Partida Rol por web

- No eres adivino, ni eres mi amigo. Te dije que nos cruzamos con engendros y que tenemos cuchilladas de ellos. No te parecieron urgentes, así que una chica con dolores de un viaje revuelto supuse que tampoco le darías importancia, pero como te dije ayer las cosas han empeorado. Una de las malas costumbres de la Ruina que un corte superficial o herida sin importancia pueden acabar en desastre.

Si escuchas un grito con acento de Orlais yo que tu me iría el centro del lago y luego me tiraría al fondo.

Por favor síganme jóvenes magas. Disculpen mi rudeza, pero cuando sufre una amiga suelo perder los modales, mis compañeros están a menos de un minuto a pie. -

Derek prefirió no contestar a Dreren. Era un iniciado. Se veía en su insignia, lo había dicho Irving y por tanto el mago debía saberlo. Estaba verde como la hierba primaveral, pero no era ningún blando. Puede que no tuviese demasiada experiencia, pero sí era más terco que una mula y haría lo que fuese por convertirse en un templario.

A las palabras del barquero, sin embargo, respondió con una sonrisa sardónica.

-Creo que esta vez tienes una buena escolta. No va a hacerte nada si nos ve llegar. La Torre necesita un barquero.

- ¿Siempre tienes tanto trabajo? - Prosiguió con la conversación que el barquero había iniciado. Observó el suelo que servía de base para la torre del círculo pero no echó la vista hacia arriba para observarla, aquel gesto llegaría más tarde, cuando no pudiese arrepentirse de haberse marchado...si es que eso era posible dadas las circunstancias de su condición.

 - Supongo que no tiene tanta prisa como para pasar a nado. - Dijo riendo entre dientes mientras se subía a la embarcación, no quería hacerle perder tiempo.

 Asintió a Derek, la torre necesitaba un barquero, para entrar y salir. Aunque cabía la posibilidad de discutir quien entraba y salía, los magos...pocas veces. Empezaba a pensar que en Lothering no encontraría a quien debía encontrar...quizás sólo fuera un engaño para que no tuviese ánimo de huir de la torre...en cualquier caso, se lo habían puesto en bandeja de plata.

 Sólo un poco más... Su mirada analizó el rostro de Derek, quizás en busca de algún indicio que le sirviese para preveer sus movimientos futuros.

 - ¿Se sabe de alguien que lo haya logrado? - Preguntó curioso, inocente como un niño. Era a propósito, normalmente no era tan ingenuo.

 Era el precedente para preguntar si aquel barquero había llevado a Ayla en su embarcación o había buscado otro método.

El barquero soltó una risotada con el comentario del aprendiz de templario.

—También tendrían que sacar más templarios de donde has salido tú, amigo. Esto sería menos aburrido.

Esperó a que ambos embarcáseis y miró a Dreren antes de comenzar a remar.

—Sí, bueno, digamos que no me da tiempo a aburrirme. Salen y entran más personas en el Círculo de las que parecen. Aunque nunca supe por qué los magos prefieren esta condenada barca. Creía que con chasquear los dedos bastaba para ir a cualquier parte—se encogió de hombros—. Imagino que debe ser algo en plan "el encanto que tiene lo clásico".

Cuando Dreren mencionó lo de ir a nado, sonrió de lado.

—Je. Yo desde luego no se lo recomendaría... en el fondo de este lago hay más cosas que pececitos de colores.

Sion condujo a las dos muchachas por la pasarela hasta el césped que cubría la pequeña explanada que era la orilla. Al fondo, una suave cuesta subía hasta el camino de arena que transcurría bajo los restos de un enorme y antiguo puente entre cuyos arcos de piedra se había construido una posada de madera de aspecto bastante decente. En la entrada, flanqueada por dos antorchas ahora apagadas al ser de día, colgaba un cartel con letras desvaídas en el que podía leerse "La Doncella Mimada".

A medio camino entre el embarcadero y la posada, había dos personas; una era un hombre que portaba un escudo a la espalda e iba vestido con un peto de coraza, tenía el pelo corto, tan rubio que parecía blanco y lucía una corta barba crespa del mismo color.

Se encontraba arrodillado en el suelo y sostenía en brazos a la otra: una muchacha de cabello trigueño cuyo aspecto no presagiaba nada bueno; tenía el rostro ceniciento y crispado por el dolor, gemía sujetándose un costado y de vez en cuando tosía, escupiendo sangre y cogiendo aire agónicamente como si se fuera a ahogar. El hombre le estaba susurrando algo y de vez en cuando le palmeaba el rostro al parecer para que no perdiera la consciencia.

Nolan exudaba nerviosismo por todas partes. Cuando escuchó pasos, giró la cabeza y abrió sus ojos castaños de par en par.

—¡Bendita sea Andraste!—exclamó—. ¡¿Cómo rayos te las has apañado para traer un mago en treinta segundos?!

Pareció realmente esperanzado al ver a Gabrielle. Se giró hacia Balaena.

—T-Tranquila, te pondrás bien—dijo—. Te pondrás bien, ¿vale?

Balaena no parecía casi oirlo, y no quedaba muy claro si tenía los ojos medio abiertos o medio cerrados.

—N... No puedo respirar... —gimió con un hilillo de voz mientras cogía aire trabajosamente, entre jadeos.

Nolan miró a Gabrielle, era la viva imagen de la desesperación.

—Puedes hacer algo, ¿verdad?—dijo—. T-Telo ruego, cúrala, haré lo que sea a cambio pero por favor, ¡cúrala!

El hombre exudaba nerviosismo por todas partes. Cuando escuchó pasos, giró la cabeza y abrió sus ojos castaños de par en par.

—¡Bendita sea Andraste!—exclamó. Ahogaba suavemente las erres con un acento característicamente orlesiano—. ¡¿Cómo rayos te las has apañado para traer un mago en treinta segundos?!

Pareció realmente esperanzado al verte. Se giró hacia la chica que sostenía entre los brazos.

—T-Tranquila, te pondrás bien—dijo con voz temblorosa—. Te pondrás bien, ¿vale?

La joven no parecía casi oirlo, y no quedaba muy claro si tenía los ojos medio abiertos o medio cerrados.

—N... No puedo respirar... —gimió con un hilillo de voz mientras cogía aire trabajosamente y entre jadeos.

El orlesiano te miró, desesperado.

—Puedes hacer algo, ¿verdad?—suplicó—. T-Telo ruego, cúrala, haré lo que sea a cambio pero por favor, ¡cúrala!

Gabrielle palideció al ver el estado de la joven. Miró a Lynn para buscar apoyo.

Ella no era una médica. No había estudiado medicina, y no tenía ni idea de qué es lo que le estaba pasando a la joven. Pero no hacía falta ser médico, ni siquiera ser demasiado listo, para saber que se estaba muriendo. Tosía sangre, así que los pulmones debían estar encharcados, pero no se atrevía a tocarla. Ni siquiera sabía si su magia podría curarla.

La esperanza en los ojos del guerrero y la agónica respiración de ella hacía que le temblaran las piernas. Iba a fracasar. No iba a poder hacer nada por ella. La confianza que habían despositado en ella era infundada. Era sólo...

Se obligó a tranquilizarse. Ya había pasado antes por esa sensación. Respiró profundamente y se arrodilló junto a la joven. Le pareció muy bonita, más guapa que ella. Sonrió al guerrero.

—Haré todo cuando esté en mi mano —aseguró, pero lejos de resultar tranquilizador, reveló que ella misma estaba jadeando del miedo y la incertidumbre por lo que iba a suceder a continuación.

Gabrielle le puso las manos en el pecho, por encima de los senos, y canalizó la energía curativa a través de las yemas de los dedos hacia la joven.

Gabrielle lanza "Curar".

Lynn parecía sobrecogida por lo crudo de la escena. Sin embargo, cuando advirtió que Gabrielle la buscaba con los ojos, se acercó a ella. Sostuvo el gato con una mano y con la otra le rodeó los hombros esbozando una sonrisa.

—Eres maga, Gabby—dijo—. Los magos siempre podéis hacer algo cuando nadie más puede hacer nada.

Le dio un apretón en el hombro y la soltó para dejar que se agachase. Ella se mantuvo en pie para no molestar, pero cerca para que no sintiera que estaba sola con aquello.

- Desde luego es un viaje agradable. - No le ofereció ayuda, ni era tan fuerte como para hacerlo adecuadamente ni quería insultarle realizando su trabajo.

 Ya encima de la embarcación y recorriendo el lago, la mirada de Dreren pudo confiarse y desdeñar otros detalles para centrarse en la torre. Los límites del lago también eran impresionantes, aquella gran porción de agua parecía más un océano que un simple lago. Debía de ser uno de los lagos más grandes que existían en el mundo conocido.

 Lo mejor sería que se sentase y disfrutase del viaje.

 - Debes de haber coincidido con gente realmente peculiar.

 Lo cierto es que... - prosiguió sin malicia - quizás puedas ayudarme Jhonas.

 No habrás visto a una mujer pelirroja hace pocos días por aquí, ¿no? Es peculiar, seguro que no te dejaría indiferente. - Dar más explicaciones sólo pondría en peligro al barquero, y si llevaba tiempo trabajando se ahorraría pregunta...Dreren se sentía cómodo preguntando y lo hacía con tacto y amabilidad, almenos la que se puede ejercitar en el círculo.

 Seguramente no conseguiría nada con aquellas preguntas, y a Jhonas podría resultarle extraño si ya le habían preguntado. En cualquier caso, tenían que explotar todas las posibilidades a su alcance.

En ese momento, la muchacha sufrió un violento ataque de tos, tan violento que se dobló casi sentándose sin poder evitarlo mientras abría muchísimo los ojos, tratando desesperadamente de conseguir aire. Tras unos interminables y agónicos segundos, los puso en blanco y se desplomó de nuevo hacia atrás sobre los brazos del guerrero, exhausta y con un hilillo de sangre escurriéndole por la comisura del labio.

Gabrielle pudo ver claramente que algunas gotas rojas habían salpicado las mangas de su recién estrenada túnica de maga... pero enseguida invocó el don y sintió cómo la energía vital del Velo acudía a ella. Sus manos se iluminaron con un tenue fulgor azul que se extendió por el cuerpo de la chica y fue ganando intensidad hasta iluminar un área de un metro alrededor de ellos. Tras varios segundos de incertidumbre, el brillo se esfumó.

Casi instantáneamente, la joven cogió aire de forma espasmódica, abriendo los ojos con una mezcla de sorpresa y desconcierto pero la bocanada no resultó agónica ni silbante como antes; sonó tal cual a la de alguien que acaba de salir del agua tras haber estado buceando un rato.

—¡Balaena!—jadeó el guerrero sujetándole el rostro con las dos manos—. ¿Estás bien? Dime algo ¡Hacedor, hablame!

Sí, el nombre se lo puse pensando en lo mucho que va a molarle a Salma.

—¡Balaena!—jadeó Nolan al borde del infarto, sujetándole el rostro con las dos manos—. ¿Estás bien? Dime algo ¡Hacedor, hablame!

La muchacha suspiró con evidente alivio y tomó varias bocanadas de aire más relajadamente. Antes de responder emitió un quejido de protesta.

—Nolan, no me grites en la oreja, me estás dejando sorda...

—¡Bendita sea Andraste!—exclamó con voz temblorosa el orlesiano, abrazando con fuerza a la muchacha y dándole un beso en el pelo—. ¡Llega a pasarte algo y me tiro al maldito lago!

Enseguida la soltó para dejarla respirar y miró a Gabrielle

—Y bendita seas tú—dijo—. N-No sé cómo agradecértelo. Te lo pagaré como sea, ¡como sea!

Lynn miraba la escena con una expresión a medio camino entre el asombro y una tenue sonrisa de alivio. Con el gato aun en brazos.

Jhonas dejó de remar un instante y la barca flotó al ralentí, continuando más suavemente su viaje hacia la otra orilla.

—Una chica pelirroja... ¡Ah! sí, sí, creo que sí que me suena—dijo finalmente—. Me acuerdo más que nada porque no suelen salir muchos magos por la noche pero parecía tener prisa así que supongo que sería alguna emergencia.

Volvió a reanudar el ritmo de remo.

—Hace unos tres o cuatro días.