Partida Rol por web

La dama nuevamente se había adelantado en la marcha, y demostraba ser la que más apresuro tenía, y menos carga sobre sus hombros. Debía divisar su fortaleza rápido, mas dada la ventaja que seguramente les llevaba al notar que un par de sus acompañantes seguían atrasándose; se detuvo de tanto en tanto a echar un vistazo a sus alrededores. Debía estar alerta por si habían más asaltantes al acecho, o algún pueblerino lo suficientemente aislado como para no percatarse que debían evacuar la zona.

Al centrar su atención nuevamente hacia el camino pudo comprobar el sangriento escenario, en un parpadeo habían acabado con la amenaza. -¡Hacia el Castillo! ¡Ya!- Indicó a los aldeanos que iban por el linde del río mientras señalaba el camino. Elevó su mirada al cielo para ver como era consumida por la oscuridad consumía cada vez. Avanzó todo lo que pudo procurando alcanzar a sus amigos mientras de vez en cuando se giraba para verificar que los aldeanos que jalaban las Mulas la siguieran.

Aunque Kylian se muestra muy cauto a la hora de arrebatarle al enmascarado su medallón, valiéndose para ello de un extremo de su propio bastón, una descarga de energía divina recorre su arma y lo azota sin misericordia. El clérigo de Gilean queda tendido en el suelo, como fulminado, con los ojos abiertos clavados en el tormentoso cielo.

Lowenherz, que lo contempla con espanto, sin entender qué ha sucedido.

El resto del grupo se aleja siguiendo el curso del río, ajeno a lo sucedido. Glin es el único que todavía remolonea por allí, sintiendo curiosidad por qué botín se puede obtener del trío de salteadores.

El joven silvanesti apenas tiene unos segundos a registrar los cuerpos, con Kylian inconsciente y sabiendo que los goblins están cada vez más cerca. Desde luego, no tiene tiempo de despojar a los cadáveres de sus armaduras, pero sí de aligerar sus bolsillos de aquello que ya no van a necesitar.

Concentrado en mi guardia, no me doy cuenta de la descarga que fulmina a Kylian hasta que oigo como cae al suelo con un sonido seco. Me giro apresuradamente y lo veo tendido en el suelo, completamente inconsciente y sin mover el cuerpo.

—¡Maldita sea! —maldigo, asustado al no saber qué acababa de ocurrir.

Lo más rápido que puedo me arrodillo a su lado y compruebo su estado. No parece haber muerto por el momento, pero su estado parece grave. Trato de aplicarle unos primeros auxilios, pero yo solo no seré capaz de hacer que se recupere. Desesperado, grito con todas mis fuerzas a Lluvia y Briand que ya se encontraban de camino al castillo.

—¡AYUDA!

Glinthalas acababa de echar un vistazo a las bestias de carga del grupo y revisado que iban avanzando a buen paso conducidas por los aldeanos, de manera que se estaba preparando mentalmente para hacer un gran esprint hacia la fortaleza y advertirles que venía gente hacia sus puertas cuando advirtió cómo Kylian caía fulminado al suelo. Sin duda alguna trampa mágica entre las pertenencias de aquellos siniestros enmascarados. Probablemente el líder, al que habían podido abatir el primero sin darle opción a realizar magia alguna. Afortunadamente.

─La poción que lleva al cinto el enmascarado, úsala. ─le espetó al guerrero─ Siendo la única que lleva tendría mucho sentido que fuera una de sanación. Luego cárgate al clérigo al hombro y tráelo a la mayor brevedad al castillo, si lo dejas será pasto de la horda. Yo voy a pedir auxilio.

Acto seguido el elfo se fue a la carrera a velocidad excepcional. Tal vez no algo sobrenatural, pero sin duda a una velocidad sobresaliente. No pararía hasta llegar a las puertas del castillo y pedir a gritos la ayuda de un sanador. Irónicamente Kylian no podía sanarse a sí mismo en esos momentos.

Junto con la pareja de campesinos, tomáis la delantera reemprendiendo la marcha a la carrera, bajo el aguacero, tratando de llegar hasta el castillo y deteniéndoos solo para permitir que vuestros compañeros acorten distancia con vosotras.

A medida que avanzáis hacia el centro de Belleria os dais cuenta de que hay fuegos ardiendo por todas partes. La gente grita asustada y corre de acá para allá, demasiado lejos de vosotros para ser consideradas más que sombras erráticas. De vez en cuando un relámpago baja del cielo para iluminar durante un instante el inquietante escenario en el que os encontráis, deslumbrándoos antes de que la semioscuridad de la tormenta os engulla de nuevo.

Corréis entre las casas vacías o cerradas a cal y canto hasta alcanzar las inmediaciones del puente pero os detenéis antes de cruzarlo porque Briand, que va en cabeza, os da el alto con una señal silenciosa.

La zona es boscosa y, parapetados tras los árboles, descubrís que un grupo de goblins lo han ocupado, causando el miedo y la muerte a cualquiera que intente atravesar el río. Dos de estas criaturas tienen acorralado a un mercader contra un árbol; el infeliz se defiende como puede con una rama que ha recogido del suelo. Un tercer goblin, encaramado a un lagarto de descomunales proporciones, bloquea el puente mientras observa sonriente cómo su montura se alimenta de un cadáver.

Por el momento, ninguno de ellos parecen haber reparado en vosotros, pero sois un grupo tan numeroso que seguramente no tardarán en hacerlo; y si no son ellos, serán otros.

Glin pasa a toda velocidad junto a vosotras, ajeno al peligro, pero le hacéis señas para que se detenga y se aperciba del peligro en el que a punto a estado de meterse de cabeza. Un poco más atrás llegan Kylian y Lowen, tirando de la mula del silvanesti.

Kylian recobra la consciencia con el sabor intenso y profundo de la sabia, menta y hierbabuena en sus labios. Cuando abrió los ojos observó extrañado el rostro recio del guerrero con gesto preocupado.

- Vaya, al parecer el símbolo seguía protegiendo al clérigo malvado. Siento si os he asustado os debo la vida, necesito observar de nuevo el amuleto de cerca y recoger la máscara, junto a sus armas. Las pondremos al servicio de la aldea. Ahora vuelvo.

Dijo al levantarse pesadamente en la hierba mojada. Salió corriendo hacia los cadáveres y de paso comprobar si su acción temeraria había liberado aquel símbolo sacrílego de las garras de su dueño moribundo. Recoger la máscara y volver con sus compañeros. Al llegar ante los cadáveres la oscuridad de la tormenta seguía aumentando, cubriendo los cielos y descargando una cortina de agua sobre ellos. Levantó su bastón en alto e invocó la gracia de su Dios.

- Gilean, se la luz que guíe mis pasos.

Una luz pálida y brillante, con un tono gris perlado nació del contorno pulido de la madera iluminando todo a su alrededor. Cada vez había menos tiempo, necesitaba volver con sus compañeros pero no faltaría a su deber sagrado. Averiguaría todo lo que pudiera de aquel nuevo culto que había decidido asaltar Belleria.

Lluvia se detuvo en seco ante las advertencias de Briand, a lo lejos pudo ver el motivo, más Goblins. 

-Quédense bajo este árbol hasta que les diga, hay peligro más adelante- Susurró a los aldeanos que llevaban los pollinos y avanzó agazapada, Kylian y Lowen llegaban desde detrás de una casa y la Que-Shu se llevó el dedo a los labios en señal de silencio y señalaba en dirección al puente para advertirles del peligro que había más adelante. 

-Espíritu del coyote que acecha en las praderas, has que mis enemigos no noten mi presencia... Mąʼii- Susurró mientras seguía avanzando lo más sigiloso posible hasta ubicar una buena posición.

Bajo la luz mágica, observas los cuerpos ensangrentados y sus posesiones.

La máscara no te dice nada, es solo una máscara blanca con dos agujeros donde deberían estar los ojos y sin ningún adorno. El colgante en forma de concha que pende todavía del cuello de su propietario lo reconoces como un símbolo sagrado de la diosa Zeboim.

Has leído mucho sobre la caprichosa hija de Takhisis y Sargonas. Se dice que es, entre otras cosas, la diosa de las tormentas así que no te cuesta encontrar una coincidencia entre la presencia de este adorador de Zeboim y el sobrenatural temporal que está azotando Belleria. Y, desde luego, no parece casual que haya aparecido aquí precisamente cuando los goblins han decidido atacar la población.

Sin embargo, a juzgar por la sencillez de su túnica y sus pertenencias, este individuo no debía ser alguien muy importante dentro del culto de la tempestuosa deidad.

Más engendros verdes...

Aunque esa bestia se veía bastante más peligrosa que cualquier asco su jinete le pudiese transmitir. Se veía bastante salvaje, por lo que confiaba en que si derribase su domador podría salirse de control bastante fácil. Esa podía ser la clave. El aldeano... No podía lamentarse mucho, sinceramente, a ese no parecía haber forma factible de salvarle en este punto.

Con un gesto alertó al resto, aunque Lluvia le ahorró las explicaciones. Parecía que tenían una pequeña ventana de tiempo, por lo que intentó colocarse detrás del tronco del árbol mientras guardaba su látigo y tomaba la ballesta ligera cargada que aún colgaba de su cinto con la misma mano.

Entonces le dirigió una mirada a Glinthalas. Algo de él comenzaba a darle un mal presentimiento, mas lo cierto era que lo necesitaba ahora mismo. - Al Jinete. En 3... - Le indicó, mientras preparaba su arma de fuego. No tenía dedos de sobra para contar, mas su cabeza asintiendo al paso de cada segundo serviría para coordinar un par de disoparos que, con suerte serían lo suficientemente precisos y letales para derribar al montado y descontrolar la montura.

Entonces era verdad, eran sectarios de Zeboim ¿Habría tomado la caprichosa Diosa de las tormentas y las bestias salvajes el manto de poder que dejara su oscura madre? ¿Quería someter a todo Ansalón? Desatando de nuevo la barbarie y la muerte, aunando a los dioses del mal en una nueva guerra de la lanza. Espoleando de nuevo a los caballeros de Neraka.

Cada vez que sacaba un nuevo retazo de información surgían nuevas incógnitas. Sin embargo, de lo que si estaba seguro, es que estaba asistiendo a los primeros acordes de algo mucho mayor que el ataque a una pequeña villa al sur de Kalaman. Y tendría que sobrevivir para verlo y registrarlo todo en nombre de su Patrón. Una nueva guerra de los Dioses, una forma muy contundente de reclamar su lugar de nuevo entre las gentes de Kryn.

Aunque se estaba precipitando. Tomó los dardos de los cuerpos y corrió de vuelta con sus amigos. Esgrimiendo el bastón en alto para hacer de guía, como el espolón de un barco de luz atravesando las oscuras aguas del océano. Una luz en la tormenta que aportaba esperanza y sabiduría para resistir al embate de las olas.

Sin duda Zeboim había vuelto, y estaba hambrienta.

Respiro aliviado cuando Kylian abre los ojos y su piel recupera su tono natural. La idea de Glin de usar la poción le había salvado la vida, porque a mí nunca se me había ocurrido usar algo así. Una vez que se levantó y afanó un par de objetos de los caídos, pero esta vez sin castigo divino, continuamos el camino como si nada hubiera pasado.

Pero más sorpresas nos esperaban antes de llegar al castillo, pues antes de llegar al puente pudimos otro grupo de enemigos. Esta vez, un par de goblins, liderados por otro montado en un lagarto de dimensiones desproporcionadas, intimidaban a un pobre hombre. Por suerte aún no nos habían detectado y Briand ya planeaba un ataque que les pudiera sorprender.

Temeroso de que mi armadura pudiese sonar demasiado y llamar la atención de los goblins, permanezco en mi posición, agazapado sujetando las riendas de la mula de Glinthanas a la espera de futuros acontecimientos.

Glinthalas se apresuró a recoger lo que consideró razonable de los caídos sectarios, pero lo hizo rápido y con gesto entrenado, con fluidez, como si apenas hubiera tocado a cada uno de ellos. Cargó el botín en Yonyo, su burro y tomó sus riendas, permitiéndole (más que impidiéndole) correr hacia la salvación. Sólo le guiaba, el animal estaba muy intranquilo y con razón.

Pero la carrera de burro y elfo no duró demasiado. El grupo se fue parando, de uno en uno, al llegar poco antes del puente. Al parecer había nuevos obstáculos para llegar al castillo y poder refugiarse. La horda no estaba lejos. Fuera lo que fuera, no tenían tiempo para esto.

Goblins, tres, uno de ellos montando sobre una bestia reptiliana de aspecto poco tranquilizador. Y un belleriano, seguro que le conocía. Pese a todo, se imponía el instinto de supervivencia. Si un goblin montaba sobre aquella bestia, era que aquella bestia no atacaba sola, o no a lo que los goblins querían. Tal vez incluso atacara a los propios goblins de tener oportunidad. O tal vez simplemente quisiera que la dejaran en paz y huyera si un goblin no le obligaba a lo contrario. En cualquier caso, aquel goblin jinete era peligroso: si dirigía a aquel monstruo contra el grupo tendrían problemas...

Lady Briand pareció tener ideas similares a las del sigiloso elfo, así que ésto tomó una vez más una flecha de su carcaj y apuntó con cuidado. Por desgracia el monstruo bajo él se agitó ligeramente ─tal vez intuyendo la presencia del grupo─ y la flecha de Glinthalas pasó de largo, inoqua.

A la tercer movida de su mentón, viendo que el elfo tomó y preparó la flecha de su carcaj, ella hizo lo suyo y se asomó del otro lado del árbol para extender el brazo que cargaba con un peso extra, y disparó su virote que junto a la flecha, probablemente terminaron cayendo al río.

- Ni modo... - Suspiró mientras volvía a enganchar el arma en su cinto. La lluvia y el viento no estaban de su lado, probablemente tocaría enfrentar a la bestia de frente.

Glinthalas maldijo entre dientes al ver cómo se perdía la flecha, pero no por eso perdió el aplomo. El hecho de que algo peligroso le encarase no suponía mucha diferencia con un buen número de situaciones que había sufrido a lo largo de su vida. A las malas siempre podría salir huyendo.

Pero a diferencia de otras ocasiones a lo largo de su vida, el elfo ahora tenía responsabilidades. Evidentemente lo de hacerles de guía a aquel grupo de desventurados no era razón suficiente, pero tratar de salvarles la vida a unos nuevos amigos, sí. ¿Cómo podía haberse encariñado tan pronto de ellos? Y ahí estaba de nuevo el señor "corazón de oro", metiéndose en problemas para ayudar a otros. Algún día eso acabaría con él. Esperaba que aquel no fuera ese día.

Con la premura que imprime la adrenalina fruto de ser encarado por un monstruo feroz e intimidante, el mortífero pícaro del grupo colocó la flecha en su arco y la dejó volar de nuevo hacia el mismo objetivo. Buscó un punto vulnerable en el goblin, aunque el hecho de que éste estuviera ya alerta no ayudaba en nada. Maldijo de nuevo entre dientes. De nuevo en común, el idioma de los humanos entre los que había vivido desde que tenía uso de razón.

Todavía le quedó tiempo a Glinthalas para reflexionar por lo que pasaría a continuación, mientras la flecha volaba hacia el jinete goblin: si éste sobrevivía, el monstruo que tenía bajo las piernas se abalanzaría contra ellos. En esa línea de acontecimientos preferiría estar entre los árboles por los que aquella bestia no pudiera moverse con facilidad, así que casi instintivamente retrocedió unos pasos buscando su protección. De todas maneras la distancia era más que asequible para acertar a alguien incluso para su arco corto.

Apenas llegar al árbol donde pretendía esconderse, el crujir de una rama que había pisado alertó al gran lagarto y su jinete. Con nerviosismo embocó una piedra encantada en su Honda y cuando pretendía girarla sobre su cabeza, ésta se enganchó con una rama. Maldijo su suerte y horrorizada empezó a correr alejándose de los Goblins.

-Ayuda! nos han descubierto!- Alertó a Lowen y a Kylean mientras pegaba su espalda contra un árbol intentando cubrirse de sus enemigos.

Kylian avanzó con cautela y rapidez para situarse junto a sus amigos. Al parecer Lowen había permanecido agazapado cuando volvía de nuevo a su lado.

- ¿Qué está pasando?

Apenas esas palabras salieron de sus labios, una flecha alertaba de su posición a los malditos goblins. Uno de ellos montado en una descomunal bestia de guerra. De nuevo estalló la batalla, la bestia gruño un rugido antinatural mientras su lider observaba al grupo con el odio en sus pequeños ojos hundidos. Lluvia llamó pidiendo ayuda. Era la hora de intervenir, debían seguir avanzando y acabar con esa nueva amenaza.

- ¡A la batalla compañeros! ¡Acabaremos con ellos!

Con el bastón de guerra a un lado y dos dardos en su mano izquierda avanzó con rapidez, tratando de expiar su culpa y su falta de prudencia anterior defendiendo a sus amigos en la batalla. Protegiendo a las gentes de Belleria de la venganza de los siervos de Zeboim. Sin grandes aspavientos, avanzó por la hierba mojada hasta situarse tras unos árboles frente al puente. Su única vía de escape hasta la seguridad del castillo.

No quedaba mucho. Probablemente recibirían una embestida y pronto, y ella se había atascado bastante detrás del árbol volviendo a dejar la ballesta en su lugar y reamarrando su escudo. Quizás era el congelamiento natural ante tal situación... Nunca había estado tan cerca de una bestia salvaje y menos de ese tamaño. Y pronto lo estaría más.

Con su estoque y broquel preparados, retrocedió lentamente, se preparó y aguardó la embestida... Esperando que no fuese hacia ella.