Partida Rol por web

Al ver llegar a mi señor, suspiré aliviado, pues en la nocturnidad nada bueno puede suceder, y sabíame yo con pocos amigos en el lugar, de morir mi protector.

- Mi señor. - dije al verle llegar - ¿Qué ha sucedido? - mostré más preocupación que otra cosa al fazer aquella pregunta, pues no quería yo que pareciera que le interrogaba - Nos teníais preocupados.

Si Jaume regresaba tan pronto me causaba tanto un alivio interior (por eso de no tenerlo que ir a buscar y evitar perdernos en la noche) como una pesadumbre muy pesada, pues el tal Joan, al cual habíamosle brindado un voto de confianza, nos estaba metiendo en más problemas. No dije más, et tan sólo esperé que el caballero nos informara de lo acontecido.

Mientras fazía guardia, vi una figura cruzar rauda et zigzagueante la negrura de la noche et perdióse aquesta en la fronda ─expliqué el motivo de la alarma ─más cuando busquéla, non encontré nada más que arboleda et oscuridad.

¿Cómo sigue el de Sabastida? ─pregunté a Khaled.

"No sigue", Jaume... -me adelanté sorprendido debido a que el de Montesa aún no se había percatado-, porque no está. Esa figura que habéis visto debe ser la de ese Joan... Y anoche no podía casi moverse. Ya lo dije, ¡ese hombre no es trigo limpio! -hasta ese momento, desde el monestir de Santa María, me había contenido demasiado-. Sin duda que vos habéis visto al de Sebastida por ahí... o alguien que se lo ha llevado. Creo, Jaume, que hay que hacer otra batida. Esta vez más profundamente y pertrechados y armados -pensaba en el arco, que seguía en mi choza-. Vaya locura... -murmuré-.

Es pasada la medianoche en Navata, quedan aún unas cuatro o cinco horas para que amanezca. Vuestro anfitrió se encoge de hombros y dice

- no me explico si tan débil estaba cómo pudo si quiera caminar, pero yo que os digo que con la noche tan cerrada que hay poco o nada vais a encontrar. Si me lo permitís, seguiré durmiendo un rato...
 

Maldito uld qahba el de Sabastida, que había de escaparse precisamente esa noche.

- Mi señor, si me lo permitís - díjele a Jaume - ese hombre apenas sí podía andar... tal vez alguien háyale secuestrado, o algo.

Y añadí, por lo que pudiera pasar:

- Tal vez fuera buena idea que echáramos un vistazo en la suya habitación.

- Me parece buena idea, mucho mejor que andar por ahí sin ver un pimiento. Además cuanto menos andurreemos por los alrededores, más fácil será seguir los rastros mañana, al alba, con las primeras luces.

Me dirijo a la choza donde se encontraba el comerciante, a ver si hubiese algún indicio de lucha o restos de otro tipo que nos dieran alguna pista. 

- Si queréis explorer les alrededors, je os accompagner - dijo dirigiendose a Valenti y Jaume ignorando el consejo de Agneta. Por lo que a él respectaba, si se daban prisas aún podrían atrapar a quien fuera que se había dejado ver ante las narices del caballero.

Opino lo mismo que Diègue -dije-, algo ha debido pasar, sea un susto o una desgracia. Quizá haya salido simplemente a vaciar la vejiga y se haya tropezado con una piedra, una zarza, o... o algo peor.

Non puede ser... ─me mostré confundido ─¿como pudiere el de Sabastida marchar raudo et sigiloso en la noche si apenas podía moverse?. Gran extrañeza aquesta...

Proceded ─alcé la mano dando visto bueno a Khaled ─marcha con él, moza ─díjele a Agneta con la esperanza de que el converso et la gitana hubieran de buenos ojos et descubrieran que habíale ocurrido al de Sabastida.

Sinceramente, Valentí, paréceme un riesgo innecesario salir agora en busca del enfermo. Dudo le encontremos, et menos en tal fronda bajo aquesta oscuridad. Que sea lo que haya de ser, que mañana será otro día et si es menester que le encontremos, ansí sucederá.

Dios proveerá...

Más si queredes salir en su busca, non seré yo quien vos lo impida. Obrad bajo vuestro buen juicio, el cual sabedes que aprecio ─sentencíe.

En la choza del campesino no se encontró nada. Joan había salido sigilosamente sin que nadie se diese cuenta. No había tampoco ningún rastro más allá de la arboleda cercana, al menos no encontrásteis nada el resto de aquella noche.

Llegó por fin el amanecer y con él un descanso para algunos y un despertar para otros, todo bien mezclado en un desayuno frío ofrecido por el campesino ahora de mala gana.

Varios vecinos se congregaban frente a las chozas

- ha desaparecido el hombre que traían enfermo. ¿ Habéis visto algo? ¿alguien sabe algo?

- ¡se habrá ido a ver a alguna fulana ! jaja

- o no quería pagaros

- si no está en la choza se habrá ido sin más, olvidáos de él y a lo vuestro.

- ¡No! debéis encontrarle, los caminos son peligrosos. Nadie debería andar por ahí sólo. ¿A dónde os dirigíais? quizás haya continuado el rumbo previsto.

En fin, que había opiniones para todos los gustos. Todos decían no haber visto nada la noche anterior.

Non proble el desayuno que nos ofreció el campesino. Preferí dar cuenta de mis propias viandas et inesté al resto de la compaña que actuara de igual manera. Cada vez turbábame más el asunto de Joan et aquel siniestro lugar. Comentarios variopintos oíanse por boca de las gentes, más pocos eran los cabales. Mofas et burlas incluso escuchábanse. ¿Acaso plascíales aquello? ¿acaso era normal para tales gentes que un hombre gravemente enfermo marchara por su propio pie durante la anochecida para desaparescer tragado por la fronda?.

Reuní a los míos et fabléles guardándome de los oídos de los pueblerinos:

Mal asunto nos ocupa, et credo que, aquesta vez, non debemos inmiscuirnos más de lo necesario. Suerte tuvimos en Rialp et Dios iluminó nuestra senda contra Caritat, más aquesta vez habremos de obrar gastando más sesera.

Respiré hondo, et continué con calma ─Joan parescía buen hombre, empero non sabemos realmente si ansí era. Se... sabemos que non es de buen cristiano dejarlo a su suerte, ansí que propongo fazer batida en su busca desde agora hasta media tarde, et si non encontrámosle, más nada faremos por el.

Tal que ansí, tras la batida, partiremos cuando aún resten unas cuantas horas de lux. Non quiero pasar otra noche en aqueste pueblucho, pues si otro de nos desaparesciere, non perdonaríamelo jamás.

¿Estáis conmigo?.

Una vez levantados, infructuosa la inspección de la estancia del tal Joan, fuimonos a desayunar, y con gran empeño dispúseme yo a tal asunto, mascando con fuerza y ruido cuanto pusiéronnos delante las gentes del lugar, mientras maldecía al tal Joan para mis adentros por haberme dejado en evidencia.
Cuando mi señor preguntó, fui yo el primero en asentir y declarar mi buena disposición, que no era Khaled hombre que se amilanase por recorrer unas frondas.

- Por supuesto, mi señor. - díjele - Podéis contar con mi ayuda, en cuanto pueda reportar en este asunto.

Aunque sólo fuera empuñar el coltell, era algo que bien podía ser hecho.

Tras inspeccionar con Khaled, la choza y sus alrededores sin encontrar un maldito indicio de lo sucedido, decidimos volver a nuestra choza para intentar conciliar el sueño. Desgraciadamente, con lo que me rondaba la cabeza, tal cosa no fue del todo posible. 

Me reuní con los demás a desayunar, asintiendo con la cabeza a las palabras de Jaume, no podía estar en más de acuerdo. Hay que abandonar este sitio cuanto antes. Desde que puse un pie en este pueblo, algo no me cuadraba. Mala espina me daban todos, que parecían, no se,  como sonados.

Mirando de reojo a los habitantes que pululaban la zona, soltando sus comentarios, me terminé el desayuno- cuanto antes empecemos, antes nos iremos de aqueste mal lugar, - murmuré para los que allí nos encontrábamos.

Diégue se levantó cansado por los jaleos de la noche anterior, que no le habían permitido descansar como era debido. Suo benefactor, que tan amablemente había cedido un techo bajo el que dormir parecía ahora huraño y poco tratable. No fue extraño que por ello el marino siguiera el consejo de don Jaume y comiera de sus propias provisiones.

Escucho también atento la propuesta del caballero. Non gustaba la idea de dejar compañeros atrás, pero él también había notado extraño el ambiente del pueblo y prefería no pasar allí más tiempo del necesario. Acallaba para sí los malos pensamientos convenciéndose de que si llegaban a abandonar al mercader a su suerte, sería su propia culpa por no haber soportado la caminata.

Asintió al caballero sin decir palabra y preparó sus enseres para la batida por el follaje.

La propuesta de Jaume, la noche anterior, me decepcionó. No entendía para qué había salido, pidiéndome las antorchas, para luego dejar que el de Sebastida andase por ahí sólo. Et el remate final fue proponer la búsqueda en el momento en que las gentes del pueblo se congregaron entre las chozas y supieron de la acontecida. Et estaba claro que aqueste tipo, el nuevo "patrón" que se nos puso por falaz rúbrica ante las indiscreciones del camino, no era fruto de mi devoción (incluso notábale cosa extraña, quizá sólo fueran sus "hechuras"), mas que la profesión que aprendí en mi infancia decíame que había que asistir a cuantos pudiera, et salvar las más posibles vidas si fuera menester. ¿y si ese tipo anduvo cayendo de un peñasco o incluso rompiera sus huesos y hallárase ahora tirado en el monte?

Aqueste asunto, lejos de turbarme, me desalentó, me defraudó, sin saber porqué. Quizá fuera la carencia de mi verdadera profesión en pos de estar volviendo del exilio, y ahora sentíame como vacío, lejos de lo que hace mucho tiempo estuve oficiando.

¿Estáis conmigo?

Claro -asentí algo malhumorado-, mas antes querría aprovisionarme* con algo que comer para el camino que nos ocupa.

Entonces, tras desayunar aquellos rancios alimentos tales ahora como su dueño, me vestí del todo, cogí mi arco y colguémelo a la espalda. Salí dispuesto a comprar algo que poder llevar y apaciguar el estómago en los fríos caminos catalanes.

Mientras os preparábais Valentí pudo comprar pan oscuro a una señora y varias tiras de cecina, suficiente para dos días o quizás tres para una persona. La mujer no podía venderos nada más y nadie más quería venderos nada, todos decían que iban justitos de comida.

Algo extraño flotaba en el ambiente, todos podíais percibir algo pero no estábais seguros de qué.

Agradecí lo poco que pude comprar, pues sabía que aquellas gentes poco o nada tenían para la venta. La escasez en aquella zona tan cerca a Besalú era enorme.
 

Maldije en silencio la estampa de aquellos pueblerinos mal traídos, que el Demonio se los llevara a todos. Que no querían ni vendernos pan, los muy malditos, así muriésemos de hambre. Algo extraño percibíase en el lugar...

Cuando Valentí me cuenta los problemas con la comida, no puedo por más que acrecentar mis dudas con estas gentes. No parecía este un lugar pobre, ni se les veía desnutridos por la falta de alimento.