pues nunca está de mas... Bien. Andando: comprobaremos qué ocurre.

No obstante, antes de que salieran y pusieran polvo de por medio, el pastor habló: