Partida Rol por web

—¿Eso qué quiere decir?—refunfuñó Astucia alzando la vista como si se quejara a una entidad invisible—. ¿Que sí o que no?

Tras unos instantes de silencio, miró la espada luminosa que aún sostenía en la mano y ésta se disipó. Luego se volvió hacia ti rascándose la cabeza sin saber muy bien qué decir; la última vez que lo habías visto estaba muriéndose después de todo. Torció ligeramente el gesto con el silencio incómodo que tontamente se acababa de formar y carraspeó.

—Su... pongo que te debo una explicación.

Gabrielle se encogió de hombros.

—Puede que ni siquiera ella lo tenga claro —respondió la maga—, pero espero haberle dado algo en lo que pensar.

Aquello era lo máximo a lo que podía aspirar, dadas las circunstancias. Si les había dado su auténtico nombre debía tratarse de un demonio muy poderoso. 

—No me debes nada, pero te agradecería que me lo contaras de todas formas. He estado muy preocupada.

—¿Ella te llama “Ayla”? —preguntó con un gesto de no entender nada— ¿Y cómo debería llamarte?

—No me fío de ella, son tan retorcidas... —refunfuñó Astucia antes de responderte—. Lo siento, yo tampoco sabía lo que iba a pasar. Cuando crucé a través de ti fué como si todo explotase. Llegué al Velo tan debil que creo que hasta que no me recuperé un poco no me percaté de que lo estaba.

Cerró los puños y dió un pequeño pisotón en el suelo como quien acabara de conseguir algo milagroso.

—¡Pero funcionó!—sonrió—. Y no sólo eso, el vínculo está casi completo. Ahora soy mucho más fuerte ¡Y es todo gracias a ti!

Esta vez fué él quien te dió un abrazo por iniciativa propia. Por primera vez. Desde que lo habías conocido definitivamente algo sí había cambiado mucho: antes la sola presencia de otras personas lo ponía nervioso. Y tú misma sólo veias su forma brillante difusa, pero aquello había ido cambiando y ahora esa misma forma te resultaba cristalina como el agua. ¿Eso también tenía que ver con el vínculo?

—Vine en cuanto pude moverme—añadió. Y repentinamente su gesto se volvió más grave—. ¿Pero qué fué lo que pasó? ¿Dónde están los demás?

Si el sello se había roto, quería decir que Adrath había conseguido el bastón.

—Todo el mundo me llama "Ayla", es el nombre que me pusieron cuando me trajeron al Círculo—medio suspiró medio resopló la apóstata—. No necesariamente estando yo de acuerdo. Y ella lo sabe.

Descruzó finalmente los brazos.

—Pero no es como si pudiera cambiarlo a estas alturas, ¿no? En fin, movámonos.

Gabrielle sonrió.

—Me alegra escuchar eso. 

A diferencia del vínculo con un demonio, el vínculo con el espíritu no la había debilitado en modo alguno. Al contrario, ambos salían beneficiados.

—Yo no tengo tan buenas noticias. Estamos perdiendo: Adrath tiene el bastón completo. Y lo ha utilizado para rasgar el Velo. Yo acabé aquí, no sé dónde está el resto.

—¿No tenías un nombre antes?—preguntó sin entender, entonces una bombilla pareció encenderse en su cabeza y preguntó con gesto circunspecto—¿Eres… huérfana?

Ayla se lo pensó antes de responder, de hecho se te quedó mirando unos instantes pero al final lo hizo.

—Un templario me encontró llorando en medio de ninguna parte, supongo que mis padres me abandonaron por miedo cuando desperté el don—soltó sin más—. No recuerdo gran cosa porque tenía como cuatro o cinco años, y tampoco es que tuvieran el detalle de dejarme una notita pegada con el nombre que tenía así que en el Círculo me pusieron uno.

»Ya que no he elegido tener este poder, ni una familia tan amorosa, ni vivir en una torre. Me habría gustado al menos poder escoger eso. Aunque sea una completa estupidez.

Suspiró alzando los hombros y dejándolos caer de nuevo en un gesto que resultó bastante cómico.

—Por amor de... ¿cómo he terminado hablando de esto contigo?

Astucia se quedó por un momento callado, era evidente que estaba de acuerdo contigo en lo referente a que las noticias no eran buenas.

—Quedan dos sellos—dijo al final—. ¿Qué quieres hacer? ¿Buscar a los demás o a Adrath?

Alexei sintió desazón cuando escuchó la historia de Ayla. Sin embargo sabía que la apóstata no iba a querer compasión así que descartó dirigirle unas palabras que probablemente sonasen vacías.

—Oye al menos eligieron un buen nombre. No es que te llames—el joven guerrero puso una voz lenta y grave—Alexei.

El rubio sonrió.

—Me parece que el Hacedor prefirió dejarte a tu elección cosas más importantes que tu nombre. Cómo salvar Ferelden. No está tan mal, ¿no crees?

A Ayla no parecían quedarle animos para reirse pero al menos suavizó el gesto.

—Y también más estresantes—puntualizó—. Creo que me habría conformado con lo del nombre.

Te hizo un ademán con la mano de que la siguieras y echó a andar.

—Pero ya que estamos aquí, es lo que hay... —suspiró—. Venga. Hay que encontrar dónde narices han ido a parar los demás antes de que el Velo se caiga a pedazos.

Ayla: Amistad (+5)

Empezasteis a caminar, a fin de cuentas, podíais seguir hablando por el camino.

No era sin embargo una marcha muy placentera, las heridas del combate te escocían, y Ayla concretamente no parecía estar acostumbrada a recibir más daño del que pudiera hacerse en un dedo con el corte de una de las páginas de los muchos libros de la Torre del Círculo. O al menos por cómo gruñía de vez en cuando.

El Velo presentaba un aspecto tan onírico, misterioso y extraño como el que podrías vivir en un sueño. Aunque bueno, según te habían dicho, allá era precisamente donde los espíritus de las personas iban cuando soñaban así que tampoco es que fuese de extrañar.

No obstante, y por lo que te había dicho la apóstata de que "parecía como si se hubiese roto hasta el propio lugar", podías apreciar lo que habá producido vuestra abrupta entrada en él por medio del poder de Glandivalis: Toda la zona parecía estar "fragmentada", como si alguien hubiese golpeado un gigantesco cristal. Podías ver trozos (si es que se podían catalogar así) del templo de las Cenizas flotando acá y allá para de pronto mezclarse con lo que serían las montañas del exterior, ¡o incluso los alrededores de Refugio al pié de éstas! Pasábais de caminar por un prado nevado a un suelo de mármol, de estar rodeados de columnas a hacerlo de árboles.

El cielo por su parte seguía presentando aquellas extrañas trazas luminosas que se dirigían todas como una inmensa telaraña hasta el centro de todo donde podías divisar la ominosa silueta sombría de lo que parecía una fortaleza envuelta en bruma. La sensación que te inspiraba todo era como la que se podría respirar en un bosque antes de un incendio. No sabrías explicarlo de otro modo.

Tras lo que no supiste si fué media hora o diez (en la que por suerte no aparecieron más criaturas sombrías con intenciones homicidas) te pareció divisar una figura lejana, alguien con una túnica roja, sentado en un claro boscoso.  Bueno, en un "trozo" de claro boscoso, porque a diez metros el paisaje se convertía en una sala adoquinada del interior del templo de las Cenizas Sagradas.

Gabrielle no se hacía ilusiones de poder vencer a Adrath entre Astucia y ella.

—Debemos encontrar a los demás...

El encuentro con Deseo le había dado una idea.

—... y tratar de poner de nuestro lado a cualquier entidad del Velo con la que nos encontremos. Lo que está haciendo Adrath ha debido llamar la atención no sólo de demonios, sino también de espíritus benévolos, ¿no crees? 

»Bueno, ¿hacia dónde vamos?

—Es bastante posible—admitió Astucia—. Aunque no sé cómo reaccionarán algunos.

Te volvió a mirar y soltó una risita.

—"Dónde" es algo muy relativo aquí, ya sabes. Salvo cuando hablas de la Ciudadela Negra—dijo—. Pero debemos encontrar a los demás antes de ir allí así que... supongo que "alrededor" sería la respuesta más adecuada. Si tú has ido a parar aquí puede que no estén muy lejos.

Miró en derredor un instante antes de dirigirte la sonrisa aviesa de alguien que está tramando alguna trastada. No obstante, antes de que pudieras reaccionar, te agarró por sorpresa y salió volando contigo en brazos.

—¡Ya oiste lo que dijo!—se excusó—. Sólo se puede ir volando.

Ya había hecho una vez con anterioridad, pero aquello no cambiaba la sensación de ir volando agarrada a algo que no era exactamente sólido y que por tanto se podía ver a través de él.

El Velo visto desde arriba presentaba un aspecto tan onírico, misterioso y extraño como desde tierra. Pero hasta tú podías notar el cambio y lo que habá producido vuestra abrupta entrada en él por medio del poder de Glandivalis.

Toda la zona parecía estar "fragmentada", como si alguien hubiese golpeado un gigantesco cristal. Podías ver trozos (si es que se podían catalogar así) del templo de las Cenizas flotando acá y allá para de pronto mezclarse con lo que sería las montañas del exterior, ¡o incluso los alrededores de Refugio al pié de éstas!

El cielo por su parte seguía presentando aquellas extrañas trazas luminosas que se dirigían todas como una inmensa telaraña hasta el centro del mismo donde podías divisar la ominosa silueta sombría de lo que parecía una fortaleza envuelta en bruma. La sensación que te inspiraba todo era como la que se podría respirar en un bosque antes de un incendio. No sabrías explicarlo de otro modo.

Astucia por su parte había perdido cualquier tinte jocoso y su expresión estaba ribeteada de un tinte preocupado mientras buscaba con la mirada. Nunca habías visto a tu amigo del Velo tan serio.

Fué entonces cuando te pareció ver algo en un afloramiento rocoso abajo, una figura sentada sobre una de las piedras. Se lo indicaste y os detuvisteis un momento en el aire.

—¿Allure?—Astucia arqueó una ceja—. Creí que no podía separarse, ¿dónde está Lynn?

Tras torcer el gesto un instante, descendió rápidamente pero no en su dirección, sino a varios metros de distancia de ésta.

—No quie...  No puedo dejar que me vean así—alegó cuando se posó el el suelo con suavidad y te dejó bajar—. Estaré cerca. Aquí en el Velo puedo ser "invisible".

Tras decir aquello, te señaló con la barbilla en la dirección y giró sobre si mismo desapareciendo en un remolino de lúcilos que se dispersaron enseguida flotando por ahí.

Te acercaste a la entidad del Velo que por su parte no estaba exactamente sentada en la roca, sino en cuclillas moviendo la cola como un gato aburrido. Aunque cuando te percibió y miró en tu dirección saltó enseguida abajo.

—¡Vaya!—exclamó—. Estás aquí, ya pensaba...

Se detuvo a medio camino como si de pronto hubiese chocado contra un vidrio invisible y te observó con los ojos como platos de quien acabase de ver algo abrumador, pero abrumador en el sentido espantoso de la palabra. Titubeó antes de preguntar.

—¿Qué te ha pasado?

He asumido que te acercas sin mas y todo eso por no ir a trocitos pero si quieres hacer cualquier cosa antes de lo que sucede, dímelo y lo adapto.

—Joder... necesito sentarme un momento—Ayla hizo lo propio sobre un tronco cercano mientras se secaba el sudor de la frente con la mano libre. A despecho de su orgullo, porque luego añadió en un refunfuño para si misma:—. ¿Cómo narices hemos ido a parar tan lejos de los demás?

Gabrielle abrió la boca. Iba a decir que estaba bien, y a preguntar cosas más útiles, como qué sabía de aquel sitio, por qué le habían brillado los ojos o si aún conservaba la urna de las cenizas. Pero la cerró. Cuando la volvió a abrir dijo en tono funesto:

—He visto a mi hermano consumirse por la influencia de un demonio del deseo. No sólo no he podido hacer nada por salvarlo. Sino que fue su deseo hacia mí el que le metió en esa situación.

Todavía no sabía cómo se sentía. Asqueada y enferma por un lado, triste e impotente por el otro. Una pequeña parte de si misma consideraba amargamente irónico que su popularidad entre los chicos hubiera sido nula durante toda su maldita vida, y que hubiera ido a atraer, precisamente, a la sangre de su sangre en un deseo incestuoso.

Pero sabía que verbalizarlo era la única forma de identificarlo. E identificarlo era la primera forma de superarlo.

Oh, ¿cómo le voy a decir esto a papá y a mamá? ¡Su hijo querido!

Allure no pudo evitar un gesto a medio camino entre el disgusto y el repelús, como el de alguien a quien acaban de revelarle la receta de un pastel hecho a base de lengua de basilisco y ojos de tritón.

—Que feo...

Aunque te diste cuenta de que no se refería exactamente a lo que habías dicho; no te estaba mirando a la cara, estaba mirando algo más abajo. Tocó ligeramente con la punta de un dedo tu túnica a la altura del pecho, no fué más que el impulso instintivo de alguien que toca algo cautelosamente.

Y de pronto te encontraste pensando en tu hermano, o mejor dicho, en todos aquellos momentos del pasado que habíais compartido cuando érais niños, cuando todavía lo que Derek profesaba hacia a ti era el cariño puro de un muchacho que adoraba a su hermana en lugar del obsesivo deseo enfermizo que había terminaro por consumirlo. Por un instante aquel vacío horrible que tenías instalado en la boca del estómago desde que habías descubierto la verdad resultó algo menos pesado.

—No, espera, eh... ¿estás bien? Eso—la voz de Allure, que parecía haber recordado lo que le habías dicho de que debía hacer "cosas por los demás" para que éstos confiasen en ella te devolvió a la realidad. Había retirado hasta la mano—. Uhg... No sé si se supone que debería preguntar eso porque es evidente que no estás herida, ¡esto es demasiado lioso!

Se mordió el labio inferior haciendo rotar los ojos en redondo en un gracioso pero genuino gesto de frustración.