Partida Rol por web

Una vez Seldrin, el ayudante de Aristeo, hizo los grupos, el Buscador os acompañó a un reservado. Era una habitación pequeña, en la que habían metido una mesa alargada para ocho comensales como habían podido. En el extremo estaba un campesino sentado, con la mirada desenfocada en el suelo.

El campesino no se levantó inmediatamente. Se mecía hacia delante y hacia detrás, tarareando obsesivamente una antigua tonadilla campesina que Lena reconoció inmediatamente.

—Donde no ven tus ojos hay un sucio espantapájaros agitando sus brazos de palo, parodiando todo lo que haces. Cuando te das la vuelta para mirarlo, ya se ha puesto detrás de ti: en su rostro está la expresión de tu propia confusión. Donde tus ojos no ven.

Donde no ven tus ojos hay una parte de ti flotando, una pesadilla que nunca descubrirás. Eres libre de ir y venir o de hablar como un Buscador, pero hay dos ojos detrás de tu cabeza.

El Buscador confuso se pregunta en ocasiones en qué estará pensando la parte de su mente que no está pensando. ¿Temes tener a la calavera frente a tí? ¿O es peor que siempre está esperándote allí donde no ven tus ojos?

Ivalice caminó la última del grupo emitiendo como único sonido el suave tintineo metálico de su armadura de vez en cuando. Cuando llegaron a la habitación, la Thaele observó con detenimiento al campesino a todas luces transtornado.

"¿Espantapájaros que se mueven y calaveras?".

—¿De dónde viene este hombre... ?—preguntó enarcando ligeramente una ceja sin dejar de mirarlo. Aunque antes de terminar la frase dirigió la vista a Aristeo—. ¿No ha habido forma de saber por qué está tan aterrado?

Era una pregunta un poco retórica puesto que suponía que se había pasado el rato repitiendo aquella extraña retahíla de frases pero cualquier dato era importante. ¿Cómo había llegado? ¿De dónde había salido?

—De las granjas del oeste de Cabeza de Dragón, antes de llegar a Nenth —apuntó Aristeo, antes de señalar con la cabeza al campesino—. Pero lo demás se lo tendréis que preguntar a él: es parte de vuestra prueba. Muchas veces los Buscadores tenemos que basarnos en retazos de información confusa para hacernos las preguntas adecuadas que nos permitan dar el paso siguiente en nuestra búsqueda de la verdad.

—El sucio espantapájaros —seguía el hombre—, solitario en el maizal. Duerme de día, permaneciendo como un hombre de palo. Pero cuando tus ojos no ven, el espantapájaros se levanta. Agita su brazo primero, mueve su pie después.

Cuando tus ojos no ven, cuando estás dormido, el espantapájaros cree que ha llegado la hora de la cosecha...

Durravin, el enano vestido en terciopelos, se acercó al campesino.

—¿Qué le ha pasado, buen hombre?

El campesino levantó la cabeza sobresaltado cuando el haelarita posó una mano en el hombro. Se levantó rápida y torpemente, quitándose un mugriento gorro de cuero a modo de deferencia.

—He... he visto un espantapájaros caminar por la noche, Buscadores —dijo con los ojos desorbitados por el terror—. Sus ojos... sus ojos brillaban, y eran verdes y malvados. Llevaba una vieja guadaña oxidada y... dioses, los gritos. He oído a mis paisanos gritar y morir, por las noches, cuando el espantapájaros recorría los campos de girasoles. Creo que deben estar todos muertos a estas alturas.

¡Ritmo, ritmo, ritmo! ¡Las partidas cortas necesitan ritmo!

Sí querida: los girasoles están en flor.

Tira Saber Arcano CD 14.

Tira Conocimiento de Bardo CD 17.

Lena miró intrigada a aquel hombre y pronunció mentalmente la tonadilla. Una tonadilla algo espeluznante, si querían su opinión... pero no la querían. Nadie parecía saber de qué demonios hablaba aquel viejo, ella menos que nadie. Pero como decía Aristeo, su deber era encontrar la Verdad. ¡Y la Verdad sería encontrada!

-Hum... ¿Eso es parte de la canción o ha pasado de verdad? -inquirió Lena-. No sé si seguía así, pero la verdad es que la idea de un espantapájaros asesino da para varias historias.

—No, Buscadora. He visto al espantapájaros con mis propios ojos. Acechaba entre los girasoles, más alto que un hombre, y se movía con torpeza de un lado a otro, blandiendo su guadaña oxidada. Pero lo peor eran sus ojos. Brillaban y uno sólo podía correr a esconderse.

El campesino tragó saliva haciendo moverse la enorme nuez por el cuello poblado de barba canosa de varios días.

—Y sí, he oído los gritos y he visto los cadáveres de mis vecinos. El mal viene de la vieja granja de los Deljack, todos lo sabemos.

—¿Por qué lo sabéis? —preguntó Durravin.

—Bueno, ocurrió hace mucho tiempo. La leyenda dice que Rald Deljack se volvió loco y mató con su guadaña a toda su familia. A su mujer, a sus cinco hijos y a su madre que vivía con ellos. Una tragedia. Nadie se ha acercado a la granja desde entonces. Pero creemos que Rald ha vuelto, y que habita en el cuerpo de ese espantapájaros. Ha vuelto para matarnos a todos.

Ivalice miró de soslayo hacia un lado.

"Qué bien, girasoles...".

Pero entonces el hombre comenzó a explicarse y los ojos de la Thaele volvieron a posarse en él. La historia era escalofriante pero no sería una paladina quien la tomase por falacia. Si los muertos podían volver a levantarse y caminar como criaturas putrefactas, podían hacerlo también los espíritus... como objetos animados.

Fuera lo que fuera, era aberrante y no lo pensaba dejar pasar.

—Confieso que una de las cosas que jamás hubiera esperado en la vida iba a ser enfrentarme a un espantapájaros asesino... Pero hay que evitar que esa monstruosidad siga campando por ahí—apuntó con su voz suave—. No es necesario que venga con nosotros si no quiere, buen hombre, pero el camino desde Nenth está plagado de caseríos y granjas. Nos valdría con que nos hiciera una señal en nuestro mapa con alguna indicación de cómo llegar allí.

El campesino no parecía muy a gusto con Ivalice, ¿pero quién lo estaba con un thaele? No obstante, parecía preferir su compañía a la del sombrío espantapájaros y su guadaña oxidada.

—Sí, Buscadora. Os marcaré el lugar en vuestro mapa. Reconoceréis la vieja granja de los Deljack nada más verla. Está abandonada y ruinosa, y tiene algo de siniestro. Aún conserva el granero y el corral para los pollos, pero las tierras de alrededor están repletas de malas hierbas.

Hasta ese momento Eldar había permanecido a un lado, observando y escuchando atentamente la conversación. Sus nuevos compañeros habían hecho todas las preguntas que se le ocurrían así que no veía la razón para intervenir absurdamente. Sólo ahora, ante la mención del mapa, el cuerpo del joven mago se animó. Descruzando los brazos y separándose de la pared se acercó al hombre mientras rebuscaba entre los bolsillos de su pesada túnica.

- Aquí, tomad...utilizad esto para hacer el mapa...- dijo poniendo ante él un pergamino ligeramente arrugado. Tras alisarlo cuidadosamente también sacó un pequeño tintero y una pluma.

"Vemos lo que sabemos" solía decir tu maestro, y en tu opinión este granjero sabe bien poco y ha podido liar los hechos objetivos. Un espantapájaros es un objeto inanimado. Hasta donde tú sabes, la única manera de ligar un alma a un objeto inanimado es la creación de un golem. Salvo contadas excepciones, la gran mayoría de los golems no tienen mente, sino que obedecen las órdenes de su maestro. En ningún caso es un muerto viviente, sino un constructo.

Con el resto del relato del campesino, a Lena se le aceleró el corazón. ¡Espantapájaros asesinos! Así que era cierto. O no. Todavía no había visto a ninguno; se lo creería cuando lo observase con sus propios ojos. Y ganas de hacerlo no le faltaban. Sin embargo, lo que sí le faltaba era la resolución para enfrentarse a un ser así. Por ello se volvió hacia la thaele.

-Ivalice, querida amiga, ¿cómo vas de enfrentamientos contra seres malignos y macabros? Lo digo porque bueno, sé tirar con arco, pero lo mío es el violín...

El campesino garrapateó un mapa esquemático en el pergamino que Eldar le había tendido. Tokk, por su parte, lanzó un gruñido bajo que era como el ronroneo de un tigre.

—Es a un golaunt a quien debes buscar en la batalla —"no a una thaele esmirriada" completó mentalmente, irguiéndose en toda su estatura—. La paja y la madera no es rival para la carne y el acero.

Ivalice sonrió a Lena, la sonrisa de la thaele era un gesto cálido pero al que parecía faltarle la alegría por alguna razón.

—Un ser malvado es tan malvado como cualquier otro. Me las he visto con unos cuantos—dijo—. Pero en este caso, el arma más poderosa que puede esgrimir contra ti no es una guadaña oxidada, es el miedo. Si logras arrancártelo empezarás con ventaja.

El miedo a lo desconocido, aquella mano huesuda y fría que atenaza el corazón y eriza el vello de la nuca en presencia de un espectro o de algo sobrenatural. Ivalice había visto incontables veces ese miedo en los ojos de la gente y sabía reconocerlo.

Pero entonces el golaunt habló y la paladina miró hacia arriba (porque él era más alto, no por otra cosa). Entonces rió entre dientes y su risa sonó igual de suave y cristalina como un cascabel agitado por la brisa nocturna.

—Pero esta paja y esta madera están vivas—recordó sin perder el gesto, parecía haberle encantado la exagerada pasión del gigantón por "la batalla". Contrastada con el hecho de que hablaban de un espantapájaros, le resultaba un poco graciosa aunque no en el sentido de burla ni mucho menos—. Puede que el acero normal y la carne normal no sean suficientes esta vez. Vamos a tener que averiguar algo más sobre esa cosa si queremos acabar con ella.

Tokk lanzó un bufido desdeñoso mientras le echaba a Ivalice una mirada aún más desdeñosa.

—Si no puedes vencer un combate con músculo y acero, es que no tienes los suficientes —zanjó, cruzándose de brazos.

Tokk era una montaña de más de dos metros de altura, con unos músculos tan grandes como melones. La diferencia entre el acero de la Thaele y el de él era igual de notable. El mandoble del glaunt era un bloque de acero pesado con una forma que recordaba vagamente a una espada. Su filo era romo y su extremo recto, y parecía más pensado para doblar armaduras.

El joven mago había estado observando el mapa que le dibujaba el campesino, preguntando en alguna ocasión sobre un punto u otro del dibujo cuando las últimas palabras de Ivalice le hicieron alzar la cabeza. Sus pelirrojas cejas se arquearon ligeramente mientras carraspeaba.

- Hum....no es por arrojar un jarro de agua fría sobre la ilusión que tenéis por enfrentaros a muertos vivientes, pero casi con absoluta seguridad puedo deciros que el espantapájaros que ha asustado a este buen hombre, no lo es - comentó clavando sus grises ojos en las extrañas pupilas de la Thaele- Para que un muerto cobre vida antes tuvo que estar vivo, obviamente, y como vosotros decís un espantapájaros no es más que paja y madera- explicó en tono pausado y académico mientras apartándose del campesino enrollaba el pergamino- Si ahora está animado es porque hay alguien que lo controla...creo que lo que debemos buscar es al maestro que controla a ese golem o constructo- concluyó en tono firme. Solo entonces se dio cuenta de que había estado mirando todo el rato a Ivalice. Pegando un respingo apartó la mirada y carraspeó otra vez incómodo.