Partida Rol por web

"¿Arpias? eso si que no me lo esperaba" Pienso para mis adentros mientras me acerco a coger uno de los arcos. Al estar cerca cojo uno de los arcos y un carcaj y me equipo, y sin dudarlo un instante desenfundo la espada y me quedo mirando hacia arriba tratando de ver algo a través de la oscuridad.

ahora estaban vieniendo arpias, aunque mas bien estas no se habían dado cuenta de nosotros, por lo que no taldo en sacar mi estoque e ir a por los escudos como había ordenandos, y no habro la boca por si acaso.

El tiempo parecía haberse detenido. Tan solo el susurro del agua desplazada por el barco llegaba hasta vuestros oídos. Nada se oía, nada se veía. La oscuridad reinaba en ese maldito lugar encapato del diablo. Ni pájaros, ni animales como tampoco los típicos crujidos de las rámas de los árboles. El pantano parecía un cementerio. Un cementerio vivo y eso era lo inquietante.

-¡AAAIIIEEEEEEE!

De pronto el alarido de un soldado os hace mirar hacia allí. Como si de una visión angelical se tratara, el hombre se elevaba hacia el cielo batiendo sus alas. Alas que de no ser advertidos puede que asi pareciera, pero sabíais que uno de esos monstruos se lo estaba llevando utilizándolo de escudo.

Los hombres se veían agitados intentando buscar un enemigo prácticamente invisible entre la umbría noche. El cielo nocturno se veía opacado por las oscuras nubes del temporal, lo que ocultaba parcialmente la luz de la luna y las estrellas. La penumbra le confería a su alrededor la ilusión de que el Wellen Brecher navegaba en la nada absoluta. Millas marítimas de oscuridad total era lo único que podía verse a lo lejos.

Esto tomó sin cuidado al rompescudos, cuyos ojos estaban acostumbrados a la penumbra de los túneles subterráneos y podían ver en la oscuridad casi absoluta sin necesidad de mucho esfuerzo. Se había confirmado la corazonada de la tripulación con el alarido de las arpías, que descendían a toda velocidad en dirección a la cubierta para atrapar a los desprotegidos defensores de la embarcación.

Buri escuchó el grito y las sacudidas de uno de los mercenarios y se giró rápidamente, le acercó el hacha a Kargun y levantó una ballesta que colgaba de su cinturón. Tras cargarla, el enano apuntó durante unos segundos y disparó intentando salvar la vida de aquel pobre desgraciado o al menos asustar al monstruo lo suficiente como para que lo dejara caer sobre las gélidas aguas nocturnas. Esta no fue su suerte, ya que el disparó salió volando y se perdió en la negrura de la noche.

En el último momento, el soldado regordete le negó el arco. Al parecer no había para todos y él sería uno de los desgraciados que se quedaría sin uno. Marius se encogió de hombros. No había tenido un arma a distancia hasta entonces y tampoco la iba a necesitar ahora. Agarró de rodela y se la ajustó al brazo de nuevo y acto seguido se armó con su mangual. Entonces lo vio. Uno de aquellos seres volando por encima de sus cabezas.

- Debemos abatirlo. - Dijo sin alzar demasiado la voz. - De lo contrario puede que de la voz de alarma.

Preparado para lo que pudiera llegar a ser, plantó los pies firmemente sobre la cubierta y esperó a que aquella bestia cayera sobre ellos o se marcara.

Y allí empezaba el ataque; de momento una triste y solitaria arpía había logrado atrapar a un desgraciado humano y se lo llevaba en volandas, seguramente para darse un festín con él junto a sus congéneres. Miré ceñudo al ser que se alejaba, pues aquel no era destino gratificante para nadie, y me juré que antes me precipitaba al vacío que dejar que uno de esos seres se me llevara como si fuera un pescado

Seguí expectante, a la espera, intentando buscar a la más que segura siguiente bestia alada, pues esos seres nunca gustaban de atacar solas...

Arcos gratis... muy fantasioso sonaba, los escudos nunca me han llegado a convencer por lo que lo dejo en el sitio.

-Maldición - digo en una tenue voz mientras recoloco mi mano izquierda - ¡Odrad ocígam! - susurro mirando al hombre elevarse sin ningún significado aparente. 

- Solkan... ayúdame en la lucha contra estos seres- susurro en una voz todavía más tenue y sutil que a penas llega a la persona adyacente a mí. 

Tras los gritos y advertencias producidos por los mercenarios, el elfo se aproximó a marius y dijo -Tranquila princesa, estate próximo a mi y sobreviviremos- tras ello, pudo divisar los bichos raros, por lo que sin mucho que pensar, procedio a apuntar tomandose unos segundos y disparar el virote que reclamaba sangre de su posible victima. 

Tan pronto se escucho el SSSIP de la munición, supo que esta seria certera, mas sabia que esta no seria mortal. Es por ello que se dice inmediatamente -A ver si aguantas otro- 

mantengo la posición ante el hecho de que una de esos bichos se estaba llevando a uno de los marineros, "por Myrdinia, empezamos bien el viaje" digo en pensando en alto, "tenía que haber puesto un sacrificio mayor a Maan" continuo, parecía que la pequeña ofrenda que había puesto no había servido de mucho para intentar que el viaje fuera tranquilo hasta llegar al puerto que necesitaba ayuda.

Al igual que el elfo y el enano, algunos hombres comenzaron a disparar sus armas. Los estallidos y chispazos iluminaban las caras de preocupación, miedo o asiedad que cada uno de la tripulación denotaba.

-¡No Disparéis todavía!.- La voz del alto sacerdote provenía de de algún lado, entre vosotros, mas cuando la flecha elfica impactó en la arpía, pudo oirse como un chillido de dolor, mitad humano mitad graznido.

Justo en ese momento más graznidos mezclados con palabras de mujer dichas en otro idioma y colapsados por los disparos de los soldados emergían del encapotado cielo. El humo de las armas de fuego ayudaba a una visión deficiente y el olor de la pólvora recorrió vuestras fosas nasales mezclado con miedo, el batir de alas y los cuerpos inquietos de vuestros compañeros de armas.

Una lluvia de formas amparadas por la noche cayó sobre vosotros. Plumas, garras, espadas, disparos y gritos se entremezclaban con los fogonazos en mitad de la noche.

Marius esperaría quieto a que una de aquellas arpías se acercase. Como bien había dicho el mando, no hacía falta desperdiciar flechas. No al menos de momento y hasta que estuvieran lo suficientemente cerca como para tener un blanco fácil.

Fue cuando uno de aquellos seres demoníacos se acercó a su posición, cuando el gladiador lanzó un fuerte golpe contra este. Esperaba que el impacto fuera suficiente como para derribarlo, o al menos para incapacitarlo y que no pudiera intentar nada contra él o contra los suyos pero la falta de luz hizo que la sombra se distorsionara calculando mal la distancia.

- ¡Vamos, acabemos con ellos! - Gritó tras el poderoso impacto que golpeó contra la borda del barco.

Una salva de virotes y fogonazos de los arcabuces enturbió el aire a nuestro alrededor mientras los lastimeros gritos de las arpías hendían el silencio de la noche, haciendo que el caos se instalara sobre la cubierta. Aquí y allá los picados de las bestias se trababan con las armas de los defensores mientras caían sobre nosotros, dispuestas a alzarnos por los aires o a desgarrarnos allí mismo, pero las estábamos esperando con ansia... vi a uno de aquellos seres venir directo a por mí, con las garras por delante y sonreí macabramente. Balanceé levemente el hacha, con suavidad, acompasando mi movimiento a la aproximación de la bestezuela.

Entrecerré los ojos, contando mentalmente los latidos de corazón y, al tercero, alcé bruscamente el arma en un arco ascendente con una potencia tal que habría abierto en canal a un troll...*

El joven elfo no pretendía dejarse pillar sin estar preparado por lo que desenvaina su espada que estaba amano ya que para sacar su lanza, debería primero buscar su escudo y nadie tenia tiempo para tantas cosas...

Al sacarla, esta reluciente y ornamentada arma, la luz de las llamas se reflejaron en su mordaz acero, deseoso de sangre -Vengan que aquí las espero!-

Tras decir esto, se asoma una sonrisa al sentir que la adrenalina ya corría por su cuerpo.

Escucho las palabras, no debemos atacar, pero eso implicaría que el pobre viejo morirá, por ello me limito a mover mi mano libre de forma bastante ridícula sin éxito alguno - Los vientos de la magia no me acompañan... - digo en un suave tono que a duras penas soy capaz de escuchar. Me preparo para el embate de las arpias sabiendo que mis posibilidades de resistir dependerán más de la suerte que de mi habilidad, y por suerte ahora mismo no parezco alguien agresivo...

las arpias estaban atacando el barco, solo parecía que los enanos estaban listos, a mi me habían pillado por sorpresa, pero podía ver como Marius y Eldillor luchaban, pero ante el ataque, me pongo en una postura mas defensiva, iba a esperar que una se acercase para atacarle.

Buri le hizo un gesto de presa con la mano a Kargun antes del descenso de las arpías. Y el matador como consecuencia le había arrojado el hacha otra vez. Mientras colgaba la ballesta y preparaba su arma y escudo había perdido unos valiosos segundos de tiempo. Pero el enano se había anticipado a los demonios alados y esto le confería unos instantes de libertad antes de que empezara el baño de sangre.

Empezó a hacer giros con los brazos y se tronó el cuello en repiqueteos metálicos. Separó las piernas y puso bien firmes las rodillas levantando el escudo y dejando el hacha por debajo de su cintura. Solo quedaba esperar a que uno de aquellos engendros voladores se fijara en el relucir de su armadura y decidiera descender a toda velocidad para atacar. No tardo mucho Buri en encontrar uno de ellos. Ya que una arpía rugía y chillaba mientras que caía en picado directo a su cabeza.

El enano no perdió tiempo y al ver acercándose a la bestia alada, arrojó un golpe ascendente del hacha que quizá no tuvo la misma precisión o potencia que el efectuado por su compañero Matador. Al tajar el aire, la arpía se había apartado con la velocidad de un destello hacia un lado, evitando el ataque por completo.

Los reflejos y reacciones no tardaron en llegar asi como los gritos de dolor, el entrechocar del metal con la carne y la sangre mezclada con plumas. Los humanos gritaban y las arpías graznaban. Todo era una orgía de garras, gritos y desesperación.

Buri fue quién dio la voz de alarma. Realmente os habían pillado desprevenidos en una astuta jugada para que centráseis la atención sobre aquella arpía solitaria, descargáseis vuestra andanada y luego no os diera tiempo a reaccionar.

El enano lanzó una cuchillada con su hacha con tal fuerza, que esta salió despedida de su mano volando en la oscuridad hacia algún lado. El otro enano sin embargo tuvo más suerte acertando en el pecho de la primera arpía que se le abalanzó, destrozándole la cabeza con su gran hacha.

Marius, el humano corpulento, alzó su mangual pero la falta de luz hizo que errara el blanco y la bola de su mangual acabara destrozando la barandilla de la borda, mientras el humano hechicero intentaba algo que no acababa de salir.

Sin embargo las arpías seguían cayendo sin piedad sobre cualquiera. Bien es sabido que las criaturas del caos son atraídas por el caos, por lo que nadie se extrañó cuando dos de ellas atacaron al hechicero aunque sin repercusión alguna.

También el enano matador fue víctima de un intento de ataque, pero esta vez la altura del enano fue una ventaja y las garras pasaron por encima de su cabeza sin hacerle daño.

También el humano espadachín fue víctima de una de esas despreciables. Las alas dificultaban las visión utilizándolas para entorpecer los movimientos enemigos y despitar con sus golpes, mientras que las garras acuchillaban sin piedad la carne.

-¡ENCENDED LOS FAROLES!.- El frito desesperado del capitán llamando a sus hombres para que, una vez detectados, volviera la luz recorrió el barco. -¡ENCENDED LOS FAROLES MALDITOS BASTARDOS!