Partida Rol por web

El clérigo de Gilean se adelanta para situarse junto a Lowen y acabar con el último goblin, pero la pequeña y vil criatura esquiva con agilidad sus bastonazos.

Briand también busca la retaguardia de la criatura y hace restallar su látigo con la esperanza de atrapar con él la maza del goblin. Sin embargo, el látigo restalla en el aire por encima de la cabeza del desconcertado trasgoide.

Desde su relativamente segura posición, Glin tensa una vez más su arco y dispara contra el hombrecillo, con cuidado de no alcanzar a ninguno de los compañeros que le tienen rodeado. Quizá sea este exceso de precaución el que le hace apuntar un poco desviado y su flecha termina pasando rozando al goblin, que lanza un grito de sobresalto.

También Lowen intenta rematarlo, pero entre asustados chillidos, el goblin consigue desviar la estocada con su pequeño escudo de madera.

Aterrorizado, en manifiesta inferioridad numérica, vuestra presa intenta estúpidamente escapar de vosotros mientras llama a voces a sus camaradas. Logra zafarse del siguiente bastonazo de Kylian pero su desesperada huida termina en cuanto consigue dar los dos primeros pasos, cuando la espada de Lowenherz le separa la cabeza de los hombros.

Entretanto, Lluvia Estelar ha logrado llegar hasta la pareja de campesinos y ayuda al herido a encaramarse a su mula. Entre muecas de dolor, el infeliz se agarra como puede a Duna, sentado como puede sobre las alforjas y la mochila de la mujer nómada. Esta claro que ninguna de vuestras bestias de carga está preparada para llevar jinete.

Al fin pudieron dar buena cuenta de aquellos asquerosos pieles verdes. Pero una nueva amenaza se alzaba frente a su vía de escape. Y estos servían a algún dios oscuro. Entornando los ojos trató de reconocer el símbolo que colgaba de sus cuellos, o tal vez algún rasgo distintivo en sus tenebrosas máscaras ¿A quien servían?¿Que pretendían saqueando la aldea de Bellería?

Necesitaba hacerse con uno de esos símbolos, y saquear sus cadáveres en busca de información. Avanzó con paso decidido y alzó en alto el sagrado libro de Thoril.

- Gilean, señor de la sabiduría. Que mi fe en el conocimiento del universo sea mi escudo.

Dejó que el cálido abrazo de la presencia de Gilean lo envolviera. Brillando en lo alto y alzándose como una llama en la tormenta. Fueran quien fueran esos sectarios les haría frente. Debía hacerlo, para ampliar su conocimiento y defender a las gentes de aquel pueblo indefenso. Cuando llegaran tras las murallas del castillo, estudiaría a fondo cada pista de que dispusieran.

- Solo quedan ellos entre nosotros y la libertad. No flaquearemos ahora.

¿Que hacen estos carroñeros saqueando cuando el pueblo está siendo invadido? No había tiempo para meditar sobre el accionar de estos que se hacen llamar "civilizados", así que, envalentonada por la férrea convicción de Kylean, embocó una de las rocas verduzcas en la honda se concentró en uno de los bandidos que portaba ballesta y dejó escapar el proyectil en su dirección.

-Ya casi llegamos... Solo un poco mas- Tranquiliza a a Duna y al herido mientras los guiaba hasta un árbol cercano.

Por fin dimos cuenta de aquellos asquerosos goblins y comenzamos la huida. Pero la alegría no duró demasiado cuando en nuestra retirada unos nuevos enemigos se presentaron ante nosotros. Esta vez no eran simples y malolientes goblins, sino unos saqueadores bastante bien armados.

—¡Jamás! —respondo ante la amenaza del líder. No sabía si esos hombres tenían algo que ver con la horda goblin, pero su presencia no parecía casualidad y me negaba a colaborar con ellos.

—Usted —le digo al aldeano que podía caminar—, coja las riendas de las bestias y continúe por la orilla del río. Nosotros les protegeremos pero deben ponerse a salvo cuanto antes.

Y avanzo cubriéndome con el escudo en caso de que comience una lluvia de saetas.

Primero goblins, ahora humanos enmascarados, ¿qué demonios estaba pasando hoy? Bueno, mejor no nombrar según qué, lo último que les faltaba era toparse con criaturas de otros planos.

Glinthalas no había soltado el arco en ningún momento, sabía que pronto lo necesitaría y la ocasión apareció antes de lo esperado. O no, estaba preparado. Lo suficiente para que cuando aquel hombre de aviesas intenciones comenzara a hablar, él ya se encontrara cargando eficientemente su arma. Apenas si había acabado de cerrar su boca el líder de los enmascarados y había comenzado a esperar la respuesta del grupo cuando la flecha ya surcaba el aire hacia él. Un rotundo y mortífero "No".

Su ataque había fallado mas su intención no. Habían logrado espantar al goblin y eso era todo lo que necesitaban para continuar su huida, no había necesidad de repetirlo en voz alta cuando ella encaraba impetuosamente la marcha. Permaneció con su estoque y látigo enrollado en cada mano. No había mucho tiempo para ponerse cómodos.

Para añadir más molestias, la nueva interrupción de tres saqueadores volvieron a generar un ceño fruncido en la ya no tan paciente expresión de la noble. Esto comenzaba a parecer sospechosamente orquestrado... Una total falta de respeto, o un triste intento de eliminar un eslabón de su familia. No sería perdonado.

- ¿Acaso exiges todas las riquezas de Kalaman? - Le recalcó, como si su exigencia fuese un total ridículo. Todo lo que ella tenía y le pertenecía por derecho, iba mucho más allá de lo que ese mendigo bandido pudiese siquiera soñar.

Apenas habiéndose detenido por un segundo, Briand continuó su trote, para nuevamente extender su brazo izquierdo y darle un latigazo a sus pies como una nueva advertencia, a falta de un ataque con mayor precisión hacia sus brazos. - No tienes idea de con quién hablas. - Fue su sentencia. No se arrodillaría ante esa muchedumbre. Debían reconocer su lugar.

Kylian observó como el jefe caía atravesado pr la flecha de Glinthalas. Sin duda la maestría elfa en el manejo de los arcos era mas que conocida en todas las leyendas y relatos de Kryn. Por su parte Lowen avanzó con paso seguro hacia los esbirros encapuchados y Lluvia lanzaba pedradas encantadas contra aquellos maleantes. Estaba claro que necesitaría comprar armas a distancia antes del  próximo enfrentamiento.

Escudado en su fe y blandiendo su bastón para desviar las flechas cargó hacia el esbirro más lejano con la intención de dejarlo inconsciente de un trompazo en la cabeza. Tenia mucho que contarles aquel mal nacido sobre el repentino ataque a la aldea.

Sus ojos se abrieron un poco, al ver que la advertencia de quién confirmó con un vistazo, era Glinthalas, había sido mucho más letal y severa. Definitivamente era mucho más que un simple guía... Bastante... Despiadado. Si bien bandidos o cultistas, aún parecían humanos para ella.

Comenzó a continuar con su carrera, no mucho después de ver al clérigo cargar con la misma valentía y su bastón en mano. Eso la hizo frenarse a mitad de marcha. Por lo visto, esos maleantes aún no tenían intenciones de desistir... Con un pequeño giro en su trote, buscó rodear por cierta distancia a aquel ballestero, para nuevamente azotar la mano de su ballesta tan duro como para obligar a soltarla. El mensaje debía ser más claro esta vez.

-  Retírense. No os lo vamos a repetir. - Fue su contraorden junto con el látigo, con la misma tenacidad sino más que su difunto líder, hacia los restantes malhechores.

-Tranquila, Tranquila... Sabes que no dejaré que te pase nada malo- Esos bandidos habían lastimado a la pobre Duna y Lluvia hacía lo posible por mantenerla bajo control. Además de eso el aldeano herido había caído al suelo y parecía que ya no podría levantarse por su propia cuenta. Sufrimiento. Una vez consiguió que su compañera de viaje se calmara un poco la palmeo amistosamente el lomo. -ak'is- Le susurró mirándola a los ojos e inevitablemente una lágrima recorrió su mejilla al comprender su sufrimiento. 

Entonces se agachó para colocar su mano sobre la herida sangrante del moribundo aldeano que estaba en el suelo. -Espíritu de la vida, toma parte de mi tristeza y calma a los que sufren... sahanahráy iiná- Humedeció su mano con las lágrimas que recorrían sus mejillas a la vez que un tenue resplandor se manifestaba, transfiriendo una energía reconfortante y cálida que renovaba sus fuerzas. 

-Eres afortunado, el espíritu de la vida te ha rescatado- Le dijo al hombre que miraba a la mística Que-Shu sorprendido por lo que acababa de pasar. -Ahora necesito que me ayudes con Duna hasta que lleguemos al refugio, ahora puedes caminar por tu propio pie- Le cedió las riendas de Duna al hombre mientras se incorporaba y miraba de lado a lado, bandidos y la Horda goblin a la distancia.

Una flecha sale volando desde mi espalda e impacta mortalmente en el líder de los saqueadores. Sus compañeros responden con rabia con dos tiros de sus ballestas, uno consigue impactar en Duna, la mula de Lluvia, y el otro proyectil falla al ser esquivado por Glinthanas.

Continúo avanzando hacia ellos y comienzo a acelerar hasta alcanzar la máxima velocidad que mi armadura me permite.

Maldición, ¡quitaos de en medio! ─maldijo para sí el elfo apretando los labios

Sus compañeros se lo estaban poniendo difícil, interponiéndose a cada instante para enfrentarse en el cuerpo a cuerpo. Así era muy complicado acertar a esos cultistas de medio pelo. Pese a todo, Glinthalas se esmeró. Al fin y al cabo acababan de atentar contra su vida. Por fortuna el juego de piernas del elfo era más que suficiente para esquivar una de aquellas flechas.

Los humanos, en general, eran pobres tiradores. Los elfos, por contra, solían ser muy buenos. Más allá de las limitaciones físicas (los elfos, casi cualquiera de ellos, eran más gráciles que los humanos) estaba el detalle de pasarse décadas practicando para poder defender sus tierras. Muy pocos humanos dedicaban tanto tiempo al arte de la arquería.

Y, desde luego, sus compañeros de padecimientos actuales no tenían ni idea de cómo trabajar en equipo con arqueros. Si tenían que llegar al cuerpo a cuerpo, no habían formado una barrera protectora, esperando a que fuera el enemigo el que maniobrara, ni habían atacado en grupo contra un enemigo, superándolo en número y dejando un blanco fácil para los arqueros. Simplemente no sabían sacar partido a contar con arqueros en el grupo.

Tal vez debiera ser Glinthalas el que les enseñara...

Claaaaaro, hacerte cargo de unos humanos de vidas efímeras, qué gran idea ─pensó para sí, pero sólo era un mecanismo de autodefensa.

Glinthalas ya había sufrido suficiente como para encariñarse de nadie. Si volvía a cometer esa estupidez padecería otra vez más... Y, por supuesto, incumpliría con sus propias recomendaciones. Sólo hacía falta que mantuviera con vida a aquel simpático grupito. Ya les estaba cogiendo cariño...

—Grr... —gruño después de recibir un golpe del salteador. Su golpe, conducido por la rabia, había conseguido atravesar mis defensas y aunque impactó en mi armadura, el daño traspasó hasta mi hombro. A mi lado puedo ver como entre un golpe de Kylian y otro flechazo certero de Glinthanas acaban con el otro salteador.

Aprieto los dientes, tratando de ignorar el dolor y lanzo otra ataque más al último enemigo que queda en pie con la esperanza que sea el definitivo y podamos continuar el camino.

El sabor de la sangre era metálico, sus dientes estallaron en una oleada de dolor mientras aquel maldito sectario de alguna deidad malvada lo golpeaba, para morir instantes despues atravesado por una flecha. No debía dejarse llevar por las ansias de venganza, trató de estudiar de nuevo el campo de batalla, valorar la amenaza y echar un vistazo atrás para saber como estaban Lluvia y el resto de aldeanos. Al parecer estos podrían seguirlos hasta los muros del castillo. Pero seguía habiendo una amenaza a la que hacer frente.

Avanzó un paso, volvió a poner su arma, símbolo de la experiencia del camino, de la sabiduría de la vejez y  de la libertad de elección y trató de golpear con el a su enemigo, dando una vuelta completa para atacar de nuevo con el otro extremo. Sin embargo, mantenía muy presente que necesitaría esos extraños símbolos, y toda la información que pudiera llevar aquel maldito saqueador y su líder encima.

Acabemos con esto cuanto antes, debemos refugiarnos en el castillo.

De nuevo, remarcando lo obvio, clamó al cielo. A la espera de que los Dioses les tuvieran preparado un destino más digno que morir en aquella batalla.

Nuevamente, otro flechazo devastador había acabado con la respiración de un segundo maleante. Aquello le impresionó un poco, esos proyectiles no habían sido dirigidos a sus manos o sus pies para detenerlos, parecían clavar directo en sus puntos vitales, a matar. Aún siendo hombres de mal... Seguían siendo hombres.

La orden de Kylian le parecía la más sensata, y por su parte seguía haciendo lo posible por quitarse ese obstáculo de encima. Volvió a reunir el látigo en su mano de un tirón, para nuevamente realizar un azote y esta vez con mucha más fuerza y firmeza hacia la mano del encapuchado. Tal vez lo lastimase un poco, pero si no lo hacía y dejaba claro podía terminar acabando mucho peor. Con suerte fuere lo suficientemente doloroso como para hacerle soltar su arma y sed de combate.

- Llévatelos y vete ahora. Su insistencia es fútil. - Fue su última y rígida sentencia hacia aquel individuo, esperando obedeciese. - Nosotros tampoco deberíamos perder mucho tiempo... ¡Vamos! - Intentó alentar a los demás, en especial quienes estaban más atrasados al fondo. No debían olvidar que escapaban de una amenaza mucho mayor, y ella encararía la marcha si hiciera falta.

Las palabras de Briand, instando al bandido a rendirse y marcharse, mueren en sus labios cuando, con un gruñido de rabia, Lowen contraataca abriendo en canal a su atacante. Las tripas del desgraciado se desparraman, humeantes, sobre sus botas y cae al suelo, sin vida incluso antes de derrumbarse del todo.

Algo aturdido por el golpe recibido, Kylian intenta asegurarse de que quejoso enemigo no se levantará nunca más después del flechazo de Glinthalas. Sin embargo, cuando trata de golpearle en la cabeza con su bastón, tropieza con el cuerpo tendido del enmascarado y termina cayéndose de culo sobre el barro. Más avergonzado que dolorido, el clérigo de Gilean gatea por el suelo tratando de desvalijar a los caídos.

Arrugando la nariz con desagrado, la noble de la Casa Le Besco da la espalda a la escena y reemprende la marcha hacia el puente, consciente de que los goblins pueden caer sobre vosotros en cualquier momento.

—Uh... —comento con cierto asco, sacudiendo mis pies tratando de quitarme los restos de tripas del saqueador que seguían en mis botas. Quizás me había excedido en ese último ataque, había atravesado completamente al pobre hombre sin excesiva dificultad. Y ahora estaba todo el suelo cubierto por sus restos, por suerte la lluvia continuaba cayendo con fuerza y poco a poco el agua fue limpiando semejante estropicio.

—Vamos, tenemos que continuar —les comento al resto, especialmente a los aldeanos que continuaban junto a las mulas.

Kylian aprovechó su cómica caída, en la que por suerte no se hizo daño, para inspeccionar los cuerpos de los caídos. No es algo que me agradase demasiado, el robar a los muertos, pero si encontraba algo con lo que descubrir su identidad quizás nos pudiese servir en el futuro.

—No te entretengas demasiado, Kylian. La horda está al caer —le digo mientras me pongo a su lado escudo en mano mirando hacia el camino por el que veníamos. No podía ver a los goblins desde mi posición, pero estaba seguro de que no tardarían en llegar y no quería dejarlo solo por si acaso. En cuanto terminase, correríamos juntos para ponernos a salvo.

Realmente estaba muy verde en cuanto a combate real, sin duda la experiencia resultaría más aleccionadora que estudiar manuales de batalla. No se podía aprender a luchar en un libro, por desgracia. Por ello el camino sería un maestro inflexible pero impagable. Tras registrar las vestiduras de los restos destrozados del primer esbirro tomó los símbolos del cuello mirando de no tocarlos directamente por si realmente estaban bendecidos por el poder de alguna deidad. Rebuscó en su túnica y se arrastró hasta el líder. Tomó su máscara y rebuscó entre sus ropajes. A diferencia de sus compañeros el no tenía tantos remilgos en respetar el cuerpo o el honor de sus atacantes, y eso le permitiría quedarse con todo cuanto cayera en sus manos. Luego compartiría el botín con Glinthalas, un silvanesti no tendría problemas en aceptar el botín de unos saqueadores humanos. Y por Gilean que merecía más el botín que él, aunque fuera para comprar más flechas.

Además, con suerte habría algún indicio que les ofreciera una luz sobre el motivo del ataque o el origen de los atacantes. Sin duda había magia involucrada por como se había levantado la tormenta como un manto oscuro cubriendo Bellería. Y era su deber averiguarlo.

Tras rebuscar entre los muertos se levantó y empezó a avanzar hacia sus compañeros. Luego ya apretaría el paso de ser necesario. Pero lo primero, era lo primero.

- Poned los aldeanos a salvo, cuando pueda os daré alcance.