Partida Rol por web

Goblop abrió la baulera donde estabais todos los duendes durmiendo y alzó el bombillo que llevaba todos lados. La luz mágica los despertó a todos.

—Vamos, vamos. Arriba manga de holgazanes, que ya es diciembre y este lugar está patas para arriba. ¿Dónde cuernos está Papá Noel? El los pondría todos ustedes en su lugar. ¡DESPIERTEN!

Poco a poco lod duendes empezaban a moverse. "Por qué tan temprano, si aún no ha salido el sol", "que estamos en el Polo, zopenco, y el sol sale hasta dentro de 3 meses", "de quién es el pie que me pisó la cara todo el rato", fueron algunas de las respuestas que se oyeron.

—Arriba panda de inútiles, que mientras Papá Noel no se encuentre aquí yo estoy a cargo, y puedo asegurarles que si no cumplen sus tareas sufrirás las consecuencias cuando vuelva el jefe— continuó Goblop con su discurso motivador al tiempo que desplegaba la lista de tareas.

—Saltarín, ve a buscar la bolsa mágica la terraza, y no te distraigas por el camino. Florecilla, ve a vigilar a El Grinch en el sótano pero no te dejes engañar como las últimas veces. Rayito de sol, ve a vaciar el cuarto de juguetes rotos en el pasillo de guirnaldas verdes, y no te quedes dormido o sufrirás las consecuencias. Campanilla...

—Ah, Campanilla. La más bella entre los duendes. Podrías hacerme el favor de ordenar el almacén de alimentos en el pasillo de guirnaldas rojas. Sí, sí, tómatelo con calma, más tarde iré yo ayudarte.

—Eh... ¿En qué andaba? Ah, sí. Nube, ve a ordenar el cuarto de herramientas en el pasillo de caramelo, pero esta vez hazlo bien, no como siempre. Melodía, ve a conseguir agua caliente para que Papá Noel se asee cuando le encontremos, que no vaya a estar fría, ¿entendido?

—Ah, y me quedan los novatos, Cascabel, Chispita, Estrellita y Luciérnaga.— Una sonrisa malévola iluminó su cara. —Para ustedes tengo la tarea más sencilla de todas. Limpien los establos y alimenten a los renos. ¡Pero ya!

—Ah, y por cierto, no olviden la tabla floja del pasillo de guirnaldas rojas, no vaya a ser que tropiecen. Je, je.

Aunque intentaba ser extrovertida a la hora de la verdad la timidez evitaba que dijera lo que pensaba más de una vez y no era esta la excepción cuando susurró incapaz de decirlo en voz alta - Noelito nos dijo que antes de trabajar desayunáramos bien... Que el chocolate y las galletas nos darían los auténticos buenos días. - pero claro, decirlo en voz alta y contradiciendo las órdenes de Goblop era otra cosa.

Estiró su cuerpecito esbozado su mejor bostezo, cogiendo fuerzas para empezar, helado por la mirada de Goblop su pescuezo, comenzó a caminar. Los renos esperaban sin culpa ni maldad, eran tiernos y fieles compañeros cada Navidad.

Tarareando una melodía "Lalala lalala", apresurada y sin dudar, directa a los establos avanzaba, dispuesta a trabajar. Aunque el camino era largo, no se mostraba cansada, ya vería sin embargo, según pasara el día.

- ¡A sus órdenes jefe! - Exclamó Cascabel realizando un saludo militar. 

Dar de comer a los renos. Eso era lo que había entendido que tenía que hacer. Lo que no sabía era con que alimentar a esos enormes animales voladores. Tenía entendido que los pájaros comían gusanos y los pájaros volaban. Ergo los renos comían gusanos. 

La cuestión era sencilla, al menos de buenas a primeras. ¿Dónde encontrar los gusanos suficientes como para alimentar a los renos. Eso no era tarea fácil. Según el mismo sistema de razonamiento simplista, si los gusanos eran largos y las guirnaldas también lo eran, ¿eran las guirnaldas gusanos? Probablemente sí. 

Cascabel se acercó a Chispita con una sonrisa en los labios y gran seguridad en si mismo. Aquel plan no tenía fisuras y una vez estuviera ejecutado, tanto Globlop (o como se llamara) y el propio Papá Noel, estarían muy orgullosos de ellos.

- ¡Pssht! - Llamó la atención de Chispita. - Ayúdame a descolgar guirnaldas y llevaras a los establos. - Le dijo entre dientes. - Los renos se van a pegar un festín. - Concluyó. 

Acto seguido empezó a arrancar algunas de las guirnaldas que decoraban el taller. Si algo había de sobra en aquel lugar era decoración navideña y las guirnaldas en especial. Iba a ser un primer día fácil y exitoso. ¡Puede que incluso le ascendieran!

Estrellita no quería salir de su posición típica de… ni frío ni calor, es decir, un ovillo pequeño y reconfortante. Se fue despiezando mientras Globop daba las ordenes al resto de duendecillos pero hubo algo que la hizo saltar. Tenía que convencer al resto de ir ahí primero.

- ¡Vamos primero a las guirnaldas! ¡Vamos, vamos, vamos! -  decía continuamente mientras se olvidaba oír completo de saludar, se colocaba bien el gorro y miraba al resto de compañeros con los ojos vidriosos por la emoción. - Vamos a por las guirnaldas que les den a los renos. No sé como lo vamos ha hacer pero… es que las guirnaldas son rojas y por eso tenemos que ir allí primero. Los renos tienen reservas suficientes y no pasa nada porque tarden un poco más, pero unas guirnaldas de color rojo sueltas por ahí… corren serio peligro. - acababa ya la frase de manera atropellada y emocionada esperando que se hubieran convencido de seguirla.

Una vez había soltado su discurso y mientras escuchaba decir algo a Cascabel que no la gustó nada saltó.

- No no no no no. Las guirnaldas no se le pueden dar de comer a los renos… son rojas. A parte, la tabla es más importante, si nos tropezamos y caemos mal nos podemos hacer daño. A parte, ¿quieres darle a los renos comida de color rojo que podría confundirse con Luciérnaga? - preguntó intentando intimidar a esta con la posible visión de que los renos se alimentaran con ella.

Sabía que ninguna de sus habilidades se ajustaba a la tarea, es más podría salir hasta magullada… pero tenía que proteger esas guirnaldas rojas y sobre todo acercarse a ellas.

—¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Woooooooooooooooaaaaa!!!!!!!!!!!! ¿Quién me dezpierta azi? ¿Que ha pazado?—dijo Chispita en cuanto escuchó los gritos—. ¿Por qué noz gritaz azí, eh?

Se sacudió la cabeza un poco y de un simple salto se levantó, dispuesto a hacer todas las maldades habidas y por haber. Es que nadie osaba despertar así al pequeño duende que siempre era un huracán de lo inquieto por su comportamiento tan combustible. ¡Cómo una pequeña llama andante! 

Y mientras escuchó las indicaciones de cuatro ojos con atención, cruzó sus bracitos y asintió conforme—en apariencia—a todo lo que estaban diciendo. Sólo que en cuánto su mejor amigo se le acercó y propuso aquello entre susurros, sus ojitos se iluminaron de repente dando por sentado que de liarla. La liaría con creces. 

—Guirnaldaz, ziiii. Divertido ez tironear de ellaz y llevarlaz—respondió al dar saltitos para cogerlas—. ¡Vivaaaaa la navidad! ¡Los renoz ezperan! ¡Eztán gorditoz! 

Era una peculiaridad de aquel duende, siempre hablaba con las z remarcadas. Muy dispuesto a buscar una superficie para subir, tomó carrera e intentó saltar sobre la tabla para impulsarse y coger alguna en el aire. Quizás se comía un golpe de lleno, pero la diversión... ¿Quién se la quitaba?

—¡WIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!—gritó en medio de su vuelo casual—. ¡A por ellas Cazcabeeeeeeelllll!

Luciérnaga fue hasta los establos andando por la nieve, y pudo escuchar el desmadre que sus compañeros provocaban en el pasillo de guirnaldas rojas.

Cascabel caminaba hablando con Chispita y sin mirar el suelo, Estrellita correteaba hipnotizada por esas hermosas guirnaldas rojas y Chispita entró a los saltos.

Cascabel y Estrellita no pudieron evitar tropezar con la tabla suelta, volaron y cayeron hechos un ovillo contra la puerta del almacén.

Chispita, con un gran salto, aprovechó la tabla que había atacado a sus compañeros usándola de trampolín para lograr la impresionante altura de metro y medio. Se imaginó a sí mismo volando y recolectando guirnaldas. Al aterrizar, tenía un nada despreciable trozo de guirnalda de un metro de largo.

Detrás de la puerta del almacén de alimentos pudieron oír un ronquido.

Luciérnaga, junto al establo al otro lado del pasillo percibió un fuerte olor a estiércol que hacía picar la nariz y oyó un zumbido.

- ¡AY! hija de perrilla... - dijo Estrellita mientras se tropezaba. - Eso... eso está muy mal ahí eh! alguien tendría que arreglarlo - dijo mientras miraba a Cascabel que se habían tropezado juntas - Yo creo que con tu magia podrías arreglarlo.

Tras esto, Estrellita ya estaba donde quería, había pasado al otro lado dispuesta a conseguir sus guirnaldas rojas. No sabía si se necesitaban más, pero ella quería a toda costa coger algunas.

Dando un buen salto se agarra a esas guirnaldas tal y como había visto hacer a Chispita. Estuvo unos momentos arriba colgada, y por nada del mundo se iba a soltar de su botín rojo.

Poco a poco fueron cediendo y en menos que se dice "recórcholis con los renos como se zampan todo lo que les hechas... y hay que ver como cagan" estaba abajo de nuevo a salvo con un trozo más de guirnaldas.

- Las guirnaldas son muy nutritivas. - Dijo entonces Cascabel. - Se lo escuché decir una vez a... a... ¡A Nube! - Mintió como un bellaco. 

Al ver como Estrellita y Chispita habían utilizado el tablón para saltar y cazar unas cuantas guirnaldas, él quiso hacer lo mismo. No parecía difícil, por lo que estaba convencido de conseguir más alimento para los renos. Esas pobres aves cornudas tenían que alimentarse. ¿Cómo iban sino a repartir todos los regalos del gordo rojo si no tenían fuerzas?

- ¡Allá vooooooy! - Gritó mientras saltaba.

Llegaba Luciérnaga al establo escuchando un estropicio que daba miedo, pero para miedo ese zumbido y aquel horrible olor... Y peor era ver que sus compañeros se iban a jugar en vez de hacer lo que Goblop les dijo, les habría echado bronca pero ella no era de chillar.

Se asomó miedosa por el zumbido buscando un recogedor con su mirada y viendo si había en algún lado chocolate caliente y galletas para los renos,... Por suerte el estiércol olía suficientemente mal como para no confundirlo con chocolate calentito, pero que tuvieran el mismo color era molesto, le provocaba la necesidad de oler el chocolate por si acaso.

Tocó la puerta* intentando que su excesivo peso se redujera un poco para empujarla y abrirla, cosa que sería más sencilla entre cuatro (ehem) pero no podía quejarse, "Noelito" le dijo que los buenos niños no se quejaban por cualquier cosa.

Mientras sus compañeros seguían jugando a lo saltos con la tabla suelta como trampolín y recolectando guirnaldas rojas al tiempo que dejaban la decoración hecha un estopicio, Luciérnaga en una muestra inimaginable de poder abre la tranquera.

Fue entonces que los renos salieron moviendo la cola y salpicando estiércol hacia todos lados.

—¿Qué nos trajiste de comer? Pronto, pronto, que tenemos hambre.— Pues sí, que estos renos hablan. ¿Esperaban menos?

Dentro del establo la capa de mugre llegaba hasta la altura de la nariz de Luciérnaga, y ese zumbido que tanto la inquietaba estaba aumentando en volumen.

- ¡Pero bueno! ¿No os han enseñado a ir al baño? - dijo en un instante de osadía para bajar el tono antes de seguir hablando - ¿Do-donde tenéis el chocolate con galletas? Con este olor es imposible de detectar... su valor se veía intimidado por el laberinto de excrementos, sin duda necesitaba un recogedor.

Dando vueltas sobre si misma intentó ver si había algo con lo que combatir aquel ataque de heces, antes de que acabara con su ropita en un estado deplorable. Su trajecito verde estaba por limpiar y el bueno de Noelito le prestó la ropita roja de un Papa Noel de juguete, algún duende con más experiencia dijo que era una "enchufada" y que los novatos deberían ir de verde, pero ella sabía muy bien que no debía acercar sus manos a ningún enchufe por lo que solo se encogió de hombros sin comprender a que se refería.

Algún "verde" le llamaba líder, aunque ella sin entender el porqué solo se ruborizaba creyendo que le querían hacer un cumplido, pero lo importante; un recogedor... O un paragüitas...

Rápida como las balas y torpe como ella sola se apuró en quitarla las guirnaldas que había conseguido a Cascabel, no sin antes tropezarse con la que había conseguido ella. Hubo una pequeña pausa en la que pensó: “Creo que Globop quería esto para decorar y no para dar de comer a los renos… pero bueno a mí me queda mejor” - y en este momento se colocaba un trozo de la guirnalda alrededor del cuello. Ya cuando dejó de hacer el tonto miró a Cascabel y la dijo:

- Ya le llevo yo esto a Luciérnaga, creo que tú que eres manitas podrías reparar la tabla… ya no la necesitamos.

Y salió corriendo en dirección a Luciérnaga con una guirnalda en cada mano, no sin antes cortar un trocito y habérselo puesto como una bufanda… “al menos ya tenía algo rojo en el uniforme” pensaba mientras corría.

Como bien de todos es saber que Estrellita es tan rápida como torpe y eso no fue un impedimento para que según corría con as guirnaldas una de ellas se le enganchase en el pie, la hiciese salir rodando, se golpease por todos los lados y acabase siendo una enorme bola roja hecha con la guirnalda.

Cuando se pudo levantar, un poco mareada no tuvo cosa mejor que decir:

- Ummmpff… aafffggg.. Vaya torta… - decía mientras se incorporaba - Madre mía… pero que.. que… - se miraba y no sé lo creía - que guapa que  estoyyyy - el éxito estaba asegurado, se había visto ya con todo ahí puesto alrededor de su diminuto cuerpo entera ella con la pomposa guirnalda y lo que era mejor… de color rojo.

Ahora tenían que convencerla de que se lo tenía que quitar…

- Sí, puedo hacerlo... - Le dijo a Estrellita. - Pero es que ahora no puedo... - Los renos tenían hambre y no iba a permitir que pasaran más tiempo del indispensable sin su alimento. Iban a estar contentos con la cena. - Creo que con estas guirnaldas será suficiente. - Les dijo Cascabel seguro de sus palabras. - Cogedlas todas y vamos a alimentar a esos renos. Seguro que están hambrientos y nos recibirán con las patas abiertas. - Comentó orgulloso de buena acción aquel duendecillo. 

Cascabel recogió todas las guirnaldas que su pequeño tamaño le permitió y se encaminó a seguir los pasos de la líder, teniendo que esquivar a Estrellita, que rodó de forma artística por el suelo. De no ser porque iba bien cargado se pondría a aplaudir, pero no fue posible. Tenía que llevar la comida a los renos. Se acercó a la puerta y decidió atravesar el umbral.

- ¡Luciérnaga, ya llego! - Le avisó. - ¡Pronto podréis comer, amigos! - Les dijo a los renos.

Le había quedado unos pajaritos alrededor de la cabeza como los dibujos animados tras aquel vuelo y la caída que provocó aquello. Aunque tenía su metro de guirnalda y para alguien tan pequeño no estaba nada mal. Así que mientras sus compañeros le copiaron el estilo—momento en el que Chispita se hinchó orgulloso por ello—aprovechó para observar el despliegue y enredarse como árbol de navidad con esa maravillosa guirnalda. 

—¡Zeee cayeron! No ezta mal... —comentó divertido y al ver que salieron corriendo hacia el establo, bufó—. ¡Peroooo! No me dejen solo. ¡Maloooozzzzzz! 

Y sin más siguió la estela de aquellos duendes que apresurados se dirigían al lugar más oloroso que podía haber. Es que los renos hacían mucho popó, eso era horrible y a Chispita no le gustaba. ¡En absoluto!

Eso sí, al ver a Luciérnaga empujando la tranquera aceleró el paso para aprovechar el envión y así ir con toda la fuerza para embestir la puerta. 

—Shoooo voy. ¡Con mi velozidad y mi fueshaaaaaa! ¡Booooooom! 

Los tres duendes llegaron corriendo o rodando donde Luciérnaga, y Chispita golpeó fuertemente con su hombro la tranquera haciéndola vibrar.

—¡Comida, comida, comida!— Gritaban entusiasmadísimos los renos chapoteando en la inmundicia e ingiriendo guirnaldas y meneando el rabo.

A Estrellita la zarandearon bastante para quitarle las guirnaldas que no quería entregar. Tuvo suerte de que estos renos aún recordaban el castigo recibido la última vez que se comieron a un duende, que si no...

—Pero qué es tanto escándalo. Ah, son ustedes alimentando a los renos.¿Pero qué les han dado? ¿Lombrices coloradas? Muy, pero muy bien. Eso tiene muchas proteínas. Pero recuerden darles también algo de fibra. Verduras, avena...

Se puso a olfatear el aire y su expresión cambió repentinamente. Frunció la nariz como si oliera mierda.

—¡Pero qué es ese olor! Esto parece un chiquero. ¿Aún no lo limpiaron?

»Está bien, ahora yo voy a controlar cómo vienen en el armario de las herramientas y el salón de juguetes rotos. Pero cuando vuelva quiero ver esto limpio y a los renos completando una dieta balanceada.

- ¡PERO QUE HACÉIS! ¡LOS RENOS COMEN CHOCOLATE Y GALLETAS! - gritó aterrada por nonsaber que efecto tendrían las guirnaldas.

Al menos, en la cabecita de Luciérnaga, todo el mundo en el polo norte comía chocolate y galletas o caramelos y pastelitos. Se llevó las manos a los ojos no queriendo mirar asustada por los glotones renos.

- AY, por los mil Noelitos que no se pongan malos - suplicaba. Con el terrible inicio se temía una bronca gigante de Goblop,... Aunque aún podían arreglarlo - Noelitonsiempre dice que cuando le duele la barriga no hay nada mejor que dormir después de tomar un chocolate caliente... Pero este lugar apesta, si no es por las guirnaldas enfermarse de peste Caquetá...

- ¿Verduras y avena, eh? - Pensó el pequeño duende. - ¿Qué puñetas es eso? 

Fuera lo que fuera sonaba mal y no tenía ni la más remota idea acerca de dónde podía conseguir tal cosa. Acababan de empezar a trabajar en ese puesto y no conocían el oficio. De hecho, de haberles hecho una entrevista como dios manda, nunca les hubieran contratados. Al menos no se él.

- ¿Y si pregunto? - Se dijo a si mismo. No parecía que Goblop fuera un tipo demasiado dado a ayudar y seguramente se llevarían una reprimenda. No, preguntarle por donde estaban esas cosas llamadas "verduras" y "avena", definitivamente era una mala idea. Pero entonces: ¿Qué hacer? 

- Verdura... Verdura... - Murmuro pensativo. - Tiene que ser verde... Y si los renos se han comido a algún duende, puede qué se hayan equivocado al ver sus ropas. - Miró a Luciérnaga. - ¡Qué lista és! ¡Por eso va de rojo! - Pensó. - ¡Amigos! Tenemos que conseguir uniformes verdes. Seguro que dentro del taller hay alguno. Es lo que comen los renos además de guirnaldas.

—¡Fuaaaaa! ¡Lo hize genial! 

Sólo festejó por su fuerte empujón a la tranquera, aunque claro tenía en cuenta de que las guirnaldas capaz que no le iban a gustar a los renos y seguro, pero segurísimo estaba de que comían pasto. Así que mientras Cascabel hablaba bajito, tanto que no le escuchó del todo bien, se fue a recolectar aquello para los animales. 

—¿Zi le damoz florez, el popó tendrá rico olor? ¿No?—preguntó Chispita, era existencial el interrogante para él y al escuchar a —. ¡Lo penzé! ¡Lo penzé! 

Y sin más salió corriendo—era pura energía el duende—para recolectar flores, hierba, lo que sea de color verde o huela bien. No les entendió demasiado a sus compañeros, es que estaba yendo de aquí para allá, pero al menos juntaría un buen ramillete de vegetales para los renos.