Partida Rol por web

A pesar de que todavía tenían un par de horas de sol por delante, el grupo decidió quedarse allí y acampar en el edificio abandonado junto al camino de asfalto. Greeny se había encargado de desvalijar a los gules muertos, las balas y los rifles con los que les habían disparado, además de los dos curiosos artefactos que había encontrado. Mientras se decidían a cómo repartirlos, guardaron las cosas en el interior del edificio y se guarecieron dentro.

Greeny no creía que los gules fueran a salir a la peligrosa Zona por la noche, era un lugar por donde nadie quisiera andar cuando el sol se ocultaba tras el horizonte. Si ya era peligroso en el día, en la noche, sin poder ver dónde colocar el pie para el siguiente paso, sin saber qué podía saltarte encima desde cualquier flanco, era mucho peor. Además, no sabían qué les podía deparar el camino más allá, y allí tenían un refugio. Pequeño, maltrecho, pero un refugio. Si las lágrimas de lagargajo volvían a caer sobre sus cabezas, por lo menos estarían a cubierto.

La refriega fue rápida y satisfactoria, y su sabueso demostró nuevamente que era tan peligroso como su propio rifle. Como recompensa, permitió que devorase un jugoso trozo de carne de uno de los caídos, y el escalofriante sonido de masticación acompañó al interrogatorio de Ash. El enano parecía tener una mutación de lo más interesante, aunque el adiestrador no llegó a entender bien si funcionaba mirándote a los ojos o hablándote directamente. Si algún día nos enfrentamos, tendré que arrancarle los ojos y la lengua, pensó.

—Menuda pérdida de tiempo —masculló, mirando el aparato que producía sonidos. El otro, sin embargo, sí le pareció terroríficamente letal. Era ensordecedor, peligroso y atractivo. No un arma para alguien como él, pero en manos adecuadas... Sin decirlo en voz alta, confesó que estaba de acuerdo con la sanguijuela: era ideal para usar contra los Jefes. Especialmente Marlotte.

A la hora de descansar, decidió probar a escalar al tejado del edificio para vigilar los alrededores, aunque se facilitaría una vía de escape para descender rápidamente por si esa lluvia corrosiva le daba por volver a caer.

Moris, quien no había estado muy presente durante el conflicto, examinó los rifles que Greeny había recuperado, pero no parecieron de su interés así que los dejó para ellos. Tampoco mostró interés por las ropas de los gules ni por sus máscaras. Después cuando se refugiaron en el interior de la pequeña construcción recargada de estanterías vacías, se apoyó en una pared y dio un trago a su cantimplora y sacó una de sus extrañas barritas, se deshizo del envoltorio y se la comió mientras examinaba los objetos que había encontrado Greeny. 

Cogió la caja de música y empezó a rasguear sus cuerdas sin mucho atino bastante fascinado por lo que aquel objeto podía producir. Sopesó el artefacto con ojo crítico, tanteó sus clavijas, miró por dentro del agujero que tenía en medio del cajón de madera y comprobó la diferencia de tonalidades que producían las cuerdas. 

—Parece que os interesa más esa otra cosa, pero hace un ruido mucho más desagradable para mi gusto. ¿Os importa si me quedo yo este cacharro?

- Sí. – contestó llanamente Greeny que se había sentado con una espalda contra una pared con una botella de agua para descansar y rehidratarse. – Todos los artefactos que encontramos los llevamos de vuelta a la Cúpula del Amanecer para que toda el Arca se beneficie. – Greeny no le había quitado del ojo desde que cogió el aparato, para dirigir miradas a sus compañeros animándoles a custodiar el premio para el Arca. – Cuando regresemos te llevarás tu parte justa del papeo que encontremos, pero los artefactos son importantes. Es lo que nos separa de las bestias y nos recuerda lo que nos falta por aprender de los antiguos.

—Pues claro —le contestó a White—. En realidad es muy fácil, pero tienes que estar pendiente del combustible. Se rellena aquí, ¿ves?

Mientras recolectaba elementos cercanos con los que preparar armas (cuerda, palos, tornillos, etc.), iba contestando de buena gana las dudas de White.

—Estoy con Greeny —dijo, sumándose a la conversación con Moris—, pero por el momento puedes darle uso si sabes cómo funciona. Aún tardaremos en regresar al Arca y yo ya conozco su funcionamiento, podría describírsela a un cronista en caso de algún "accidente".

Las palabras de Leech animaron a White, quizás era una manera para deshacerse de su jefe, aunque seria complejo pillarlo con un arma tan grande. De todos modos quería aprender sobre ello y se quedó junto a Ash para entender la dinámica. 

Al parecer esa cosa necesitaba combustible, así que era mejor usarla para ocasiones que lo ameriten. 

—Entiendo, igual deberé gestionarlo. Es un arma pesada. 

Se quedó mirándola al detalle, imaginó tal vez lo que sería rebanarle el cuello a Lobo gris y le dió felicidad. Con respecto a los aparatos, White no dijo nada, pero si que llamó a Leech para escuchar sus opiniones. 

Acudiendo al llamado de White, el cronista se incorporó y acercó con alguna que otra molestia por las heridas, pero no tardó en pedir el artefacto de guerra que su discípula empuñaba. Tras analizarlo sesudamente un buen rato, se lo devolvió a su dueña mientras adoptaba una  postura y tono ceremonioso y proclamaba en voz alta:

—Por la presente, nombro esta hoja de alta  tecnología como la Rompecadenas. Será conocida así en los registros de todos los cronistas, en tanto su destino claramente es decapitar a cualquier Jefe que pretenda continuar con la aborrecible práctica esclavista, Lobo Gris en primera instancia.

Se retiró luego a un rincón más apartado, tras pedirle al mercader Moris el otro artefacto para poder analizarlo, hacer pruebas con los distintos sonidos que producía y dibujarlo en su libreta como había sugerido Ash.

Moris no insistió tras la respuesta de Greeny, pero se notó algo desilusionado. Para él era fácil conseguir balas o papeo, pero objetos tan únicos y maravillosos como aquél eran más difíciles de encontrar, y podían valer una fortuna en el lugar indicado. El comerciante se encogió de hombros y volvió a sus propios menesteres, procurándose un sitio cómodo en el que pasar la noche.

Antes de dormir, Ash se dedicó a preparar una trampa para que si algún gul se acercaba por la noche les pudiera alertar. El mecanismo era sencillo: un cable en tensión del que colgaban latas con tornillos que harían el ruido suficiente si alguien tropezaba con el cable. También reparó su pistola antes de dormirse, pues había notado que el gatillo se había estropeado cuando rechazaban a los gules. El mecánico había enseñado a White el funcionamiento de la Rompecadenas, como Leech la había bautizado.

Greeny se equivocaba en una cosa: a los gules, en verdad, les encantaba salir por la noche. De hecho sus protecciones parecían destinadas a cubrir todo su cuerpo y sus pálidas pieles del mortecino sol del yermo, además de otras posibles inclemencias. Tal y como Ash se temía, aquellos cinco de los que habían dado cuenta sólo eran una pequeña avanzadilla del inmenso grupo que comenzó a cruzar la carretera cuando el sol se puso. Afortunadamente habían tomado la precaución de mover los cuerpos de sus compañeros muertos a otro lado, así no vieron el desastre y pasaron de largo en lenta procesión. El resto de la noche no tuvo mayores sobresaltos, pero al grupo le costó conciliar el sueño, y las guardias fueron silenciosas y cargadas de preocupación. A la mañana siguiente se despertaron con la boca seca y un dolor en el estómago que les recordó que los sobresaltos del día anterior no les había permitido probar bocado ni llevarse agua suficiente a la boca.

Greeny se dio cuenta de la sed que tenía. A penas había probado gota desde que pararon y aquello fue más para recuperarse que por lo que necesitaba. Cogió una de sus botellas para beberla lo antes posible. Si sus compañeros lo necesitaban también era el momento de hacerlo.

- En cuanto estéis listos nos ponemos en marcha. Me gustaría llegar a ese lugar lo antes posible y con suerte revisarlo y poder estar de vuelta en el Arca antes del anochecer. – les indicó. El haber visto a esos 30 guls la noche anterior le había hecho ser consciente de lo limitado de su grupo frente a una fuerza así, pero aprendió dos cosas importantes. Una, que los guls sí se movían de noche, dos, que no exploraban a conciencia como ellos, así que quizás irían a alguna parte. Esperaba que no fuera al mismo destino que ellos, pero si era así tendrían que aprovechar la ventaja del día y que durmiesen.

Cuando la mañana llegó, el sabueso estaba lamiendo el agua de un charco, pero Alfa no estaba dispuesto a arrodillarse y pegar lametones delante de todo el mundo. Por algo era el líder de la manada. Descendió del tejado del edificio que les había servido de defensa durante el ataque y morada durante la noche y se estiró ruidosamente hasta crujir la espalda. Había sido una noche dura. Tras ver aquel grupo de guls apenas había pegado ojo esperando que se decidieran a ir por ellos. 

—Tenemos que encontrar qué beber —respondió al rastreador. No era una sugerencia. De camino a su objetivo iría con los ojos bien abiertos en busca de fuentes de agua porque si no, el viaje se haría MUY largo.

—Toma, Alfa —le ofreció Ash, tendiéndole una de sus cantimploras—. Pero sí que necesitamos encontrar provisiones pronto. Si desfallecemos, adiós expedición, y nosotros no podemos comer carroña como los gules.

Todavía se encontraba algo cansado por el sobresalto de la noche anterior. Tal y como había sospechado por los dibujos del gul, una manada bastante grande de los suyos había pasado por la zona. ¿Tal vez buscando a los suyos?

—Vamos, Greeny. Esta vez deberíamos estar atentos a las amenazas. Es posible que volvamos a tener un encontronazo con los gules si no nos andamos con ojo.

El adiestrador entrecerró los ojos cuando Ash compartió su agua con él, sospechando de sus intenciones. Pero cuando vio que el mecánico bebía y no pasaba nada, hizo lo propio.

La noche resultó ser bastante tensa, no sólo por el grupo de guls sino por la intranquilidad misma del yermo. A todo esto se le agregó el hecho de que era difícil dormir siempre mal en lugares donde costaba acomodarse y por esa razón, buscó cobijo en la cercanía de Leech para al menos no pasar frío ya que siempre llevaba poquísima ropa. Lo bueno es que tenía una forma de cobrarse lo de Lobo Gris, el asunto era el cómo, algo que seguro vería más tarde que pronto. 

Al iniciar un nuevo día, la sequedad en la boca se sintió y White buscó entre sus cosillas el agua, incluso estuvo a punto de ofrecerle a Alfa, pero se le había adelantado Ash. Ya con un poquito más de ánimo, estaba más que preparada para iniciar el camino, no quería volver aún. Eso estaba más que claro, de todos modos se interesó por la salud del Cronista, lo había pasado mal con la lluvia. 

—¿Estás mejor? ¿Debo revisar tu herida?

Beber agua les alivió la sequedad en la garganta y les hizo sentir mejor, pero aún rugían sus tripas por el hambre. Las provisiones empezaban a escasear, y necesitaban encontrar con urgencia más papeo y más agua que calmara sus necesidades, o lo pasarían mal en la Zona. Peor incluso de lo que ya lo estaban pasando en un viaje tan accidentado. 

Ash, en una muestra de generosidad insólita en el yermo, compartió su agua con Alfa, quien con desconfianza olisqueó el líquido, y solo al ver que el mecánico también bebía dio un trago. El chucho de Alfa sabía mantenerse por su propia cuenta, chupaba los restos de agua ácida como si nada y comía de los desechos que encontraba, pero no es que fuera muy generoso, cada vez que encontraba algo se lo tragaba sin decir nada a nadie. 

Moris les animó un poco, ya apenas quedaba nada para llegar a su destino. El gran almacén del que les había hablado estaba ya cerca. Solo les quedaba esperar que no hubiera más adversidades por el camino. 

Antes de salir Greeny dio una última vuelta por el local para asegurarse de que no habían pasado nada por alto. Así encontró 5 botellas de agua que repartió entre los miembros del Arca.

Greeny avanzó separado del grupo como era costumbre. Alguna vez a lo lejos os pareció ver como se paraba mirando al suelo antes de agacharse como para coger algo y guardárselo en los bolsillos.

Aquel sector estaba cortado por uno de esos grandes ríos negros con rayas blancas que los antiguos construían. Carreteras. Aquella era grande, aunque presentaba muchas grietas acá y allá. Los guls la habían atravesado la noche anterior, pero de momento parecía la mejor ruta para avanzar. Estaban más expuestos para ser vistos, pero también ellos tenían más visibilidad, al menos hasta los árboles que había a ambos lados de la carretera.

Algo captó la atención de Greeny que os hizo señas para que esperarais y os escondierais. Él salió de la carretera para internarse en el bosque. Si alguno lo siguiera podría ver como sacaba de su chaqueta un trozo viejo de cuero atado con unas cuerdas recias y de un bolsillo una piedra. Unos pocos metros más adelante comía hierba un animal con cuernos retorcidos y dos ojos en cada lado, pero Greeny estaba a su espalda y el viento soplaba en su contra, por lo que el animal no se percató de su presencia hasta que la pedrada de la honda le golpeó la cabeza aturdiéndolo el tiempo suficiente para que Greeny como una centella llegase hasta él rebanándole el pescuezo.

Con esfuerzo cargó el sobre los hombros llevándolo hasta el grupo. Haciéndole gestos con la cabeza para que se metieran entre los árboles, donde estarían más protegidos. Allí dejó caer el animal que desolló junto a Alfa* y repartió grandes trozos de carne que podrían alimentar a cada uno, incluso a Moris le ofreció una ración. Tenía claro que aquel animal estaría contaminado, como lo estaría su carne, pero podían elegir entre eso o pasar hambre. Mientras lo desollaba no dejaba de pensar que debía haber alguna forma de cocinar la comida de la zona para limpiarla de la contaminación. Si lo descubriera sería muy útil para expediciones más largas.

El tiempo muerto fue bastante llevadero para Leech, al menos mientras duró la luz natural y pudo distraerse de sus males, haciendo anotaciones de diversos temas en sus condenadas libretas amarillentas. Cuando el sol se puso y ya no pudo escribir, volvió a encontrarse de lleno con todas sus miserias.

Sentía dolores de diversa índole, aunque el peor para él era la decepción con el plan de Marlotte, a la cual había tenido en gran estima hasta que se le ocurrió mandarlos en misión suicida. En la oscuridad, hizo una nota mental de no volver a escribir ni una palabra elogiosa más sobre aquella jefa tan despiadada.

La compañía de White vino por suerte a salvar la poca fe que le quedaba esa noche. Estuvo un buen rato hablándole acerca de la importancia de un programa integral de educación para los esclavos del Arca, hasta que finalmente quedó dormido y se despertó a la madrugada siguiente, con las preguntas de su discípula:

—Le agradezco el interés, neófita. Verá, tengo quemaduras cuasi fatales recientes, herida de bala en la pierna izquierda, aturdimiento mental grado II, ayuno involuntario de una jornada y extenuación acumulada de viaje próxima al desfallecimiento... —detalló sin ánimos de queja o de dar lástima, simplemente por no perder la costumbre de ser insufriblemente detallista—. Por lo de más, estoy bien. Viviré otro día, especialmente de no mediar más castigo físico, je.

Se alegró de alguna manera al saber que dentro de todo estaba bien el cronista, era de esperar que en estás misiones se termine más roto de lo que se estaba y dentro de todo, el ánimo de Leech habló muchísimo de como se sentía. Así que por ello White no revisó sus heridas, aunque lo haría si fuera necesario porque se preocupaba en demasía por él, incluso comenzando a sentir cosillas de las cuales no era capaz siquiera de comprender el motivo. No sabía lo que era el amor, ni esas cosas que ya no existían en estos mundos. 

—Nada que agradecer, me importas Leech—dijo y al caer en la cuenta de que era evidente lo que sentía, intentó arreglarlo—. Todos me importan. 

De todas maneras en un momento de distracción, estuvo atenta a los movimientos de Greeny y sus pequeños paseos, era muy capaz el merodeador y por suerte siempre era de gran ayuda. Más aún cuando lo vio traer aquel animal muerto entre sus hombros. Lo mejor era encontrar una manera de cocinar la carne, así que decidió pensar en ello con Leech ya que Alfa como Greeny se habían ocupado de ello. Incluso unió a Ash. 

—Deberíamos hacer un fuego y con un palo meterlo en la carne para girarlo y hacerlo. ¿Podremos hacer eso ahora?

Era una sugerencia que de ser aceptada podría llevarla a cabo. 

Cuando Greeny encontró agua, pensó en inmediatamente devolver lo que tocaba a Ash, pero pensó que si volvía a quedarse sin ella, tendría que mendigar de nuevo. Y aún quedaba el viaje de vuelta. Por fortuna, de alimento no tendría que preocuparse: el verdoso encontró una extraña criatura con cuernos y multiples ojos que no tardó en abatir con esa endiablada velocidad suya.

Bostezando como estaba al mismo tiempo que su sabueso — algo que fue casualidad, y no premeditado, pero que resultaba curioso — le sorprendió que el rastreador le pidiera ayuda con el desuello. Primero Ash, luego Greeny. Están raros, pensó. Pero no iba a dejar pasar la oportunidad de demostrar que era indispensable, así que con una pequeña cuchilla que se había agenciado, repartió trozos junto al rastreador.

—Eh, Ash —no miró al mecánico cuando tendió la carne hacia él—. ¿Sólo pasa cuando te quitas las gafas?

No sabía exactamente cómo funcionaba su mutación pero quería estar seguro de en quién confiar.

- El fuego delataría nuestra posición a kilómetros de distancia, tanto para los guls que pasaron de largo anoche como para cualquier miembro de esa otra Arca que se dirige hacia el almacén de comida. – repuso Greeny a la idea de White. Estaba claro que no era partidario de la idea de encender fuego en ese momento aunque estuviera de acuerdo con White en que sería mejor cocinar la carne antes que comerla cruda, pero cuando tenías que sobrevivir en la Zona tenías que hacer grande sacrificios, él lo sabía bien como explorador.