Partida Rol por web

Donde los Valientes Temen Aventurarse

26. El Último Eslabón de la Cadena.

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24/02/2014, 22:17
Aramil

-De acuerdo, lo que yo voy a hacer ahora es ir a pasar un rato con Satara.-Digo sonriendo. Los acontecimientos del día han sido un poco frenéticos. Espero que no todos los días sean como este. Casi pierdo a Satara, y la sensación al verlo petrificado... espero no repetirla.- Lo tengo abandonado al pobre. Además tengo que buscar un sitio donde pasar la noche... ¿Alguna sugerencia?

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25/02/2014, 00:23
Damira

Antes de que Kayle se marchara, Damira apoyó una mano en el hombre de la joven. Cerró los dedos alrededor del delgado músculo de la maga, con bastante firmeza como para sostenerla si se hubiera caído, pero la ligereza de quien no pretender retener.

—Todavía no hemos tenido ocasión de conocernos —dijo suavemente. El rostro de Damira estaba relajado, y solo las profundas arrugas del ceño delataban que no era esa su expresión habitual—, pero si en algún momento necesitas alguien con quien hablar, sabes donde encontrarme.

Soltó su hombro entonces y se giró para mirar al Aramil.

—En mi hogar hay sitio de sobra —ofreció. Tampoco conocía todavía al druida, pero no podía sino sentir respeto por alguien dispuesto a jugarse el pellejo por una ciudad y unas gentes que no tenían por qué suponer nada para él—. Tanto bajo techo como en el jardín, si lo prefieres. Aunque puede que mis hijos te avasallen a preguntas.

»Tengo algo que hacer antes, por mi cuenta —añadió—. No me llevará más que un par de horas, y después volveré a casa. Si aceptas, nos veremos allí.

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25/02/2014, 15:53
Kayle

Kayle había sufrido un pequeño respingo al no haber esperado el gesto de Damira pero se había parado y la había mirado para ver qué quería.

C... claro, me encantaría—titubeó intentando esbozar una sonrisilla triste—. Gracias.

Y no era mentira que le gustaría tener ocasión de conocerla. Damira podía parecer un ariete con forma de mujer por fuera según a quien se le preguntase pero por dentro era una buena mujer. Al entrar al casino le había recordado a la madre que coge a su hijo por la oreja y lo regaña mientras con la otra mano blande el rodillo de amasar. Más tarde había intentado espabilar a Tabin con la misma "brusca buena intención", incluso había intentado defenderla a ella misma en la medida de lo que humanamente le había sido posible llamando la atención de Valiskan.

Qué diablos, se había metido en todo aquel fregado para ayudar a eliminar la célula esclavista de Nesmé en lugar de simplemente quedarse en su casa. E, independientemente de los motivos que hubiese tenido para ello, a la maga le gustaba la gente capaz de poner los problemas de otras personas por delante de los suyos.

Le palmeó la mano con torpeza, agradeciendo el gesto, y cuando la soltó esperó sólo un instante antes de salir definitivamente de la habitación.

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25/02/2014, 19:57
Aramil

-Gracias.-Digo asintiendo y mirando a Damira fijamente.-No te preocupes por las preguntas, las responderé con gusto en la medida de lo posible. Satara y yo agradecemos tu hospitalidad y prometemos no causar molestias. 

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26/02/2014, 00:38
Damira

Damira sonrió a la maga y la despidió en silencio. No podía saber todo lo que había pasado, pero Valiskan había dicho lo suficiente, ella había mostrado lo bastante en su confrontación contra ese malnacido, como para formarse más que una idea. No podía forzarle su ayuda, y entendía que la soledad era necesaria para restañar ciertas heridas, pero al menos podía ofrecérsela.

Cuando Kayle abandonó la habitación, Damira devolvió su atención a Aramil.

—Se nota que no conoces a Lucrecia — respondió, riendo suavemente—. No hay nada que agradecer. Es lo menos que puedo hacer por alguien que ha combatido a mi lado. Si todavía no estoy allí cuando llegues, explica a quien encuentres que vienes de mi parte.

Salió de la habitación, y caminó por los pasillos hasta que encontró a un sirviente que la pusiera en la dirección correcta, hacia la salida de la enorme mansión. ¿Un gremio de aventureros? ¿Quién sabe?

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03/03/2014, 01:13
Damira

“No sé si puedes verme, cariño. Por una vez espero que no, pero si puedes verme, no te asustes. Me puedo imaginar la pinta que tengo, y sé que es incluso menos bonito que lo habitual. Pero me encuentro bien, de veras. Hacía tiempo que no me sentía tan bien, tan fuerte, tan joven. Necesito una buena noche de sueño, pero podría pasarla en vela, corriendo, o incluso luchando.

No, no soy un día más joven, pero me he dado cuenta de que no estoy tan mayor como creía. ¡Ni siquiera he cumplido los cuarenta! Tengo mucha guerra que dar todavía.

Hoy he hecho algo bueno. ¿Sabes lo que son los esclavistas? Hombres y mujeres que capturan a otros como ellos y comercian con ellos. Mercaderes de personas. ¿Sabes ya lo que es un mercader? No importa, supongo que notas que me pongo furiosa solo con pensar en algo así. Es algo malo, cariño, peor que casi cualquier cosa que pueda uno imaginar. Despreciable.

Estaban apresando niñas pequeñas. Como Lucrecia. Pienso que ella podía haber sido una de las capturadas, y se me corta la respiración de ira. Algunos defectos no los cura la edad, por lo que parece.

Un grupo de valientes rescató a las pequeñas. Entre ellos, una sacerdotisa de Loviatar. Quién iba a imaginarlo. Es una mujer de actitud despreciable, pero por lo poco que he conocido de ella, creo que tiene dentro de ella una chispa de humanidad. No sé qué clase de dolor la empujó a su fe, pero la compadezco.

Me he unido al grupo, y hemos acabado con la amenaza de esos esclavistas. De ellos no me compadezco.

He recordado mi vieja vida: los viajes con Orga —algún día te hablaré más de mi hermana—, las búsquedas, la peleas. Hacer el bien con la fuerza de mi cuerpo y el respaldo de la Santa. No me arrepiento de la nueva. Sería como arrepentirse de ti, de Cesare y de Lucrecia. Pero el peso de la armadura aún me resulta más natural que el de la ropa de calle. No soy tan hábil como solía, pero puedo aguantar como pocos. No sé si debería enorgullecerme de algo así.

Esta vez no voy a dejarlo. Cesare ya es un hombre, no necesita a su madre. Lucrecia es todavía una niña, pero es demasiado lista y precoz, hay tan poco que pueda enseñarle… Aun así, no pretendo abandonarla, ni a ella ni a Cesare ni a ti. Ya te he dicho que lo que mejor sabe hacer tu madre es aguantar.

Espero que puedas sentirte orgulloso de mí desde allí.”

 

Damira apoyó las manos desnudas en la tierra. Su cuerpo se estremeció al recordar ese ataúd. Tan, tan pequeño; nada más que una cajita. No se había atrevido a ver el cuerpecito. Su nudosa superficie era la única imagen que tenía del pequeño.

Pero todo estaba bien, todo estaba bien. Jofre estaba junto a la Santa y el buen Ilmáter, en un lugar mejor. Se había marchado antes de conocer la miseria, el dolor y la tristeza. ¿Qué más podía desear una madre para su hijo que una eternidad de dicha?

Se irguió, quedándose quiera un momento, mirando la lápida. “Hasta pronto, cariño. Te quiero”.

Cuando se marchó, solo las suaves depresiones que sus rodillas habían excavado en la tierra, y los dos montoncitos de tierra comprimida, donde habían estado sus manos, recordaban el paso de la mujer.

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24/03/2014, 18:02
Aramil

Al ver salir a la dama guerrera, salgo tras ella en dirección a la calle. Si tiene que hacer algo antes de ir a su casa haré algo de tiempo pasándome por la tienda de Fasber. Después de todo, quizás haya algo que pueda sacar por mi vieja armadura. 

Paso por el lugar desde donde la vocal nos transportó para recoger a Satara y me encamino a la tienda.