Partida Rol por web

El sonido de las hélices se hizo violento cuando el helicóptero comenzó a separarse del límite del muro de la azotea. El único secuaz que quedaba subió a El Apache... pero no sería el único pasajero. Yuri se colgó en las barras fijadoras que servían de reposapiés para subir al helicóptero.

Pero su acción, impulsiva y suicida tuvo sus consecuencias. El falso pegaso disparó contra el insensato agente que abordaba el helicóptero.

- ¡Cuidado,Gabagh!

El impacto dio en un costado de Yuri que gimió de dolor. A pesar de todo, seguía agarrado al helicóptero.

Kelce tragaba saliva al ver como su puntería no tenía éxito; Kiselev, muy herido, hacía lo que podía; y Williamson comenzaba a salir detrás del muro.

El impacto de la pistola fue suficiente para que el cubano soltara su agarre. Se precipitó hacia hacia el vacío sintiendo la impotencia de no haber podido llevarse consigo al cabrón.

Ivan seguía tirado en el suelo viendo impotente como los terroristas se escapaban en el helicóptero a pesar de los intentos de Yuri por detenerlos. El fusil del estonio se ecurrió entre sus manos y, en una última y alocada temeridad cogió la glock y apuntó directamente al piloto, o al menos eso era lo que pretendía.

Convencido de que Gabagh se iba a salir con la suya, Ivan ni siquiera se fijó en si había acertado o no.

Por un momento me pasa por la cabeza lanzar una granada al helicóptero, pero lo descarto en seguida por el riesgo que eso conlleva, así que disparo con la intención de alcanzar al piloto, pero vuelvo a fallar.
Esos cabrones parece que al final se van a salir con la suya

La lluvia, el dolor y la impotencia comenzó a nublar la visión de los agentes, que veían como su última oportunidad de parar a Gabagh y sus secuaces se esfumaba. Kiselev y Kelce se incorporaban disparando al aire, desesperados y malheridos, esperando dar con ellos, pero sin éxito. Yuri se precipitaba al vacío tras fallar en su maniobra y Williamson, impotente, no podía hacer otra cosa que cubrirse tras la esquina que la protegía: no podía enfrentarse a tres enemigos sola.

Las hélices se batían en el cielo entre la noche, disipando cualquier esperanza si la hubiera. El rostro de Gabagh se perdía en la noche con una sonrisa triunfadora y malévola. La azotea se iba quedando en silencio y solo se escuchaba vagamente el aullido de sirenas de ambulancia y policía que rodeaban el edificio.

- ¡Grupo Dauro, evacúe inmediatamente el edificio, es una orden! - la voz de central hizo reaccionar a los agentes.

Los agentes, a pesar del estado de dolor y desolación, se activaron inmediatamente dejando sus sensaciones a un lado y dejando paso a su instinto de supervivencia. Rápidamente, colgaron los arneses de las esquinas de la azotea en una situación a contrarreloj.

El líder terrorista hizo unos gestos al falso pegaso, haciéndole un gesto con la mano para pedirle algo. El falso pegaso, le entregó uno de los detonadores.

- ¡Protocolo de evacuación, protocolo de evacuación! - se podía escuchar a Central por la radio, dando órdenes a todos los cuerpos de seguridad que tenían la zona acordonada.

Un estallido de megáfonos y gritos de ciudadanos se escuchaba mientras los agentes descendían. La zona, bien asegurada, tenía a los rehenes y demás efectivos a salvo a distancias prudenciales. El corazón de los SWAT se aceleraba por momentos, sintiendo la adrenalina en sus venas. A pesar de la decepción de no haber podido parar a Gabagh, habían cumplido con salvar la vida de los rehenes que se encontraban en el Gran Avenida.

- ¡Vamos, vamos! - le indicaban ya una vez abajo varios agentes armados que los esperaban en varios quads, invitándolos a subir a los vehículos para evacuar la zona más rápidamente - ¡Arriba, tenemos que salir de aquí!

Las motos rugieron con fuerza. Pero a los pocos segundos... una explosión levantó el Gran Avenida con una infierno de llamas y humo. Los quads se levantaron por las ruedas traseras por la onda expansiva, desequilibrando a los vehículos y realizando varias eses antes de volver a recuperar el control de las mismas.

A lo lejos, El Apache pilotado por los secuaces de Gabagh, se perdía en la noche, cada vez más y más. Desde una zona segura, varias ambulancias y agentes de todos los rangos se acercaban a los supervivientes del Grupo Dauro, tratándolos con velocidad con todo tipo de pruebas y preguntas para comprobar el estado de salud. Una sensación de desmayo se hizo con ellos, pues después de tanta tensión, sus cuerpos se relajaron sabiendo que estaban fuera de peligro.

En una de las ambulancias cercanas, una camilla llevaba un cuerpo: Yuri. El agente parecía con vida, aunque muy herido. Repleto de aparatos respiratorios y varios cuerpos de médico cercanos, los técnicos hacían lo posible para salvar la vida del agente.

Tras unos momentos de caos y confusión, el Sargento Smith llegó con rostro afable.

- Enhorabuena, Grupo Dauro - dijo asintiendo, en señal de conformidad con el resultado -. La prioridad era la salvación de los rehenes, y aquí están, sanos y salvos. Lamentamos la pérdida del agente Evans, una noticia, sin duda, más que dura para todos los que formamos este equipo. Pero terminó sus días haciendo lo que más quería y sé de buena mano, que volvería a infiltrarse de nuevo en ese museo si se lo hubieran pedido - hizo una pausa mirando al suelo y volvió a intercambiar la vista con los agentes -. Entiendo que puedan tener una sensación amarga por no haber capturado a Gabagh, pero esto no es el final. Agarraremos a ese terrorista y a todos los que están de su lado. Pero ahora, deben recuperarse y descansar. Todos estamos muy orgullosos de ustedes, y ustedes deben de estarlo también. Descansen, mañana será otro día.

El Sargento Smith se giró y una avalancha de luces de flashes y alboroto se amontonó tras los cordones que acotaban la zona, fotografiando a los agentes. Las sirenas y los camiones de bomberos se apresuraban a controlar el fuego del museo. 

- Nos encontramos en las afueras de lo que era el museo Gran Avenida, donde un grupo de SWAT, el Grupo Dauro, han arriesgado sus vidas para salvar a todos los rehenes enclaustrados bajo el terror del líder terrorista Jad Gabagh. Los agentes Kelce, Williamson, Kiselev, Evans y García, fueron los encargados de infiltrarse en el museo... - se podía escuchar a una reportera que les daba la espalda con un gran cámara delante enfocándola a ella y a ellos alternativamente.