Partida Rol por web

Mensaje en blanco por si acaso.

Mensaje en blanco por si acaso.

El noble y su esposa se encontraban esperando en la puerta junto con los dos guardaespaldas. Por lo que se veía se habían aseado y limpiado, y sus rostros habían recuperado algo de la dignidad que creían tener como pose común ante la vida. Las armaduras de cuero estampado con los escudos de la casa noble brillaban limpios y aseados, como las ropas nuevas de la pareja noble. Un carruaje con dos caballos llegó en ese momento y en el pecho del cochero pudisteis ver que igual que en los otros dos guarda espaldas el emblema de la casa brillaba limpio y reluciente. Pese a la nueva capa de pintura había pequeños detalles y desperfectos en aquel transporte que no habían podido ser ocultados, marcas de espadas y alguna flecha que habían hecho blando en el. Unas pesadas maletas reposaban en la parte trasera, bien atadas con unas gruesas cadenas y un candado nuevo.

El noble, con una mano a la espalda y la otra apoyada en su cinturón os miró mientras os aproximabais desde la taberna donde la despedida de Pieter había sido acogedora y llena de promesas futuras. Un paquete descansaba en la mochila de Umbra, con una veintena de salchichas que el pequeño hombre había preparado con gran cariño para el grupo, pero sobre todo para su querida hechicera. Von Schaffer asintió en vuestra dirección y dijo:

Este es nuestro transporte, partiremos cuanto antes, no hay tiempo que perder. Luego tendió una mano a su mujer y le abrió la puerta del carruaje. Querida, adelante. No temas, estos hombres de bien nos protegerán de todo mal. Estoy seguro de ello. Os miró con claro gesto que indicaba que necesitaba una confirmación para dejar tranquila a su esposa.

Soy hombre de honor y creo hablar en nombre de todos mis amigos...-dijo haciendo una reverencia y quitándose el sombrero ante la mujer prosiguió.-cuando le digo que no debe de preocuparse por nuestra palabra y honor.-echó un ojo al grupo, el capitán fiel seguidor de la ley, el empalmado del honor caballeresco, la hechicera bonachona...y bueno, la elfa estaba ahí seguro si la necesitaban.

¡Por supuesto que somos gente de honor! Bueno, todo lo honrosos que pueden ser un grupo de exconvictos condenados a muerte que están en una misión suicida y que tienen intención de escapar a la mínima oportunidad...

Tranquilos, como ha dicho nuestro compañero os defenderemos de cualquier bandido que asalte el carruaje tal y como hemos dicho. No tenéis nada que temer les digo con una amplia sonrisa para enfatizar las palabras de Diego y tratar de tranquilizar a los nobles.

Tras escuchar las respuestas de ese grupo de personas que habían accedido a acompañarlas para hacerles las veces de seguridad privada, el noble se montó en el carruaje y asomándose desde una de las ventanillas dijo: Dos pueden venir aquí con nosotros, por seguridad. Luego alzando un dedo señaló a donde se encontraba el cochero. Otros dos pueden ponerse uno a cada lado, y los otros dos que restan pueden tomar posiciones en la parte de atrás del carruaje. En ese punto había un par de asientos que estaba orientados hacia la parte de atrás del transporte. Vamos a ir un poco apretados, pero es mejor eso a que nos asalten de nuevo. En el fondo el Noble esperaba que con tanta gente dentro del carruaje no reventaran los ejes o alguna de las partes más vitales. Otto miraba el carruaje encarando una ceja, mientras tiraba de las riendas de su montura.

Si no le importa caballero... -Dijo el Capitán de la guardia de la prisión- yo les acompañaré dentro del habitáculo durante el viaje. Quizás podamos tener una amena conversación. Mientras caminaba hacia el carruaje agarró la manga del contrabandista y lo introdujo con el dentro del carruaje. Al parecer no se fiaba mucho de que este desertara a la primera de cambio. Adentro, vamos. Le dijo mientras el contrabandista intentaba refutarle la decisión con una serie de: "Pero pero pero..."

Eira sólo sonríe ante las palabras de sus compañeros que intentan infundir ánimos en estos, sus nuevos acompañantes, clientes y transportistas. 

Cuando Hiemdrich dice de tener una amena conversación, su sonrisa se borra, temiendo por un momento que diga de donde han salido todos "los entusiastas". Pero al pensar que eso también le perjudicaría a él, se queda algo tranquila, y más al ver que no se fía del contrabandista, pero de los demás si, ¿o se estará lamentando de que no pueden ir todos dentro?

Dirigiéndose hacia al lado del cochero, sólo comenta, con una nueva sonrisa:

- Mi arco y yo vamos delante. - y se sube.

Claro que podéis tener una amena conversación... o una bonita siesta pasando de todo lo que ocurre, estando resguardados del frío y protegidos en caso de un posible ataque. La valentía y arrojo del capitán son admirables... como reza ese dicho entre los caballeros “las damas delante”, así que yo acompañare a la elfa en la parte delantera.

Por descarte los dos veteranos del grupo, tanto Otto como Diego se quedaron con los asientos de la parte trasera del carruaje, aunque Otto tenía la posibilidad de ir en su propia montura. Lo que de verdad fue un reto fue colocar al pastor alemán de Diego sobre los equipajes, y hacer que no se moviera. Cuando todos estuvieron dentro, con un fuerte chasquido del látigo por parte del cochero, el voluminoso carruaje se puso en marcha con un traqueteo. Los dos corceles que tiraban del transporte eran dos grandes animales de buena cepa, que sin duda habían sido escogidos entre los mejores para esta labor. Pronto todos pudieron notar su poder al tomar velocidad al carruaje y adentrarse en los caminos en dirección a Middenheim. Se veían pocos viajeros, y sobre todo menos de ellos a pie. De vez en cuando el grupo se cruzaba con algún jinete que los miraba extrañado y azuzaba a su montura para pasar a aquellos extraños rápidamente.

Soy escudero sin señor, ahora jinete libre en tierras de Reikland; pero cuando amo tuve me enseñó las reglas e la caballería. Os protegeré con mi sangre.

Otto rechazó cortésmente el asiento en el carruaje y decidió montar durante todo el viaje, miró con suspicacia el perro de Diego y sonrió.

Tras estos días encerrado en la barcaza tal vez el perro quiera correr detrás del carruaje en lugar de verse privado de su libertad. Si es el buen animal que parece ser se mantendrá cerca del camino.

Diego tras su despliegue de cortesía y carisma estaliana decide montarse en la parte trasera del carruaje haciendo ahora un hueco para su petate a la espalda, justo encima del carruaje y permitiendo así tener mas libertad con su rifle además de un hueco a su lado para el perro.-Asche...-Le indica al cánido de que tiene libertad para correr junto al vehículo o, tras palmear a su lado el asiento libre de que puede sentarse junto a su amo.-Es un buen perro.-contesta al escudero con una buena sonrisa, ciertamente Diego estaba bastante orgulloso de su mascota.

La dirigencia rodó a buena velocidad mientras todos vigilaban en sus puestos. Dentro del habitáculo se oían conversaciones animadas y de vez en cuando, alguna que otra risa. El cochero parecía un autómata, imperturbable y disciplinado, soltaba de vez en cuanto un latigazo a los caballos para que se dieran más prisa. Parecía que tenían una prisa tremenda en llegar a Middenheim. De los dos guardias que acompañaba a la pareja noble no se había vuelto a saber desde que entraron en el habitáculo con su señor. Probablemente se estarían comportando como el cochero.

El camino, antaño verde en esta época del año, estaba oscuro y de un aspecto enfermizo que no presagiaba nada bueno. Los arboles, en su mayoría pinos gigantescos, parecían muertos y secos, y sus ramas formaban una bóveda que casi no dejaba pasar la luz del día, dando un aspecto oscuro y siniestro, que más parecía una noche luminosa que una tarde oscura.

Los bosques del Imperio, hogar de criaturas oscuras, de elfos y de bandidos. Los caminos eran el único vestigio de civilización de esta zona. Otto pensó que ya deberían haber visto alguna granja, un lugar tan bueno como cualquier otro para pasar la noche.

Mientras sigamos el camino todo irá bien. Somos un grupo numeroso y muchos tendrán dudas al atacarnos. Dejad vuestras armas a la vista.

No creía que los bandidos asaltaran a los convoyes armados, y los hombres bestia serían lo bastante inteligentes para evitarles.

A no ser que sean más numerosos que nosotros. O que estén lo suficientemente desesperados. O sean rematadamente idiotas. Es más yo voto por esta última opción. Pero no deberíamos confiarnos, no hay peor enemigo que el exceso de confianza. Además si lo que dices fuera cierto estos pobres hombres no habrían sido atacados en primer lugar.

El carruaje rodaba a buena marcha, y los caballos sudaban y resoplaban con el esfuerzo. Atrás quedaron los restos de algunas granjas y posadas, la mayoría calcinadas o medio derruidas. La guerra había sido dura e intensa, y sus cicatrices estaban bien presentes y frescas, visibles en todo el cuerpo del Imperio. Desde el interior de la carreta se oían de vez en cuando alguna carcajada estridente de mujer y la risa fuerte y grave del Capitán. El cochero parecía un autómata, que no hacía más que mirar adelante y fustigar a los animales con el látigo. Umbra y Eria se miraban extrañadas la una a la otra y cuando trataron de cruzar alguna palabra con el cochero, no lograron entablar ninguna conversación.

Ya se acercaba la noche y la luz era prácticamente nula, cuando mientras rodaban por el camino en dirección a la ciudad en mitad del camino vieron algo que les hizo detenerse. Había un árbol cruzado de lado a lado, al que le habían quitado todas las hojas y todas las ramas, frente al que se encontraban seis antorchas que ardían con fuerza e iluminaban toda la escena. Frente al árbol, un hombre que no se distinguía con la distancia se encontraba con los pulgares en el cinturón, mientras que detrás del árbol, seis individuos, todos aparentemente vestidos con las mismas ropas se encontraban con las piernas abiertas y unos largos arcabuces cruzados sobre el pecho, con los cañones apuntando hacia el cielo. Cuando el carruaje estaba cerca el hombre que se encontraba frente al árbol caído levantó una mano en señal de "alto".

La diligencia se detuvo mientras el cochero tiraba de las riendas todo lo fuerte que podía y desde el habitáculo se oían exclamaciones e imprecaciones exigiendo saber que era lo que estaba pasando. !Gustav! !Gustav por todos los demonios! ¿Qué ha pasado? !Esto no es propio de ti! ¿Porque nos detenemos? Preguntaba desde dentro el noble imperial al cochero que miraba hacia delante intentando discernir algún detalle que se pudiera ver a la luz de esas antorchas.

Diego que viajaba alerta divisó el árbol tumbado a la misma distancia que los demás miembros de la comitiva externa y antes de acercase a esta miró al perro y luego al escudero.-Asche...con el.-Le ordenó mientras le señalaba al escudero.-En caso de problemas mi perro se comerá a lo que se te acerque...-Dijo en un tono completamente serio y vacío de su acostumbrado talante Estaliano.

El carruaje se frenó frente a los extraños armados, suerte a los dioses Diego hacía rato que tenía el rifle en una buena posición de disparo y la munición bastante a mano por su hacía falta disparar a mas de uno.-Quien va?.-Preguntó en un poderoso torrente de voz y con el arma apuntando al grupo.-Mi Nombre es Diego Wolffman y viajamos en dirección a Middenheim...-Y en una pequeña muestra de su cortesía habitual habló con una sonrisa mientras afinaba el oído ante la emboscada que se avecinaba.-Tenemos prisa y el árbol nos impide seguir el camino..

Desde tu posición, ves que los hombres que tienen los arcabuces cruzados sobre el pecho no hacen ningún movimiento, mientras que el hombre que hay a 21 metros de ti, que parece mayor que los que se encuentran tras el árbol y las antorchas ríe con voz profunda y ronca. ¿Quién va dice? Son ustedes los que van, nosotros estábamos aquí, esperando... !JA-JA-JA!. El sujeto espera con las manos en el cinturón mientras sigue mirando la carreta. Claro que el árbol les impide el camino, lo pusimos ahí para ese mismo propósito, señor... Diego.

Mi nombre es Konrad Marburg, pero estoy seguro, que vuestro señor ya lo conoce. Esa última frase parece ir dirigida más al noble que os acompaña que al veterano que arcabuz en ristre espera desde la parte trasera de la diligencia. El hombre estira un poco el cuello y grita más fuerte para que los de dentro del carruaje puedan escuchar lo que dice: !¿Estás ahí Drigus?! !Sal para que podamos hablar, ya que no pudimos hacerlo sobre el puente de Tracia!.

El noble imperial que viaja dentro de la dirigencia alza la voz para que todos los que estáis próximos podáis oírla. Oh nooo... otra vez noo... Sigmar nos acoja. !Otra vez salteadores de caminos! !Nos van a matar a todos! La mujer comienza a sollozar mientras muerde un pañuelo para que sus gemidos de miedo no salgan del carruaje. El señor Von Schaffer la garra de los hombros y le dice en voz baja claramente arrepentido de sus palabras. Tranquila querida, tranquila. Estos hombres prometieron protegernos precisamente de estas cosas. Estamos a salvo con ellos. No temas, son gentes de bien. Los dos guardaespaldas del noble, con sus armaduras de cuero con emblema, sacan un par de pistolas de chispa y comprueban que sus espadas salen fluidamente de sus vainas.

Diego sonrió ante el intercambio de palabras entre ambos bandos.-Disculpadme pues Konrad...-dijo con una sonrisa sardónica mientras cerraba un ojo y apoyaba el rifle en su hombro.-Siento decirle que sois vos quien va...-Acciónó el percutor del rifle y apuntó directo al torso de su contrincante.-Saludar al señor de los muertos...paz.-Susurró para si mismo mientras apretaba el gatillo del rifle y respiraba su familiar olor a pólvora quemada.