Partida Rol por web

Cuando la voz de alarma se dio y levantó la vista al cielo se paralizó por un momento. Lo que sucedió durante esos segundos que parecieron interminables fue profético. Columnas de humo negro y nubarrones oscuros opacaban la luz del sol, sumiendo a Belleria en una penumbra que precedió al chillido de una horda de Goblins. 

-Cha... ¡¡Chahałheeł!!- Exclamó aterrada. ¿Acaso su sueño se estaba cumpliendo?¿Por este motivo la habían guiado los espíritus hasta allí? Estaba claro que sus visiones eran mucho mas aterradoras, pero esto debía ser una señal de que sus pasos no habían llegado hasta Belleria por mera casualidad.

-Son demasiados... ¡Vamos!- Acató las indicaciones de la persona que señalaba el Castillo como un refugio de aquel ataque. Tomó a Duna de las riendas y avanzó junto al animal hasta la seguridad del Castillo, mientras se aseguraba que los demás seguían sus pasos.

Kylian observó como el cielo se teñía de gris, para luego empezar a descargar una cortina de lluvia helada sobre el pueblo. La oscuridad se alzó a su vez en la tierra, como una oscura sombra de las nubes de tormenta, con los chillidos y amenazas de un grupo de criaturas bajas y encapuchadas.

¿Quién demonios podían ser? Por otro lado, si querían participar de la defensa del pueblo, tendrían que acudir a los líderes de la guardia. Retirarse al castillo era una opción, aunque buscó con la mirada el veterano guerrero que momentos antes dirigía la prueba de fuerza. 

- Tendríamos que acudir a la guardia si queréis participar en la defensa. Si no, resguardarnos tras los muros del castillo es la opción más segura.

Dijo al tiempo que observaba al resto de integrantes del grupo. Si alguien tenía el carisma necesario para organizar la retirada y evitar que cundiera el pánico era la noble de Kalaman, de efigie impoluta y voz autoritaria.

- Briand, podéis dar las órdenes para organizar la retirada. A vos os escucharán.

Con una mirada observó a Lowen y Glinthalas. El arco del guía era imprescindible si querían contener la amenaza. Por otro lado Lowen podía conferir la defensa necesaria y proteger al arquero.

- Glin, cúbrenos con tus flechas. Lowen, defiende a Glinthalas en primera línea. Esto se va a poner feo.

¡¡Maldición, goblins inmundos!! ─pensó para sí el elfo apretando los dientes.

Con mano entrenada Glinthalas tomó arco y flecha para lanzar cuanto antes un disparo al goblin más cercano. Un disparo que resultó demasiado rápido, fallido. Pero había atraído su atención. Acto seguido el guía del grupo se dirigió a toda velocidad hacia la casa más cercana para refugiarse tras ella. Si podía parapetarse tras ella podría sorprender al goblin que fuera a por él, o que hubiera tenido la mala idea de darle la espalda al enfrentarse con sus compañeros.

La lluvia salpicaba mi cara mientras observaba las criaturas que se dirigían hacia Belleria. Hacía apenas unos instantes que la tormenta había aparecido, casi por arte de magia, y el día cada vez era más oscuro. A nuestro alrededor se había desatado el caos y la gente corría en todas direcciones en busca de refugio. Por suerte, Kylian consigue dominar sus nervios y grita unas cuantas órdenes simples.

—¡Recibido! —exclamo tras oír sus órdenes— ¿Lluvia, podrías echarle un ojo a mi mula?— le pregunto a la Que-Shu antes de sacar el escudo, desenfundar mi espada y colocarme delante de Glinthanas para cubrirle, pero sin taparle demasiado la línea de visión. Había sido testigo de la pericia del elfo con el arco y confiaba plenamente en su puntería, podía acabar con algunos antes de que se acercasen.

—¡Tenemos que cubrir la retirada de esta gente antes de ponernos nosotros a cubierto! —grito, tratando de dar un poco más de sentido a las órdenes de Kylian.

Al vere cómo los goblins bloquean el camino hacia el castillo, su deber es apoyar a los demás. Asiente ante la petición de Lowen, llevando a Duna, Yonyo y a Luna hasta el Molino, asegurándo sus riendas en uno de los tablones de madera. 

-Bien... Quedense tranquilos....- Les dice a los animales a la vez que hincaba la rodilla en el suelo y tocaba la tierra con su mano derecha. -Espíritu de la tierra que nos dió la vida, escúchame... níłchʼi tsé- Susurró emanando una aura de color jade en su mano que se trasladó al suelo, del cual brotaron 3 pequeñas rocas de color esmeralda, las tomó rápidamente y se incorporó mirando en dirección de aquellas criaturas sosteniendo su honda con la otra mano.

Pronto una sombra más fuerte que la de su propio gorro emplumado comenzó a cubrir su rostro, y luego sus manos. Observó la palma enguantada de la misma, a ver si comenzaban a caer gotas de lluvia o era sólo el falso sonido de una pasajera tormenta. No obstante, tras el regreso de sus demás acompañantes, sus fríos ojos vislumbraron hacia el horizonte el diluvio de trasgos que se acercaba a pasos agigantados. Sus ojos se abrieron y su respiración se intensificó por un segundo, mas acto seguido se puso rígida en pos de mantener la compostura.

Las órdenes de retiradas no tardaron en llegar, así como el redundante consejo del sabio de Gilean. Asintió brevemente, para dar unos pasos hacia delante a la par que colocaba rápidamente su broquel sobre el antebrazo izquierdo, y desenfundaba su estoque con el otro para alzarlo en lo alto como si fuese su estandarte.

- ¡Gente de Belleria! ¡Retírence al castillo cuanto antes! Aquellos con las agallas digna de verdaderos guerreros ¡Alcen sus armas junto a nosotros! - Es su impetuoso llamado a la valentía, llevando el escudo de su familia hacia su pecho como un símbolo. El escudo familiar de su nueva guardiana debía ser reconocido esta noche. Su grito de guerra no era del todo inspirador, pero esperaba infundir la suficiente calma y frialdad hacia quienes los rodeaban para que el pánico no quitase lo mejor de ellos.

El clérigo de Gilean es el primero en reaccionar con templanza ante la aparición de los goblins y en impartir instrucciones a sus compañeros, consciente del peligro real que todos tienen delante. Y demuestra su coraje al situarse en primer línea, decidido a hacer frente a los goblins si estos se les echan encima.

Briand, atendiendo al sabio consejo de Kylian, no duda en instar a los lugareños a escapar hacia el castillo. Aquellos que se encuentran más allá de los goblins echan a correr hacia el centro de Belleria sin titubeos, en cambio, el trío que se encuentra junto a vosotros retrocede unos pasos en busca de las protección y la escolta que podáis ofrecerles para llegar con vida al castillo. Están desarmados y, posiblemente, no sabrían como usar las armas aunque las tuvieran.

al ágil silvanesti le sobran las indicaciones para reconocer una amenaza cuando la tiene delante. Le basta una fracción de segundo para aprestar su arco corto y disparar una flecha contra el goblin más cercano. La asustada criatura cierra los ojos y se tapa la cabeza con los brazos con tan buena fortuna que el proyectil queda profundamente clavado en su pequeño escudo de madera. Anticipando las represalias, Glin abandona a su mulo y se parapeta tras el edificio más próximo.

Tampoco Lowen se duerme en los laureles y, tras entregarle a Lluvia las riendas de su recién adquirido pollino, avanza hasta primera línea de batalla para enfrentar la amenaza.

El asaeteado goblin sí se lo piensa dos veces y, tras comprobar que todavía está ileso, avanza con paso cauteloso para arrojar su jabalina contra vosotros. Sus compañeros imitan su ejemplo y hacen otro tanto. La primera jabalina se estrella contra el broquel de Briand y se astilla con la fuerza del impacto sin causarle daño alguno a la noble de Kalaman. Las otras dos impactan contra uno de los campesinos y contra el anciano, respectivamente. Al primero, el arma arrojadiza le hiere en una pierna; al segundo el resultado es todavía peor, puesto que le atraviesa el estómago de parte a parte.

Por su parte, Lluvia toma las riendas de las tres bestias de carga para evitar que la tormenta o la escaramuza las asuste y las haga huir y opta por atarlas apresuradamente allí donde puede. Busca algún lugar al que amarrarlas en el exterior del molino y termina haciéndolo en un árbol cercano. A continuación, apela a la magia de su interior para encantar tres piedras del suelo que emplear como proyectiles de su honda de cuero.

La lluvia de muerte se unió al agua helada. La sangre tiñó de rojo el suelo encharcado y los goblins gritaron exaltados por el olor de la muerte. Eran bestias asesinas, descerebradas y con una única instrucción en sus cabezas, matar, comer y sobrevivir. Pero no podía permitir que devoraran las nobles gentes de Belleria para saciar sus apetitos.

Avanzó con paso seguro, dando vueltas con su bastón como si fuera un molinete borroso para desviar las jabalinas y alejar a sus enemigos, dando patadas al aire y amenazando con los extremos de su arma. Avanzó con paso seguro quedándose a pocos pasos del primer goblin. Desafiándolo con la mirada a la espera que perdiesen interés por los aldeanos indefensos.

- Gilean me protege, escoria goblin.

—¡No! —grito con rabia cuando presencio paralizado como una de jabalinas atraviesa de lado a lado al anciano que minutos antes organizaba la prueba de fuerza.

Si me hubiese puesto entre ellos y los goblins podría haberlos protegido, pienso al darme cuenta de mi error. Esta estaba siendo mi primer combate, la primera vez en la que mis acciones podían proteger a los indefensos y ya tenía motivos de arrepentimiento por no haber obrado mejor.

—Maldita sea... —maldigo entre dientes, apretando con fuerza la empuñadura de mi espada antes de lanzarme a la carga contra contra los goblins.

El combate inició estrepitosamente, en un parpadeo las jabalinas cruzaron el cielo e impactaron los aldeanos, el anciano se había llevado la peor parte, al caer luego de ser atravezado por completo. Lluvia ahogó un grito de horror al ver aquella escena y corrió hasta donde estaba el anciano moribundo, sólo para comporbar su últimos suspiros de vida antes de desfallecer.

-¡Huid al castillo ahora!- Ordenó a los pueblerinos que estaban cerca al ver que los Goblins estaban siendo reducidos por el grupo de aventureros.

La noble hizo lo posible en contener su expresión de asco al ver al poderoso anciano con su pecho atravesado de par en par por la jabalina... Se cubrió por un segundo la boca, y tragó. No tenía estómago para este tipo de cosas, pero más repugnantes eran los esbirros que se interponían en su camino hacia el castillo.

Torciendo un poco su gesto, con el ceño fruncido, inspiró y expiró con fuerza antes de continuar su marcha al trote. Ninguna escoria horrenda se interpondría, pues no pensaba morir a manos de aberraciones verdes y pestilentes. Ella, era una esgrimidora fina y entrenada, de la más alta clase. Los campesinos besaban sus anillos; éstos goblins, deberían sentirse honrados de poder lamer la suela de su bota.

En medio de su paso ligero, uno de éstos lo se interpuso por un costado de su marcha, en lo que no dudó en dar media vuelta y asestarlo con una estocada dirigida directo a su cuello, o lo que quizás sea su deforme pecho. Cubriendo su delicado rostro con su rodela, ya que no permitiría se salpicase con su sucia sangre.

Kylian avanza con decisión hacia el trío de goblins, blandiendo su bastón en actitud desafiante. Sin embargo, sus compañeros no le dejan solo ante el peligro mucho tiempo.

Estoque en mano, Briand entre en liza con paso firme y determinación resuelta. Su arma se mueve con tanta velocidad que apenas es un borrón ante los ojos de su víctima, abriendo un profundo tajo en su pecho mal protegido. La criatura aúlla de dolor, sabiendo que no es rival ante tan experta esgrimista e intenta escapar. Pero Lowen se lanza a la carga, medio arrollando al clérigo en el proceso, y enterrando su espada en la espalda del goblin fugitivo.

El otro hombrecillo intenta vengar a su caído camarada cuando el guerrero humano pasa por su lado, pero para cuando consigue descargar su maza, Lowenherz ya se ha movido evitando el impacto de la maza.

El joven arquero silvanesti vuelve a asomarse otra vez desde la esquina de la casa, dispara contra el goblin situado más al sur y vuelve a parapetarse tras el edificio tan deprisa que apenas le da tiempo a ver cómo su víctima cae al suelo con una flecha atravesándole la garganta.

Frustrado por su ridículo golpe anterior, el último goblin mira de arriba abajo a Lowen. Escapar de él parece imposible de modo que intenta golpearle de nuevo, pero su arma rebota inofensiva contra la cota de escamas de su corpulento adversario.

Viendo que sus compañeros están trabados en combate cuerpo a cuerpo con la pareja de goblins restante, Lluvia opta por no tentar a la suerte por temor a golpear a alguno de sus camaradas. En lugar de ello, toma las riendas de las tres bestias de carga y avanza con ellas camino adelante a paso vivo ante la visión ominosa de la horda que se os viene encima.

El viejo lugareño está tirado en el suelo e inerte, tendido sobre un charco de su propia sangre. Muerto quizá. El campesino ileso presta su hombro al que ha sido malherido por la jabalina goblin y le ayuda a avanzar cojeando por la orilla del río, aunque al ritmo que llevan posiblemente les darán alcance rápidamente.

Kylian dio un paso adelante, enfrentó al último goblin, tratando de capturar el estado de la batalla en su mente analítica. Alguien tendría que sanar al campesino herido si no querían retrasarse en demasía, al menos no se estaba desangrando, aunque era pronto para asegurarlo. Los gorgoteos de los goblins al morir supusieron un alivio. Si acababan pronto con el que quedaba en pie podrían retirarse tras la seguridad de las murallas sin peligro a ser cazados por la retaguardia.

De nuevo hizo volar su palo de la sabiduría, dio dos vueltas en el aire y trató de golpear al esquivo goblin descargándolo desde el cielo sobre su cabeza, este se zafó a la derecha evitando el trompazo y desafiándolo con la mirada, chillándole de forma salvaje. Tras dar un golpe seco contra el suelo con su bastón le dio la vuelta y trató de golpear con el otro extremo en un barrido lateral, pasando por encima del pequeño piel verde. Tendría que concentrarse mas si querían sobrevivir a la batalla.

Su escudo desafortunadamente se salpicó y ensució un poco de sucia sangre goblin... Mas mucho antes que su noble rostro, intacto. Tras ello, Briand echó un vistazo de lado a lado antes de continuar corriendo, mas Kylian y Lowen parecían verse algo atascados con uno de los trasgos restantes.

Mordió un poco sus labios con su ceño fruncido... Más Kylian que Lowen resultaba ser un séquito muy útil, y no tenían mucho tiempo que perder si querían llegar sanos y salvos a cualquier refugio les brindase aquel intento de castillo. Por lo que apenas detuvo su carrera, para plantarse firme y deslizar su mano izquierda justo por detrás de su delgada cintura y debajo de su ostentoso abrigo, para tomar el mango del látigo que llevaba atado sobre la misma.

- No se entretengan demasiado ¡Debemos llegar al castillo! - Les recordó con apuro, casi como una orden, a la par que su arma se estiraba en una forma no tan elegante mas bien dirigida hacia la maza del pequeño ser verdoso, con tal de inutilizarlo y espantarlo, o que ya no representase un estorbo en su huida. No tenían mucho tiempo para jugar.

Lluvia continuaba guiando las riendas de los pollinos mientras observaba a la distancia como se acercaba cada vez más rápido la horda de Trasgos como un río furioso verde y asqueroso. Al pasar nuevamente junto al cuerpo inerte del anciano le dedicó una mirada apesumbrada y continuó hasta sobrepasar por poco a los aldeanos, uno de ellos estaba muy herido y no llegaría al Castillo en esas condiciones.

-Intenta subir en Luna- Le dijo al herido señalándole al asno que llevaba menos carga - Vamos, ¡Rápido!-

Glinthalas estaba concentrado en el combate, cargando y disparando flechas con parsimonia. Escogía los blancos, colocaba la flecha en el arco y disparaba, guareciéndose entre disparo y disparo entre las sombras de la edificación. Tirar la piedra y esconder la mano, decían... una  forma eficiente de sobrevivir. Y en este caso, tal vez, de ayudar a la supervivencia a sus amigos.

El elfo no dijo nada, guardaba silencio. Sólo sus flechas silvaban al salir a toda velocidad hacia sus víctimas...

Dos menos, quedaba un único goblin que nos impedía una retirada tranquila hasta el castillo. Y la horda cada vez se encontraba más cerca, así que no había un segundo que perder.

Dejo de mirar al goblin que acaba de caer y lanzo un tajo al que se encuentra a mi derecha.