Partida Rol por web

Era curioso como el oro perdía su brillo. Cada día le resultaba más un metal maldito que realmente una moneda de cambio. Recordaba cada sufrimiento que le había traído la avaricia de algunos, la fiebre del oro como se llama popularmente, una enfermedad del alma mas que del cuerpo. Como algunos pueden renunciar a todo por un pedazo de metal.

Diez monedas deslustrosas, algunas tenían su historia, manchadas de sangre, otras no. No podía recordarlo con exactitud.

Colocó el montón encima. No tenía la menor gana de mirar el presupuesto y aun menos de conversar. Cuando ese lugar se desmoronará la puerta nueva si es que la ponían sería lo único en pie.

Al llegar a la boca de la gruta, pudiste asomarte y ver mejor.

Localizaste a un hombre cubierto por una capa de viaje de color ocre que tapaba a medias un rostro magullado y sudoroso,  jadeaba ruidosamente mientras trataba de escapar de... lo más repulsivo que habías visto en tu vida.

Unas criaturas grotescas, cadavéricas, recubiertas de sangre reseca, pústulas purulentas y con jirones de carne podrida colgando del macilento cuerpo gruñían persiguiendo al desconocido hostigándolo para que tropezase. Eran un total de tres, pero eran tres contra uno y en uno de los embates, una de ellas logró aferrar con sus garras prominentes y sucias una de las botas del hombre que cayó de bruces al suelo y rápidamente se dio la vuelta para patearla con el pie.

—¡Socorro!—gritó desesperado—. ¡Que alguien me quite a estas cosas de encima!

Delante de ti no estaba el bosque que casi se había comido las cuatro piedras ruinosas que quedaban de lo que un día fueron casas y de las cuales tan solo la posada sobrevivía, delante de ti había un pueblo entero en medio del bosque.

Un pueblo vivo.

Un pueblo con gente pululando de acá para allá como en cualquier día normal. Con panaderos llevando su horneada matutina a vender en las casas, con mujeres portando ánforas para llenar de agua en el río, con chiquillos corriendo de un lado a otro mientras jugaban con espadas de madera y hechizos imaginarios a vencer poderosas bestias invisibles.

El primer instinto fue pellizcarse con saña. Dolía demasiado como para ser un sueño. Frotarse los ojos con vehemencia tampoco servía, aquel lugar continuaba estando frente a su vista.

Tenía la certeza de no haber visto nada de ese pueblo al llegar, solo ruinas y escombros de que pudo estar allí antes, ¿cómo diablos se había ocultado o aparecido delante de sus ojos? Lo malo de ser un hombre corriente es que no estas preparado para cosas como estas, desde que había emprendido este viaje sus sentidos parecían haberse vuelto de poca confianza.

Cada arma estaba en su sitio, su sano juicio le encomendaba a esperar al resto y largarse de ese lugar. Pero el resto de los acompañantes no estaba y probablemente no fueran tan paranoicos como él.

La curiosidad mató al gato, aunque ahora se sentía más un ratón mientras caminaba en dirección a ese "pueblo" aparecido.

Lynn se sobresaltó al ver la escena, o más bien a las contrahechas criaturas. Irónicamente eso la hizo salir corriendo a coger ángulo para ayudar al desconocido, agarrando su arco y disparando una flecha que voló hasta impactar en una de las criaturas. Ésta soltó un horrendo chillido que a su vez hizo que la clériga torciera el gesto de pura grima.

Lynn se mueve a v8. Ataca al Ghoul C y le hace 4 puntos de daño.

Ignora el Disparo Rápido, pifia mía. Le hace un solo ataque con +6 en realidad.

Lynn 27
Gabrielle 24
Kando, Ghoul C 21
Belgar 18
Ghoul A 11
Ghoul B 10

¡Turno de Gabrielle!

Dudo por un instante. Durmiendo sin armadura podría coger mi arma y salir a combatir con los demás cualquiera que fuere la amenaza que asalte a mis compañeras de viaje, pero temo que sin la protección que me brinda no duraré demasiado. 

Me pongo en pié de un salto, tomo mi armadura y me la coloco aún medio dormido. No hay tiempo que perder si la joven bruja de ojos de fuego aparece... espero que esta vez su visita sea más duradera y podamos charlar un poco.

Una vez que todo mi armamento está en su sitio, cojo mi alfanjón y salgo por la puerta deseoso de justicia.

Al ponerte en pie te diste cuenta de que no había ni rastro de Belgar. ¿Cuándo había salido el enano de allí? O era más sigiloso de lo que  creías o habías dormido más de lo que creías.

Al salir al pasillo, curiosamente no encontraste a nadie. Es decir, a nadie conocido, porque sí había una persona aunque no la habías visto en tu vida.

Era una mujer, a todas luces rivaína a juzgar por el intenso color café oscuro de su piel. Su cabello era negro como la tinta, salpicado de rastas, cuentas de vivos colores y medio envuelto en un turbante. Vestía una vaporosa túnica de profundo azul añil a juego y calzaba unas sandalias más propias de climas cálidos.

Se encontraba delante de la habitación de Gabrielle y Lynn observando la puerta con expresión de fastidio, puerta que estaba tirada hacia adentro como si alguien la hubiese derribado. Cuando te escuchó salir, no obstante, giró la cabeza y desde el suave óvalo de su cara, dos ojos del color del chocolate te observaron sombreados por un ceño fruncido.

—Primero un bruto sin modales que me derriba a cabezazos la puerta y ahora un tipo blandiendo una espada de dos metros en medio del pasillo—gruñó—. ¿Te importa guardar eso? Ya ha habido bastantes destrozos por hoy.

Se cruzó de brazos y en su muñeca derecha tintinearon numerosas y finas pulseras doradas. En la izquierda llevaba un brazalete del mismo material.

Como ha pasado ya todo (ya han actuado todos en el pasillo) y no puedo hacerte volver atrás en el tiempo... hagamos como que a Alexei se le pegaron un poco las sábanas, ¿ok? Que estaba muy cansado y le pareció oír en sueños el grito o algo así y luego dijo "¡Coño!"

-Lamento de veras si te he asustado, pero me pareció oir un grito y salí a ver si podía ser de ayuda.-Respondo con amabilidad.-Si me disculpas, buscaré a los demás para ver si todo sigue bien.

Dicho esto, me acerco a las habitaciones de los otros y toco las puertas.

—Es que oíste un grito—gruñó la mujer—. Yo también vine por lo mismo y me encontré con que ese energúmeno había tirado la puerta abajo.

Cuando vió que llamabas a las puertas (o mejor dicho, a la puerta de Sion, ya que la de la habitación de Gabrielle y Lynn estaba derribada en el suelo y se veía claramente que la estancia estaba vacía) añadió:

—Si eres amigo suyo y de esas dos chicas con túnica, han salido hace un rato afuera.

-Gracias.-Digo saliendo.-Muy amable por tu parte.

Dicho esto, salgo tras los demás en busca de noticias.

Cuando saliste afuera, lo único que pudiste hacer durante los primeros cinco segundos fue quedarte de piedra.

Delante de ti no estaba el bosque que casi se había comido las cuatro piedras ruinosas que quedaban de lo que un día fueron casas y de las cuales tan solo la posada sobrevivía, delante de ti había un pueblo entero en medio del bosque.

Un pueblo vivo.

Un pueblo con gente pululando de acá para allá como en cualquier día normal. Con panaderos llevando su horneada matutina a vender en las casas, con mujeres portando ánforas para llenar de agua en el río, con chiquillos corriendo de un lado a otro mientras jugaban con espadas de madera y hechizos imaginarios a vencer poderosas bestias invisibles.

Era un pueblo, un pueblo normal y corriente. El pueblo que suele haber siempre en torno a cualquier posada. Y por más que pululabas por él no dejaba de ser un pueblo normal y corriente.

Tras unos cuantos minutos, no obstante, divisaste a Alexei saliendo de la posada. Se detuvo y miró confuso a su alrededor.

Si te acercas a Alexei, márcale y pon algo en plan "Sion apareció de no sé dónde" que él no te ha visto.

Gabrielle alzó el báculo, y un símbolo rúnico refulgió bajo el no muerto que se cernía sobre el desconocido.

Glifo de parálisis al A.

El glifo explotó nada más materializarse a los pies de la grotesca criatura y dejó a esta paralizada en el sitio, impregnada de una luminiscencia blanca. La imposibilidad de destrozar a una presa que estaba tan cerca hizo que los gruñidos que salían de la garganta del monstruo se volviesen desagradablemente histéricos y estridentes.

El monstruo al que Lynn había disparado corrió como una escuálida y desgarbada lagartija en dirección a la clériga y trató de herirla con una de aquellas repugnantes garras llenas de mugre. Lynn gritó con una mezcla de susto y asco, esquivando el golpe.

Ghoul A está paralizado.

Ghoul C se mueve hasta w7 y ataca a Lynn pero falla.

Kando empezó a ladrar con hostilidad y se abalanzó contra la criatura que acababa de atacar a Lynn. Las fauces del mabari se cerraron como un cepo en torno al andrajoso cuello provocando un espeluznante y sonoro crujir de huesos que silenció instantáneamente los chillidos del no-muerto.

Kando se mueve a y8, ataca al Ghoul C y lo mata.

—Perrito bueno... —musitó Lynn, secándose una gota de sudor de la sien.

—¡Eh, dejadme un trozo!—exclamó Belgar, el cual salió disparado en dirección a los dos monstruos que quedaban.

El enano atravesó la sala blandiendo el hacha sobre su cabeza y emitiendo un sonido a medio camino entre un grito de guerra y el bramido de un oso. Podía ser rápido cuando quería, o directamente estaba loco porque se arrojó de bruces contra ellos y el que no estaba paralizado enseguida le dió un zarpazo que se topó con el plano de la hoja del arma.

—¡¿Pero qué ha sido eso?!—se rió—. ¡Mi abuela da mejores bofetadas!

Belgar corre hasta D2

Ghoul B ataca a Belgar pero falla.

Lynn se quedó con el arco en la mano y cara de circunstancias. Ya no sólo porque era peligroso intentar disparar con el enano en medio sino porque parecía estar dudando de si este se iba a tomar a mal que lo ayudasen o algo.

El hombre de la capa, que lo había estado viendo todo, reculaba de espaldas en el suelo mirando la escena con una mezcla de desconcierto y estupefacción.

Lynn
Gabrielle
Kando
Belgar
Ghoul A  (Paralizado 1/3)
Ghoul B

¡Turno de Gabrielle!

Aunque no estaba tan concurrido como una gran ciudad era bastante fácil pasar desapercibido entre la multitud. Por la expresión de Alexei debía pensar lo mismo que él había imaginado escasos minutos anteriores.

Se acercó en linea recta, esquivando a un pelotón de críos juguetones y algunas cajas apiñadas por el suelo.

- Yo me estoy preguntando lo mismo. -