Partida Rol por web

La energía estática de la base, pese a estar acostumbrada a ella, zumbaba en los oídos de todos, mientras agazapados tras unas cajas de suministros a medio colocar, miraban aún sorprendidos hacia la puerta del Almacén Principal. Uno de los fluorescentes del techo, pese a haber apagado las luces, continuaba con un tenue brillo pulsátil, como resistiéndose a morir. Todo había ocurrido rápidamente: los disparos (de subfusil militar, como había notado aquella persona de seguridad), los gritos de sorpresa y de angustia, y el ruido de botas golpeando el suelo mientras aquellos asaltantes se desplegaban por la base desde el Módulo de Conexión Exterior, donde el Sargento Harris (mando de la Base), el Capitán Bullock (Jefe de Seguridad) y Alphonse Misner (uno de los Técnicos de Mantenimiento), habían acudido a recibir a los que todos daban por hecho que serían el relevo para la mayor parte de la tripulación.

Mientras el latido de los corazones y las aceleradas respiraciones daban ritmo al momento de descanso, con todos ellos, la persona de seguridad, la persona científica (parte del equipo científico dirigido por la prestigiosa doctora bióloga Elizabeth Mellows), la persona de comunicaciones y la persona de mantenimiento escondidos allí, tras haber huido a la carrera hasta el almacén, trataban (en susurros), de decidir como afrontar esa horrible y difícil situación, los gritos mas allá de la puerta cerrada se fueron difuminando.

Las piezas empezaban a encajar: hace 48 horas que se había cortado la comunicación con el exterior y 24 horas desde que a la Base llegó la señal de que el ascensor bajaba… Demasiada coincidencia, viendo lo que ocurrió al llegar este al fondo marino…

De pronto, un ruido a sus espaldas les puso en guardia, haciéndoles contener la respiración, pero antes de que ninguno de ellos llegara siquiera a moverse, la Doctora Mellows salió de detrás de uno de los paneles de alimentos: su rostro, lívido a la tenue luz de la pequeña linterna que portaba, parecía envejecido por el peso de la responsabilidad, pero el brillo enigmático de sus ojos no había cambiado un ápice, incluso había crecido aun mas, azuzado por la determinación, una determinación que quedó clara cuando habló con voz queda, con aquel pulcro acento británico:

—¡Han tomado la base! Necesito que me cubran para llegar al Modulo 505, he de destruir toda esa información antes de que caiga en malas manos… —dijo sin poder contener el dolor que le producía articular aquellas palabras, pues hablaba de destruir todo su trabajo, todos los avances conseguidos en aquellos meses por la Estación Subacuática Internacional.

Cerró los ojos, respirando profundamente, y cuando los abrió, sus ojos volvían a tener aquella determinación, e iban pasando alternativamente a cada uno de sus cuatro compañeros escondidos, esperando su respuesta…

Aun no tenia claro cómo la situación se podía haber puesto tanto en su contra en cuestión de minutos. Es que la seguridad exterior no había estado pendiente.

Fuera como fuera, no era momento para clamar por lo que ya había fallado, sino para buscar soluciones.

La estirada del laboratorio tenia razón, pero ahora mismo había un numero indeterminado de hostiles entre ellos y el laboratorio, y no tardarían en buscar al resto de la plantilla.

Siento decirle, que tenemos que informar de lo que esta pasando aquí. Puede que evitemos que obtengan lo que haya en su laboratorio, o puede que no.

Pero no debemos dejar que si salen de aquí puedan campar a sus anchas. Tienen otras ocho horas para salir de aquí con lo que obtengan, mas si somos capaces de mandar el ascensor arriba vacío.

Tiempo para que la caballería aparezca al rescate.

Echo un vistazo a mi alrededor. La luz no es precisamente una aliada, pero tampoco es una enemiga, aquella parte de las instalaciones eran las que mejor conocía, porque la sala comunicaciones era su lugar de trabajo.

Camino con todo el sigilo que pudo entre las cajas, y busco con la poca luz que había la puerta de comunicaciones. Luego volvió la vista atrás para ver si los demás la seguían o se marchaba ella sola.

Cuando las alarmas sonaron, Ludwig estaba en los laboratorios principales, terminando unas pruebas de cromatografía. Aquello lo dejó despavorido. Si bien, él estaba enterado de que aquella estación no era solo científica, sino militar, le parecía que en una zona tan remota, las posibilidades de que entraran en un enfrentamiento bélico eran demasiado bajas, por no decir nulas. Pero, en algunas ocasiones como esta, la realidad no corresponde con lo esperado, y este era el caso de la Estación Verne.

El rubio tardó unos momentos en asimilar que estaban bajo ataque militar, luego de los cuales se estremeció despavorido. Su primer instinto fue apagar la máquina de cromatografía y correr al punto de encuentro, que era la sección central. Ni bien hubo cruzado el área de acceso, tuvo que correr en dirección al almacén, tal como le gritaban los soldados. Ludwig estaba frustrado. Estaba en bata de laboratorio, sin un arma, y por supuesto, completamente desprotegido. 

Detrás de las paredes del almacén principal se encontró con un grupo de lo que parecían ser sobrevivientes. Todos estaban agitados, seguramente por haber corrido a refugiarse, al igual que él. Él no solía hablar mucho con ellos, pero podía reconocerlos por los departamentos a los que pertenecían. La chica era de comunicaciones, los dos hombres eran de seguridad y mecánica, respectivamente. Ninguno dijo nada mientras se ponían a resguardo. A sus espaldas se podían escuchar los disparos. Sin embargo, su pasividad se vio interrumpida cuando la Doctora Mellows hizo su entrada, haciendo aquella extraña petición. 

La primera en responder a esas palabras fue la chica de comunicaciones. Ludwig miró el nombre en su carnet, pero no logró leerlo del todo, solo su primer nombre: Emmanuelle. Frunció el ceño a sus palabras. ¿En qué estaba pensando esa muchacha? La ignoró y miró a la Doctora. Lo mejor era hablar de científico a científico.

- Doctora, no estará hablando en serio, ¿verdad? Todos los archivos y datos... no podemos deshacernos de ellos así como así. Al menos debemos sacar una copia de los mismos. ¡Son resultados de años y años de investigación! Por favor... debemos conservar al menos los datos más relevantes. Tengo mi pendrive justo aquí. Vamos por ello, y luego destruimos lo demás. 

Pero claro que esa era una idea descabellada. La cantidad de información allí contenida era demasiada. Seguramente no cupiera entera en la pendrive, y aún si así fuera, el tiempo que tomaría copiar la información al dispositivo era mucho mayor del que contarían para salir de allí con vida. Aún así, su corazón científico se negaba a dejar todo en el olvido.

- Por favor, doctora...

Miró a la chica a su lado con una mueca, ella parecía tener una idea de qué hacer.

- ¿Crees que podamos retrasar la entrada de los invasores? -Era su única esperanza de insistir en copiar los archivos.

Mike estaba en este momento apesadumbrado, pues como oficial de seguridad había fallado en su labor. Que un grupo de malhechores se hubieran infiltrado dentro de una base de tanta seguridad era una mancha en su expediente, una que intentaría arreglar si le era posible.

En el momento de los hechos se encontraba recorriendo los pasillos a ritmo de marcha. Este lugar no era muy grande, y le gustaba más correr que hacer pesas en el gimnasio. Así que la única forma de mantenerse en forma era recorrer el lugar a la carrera, razón por la cual ostentaba una mancha de sudor evidente en su camiseta.
Había logrado guiar a un pequeño grupo de supervivientes hacía aquí, pero tarde o temprano revisarían las cámaras de seguridad o sencillamente iniciarían un registro del lugar. Si tenían que hacer algo era precisamente ahora.

- Doctora Elizabeth Mellows, soy el agente Murphy de seguridad. Puede contar con mi absoluta colaboración al respecto de su petición.

Y Mike Murphy se tocó la pistola, una Glock 17, que llevaba en la cintura. Y comprobó que tuviera encima, no era gran cosa pero podría ser útil llegado el caso.

- Encima tan solo llevo mi pistola, tres cargadores, un taser, una porra y unas esposas. Tendrá que ser suficiente para esta misión.

Sergei estaba estupefacto, como habían podido permitir que nadie penetrara en aquel lugar. Si la instalación estuviera ubicada en las inmediaciones de nuestra madre Rusia, nuestro líder no hubiera permitido que esto ocurriera. Negó con la cabeza sacando sus pensamientos de la cabeza y regresando a la realidad. Ya habría tiempo para pensar en Vladimir cuando hubieran solventado la situación.

Miró al científico, a la técnico y al de seguridad. Al menos uno de ellos iba armado. Que fuera el americano no era lo que más le gustaba. Pero mejor eso que nadie siempre y cuando no comenzaran a pensar que los rusos comunistas eran los enemigos.

- Crreo que ya me conocen todos. Soy Sergei Kozlov. - Los miró y puntualizó para los que o bien no habían coincidido con él o bien no se habían interesado demasiado por su papel en la estación - Mantenimiento - 

Se acercó al americano y a la científica. - También estoy a su disposición para ayudarr en lo que sea posible. - Entonces recapacitó sobre lo de destruir la investigación. Preguntar sería absurdo, no le dirían nada con total certeza. Ni siquiera tenía autorización para entrar para realizar las tareas de mantenimiento.

- ¿Porrque envíar el ascensor vacío si podemos salir en él nosotros? - Preguntó repentinamente. - No se lo que estaban investigando señorrita, pero si hay que destruirlo es que no era nada bueno... 

En la sala de [1] Conexión Exterior cuando se abrió el ascensor salió un comando de asaltantes vestidos con kevlar y máscaras al más puro estilo SWAT. Los comandos son soldados que integran una unidad de operaciones especiales y que están entrenados para realizar operaciones tras las líneas enemigas. Adiestrados de forma específica para situaciones de alta seguridad y como tropas paracaidistas, aerotransportadas y anfibias.

Nada más abrirse las puertas del ascensor, al Capitán Bullock le cambió la cara a un estado de pánico. Reaccionó rápidamente sacando su arma reglamentaria, pero ya era tarde y eran demasiados.

Se produce un tiroteo en el que es herido gravemente y los tres son capturados (Bullock, Harris y Misner). Los disparos resuenan por toda la base alarmando al personal.

—¡HIJOS DE PUTA! —dijo escupiendo al suelo el actual Director de la Estación Verne.

Así se las gastaba aquel hombre que era duro como él solo, no parecía sentir ningún tipo de temor a nadie.

Misner cabizbajo sin articular palabra ni hacer nada se resigna a su captura junto al imponente Director Harris.

En otra parte de la Estación Verne el Doctor Monteros oyó los disparos.

Esto le ocasiona un estado de preocupación.

Mientras en el [5] Almacén Principal aquellas cinco personas conversaban, había pasado el tiempo suficiente para la eficacia de aquel comando que denotaba pasos ágiles retumbando por el complejo y cuyos sonidos se acrecentaban en la [2] Sección Central hasta hacerse más audibles a la entrada de donde estaban.

Era evidente por el sonido de los pasos acelerados que más de una persona iba a entrar donde se hallaban los cinco.

—¡Típico de los franceses, no me sorprende! —espetó airada a las palabras de Emmanuelle Pichon.

La observó quieta como se movía entre las cajas como si fuera su jefa hasta pararse cerca de la puerta de comunicaciones, cuando lo cierto es que no lo era en absoluto por lo que no la siguió haciéndola parecer rídicula.

Después escuchó las palabras del alemán Ludwig Schnitzler (un subordinado suyo) más reflexivo, pero pasó al polo opuesto sin decir absolutamente nada, se mostró fría como el témpano delante de él sin responder ni un ápice la prestigiosa bióloga, desde luego que aquella eminencia era una mujer de muy difícil trato.

—¡En marcha agente Murphy voy detrás de usted! —respondió directa como una serpiente a la yugular, aquellas palabras escuetas del hombre confirmadoras eran las únicas palabras que esperaba escuchar de los cuatro desde un principio.

Después de escuchar al último integrante el ruso Sergei Kozlov, la Doctora Elizabeth Mellow iba a ordenar (más que decir) algo cuando sobresaltada se percató por el sonido característico de botas militares que varios hombres armados estaban a punto de entrar allí. La doctora con enorme rápidez (pues disponía de mucha agilidad) sin mediar palabra dejó en un visto a los cuatro allí parados como auténticos peleles maniquíes, porque se había trasladado como una gacela a esconderse la primera tras una de las cajas y trató de no moverse ni un milímetro sin hacer ruido conteniendo la respiración.

Sergei recordó como de joven jugaba con su padre en las frías laderas de las montañas cercanas a su ciudad natal. Todo ese tiempo jugando, ocultándose entre los nevados árboles. La clave era no ocultarse detrás de un árbol o un seto nevado. La clave era meterse dentro de la nieva, ser parte de ella y hacer el frío de la situación tu aliado.

- Escondeos - Dijo en un surro 

Dio un rápido vistazo que precedió a dos grandes zancadas. Cualquiera diría que con su voluminoso cuerpo tendría difícil buscar un sitio en el que esconderse y pasar desapercibido. Sin embargo para cuando quisisteis daros cuenta, donde antes estaba el técnico de mantenimiento ruso ahora solo había una sombra, la que proyectaban las cajas de la sala iluminadas por la tenue luz del lugar... 

La agente Pichon, hija de un oficial de ejercito y una maestra de escuela secundaria, se había criado en los alrededores de Burdeos.

El divorcio entre sus padres hizo que se criara con la rama materna de la familia, donde había matemáticos y científicos que la animaban a superarse cognitivamente.

Después de graduarse en la escuela secundaria con excelentes notas, decidió no cursar una carrera universitaria y sorprendió a familiares y amigos uniéndose a los cadetes del ejercito a los 16 años.

Aquella precoz e inteligente mujer, no eran de las se quedaban absortas tras una formula matemática. Quería retos a superar, mental y fisicamente.

Ahora, en las profundidades ignotas del océano, decidió poner en practica lo mejor que pudo su formación militar básica.

Al suelo.

Fue lo que pensó, y lo ejecuto tan rápido como pudo. En apenas una fracción de segundo su cuerpo estaba en el suelo. Repto en silencio oliendo cada palmo del metal sobre él que estaba tumbada.

Respiro lento, muy lento. Y se encogió tras un grupo de cajas. Si venían por la derecha, podría pibotar a la izquierda, y al revés sí lo hacían de otro modo.

Solo la pillarían si peinaban la sala de manera uniforme.

Ludwig no era un hombre muy dado a la acción. Él era una persona reflexiva, y la llegada del escuadrón le tomó desprevenido. Intentó ponerse a resguardo, como todos los demás, pero los nervios le traicionaron a último momento y terminó tropezando con una de las cajas del almacén, quedando en evidencia. 

Al instante, las linternas de los uniformados iluminaron su faz, irritando su vista y causando que este, de forma inconsciente e instintiva levantara sus manos en señal de rendición. Miró de reojo a las personas escondidas. Si había sido descubierto, lo menos que podía hacer era actuar como cebo para ocultar a los demás. 

- Eh... yo... me rindo... me rindo. 

Dijo, caminando tembloroso hacia el escuadrón tipo swatt. Al menos podía intentar distraerlos.

El agente Murphy se percato de lo que estaba pasando, los sonidos de esas pesadas botas al caminar resultaban ser muy familiares para él. Rápidamente hizo un gesto con un dedo que venía a indicar silencio y se sitúo en un lugar oscuro del almacén. Aún encendiendo la luz seguiría oculto, pero desde esa posición podía apuntar hacía la puerta.

- Increíblemente el primero en reaccionar había sido el robusto ruso Sergei que no era una sílfide como Mellows para andar moviéndose cual gacela con presteza. Quizás por su constitución no podría ser un tigre del Caspio o leopardo de Amur en sus tierras natales, pero sin duda era un verdadero Ovis nivicola u oveja de las nieves del noreste de Siberia. De dos zancadas se fundió con el paisaje de las cajas que allí había expuestas como el mamífero con las rocas descubiertas de nieve por sus antojos de extrañas verticalidades.

- La segunda en aquella discordia fue la francesa Emmanuelle que sin embargo fue muy pilla al reptar por el suelo cual Microtus gerbei o topillo pirenaico del mismo Burdeos y sus aledaños donde había pasado su infancia.

Pero también podría ser un Arvicola sapidus o rata de agua de las mismas aglomeraciones de Burdeos por las profundidades rodeadas de agua en las que ahora mismo se encontraba con sus compañeros.

- Como tercera reacción en cadena nuestro bien entrenado y ágil americano Mike como un Procyon o mapache de su continente prefirió la oscuridad de los recovecos de un árbol gigantesco de los bosques norteamericanos y se encaramó entre cajas a oscuras como si de un árbol gigantesco del Nuevo Mundo se tratase, allí oculto espectante en su escondite mirando para no perder detalle alguno.

- El pobre alemán Ludwig no era siquiera mamífero salvaje, tan solo un simple humano de ciencia que se había quedado pasmado con una doctora eminencia de su rama profesional que lo ignoraba como se ignoran las hormigas de cualquier parte del mundo y que sin saber moverse muy bien había tropezado con una caja, era más bien un caracol con su pendrive y su bata a cuestas.

Salvo las palabras de Ludwig allí no se escuchó nada más por parte de nadie y solo observaron algo Mellows, Sergei y Mike.

En todos aquellos segundos que parecieron horas quizás en el palpitar de alguno de los presentes, solo se escucharon como todos los pasos se alejaban de nuevo por la misma [2] Sección Central por la que habían venido.

Parecía que el resto estaban a salvo... de momento.

Eran dos soldados tipo swat muy armados y solo uno de ellos te había apuntado todo el rato, pero dejó de hacerlo al rendirte para cogerte de un brazo y tirar de ti volviendo sobre sus pasos a la [2] Sección Central. Mientras, el otro soldado estuvo apuntando a todos lados para después cubrir la retirada por detrás al atravesar los tres la puerta de nuevo.

Aquello era una gigantesca plaza de cinco salidas a los lados, pero para nada estaba vacía sino más bien al contrario tenía muchas cosas en medio donde cualquiera un poco listo podría esconderse tras una cobertura, claro que cualquiera menos Ludwig quizás valía para eso.

Estaba claro que lo mejor era no oponer resitencia a dos soldados, pues él no era un hombre armado y mucho menos de acción intensa contra soldados. ¿A dónde lo llevaban?

Entonces Ludwig quizás estaba pensando, intentaba hablar de alguna forma con sus captores o estaba mirando algo; lo que fuera que estuviera haciendo en este momento sus compañeros atrás en la otra sala ya no lo sabían.