Partida Rol por web

Marius se encontraba cerca del alto sacerdote cuando aquel temerario enano, ansioso de encontrar una muerte honrosa, hizo una pregunta bastante oportuna. Quería saber la estrategia que estaban siguiendo para llegar a su destino, si es que estaban siguiendo alguna. Cosa que empezaba a dudar realmente.

- Marius Hoffman, serví en Hergoff hasta hace unas semanas. Logramos acabar con un culto del caos y rescatar a unos aldeanos secuestrados para sus oscuros rituales... - Se presentó. - Dígame si es tan amable... ¿Tenía el alto mando conocimiento de que está zona estaba pagada de alimañas? - Le preguntó realmente interesado.

-¿Del asentamiento en el valle de Hergoff?.- Preguntó centrando toda su atención en ti.-La noticia de vuestra hazaña ha llegado hasta nosotros. Un atisbo de esperanza en esta era de oscuridad. Gracias a Sigmar que contamos contigo entre nosotros.- El alto sacerdote dio un par de pasos hasta situarse al lado de un hombre que respiraba con dificultad y tosía sangre. Del pecho, echando burbujas cuando exalaba, salía cada vez mas sangre. Lo habías visto antes, solo tenía minutos de vida nada podía hacerse.

-El alto mando sabe de la existencia de las arpías en el pantano, si es a eso a lo que te refieres.- Alförd recitó una plegaria a sigmar. Sus manos se iluminaron con una luz dorada que desprendía calidez y las impuso sobre el pecho del hombre. En segundos este dejó de escupir sangre, su herida pareció cerrarse y el ruido a "fuelle" dejó de oirse al respirar. -Sin embargo la rapidez es vital para esta empresa. Las defensas de Hagendorf no resistirán más si no les llevamos alimentos y un descanso. Si hubiéramos bordeado las islas alejándonos del pantano mar adentro, habríamos perdido un día de viaje y tenido que combatir contra los piratas Norses. Elejimos esta ruta no por que estuviera fuera de peligro, sino porque adelantábamos un día de viaje.-

El resto de la noche pasó en calma. Los turnos de guardia se sucedieron aunque no hubieran hecho falta, ya que la mitad de vosotros no podíais dormir. Los lamentos de los heridos no cesaron en toda la noche como recordatorio de que también en ese barco podía encontraros la muerte. El balance final fue de veintisiete hombres muertos y cincuenta heridos. Solo se pudieron recuperar nueve cadáveres.

Sin embargo, la mañana no despuntó soleada con una ligera brisa matinal. Los nubarrones volvieron a aparecer y desde temprano la lluvia fue la protagonista. La falta de luz hacía que todo resultara más gris y apagado, como vuestros ánimos. Las tareas de limpiar la cubierta se redujeron gracias a la lluvia. Los cepillos frotaban enérgicamente la madera limpiando los restos de sangre, carne y plumas.

Todos los heridos fueron trasladados bajo cubierta, dejando a casi la mitad de vosotros a la intemperie buena parte de la mañana. Casi todos estábais callados salvo alguna conversación esporádica acerca de mujeres o de algún intento trivial por alejar la pesadumbre. El teniente apareció entre vosotros con su lustroso peto de placa rayado. Una arpía le abría abierto su abdomen de lado a lado de no haber llevado aquella protección. La vida era una mierda.

Teniente -Pronto llegaremos a "Piedras Negras" estad atentos por si acaso.

Trato de aguantar como mejor podia, pero el dolor no era muy agradable que digamos... asi como los cuidades algo toscos, pero luego de un jalon por aqui y grito por alla, el elfo quedo dormido en reposo. 

Sabia que debia guardar energias...

Al despertarse al dia siguiente, decidio tomar un brebaje para curarse las heridas de manera mas acelerada y al sentir que estas ya se cerraban, apresuro a ponerse la armadura, mas aun sentia el cansancio.

No sabia que habia pasado con los demas, pero mientras dormia, sabia que sus compañeros no estarian tranquilos, por lo que inmediatamente pudo, fue en buqueda de ellos.

Patizambo y cabizbajo me desplacé cual espectro por la cubierta, observando las tareas de limpieza , mientras la figura de Buri rebusca aquí y allá entre los restos de la batalla en pos de su arma perdida; doy algún que otro vistazo por la cubierta sin demasiado entusiasmo, por si la veo, obviando el tema al llegar a un rincón de donde me dejo caer abatido... pese a mi belicoso ánimo y a la batalla recién librado me siento abatido... esos enemigos no han sido capaces siquiera de causarme un rasguño ¿cómo se supone que voy a alcanzar mi meta si me topo con semejantes criaturas?

Me sumo en mis cavilaciones hasta quedar dormido, despertando a la mañana siguiente en la misma posición cuando las luces mortecinas de un día encapotado y triste me hace abrir los ojos

Me desperezo con parsimonia, bostezando ruidosamente, antes de ponerme en pie solo para recibir la advertencia de que pronto llegaremos a destino... me encojo de hombros, antes de hacerme crujir el cuello y las articulaciones para activar mi cuerpo, esperando que aquella noticia implique nuevos y mejores retos

Pero como si la mañana no fuera lo bastante mala el elfo aparece con una sonrisa bailando en los labios, dándome unos buenos días que no tenían nada de buenos

-¿Y qué tiene de bueno? Me acabo de despertar y eres lo primero que veo, de una pieza además, estamos todavía en mitad del mar, en este cascarón que se acerca más a una nuez que a un bajel, el cielo amenaza lluvia y no he encontrado mi muerte; creeme, orejas picudas, que este día no tiene nada de bueno- le contesté a modo de saludo mientras me encaminaba hacia donde se supone que debían servir el rancho de la mañana

Desde bien temprano por la mañana me encontraba en la proa del navio viendo como "cabalgabamos" los mares, al principio me imponia respeto, pero ya me había hecho al barco cual lobo de mar. La posibilidad de un ataque de norses no me asustaba, no por valentia, más bien por una clase de desdén, o tal temerosidad, estaba deseando acabar con criaturas del caos, aunque los secuaces tambien servian.

Ante la tranquilidad matinal que se respira en aquella nave un ser llega a perturbarla, ¿a caso el enano ese no sabe estar callado? me giré con un elegante movimiento y me acerqué a uno de los mastiles, me apoye tranquilamente mientras el enano no paraba de ladrar - Perdone, pero si busca la muerte permitame recomendarle que luche ferozmente contra las algas marinas, ningún hombre a podido derrotarlas... - digo con un jocosidad.

Mi rostro se dirige de forma directa hacia el elfo, ignorando la respuesta del enano, la cual imagino que será un insulto seguido de más improperios y acompañado por alguna que otra amenaza - Buenos días a usted tambien, caballero - le digo levantando mi copa de vino hacia el en forma de brindis.

El brujo apareció entonces, añadiendo más motivos para que el día continuara siendo un auténtico asco, haciendo con sus palabras que me detuviera en seco

¿¡Que luche contra qué!? Saco de supercherías y falacias, mi muerte solo puede ser contra un enemigo digno, eso es justamente lo que te libre de que te ahogue con mis propias manos...- increpé al mago - ... después de ver tu actuación, aun me pregunto como no te han puesto a fregar platos- añadí con una sonrisa desdeñosa antes de proseguir mis andares 

La respuesta del alto Sacerdote complació en parte a Marius. Se trataba de estadística pura y dura. Perder a unos poco para salvar a otros tantos. Lo que él llamada estadística, otros llamaban estrategia miliar. Si querían salvar Hagendorf y a quien vivía allí, debían ser rápidos y atravesar aquel pútrido pantano. Podía estar de acuerdo o no con el plan de acción que habían seguido, pero realmente la decisión no le pertocaba a él, sino a sus superiores al mando. Lo único reprochable quizás, era no haberles advertido de los peligros concretos antes de zarpar.

El teniente les había informado de que se encontraban cerca de Piedras Negras y que debían estar atentos. Marius trató de poner todos sus sentidos en alerta, aunque la vigilancia no era desde luego lo que mejor se le daba. Fuera como fuera, estaría preparado para lo peor. No se había quitado su armadura y portaba su fiel mangual consigo en todo momento. Si llegaba un nuevo enemigo, estaría a punto para entrar en combate el primero. Al fin y al cabo, él era un tipo duro acostumbrado a la lucha y a la muerte.

- Necesito un arma a distancia. - Dijo mientras lanzaba ojeadas hacia el horizonte desde la cubierta del barco. - Piedras Negras... ¿Qué será ese lugar? - Se dijo a su mismo.

Y entonces, mientras iba pensando todo aquello, llegó a la altura del enano y el elfo. De nuevo estaban discutiendo por nimiedades sin sentido y se había metido de por medio aquel extraño hombre, el brujo. No le gustaba como se comportaba aquel enano crestado. No estaba siendo un buen compañero. Él no era nadie para decirle que debía hacer y que no debía hacer con su vida, pero no le gustaba tener a un temerario como compañero.

- ¿Por qué tanta ansia por encontrar la muerte, Kargun? - Le preguntó el humano al enano. - ¿Quieren tus dioses que mueras en combate o es que te has cansado de vivir? Sinceramente, no lo entiendo...

no había podido dormir, el barco era un infierno, me había enfrentado a skaven, hombres bestias, a esas horrendas arpias, pero juro por myrdinia que nunca me he enfrentado a nada como estar encima de un maldito barco, y ahora nos tocaba ir a un lugar llamado piedras negras, el nombre no presagia nada bueno, por lo que agarro mi estoque y si los gomitos me dejaban pensar, iba a necesitarlos, "una pregunta, ¿que es ese sitio que llaman piedras negras?" le pregunto a uno de los marineros, sabía que no tendría que preguntarlo, pero algo me decía que me iba a arrepentir.

Ante la arrogancia del enano, el elfo sonrio mas ya que le encantaba la actitud de pelea de la pulga con cresta de gallo -Claro que es un buen dia, aun puedes respirar y estoy seguro que eso lo agradeces- 

Al terminar de decir eso, llego el brujo y realizon un mordaz comentario, lo que llevo mas satisfaccion a Eldilor. Sonrio abiertamente cuando le realizo el saludo con el vino y este aprecio con mucho agrado el gesto.

-El dia esta encantador, estamos a nada de volver a casa- responido al brujo, realizando una pequeña reverencia en respuesta su saludo.

Al llegar Marius no pudo evitar ir a darle un abrazo y le dijo -dejalo que el no sabe lo que dice- le giño un ojo y sonreia -me da gusto verte... a ver si Luis se nos une- dijo apuntandole -el tiepo seguro esta averiguando a donde vamos-

-Piedras negras era el poblado de Durnhen.- Explica el teniente mientras recorre el horizonte con la vista. -Ahora todo el mundo lo llama piedras negras, pues es lo único que queda del maldito poblado.- Con desprecio escupe al suelo, alejando la mala suerte. Símbolo de que negras palabras saldrán de su boca. -Dicen que sus habitantes, tras su masacre en las primeras incursiones, se han convertido en espectros del caos que rondan por los bosques. Muchos cazadores de brujas se han perdido allí para siempre intentando dar paz a sus almas.- El teniente Baldur se da la vuelta mirándoos seriamente. -Sean leyendas o cuentos para asustar a los niños me preocupan más los vivos que arrasaron el lugar y prefiero estar preparado. Abrid los ojos. Si pasamos piedras negras llegaremos a Hargendorf antes del anochecer.-

La noche fue especialmente incómoda para los marinos. El frío de la lluvia había calado hondo hasta los huesos y los ropajes bajo las armaduras estaban todavía húmedos y malolientes. Un sueño acompañado de los griteríos de los moribundos fue, además del ataque de las arpías, la bienvenida al Mar de Garras. No era fácil soportar aquel tortuoso viaje y menos descansar durante aquella noche; aunque por alguna razón Buri logró hallar reposo y dormitar silencioso entre todo el ajetreo nocturno. 

El Wellen Brecher amaneció bajo el mismo cielo nublado de la luna anterior. Gran parte de los hombres de Hargendorf deambulaban somnolientos sobre la cubierta, mientras que el raspar de al menos una diez fregonas se escuchaba al ser limpiada la sangre que se derramó como consecuencia del ataque sorpresa protagonizado por las arpías. El enano había pasado una gran parte de la noche andando entre cuerpos mutilados, algunos todavía sollozantes, buscando su hacha. Por fortuna no había salido volando al mar si no que se clavó en uno de los mastiles de la embarcación.

Buri atravesó un arco de madera sin puerta donde se supone que deberían hallarse los habitáculos para la tripulación. El enano no había dormido mucho y tampoco es que le hiciera mucha falta. Solo cerró los ojos el tiempo justo para poder continuar alerta el viaje que restaba. Su vista se fijó primeramente en el grisáceo y deprimente horizonte para luego fijarse en que los mismos rostros con los que se había encontrado la noche anterior incordiaban a Kargun. El matador respondía sin cuidado a cada una de las preguntas y burlas de los demás, Buri suspiró a través de la nariz, a sabiendas de que las cosas seguirían ese rumbo hasta que encallaran. Simplemente siguió avanzando y buscó un sitio alejado donde poder esperar el llamado del desayuno.

El elenco de entrometidos se completó con el grandullón, Marius, que no solo parecía confraternizar con el amante de árboles sino que además se inmiscuía en asuntos tan graves como el que mencionaba

Me paré en seco, congelado en el sitio, mientras notaba como la furia me embargaba al tiempo que los pelos de mi bigote se erizaban. Me giré bruscamente, con el puño apretado dispuesto a catapultarlo hacia el humano cuando vi aquella expresión bobalicona de no entender realmente que ocurría.

Lo miré largamente, aun con el puño prieto tornándose de color blanquecino por la presión, buscando algún signo de mofa en él... no lo había. Simplemente no entendía aquello.

Maldije. Maldije en voz queda y a gritos, mil y una veces por no poder descargar mi frustración a golpes. Aquello habría lo más sencillo y lo menos turbador

Relajé el puño poco a poco hasta que, finalmente, lo dejé caer a un lado donde se topó con el pequeño odre que pendía de mi cinto; reconfortado por aquella sensación familiar agarré el pequeño contenedor y le di un trago, notando el abrasador sabor en mi garganta sin apartar la mirada del humano

- Un matador no habla de su pasado, mucho menos de su culpa... no vuelvas a preguntarlo, humano, o tendremos que vernos las caras - le advertí con un tono muy serio, uno que aquellos botarates aun no habían visto ni oído de mi parte... y seguramente no volverían a ver jamás

Me giré, en silencio, como dando por zanjado el asunto, pero me detuve antes de irme... con los ojos cerrados tomé aire, recordando la masacre, mi total y completa ineficacia... la muerte a mi alrededor... el hedor a sangre de enanos por todos lados. 

- Basta decir que todo dawi que se precie de serlo, si pierde el honor, debe tomar la senda del matador y encomendarse a Grimnir. Su vida, desde entonces, ya no le pertenece. Debe olvidarse de sus posesiones materiales, su hogar si acaso tiene... su familía... todo queda atrás. La vergüenza lo acompaña allí donde va y el único modo de volver a recuperar el honor es muriendo en un combate honorable contra la criatura más terrible que pueda encontrar, con la única ayuda de sus armas; llevo catorce malditos años buscando mi muerte de forma infructuosa, matando grobis, urks y toda clase de alimañas del caos... pero aun no he encontrado mi némesis... espero que este viaje lo remedie y me abra las puertas a los salones de mis ancestros que, de otro modo, me estarian vetados- expliqué aun con los ojos cerrados, conteniendo la emoción al recordar mis últimos momentos como enano - A ojos del resto de enanos mi funesto destino es algo sagrado, que solo compete a los dioses y a mi mismo, y ninguno de ellos osaría jamás a entrometerse... - sentencié con el mismo tono serio, melancólico, más típico de una saga del pasado.

Giré el rostro por encima del hombro, mirando con fijeza al grupito de humanos y al elfo

-El honor lo es todo para un enano; espero que al menos eso lo entendáis- sentencié, ahora sí, con el tono habitual antes de alejarme

Necesitaba estar solo un rato ahora que había removido el pasado; nunca estaba bien perturbar la memoria de los caídos

Pese a todo, mientras me alejaba, escuché la historia del ominoso lugar al que nos dirigíamos esbozando una sonrisa demente en el rostro... parecía el lugar perfecto para encontrar un enemigo que acabara con mi sufrimiento

Escucho atento a la perolata del enano y al terminar penso -Awww ¿y que hacemos? ¿te damos un premio?- mienstras mostro un rostro atento y pronunciaba las siguiente palabras -Te comprendo compañero, espero encuentres tu paz-

Las explicaciones del enano eran parcas en detalles y difíciles de descifrar. Hablaban de honor y de deber y hablaban de redención y muerte. Era evidente que la cultura enana era muy diferente a la humana. Cierto era que algunos cultos humanos adoraban a la muerte la misma devoción que aquellos enanos suicidas, pero difícilmente dichos cultos eran igual de aceptados entre el resto de los suyos, como lo eran aquellos enanos que buscaban la muerte ante todo tipo de enemigos, a cual más brutal y horrendo.

- No preguntaré más. - Dijo sencillamente Marius. - Y me guardaré mi opinión sobre tus creencias para mi. Las respeto amigo, aunque no alcanzo a entenderlas. - Le ofreció la mano en señal de respeto. - No obstante, si ese es tu sino, no me inmiscuiré. Sólo espero que tus ideas suicidas no lleven a la muerte a otros de los nuestros. He visto como peleas y no creo que eso suceda, pero no me gustaría ver como rompes una formación en medio de un combate.  

Marius no veía honor en la muerte, sino todo lo contrario. Había matado a muchos y muchos habían muerto a su lado. Amigos, compañeros, desconocidos que luchaban bajo su misma bandera. Una vez morían todos eran iguales. Un cascarón vacío que rezumaba vísceras, sangre u otras excrecencias. Miradas vacías, miradas perdidas. Piel fría, amoratada, blanquecina. Ningún movimiento, salvo quizás algún movimiento involuntario de algún músculo que trataba de recordar como era estar vivo. Pero hasta esos movimientos desaparecían con el tiempo, con muy poco tiempo de hecho.

No, nada honroso había tras la muerte. Cuando un cuerpo perdía su alma, vaciaba sus intestinos rociando de heces y orín el lugar donde se encontraba tendido. Los cuerpos se ponían rígidos, luego se hinchaban, empezaban a apestar, se podrían, perdían partes del mismo. Los animales carroñeros se peleaban por los restos y los bichos... gusanos, moscas y otros insectos se apoderaban finalmente de todo el organismo dejándolo en los huesos y luego ni eso... polvo. ¿Qué tenía todo aquello de honroso? 

Marius negó con la cabeza. Aquel enano no podía estar más equivocado. La muerte nada tenía de honorable. Matar tampoco debiera ser signo de orgullo. Él mataba, era su oficio. ¿Le gustaba? Evidentemente no. A Marius no le gustaba matar a diferencia del enano o de su buen amigo Hans. No le gustaba matar ni siquiera a una de aquellas bestias del caos. Estaban marcados por una maldición, pero muchos de aquellos seres antes fueron hombres y como tales, también tenían sentimientos, buenos y malos, pero los tenían. Tan solo habían tenido la desgracia de sufrir aquella maldición. Algo que le podía pasar a él o al propio Kargun.

Se encogió de hombros. Nada podía cambiar él. Sólo era un hombre. No podría detener la muerte. No podría curar la marca del caos. No podría evitar su propia muerte. No podría hacer ver a Kargun su error. Al final, todos ellos, cada uno de ellos, era una gota dentro de una gota en un inmenso mar y cuando cada uno de ellos desapareciera, nadie les recordaría. Al principio puede que sí, pero no con el paso de los eones. E incluso, tras el paso del inabarcable tiempo, hasta los dioses desaparecerían y nada quedaría...

- ¿Comemos algo? - Les preguntó a sus compañeros. - Me ha entrado hambre...

las palabras del teniente no me calman muchos los animos, aunque lo tenía merecido por preguntar, ahora tocaba lidiar con animas o puede que con los barbaros esos de nosca, por lo que no me quedaba otra que prepararme para luchar cuando llegase la hora, por lo que me acerco a las unicas caras conocidas que tengo, por lo que escucho la ultimas frases, estaban hablando algo del honor y buscar la muerte, "me gustaría compartir un plato con vuestras mercedes, pero no se si probar bocado hasta que lleguemos a nuestro objetivo, sabe mannan que no quiero ensuciar sus dominios" le digo a Marius nada mas llegar.

El tiempo transcurre mientras os preparáis. Un nuevo cadáver, llevado en volandas por sus compañeros, es echado al agua con las bendiciones del sacerdote. Otro muerto más, un vivo menos que luchará a vuestro lado. 
El desayuno, vino caliente, pan tostado y tocino, es despachado por el inmisericorde cocinero, el cual parece inmune a ruegos y plegarias dándoos a cada uno la misma ración para que no haya quejas ni favoritismos. Una vez los hambrientos estómagos están llenos y calientes todo parece igual ante la persistente lluvia de otro día gris. 

-¡BARCO A ESTRIBOR!.-

La voz del vigía hace que todos corráis inmediatamente hacia la borda aguzando vuestra vista entre la lluvia. Efectivamente se distingue la vaga silueta de un navío con una sola vela, pero, debido a la lluvia, no puede distinguirse nada más a esa distancia. Todavía no llegan los arcos y parece que viene directo a vuestro costado.

-Todos a cubierta. Preparaos para el combate.- La tranquila voz del comandante y alto sacerdote produce un extraño efecto. El calor vuelve a vuestros cuerpos, el agotamiento desaparece y las ganas de combatir surgen en vuestro corazón como una hoguera ardiente que clama venganza. Los Norses pagarán caro por todo lo que habéis tenido que pasar.

El capitán comienza a dar órdenes a diestro y siniestro. Los marinos obedecen recorriendo con energía la cubierta, atando las gavias y preparando hachas y picas. La cubierta se llena de actividad frenética. Los mosquetes se llenan de pólvora, el sonido de las armas desenvainando recorre el barco desde el palo de mesana hasta la quilla y la adrenalina recorre hasta el último de los músculos.

Llegó la hora de la venganza.

Por suerte había podido acabarse el desayuno. No era gran cosa en cuanto a sabor y la cantidad no alcanzaba para llenar su estómago, pero ciertamente había ayudado a paliar su hambre justo antes de que un vigía diera la voz de alarma. Al parecer una nave se acercaba directamente hacia ellos. No parecía muy grande, por lo que, quién estuviera al mando debía tener muy claro que sus hombres eran grandes combatientes, eso o era un loco. También podía ser que no desearan combatir, aunque eso estaba casi descartado por completo.

- ¡Vamos! - Exclamó el gladiador. - Es hora de derramar sangre. 

Un maldito arco, una ballesta o un mosquete. Cualquier arma a distancia le vendría bien en una situación como aquella. Cada vez que se iniciaba un combate en aquella nave, volvía a arrepentirse de no haberse hecho con un arma a distancia antes de zarpar. Poco o nada podría hacer hasta que se iniciara el abordaje. 

Asentí con un gruñido a las palabras de Marius, estrechándole la mano con rudeza pese a nuestras diferencias, aunque apunté una última cosa

-Si esperas que guarde una formación... vas a llevarte una gran decepción. La vida del matador es solitaria por definición y su única compañía podría llegar a ser otro matador. No busco la compañía de nadie, ni la ayuda, y si me encuentro aquí no es para cuadrarme dentro de una unidad... si veo al enemigo iré a por él hacha en mano, os guste o no. Mi sino es la muerte y saldré presto a su encuentro -aclaré antes de alejarme

El almuerzo, si acaso aquello era digno de ser llamado como tal, fue escaso y apenas suficiente para mantener en silencio mi tripa, pero por el momento es lo que tocaba aguantar. No esperaba grandes comodidades, y por el peludo culo de Grimnir que en ese aspecto no me estaban defraudando los humanos.

La lluvia amenizó el inicio de jornada haciendo que mi cresta se ladeara ligeramente, provocando que mi perenne mal humor fuera en aumento... pero las malas noticias no venían solas y el avistamiento de un barco en lontananza con rumbo de colisión me alegró ligeramente el semblante. Daba la impresión que los norses venían en busca de fiesta

- Ya iba siendo hora de que llegaran, creí que tendríamos que ir en su busca hasta las montañas de Naglfari - sonreí con una mueca desagradable - Veamos sin son más capaces que esos pajarracos mutados