Partida Rol por web

El tiempo que había pasado como soldado le había entrenado a reaccionar relativamente rápido en caso de un ataque nocturno. No obstante tras lo concurrido del viaje el sueño le había vencido, Sion necesitó unos segundos para ubicar donde estaba, pero al recordar que habían pernoctado en la posada sus instintos de superviviente se activaron.

Bajó de la cama con rapidez, sacó ambas armas de las vainas y salió fuera al pasillo con toda la celeridad que podía. La cabeza empezaba a formarse varias ideas de que podía haber causado semejante grito, a cada cual peor que la anterior, no podía evitar pensar cada vez en lo peor.

- Vamos Kando, algo debe haber pasado. -

Lynn estaba demasiado asustada y demasiado dolorida (emocionalmente hablando) como para hacer nada más. O quizá es que simplemente pedirle que se olvidase de preocuparse por Dreren le resultaba imposible.

Tragó saliva con un gemido y se quedó encogida en la postura en la que estaba.

No encontraste nada en el pasillo.

Lo único que corroboraste era que la lluvia nocturna había cesado y el suave sol matutino entraba por las ventanas entreabiertas. Dos puertas más a tu derecha, la habitación que habían escogido Gabrielle y Lynn permanecía cerrada. Si era esta última la que había gritado, técnicamente deberían seguir dentro.

Kando emitió un sonido interrogante y se te quedó mirando.

No discutía que su oído era normal. Estaba totalmente seguro de haber escuchado un grito. Pero tras todo lo que había pasado sabía que los sentidos podían ser engañados con mucha facilidad. Consideraba imposible que el resto no se hubieran percatado de semejante chillido.

Quizás fuera cosa de las sombras que perseguían a Bennard, o puede que lo hubiera soñado. Tenía que cerciorarse, entrar de una patada con las armas listas a matar no era la mejor opción.

Hincó una rodilla en tierra y acarició a Kando en los mofletes, no dejaba de ser un mabari y ser muy inteligente, era la única baza que tenía. Le habló en voz baja para evitar despertar a alguien.

- Kando, he salido porque me pareció escuchar un grito de Lynn, pero no puedo fiarme mucho de mis sentidos tras todos lo que hemos pasado. Si tu no has escuchado a las chicas quédate quieto. -

Kando se las apañó para ladrar confidencialmente.

Pero no se quedó quieto, se acercó trotando a la puerta de la habitación de las dos mujeres y la olisqueó, luego te miró a ti.

- Hay que joderse. -

Entrando en la habitación de las chicas como si estuviera en algún colegio o academia. ¿Qué era lo siguiente, un dragón, la corte de Orleais? prefería no imaginarse que diablos podía estar allí dentro. Y mejor ni especulaba con lo que pasaría si habían sido imaginaciones suyas.

Se movió muy despacio hasta la puerta, dejó el arma bien preparada en la derecha y con la zurda agarró el pomo muy despacio intentando minimizar los ruidos y comenzó a girarlo con todo el sigilo que podía.

En el silencio que se había formado tan sólo interrumpido por algún que otro quejido ahogado de Lynn, escuchaste un suave click... y viste que el pomo de vuestra habitación empezaba a girar lentamente, como si alguien quisiera abrir sin hacer ruido.

Gabby frunció el ceño y recorrió la habitación de un par de zancadas. Luego, simplemente volvió a cerrar la puerta y se quedó apoyada en ella, escuchando.

Algo te giró el pomo de nuevo a su posición original. Cuando intentaste volver a girarlo, no lo hizo. Alguien no parecía querer dejarte abrir la puerta.

Era suficiente, Gabrielle y Lynn al menos habrían preguntando quien estaba intentando entrar o directamente se habría llevado un reproche por irrumpir en el dormitorio de dos mujeres. Algo o alguien no le permitía el paso, o abría la puerta o la superaba de algún otro modo.

Podía intentar tirarla de una patada, pero existía el riesgo de astillar la puerta y no conseguir nada, era preferible usar los golpes de hombro, se usaba todo el peso del cuerpo y era mucho más fácil ejercer fuerza. Aunque no usaba armadura pesada ni tenía los músculos de un guerrero no dejaba de ser un adulto y su peso era a tener en cuenta.

- Prepárate Kando, algo malo pasa. -

Dejo el hombro preparado, tomo una gran bocanada de aire y sin pensarlo más veces embistió con toda la fuerza posible.

Sion embistió con toda la fuerza posible la puerta de la habitación. Era la sencilla puerta de la habitación de una posada común y corriente, no la puerta maciza y encantada del tesoro real de la reina Anora de modo que el resultado fué el saltar de las bisagras en medio de un sonoro crujido.

El pícaro tumbó la puerta y por ende trastabilló con ella. Debido al impulso, cayó encima.

—¡¡AAAH!!

El grito de sobresalto de Lynn fue digno de película de terror. Pegó un brinco y se aplastó contra la pared mirando a Sion con los ojos desorbitados y una mano agarrándose el pecho como si hubiese estado a punto de darle un ataque cardíaco.

Dos segundos después, se tapó la boca con la otra, mirando horrorizada la escena.

Eso hacían dos gritos y una escena ridícula, pero no se fiaría de las apariencias. Ya se la habían jugado antes con un niño que resulto ser algo totalmente distinto.

Rodó a un lado y se levantó con rapidez con el arma preparada para cualquier sorpresa más desagradable que el vandalismo en el mobiliario. No entendía absolutamente nada de lo que estaba ocurriendo.

- Kando y yo escuchamos un grito antes y vinimos a investigar, ¿qué diablos ocurre? -

Una vez Sion se hubo levantado, Gabrielle pudo apartar la puerta que le habían tirado encima. Cuando se recobró del aturdimiento le espetó:

—¿Pero se puede saber por qué no llamas a la puerta y preguntas como las personas normales en vez de forzar la cerradura... —se incorporó sobre los codos— o echar la puerta abajo? En el nombre del Hacedor, ¿qué mosca te ha picado?

Kando se asomó por detrás de Sion emitiendo un sonido interrogante y ladeando la cabeza, como secundando el "¿qué está pasando aquí?".

Por otra parte, el Señor Keefles, que se encontraba tumbado a la bartola en la mesilla de noche, observaba la escena haciendo gala de la total y absoluta indiferencia que sólo los gatos pueden mostrar. Como si pensase que todos érais idiotas.

—Hacedor... lo siento, ¡LO SIENTO!—exclamó Lynn, hecha un manojo de nervios—. ¡Ha sido culpa mía! ¡El grito era mío!

Corrió hacia la puerta derribada para acuclillarse.

—¿E-Estás bien, Gabby?

Le venían a la cabeza unas cuentas contestaciones, a cada una más soez, obscena y de mal gusto que la anterior. En cualquier otra circunstancia ya las habría dicho.

Guardo las armas muy despacio, no por necesidad, sino por escuchar el lento siseo a las vainas y mantener la cabeza bien fría.

Clavó los ojos en Lynn, debía de haber llorado, o tal vez estaba apunto. Por el rostro debía de haber visto al mismo diablo. Miró cada rincón de la habitación con detenimiento, allí no había nada, maldita sea, absolutamente nada para justificar ese estado de pánico. No veía ninguna herida, el miedo se había ido, o estaba oculto como el mejor de los asesinos.

- ¿Qué ha pasado aquí? -

—U-Una pesadilla, he tenido una... —tartamudeó Lynn pasándose las dos manos temblorosas por la cara e inspirando hondo para tratar de calmarse sin mucho éxito—. Lo siento, no quería que... yo... lo siento de verdad...

—¡Por todos los espíritus! ¿Qué significa este escándalo?!

Escuchásteis una voz por el pasillo seguida de unos pasos apurados y por el umbral de la puerta apareció una mujer. Concretamente una mujer que no habías visto en vuestra santa vida pero a juzgar por su inconfundible aspecto, era otra rivaína.

Vestía unas sandalias y una vaporosa túnica de profundo azul añil, su piel era de un intenso color café y su cabello negro como la tinta y medio envuelto en un turbante a juego con la túnica estaba salpicado de rastas y cuentas de vivos colores. Desde el suave óvalo de su cara, dos ojos del color del chocolate os observaban chispeantes, sombreados por un ceño fruncido.

Cuando se cruzó de brazos, en su muñeca derecha tintinearon numerosas y finas pulseras doradas. En la izquierda llevaba un brazalete ancho del mismo material.

—¿Se puede saber qué le estáis haciendo a nuestra posada?—protestó—. ¡Vándalos!

¿Pesadilla? Con todo lo que habían pasado no le extrañaba, pero tenía que haber sido muy real para causar un grito así. Y si estaba tan despierta y aun aterrorizada no quería ni pensar que horrores debía haber visto mientras dormía. Había escuchado el grito con paredes de por medio, aunque el silencio de la noche ayudaba a oír mejor.

- No eres la única con mal sueño. -

Era difícil explicar lo ocurrido sin quedar como un idiota, pero ni le importaba, prefería pagar una puerta a tener que lamentar un mal superior.

Se limpió un par de astillas del hombro antes de largarse. Ya estaba todo el pescado vendido.

- Ya pagaré esta puerta más tarde, lo prefiero a un funeral. -