Partida Rol por web

Se persigna y empieza a rezar en voz baja - Padre Nuestro que estás en el cielo...- intenta apartar la vista de la sombra pero no puede, tras acabar la oración y como si ésta le hubiese dado fuerzas, se aproxima a la pared e intenta tocar la sombra, lo único que hace es palpar la pared de un extremo al otro por si hubiese algún hueco, piedra suelta o incluso un pasadizo oculto.

Total por probar no se pierde nada, antes de ir hacia detrás mejor agotar todas las vías.

La sombra se aparta, camina a través de otras calaveras de la pared y os hace gestos de que os vayáis enseguida. Parece estar alertándoos. (Pero no consigues tocarla, es una sombra).

Encogiéndose de hombros sonríe por primera vez en mucho tiempo y comenta a Ricardo por lo bajinis- Bueno si la sombra lo dice... salgamos de este pasadizo y continúemos por el que veníamos Ricardo.- dice dándose la vuelta.

Empezaba a ponerse nervioso, aquello distaba mucho de lo que esperaba cuando inició ese viaje... demonios, distaba mucho de cualquier cosa que esperase ver en su vida. A cada paso que daba más ganas tenía de simplemente dar la vuelta y abandonar aquella locura. Pero por otro lado la curiosidad lo estaba matando. ¿Que clase de criaturas habían hecho aquello? ¿Que impío secreto se escondía al final de aquel tunel? 

Asintiendo, Ricardo da la vuelta y vuelve con su compañero al camino principal, donde retoman la dirección original. 

Volvisteis atrás, dejando ese pasillo sin salida. Al alejarse el fuego de la mano de Ricardo, la luz que desprendía la llama se apagaba en ese lugar, ocultando a la sombra "clavada" en la pared del fondo; cuando casi dejásteis de apreciarla aún seguía haciendo aspavientos terroríficos y exagerados. Sin embargo nada ocurrió. Ningún evento aparte de ese, si no es que no fuera terrorífico en si. Al volver a la opción de la diestra original que habíais tomado os percatásteis que las paredes continuaban construidas con piedra y calaveras, aparte de huesos, por supuesto. Sin embargo, a medida que avanzábais aquellas calaveras dejaban de ser tan numerosas y poco a poco os dísteis cuenta que muchos huecos habían sido tapado con remiendos de barro, arcilla y adobe secado bien construido (no había tanta afluencia de calaveras).

Al final del pasillo la luz de la antorcha iluminó una escalera. Era similar por la cual bajásteis, pero más robusta. Enviaba directamente a un piso superior, con la particularidad de que no era una trampilla, sino que veíais, una vez justo al lado de la escalera y mirando hacia arriba,  una construcción circular, en la cual arriba del todo habría algo que tapaba la entrada. Parecía un sumidero realmente.

Yendo delante, Rodrigo sube las escaleras con cautela, al llegar a la parte superior de las mismas niega con la cabeza mientras susurra- no quiere que nadie pueda oirles desde el otro lado- a Ricardo-La salida está cerrada, voy a intentar tirar hacia abajo de lo que quiera que sea esto. Sube un poco y sujétame las piernas no me vaya a caer al dar el tirón- asiendo con las dos manos intenta tirar de lo que obstruye la salida hacia abajo.

Si por el contrario lo que obstruye está por el otro lado, Rodrigo empuja la tapa hacia arriba.

No hizo falta ejercer fuerza alguna. El Zamorano tocó con sus dedos la plataforma que tapaba la entrada. Estaba fría. Tiró para abajo y comprendió que sus extremos sobresalía por fuera, por lo que empujó para arriba. No hizo falta mucha fuerza, de echo ninguna, ya que levantaste la tapa y el sonido que produjo la misma con la parte exterior denotaban que era un metal. En realidad, pudíste ver que era una simple chapa de plomo. Al asomar tu cabeza por allí levemente te diste cuenta: era un pozo... más bien un falso pozo ¿dónde estábais?

Asoma lentamente la cabeza Rodrigo sale poco a poco al exterior, primero la cabeza, luego los brazos y el torso y luego las piernas, cuando termina de salir le hace un gesto a Ricardo para que ascienda él también. Mientras Ricardo asciende, Rodrigo inspecciona el terreno redundante e intenta hacer memoria de dónde había visto antes este terreno.

PNJOTIZADO.

Pssssh... Rodrigo ¿qué ves? ¿a dónde diablos va a parar esto? -decía yo con ciertas dudas. En esos momentos subí por la escalera acompañando al juglar. Posé mis masnos en la piedra de aquel pozo y salté al exterior. Aún era de noche.

Era un amplio huerto, no muy grande pero lo suficiente como para albergar unas buenas cosechas e ir "tirando" de ellas en tiempos aciagos. Además, dicho huerto era la parte trasera de una de las casas que componían el vecindario de la aldea (porque salísteis a ese punto de la aldea) No obstante no había nada plantado, sino que la tierra estaba bien segada, casi árida. En la parte del fondo se alzaba una mesa, y en un lateral, como recogidas, numerosas sillas y asientos en forma de tabuertes. ¿Qué diantres significaba eso?

Justo cuando don Marcial levantó su espada no haciendo caso a los consejos del pastor para que se tranquilizara, oísteis fuera de la taberna unos sonidos de forma muy clarificada. El conde dejó de gritar y los borrachos de hacer ruido y embrutecer:

En esos momentos, el tabernero corrió a abrir la puerta, percatándose también de la situación. Lo hacía para saber quién era el autor de aquel avance. Acto seguido, vísteis pasar efímeramente delante de la puerta del tugurio dos figuras cabalgando, vestidas de negro, muy rápidas, y marchaban al parecer a la parte más alta del pueblo, a la casona del señor de la aldea, custodiada momentáneamente por don Arilla.

Aprovechando el interés de Don Marcial por las dos figuras a caballor, Miguel intenta aprovechalo en su favor, para quitar al noble de allí y que no mate a nadie.

-Quien son esos, parece que llevan prisa. Igual saben algo de lo que nos concierne don Marcial.

Alejándose del pozo y escondiéndose entre la poca maleza existente, susurra a su compañero

- Eh! psss... Ricardo vente para acá!, mira vamos a hacer como si viniésemos de otra parte y vamos a llamar a la puerta, estoy convencido que la persona o personas que viven ahí tienen alguna relación con este extraño caso. Quizás no haya nada sobrenatural en este caso- luego recuerda la sombra en el pasadizo y parece pensárselo mejor, un escalofrío recorre su espina dorsal y no puede por menos que santiguarse.

- Ricardo, vamos a llamar a la puerta.

PNJOTIZADO/Narración

Ricardo Araya asiente con su habitual escasez de palabra. Esta vez se adelantó él antes que el juglar. Descolgó su arco, pero aún no lo tensó. Puso su oreja sobre la maltrecha puerta de madera para intentar escuchar algo al otro lado. Fue inútil. Ciertamente, miró la cerradura. La puerta estaba encajada, pero el cerrojo no estaba puesto por el interior. La gente en ese pueblo suele ser bastante confiada.

Es por ello que el cazador empujó la puerta, que abría hacia dentro por cierto, y sólo dejó espacio para ver a través de una rendija... Luego, con su pie empujó más fuerte para abrirla entera y tensó su arco con precisión, pese a que era de noche. Su cara, entonces, se iluminó a pesar de contar con estrellas y no nubes sobre vuestras cabezas: contempló lo que parecía una alacena que hacía las veces de cocina, la cual daba a otra habitación interior.

Araya, entrando con sumo sigilo, hizo un gesto mirando hacia atrás al juglar, para que le siguiera. El destino quiso que os reencontráseis en un sitio al que habíais estado horas antes: Una mesa, un par de sillas, la inconfundible chimenea... ¡era la casa del padre Tordemoreno!

¡La Virgen de mi santa vida! -dijo con más espectación que misterio.

Rodrigo deja caer su espada al suelo, el arma golpea contra el suelo de piedra produciendo un tintineo metálico (por fortuna ha caído por la empuñadura primero, por lo que el ruido no ha sido tal) al cual Rodrigo ni reacciona, pues está con la boca abierta ante el descubrimiento, a fin de cuentas, el padre no dejaba de caerle simpático.

- No puede ser... - murmura para sí Rodrigo - Ricardo, vamos a echar un rápido vistazo a la casa a ver si vemos a alguien o encontramos algo.

Le dice señalando su arco - Cúbreme las espaldas Ricardo, esta vez iré yo delante. -Y diciendo aquesto se interna en la casa con tanto cuidado y sigilo como es capaz.

En esos momentos, el tabernero salió de su local a la puerta, mirando incrédulo hacia arriba y contemplando como dos jinetes iban al fortín de Monegros, aquella pedanía. Ciertamente ni los más extraños forasteros harian tanto ruido. Estando todos de espaldas, incluso don Marcial que miraba desde el dintel de la entrada también anonadado, señalandolos con un dedo y casi pronunciando tu nombre. Fue en estas que uno de los borrachos ebrios gritó y se abalanzó sobre el conde con una silla de madera, por la espalda el muy bellaco.

¡¡¡¡BOOOOOM!!!!

El estruendo fue sofocante, impío y digno de condena: le estampó la silla en la cabeza y la espalda, cayendo el noble inmediatamente al suelo casi sin fuerzas mientras el resto de parroquianos reían la gracia. Entonces el tabernero rápidamente fue a ayudar a Marcial, implorándo un perdón al tiempo que decía a los borrachos que se largaran de inmediato a través de estrepitosas voces. Don Marcial, tendido en el suelo y con los ojos entrecerrados a merced de la inconsciencia, consiguió hablarte:

-Ri...Ri...Rive... Rivera -decía con dificultad-, he ahi...he....he ahí nuestro mi...nuestro mi... augh... nuestro misterio... coge mi ca...ballo... ¡ve tra...tra...¡cough! ¡cough! ...ve tras ellos! Te lo or...ordeno... ¡Augghhh!

Y sus ojos se desplomaron definitivamente. Entonces el tabernero te pidió disculpas totalmente acongojado mientras iba a por agua para intentar despertarle al tiempo que cogía una estaba y echaba a los susodichos agresores.

¡Hijos de la vil puta que os parió! ¡Fuera de aquí, borregos!

Luego volví a tenderme junto al noble, retirándole las astillas. Intentaba reanimarle, pero el golpe había sido seco, aunque sin consecuencias.