Partida Rol por web

Está bien Rivera, quédate en la puerta, que podamos verte -dijo Marcial dándole la razón al pastor en la cuestión del caballo. Sin duda no podrás trabajar más cuidando cabras, sino más bien deberás ser escudero nombrado, despues de sostener mi buena y valerosa montura.

Marcial sonrió al dar ánimos a Miguel para, en su mayoría, quitar hierro al feo asunto en el que se estaban metiendo. Luego escuchó la propuesta de Rodrigo.

¿Estas seguro? -preguntó. Mira que desde fuera se ve la campana ennegrecida y caídos algunos bloques de piedra... y puede ser peligroso. ¿Ves algo con tus ojos de cazador, Ricardo?

-N....nada - negó Ricardo - p.... p....pero... 

Ademas de tardamudear, titubeó mientras se giraba observando con atención el suelo.

-de....debe de hab...haber alguna otra en...entrada. El.... el padre dijo q.... que la.... la encontr...traban cerrada por... por dentro.

Rodrigo asiente y con mucha, muchísima cautela toma las escaleras que suben a la torre, apoyando las dos manos en la pared rocosa y mirando en todo momento donde pone el pie, de un escalón en un escalón. En cuanto encuentre algún escalón caído se detendrá.

Le dice a sus compañeros:

- Cubridme las espaldas.

Tras pasar su mano por la piedra del altar y la estatua, Rodrigo decidió internarse en la torre del campanario. En esos momentos, don Marcial sacó su espadón por lo que pudiera suceder, se sentó en un roido banco y apoyó su arma sobre el asiento de delante. Mientras tanto, vigilaba desde el fondo de la derruida ermita, desde el abside, a Miguel, que cuidaba de su montura, al tiempo que pensaba algo.

El Conde don Beltrán os pagará como esto merece -dijo en alto-, no os preocupéis.

Rodrigo sube. El resto podéis interactuar, esperar o hacer lo que os plazca (xD)

Tras subir los primeros peldaños, te diste cuenta que estaban ennegrecidos. El rayo sin duda se habría canalizado por allí en su tiempo llegando hasta abajo y destruyendo a través de un fuego el mobiliario de la ermita. Pronto los escalones giraban sobre si en una escalinata hasta llegar arriba. Cada paso era más angosto que el anterior, pero el juglar tenía buena forma física y tampoco era demasiado difícil acceder. Arriba contempló, en torno a 360 grados, la totalidad de la pequeña aldea: al sur la entrada del mismo, coincidente casi, de forma cercana, con la orilla norte del Ebro; al oeste la taberna y algunas chozas, al oeste, un conjunto de casas de colonos con buenos huertos, como el emplazamiento provisional del padre Tordemoreno y al norte, encajada y excavada parcialmente en la base del acantilado que albergaba el pueblecito, la pequeña fortaleza de don Francisco de Aldana y Adebillos, señor ahora ausente del lugar.

Sin embargo, antes de contemplar esa bonita vista, el Zamorano observó como había un saco de dormir podrido (por el agua y quizás las ratas) en el campanario, el cual era aproximadamente de 2x2metros, cuya campana estaba en una esquina del mismo, caída y totalmente negra, carcomida y algo oxidada por una cara. El por qué estaba caída en el suelo de las alturas era evidente: no había techo (debía estar repartido entre los escombros).

Tampoco hizo falta mucha avidez visual para ver sobre el saco una nota algo arrugada, muy amarilla e ilegible casi Tenía restos de sangre definidos.

Mientras su compañero se aventura escaleras arriba Ricardo inspecciona el suelo de la ermita, buscando alguna trampilla que pudiese llevar a un sótano. Observa cuidadosamente también el altar y la estatua de, buscando cualquier mecanismo que pudiese accionar una puerta.  

Inclinándose con mucho cuidado de no pisar en falso, Rodrigo toma la nota entre sus manos tratándola con suma delicadeza como si fuese a deshacerse. Una vez la tiene entre sus manos la mira con mirada inquisitiva mientras intenta leerla:

- Veamos... - Susurra - Nada no hay manera, apenas consigo diferenciar las letras. Esto es una p, aquello una r... - Dice en voz baja. Tras no conseguir descifrarla, echa una última mirada al paisaje circundante y a la campana caída y comienza el descenso a la planta de abajo.

Véis como Rodrigo desciende lentamente del piso superior, con mucho cuidado hasta que llega a la planta de la ermita, podéis ver como sostiene una nota entre sus manos .- Arriba he encontrado ésto, es una nota pero no consigo leerla, intentad leerla vosotros y sino podemos ir en busca del Páter, que a buena fe sabrá leerla. También he encontrado un saco de dormir, lo cual quiere decir que alguien usó el campanario como guarida algún tiempo, el techo está caído y la campana está en el suelo. El rayo impacó el campanario de lleno. Las vistas son impresionantes, se ve toda la aldea...

 Miguel, al ver que uno de sus compañeros encontraba alto, aprovechó para intentar convencer al resto de marcharse.

- Quizá sea buena hora de salir y ver que habéis descubierto, el pater se irá mañana por la mañana, hay poco tiempo.

El Zamorano y el pastor Miguel, cuyas racionales y sensatas mentes les invitaban a salir de allí lo más pronto posible (tal vez por miedo, recelo o prudencia), apoyaban la idea de ir en busca del Padre Tordemoreno de nuevo. Cuando el juglar tenía todavía aquella nota amarillenta en sus manos, Don Marcial se levantó de su sitio, tomó rápidamente su espada apoyada y salió corriendo haciendo resonar todas sus armaduras hasta la posición del cazador, el cual golpeaba con su pie en una parte del suelo que estab inspeccionando... y sonaba hueco...

Era, concretamente, la zona delante de la pila bautismal. Ricardo golpeaba y golpeaba con su pie la losa de piedra enorme delante del granito de esa pila, y por el sonido sabían que había un hueco en el interior.

Acercándose a paso lento hacia Ricardo y Marcial señala al suelo y dice.

- Suena hueco, Mi señor veamos que hay ahí dentro- diciendo esto se agacha con intención de levantar el suelo o hace un agujero incluso.

- veamos si este maldito suelo cede y puedo abrir un hueco....  Dios mío soy un completo inútil! - Dice más desesperado e  impotente que cabreado.

¡Ah....! -Don Marcial resoplaba lentamente ante la aprente inutilidad del juglar en cuestiones de músculo.

El pastor observaba desde la entrada "vigilando" por si venía alguien, aunque mas bien era para salir por patas si algo raro salía de allí. Al ver que el juglar encontró una trampilla en el suelo, no se alegró mucho, si conseguían abrirla, significaba tener que bajar, tragó saliva y rezó por que la condenada puerta no se abriera.

Ante la negativa de aquél dichoso mecanismo a abrirse, Rodrigo sudando a chorros mitad por la tensión mitad por el calor de allí dentro, se gira hacia sus compañeros de faena y les interroga con la mirada a ver si alguien acude en su batalla contra la maldita trampilla.

Visto que ninguno se da por aludido decide ser más directo:

- ¿ Me puede ayudar alguien con esto ? no consigo abrirlo.

Ricardo, ¡ánda y ven aquí! -ordenó don Beltrán señalando la trampilla con el dedo y el brazo extendido.

PNJOTIZADO.

Caminé hacia la posición, según la órden de nuestro amo.

Veamos si consiguo hacer algo, parece que es una trampilla bastante bien diseñada, ciertamente...

Ni El Zamorano ni el pastor de buenos brazos pudieron abrir aquella trampilla que sonaba hueca. Parecía que la maña, esa vez, no era demasiado necesaria. Don Marcial, entonces, se puso a pensar. Pasaba su delicada mano en su palma por encima de la puerta, de la falsa losa. Y volvía a apretar sus nudillos golpeándola y cerciorándose que estaba hueco... hueco... Entonces miró la gran cantidad de piedras derruidas que había por doquier: grandes bloques que antes fueron paredes, tejado o trozos de imágenes... muy pesados.

Mmmm... -don Marcial se puso a pensar.