Partida Rol por web

Vuelven Agneta y Valentí a la choza, ahora que estáis los cuatro, es hora de determinar los turnos de guardia si es que es menester.

La vuelta por el pueblo habíanos hecho posible el conocer un poco más a aquella gente. Gente sencillas en un ambiente sencillo; et que yo poco mas tenía que decir, que pensaba más bien en otros temas que convenía no resaltar más de lo debido.

Don Jaume -le dije nada más entrar en la choza-. Propón vos las guardias, que sin duda será lo más justo. Personalmente puedo hacer cualesquiera, pues, poco o más bien nada temo a aquestas gentes: son campesinos normales, de parte del Ceremonioso, más simples aldeanos...

Tras decir aquello pensé en las palabras de Agneta, mujer sin duda sabia y cautelosa donde las hubiera, quizá de las más en muchas leguas a la redonda.

- La primera para mi, perfecto. Mantendré los ojos abiertos. Dormid tranquilos y descansad.

Me mantengo muy alerta, pues no estoy tranquila. Para mantenerme despierta, me levanto continuamente, y doy rondas alrededor de la choza. Agudizo el oído y el olfato, pues la ausencia de crucifijos por el pueblo, me hace pensar que el olor a azufre no debe ser desconocido en aqueste lugar.

Dicho y hecho.

Todos se acurrucaron para descansar mientras Agneta hacía la primera guardia. Estábais tan cansados que aunque preocupados por Joan, no tardásteis nada en dormiros.

Agneta salió fuera de la choza y se dedicó a dar vueltas en círculos alrededor de la choza pequeña, velando el sueño del resto... Un par de horas después, fue reemplazada por el francés y otras dos horas después, pasada ya la  medianoche, por Jaume.

Estás aburrido, con bastante frío pese a los continuos paseos, todos duermen. Te reclinas un momento sobre la pared delantera de la choza y cubres te frotas el rostro con las manos para despabilarte cuando escuchas un ruido a tu izquierda. Te levantas, te giras en dirección al ruido pero la noche es tan cerrada que no puedes ver absolutamente nada. Te acercas un poco más con precaución y ves a alguien que se aleja bastante rápido haciendo eses.

Iban e venían mis ojos, arriba e abajo, en un continuo movimiento cansado et pesadumbroso. Non podía rendirme al sueño, aquello sería deshonroso a la par de peligroso, ansí que frotéme la testa, tomé aire, et despegué bien los párpados. Fué entonces cuando escuxé un ruido a la siniestra.

Aquello me activó. Fué como tocar la cuerda de un dormido laúd. Erguíme sobresaltado con la mano en la empuñadura, más sólo duró un breve momento aquello. Tomé aire et tranquilicéme; probablemente sólo trataríase de alguien que saliera a fazer de vientre en mitad de la noche. Aún ansí, decidí que era mejor ir a echar un vistazo.

─Tssss, Valentí. ¡Despierta!. ─instéle al curandero.

Todos duermen en el interior de la choza, Valentí lo hace profundamente, está soñando con una cruenta batalla en la que él atiende docenas de heridos, salvándoles a todos. De repente una voz susurra

Tssss, Valentí. ¡Despierta!.

Valentí mira en derredor en el sueño, pero entonces el sueño se acaba y abre los ojos lentamente. Jaume está en la entrada de la choza apenas iluminado por una antorcha.

Muerte.
Muerte por doquier.

No sé si fue en la desastrosa guerra que el Ceremonioso acabó por acometer, mas en aquel sueño, según lo poco que recuerdo, había decenas y decenas, ¡qué digo! centenares y centenares de hombres caídos en el suelo. No comprendo cómo acabé allí, en medio de la batalla, pues no recuerdo llegar a ella; et tan sólo que podía ver lúcidamente cómo taponaba heridas, cortaba miembros ya insalvables y remendaba vendas con torniquetes, en pos de no ver desfallecer la línea de batalla. Cuando uno de los heridos quiso darme las gracias desde su infausta desgracia, una flecha se le clavó por la espalda, y su rostro de agradecimiento se tornó en incredulidad, dolor y penumbra... Poco después murió en mis brazos... Et en el momento de fenecer, mi cuerpo se desvaneció sutilmente, et ya no pude ver el panorama de terror acaecido por doquier...

Estaba tumbado en el suelo, en Navata. Tragué saliva y me sequé la frente con la manga. Ví el rostro iluminado por una antorcha en la entrada de la choza.

¿Qué ocurre? -dije con desgana y sorpresa al mismo tiempo-. ¿Es ya mi turno, Jaume?

No, aún no. ─respondíle. ─He visto a un omne marchar cruzando la anochecida raudo et sigiloso. Non portaba antorcha ot lumbre, cosa extraña cuanto menos. Quizá fuera a fazer de vientre en la arbolada, más iré a echar un vistazo pues non me fío.

Estate atento en la mía ausencia. Asegura que Khaled et el de Sabastida hállense bien et, si tardo, despierta al grupo et salid en la mía busqueda.

Dicho lo cual, díme media vuelta sin esperar respuesta e antorcha en mano salí tras aquel.

Jaume partió raudo tras el lugar en el que creía que había desaparecido la silueta mientras que Valentí se desperezó y entró a echar un vistazo en la choza grande.

Te acercaste a la choza grande y abriste con cuidado la esmirriada puerta de madera carcomida, se abrió con un chirrío pero podías escuchar perfectamente los ronquidos de varias personas.

Dejaste la antorcha en la entrada para que iluminase en algo la choza, allí descubriste a Khaled completamente dormido roncando y al campesino que os había acogido, mas de Joan no había ni rastro... no podías creerlo. El comerciante no podía ni moverse ¡estabas seguro!
 

Seguiste los pasos de la silueta y te internaste en una arboleda de un par de decenas de árboles y matorrales bajos. Usabas antorcha para ver algo, mas no encontraste ni pisadas. Claro que de noche poco podía verse... seguiste andando hasta llegar al mismísimo Camino Real. Lógicamente nadie transitaba por él a estas horas... no se veía ni rastro de nadie. Diste un rodeo hacia la izquierda para rodear la arboleda de vuelta al pueblo y por aquel camino tampoco había nada, era como si al hombre se lo hubiese tragado la tierra.

Si bien es cierto que era de noche y la luna estaba casi extinta. Así que poco pudiste hacer salvo encogerte de hombros y volver hacia las chozas.

Habíase esfumado aquella figura inquietante, cosa extraña, pues si hubiere sido alguno con ganas de fazer de vientre non hubiera llegado hasta el camino real.

Raro era aquello, más non era menester alargar aquel paseo nocturno más de lo debido. Con la mesma incertidumbre que partí tras la figura, hube de tornar otra vez a las chozas...

¡Khaled! ¡Despierta! ¡Vamos! -le dije dándole unos empujones hasta despertale-. ¡Arriba! ¡Ese Joan no está! ¡Se ha largado! ¡Que te levantes hombre! -el tipo parecía estar en un plácido sueño, pero había novedades-. Jaume ha visto una sombra cruzando cerca, sin antorcha ni nada, y ha ido a dar un tiento... Si en  breves no viene, saldremos a buscarle, según me ha ordenado.

Me revolví en sueños, mientras sentía mi rostro pegado al petate, maldiciendo aquella voz que se empeñaba en sacarme del calor y del descanso. Hijo de una qahba, maldije en silencio mientras me incorporaba, no sabiendo si dirigía mis insultos al de Besalú, o al maldito Joan. Me incorporé como buenamente pude, pestañeando, y llevé por instinto la mano al coltell, como hacía siempre que despertaba en medio de la noche.

- Ya voy, ya voy. - dije, conteniendo el impulso de blasfemar en mi lengua - Maldita sea, ya sabía yo que tenía que haberme quedado con el de Sabastida... - poco tardé en lamentar la larguez de mi lengua, siempre traicionera en los peores momentos. Miré al tal Valentí, y pregunté por desviar la atención de mis propias palabras - ¿Qué es lo que ha pasado? ¿Cómo os habéis despertado?

El mismo Jaume me despertó diciendo que avistó a alguien rondando por ahí... Voy a avisar a los demás -le dije notando un tozudo mal humor típico de los árabes-. Antes de ésto fui a mi choza, tomé mi arco y mis pertenencias y fui a avisar a Diègue y a Agneta.

Eh, Diegue, Agneta -les dije ya pertrechado-. ¡Despertad! ¡Hay novedades! ¡El de Sabastida no está donde lo dejamos! ¡Y apenas se podía mover cuando se metió en la choza! ¡Don Jaume ha ido a ver! ¡Preparáos por si tenemos que salir a buscarle!

Me despierto todo lo rápido que me permite mi cansancio.

Me voy poniendo en pie trabajosamente, comprobando que esté todo mi equipo. Y sigo a Valentí hacia la choza donde se supone debería estar el comerciante.

Diégue se despertó entre maldiciones en francés. No podía despabilarse echándose agua en la cara, por lo que se frotó los ojos con fuerza y cargó la ballesta antes de salir.

- Je déteste quand j'ai raison - era lo único que podía pensar mientras iban en pos de Jaume y el de Sabastida.

Todos (incluido el campesino) salieron de las chozas aún confusos, vieron un hombre portando una antorcha que venía de una arboleda cercana, era Jaume.