Partida Rol por web

Solo había pasado 1 mes y medio cuando os dieron la noticia de que os estabais aproximando al planeta. Aquello era una buena señal, llegabais con más de una semana de adelanto y no habían ocurrido incidentes de consideración, piloto y navegante debían haber realizado un trabajo fantástico.

Después unas horas de preparación atravesasteis el cinturón de seguridad ante el cual se encontraban una nave de transporte de tropas de la guardia imperial, y dos embarcaciones más pequeñas pertenecientes a las Fuerzas de Defensa Planetaria que parecían custodiarla. Aquello era la prueba definitiva de que el Gobernador Planetario estaba intentando ocultar la pseudo-rebelión de la subcolmena, utilizando los recursos de las FDP para alejar las tropas militares en lugar de para combatir la amenaza.

La nave con tropas mercenarias no tuvo ningún problema para atravesar el cinturón de seguridad, una nave de personal entró por el único y minúsculo hangar interior, sus ocupantes revisaron con rapidez las credenciales de los mercenarios y recorrieron la nave. Tras aquello volvieron a su posición bloqueando el acceso de las fuerzas de la guardia imperial.

Una vez entró en la atmósfera del planeta, muchos mercenarios se concentraron en uno de los puentes principales para contemplar la capital a medida que se acercaban. Era una colmena gigantesca, como correspondía a una capital, de tal vez 5-7 kilometros de alto, se podría confundir por una montaña de acero en la lejanía. La cúspide, hogar de los nobles y el gobernador imperial, atravesaba las nubes. También se podía distinguir la subcolmena del resto de la capital. Una extensión enorme de edificios medio derruidos en el mejor de los casos, y en su mayor parte cubierta por una niebla de color amarillento, aislada por medio de un muro de varias decenas de metros.

En pocos minutos la nave aterrizó en un muelle de las zonas inferiores de la ciudad, cercano a los suburbios, la zona menos habitada y que lindaba con la subcolmena. El desembarco fue lento pero ordenado, en el muelle unos emisarios de los comerciantes explicaban las condiciones que tendrían que aceptar y los propios mercenarios elegían bajo quien servir.

Vosotros no necesitásteis pensar en aquellos temas sin importancia, en el momento que desembarcásteis un individuo bien vestido con ropas de oficial naval se acercó a vosotros e hizo una leve reverencia.

- El capitán Jayson McOwen les espera, si hacen el honor... - hizo un gesto para que le acompañaseis.

Orionus  alojado tan cerca de sus compañeros comenzó a confraternizar con ellos presentando se el día que la nave espacial partió de Sibellus. Sus compañeros podían ver lo entrar y salir de su habitación para realizar sus ejercicios en el gimnasio, sala de entrenamiento y el centro de tiro.

Durante el viaje Orionus converso y compartió experiencias e impresiones de las misiones que cumplió y de las que estaba autorizado hablar. También mostraba interés en sus compañeros para conocerlos mejor, por educación y aprender de ellos. Con las personas con las que más coincidía en las conversaciones de pasillo eran Hieronymus y Heinrich.

El día que desembarcaron en Desarbolada, bajo de la nave espacial vestido, equipado, con las armas enfundadas y envainadas. Se acerco al oficial del muelle, aproximadamente a medio metro de distancia, realizo un suave saludo militar comentando le “Saludos, soy el soldado Orionus”.

Isolda, cubierta con una túnica, como si de un franciscano se tratase, tenía a la vista sus armas, pero nada más. Incluso esta ropa disimulaba sus líneas femeninas. En silencio, sin más detalles, golpeó el bolter contra su pecho, cosa que sonó como un repiqueteo de una cadena que cae dentro de una caja metálica. Era su saludo, de respeto y silencioso. Ni si quiera sus manos eran visibles, ya que unos pesados guantes las protegían y la capucha estaba bajada hasta el nivel de su mandíbula. De todas maneras, había desgastado algo la tela sobre sus ojos, para que no fuera a ciegas totalmente.

Ahora, sola, entre estos comisionados de la inquisición, pero sola al no estar en su pelotón, con el resto de hermanas, había de hacer el mejor de los papeles y precisamente, hablando fuera de lugar no lo conseguiría.

Pasaría en silencio, ,.... por ahora.

Hieronymus se había mantenido distante del resto de los mercenarios y poco hablador incluso con los demás acólitos, cuando se cruzaba con alguno de los mercenarios se limitaba a asentir con la cabeza en señal de reconocimiento y si no le quedaba más remedio, se presentaba com "Jerom" y se cruzaba sobre el pecho el rifle automático, como dejando clara su ocupación, su profesionalidad y que no le gustaba la cháchara innecesaria. Respecto a los demás acólitos, se acompañaba sobre todo por su compañero Heinrich, al que había presentado como "Henry" en un par de ocasiones, parecía encontrar suficiente compañía en la conversación del soldado.

Orionus se les había acercado desde los primeros días abordo, parecía un profesional, lo que gustó al severo arbites. No obstante el viejo apenas hablaba, si había sido un tipo serio y seco durante toda su vida, después del incidente de la mina y la pérdida de los dos jóvenes estando bajo su mando, o así lo veía él, le había vuelto aún más silencioso, en ocasiones se limitaba a asentir mientras acariciaba un carbonizado mechón de pelo que llevaba colgado del cuello.

Cuando reciberon las órdenes del oficial naval, se limitó a asentir ante éste, más como dando a entender que lo había entendido que como quien saluda a un superior y musitó - ahi vamos. Esperaba que el grupo compuesto por acólitos veteranos no descubriera por descuido, orgullo o por verse sorprendidos, su tapadera. El arbites ocupó la cabeza de la comitiva dispuesto a mantener ocupado al oficial si hacía falta.

La caminata no duró más de 10 minutos, el oficial no dio mucha conversación. Fue un trayecto corto entre los muelles, casi vacíos, de aquella zona de la colmena hasta que llegasteis al pie del enorme muro que separaba la ciudad de la subcolmena. Parecía que aquella zona de los suburbios había sido limpiada y algunos edificios habilitados para albergar a los mercenarios, aunque parecía más un enorme campamento militar que otra cosa. También había decenas de pequeñas naves de tipo aerodeslizador, algunas se movían pegadas al muro, mientras que otras ligeramente más grandes (unas pocas de hasta unos 20m²) permanecían en tierra.

A uno de esos aerodeslizadores fue a donde os llevó el oficial. Mediante un comunicador informó de que habían llegado los "enviados especiales" y una compuerta se abrió dandoos paso al interior. El oficial se hizo a un lado para que pasaseis primero, y cuando entró el último de vosotros os siguió al interior antes de cerrar la compuerta.

El interior podría haberse confundido con un lujoso apartamento de varias habitaciones en un mundo imperial, gozaba de múltiples comodidades y muestras ostentosas de riqueza. Lámparas elegantes, tapices... en un mullido sofá clavado al suelo y situado en el centro de la sala se encontraba un hombre corpulento bebiendo vino de forma elegante...

- Ah, vosotros sois los enviados de Severus, genial. - El hombre hablaba con un tono familiar de confianza, como si os conociera de toda la vida, y su aspecto era, como poco, extraño.

Mientras se levantaba de la silla pudisteis ver que llevaba un chaleco antifragmentación que dejaba sus brazos al descubierto. apenas os fijásteis en el chaleco ya que sobre los hombros y el pecho llevaba otra prenda a modo de capa que lo ocultaba a primera vista, una gruesa piel escamosa de color rojo óxido, de aspecto exótico.

- Soy el Capitan McOwen, pero podéis llamarme Jayson, o simplemente "suertudo", de hecho muchos tan solo me llaman así. - 

Cuando se levantó avanzó hacia vosotros y os estrechó la mano con un fuerte apretón uno a uno, salvo a la hermana de batalla y la miembro femenina de la guardia imperial, a quienes besó el dorso de la mano con delicadeza.

- No sabía que ese bribón dispusiera de acólitos tan agradables, tal vez debiera visitarle para que me presentara a alguno más... -

Salí de la nave de la misma manera que había viajado en silencio, mientras un arcón dotado por patas me seguía. Había sido un entretenimiento bastante pasable el obtener piezas obsoletas para montar las piernas aunque había pasado gran parte del mismo viaje forjándolas y dándoles una forma simétrica, pese a todo, era funcional y eso me bastaba.

La visión de nuestro nuevo escenario no me llamó excesivamente la atención, como tampoco lo hicieron la gente que nos encontrábamos. El tal "suertudo" no parecía mas que otro jefe de planta que prefiere tratar bien a sus trabajadores. Lo cual me importaba lo mismo que si los trataba a latigazos.

Orionus y el resto del grupo sabiendo que el tiempo era importante para actuar contra la revuelta en la subcolmena pregunto "Saludos, soy el soldado Orionus" "¿nos pueden ampliar la información de la situación que nos explicaron en Sibellus?" "nos vendría bien que nos proporcionara unos planos de los accesos comunes, autorizados y que tengamos permiso, alcantarillado, suministros y pasadizos secretos de los diferentes niveles que no tienen controlados".

Urtzi se había pasado la mayor parte del viaje repasando viejos códices que podrían ser de utilidad y actualizando algunos con recientes hallazgos de las últimas misiones. No es que no quisiera entablar relación con el resto del grupo, pero encontraba sumamente entretenido y absorbente todo lo que tuviese que ver con información teórica y con su almacenamiento y organización. Deformación profesional, se podría decir. Esto no quiere decir que no hubiese hablado con nadie. Orionus concretamente era el que parecía ser más sociable de todos los acólitos. Otros más severos en apariencia como Hieronymus, no daban tanta conversación. Pero el adepto siempre tenía un saludo educado para cada uno de sus compañeros.

Ya por fin en Desarbolada bajo su tapadera de mercenarios, Urtzi no podía evitar sentir cierta incomodidad. Él no era un guerrero pero intentaba parecerlo todo lo posible para pasar por lo menos por alguien que no había escogido muy bien su profesión. Así que para ello se limitó a seguir al grupo, adopta una expresión seria y tratar de no abrir la boca hasta llegar junto al contacto que los estaba esperando.

Una vez fueron conducidos hasta la residencia del contacto del inquisidor, el adepto no puedo evitar mirar todo a su alrededor con curiosidad, preguntándose si alguno de esos objetos tan llamativos tendrían su propia y emocionante historia. Pero enseguida se centró en el motivo por el que había llegado allí. Escucho atentamente al Capitán Jayson McOwen, o 'Suertudo' como parecía que le llamaban, y también asintió antes las preguntas de Orionus. Carraspeó ligeramente y se dispuso a hablar. -Si me disculpa, Capitán McOwen, también necesitaríamos un perfil de las bandas más influyentes y problemáticas, así como de sus líderes.- Añadió a la petición de información de su compañero. A veces conocer el patrón de conducta de tu objetivo puede ser tan determinante como conocer el terreno.

Durante el viaje mi humor había mejorado notablemente, a pesar de que posiblemente mis compañeros de equipo no pudieran apreciarlo debido a que no me habían conocido fuera de una nave espacial. El día que anunciaron la aproximación al planeta mi semblante cambió "¿Ya?¿Tan pronto?... Bueno, me imagino que es una suerte para la misión"

Al acercarnos al muro de la colmena intenté distinguir entre las personas que hacían guardia, emblemas, uniformes, era una buena oportunidad para probar mi mira telescópica implantada en mis ciber-ojos. En la nave no había tenido ocasión de hacerlo en condiciones.

Sorprendido al ver el interior de la nave del "suertudo", Orionus rompió mi embelesamiento al formular sus preguntas:-ehm, si... es cierto, tenemos entendido que la situación es crítica, yo también quiero ver los informes sobre la morfología de las armas extrañas, pero creo que... Jayson... ya se dispone a informarnos.

- ¿Eh? oh si claro. Me pidieron que les informara en cuanto llegaran. - El capitán se recompuso y adoptó un aire más serio que no parecía muy natural en él después de haberle visto presentarse. A una señal suya las luces de la sala se oscurecieron un tanto y un dispositivo proyectó una imagen de la ciudad a la altura de las murallas que la separaban de la subcolmena, con bastante más detalle que las que habíais visto en el Tricornio.

- Bien, en primer lugar a nosotros nos resulta imposible atacar a esas bandas en su territorio. La subcolmena es como un hormiguero, algunas calles en teoría espaciosas están bloqueadas y sin embargo en callejones apenas más anchos que un orco hay encrucijadas laberínticas de pasadizos. Mapear la zona es imposible, y la visibilidad desde el aire es casi nula por culpa de esa niebla malsana que lo cubre todo. - hizo una breve pausa, como para asegurarse de que habíais entendido todo antes de continuar

- Además de mi mismo, solo hay otro Comerciante que se haya prestado a defender la ciudad con sus mercenarios, pero incluso entre los dos no tendríamos suficientes hombres como para barrer la subcolmena palmo a palmo hasta encontrar las bases de las bandas. Por eso nos conformamos con quedarnos frente a las murallas, fuera de su territorio no es complicado combatirlos. -

- Habéis preguntado por las bandas, por lo que sabemos hay 3. Dos de ellas se hacen llamar "Invasores del Pozo" y "Colmillos del Emperador", no conocemos el nombre de la última pero hemos escuchado a algunos tirados de ahí abajo llamar a sus miembros "Ogretes".
Cualquiera de las tres es dura de pelar, ahora mismo dudo que se pueda encontrar otra banda peor armada, en este tiempo esas tres han reclutado a prácticamente toda la subcolmena. Los que no pertenecen a una de ellas son pobres diablos muertos de hambre incapaces de empuñar un arma, o narcoadictos completamente inútiles. -

- Supongo que también quieren ver las armas, vengan conmigo. -

Os hizo un gesto para que le acompañaseis hasta una puerta al otro extremo de la sala, en contraste con la sala ricamente adornada, aquella puerta era muy basta, de hierro o plastiacero. El capitán introdujo una serie de códigos y se abrió dando paso a una sala más pequeña, con una mesa en la que se encontraban un rifle, una pistola y un cuchillo, y algo más tapado por una sencilla lona.

- Estas son las armas que poseen las bandas, no puede decirse que sus proveedores tengan mucha variedad. - Estaba hablando del rifle y la pistola, ambas eran armas láser, y tenían el símbolo de la guardia imperial - y esta - dijo levantando la lona - es la que nos tiene desconcertados -

Tenía una forma similar al rifle láser a su lado, pero había sufrido evidentes modificaciones. El cargador era demasiado grande, así como toda la estructura a su alrededor, y una pequeña masa de cables salían de ese punto para unirse de nuevo más adelante en el cañón.

- No creo que sea una buena idea tocarlo, estas cosas explotan a la mínima, esos bastardos de las bandas lo saben bastante bien, me temo. -

¿todas las bandas tienen las mismas armas?

- Eso parece, apenas vemos estas otras tan extrañas pero de vez en cuando aparecen varios con ellas y arman un buen escándalo hasta que les derribamos -

La túnica marrón parduzco se desplazó como un fantasma que no tiene ni pies ni rostro hasta llegar a las armas, las examinó unos instantes y se separó de ellas sin haberlas tocado.

- A mi me parece más que tienen un pequeño centro de fabricación y se las reparte o simplemente han tenido un solo proveedor y están empezando a toquetear lo que tienen, para mejorarlo o simplemente para seguir haciendole funcionar por falta de suministros y piezas de repuesto.

Urtzi contempló la burda modificación del rifle láser con cierta curiosidad. No poseía la habilidad para construir ni diseñar ningún tipo de maquinaria, pero sí los conocimientos suficientes para valorarlas. A simple vista cualquiera diría que el autor de este arreglo pretendía aumentar la potencia y la autonomía de disparo del arma a costa de la tan conocida fiabilidad de las armas láser. Pero no quiso aventurarse a lanzar conjeturas al aire, pues teniendo a un tecnosacerdote entre ellos sería muy descuidado por su parte lanzar su opinión al aire sin esperar la del verdadero experto en la materia. -La mera existencia de este arma supone un acto de herejía.- Comentó el adepto con un tono neutro, como quien aporta un dato objetivo. -El Mechanicus es el único que regula los diferentes patrones de armamento y éste no pertenece a ninguno de ellos. Aunque nuestro compañero Arcturus podrá informarnos mejor sobre el tema.- Añadió para contrastar su primera afirmación.

-En cuanto a las bandas que menciona, Capitán McOwen, ¿se sabe de algún tipo de reivindicación, a parte de la evidente expansión territorial, en la que se escuden para llevar a cabo esta revuelta?- Pregunta tras una ligera pausa de reflexión. Puede que si conocen mejor la motivaciones que los impulsan puedan abordar mejor una posible infiltración en la subcolmena. 

Orionus analiza visualmente el arma que tienen delante. Aunque lo haya sumado se entiende que obtengo información del arma.

Orionus mira diferentes perspectivas del arma para ver las modificaciones y funcionamiento del mecanismo automático. Mientras le pregunta a Urtzi "¿Urtzi de los tantos libros que habrás leído de ingeniería, nos puedes ofrecer información?".

Tenía cierto interés en ver las armas de los pandilleros, que fué algo decepcionante. Un rifle y pistola láser estándar de fabricación común tipo guardia imperial. Nada extraño en el cuchillo. Sin embargo aun guardaba algo parecido a la esperanza al ver el objeto tapado. Pensaba que podría ser un rifle de fusión o quizás un arma de plasma. Resultó ser mucho peor.

-Eso.. Es herejía. Herejía de la peor clase.- Dije señalando el arma modificada severamente alterado. Aun tardé unos segundos en reponerme de la impresión antes de dar un análisis mas en profundidad.- A simple vista, diría que han tratado de conseguir un equivalente al rifle láser sobrecargado que ciertos grupos dentro de la guardia usan. No puedo dar mas datos sin hacer un estudio mas en profundidad.- Había miles de posibilidades, y no me gustaban ninguna.