Partida Rol por web

Horas después del encuentro con la caravana atacada, y con más preguntas que respuestas, la cuadrilla llega por fin a un pueblo a medio terminar. Uno de esos típicos asentamientos que acaban creciendo lo suficiente como para convertirse en algo más. Aunque todavía está en ello.
Falta poco para que anochezca, lo cual siempre es bueno pues no en pocos pueblos no te dejan entrar cuando ya ha oscurecido, pero cuando entran a la calle principal se fijan que algunos de los establecimientos están cerrados. Al fondo de la calle, en lo que parece un enorme granero sin terminar, hay una congregación de gente.

Al acercarse escuchan algunos gritos.

-Sí. Colgad a ese apestoso. Enseñadle a los suyos que no pueden venir y matar así sin más a nuestros rebaños y destrozar nuestras casas.-

-Sí. Linchemosle. Que aprendan.-

-Colgad al apestoso.-

Al llegar pueden ver que los lugareños están a punto de linchar a alguien. Todavía puede verse lo suficiente como para fijarse que es un indio. Bastante magullado, seguramente apaleado.

Norris disparó, esta vez sí, su escopeta al aire. 

-Nadie va a linchar a nadie, y nadie será ahorcado sin un juicio justo. ¿Acaso sois tan salvajes como ellos? Nosotros somos la civilización. 

No les dejó tiempo a replicar sino que añadió. 

-Alguien o algo ha atacado una caravana de colonos y no han dejado a nadie con vida. Y no creo que hayan sido indios. Tal vez ese pielroja pueda decirnos algo. Lo necesitamos vivo por ahora. Llevadlo al calabozo. ¿Dónde está el sherif? 

—Una noche tranquila era mucho pedir —maldijo Sarah sacando uno de sus revólveres con la zuda. Cerró el ojo derecho y apuntó el brazo, en dirección a la cuerda que sostenía al indio ¿Huiría? Bueno, siempre que no le diera en la cabeza, había esa posibilidad. Con su habilidad era un 50/50.

James O’Callaghan, por su parte, se tocó el ala del sombrero a modo de saludo en cuanto vio que todo el populacho les prestaba su atención.

Quiso ayudar a reafirmar la autoridad del ranger mostrando su revólver y no contento con ello se dispuso a barajar las cartas como si todo el asunto no le pudiera interesar menos sin perder su sonrisa. Realmente era más un hombre de cartas que de balas:

—¿Y si echamos una partida después de encerrarlo?

El padre Amon miró de reojo a Sarah:

—Ha sido una estupidez, muchacha, y una bala malgastada.

El populacho estaba muy alterado y seguramente el disparo de la pistolera no ayudaría demasiado.

Se bajó de su caballo y comenzó a avanzar entre los linchadores hasta donde estaba el indio, apartando a quien se pusiera delante suyo con tranquilidad pero firmeza. Su idea era alcanzar el improvisado cadalso aprovechando un poco el desconcierto pero sin provocar un tumulto. Normalmente este tipo de hordas de linchamiento solían desinflarse cuando alguien con autoridad las encaraba.

Sarah frunció el ceño —Se ha movido —murmuro. El cura tenía razón, pero no se la iba a dar ella. Bajó de la yegua y enderezo las fundas de los revólveres en el cinturón, pera que colgaran bien al frente.

—Me quedan once balas en la recámara. Suficiente para este asentamiento.

La llegada de la cuadrilla al pueblo desde luego fue notoria, y sonora.
Si el disparo del ranger ya había hecho que todos mirasen en su dirección, algunos llevandose las manos a sus hierros, el disparo de Sarah cerca de la cabeza del indio ya hizo que hasta el borracho del pueblo que estaba durmiendo la mona se despertase y observara la escena. De hecho un tipo vestido de negro, con levita y sombrero de copa estaba como haciendo números mentalmente.

Entre la muchedumbre que quería colgar al indio había varios armados. Junto al árbol donde había echado una cuerda había dos tipos con revolver. Cerca de ellos uno tenía una escopeta de dos cañones. Y la mayoría llevaban aperos de labranza, aunque uno un poco raro tenía un sable. No parecían con muchas ganas de dejar que unos forasteros les dijesen qué podían o no podían hacer en su pueblo, pero desde luego nadie se atrevió a impedir el paso al predicador. El cuál llegó casi hasta donde estaba el indio.

Se escucharon algunos murmullos de la gente ante las palabras de Norris sobre la caravana.

¿Otro ataque más?. Pobre gente. No hay derecho. Estamos malditos. Hay que hacer algo. La culpa de todo la tienen los indios y lo negros.

No obstante. El tipo de la escopeta pareció sacar pecho y contestó en voz alta para que se le escuchase perfectamente.

-El sheriff está fuera. Ha tenido que ir llevar a unos cuatreros a Billings, y no volverá hasta dentro de una semana.
Pero no hace falta. Este indio y sus compinches han estado aterrorizando la zona. Han matado ganado, y destrozaron la granja de los McQueen. Les pillamos allí entre los restos cortando cabelleras y violando los cadaveres. Como hacen todos los salvajes.-

- Nosotros no somos salvajes. Somos civilizados. Les debemos hacer justicia a esos pobres colonos y no queremos que haya más muertos de los nuestros. - La gente de la frontera tenía vidas muy duras y resultaba útil establecer bandos, un nosotros contra "ellos", incluso cuando se trataba de salvar la vida a quien en principio era uno del bando de "ellos"-  Matar a un indio no detendrá los ataques, creedme, tengo experiencia - fue entonces cuando cogió la insignia de ranger y la mostró a la muchedumbre.- La próxima granja podría ser la tuya, o la tuya - dijo señalando a los que tuviesen más pinta de granjeros - Creedme, aunque resulte muy satisfactorio y probablemente justo, ahorcar a este indio en este momento, mañana nos tocará llorar la muerte de más granjeros y colonos. 

Hay que interrogar y juzgar a este indio. Si es culpable será ahorcado, no os quepa la menor duda. Y si tiene información que pueda salvar granjas y vidas, necesitamos que nos de la información. Acabar con el indio ahora solo beneficia a los asaltantes. 

Si no está el sherif, ¿quién se hace cargo del calabozo de este pueblo?¿Quién ha quedado al cargo? 

Soy el ranger de Texas Chuck Norris. Y podéis confiar en mí.

Amon continuó avanzando hasta el indio. Si nadie se lo impedía de forma violenta llegaría a su lado y le quitaría la soga del cuello lentamente, sin quitar la mirada de los tipos armados.

—¿Has violado algún cadáver hijo?— preguntó con tranquilidad — Recuerda que mentir es un pecado. — esto último parecía decírselo al indio pero en realidad miraba fijamente al tipo de la escopeta.

James permaneció silencioso mientras observaba las reacciones del populacho ante la seguridad y el aplomo del Ranger, definitivamente no iba a necesitar ayuda de un tercero. El páter también tenía la situación más que controlada.

Nada que hacer por su parte, salvo estar atento ante cualquier sorpresa... Eso no quitaba que hasta entonces, pudiera seguir entreteniéndose con su ya desgastada baraja.

La mujer optó por imitar a James y permanecer callada. El ranger podía ser intimidante cuando lo quería, y cualquier cosa que dijera podría arruinar el trabajo que había logrado.

Las manos siempre a ambos lados y los brazos en tensión, le volaría la cabeza a alguno de los dos hombres que estaban junto al indio si intentaban algo. O por lo menos, el sombrero, no es que fuera una asesina ni mucho menos, pero los hábitos...

Podía decirse muchas cosas de Norris, algunas incluso buenas, pero desde luego sabía hacerse escuchar...y obedecer.  Hasta el más reticente de los que estaban tragó saliba y asintió a sus palabras.
Cuando preguntó por el calabozo un viejo cojo con un sombrero destrozado y un ojo vago levantó la mano. Tenía una estrella herrumbrosa en el pecho, que había estado un tanto oculta hasta aquel momento.

-Yo las tengo vuecencia. Iré a abrir para que puedan entrar.-

El padre Usher se dio cuenta de que el indio estaba en muy mal estado, tan solo se mantenía en pie porque le agarraban los dos tipos que tenía a su lado, y si permanecía consciente era por pura fuerza de voluntad. Pareció pensar lo que le dijo, como tranduciendo mentalmente lo que decía, y luego negó con la cabeza.

La gente empezó a marcharse. Algunos rapidamente, otros más lentamente sin dejar de echar un vistazo, con mala cara, a los forasteros. La mayoría se fueron al saloon, para alegría del dueño, y O'Callaghan no pudo evitar fijarse que había una mesa de poker en la misma.
Finalmente en la calle se quedó sólo un tipo bastante joven, que tenía una libreta y un lapiz en la mano, el viejo que les esperaba en la puerta de la oficina del sheriff, y el tipo larguirucho de la levita y el sombrero de copa.

Al indio no le quitaron la soga, simplemente dejaron de agarrarlo y se habría caido desmayado de no estar el predicador a su lado. Entre un par lo llevaron a una de las celdas, y allí lo dejaron descansar. Le habían dado una buena paliza, de hecho era casi un milagro que estuviese todavía con vida.

La verdad es que el día había sido bastante intenso, con varias sorpresas, y la noche ya caía en Doom Soul. ¿Se calmaría hasta que amaneciera o seguiría igual de interesante?

—Alguno debería cuidar que el amigo Gatoapaleado no amanezca como Perrodegollado —con alguno se refería a que ella no lo cuidaría, al menos no sola durante toda la noche. Si tuviera que elegir un compañero para no aburrirse seria James, sus historias no eran tan buenas como las de Norris, pero no roncaba ni la mitad de fuerte. Y Amon, más allá de sentarse a leer su biblia, no resultaba muy elocuente.

—Podriamos hacer turnos de a dos. O pernoctar en la comisaria.

—En tal caso, si me perdonan pero prefiero el siguiente turno— confesó O'Callaghan con una sonrisa al tiempo que daba un golpe a la baraja antes de guardársela en un bolsillo de su chaqueta—. Le he echado el ojo a cierta mesa en el Salón que me permitirá tener una visión estratégica de este lugar y de todo lo que se cuece por aquí. Y creo que es algo que no nos vendría mal antes de retomar nuestra marcha. Así que si me disculpan...

Dirigiéndose a Sarah y a James, les dijo -Marchad, marchad. Pero traed algo de comida cuando volváis. Comida para nosotros y para el indio; si queremos que responda alguna pregunta tendrá que recuperar fuerzas. Ahora mismo da tanta pena que si fuera un caballo lo sacrificaría yo mismo. ¿Alguno sabe remendar una herida o poner un cabestrillo? Alguien tendría que examinar al pobre diablo. Si ha de morir que sea porque haya sido condenado a la horca, ni un día antes.

Además de preguntar el nombre al viejo cojo de la insignia oxidada, Norris se dirigió al joven de la libreta y al de la levita con sombrero de copa.- ¿Con quiénes tengo el gusto de hablar? Caballeros.

Amon se acercó al indio en la celda. El tipo estaba tan maltrecho que solo respiraba con dificultad sumido en un sueño comatoso. El predicador se sentó en un taburete al lado del jergón y puso una mano en la frente del muchacho.

—Señor: sé que estos salvajes todavía mantienen su fe en los Espítirus de la Pradera pero una oportunidad de salvarlo sería una oportunidad de mostrarles cual es el Verdadero Camino.

Y diciendo esperó que el Milagro obrase su magia.

Sintió entonces el calor que transmitía al joven y vio como sueño pasaba de ser doloroso a tranquilizarse. Amon asintió como agradecimiento a la Palabra del Señor, apartó la mano y mientras salía de la celda le dijo al indio durmiente:

—Jesús murió por tus pecados y te da una nueva oportunidad muchacho. Me aseguraré de que no la desaproveches.

Luego se volvió hacia el marshall:

—Chuck: deja que haga yo la primera guardia. No se me pierde nada en la taberna y quizás tú puedas lograr información antes de que la gente se vaya a dormir. Luego me relevas. ¿Te parece?

-Mi nombre es Stumpy vuecencia. Haré lo que pueda por ayudarle, pero no creo que a Joe y sus compinches les haya hecho mucha gracia que los mangonee así. Los Burdette son gente importane en el pueblo, están poniendo mucho dinero y consiguiendo mucha notoriedad y poder en el mismo.-

Mientras el viejo contestaba el padre Usher entraba en la celda. Después de sus palabras se pudo observar un breve destello. Cuando terminó, los moratones del indio desaparecieron y su respiración se calmó. Su vida ya no corría peligro. Sin duda el señor es misericordioso y ayuda a todo aquel que se lo merezca, aunque su fe sea erronea.

Con la cosa más tranquila James y Sarah se dirigieron al saloon. Era un buen lugar para echar un trago, jugar algunas manos y a lo mejor algo más.

Sarah y James se dirigieron al saloon. Nada más atravesar las dobles puertas batientes se dieron cuenta de que no era el mejor en el que habían estado, pero también habían estado en tugurios peores. El olor era el típico a whisky barato, tabaco y humanidad. Sobretodo a humanidad.

No había tanta gente como parecía, seguramente muchos de los pueblerinos se habrían marchado a sus hogares. Pues la noche no siempre es segura en el Oeste, ellos lo sabían bien, y se habían quedado los valientes, los borrachos y los estúpidos.

En la mesa de poquer estaban los dos tipos que querían linchar al indio junto al de la escopeta, que parecía ser el que llevaba la voz cantante, y tres tipos más en otras dos mesas. El barban hacía como que limpiaba la barra con una balleta que en algún momento seguramente habría sido blanca.

El tipo de la levita se había marchado murmurando y quejandose. Era Bob, el enterrador del pueblo, y se quejaba de que le quitaban trabajo.

El joven se llamaba Jimmy, y era un plumilla de el Epitafio. O al menos quería serlo en un futuro. Había acabado en Doom Soul de casualidad, y se alegraba de ello ya que así había podido conocer a la cuadrilla. Tenía un montón de preguntas que hacerles.