Partida Rol por web

- ¿Malacatosos? - Repitió en tono interrogante.

- ¿Qué puñetas quiere decir aquello? - Se preguntó intrigado Cascabel. - ¿Y caninospez? - Eso tampoco acababa de entenderlo. Era evidente que los conejos y Luciérnaga hablaban un idioma que él no entendía para nada. Sin embargo, aquellos ladrones de orejas puntiagudas parecían entenderse con su compañera de vestido rojo y eso era buena señal. Luciérnaga podía ser muy convincente cuando se lo proponía y con su ayuda iba a conseguir un buen trato.

Cascabel se plantó frente a aquellos seis tipos de abrigo peludito y se plantó de brazos cruzados mirándolos mal, con un ojo entreabierto o quizás... entrecerrado. De esa forma se sentirían intimidados y más proclives a aceptar las condiciones de rendición. Nadie en su sano juicio osaría hacer enfurecer a alguien que le mira mal...

Muy cómodo arriba del reno, observó la escena y esos conejos que estaban custodiando los chocolates. Alzó la mano con cierto aire de soberano y luego sonrió. 

—Vozotroz, dejad el chocolate. ¡Ez nueztro! —dijo con vehemencia Chispita—. Zi no zeden, habrá guerra. ¡Ze la declaramoz! ¡Por loz zhocolatez!

Y sin más alentó a su caballo-reno hacia donde estaban esas cositas peludas con el afán de amedrentarlas para que cedan en su posición y así poder obtener una ventaja. 

—¡Eztrategia! ¡Zho loz entretengo! ¡Vozotroz robad! ¡Robad! —indicó a sus compañeros y se acercó a susurrarle al reno—. Pon cara de malo, ezo da miedo.

Sorprendida por ver a los conejos que se estaban comiendo todo el chocolate, dejando todo tirado, lleno de papeles y lo más importante, sin existencias de chocolate decidió actuar.

- ¡Eh, vosotros! Si sois conejos de pascua, ¿porqué no ponéis unos huevos de chocolate como decís?

Esperó un poco haber que hacían o decían.

- Bueno si no podéis poner huevos tendréis que dejar de comer... las existencias del chocolate son limitadas. "y os estáis comiendo las mías" Habría que reponerlas, y si no tenemos huevos... - no se sabe si lo dijo con segundas.

Luciérnaga intentó convencer a los conejos, pero un arranque de timidez hizo que su discurso sonara menos conexo de lo que ella supuso. Y las caras de malos de Estrellita y Cascabel no asustaban mucho que digamos. Sí tuvo un éxito parcial Relámpago, el reno de Chispita, que se metió entre los conejos de más atrás y empezó a comer el chocolate que ellos llevaban en sus manos.

El jefe de los conejos pareció sorprenderse con que Luciérnaga dominara el argot de la isla de Pascua. Pero luego contraatacó.

—Mirala vos a la petaca toda pipirisnáis queriendo vendernos la pescada. ¡No le dis cabida! Vos, a la de ahí que le falta gramo pa'l kilo, hacerle estirar la jeta— ordenó a un conejo que embistió a Estrellita usando sus orejas como cuernos. Lo que no consideró el conejo es que sus esponjosas orejas no podrían provocar más que cosquillas.

—Y vos, al que se la da de malacatoso reventalo.— Este segundo conejo, más inteligente, saltó tirando una patada voladora contra cascabel, pero con tan mala puntería que cayó en en cajón de tomates.

Uno de los conejos saltó sobre la cabeza de Relámpago y le dio un buen mordiscón en un cuerno, y el jefe conejo empezó a trepar a Bailarín, el reno de. Luciérnaga, pero quedó a medio camino.

—¡Vamoooooo! ¡Relámpago es lo maz!—dijo felicitando a su amigo-reno—. Come, come, zho voy a ayudar a miz amigoz. 

Cogió sin miramientos lo primero que encontró, sea una cuchara, un juguete o un plato con sus pequeñas manos y comenzó a lanzarlo en contra de los conejos. Nadie atacaría a sus amigos, no cuando estaban haciendo el bien. 

—¡Lo pagarán! ¡Conejoz maloz! ¡Nunca me convidan huevoz! ¡Los odioooooo!

A pura exageración, se convirtió en la lanzadora humana de objetos. Era por un bien mayor, ahora sí los platos se rompían... No era su culpa. 

Cascabel no sabía muy bien qué estaba sucediendo. Sólo sabía que unos malvados y esponjosos seres de orejas puntiagudas estaban robando el chocolate y ahora los renos, que no se habían saciado con las guirnaldas, tambien querían comerse las reservas de dulces que se encontraban en la alacena.

- ¡Cargaaaaad! - Gritó Cascabel armado con la zanahoria a modo de lanza de caballería. 

Acto seguido comenzó una frenética carrera zanahoria por delante, con la intención de atravesar a uno de los ladrones con la punta de su improvisada lanza. 

Luciérnaga dejó al conejo jefe trepando y saltó sobre un montón de chocolate, no iba a ser ella quien se quedara sin chocolate, en su arebato goloso se apresuró a comer suficiente como para compensar no haber desayunado.

- orefaf de feppa - decía con la boca llena - como caftibo po' habe"' comío folof e' focolate tenéis que trae' maf y coloca'lof en fu cirio

Pero... Ñam ñam que rico que estaba, si, no cabía duda que no se iba a quedar sin comer.

Al ver que todas cargaban contra los conejos, Estrellita no iba a ser menos.

Buscó con la mirada algo que usar de arma, pero al no ver nada salió corriendo contra los conejos que saltaban por todos lados. Esquivando patas de reno, restos de chocolate, envoltorios de chocolatinas, una silla derribada y un mar de cosas llegó hasta los conejos.

Saltó encima de uno de ellos y se aferró como si no hubiera mañana.

- Veis yo también he conseguido una montura. - Dijo mientras le arrancaba algunos pelos al conejo. - ¡Si no vais a ayudar iros!

El salón se convirtió en una batahola increíble. Relámpago sacudía su cabeza intentando liberarse del conejo que le muerde los cuernos, pero sin lograr liberarse.

Chispita empezó a arrojarle platos, cajones, jarras y cuanta cosa que no fuera chocolate al conejo que intentaba salir del cajón de tomates, Cascabel también cargó sobre el mismo conejo picándole un ojo con su zanahoria

Luciérnaga, aprovechó su gran velocidad para quitarles el chocolate a los dos conejos que intentaban llevárselo (y hasta le alcanzó el tiempo para comer un poco). Pero esos dos conejos la persiguen para cobrarse venanza, dejándola magullada.

Un conejo muerde el tobillo de Bailarín.

Estrellita se monta en un conejo y pelean, por suerte ninguno de ellos sale lastimado.

*EDIT: Me había confundido un nombre, creo que ahora está bien

Los otros seis renos, mientras tanto, seguían tranquilos comiendo lechugas y rábanos, como si nada pasara a su alrededor.

Cargada de chocolate y diciendo "AU AY PUPA DUELE" Luciérnaga demostró que los buenos servidores de Papá Noel pueden dar un puñado de rápidos brincos para subirse a un reno al que si no le molestaba sería un gran aliado, colocándose entre sus cuernos tras dar pie en una silla volcada y la mesa llegar no fue tan difícil. Al menos tenía que colocar un chocolate en su sitio tras compartir con sus compañeros.

- ¿Sois abejonejos? Picáis muy fuerte y duele, sois malos, me chivaré a Noelito cuando le vea ¡Yo no la he pegau'! Un niño pedía un abejonejo para Navidad pero si sois tan malos mejor que Noelito le dé más caramelos y creo que está de moda regalar un palo... Así podrá defenderse de vosotros...

- y dejad de pelear todos, hacer daño a los demás os pondrá de cabeza en la lista de los niños malos, Noelito siempre dice que hay que compartir.

- ¡Rendíos seres blanditos y esponjosos! - Les ordenó Cascabel todavía esgrimiendo su zanahoria como lanza. 

El combate estaba decantado. Sin duda habían vencido a esos malechores. Papá Noel estaría orgulloso de ellos y Goblop sin duda alguna aplaudiría su gesta. Sin duda habían cumplido bien con su cometido. El establo estaba limpio, los renos alimentados y la amenaza neutralizada. 

- ¡Ja! - Lanzó un zanahoriazo al aire de forma amenazante. - ¡Deponed esos dientes y os dejaremos conservar vuestros estandartes! - No tenía ni idea de que significaba todo aquello, lo había visto en una película, pero fuera como fuera, sonaba bien.

Al ver que su reno estaba siendo atacado por esa cosita peluda con dientes, no dudó en dejar de lanzar lo que tenía cerca y se enfrascó a un combate cuerpo a cuerpo—sobre el animal—para que deje de lastimar a su amigo relámpago. 

—¡Qué no me toqué' a mi amigo! ¡Conejo maloooo! 

Eran mordiscos y golpes por parte de Chispita, estaba como cegado, tanto que no escuchó lo que decían sus compañeros porque su enemigo se había metido con algo personal suyo y era su reno. Así que la feroz batalla duró lo que duró, pero no pararía el duende en ganarla. 

Luciérnaga protegió los chocolates tras los cuernos de Cupido, y con su vocecita dijo algo que el resto no percibió. Mientras tanto Chispita intentaba morder al conejo que intentaba morder los cuernos de Relámpago y Estrellita montaba un conejo como si fuera un potro bravío.

Hasta que de pronto sonó como un trueno la voz de Cascabel y todo se detuvo como por arte de magia.

—¡Chucha! Que resultó áspero el patova este. Mejor negociemo'chamigo.— El jefe de los conejos soltó la pata de Bailarín e hizo un gesto a los otros conejos para que pararan de pelear y se acercó a Cascabel. —Vos, hermanito, vos sos bueno. Hagamo\'una cosa. ¿Qué te parece si vamo\'y vamo\'? La mitá del chocolate pa: nosotros, la mitá pa\'ustedes y listo. Nosotros nos vamos y si te he visto no me acuerdo. ¿Dale?

Y se quedó parado frente a Cascabel con ofreciendo su mano, para ver si se cerraba el trato.

- Setenta, setenta mejor. - Le dijo Cascabel al blandito jefe.

No se podía decir que no fuera un buen negociante. Sonrió como ganador que era. Aquella oferta era irrechazable. Sin duda alguna Papá Noel estaría orgulloso de él. Sin duda le iba a nombrar capaz de ayudantes de juguetero.

- ¿Hay trato? - Sonrió agarrando la patita del orejas puntiagudas.

Parecía que todos paraban al fin, aunque no quisieran haber escuchado su voz Luciérnaga se sentía orgullosa de haber protegido la mercancía ¿Que harían los niños sin chocolate? No sabía si aquel grupo paraba por la petición de su compañero o porque se habían visto superados, por lo que un setenta treinta le parecía demasiado pero sin eso evitaba peleas sin sentido estaba bien.

- y nada de irse como si no hubiera pasado nasa, nos tienen que ayudar a colocarlo, que está el doble de descolocado por su culpa.