Partida Rol por web

Cruzáis puertas y pasillos bajo la atenta mirada del destacamento de la guardia que os ha recibido en la entrada. Siete guardias que parecen cortados del mismo patrón, con prominentes mentones y pelo azabache. Incluso sus pasos siguen el mismo ritmo, severo y pesado. No permiten desvíos ni retrasos y, a pesar de las aparentes prisas, no lucen nerviosos. 

La marcha impuesta no os impide admirar la fortaleza. Techos curvados formando arcos de media luna, soportados por columnas de seis metros de altura. Todas tienen siete bandas en forma de anillo, un estilo muy común en Tazar y que representa los Siete Límites. Su color rosa y su acabado sugieren una suavidad casi etérea bajo el poderoso sol de primavera.

La marcha acaba frente a unas puertas negras, cuya textura y color sugieren metal. Sobresale por encima la cabeza gigante de un ciervo de tres astas, cincelado en la propia caliza; el símbolo de la realeza. Al acercaros más la puerta revela tener una inscripción, unas líneas finísimas de oro que apenas se dejan ver. 

Tres Dones fueron dados para crear

Dos Anhelos incompletos y así domar

Una Maldición de infinito pesar

Uno de los guardias carraspea. Sus señas son tan cortantes como el acero de sus armas.

—Esperad aquí. Hay más por llegar. El chambelán ya avisó al rey, no tardará.

Dicho esto se distribuyen en dos hileras que miran en direcciones opuestas, dejándoos en el medio.

Un hombre custodiado por dos guardias y amordazado apareció el primero en aquel pasillo.

Era bastante alto y bastante mayor, al menos comparativamente con los guardias presentes, seguramente ya se encontrara en la segunda mitad de sus cuarenta, una chispa de inteligencia se escondía tras unas ojeras claramente marcadas en la mirada severa y avispada de aquel hombre. La tunica era simple y se encontraba impecable, un pelo limpio y cuidado y una pose marcial denotaban su caracter y hacían pensar que aquel era un hombre recto, que daba poco margen al error. Sin embargo todo esto estaba contrastaba con la suciedad que se acumulaba bajo sus uñas y aquellos con una mirada lo suficientemente atenta podrían notar tambien algo de suciedad en los pliegues de su cuello. Esto ultimo os hablaba de su pasado reciente, sumando los guardias y que estuviera amordazado os llevaba a pensar que probablemente os encontrarais frente a un preso y con seguridad peligroso. Lo habían arreglado para la audiencia, pero ¿para que quería el rey ver a un reo?

Cuando os parasteis junto a el hizo un gesto de saludo cortés.

Camino con paso errático tras los soldaditos. Es difícil evitar que la mirada pasee por el palacio. En pocos sitios suntuosos he estados, y desde luego nada comparable. Mis manos juguetean intranquilas al borde del cinturón, mientras silboteo una improvisada tonadilla; cualquier cosa para alejar el impulso de alargar la mano y tomar alguna cosa. Estoy seguro que no quedaría impune. Si lo intento mejor cuando no haya nadie cerca, para poder inventarme alguna falacia que me saque del apuro; o tener el tiempo suficiente para correr como un conejo de pata ancha.

Mas… lo más intrigante es ¿Qué hago aquí junto a esta gente? No puede ser que me hayan traído para castigarme por alguna fechoría. No recuerdo haber hecho nada que merezca ser juzgado por las altas esferas del reino. Trato de sacar algo en claro observando a mis acompañantes, pero cada uno es diferente y no saco en claro que podría tener en común con ellos.

Finalmente llegamos hasta una puerta. Lo de sentirme intranquilo ya es poco más que un chiste. Unas ominosas puertas negras acompañadas del cérvido triastado… ¿Debería sentirme honrado y alagado o debería estar buscando la salida más cercana? Hincho el pecho mientras busco con la mirada posibles vías de escape. Nunca está de más tener tus opciones abiertas.

Nos dicen que el rey llegara ¡El puñetero rey! Quiero decir… es para soltar algún improperio así en voz alta. Ante sus gestos tan cortantes, me cuadro y saco pecho con una enorme sonrisa. No debería burlarme, pero no puedo evitarlo. Más quien llega… no puede ser el rey. Bueno, no sé; quizá el rey de algún calabozo, o de una ratonera. Un saludo amable y educado. Intrigante. Curioso.

¿Qué esperar de todo esto?

Me decido a devolverle un saludo humilde aunque espero que igualmente educado. No quiero imitarle y mis conocimientos de la etiqueta no llegan hasta las cortes. Tampoco sé si este tipo se lo merece, pero estando aquí... parece apropiado seguir alguna clase de protocolo.

Espero que Xar no se despierte ahora o al menos que sepa mantenerse quietecito. No creo que estos tipos me dejen explicarme, y menos si piensan que el rey o algún otro tipo importante está en peligro.

Y junto a esos dos... Él.

Su pelo rubio y sus ojos azules le dan un porte digno de un señor, el metro ochenta largo cuando aún le queda por estirar, el mentón varonil, las cejas relativamente anchas pero no tanto ni tan espesas como para afear, la nariz recta, tan perfecta que casi podría ilustrar la definición de nariz en el mundo Primordial. Una nariz de narices. En definitiva, y resumiéndolo mucho: es guapo. Guapo de levantar suspiros por donde pasa. El nivel de guapo que si en doscientos años lo ven en un cuadro algunos dirán "seguro que exageró el pintor". Pues eso.

Sumadlo ahora, queridos lectores, a la ropa que aunque ligeramente desgastada es de talla noble, a la espada que en otros momentos lleva al cinto, como se nota, así como a la tira que sigue llevando alrededor del torso y que frecuentemente llevaría un escudo, cosa que tampoco procede aquí.

Es la viva imagen de la caballería en este momento.

Hasta a mí me da un poco de asco, y soy quien escribe.

En cualquier caso, mira un poco de reojo a sus dos futuros compañeros, y aunque no es De los nobles más cretinos que uno se puede encontrar, sí que se nota que le chirría mucho que lo hayan mezclado, no ya con alguien de baja estofa, sino con un maldito prisionero. ¿Para qué habrá citado Su Majestad a esta chusma? piensa para sí.

En cualquier caso, hace unos gestos muy formales.

- Saludos. -dice con las manos hacia ambos, sin la intención, al parecer, de entablar conversación.

Sigue las instrucciones, saluda solo si te dan la ocasión, y no le lleves la contraria. Se repite, una y otra vez.

El siguiente no tardó en hacer aparición. Contrastando con el aspecto "rudo y peligroso" del primero, el de ratero del segundo y sobre todo, con el aspecto imponente del caballero, un joven entró fue conducido a la misma sala. Con 1'73m de altura, cuerpo delgado, piel extremadamente pálida y ojos de color verdoso marcados por ojeras, el chico ataviado con una túnica negra dejó caer la capucha de ésta, liberando una corta melena de cabellos pelirrojos. 

No sabía cuál era la razón por la que se le había convocado, y mucho menos, podía imaginar qué quería el Rey en persona de él (y más viendo al resto de gente, pues daba más la impresión de que el caballero estaba ahí para ajusticiar a los otros dos), así que no pudo evitar sentirse bastante raro e incómodo con toda la situación. Siendo claros, sabía perfectamente que algunos filósofos eran llamados a la Corte del Rey por sus conocimientos, pero dudaba que fuera esa su situación, sobre todo cuando él en ese momento parecía un crío ratón de biblioteca que tenía al lado a dos hombres con la mayor pinta criminal del reino y a Manowar "El Guapo" con un físico envidiable y una armadura increíble que podría costar más que la mayoría de sus posesiones juntas. Para más inri, pudo reconocer que el amordazado no era nada menos que Gregor, antiguo miembro del Gremio que fue expulsado de forma bastante poco sutil hace pocas semanas (por mucho que se intentaba mantener algo en secreto, las noticias corrían en el Gremio y no fue difícil enterarse del suceso). Claramente ese no era su lugar. No podría haber otra razón para sacarle de la biblioteca el Gremio y apartarle de su estudio que el de una equivocación. Pero obviamente, no estaba en disposición de negarse y desobedecer un mandato real, y toda la situación le confundía e intrigaba a partes iguales.

Saludos - dijo el joven con parsimonia. Era consciente de que no era la persona más carismática del reino, pero hizo (o al menos lo intentó) un esfuerzo - ¿Alguno conoce la razón por la que hemos sido llamados aquí?

Tampoco es que quiera ponerme a hablar con esta gente como si fuera lo más normal del mundo, aparte de que dudo que sean capaces de dar una conversación muy inteligente - pensó para sus adentros - Pero al menos me gustaría saber qué hacemos aquí un grupo tan... ¿distinto?

Miro al chico de pelo rojo y aspecto de no haber visto el sol en su vida. Además de necesitar una siesta y un cambio de vestuario; no que yo sea quien para hablar de las virtudes y desgracias de la ropa de otras claramente; parece el más normal del lugar. O, más concretamente, una persona que podría tratar. No desde luego Don Brillante Armadura y Tenedor de Plata, y tampoco… uhm, el Señor del Calabozo. Sí, me ha gustado ese apodo.

Le dedico un saludo cordial y normal agitando la mano al pelirrojo y luego gesticulo.- Ni idea.- Luego paseo la vista por la pequeña cuadrilla ignorando a los soldados.- Seguramente tengamos que representar una obra. Ya sabes.- Cambio a una postura y una gestos más rígidos para dejar clara mi intención burlona, además de añadir comillas para resaltar el título de la obra.- “El reo, el caballero y unos figurantes.”- Me aguanto la risa, y luego comienzo a silbar de nuevo.

Mirando con curiosidad al hombre del gremio de Filósofos, el Protector le dedica un saludo formal y atiende a su pregunta, enarcando una ceja ante la respuesta del pillo.

- Saludos. -responde Talios, con gestos firmes y formales- Su Majestad no nos habría de requerir para algo tan banal. -no, definitivamente no es el caballo más rápido de este establo, en términos mentales- Pero voto a bríos que mi curiosidad es tan pronunciada como la de ustedes. -termina.

El joven lleva un símbolo que lo marca como Adalid del Gremio de Protectores.

Oís unos ruidos al otro lado de la puerta, algo metálico arrastrándose y una voz. Los guardias ladean la cabeza durante unos segundos pero nada pasa y vuelven a su posición original. Percibís entonces un olor a algo tostado y siguiendo su aroma veis que proviene de Mathrim. No de su persona en sí, pero sí de su ropa, de un pequeño pedazo medio chamuscado que trata de apagar con golpecitos discretos.

Aquellos ruidos metálicos le despejaron las neuronas.

Su cuerpo ya no soportaba como antes la ingesta de vinos baratos y la noche anterior había probado unos cuantos de esos. Alzando la mirada, podía ver que aquel grupo era de lo más extraño, mientras repasaba uno por uno sus atuendos y caras, se lamentaba por la falta de mujeres.

En otros tiempos hubiera intentado confraternizar con sus compañeros pero, ahora mismo, sus únicas intenciones eran terminar cuanto antes el encargo y, si es posible, conseguir que nadie más se sumara al grupo de cadáveres que atormentaba sus noches sobrias.

Se ajusto la panza que sobresalía del peto y se quedó observando, con la mano agarrando la daga que tenía guardada en la espalda.

Estaba por contestar al señor Culo Almidonado pero el ruido tras la puerta me distrae ¿Qué puede ser eso? ¿Cadenas? ¿Otro reo? ¿Acaso traen algo? Jooo me-a-bu-rro. Ojala los aristócratas fuesen un poco más considerados, y puestos a pedir menos pedantes. Bueno si pudiese pedir seguro que pediría más cosa pero parece lo adecuado ahora.

De pronto un tufillo ya familiar y un calor me avisan que alguien se ha despertado ¡Ah maldito! Cuantas veces le abre dicho que no haga eso. Me palmoteo el abrigo en un intento por apagar la zona chamuscada y de paso calmar un poco al responsable. Aunque por más que intento ser discreto estoy seguro que resultara obvio que algo hago. Mas esbozo una sonrisa inocente en pos de mantener la fachada.

Desde luego ahora estoy mas preocupado por que me descubran, que por lo que halla detrás de la puerta, el motivo por el que me han traído y los misterios que pueda haber en este lugar. Bueno al menos nuestra seguridad ocupa la prioridad en todo esto.

Gregor continuaba ensimismado, obviando de manera flagrante al resto de su grupo cuando un olor le llamó la atención. Se giró a mirar inquisitor al dueño de aquel olor. Parecía que iba a decir algo aunque el sonido tras la puerta comenzó a sonar el sonido de cadenas al que llevaba unas semanas acostumbrandose. Miró a los cielos, su suerte podía haber sido peor...

- Aunque pronto nos lo dirán solo hay que echar cuentas, 2 filosofos, 2 protectores y alguien cuyo cuerpo indica que o bien es un aventurero hecho al monte o bien podría ser un ladrón acostumbrado a los pasillos estrechos. No es muy dificil sacar para que nos quieren.

Terminó la frase mirando largamente al resto de la comitiva.

El caballero mira a Brannigan con un aire... complicado. Por un lado, su familia era respetable, tan respetable como los Endelmar al menos. Por otro lado, oler a vino barato ante la posible presencia de Su Majestad es, cuando menos, descuidado.

En cualquier caso, otro mal olor distinto llega a tan inigualable nariz, haciendo que unas indignas arrugas aparezcan en sus laterales conforme el olor a quemado desagrada la mente del chiquillo y le trae un recuerdo a la par peligroso y glorioso, pero sin dudarlo clava su vista ante el tipo ese y, con gestos claramente visibles para todos, inclusive los guardias, dice:

- No habréis osado traer un arma o algo peligroso a la presencia de Su Majestad, ¿verdad...? -por más que no sea el más fuerte del mundo, suena a que puede caerle un buen capón de ese enorme tipo, por lo que mejor contestar rápido, claro y poco preocupante.

Vuelvo a mirar a la comitiva reunida tras las palabras del Señor del Calabozo. Imagino que el noble es uno de los protectores, y el pelirrojo es un filósofo… así que. Inspecciono al tipo fondón. No se lo imaginaba como un filósofo, aunque claro… la otra opción tampoco es muy buena. Eso le dejaba como el aventurero. Bien. Me gustan estas cartas, en las historias suelen ser los protagonistas.

Don Recto y Perfecto parece seriamente ofendido por la posibilidad de que este amenazando al rey… imagino. Termino de dar palmaditas en el abrigo, y le sonrío, para luego gesticular con tranquilidad.- No, no, no.- Le muestro con la mano la daga que reposa en mi costado del cinturón.- Esta es mi arma, y no creo que fuese a hacer mucho de ser tan idiota como para intentar algo.- Luego me señalo la zona de la que sale humo.- Esto es parte de un numero de prestidigitación que no he terminado de perfeccionar.- Explico con tranquilidad para calmar acerca de lo que ha pasado, mientras esbozo una sonrisa amistosa.

El ruido metálico saco al joven filósofo de su estado ensimismado y se fijó en el último en llegar. Por su aspecto, se debía de tratar de otro miembro del Gremio de Protectores. Sin embargo, parecía no tener un aspecto noble tan cuidado y esmerado como el primero, y tampoco parecía una persona con muchas luces. No ayudaba mucho esa barriga y que luciera estar de resaca por los efectos del alcohol.

No se regocijó en el juicio del segundo protector, pues de pronto, un olorcillo a tostado captó su atención. Parecía provenir del joven con pinta de "aventurero/ladrón" (como había dicho Gregor). La excusa que dió éste, era de todo menos convincente, pero no merecía la pena debatir sobre eso.

No creo que haya nadie tan estúpido como para presentarse en palacio con algo que pueda poner en peligro al Rey, pero tampoco puede haber nadie tan estúpido como para creer esa excusa... - se dijo tras las palabras del guaperas hacia el ratero.

Lo que sí hacía el chico era dar vueltas a las palabras de Gregor. ¿Para qué querría Su Majestad a un grupo así?

Creo que entiendo lo que quieres decir, Gregor... No reunirían a un grupo así si no buscaran algo específico de nosotros. No sé exactamente el qué, pero podemos suponer que incluso podríamos acabar teniendo que colaborar entre nosotros.

- Probablemente sea algo que no sea facil de reconocer o entender. Asi que mandan filósofos. Algo que sea transportable pero de dificil acceso, hay que sustraer algo, por ello un aventurero -dice señalando a Mathrim- y en ultimo lugar tiene que ser valioso, por ello dos brazos armados para mantenerlo a salvo.

Suspiró por la nariz.

- Al mismo tiempo tiene que ser peligroso. No somos ni los mas inteligentes... -lanza una mirada a los caballeros- ni los mas fuertes. Así que somos reemplazables. Para eso es bueno llevar una persona que corra y que pueda contar que ocurrió y así mandar a gente mas especifica.

Se giea hacía Mathrim.

- Enhorabuena, en todos los casos, salvo estupideces, sales vivo.

Evaluó las palabras del Señor del Calabozo. Tiene mucho sentido. Un grupo de… bueno, de gente sacrificable para ir a buscar algo que te interesa. Es la mejor apuesta. Pero aquí falla una cosa.

-Ah bueno. Si yo salgo vivo de todas, todas muy bien.- Gesticulo como si estuviera completamente conforme.- Pero claro. Algo habrá para nosotros ¿No?- Me quedo mirando al tipo encadenado.- Es decir, es el Rey, pero yo me aseguraría de que lo encuentre llegue a salvo, no sé; proponiendo una adecuada recompensa para que a nadie se le antoje marcharse sin cumplir lo pedido o incluso marcharse con lo encontrado.- Sé que es una idea peligrosa. Pero tampoco me gustaría tener que realizar un trabajo peligroso por coerción. Si voy a trabajar espero que se me pague. Y más si mi vida va a estar en juego.

Creo que al noble de dorados cabellos le servirá eso del deber, el honor y todos esos rollos. No sé si el otro protector, y lo mismo aplico al joven filosofo. Pero no apostaría por ello con el reo. Salvo que tenga mucha curiosidad por ir a investigar claro.

Deslizo una mano dentro del abrigo “rascándome” distraídamente. Es obvio que todo esto va a traer juego. Bueno, al menos será divertido.

Se encogió secamente de hombros a modo de respuesta.

El caballero se alza en toda su estatura, mirando al tipo con un deje de incredulidad con respecto al tema de la prestidigitación, y frunciendo el ceño cuando muestra la daga*, tras lo que el enorme hombre resume con un gesto: "te vigilo".

Por otro lado, no se digna a contestar las palabras del reo. Es un tipo que le disgusta bastante ya de base, así que prefiere no tener comunicación si no es estrictamente necesario.

Tanto ajetreo empieza a cansar a los guardias, en especial los que vigilan a Gregor. Con una turbia mirada se giran hacia vosotros, tensos. Podríais jurar que los labios de uno de ellos ya tienen una palabra posada y lista para ser ejercida cuando las puertas se abren, silenciosas. 

Un hombre de negro os invita a pasar y se retira por una puerta lateral casi de inmediato. Dos criados sujetan las puertas hasta que todos estáis dentro, soldados incluidos. El rey desciende del trono y se acerca a vosotros. Felipe II de Tazar. Los afortunados que viven en Empíreo ya lo han visto más de una vez, su reflejo intachable sobre los espejos colocados de forma estratégica que permiten a su discurso llegar a más personas. Camina muy recto, con los hombros rígidos y las manos sobre la tripa.

—Por favor, retiraos —indica a los soldados. Su voz es cálida e irradia confianza ganada del esfuerzo. 

Una vez despachados, os reunís en el centro de la sala. Solo un guardia permanece, estando en al sala desde que entrasteis. Su casco y lo grueso de sus protecciones no os permiten discernir rostro alguno. No dice nada y tampoco lo hace el rey. Solo observa mientras el tiempo se desliza como granos de arena. El vacío se hace cada vez más incómodo en aquella enorme sala llena de velas. Desde los tapices y alfombras las personas dibujadas en la tela os contemplan. Aquellos trazos inanimados parecen desprender un aura intimidante muy superior a la mirada cruzada de una persona real. 

—Un hombre ha conseguido reunir más de tres Palabras de Poder. Veinte en total, según mi informador. ¿Vino?

La cerámica de la jarra parece brillar al ser nombrada. Las manos del rey sirven con habilidad su contenido en cinco vasos del mismo material. Su cara queda oculta bajo los mechones de su cabellera, negra como la hulla.