Partida Rol por web

-Pues claro que nos conoces -contestó Isolda entre dientes mientras intentaba apartar esa pistola de su trayectoria- y serás lo último que veas. Vete preparando para el purgatorio, maldita -dudó un instante en apuntarla al brazo que empuñaba su arma, pero prefería acabar con su vida, por lo que lanzó su golpe con la intención de ensartarla en el estómago.

Ahora mismo la daba igual que fueran descubiertos ellos tres. En cuanto cogiera su revolver podría dar cuenta de sus enemigos con una eficiencia que estaba mucho más allá de lo que podría hacer en cuerpo a cuerpo.

El arbites forcejeó con la enmascarada herida, que aunque se sostenía en pie con dificultad había sido capaz de empuñar el revólver. El disparo, afortunadamente, había pasado entre Isolda y el arbites sin herirles. Incapaz de comprobar si los demás enemigos habían sido alertados, el arbites golpeó a la mujer con el cuchillo, mientras con la otra mano trató de aferrarle la muñeca para hacerle soltar el revólver*.

La cuchillada dirigida al pecho se desvió, pero el arbites pudo golpearle en la mano del arma.

Con el oído atento a las evoluciones de Gianna y el ojo puesto en el enemigo que cacharrea ante él, Arcturus sigue con la pistola tendida, apoyada sobre las cajas que le ocultan, preparado para neutralizar por las bravas cualquier movimiento de este. Además, nada en la sala (o en la parte que él puede entrever a su derecha) parece denotar que el resto del equipo haya sido descubierto...

Todo sucedió en cuestión de segundos. Mientras Hieronymus e Isolda dedicaban sus esfuerzos en rematar violentamente a la enmascarada, el psíquico Artemius, aún inadvertido en las sombras, empleó sus artes arcanas para alzar en el aire uno de los arcones que había repartidos por el lugar y arrojarlo contra el huidizo sectario. No hizo falta un segundo golpe. Antes de que la desafortunada víctima cayera sobre el suelo enrejado de una de las jaulas su cuello ya se encontraba en una posición imposible; pocos segundos después unos gruesos tentáculos rematados en una afilada garra cada uno salieron por entre las rendijas y aplastaron lo que quedaba del cuerpo hasta que terminó en el interior de la jaula, sin dejar más rastro tras de sí que una oscura mancha de sangre.

En la otra dirección, tras una última carrera, Gianna por fin había logrado alcanzar los pies del bipode. Como habíais supuesto, no era un modelo de combate y no estaba armado, pero incluso un modelo industrial como aquél podía ser de gran ayuda en aquella situación.

Isolda pisó el cuerpo de la mujer para sacar su arma improvisada, pero con un movimiento rápido cogió el revolver y lo preparó para usarlo. Quiso volver al lugar de donde había salido, dejando el cadáver a modo de señuelo y disparar al siguiente que se asomara. Confió demasiado en el ruido que había a su alrededor para que impidiera que fuera detectada, pero parecía que en ese momento el Emperador no estaba con ella.

El golpe asestado fue perfecto.

-Uno menos- 

Artemius se preparó por si era necesario volver a usar sus habilidades mientras esperaba a que su compañera volviera donde él se encontraba. 

-Vacuum me uenit cum fortitude...- se detuvo de golpe- Mierda, otra vez. Malditas drogas... es cierto eso de que si las tomas te destrozan el cerebro.

Mas en esta ocasión las drogas volvieron a manifestarse, junto con el cansancio acumulado, impidiéndole llamar a los poderes de la disformidad.

El arbites había desequilibrado a la enmascarada e Isolda la había atravesado completamente. En cuanto el cuerpo cayó al suelo el arbites desenganchó el correaje de cuero del rifle y de forma rápida y mecánica extrajo y reintrodujo cada uno de los tres cargadores del arma comprobando su estado. A continuación ajustó el selector, tiró de la palanca de armado, se apoyó la culata de madera en el hombro, apuntó al enmascarado más cercano y apretó el gatillo.

El arma golpeó tres veces en su hombro con familiaridad, mientras el silenciador dejaba las detonaciones, con la maquinaria de fondo, casi inaudibles hasta para el arbites.

Por fin estaba delante del Bípode, como en un principio había intuido no disponía de ningún arma de fuego, estaba destinado para efectuar trabajos de carga y descarga, pero aun así su fuerza junto con sus garras de carga podrían hacer mucho daño a lo que se pusiera por delante, solo me faltaban unos metros para llegar hasta el, tenia que recorrer un trozo donde las sombras no me servirían de parapeto para mantenerme oculta, de sobra sabia que el esconderme no era mi fuerte así que cuanto menos tiempo estuviera en zona visible mucho mejor, sin pensarlo mas hago un pequeño sprint para llegar al bípode y me encaramo a el tomando los mandos...

¿Qué estaba ocurriendo? El tiempo parecía avanzar con una lentitud irracional para Arcturus. Gianna no terminaba de llegar al bípode, o al menos no terminaba de ponerlo en marcha. Del otro lado de la gran sala hubiese jurado que llegaba el apagado repiqueteo de una ráfaga de disparos, pero nadie parecía haberlo oído. Nadie quería decir el individuo que tenía delante, atareado con... lo que quiera que estuviera haciendo.

Empezaron a formarse gotas de sudor en la frente del tecnosacerdote. Detestaba esas funcionalidades de su cuerpo tan... orgánicas. Se enjugó rápidamente el sudor para que no le entrara en los ojos y se mantuvo apuntando...

Todo ocurrió en un momento. Ante la llegada de otro enmascarado más alejado Isolda intentó refugiarse en las sombras para no saltar la alarma, pero en su urgencia golpeó el extremo de su arma improvisada contra una placa suelta del suelo arrancándola un chirrido que hizo a la sororitas castañear los dientes. El enmascarado también se percato de ese ruido, pero antes de poder reaccionar, Hieronymus le disparó con su arma recién rescatada. El disparo fue certero, pero no letal. Herido, el enemigo se cubrió tras la pila de cajas y desenfundó algún tipo de pistola, preparado para soportar el tiroteo que se avecinaba.

Al mismo tiempo, en el otro extremo de la sala, Gianna trepaba los enormes soportes del bípode en pos de alcanzar la cabina. Sin embargo, a causa de las prisas abandonó la prudencia, y sin pretenderlo golpeó más fuerte de lo debido una de las planchas de acero oxidado, que se resquebrajó con un potente chasquido metálico que atrajo las miradas de los más cercanos. Una vez encendido el vehículo no hubo vuelta atrás; tras unos segundos de gemidos ahogados, finalmente con un rugido y un petardeo el espíritu máquina del bípode despertó a manos de Gianna, que lo pilotaba.

Apretó el gatillo sin pensarlo; en cuanto el otro levantó la cabeza de sus absorbentes tareas, recibió dos impactos certeros en la cabeza que no dieron de lleno en el blanco...

Simultáneamente oyó, como un estruendo doble, el chasquido del metal herrumbroso al romperse de Gianna y algo parecido aprocedente del otro lado de la sala; tras el silencio interior tenso de los anteriores minutos, le parecieron ruidos atronadores.

Pero el rugido del bípode despertándose pronto lo dominó todo. Y el tecnosacerdote sintió una furia alegre y salvaje dentro de sí.
 

-Joder -escupió entre dientes mientras escuchaba el disparo del viejales. Si no hubiera sido por su fallo, no habría ocurrido eso, además que el chirrido de su arma contra el suelo se había escuchado demasiado.

Una vez volvió a su posición de nuevo, se giró para ver como el herido se cubría tras unas cajas, y la sororita no lo dudó. Alzó el revolver y apuntó un instante para disparar con él.

Artemius veía como sus compañeros abrían fuego contra todo lo que se les ponía por delante bastante atónito.

-¿Acaso vais a disparar contra todo lo que se nos ponga a tiro?- dijo a la mujer del brazo aumentado- ¿No creéis que es mejor pasar desapercibidos? ¿Y si llaman a refuerzos y nos vemos superados en número?

Mientras hablaba no podía dejar de evitar mirar hacia el módulo médico

-Quizá allí tengan algo para depurar las malditas drogas que me están mermando psíquicamente...

-¡Eh!, flequillo recto, voy hacia el módulo médico a ver si encuentro algún analgésico para mi cabeza. Cúbreme.

El psíquico se movió hasta el límite de la zona de sombra y volvió a concentrarse para lanzar un poder que le volvería camaleónico, haciéndole más fácil su labor de ocultación. 

El arbites apretó el gatillo de nuevo y rifle chasqueó de forma desagradable. El proyectil sin detonar se quedó enganchado en la recámara.

Maldijo el alma de la enmascarada que había dejado que el arma se ensuciara. Tiró de la palanca de armado con fuerza y el proyectil saltó perezoso del arma y cayó al suelo.

Gruñó y echó a correr contra el enmascarado, desconfiando de su amado rifle y dispuesto a aplastarle la cara a aquel hereje con la culata del rifle o a atravesarle el pecho con el cuchillo.

Cuando escucho el dulce ruido del Bípode ponerse en marcha una malévola sonrisa se dibuja en mi cara, aunque no disponía de armamento la simple mole de hierro y sus garras eran mas que suficiente para despedazar a quien se pusiera por delante, con movimientos rápidos me dirijo hacia el enemigo que Arcturus estaba disparando no sin mantener el perímetro controlado por si aparecía alguno mas, cuanto antes acabáramos con el, mejor, así de momento tampoco me mostraría al resto de la estancia.

En el momento que el bípode se movió de su lugar, el estruendo que provocó hizo imposible pasarlo por alto. Sin duda a aquellas alturas todos los enmascarados presentes se habían percatado ya de lo que pasaba. Pero mientras una batalla campal se cernía sobre los acólitos, cada uno tenía ahora que afrontar su propio enfrentamiento.

Arcturus cubrió el avance de Gianna atacando por sorpresa al enemigo, pero aunque sus disparos fueron certeros el arma no tenía suficiente potencia para derribar al enemigo. A pesar de todo, para cuando recobró la compostura se encontraba frente a Gianna montada sobre una máquina de varias toneladas de acero, una total desventaja en su contra. Intentando sobreponerse, el enmascarado sacó de entre sus ropas una pistola de aspecto antiquísimo e intentó disparar contra el pesado bípode, sin causar ningún daño sobre la envejecida pero gruesa coraza de la máquina.

Al otro extremo de la sala Isolda y Hieronymus intercambiaban disparos contra otro de los enmascarados, que a pesar de estar en solitario aguantaba gracias a su improvisada cobertura. Al igual que su compañero desenfundó un modelo arcaico de pistola e intentó disparar, pero emitiendo un desagradable crujido la pistola no llegó a lanzar su proyectil, atascado sin duda porque aquella arma tenía aspecto de no haber sido usada durante décadas.

Por último quedaba Artemius, que preparaba de nuevo sus artes arcanas ajeno a los pequeños enfrentamientos a su alrededor. Desde su posición privilegiada pudo observar que el resto de los enmascarados aún no habían reaccionado, pero se estaban organizando rápidamente bajo las órdenes de un cabecilla ancho de hombros y musculoso como un toro que llevaba una máscara porcina. bajo sus órdenes, el resto de secuaces enmascarados prepararon sus pistolas a la espera de la señal para acudir a la batalla.

El Emperador había impedido que aquel hereje dispara su arma contra él. Hieronymus continuó corriendo hacia él convirtiendo su carrera en una carga, al tiempo que se cambiaba el rifle de mano y desenfundaba el cuchillo.

Lanzó un tajo al enmascarado, que aún forcejeaba con su pistola, pero éste milagrosamente pudo evitar por unos centímetros el golpe dirigido a su cuello.

Al menos el arbites quedaba a cubierto de los demás enmascarados que se agrupaban en el norte de la sala, aunque apenas fue consuelo cuando empezó a intercambiar golpes, esquivas y fintas con el hereje.

Isolda había reculado y vuelto a una posición y mentalmente había esperado que el anciano arbitres hubiera hecho lo mismo, pero se había equivocado de cabo a rabo.

-Joder -dijo la sororita al ver como el anciano cargaba contra el enemigo- maldito viejo, no podía recular -y sin dudarlo, corrió todo lo que pudo para ir en ayuda de Hieronymus y entrar en combate mientras empuñaba en su mano implantada el arma improvisada y en la otra el revolver. Cuando todo terminara tendría que registrar a la tipa de la máscara que llevaba su revolver con más tranquilidad.

Sin perder tiempo me dirijo hacia el enemigo que estaba entre las cajas para intentar golpearle o aplastarle con las garras, tenia que acabar con el antes de que los demás girasen por la esquina y pudieran dispararme, de momento ese flanco lo tenia cubierto al no ser visible, pero eso seguramente no seria por mucho tiempo, a estas alturas con el ruido que hacía el cacharro todo el mundo estaría alerta...