Partida Rol por web

Oronel vigilaba el horizonte cuando escuchó las palabras de Helga

-¿Qué mujer? ¿Una mujer los comandaba? ¿Una mujer humana?

Ella no tenía las respuestas a las preguntas de Oronel.

- No sabría decirte con certeza. La tormenta era muy fuerte... Era una mujer que nos observaba desde las colinas por donde habían descendido los yetis. Estaba allí y en un abrir y cerrar de ojos desapareció.

Helga los miró a todos con una cara que lo decía todo: "creedme, no ha sido ninguna ilusión". - Se lo que he visto. Se moverme por las tormentas y allí había alguien. - sentenció finalmente.

Cuando todo se había calmado todo el mundo pudo atender sus heridas y varios clérgos que habían sobrevivido al ataque trataban de ayudar y sanar a todo el que podían. Gracias a esto Oskar no tardó en estar recuperado. 

-Tiene razón-dijo la enana, que había escuchado la conversación mientras descansaba no muy lejos de donde estaban- los yetis no asaltarían una ciudad de esta manera, ni aunque tuvieran hambre. Se cuenta que hay una mujer... nadie sabe si es una hechicera o un demonio... la llaman la Dama del Hielo. Hace tiempo estuvo a punto de condenar las Diez Ciudades pero unos héroes la derrotaron-contó- si lo que Helga dice es cierto... puede que haya recuperado parte de su fuerza y esté tratando de continuar su "conquista". Es una desgracia...

Una vez restaurado del todo Oskar se unió de nuevo al grupo.

- ¡No podemos dejar que vuelva a aterrorizar a esta región! – dijo poniendo énfasis en sus palabras con un golpe en la mesa – Descansemos esta noche y salgamos con la luz del alba para buscar a esa condenada, antes de que vuelva a actuar. – propuso a sus compañeros.

El semielfo enarcó una ceja.

-No se yo... ya hemos cumplido nuestra misión. Por qué deberíamos ser nosotros los que se metan en la boca del lobo? Hay alguna recompensa? Por cierto, Brima, mi oro? Quizás quiera comprar algo ahora que estamos aquí.

- ¿Cómo que por qué, elfo? – pregunto entre incrédulo e iracundo. - ¡Porque es lo correcto, maldita sea! – refuerzo mis palabras con otro puñetazo en la mesa.
- Si piensas nada más que en tu propio beneficio, piensa que el agradecimiento de estas gentes te puede reportar una recompensa, como mínimo fama en la zona que te permita cobrar más altos tus servicios. Eso sin contar con que esa mujer pueda tener objetos valiosos… - le añado un poco más tranquilo pero no menos enfadado por su egoísmo.

Oronel, aparentemente sordo, le dió un mordisco a su manzana como única respuesta, mientras seguía mirando a Brima con la mano extendida.

¿A la barbara la habían pegado fuerte y estaba delirando o podría realmente existir una persona que fuera capaz de dirigir a aquellas bestias? Sin duda le resultaba bastante raro. Pero su atención estaba puesta más en Oskar y su salud escuchando de fondo la conversación entre Oronel y Helga. Cuando los clérigos sanaron al enanon y Brima se unió a la conversación Daelios hizo lo mismo y presto algo más de atención arqueando una ceja. Aquellos locos querían volver a salir.

- Oskar, lo que te haya echo ese Yeti te ha debido de dejar daño cerebral. Escucha a Oronel y descansemos y continuemos con nuestros planes de vida. Apenas si hemos sido capaces de hacer llegar la caravana entera en los últimos 100 metros por un ataque de esas bestias como para atacar su guarida, mira la de vidas que se han perdido y haz las cuentas. su cabeza negaba continuamente. No era un suicida y coincidía con el semielfo a pesar de que este preguntará por una recompensa por hacer el trabajo. Si no volvían con vida no cobrarían ninguna recompensa.

- Si piensas nada más que en tu propio beneficio, piensa que el agradecimiento de estas gentes te puede reportar una recompensa, como mínimo fama en la zona que te permita cobrar más altos tus servicios. Eso sin contar con que esa mujer pueda tener objetos valiosos… - le añado un poco más tranquilo pero no menos enfadado por su egoísmo.

-  Pero Oskar, recapacita. Con qué ejercito vamos a atacar su guarida. La máxima reputación que podemos conseguir es que nos tallen en piedra en la plaza de la ciudad. le contestó mientras miraba a ver si alguien les llevaba a un lugar caliente, pues aquel lugar no era el idoneo para discutir y menos con el resfriado que le acababa de florecer.

- Pues yo estoy con el enano. - dijo desde una posición algo distanciada. - Conozco las historias que contaban los ancianos de mi clan y si se trata de ella, no solo intentará arrasar con esta ciudad, sino dominar todo el Norte. Si todavía no ha recuperado todo su poder, es el momento de cortarle la cabeza. - dijo Helga con una firme convicción.

Lo que se preguntaba era ¿podría contar con la ayuda de aquellos hombres?

- ¿Y bien? Ahora que sabéis de lo que es capaz y habiendo arruinado su plan, volverá a su guarida para lamerse las heridas. Es ahora o nunca...

-¡¿Veis?! - exclamó triunfal Oskar al escuchar a Helga - Ahora que hemos detenido por ahora su ataque en Bryn Shander nos hemos convertido en su objetivo. No se arriesgará a permitir que otro grupo de heroés le frenen los pies, así que si nos ve desperdigarnos tened por seguro que nos cazará a cada uno como a ratas. - les advirtio - La unica opción que tenemos de seguir con nuestras vidas es detenerla y después a lo nuestro - sentenció con absoluta seguridad.

Les seguía escuchando. Ambos querían morir jóvenes. - ¿Vosotros dos y qué ejercito? les dijo sacando la pipa para calentar el cuerpo en vista de que no se iban a mover de la fría entrada. - Entiendo vuestra pasión y juventud. Las ganas de ser héroes de leyenda. Todo eso son cuentos chavales. ¿Otro grupo de héroes dices? Yo no veo más que un puñado de guardias que han sobrevivido de milagro a este ataque. Negaba con la cabeza. - Aprovechad a que el clima de este lugar inunde vuestras mentes, jóvenes. Que aún séntis la adrenalina de la batalla. No sabéis dónde ir, con esta ventisca las huellas habrán desaparecido mañana. Y en caso de llegar a la guarida, ¿pensais que estará ella sóla dispuesta a que le atraviesen el corazón? Miraos, apenas os sostenéis en pie muchacha. Eres dura, pero ese impetu te llevará a la tumba. Ir media docena de guardias, que no héroes, a por una una bruja de leyenda que antaño fue derrotada por héroes y repito héroes que no lo sois. No seais insensatos, no sabéis a lo que os enfrentáis.

Se daba la vuelta para marchar a la taberna más cercana. Ya hablaría con Brima en otro momento, pero se estaba cansando de las pocas ganas de vivir de aquellos dos. Pero habían compartido mucho tiempo juntos y no quería que murieran. Volvió resignado hacía ellos escupiendo una flema al suelo.

- Mirad. Si queréis hacer algo, habladlo con el líder de esta ciudad. Una audiencia con él junto a Beorne podría esclarecer vuestras inquietudes. Si la amenaza es real, puede que pidan ayuda a los enanos y junten a las Diez Ciudades para luchar contra ese mal. Entonces si la amenaza es real podréis combatir. El frío le recorría el espinazo y estaba comenzando a enfadarse pues si aquellos cabezotas se lanzasen a la muerte el se sentiría responsable por no ir o haberles parado, pero lo que tenía claro que él se marcharía a Targos antes de encaminarse a la boca del lobo como bien había dicho Oronel.

-No se que esperas que te de aparte de una patada en el culo, medio-elfo. Si quieres que te paguen busca a Beorne que es quien te contrató-dijo la enana-Respecto a lo que hagais o no hagais no me incumbe. Mañana partiré para avisar a los miembros de mi clan del peligro que se avecina. Descansad mientras podais-les aconsejó antes de marcharse por donde había venido.

Oronel se encogió de hombros y se retiró a buscar a Beorne o, como Daelios había propuesto, al líder de Bryn Shander.

-Voy a hacer precisamente eso, Daelios. Si quieres venir, eres bienvenido. Yo no pienso arriesgar mi vida por nada -dijo, en referencia a los otros. Si no me ofrecen nada, quizás me vaya con Brima mañana.

Asintió a Oronel, por lo menos estarían en un sitio caliente. - Exponedlo al consejo si queréis pero no vayais como pollos sin cabeza al matadero, por favor. Aunque os lo ofrezcan Oronel, has visto el ataque que han realizado entrar en su guarida será mucho más duro y muchas más vidas se perderán. Sería una lastima perderos. Tomo unos segundos para seguir replicando.

- Busquemos a Beorne quizá el tenga acceso con el consejo y pueda daros voz. Os acompañaré para meter sentido a vuestras cabezas.

- Va, va, va. Vayamos egoistas codiciosos, pero cuando los yetis os chupen los huesos cuando os separéis por vuestras cuentas, acordaos de mis palabras - refunfuñó acompañándolos a ver a Beorne y al consejo.

El grupo paso el día tratando de hablar con el consejo de Bryn Shander, comiendo, ayudando a reparar las defensas o con los heridos hasta que por fin Beorne los hizo llamar. Se reunieron los 4 en el gran salón donde les esperaba el alguacil Well, un hombre maduro, alto, de porte regio y cuya voz áspera acompañaba a su aspecto forjado en el norte. 

-Bienvenidos-saludó- me ha dicho Beorne que gracias a vosotros Bryn Shander no ha sido arrasada hasta los cimientos y que creeis que la Dama de Hielo.

Algunos miembros del grupo parecían incómodos pero el alguacil no prestó atención y continuó.

- Si eso es así es una desgracia no solo para nuestra ciudad sino para todo el norte. Y ahora mismo mis hombres están la mayoría heridos o muertos y los que no los necesito para defender la ciudad. Sin embargo creo saber, si las leyendas son ciertas, donde se esconde la bruja-hizo un silencio mientras meditaba sus palabras- si vais allí y os encargais de ella haré que vuestra recompensa se triplique-les ofreció.

El rostro ceniciento del brujo semielfo se relajó entonces y una amplia sonrisa apareció en su rostro. El antiguo joyero se aproximó a Weell y le dió un fuerte apretón de manos.

-Podeis contar con mi ayuda, mi señor. No se hable más. 

- No necesitamos a un gran ejército. - dijo Helga finalmente. - Solo un puñado de guerreros dispuestos a actuar con presteza y cortar la cabeza de la serpiente antes de que nos vea venir. Un ejercito, el cual tampoco tenemos, llamaría demasiado la atención. Si con las murallas hemos sufrido tantas bajas, imaginad como sería en su territorio, a campo abierto ... Helga, para lo joven que era, parecía muy convencida de sus palabras. - No. Ha de ser un grupo pequeño y discreto que ataque directamente a su líder

- Estoy de acuerdo con Helga. Un grupo pequeño. Un buen golpe certero. Evitaremos más muertes innecesarias. – asintió con convicción.

- Weell, doy por supuesto que vienes con nosotros, ¿sí? – le preguntó mirándole a los ojos. Luego buscó la confirmación de Beorne y Brima.

- Exacto sin contra la murallas hemos tenido tantas bajas imaginaos si os cogen a no más de diez en mitad de su nido o fortaleza. No van a tener con vosotros ni para el desayuno. No, no. Miró de reojo a Oronel que se había vendido como si nada ante el triple de una recompensa que aún no habían fijado. Como les dieran 10 monedas de oro por intentarlo las vidas de aquellos chavales no valdrían nada. - Estáis locos, rematadamente locos. Tu eres Markham, ¿no? Si lo que suponéis es cierto estos tres no tienen nada que hacer allí, necesitan más gente y en esta ciudad debe haber más gente que venda su pellejo por oro. Estoy seguro que tienes en mente a unos cuantos truhanes que cogerían gustosos esa recompensa. ¿No es cierto?

- Estoy de acuerdo con Helga. Un grupo pequeño. Un buen golpe certero. Evitaremos más muertes innecesarias. – asintió con convicción.

Sonrió al oír al humano con apellido de un gran clan de enanos de la zona. - Tienes toda la razón Oskar, cuantos menos vayais menos morirán. De eso estoy seguro, nunca fui bueno con las matemáticas pero hasta ahí llego.

A pesar de su aspecto socarrón la mierda le comía por dentro. Se sentía mal por abandonar a aquellos tres locos a su suerte, pero que serían ellos una década más tarde en su memoria. Sólo habían pasado poco más de un mes juntos y no tuvo problemas de dejar atrás a todos sus compañeros de tripulación. Pero... su puño estaba bien cerrado, en tensión, tanto que sus nudillos se habían quedado en blanco. Si todo lo que decían era cierto, no moriría pasado mañana con ellos pero si más adelante cuando aquellos simios volvieran a atacar las otras ciudades más pequeñas. Mucha gente moriría y su conciencia no quedaría tranquila. Pero quien era él para evitar nada en este maldito mundo. - Me caguen vuestro muertos. susurro.