Partida Rol por web

Cruzado el desfiladero, el camino serpenteaba hasta el último puente previo a la almenara. La figura de Belthir se desveló pronto sobre el mismo, agazapado cual salvaje bestia preparada para cazar y portando el sombrío bastón que os fue arrebatado por el despiadado Lord Merick. Su arcana oscuridad consumía el aire que lo rodeaba, apagando la luz proyectada en su entorno, dificultando sobremanera su detección.

Una estela negra parecía alimentar con su oscura energía un misterioso anillo cuyo poder desconocíais. No obstante, una vez alcanzasteis el puente, la figura de dos enormes elementales se irguió amenazante hacia vuestra presencia.

Más adelante observabais como los guardias mantenían sus quehaceres ajenos al destino que el extraño dragón les había preparado. Desconocíais los motivos que llevaban a un ser aparentemente inteligente encaminarse a perpetrar una masacre carente de sentido, pero sí sabíais que no podías permitirlo, mejor sería derrotarlo antes de que eso llegara a suceder.

La visión de la siniestra figura de Belthir empujó a Krutzbeck a querer dar lo mejor de sí mismo. ¡Ese horrible cráneo no podía ser más duro que las rocas que acababa de despedazar en el desfiladero! Un enemigo desconcertante la cortó el camino hacia el dracónico lugarteniente del Señor Oscuro, por lo que el enano ni siquiera tuvo que pensar antes de descargar sus ansias asesinas. Actuó de forma puramente instintiva, guiado por un reflejo atávico de destrucción. Y cuando aquella cosa fue barrida sin piedad por el filo de su nueva hacha, el camino hacia Belthir volvía a estar libre.

-¡Seguro que no esperabas vernos tan pronto, Belthir! -berreó esmagando con sus pies los restos del elemental. Nosotros desde luego tampoco nos esperamos un recibimiento así, pero espero que nuestra sorpresa sea más fulminante que la tuya. Sonreía burlón, deseando medirse cuanto antes con aquel rival que tan temible se adivinaba.

La fuerte valentia del enano le denota nuevas fuerzas al barbaro, que avanza ebatiendo su arma conta el gran elemental, pero la fuerte defensa del este y los debiles golpe del otro solo hace saltar un poco de ascuas.

Vaya... esta la cosa que arde, ja, ja ja.

- No perdamos tiempo. - afirmó la discípula, dirigiendo sus palabras al mago elfo para invitarle a, como ella, unirse a la refriega. - Hemos de acabar con esos elementales para poder enfrentarnos con ese Belthir, y hemos de hacerlo rápido. - agregó, y consciente de que Buldar y Krutz tenían ya suficiente trabajo, se lanzo a la carrera, colocándose frente a la enorme criatura a la vez que su espada realiza un corte horizontal, hiriéndole ligeramente. Su ataque, más parco, no tuvo consecuencia, por lo que Andira, a sabiendas de lo que se avecinaba, alargó su mano para tocar a Buldar, de forma que su curativo poder revitalizara al guerrero.

Quellen vio a sus compañeros acabar con el elemental rápidamente, tuvo que correr para conseguir una linea de visión clara antes de que se abalanzaran sobre el segundo y le descargo una descarga mágica  con toda la rabia y la frustración que le causaba el resquemor de la herida que le hiciera la araña.

Tras eso Descargo nuevamente su magia sobre la criatura alada que se alejaba de ellos.

¿Es bastante rápido? dijo el Elfo con suficiencia mientras el elemental se difuminaba.

ACTUALIZADO

Con el nuevo elemental en liza, Andira no tardó en darse cuenta de que estos no serían más que un estorbo para sus compañeros, una distracción para evitar que se enfrentasen al autentico enemigo, por lo que rápidamente, y tras ayudar a Quellen a ponerse en pie, se movió para interponerse en el camino de la enorme bestia, consciente de que su misión en sos momento era darles tiempo y espacio a Krutz, Buldar y el propio mago para que se enfrentasen al dragón. Y para ello debía detener al elemental, y si no podía con la espada, lo haría con su propio cuerpo.

- Yo me encargo de ese, vosotros a por Belthir, rápido, hemos de acabar con él antes de que sus esbirros maten a los guardas!

La criatura voladora había cometido el error de quedarse al alcance de su magia, lo lamentaría convocó su magia y la descargo sobre él de modo y manera que no pudiera escapar. Las runas le rodearon y descargaron su magia para que volar le fuera imposible y quedara atrapado entre el suelo y una tormenta mágica.

¡Buldar, Krtuzberg, ahora! Vociferó sabiendo que si no acaban rápido con él el elemental que se acercaba por el sendero daría buena cuenta de él

Con un nuevo elemental pisándoles los talones, y el cobarde de Belthir huyendo descaradamente tras haber atacado, Krutzbeck persiguió a la bestia jaleado por los gritos de sus compañeros. Haber mostrado la debilidad de haber elegido, muy deshonrosamente, al miembro más frágil del grupo, lo colocaba a los ojos del enano como un ser muy inferior a lo que se había esperado.

Blandiendo con fuerza su nueva y poderosa hacha a mitad de la carrera, la potencia del golpe descargado fue tan desproporcionada que, una vez clavada el arma en la armadura de su adversario, Krutzbeck todavía fue arrastrado por la inercia unos cuantos metros más. El lacado dorado del hacha probablemente quedaría bastante deslucido después de haberse pasado a saludar a las entrañas de aquel engreído dragón.

Pero no le bastaba con eso: su alma de berserker pedía sacarle más, mucha más, sangre a la bestia. Todavía fue capaz de empeorar la herida producida, a base de dar violentos tirones antes de que Belthir pudiese zafarse. Ante la fuerza del dragón Krutzbeck tuvo que emplearse a fondo. Las alas de Belthir, sacudiéndose nerviosamente por el dolor, lo golpeaban repetidamente mientras realizaba su sanguinaria maniobra, y sentía cómo se desgarraban algunos músculos de sus brazos durante el forcejeo. Para bien o para mal, y aunque él mismo resultó herido a lo largo del lance, ese patético esbirro del Señor Supermo se hallaba ya más cerca de la muerte que de la vida.

-¡Buldar, puedes rematar a esta aberración! Estaba deseando que el caballero no fuese capaz de tal acción, para poder ser él mismo quien lanzase el golpe de gracia. Pero no todo giraba alrededor de su peluda barriga, y la prioridad ahora era salvar las vidas de los habitantes de la almenara.

Su aliados arremetieron contra los enemigos, dejando mal lugar en las acciones pasadas del barbaro, hasta el enano casi destroza al Belthir, pero aun se mantenida el dragonico en pie.

Murcielago, te voy a cortas las alas, ja, ja.

El Barbaro arremete contra Belthir con su alabarda y logra atravesar sus defensar, haciendole caer con su arma al suelo, para asegurarse, retorcio el arma con fuerza no se fuera a levantar.

¡A las armas!

ACTUALIZADO

Con el dragón malherido, Andira observó como el elemental se interponía entre ella y las salas donde se defendían los guardas, y oslo por ello, le dedicó a la criatura una molesta mirada antes de lanzarse espada en mano para asestarle una leve estocada incapaz de matarlo pero si de herirlo.

- Arriba Krutz, esa cosa quiere probar tu hacha. - le informó al enano mientras lo ayuda a levantarse y le guiñaba un ojo. - Demuestrale porque era mejor quedarse atrás.

Las heridas que él mismo se autoinfligió al atacar al dragón fueron ensanchándose tras cada uno de los ataques recibidos, pero el eneno aguantó el chaparrón de golpes con estoicismo, plenamente consciente de que cada movimiento que se realizara contra él no iría destinado a uno de sus compañeros. Si bien más tarde que temprano, había finalmente llegado su hora de sufrir, y lo aceptaba con honor y resignación.

Aunque no por nada se había unido a aquel grupo de valerosos guerreros: antes de que el dolor fueran tan intenso como para tener siquiera que emitir un leve quejido, la buena de Andira ya estaba a su lado, ayudándole a reponerse del lance.

-¡Pierde cuidado, mujer! ¡Si Krutzbeck ha de caer, alguien más, o 'algo' más, morderá el polvo! No era capaz de hablar más que a gritos, espoleado como se encontraba por aquella espiral de destrucción alrededor de la cual orbitaban tanto él y sus compañeros como Belthir y los elementales que lo escoltaban. Inmediatamente, su hacha se abalanzó con determinación sobre el cuerpo de aquel gigantesco elemental y apisonó irremediablemente todas las defensas, mundanas o mágicas, que poseía la criatura.

-¡Prepárate, Belthir! ¡Tú hora ha llegado! E, inagotable, trotó de lado para flanquearlo por si, debido a algún inexplicable hado del destino, Buldar no fuese capaz de abatirlo por su cuenta.

Veia que sus compañeros estaban indeciso si alcanzar el cofre que tenia cerca o atacar al semidragon, y ya se canso un poco de esperar

A tomar por culo el largato.. ja... ja.

El barbaro empezo a girar la alabarda con si fuera un remolino letal y empezo a zajar a Belthir con el filo de la hoja, provocandore amputaciones de varios de sus miembros.

Aquello ya estaba solucionado, con Belthir en desbandada sus esbirros huirían rápidamente y al lagarto le parecía quedar poco valor o poco futuro, una de las dos.

Puesto que buyldar parecía dominar al lagarto con facilidad se dirigió al cofre que estaba junto a buldar. No sin permitirse lanzar un rayo sobre el lagarto como despecho por lo que les había hecho pasar en el cañón, destapo la tapa del cofre y se vio recompensando con una bebida energética que parecía muy refrescante.

Si sólo su ego le hubiera permitido mantener las distancias, podría haberse mantenido a salvo.

Un poderoso golpe conseguía abrir una profunda herida en la escamada piel de la criatura, de la que brotó abundante y densa sangre como para dar un paso atrás. Ya en nuestro primer encuentro pude vislumbrar que seríais enemigos a tener en cuenta, su voz alcanzaba el matiz de un gruñido, pero veo que os he subestimado. De un súbito salto que agotaba sus ansias de batalla, extendió la gran envergadura de sus alas para alzarse en círculos hacia el cielo. De seguro nos volveremos a encontrar, amigos míos.

El sonido de pesados y torpes golpes metálicos se acercó a vuestra posición, uno de los guardias que había conseguido salvar la emboscada, exhaló antes de hablar. Caballeros, no sé cómo o por qué estáis aquí, pero yo y mis colegas os damos las gracias con nuestro secreto. Tomad. Desprovisto un retazo de tela se descubrió un enorme escudo de acero negro. Apuesto a que esa criatura vino para conseguirlo. No nos ha traído más que desgracia desde que los desenterramos en la mina, pero será de utilidad para vosotros. Por favor, os ruego que os lo llevéis bien lejos. Aún desconcertado, regresó a su puesto veloz y ligero, como si no sólo se hubiese quitado su peso en metal de encima.