Partida Rol por web

Gabrielle se sorprendió que Ayla se tomara la molestia de aclarar su postura. Implicaba un respeto que no sabía que sentía por ella.

—Una actitud sensata, esa —admitió Gabrielle—. Aconsejaría acompañarla con dejar los prejuicios en la puerta. Prudencia, no suspicacia.

Gabrielle intercambió unas palabras con Ayla antes de quitarse su mochila, dejarla en el suelo y arrodillarse para buscar en ella.

—Yo he traído —dijo, extrayendo una linterna de ojo de buey que se apresuró a encender.

Cada vez le embargaba más la sensación de ser como una madre para el grupo, pese a ser la más joven. Le dedicó una sonrisa a Trasus y alzó la lámpara, indicándole que ella les iluminaría el camino.
 

La mirada que Allure le dirigió a Cedric le puso los pelos de punta a Alexei. El joven guerrero esta vez no pudo reprocharle al truhán que hiciera su ya conocido gesto amenazante. Por suerte, antes de que la situación se pusiera más tensa de lo que era, Trasus preguntó por algo tan mundano como una lámpara. Y como no, era Gabrielle la que disponía de una.

—Entremos pues.

La expresión de Allure cambió de golpe; su sonrisa se borró y el aire pareció volverse inexplicablemente más frío.

—¿Se supone que eso debería impresionarme o hacerte parecer menos asustado a ti?—espetó—. Porque te tengo una mala noticia: no has logrado ni una cosa ni la otra.

Abandonó la postura y añadió con una sonrisa sardónica:

—Yo soy muy considerada: nunca me olvido de nadie...

Como si fuera un animalillo molesto que acaba de perder el interés en algo y se mete en su cueva allá donde no puedan incordiarle, volvió a fundirse en una masa de volutas de humo que revoloteó hasta desaparecer en uno de los saquillos del cinturón de Lynn. La cual carraspeó con verdadera inquietud.

La sensación extraña en el ambiente desapareció.

Allure recordará eso.

Sarkee rezongó algo ininteligible en su idioma y se acercó a la entrada para cotillear.

—Que me aspen si esto no es raro: elfos construyendo cosas bajo tierra.

No era tan profundo como una construcción enana ni de lejos pero sí era cierto que el pasillo estaba por lo menos a un metro bajo el nivel del suelo. Tampoco descendía más pero sí se alargaba hacia adelante y estaba oscuro pese a la presencia de hacheros en las paredes que por motivos obvios estaban apagados.

A la luz de la linterna podíais ver los mosaicos en ellas; figuras de elfos y hallas en algunos, otros resultaban incomprensibles o directamente abstractos. Todos ellos desgastados y olvidados en el tiempo. El suelo en su día debía haber tenido baldosas pero ahora presentaba auténticos parches en los que sólo quedaba tierra apisonada.

Terminasteis por llegar a una sala desconcertantemente iluminada, como si hubiese un ventanal en el techo, y sin embargo no lo había así que no teníais la más remota idea de dónde salía la tenue iluminación. Lo que enseguida robó vuestra atención de aquello, sin embargo, fué el suelo: se distinguían claras huellas y señales de lucha, la tierra en las zonas del suelo en la que no había losas estaba batida y donde éstas sí perduraban se veía alguna que otra mella. Pero no había sangre ni mucho menos cuerpos.

—Sabía que no era buena señal que la puerta estuviese cerrada... —gruñó Ayla.

—¿Por qué no es buena señal?—preguntó Alexei mientras se arrodillaba en busca de alguna pista—. ¿Crees que alguien ha entrado antes que nosotros? Y si es así, ¿contra quién o qué ha luchado? Porque sin restos de sangre ni cuerpos, lo único que se me ocurre es que o ha luchado contra un guardián inanimado, un ser sin cuerpo físico o se ha enfrentado a algo que ha sido capaz de acabar con él sin dejar ningún rastro. Y cada opción me gusta menos que la anterior.

El joven guerrero se rascó su incipiente barba, mientras pensaba.

—Gabby, ¿podría algún espíritu o demonio del Velo estar atado a este lugar y hacer las veces de guardián?

—Porque las puertas de los templos que llevan siglos abandonados no suelen estar cerradas a cal y canto, salvo que alguien venga y las cierre. Y eso sin no contar los nombres borrados que hemos ido encontrando—respondió Ayla. Luego suspiró con fastidio—. Simplemente me pone nerviosa la idea de que haya pasado alguien por acá recientemente.

Tras dar unos golpecitos ociosos con el bastón en el suelo, añadió a la pregunta de Alexei:

—No lo sé. No tengo forma de adivinar quién se ha peleado aquí.

—En su libro "Vida entre la Muerte" del Encantador Mortalitasi Rodomonte van Heigl, habla de su preocupación por las prácticas de los llamados Ataconjuros, magos que vinculan espíritus menores a objetos mágicos como grimorios encantados o bastones mágicos. O... a gemas mágicas, como el caso de Allure. No he oído hablar de espíritus atados a lugares... —titubeó Gabrielle—pero teniendo en cuenta que la vinculación demoníaca no es, como te puedes figurar, una asignatura que se imparta en el Círculo de Hechiceros, no soy la fuente más fiable para ese tipo de conocimiento. Pero supongo que si el espíritu está ligado a un objeto encantado e inamovible dentro del edificio, no habría gran diferencia.

Hizo una mueca y se rascó la mejilla.

—¿Pero por qué asumes que un combate debe terminar con sangre? ¿Por qué crees que sólo los supuestos guardianes debieron perecer en el él y no los atacantes, de carne y hueso, fueran quieres fueran? ¿Por qué descartas la posibilidad de que hayan recogido los cadáveres y limpiado la sangre, tratándose de suelo sagrado? Estás dando por supuestas demasiadas cosas —señaló la maga del Círculo y miró a Ayla—. Los dos estáis dando por sentadas muchas cosas. ¿Por qué no analizamos lo que tenemos antes de seguir construyendo castillos en el aire? Alexei, ¿puedes saber si el rastro que vemos es reciente o no, y si lo es, de cuánto tiempo podemos estar hablando? ¿Puedes saber si la lucha continuó en otra parte del templo, si arrastraron cuerpos o dónde se dirigieron sus participantes? Eso sí sería de utilidad para saber qué tenemos delante de nuestros ojos.

Cedric se había perdido el hilo con la conversación de demonios atados a cosas, y no hizo ningún esfuerzo por volver a encontrarlo. Si ni siquiera Gabrielle tenía amplios conocimientos en el tema, probablemente fuera mejor no saber demasiado al respecto. Los expertos en tal magia eran precisamente el tipo de mago que Cedric esperaba no encontrar nunca.

Cedric nunca había sido un buen rastreador, ni siquiera cuando le habría venido bien serlo. Su tiempo en Nordale, incluso tratándose de un pequeño pueblo al borde de la Espesura, le había recordado que estaba más a gusto en zonas civilizadas. Dejando a Alexei inspeccionar las huellas y marcas, Cedric se adelantó al grupo unos pocos pasos para hacerse una mejor idea de la sala, incluyendo salidas y detalles que hubieran pasado desapercibidos. 

—No sería tan específicoo, querida Sarkee —apuntó el tevinterano—. Nadie ha visto a un elfo edificar bajo tierra, y nadie ha visto a un elfo edificar sobre el suelo.

Era conocido que los elfos construyeron una civilización avanzada siglos atrás, que de algún modo se había evaporado dejando escasos vestigios. Los elfos contemporáneos —Trasus pensaba en los dalishianos; los que vivían en las ciudades podían pasar por humanos si se cortaban las puntas de las orejas y comían seis veces al día, lo segundo más improbable que lo primero— tallaban rostros en los troncos de los árboles, levantaban tiendas y fabricaban sus bellos araveles. Nada parecido a edificios.

Llegó la comitiva a una sala donde la tierra estaba removida. Algunos especularon respecto al origen del removimiento. Se habló incluso de demonios atados a lugares. ¿Por qué no? La presencia de demonios entre ellos iba a convertirse en algo más que común entre ellos.

—¿Por qué combate? Por qué no niños jugando, revolcándose por el suelo como hacen los niños cuando juegan. O bailarines pateando la tierra y la piedra tras sus cabriolas.

Las melladuras en las baldosas que no habían desaparecido eran el único indicio real de conflicto armado. No era Trasus experto en combates que no consistieran en acabar —o empezar, que sería igualmente preciso— inconsciente bajo una mesa, así que no se atrevía a juzgar. Aun así, singular le parecía el descuido de los combatientes, golpeando dura piedra con frágiles aceros cuando el torso de sus supuestos enemigos se encontraba bastante más arriba.

—En un lugar cerrado, y sin tránsito de personales o animales —añadió—, podría haber pasado bastante tiempo desde que sucedió lo que dejó en este estado el lugar.

—Yo... ¡estoy de acuerdo con Trasus! —dijo con un tono de genuina extrañeza tiñendo su voz, parpadeando en dirección al trovador.

Escuchaste a Astucia reirse en tu cabeza. Probablemente había sentido tu desconcierto mental y le había resultado de lo más cómico.

Astucia: Amistad (+1)

Por un momento sólo Alexei y Cedric se adelantaron a inspeccionar el suelo en busca de alguna pista sobre si aquellas marcas eran recientes o no. Sin embargo, no pasaron ni cinco segundos hasta que algo muy pequeño cayó de alguna parte.

Y explotó.

Una nube de humo negro envolvió de pronto la sala metiéndose en vuestras gargantas y haciéndoos toser. Sarkee soltó una colorida maldición en lenguaje enano y pudisteis escuchar el sonido de del filo abandonar su funda. De más de uno.

Cuando la humareda se disipó, estabais rodeados por individuos de lo más peculiar. ¡Iban vestidos de arlequín! Uno de ellos cuya vestimenta era la única distinta en colorido a la de los demás, hizo un gesto con la mano que no había que ser un genio para entender.

¡Emboscada!

Alexei, Cedric, Asthan y Lynn han percibido algo extraño a tiempo por lo que pueden actuar en este turno. Tirad iniciativa (no me actueis de golpe que los arlequines tambien tienen que tirar y tal) A los demás los han pillado desprevenidos y no pueden actuar en este asalto sorpresa.

Iniciativas

Arlequín Jefe (19)
Arlequin P7, Arlequin R11 (17)
Cedric (14)
Arlequin J11 (13)
Alexei, Lynn (10)
Asthan (9)
Arlequin S17 (9)
Arlequin K7 (8)

Alexei escuchó de refilón a sus compañeros mientras seguía examinando el suelo. Tenía la sensación de que al rastro le faltaba algo, pero no sabía qué y tampoco iba a tener tiempo de averiguarlo.

Con la explosión de humo negro, el joven guerrero comenzó a toser mientras daba unos pasos hacia atrás. Al escuchar el ruido de armas desenvainándose, el joven aun irritado por el humo se llevó su mano al alfajón. Sin embargo no llegó a desenvainarlo cuando este se disipó y vio a los extraños individuos que tenía frente a él.

El que había hecho el gesto se lanzó en linea recta a por un objetivo concreto. Hasta el punto de que ignoró por completo a Lynn y lanzó una estocada directa contra la espalda de Ayla.

La maga apenas tuvo tiempo de girarse cuando el filo del arlequín le trazó un corte en uno de los omóplatos que, pese a no ser profundo, la hizo soltar un bufido. Mientras, dos arlequines más arremetieron contra Cedric y Gabrielle respectivamente.

Ellos no sintieron tal cosa pero la expresión crispada del rostro de Ayla pareció indicar que las armas del que parecía ser el jefe tenían una desagradable sorpresa impregnando sus filos.

Arlequín jefe se mueve a n16 ataca a Ayla, le hace 2 puntos de daño y la envenena. Ayla pierde 1 de FUE. _{(El veneno es 1d3, no 1d4. Se me fue el dedo)}

Arlequín p7 ataca a Cedric y le hace 5 puntos de daño.

Arlequín r11 se mueve a q13, ataca a Gabrielle y le hace 6 puntos de daño.

Iniciativas

Arlequín Jefe 
Arlequin p7, Arlequin r11 
Cedric 
Arlequin j11 
Alexei, Lynn
Asthan
Arlequin s17
Arlequin k7

¡Turno de Cedric!

Los estúpidos bufones salidos de la nada se movían rápido, incluso para Cedric. Si bien el matón de la armadura negra recibió una buena herida antes de poder reaccionar, lo cierto es que al menos lo había visto venir y tenía una buena idea de lo que pasaba alrededor. La buena noticia era que Alexei, de nuevo, luchaba a su lado. La mala: Ayla otra vez parecía en el centro del peligro.

Cedric dio un paso a la derecha colocándose entre el peligroso payaso y Gabrielle, que ya tenía sus propios problemas. Para entonces, una pequeña hoz de filo aserrado había aparecido en la mano de Cedric. Con un movimiento rápido, la hoja curva se dirigió a las piernas del enemigo, pero solo consiguió desgarrar un trozo de la colorida tela.

—Vas a estar aun más ridículo con esa espada saliéndote del culo.