Partida Rol por web

Glimgmar se había despedido de Nanthleene y después habíais puesto rumbo al puesto de la guardia donde os recibió un afable Hakkon. El Sargento accedió a todas vuestras peticiones: le aseguró a Ardreth y a Glimgmar que pondría al mayor experto en leyes de la ciudad a revisar el contrato de Beellana, le dio un salvoconducto especial a Aramil que identificaría a Satara como animal al servicio de los Jinetes de Nesmé y, aunque a regañadientes, autorizó a Payne para que interrogara al prisionero que habíais tomado.

La Señora del Látigo abandonó el grupo para dedicarse a ese menester, y tras acompañar al druida enano a que recogiera a Satara, empezasteis las pesquisas sobre el aprendiz de Uldinus. Notasteis que el rumor del rescate se había extendido por toda la ciudad, y las gentes de Nesmé, agradecidas por el servicio a sus vecinos y amigos, estaban más que dispuestas a ayudaros. No obstante, os costó encontrar información sobre Bel. Uldinus parecía ser toda una leyenda entre los aventureros, pero era poco conocido entre las gentes más comunes y sencillas. 

Al final, tras dos horas de búsqueda, una aventurera os señaló a un joven de túnica negra que coqueteaba con una chica que atendía un puestecillo de verduras.

No era el tipo de chico que uno identificaría con un aprendiz de nigromante. Llevaba una túnica de de lana cruda teñida de negro, sí, pero era lo único en lo que podía hacer pensar en nigromancia. Era un chico bien parecido, de unos chispeantes ojos azules llenos de vitalidad. No hacía más que sonreír y bromear, y parecía el tipo de chico más interesado en el vino y en las chicas de su edad que en antiguos libros de magia oscura y prohibida.

Y por la manera en la que la chica se toqueteaba el pelo y sonreía con coquetería, debía tener cierto éxito. Fue ella quién se dio cuenta de que la aventurera lo había señalado él, porque le avisó. Bel giró sobre sus talones y os dirigió una mirada sorprendida primero y una amplia y amable sonrisa después.

—¡Buenos días! ¿Puedo ayudaros en algo? —os saludó.

Kayle, que había permanecido todo el camino como si le hubiese caído un chaparrón encima (hasta el punto de que en lugar de ir brincando de tejado en tejado había ido caminando por la calle como la gente normal con las manos en los bolsillos) levantó ligeramente una mano a modo de escueto saludo e hizo un pequeño esfuerzo por devolverle la sonrisa al muchacho.

—Bienhallado. Lo cierto... es que sí, ¿eres Bel, verdad? Yo soy Kayle, aunque por aquí todo el mundo me llaman Ciclón—respondió con un ligero  encogimiento de hombros en plan "llámame como más rabia te de"—. Ellos son Tabin, Glimgmar, Ardreth y Aramil.

—Y yo soy un producto de las circunstancias—suspiró Céfiro dramáticamente mientras se acodaba en uno de los hombros de Kayle y apoyaba la cabeza en una manita brumosa.

—... y Céfiro—gruñó la maga mirando a su familiar de reojo. Luego carraspeó diplomáticamente y devolvió su atención al aprendiz—. Necesitamos hablar con tu maestro de un asunto muy importante, sobre cierto dragón. ¿Nos puedes ayudar?

 A Glimgmar no le pareció prudente hablar de dragones en medio de la calle. Estaba a favor de que la gente estuvierra informada, pero uno no sabía cuando podía cruzarse con el aventurrero equivocado. Es más, puede que quel muchacho fuese el aprendiz del brrrrrujo nigrromante, perro eso no querría decir que le interresase lo más mínimo su supervivencia. Si estaba al corriente del dragón, no serría extraño que aquella serpiente ancentrral le hubiese tentado como hizo con ellos.

 - Encantado muchacho.

 Traté de ser afable, aunque resultarría demasiado cortés pues no sonrreía, ni parrecía tener motivos parra hacerlo. El enano erra un guerrero hecho a la batalla en ese instante, y no un diplomático concienciado.

 - Segurro que puedes ayudarnos si erres quien dicen que erres. - Supuso, con cierto tono de duda, puede que incluso insinuando que se oían grandes cosas de él, o que se podían derivar de lo que erra su maestro brrujo.

 Por el momento parra Glimgmar el muchacho no erra un peligrroso brrujo...sólo un muchacho que aún estaba a tiempo de cambiar de rumbo.

-Desde luego que si.-Digo entre carcajadas.-La verdad es que no tienes demasiada pinta de aprendiz de nigromante... Dime, ¿como le da a uno por dedicarse a esa escuela de magia en concreto?

Dicho esto, caigo en la cuenta de que se me ha olvidado presentarme.

-Soy Aramil, por cierto, Druida de mielikki.

Glimgmar estuvo a punto de levantar el dedo para matizar, pero disimuló su intento con un breve suspiro para reajustar su respiración fuerte y un tanto sosegada.

 - Brrrujerrría. No magia. Brrrrujerrrría.

 Miró a lo largo de la calle en busca de oídos o miradas indeseables y mantuvo el silencio. Serrría mejor no comenzar aquello con mal pie, y menos si potenciaba que Kayle se sintiese mal, erra evidente que no estaba muy contenta.

 Quizás sólo esté preocupada por lo del dragón.

 Se consoló. Irónicamente, no parecía molestarle que el druida fuese enano y tuviese sus propios principios.

—¡Segurrro que sí! —le contestó a Glimgmar antes de dirigirse a Kayle:—. ¿Me das un momento?

El joven aprendiz de nigromante se despidió de la chica del puesto y os invitó a que os desplazarais un poco para no molestar a la gente que quería acercarse a comprar. Fue entonces cuando respondió a Aramil.

—¿Que cómo me dio por dedicarme a la nigromancia? Bueno, si esperas una sórdida historia de fascinación por la muerte te vas a llevar un chasco. Los nigromantes también tienen hijos ¿sabes? Y esperan que esos hijos sigan la tradición familiar. Y ahí es donde entro yo —suspiró—. Lo cierto es que aunque nuestra relación se parece mucho a la de tutor-alumno, Uldinus es mi padre. Os recomiendo que no hagáis las cuentas sobre su edad y la mía. Yo la hice una vez y me resultó asqueroso. Y si te digo la verdad, Aramil, la nigromancia es más aburrida de lo que la gente cree. Es como... cultivar plantas carnívoras. Tú sabes a lo que me refiero.

Bel dedicó una sonrisa de oreja a oreja al druida.

—Entonces... necesitaréis hablar con mi padre sobre Mirmulnar, deduzco astutamente. A él no le gustan las visitas, pero yo en cambio agradezco un poco de compañía. La perspectiva de pasar el invierno incomunicado en la torre de mi padre no es muy halagüeña, como os podéis figurar. Y estoy al tanto de el trabajo de mi padre para "seguir con el negocio", ya sabéis. Así que lo mismo os puedo ayudar yo y os ahorráis soportar a mi padre.

A Tabin nunca se le había ocurrido que los nigromantes tuviesen hijos. En su imaginación, los nigromantes eran hombres oscuros y malvados sin amor por la vida o por nada vivo en general. Aunque fuese algo ingenua, a Tabin le gustaba creer todavía que los hijos nacían del amor. La idea de un nigromante enamorado o que amase a un hijo le resultaba extraña, como si no encajase en el molde. El amor entre las sacerdotisas de Loviatar también le había sorprendido, y aún le dolía pensar en cómo había terminado. Tabin supuso que, después de todo, la gente se necesitaba entre sí. Ni siquiera los cultos más nihilistas podían evitar eso. ¿Significa eso que aún queda esperanza para todos? Si Payne fuese un poco más simpática, como Bel, quizá me lo pensaría...

-Gracias por el ofrecimiento. Perdona que me meta donde no me llaman, pero ser granjero tampoco suena apasionante y a nadie le dan miedo. Es decir -La semielfa sonrió-, no quiero ofenderte, pero me gustaría saber cómo se acepta ese plan de vida...

Bel fue a contestar a Tabin con naturalidad, pero se detuvo. El chico le echó una ojeada de arriba abajo y de abajo arriba a la semielfa. Una mirada bastante apreciativa, si uno se percataba de esos detalles.

—Bueeeeno.... —balbució Bel, más interesado en el cuerpo de Tabin que en la conversación—, eso... tiene más que... ver... con la... educación... que otra cosa.

Parpadeó, como si hubiera conseguido romper el embrujo de la semielfa.

—Ejem. Lo siento. Lo que quiero decir es que.... la nigromancia es una magia que te da miedo ¡lo entiendo! Sé que probablemente nunca te lograría convencer de que lo hago está bien. Para según que gente la nigromancia siempre será algo malo. En lo que me gustaría que reflexionéis es en que la gente cree en lo que la educan, y que a vosotros os han educando para creer en que la nigromancia es mala. A mi, en cambio, me han educado en lo contrario.

—Je, sí... —murmuró Kayle mirando ociosamente una nube que pasaba en ese momento sobre Nesmé. —. La primera ley de la magia.

Antes, cuando el muchacho había mencionado que Uldinus era su padre, ella había estado contando disimuladamente con los dedos y tras haber puesto una repentina cara de repelús, se había dedicado a eso... a mirar al cielo.

La genasí pareció caer repentinamente en la cuenta de que allí se estaba hablando de todo menos del tema que les ocupaba y carraspeó diplomáticamente devolviendo su atención a la superficie de la ciudad.

—En... cuanto a Mirmulmar—dijo levantando un índice como quien pide la palabra—. Uldinus fue quien encantó las cadenas que lo mantienen preso. Lo que necesitábamos saber es si la duración del conjuro está ligada a la persona que lo lanzó... o por el contrario perdurará más que ella.

—Hmlggd...

Céfiro seguía asomado sobre uno de los hombros de Kayle, apoyando la cabeza sobre las pequeñas manitas brumosas con gesto ocioso.

—Este chaval es pura elocuencia.

La genasí le chistó algo en aurano.

-Cualquiera diria que se te ha comido la lengua el gato.-Digo riendo a carcajadas.-¿O mi compañera ha dado en hueso?

A Tabin no le pasó desapercibida la mirada de Bel. De haber estado de otro humor, quizá no le habría importado. Sabía, sin llegar a ser vanidosa, que era una mujer atractiva y disfrutaba de ello. Pero no quería más líos románticos con nadie más. Ya tenía suficiente con dos amantes peleándose por ella.

—Ehh... ¿eh? ¡Ah, sí! —carraspeó—. No debéis preocuparos por la duración del conjuro.

Suspiró y por primera vez abandonó la sonrisa.

—Yo soy la garantía de las que las protecciones durarán.

Kayle no pudo evitar soltar un disimulado suspiro de alivio al escuchar la respuesta sobre la duración del conjuro. Pero la segunda parte la llevó a arquear ligeramente una ceja.

—¿"Tú" en qué sentido?

-¿Es posible que la protección esté ligada al linaje?-Pregunto intrigado.-¿Por educacion o por sangre? Quiero decir, ¿Te ha enseñado a mantener las protecciones o simplemente mientras su sangre corra por tus venas las protecciones duraran?

Puede que sea por el tiempo que pase entre los elfos, pero todo cuanto tenga que ver con magia me intriga enormemente.

—No vas desencaminado —le dijo a Aramil, con un tono gratamente sorprendido—. Mi padre ya vio ese problema de seguridad que planteáis hace muchos años y empezó a trabajar en una solución. Lo cierto es que él... bueno... 

Parecía que pese a ser un chico muy extrovertido, le costaba hablar del tema.

—Digamos que ha ligado mi alma a las protecciones. Mientras yo viva, el sortilegio estará en pie. Cuando yo muera... pasaré a formar parte del encantamiento y será tanto más poderoso como yo lo sea. Así que en cierto modo seré el héroe que mantendrá cautivo a ese dragón por siempre —se encogió de hombros—. Claro que como soy un nigromante y a la gente le da miedo la nigromancia, no apareceré en las canciones de ningún bardo. Seguro que todo el mundo alabaría mi virtud y sacrificio si fuera un paladín. Claro que un paladín no podría haber hecho por Nesmé lo que ha hecho mi padre, pero esa es otra cuestión.