Partida Rol por web

Liselot te despierta y se va a dormir. Es tu turno de hacer guardia. Unas pocas horas. Eso es todo. Unas pocas horas y ya puedes despertar a Brant para que se encargue del último turno. Sin embargo, el sueño te empieza a ganar la mente. Tal vez el vodka de Artemi también tiene la culpa. Intentas caminar, mantenerte atenta, pero te cuesta. Los párpados te pesan. Tu cuerpo se relaja. 

Estás unos cinco metros alejada de la hoguera, parada, vigilando, somnolienta, cansada. Giras la vista. Frente a ti están durmiendo Brant, Liselot y Artemi. De pronto sientes un cosquilleo en la nuca. Es Tupac, el lobo de Liselot, que te está olfateando.

Pero hay un par de problemas. Tupac no es tan grande como para olfatearte la nuca mientras estás parada. Además, Tupac está durmiendo junto a Liselot. Hay una criatura desconocida con el morro a escasos centímetros de tu nuca, olisqueando.

Te vas a dormir y dejas a Ethel y Tath hacer sus respectivos turnos de guardia. El calor de la hoguera aleja el frío y te invita a descansar. Dormir sobre la tierra es incómodo, pero estás acostumbrado. Después de todo, esto es lo que hace un cazarrecompensas. Durante unas horas tienes un sueño ininterrumpido y reparador.

Tu tiempo como soldado fue breve pero algunas costumbres quedan. Todos los soldados aprenden a dormir como un leño y despertarse ante el menor sonido. Eso es justamente lo que te sucede ahora. Unos gruñidos y unas pisadas te despiertan. Todavía no es tu turno de hacer guardia, pero un rápido vistazo a la posición de la luna te indica que falta poco para que lo sea. Cerca tuyo están durmiendo Ethel, su lobo y Artemi. Un hilo de baba cae de Artemi mientras ronca ruidosamente. Ni siquiera se calla cuando duerme.

Tatyana está a unos cinco metros de distancia, parada, mirando hacia la hoguera. Detrás de ella hay una enorme criatura olfatéandole la nuca, de unos dos metros de alto y tres de largo. Ella parece saber que tiene algo detrás, pero todavía no ha reaccionado. La hoguera ya no brilla con tanta intensidad y no alcanzas a ver qué es aquella sombra que acecha a tu compañera.

Después de compartir un rato en la hoguera con sus compañeros y Artemi, Liselot se encargó de la primera guardia, así que Tatyana aprovechó esas horas para dormir.

El segundo turno le tocaba a ella, así que cuando su compañera la despertó, se dirigió al lugar de donde venía ella. En un principio se mantuvo sentada, pero parecía que el alcohol y la cena seguían haciendo estragos en ella. Cada vez se sentía con los párpados más pesados y de vez en cuando daba una pequeña cabezada. Sacudió su cabeza y se puso de pie. Daba un par de vueltas mientras vigilaba y se daba alguna torta en la mejilla para ver si así se despertaba. Parecía que había funcionado y se volvió a sentar, mirando el sendero. Acabó quedándose dormida.

Algó la despertó suavemente, un ligero cosquilleo en la nuca, un olfateo Tupac... pero se dio cuenta de que las dimensiones de aquella criatura eran demasiado grandes como para que fuera el lobo de su amiga Oh, mierda... ¿qué hago ahora? Si quisiera atacarme, lo habría hecho ya... Si le ataco, me atacará y si me muevo o grito no sé cuál será su reacción... Empezó a girar suavemente y muy despacio, intentando ser casi imperceptible para poder observar a aquella criatura.

Mientras Tatyana tiene a una bestia olfatéandole la nuca, puede ver que, frente a la hoguera, Brant está despierto. Aún no se ha levantado del suelo pero tiene los ojos abiertos. Está alerta y sabe que hay algo detrás de ella.

Al darte un poco la vuelta, ves qué es lo que tienes detrás tuyo. No es la cocatriz. Es un gigantesco oso negro. Gruñe un poco. Babea. Te mira. Está enojado. Está a cuatro patas y con el morro frente a tu cara. La luz de la hoguera es débil a esta altura de la noche y la bestia está envuelta en sombras. No crees que Brant llegue a ver qué es.

La referencia de Artemi al Imperio de Antongrado había provocado que una punzada de nostalgia golpeara al cazarrecompensas, recordando su anterior etapa y existencia. Por suerte este sentimiento no duró demasiado instalado en su corazón. Al menos veía que el hombre, aun siendo un charlatán de categoría, no le traería (excesivos) problemas; hasta algunos aspectos de sus historias estaban conectados por sorprendente que pareciera. Lo curioso que era el mundo y las interconexiones que se generaban sin darse uno cuenta...

Llegados los turnos de guardia, Brant durmió de manera medianamente plácida al amparo de la hoguera, a pesar de estar en un estado de duermevela continuo que le permitiera reaccionar a cualquier contratiempo que se avecinara. Quizá por ello fue el único del grupo que escuchó con claridad las pisadas, los jadeos y los crujidos de la hojarasca cerca de su posición. Aún medio a ciegas, mientras trataba de adaptar sus ojos a la luminosidad del entorno, pudo observar a una criatura de aspecto bastante grande detrás de la joven Tath, quien no parecía haberse dado cuenta aún de aquello. Por sus dimensiones y los gruñidos que emitía, bien podría tratarse de alguna clase de oso salvaje dispuesto a proteger su terreno... O tal vez estuvieran ante un reto mucho más peligroso. 

Tanteando su espada, que estaba justo a su lado, se irguió con lentitud y le hizo una seña a la chica de que iba a rodear a la criatura, intentando moverse con sigilo para atacar por sorpresa a lo que fuese que estuviera allí. Si daba una voz de alerta despertaría a todos, sí; pero probablemente no les diera tiempo a actuar antes de que aquel ser atacara primero. Debía encargarse él del asunto.

Aquel día estuvo lleno de instantes plagados de intensidad y Liselot estaba lidiando con su pasado, pero también con un presente con el que debía lidiar sin marcar precedentes. Pero no fue así, su necesidad de expresar y no dejarse pisotear por personas que la juzgan hizo mella en su corazón, entonces no quería agachar la cabeza y aceptarlo. No estaba dispuesta a ello porque era rendirse. 

Y con ese pesar se acomodó junto a su lobo, acurrucada con la frazada y el cuerpo del animal. Sólo que en el mundo de Morfeo todo era muy diferente, de alguna manera los sucesos comenzaron a mostrarse como si fuera una película que se repite con un objetivo en concreto. La escena era en Wickland, escalofriante al punto de que posiblemente la pelirroja estaría revolviéndose en el suelo debajo de la frazada.

Pero no todo quedó allí, el recaudador con aquellas flechas, el pedido de captura y finalmente su padre. Las lágrimas surgieron y despertó llorando, no quería que la vean así y se escondió entre el pelaje del lobo. Abrazada, triste y con una duda que podía ser una certeza. Su padre podía estar muerto. 

Al despertarte, ves a unos seis o siete metros de distancia una imagen perturbadora. Tatyana está parada frente a un gigantesco oso negro. El animal está a cuatro patas, gruñendo y olfateando. Brant se desliza hacia él para atacarlo por detrás.

Tatyana está parada frente a un oso negro babeante. Gruñe, se remueve. Está inquieto. Está furioso. Brant se desliza en medio de la noche con la espada en la mano. Da un rodeo, llega hasta el oso, levanta la espada por encima de la cabeza y la descarga violentamente sobre el animal, cortando pelaje, piel y músculo [1]. Del terrible tajo en la espalda del oso mana sangre a borbotones.

Aquello no asusta a la bestia. Ruge, y su grito termina de despertar a Ethel. Artemi, por otro lado, sigue perdido en el quinto sueño, roncando como si nada estuviera pasando. Instintivamente el oso ataca a lo primero que tiene frente a sí: Tatyana. Le lanza un mordisco a la garganta, alcanzándola de lleno, arrancándole un pedazo de cuello y matándola al instante.

O, mejor dicho, eso es lo que hubiera pasado si Tatyana no se hubiera apartado a tiempo, evitando una muerte segura. El oso grita de dolor. Se alza sobre dos patas, vuelve a estar en cuatro, se gira y se lanza contra Brant. 

Con todas las emociones a flor de piel, Ethel despertó de repente mientras intentaba secarse las lágrimas tras lo vivido en el sueño. El asunto es que de repente ella se vio en una situación en la que le costó entender al principio, había un inmenso oso de color oscuro atacando a sus compañeros, en especial a su amiga. Así que rápidamente cargó su arco y apuntó al animal, pero era de esperar que no estuviera muy certera que digamos. 

Aún así, el lobo se quedó a su lado porque no se movería sin una orden de su parte. Tendría que probar de nuevo porque no se quedaría así sin más, y volvió a colocar la flecha mientras se ubicaba con la punta para dar de lleno en el objetivo. Estaba claro que quería apuntar al pecho o cerca y por ello otra flecha fue a su destino. 

Tatyana se dio un poco la vuelta y pudo observar que aquello que la olfateaba era un gran oso negro. Notaba su aliento en su nuca, cómo la olisqueaba, cómo gruñía y cómo lentamente soltaba babas de su boca que se iban deslizando por la parte baja del cuello de Tatyana. 

Aquello le estremeció. No se movió y dirigió su mirada hacia la hoguera. Se dio cuenta de que Brant estaba despierto y la miraba fijamente. Vio cómo buscaba su espada y se levantaba lentamente. Le hizo una seña de que daría un rodeo y entendió que quería pillar a la criatura desprevenida. No sabía cómo comunicarle que le había entendido, así que lo único que hizo fue dirigir su vista hacia arriba y hacia abajo, como si hubiese asentido con la cabeza, aunque no tenía muy claro que la hubiera visto entre la oscuridad y la distancia.

Pasaron unos minutos que resultaron ser eternos para la chica hasta que de pronto escuchó un gran rugido de la bestia. Miró por encima de su hombro, Brant le había dado de lleno y le hizo una herida importante. Aquello enfureció más al oso y lanzó un ataque a Tatyana. La chica actuó rápido, se tiró al suelo y rodó, alejándose de la criatura.

Cogió su arco, cargó una flecha, apuntó y disparó. Hizo exactamente lo mismo una segunda vez. 

Brant, a pesar de sus buenas dotes para el sigilo, no consiguió atravesar de lado a lado al oso debido a su grosor y tamaño, por lo que, pese a provocarle una fea herida de la cual emanaba la sangre constantemente, este seguía enfervorecido y con sus instintos animales más despiertos que nunca. La joven Tath había tenido mucha fortuna de esquivar su mordisco o de lo contrario no lo hubiese contado.  

En ese momento de confusión, en el que los aventureros se movían de un modo atropellado al amparo de la tenue luz de la hoguera, el cazarrecompensas se preparó para acometer la embestida del oso, a quien recibiría como mejor sabía: luchando. Brant giró la muñeca para blandir su espada como un arma de defensa a la vez que sacaba de la parte trasera de su cintura su desgastada pistola, con la que apuntó al voluminoso cuerpo de la bestia. Exhalando un suspiro antes de disparar, accionó el disparador y una sonora detonación tuvo lugar, rompiendo la quietud de la noche. Sin darle tiempo a recuperarse, se lanzó a la carga con su espada por delante, buscando un ataque certero que terminara de una vez con la vida de esa mole de carne peluda.  

Tatyana erra sus dos tiros. El oso carga contra Brant, que prepara su pistola, apunta al animal y jala el gatillo. El proyectil se pierde en la noche. La bestia está a punto de arrollar a Brant, que hábilmente consigue maniobrar para no quedar en su camino al mismo tiempo que se lanza contra ella, espada en mano. El mandoblazo roza la superficie del oso, cortando de cuajo unos cuantos pelos pero sin hacerle daño. Con el ruido de la detonación de la pistola de Brant, Artemi empieza a desperezarse, justo a tiempo para ver cómo la segunda flecha de Ethel impacta de lleno en el oso [1]. El animal grita y vuelve a cargar contra Brant [2]. Cualquier tipo de tranquilidad que hubiera en el bosque se ha esfumado, y es probable que esto atraiga a alguien.

El oso se movía con más agilidad de la que hubiese deseado el cazarrecompensas y ninguno de sus ataques acertaron a impactar en su orondo cuerpo. Sus dos compañeras también trataban de disparar con sus arcos, sin demasiada fortuna a excepción de una flecha que se había alojado en el costado del oso. Después de haber esquivado su embestida haciendo alarde de buenos reflejos, optó esta vez por una doble estocada, porque cargar la pistola le llevaría unos segundos que no se podía permitir perder.

Sujetando la empuñadura de su espada con las dos manos y con firmeza, cargó contra el animal gritando para liberar la tensión y la adrenalina que recorría cada poro de su piel en esos instantes. Si todo iba bien, este ataque sería el definitivo. No debían darle opción a otra embestida.

Dios Tatyana, ¿qué te pasa? No das una... se reprimió a sí misma. Veía cómo Brant seguía luchando contra el oso y ninguno alcanzó a darse, probablemente debido a los nervios y a la oscuridad. La chica volvió a cargar el arco y decidió probar otra vez.

Su primera flecha pareció impactar en el oso, por lo que lo celebró cerrando su puño ¡Bien! Volvió a cargar y a disparar otra vez. Esa segunda vez, no hubo tanta suerte.

El combate estaba siendo muy frenético y con Brant en el medio podía ser un peligro el hecho de disparar sin darle en la espalda. Así que prefirió mantener el arco con la flecha apuntando en todo momento así en cuanto una separación surja entre el animal y su compañero, ella dispararía para intentar acertarle. 

Pero de alguna manera, se defendía muy bien y quizás, no necesitaría de su ayuda. 

Brant y el oso se abalanzan el uno sobre el otro. Hombre y bestia quedan frente a frente. Brant lo golpea de abajo a arriba haciendo que la sangre salte y por un segundo las gotas pueden verse a la luz de la luna. El oso se tira encima de él. El cazarrecompensas queda aplastado bajo enterrado bajo el pesado cuerpo de la criatura. Afortunadamente, a último momento logró colocar la espada entre ambos. El oso ha quedado ensartado y la punta de la espada de Brant asoma por su espalda, teñida de rojo.

El oso no está muerto pero agoniza. Tiene el morro muy cerca de Brant. Abre la boca y le muestra los dientes, preparando un último mordisco para matarlo. Brant se remueve pero no tiene forma de escapar, atrapado como está bajo el animal. Un instante antes de que sus fauces se cierren sobre él, una certera flecha de Tatyana se entierra en la sien izquierda del oso.

La noche vuelve a estar en calma.

—Hmpfmurgh —masculla Artemi mientras se levanta bruscamente del suelo, con el corazón latiéndole desbocadamente—. ¿Qué ha pasado? Válgame Dios, ¿qué es esto? ¿Brant? ¿Estás vivo? ¿Un oso? Mierda. ¿Qué hacemos ahora?

El combate había sido brutal y en verdad, se ganó el respecto de Liselot aquel hombre. Durante todo el rato, estuvo con su flecha apuntando al oso por si la situación se complicaba. Por suerte y gracias a la última flecha de su amiga, el oso cae redondo sobre Brant mientras Artemi preguntaba sobre la situación. 

—Nada, un oso con ganas de hacer amigos. Aquí estuvimos entablando relación y ahora hay que ayudarlo a salir que está atrapado. 

Y sin más, dejó el arco a un costado y fue a ayudar para que pueda liberarse de aquel peso. La piel del animal sería perfecta para la venta, pero no podía ponerse allí a hacer aquellas cosas, así que lo lamentó un poco. 

Brant había aguantado estoicamente ante la criatura, incluso cuando el aliento mortal de sus fauces le azotaba el rostro, en los últimos estertores de existencia de esta. Una vez el oso quedó inerte y sin hálito alguno de vida tras un certero flechazo de una de las chicas, él comenzó a arrastrarse por la hierba para librarse de la presión que suponía tener una mole bastante pesada encima de su cuerpo. Al final hasta le tendió una mano a Ethel para recuperar la verticalidad, mientras extraía la espada del animal y la limpiaba en su propio pelaje, jadeando. "Ha estado más cerca de lo que me gustaría. La próxima vez quizá no disponga de tantas oportunidades" —pese a que acabara de matar a una bestia salvaje, ya estaba reprochándose no haber sido más rápido y fuerte; era un aspecto innato en su carácter el de autoexigirse a superarse a sí mismo como medida para la supervivencia. 

—Tenéis suerte de que estuviera hoy aquí, de lo contrario ahora seguramente estaríais siendo deglutidas en el estómago de este —dijo con orgullo, señalando con la punta de su acero el cadáver—. Hemos causado mucho revuelo, no sé si esto atraerá la atención de alguien... o algo. Y con los restos tan frescos esparcidos por la tierra, no tardarán en llegar los animales carroñeros a esta zona. Deberíamos levantar el campamento y movernos más allá, a la espesura del bosque. Solo como una medida de prevención... —aseguró mirando en especial a Artemi, quien se había despertado justo cuando terminaba el espectáculo. Iba a ser de gran ayuda en los combates, sí.

Comenzando a caminar de regreso a la hoguera, envainó su arma, pero antes se detuvo un instante para susurrarle unas palabras a la jovencita del lobo en el oído.

—Se te da bien despellejar animales, ¿no? Decapita al oso y ensarta su cabeza en algún palo. Así si por un casual alguien nos sigue el rastro sabrá que no nos andamos con remilgos.