Partida Rol por web

 La batalla había terminado, pero el elfo continuaba teniendo ganas de empaparse en sangre, asestó un espadazo mortal al campesino y vio como todos huían, solo unos pocos quedaron de rodillas desarmados suplicando por su vida.

-No es divertido si no oponen resistencia, demasiado fácil.

Limpió la sangre de su espada en el pantalón y la guardó a su espalda, cubierta por el pelo que llevaba para abrigarse.

 - Y bien, ¿qué hacemos con él?

 Las palabras de Lanaya encendieron la mecha en él de nuevo.

-¡Dirás que que voy a hacer yo con el! Me pide clemencia a mi y ¿Te crees alguien para ponerle la espada al cuello?.

Los ojos de Daarken parecían echar fuego, con un ágil movimiento echó mano a la empuñadura de su espada dispuesto a seccionar de un tajo la cabeza de la elfa, pero a mitad de desenvainarla algo le golpeo suavemente en una de sus heridas, con un rápido giro de cabeza vio a Vivial, con esa mirada de pureza que le recordaba a cualquier niño, de repente una tormenta de pensamientos inundaron su cabeza.

-La mataría también a ella, los mataría a todos. No, solo a la elfa...espera, Vivial nos paga, ¿Que pensaría Jareth?, ¿Parto el báculo de un espadazo? ¿Donde habra comprado la ropa esta maga? ¿Y si solo la golpeo y la alejo de mi para matar a la elfa?

Todas las opciones parecían buenas. 

- Por favor.

Dos palabras, tan solo con dos palabras le hicieron falta para reconectar y serenarse, después de todo no era un animal por mucho que le pareciese cuando se trataba de arrebatarle la vida a alguien.

-Ahora no morirá nadie mas, te lo prometo.

Con los ánimos mas calmados y al ver como su compañero le explicaba al aldeano con una GRAN sutileza muy típica de él, el elfo esbozo una pequeña sonrisilla, nada como una buena ración de gañaneria por parte de Jareth para reírse un poco.

-No es para menos que lo sientas, después de la actuación de hoy te deberían otorgar un titulo, ¡Sir Jareth, el azote de las moscas! ¿Has pensado alguna vez en abandonar las armas y volver a hacer ganchillo? No se te daba mal, recuerdo a una cortesana a la que impresionaste con tu habilidad manual...aunque ahora que lo pienso, no recuerdo si era por el ganchillo o por otro motivo.

La cara de Daarken había cambiado por completo, ya volvía a tener esa sonrisilla malévola en su rostro tan típica de cuando se metía con Jareth.

- Reza a la diosa Andraste que hoy te ha salvado el cuello, y di la verdad cuando llegues al pueblo, los elfos dalishanos no mataron a los habitantes de esa granja, fueron los engendros tenebrosos. En el mensaje escrito con sangre no era Mythal la diosa de la protección, la maternidad y la justicia para los elfos. Era el nombre del jefe de los engendros tenebrosos que se hace llamar Mythallen que significa hijo de la justicia. Encima os vamos a salvar el culo de estos engendros, ya podéis estar agradecidos, ahora ve y vuelva y cuenta la noticia o la próxima vez no tendrás tanta clemencia. - Lanaya guardó su cuchillo y sacó su arco, y se dispuso a seguir el sendero que le guiaría hasta el campamento de sus enemigos, guiada por un mapa que su hermana le había hecho. 

El hombre gimoteó cuando Lanaya le volvió a dejar libre, tal vez hubiera reído de no haber estado tan aterrorizado. - Gra- Gracias, tenéis buen corazón. - Aún arrodillado os hizo una reverencia apoyándose con las manos en el suelo. - Eso haré, nadie volvera a... importunaros. - Su voz era temblorosa y vacilante. 

Se levantó y se acercó al otro aldeano, que ya comenzaba a recuperar la movilidad. - Nos encargaremos de Coalan y de Bor... y hablaremos con el resto que huyeron. - A pesar de vuestras palabras en los ojos de los aldeanos solo había miedo. - Coalan nos envenenó, no volveréis a tener problemas.

Dejasteis detrás a los aldeanos y continuasteis el sendero gracias a las indicaciones de Lanaya.

Tras viajar durante gran parte del día, os topasteis con lo que quedaba del campamento dalishano no muy lejos del sendero principal que atravesaba el bosque. Los pintorescos carromatos de los elfos estaban formando un círculo alrededor de una hoguera reducida hacía mucho a un montón de cenizas frías. Fuera del círculo de carromatos yacía el cadáver de al menos una halla, medio devorada por las alimañas carroñeras del bosque. Había señales de violencia tanto en los vehículos como en los restos que yacen diseminados por doquier.

Al acercaros para investigar, encontrasteis taburetes volcados, jarras y demás utensilios rotos, y un caldero de hierro en el suelo que antes colgaba de un trípode sobre la hoguera. Aún quedaba un poco de estofado pasado en el fondo del caldero, pero la mayoría ha sido derramado e ingerido por las alimañas.

No había ni rastro de supervivientes en todo el campamento.

- Gracias.- La promesa de Daarken fue más que suficiente. Confiaba en él y sabía que cumpliría su palabra, sacándole una serena sonrisa mientras asentía, agradecida por haber cedido.

Siguió el rumbo al lado del mercenario y el elfo, intercalando frases cuando correspondiera o preguntando por el camino a seguir a Lanaya, quien tenía el mapa y debía conducirles, pero sobre todo atenta de que el combatiente no tuviera problema con las heridas. Desconocía si estaba curado por completo y quería asegurarse de que no se abrieran las cicatrices, comprobando de vez en cuando la zona con permiso del hombre.

Al llegar lo primero que se fijó fue en el cálido color de los carromatos, destacando entre la arboleda. No esperaba encontrar a nadie allí y, en efecto, estaba desierto. Un leve vistazo comprobando si había algún refugiado escondido, pero no encontró nada más que el cadáver de una halla, una buena noticia dentro de lo cabía.

- No hay nadie.- Afirmó en voz alta lo que todos veían con sus propios ojos, fijándose después en el suelo para centrarse en las huellas que pudiera haber, y buscando entre los carromatos alguna señal como la que habían visto escrita en sangre en la granja.

Lanaya andaba a grandes pasos, a veces erguida otras levemente agachada, incluso a veces prefería ir a los lados, camuflándose en los arbustos y árboles. Le gustaba el verde, era algo que a parte del gusto tenía que ver con su camuflaje cuando iba por el bosque. A la muchacha le encantaba la naturaleza, los árboles, los animales. Pocas cosas más bellas había descubierto que el bosque, pero también se había hecho ruda en su forma de actuar, ruda para sobrevivir, no había sido fácil nada fácil salir de la seguridad de su clan para encontrar a su hermana. 

Sus movimientos así la caracterizaban en una elfa ruda, bárbara, pero esbelta, solía comer lo justo para mantenerse y nunca comía más de lo que necesitaba. A veces hacía una oración en su lengua a la diosa, que era un leve rumor que salía de sus labios, pero que le daba fuerzas. Miraba el mapa cuando lo necesitaba, pero muchas veces lo tenía memorizado, y solo cuando se encontraba algo confusa sobre el camino a seguir tomaba el mapa que lo llevaba plegado en una cartuchera de su cinturón marrón. 

Vivial se le había acercado para saber sobre el camino, y ella le había explicado con palabras y señales, haciendo hincapié en las curvaturas de la floresta, en las cercanías de las montañas, y en la antigüedad de cada árbol para orientarse. Sabía muy bien lo que era la naturaleza, y si no hubiera salido para buscar a su hermana se hubiera hecho jardinera. 

Por fin hallaron el campamento de su clan, los carromatos estaban haciendo un círculo y en su interior había una hoguera ya extinta. - Estaban protegiéndose, la disposición de estos carros en círculo seguro que tiene que ver con una actitud defensiva ante enemigos que los perseguían. - Dijo con voz contundente aunque su tono era femenino, agudo, pero no chillón. Miró a la criatura, - las hallas son para nuestro pueblo compañeros nobles, no solo nos proveen de queso y mantequilla, sino también llevan nuestros aravels, nosotros le preguntamos si quieren acompañarnos en lugar de obligarlos. Por otro lado si está muerta es porque el enemigo no lo vio como instrumento necesario para su propósito por tanto encontraré huellas por los alrededores. Según mi hermana los capturaron y lo llevaron a un valle en el corazón del bosque. 

Lanaya estaba más enérgica de lo normal, mirando a todos lados. La expectación la comía por dentro. A mi también me de hambre. Cuando no miren podemos comer elfo a la parilla. Ya verás que rico. Lo siguiente será engendro tenebroso a la parilla. Paso. Tu te lo pierdes, soy una genial cocinera. Una vez te hice aso con esas cosas... y los seos humanos tienen una textura horrible. Era eso o no comer. El pobre bastardo no podía quejarse.

Llegamos al campamento. Carros volcados, la comida por el suelo, un espectáculo típico de un ataque de bandoleros o algo similar. La cara de Lanaya es de ira. Yo me limito a buscar por el campamento ... al menos no huele tan mal como la granja. Mi mirada busca sobretodo dos cosas: pisadas y cualquier resto que indique índole mágica, fuego fundamentalmente.

El viaje se hizo ameno gracias a Jareth, sería raro un viaje donde Daarken no le tirara puyas a él.
Al llegar lo vio bastante claro, habían atacado ese lugar y no había quedado nadie vivo para contarlo, parecía haber ocurrido hace bastante tiempo, por lo que no había motivo alguno para ponerse en alerta.

-¿Creeis que encontraremos algo de utilidad aquí?. -Espetó secamente mientras daba una patada a un trozo de jarra.

-Si al menos hubieran dejado algo de vino estaría un poco mas entretenido.

El elfo levanto uno de los taburetes, lo limpio rudamente y se sentó en el, descansando un poco las piernas mientras los demás daban vueltas a su alrededor buscando algo.

No respondo a las burlas porque me las he ganado a pulso. Solo emito un pequeño gruñido de cuando en cuando. Cuando llegamos al campamento, no puedo evitar soltar un fuerte:

- Mierda, que estropicio.

A mí cabeza me viene un campamento muy parecido, en una situación muy parecida, pero en una circunstancia diferente: es de noche, hay sonido de gente hablando, hay una niña elfa corriendo. Llevo una espada enorme en las manos y miro a mi capitán, que da la orden de atacar. Cargo y atravieso a un elfo despistado; le rajo el cuello a una elfa que levanta las manos para protegerse; doy una patada a un lado y un niño con la cara tatuada se cae de espaldas, y le meto la espada en el pecho antes de que se levante.

"Para, Jareth, para". Doy una vuelta y me dirijo a un árbol a vomitar. Inspiro largamente. Daarken se ha sentado y ha pasado de todo, y si por mí fuera, haría lo mismo. Pero no puedo. Doy un rodeo por la zona, intentado ver si descubro algo.

A excepción de Daarken todos os separasteis para inspeccionar lo que quedaba el campamento, Vivial y Lanaya se encargaron de revisar los carromatos y el suelo del campamento, mientras que el resto se repartieron por los alrededores buscando huellas o alguna señal importante. Una vez todos habíais inspeccionado vuestro tramo volvisteis a reuniros donde descansaba el elfo poniendo en común vuestros descubrimientos.

Algunos de los carromatos mostraban indicios de entradas forzadas, las puertas habían sido destrozadas a golpes o derribadas a patadas, en su interior todo estaba revuelto, pero no parecía que hubieran robado nada de las pocas pertenencias de los dalishanos. Junto a los carromatos había huellas de pezuñas que revelaban que las hallas huyeron despavoridas, probablemente a causa del ataque. Pero no había ninguna marca de sangre similar a la encontrada en la granja ni en el interior ni en las entradas.

Había rastros de sangre seca en varios lugares, lo que indicaba que hubo heridos. Por el tamaño de las manchas era muy probable que se produjeran algunas muertes, pero no parecía que fuera una masacre. Pese a ello, no había cadáveres de elfos en todo el campamento.

En los alrededores, junto a la arboleda, encontrasteis huellas y surcos que mostraban que un grupo de más de veinte individuos abandonó el campamento, algunos de ellos a rastras. Es posible que también cargasen con los cadáveres.

Mientras registrasteis el campamento se os echó la noche encima y el bosque a vuestro alrededor tomó un aspecto más lúgubre y siniestro, a pesar del mal estado del campamento por su disposición os sentíais bastante protegidos. Encontrar otro lugar como ese en el interior del bosque, donde el camino se estrechaba considerablemente hasta ser casi imposible de seguir, era altamente improbable.

Empiezo a encender la hoguera que estaba apagada, para poder comer y demás. Estoy serio y centrado, lo que se puede confundir con serio y confuso porque Jareth parece un imbécil la mayor parte del tiempo.

- Lanaya. ¿Las hallas esas pueden seguir a sus amos elfos? Porque si encontramos una y nos puede llevar hasta los elfos capturados, sería un avance.

Lanaya se acercó al fuego que estaba encendiendo Jareth, ante la pregunta del mercenario Lanaya contestó: - No, son amigos compañeros pero no nos podrán guiar hasta donde estén, normalmente cuando huyen no suelen volver, y más cuando ha sido un ataque de los engendros, estarán demasiado nerviosas y temerosas para poder acercarse a ellas. En el mapa de mi hermana, está el camino hacia las ruinas, donde deben de estar los supervivientes. Pero ante esta oscuridad es bastante peligroso acercarse, aunque por otro lado podríamos intentarlo, no sé como veáis. Dijo al final la elfa dalishana refiriéndose a todo el grupo.

No habíamos encontrado nada. ¿Y qué esperabas? ¿Un grenlock bailando mientras se desnuda delante de tus ojos?. Quita esa imagen de mi cabeza, da grima. Pero el sexo es el sexo, la gente no lo sabe, pero pueden dar placer.

Me dirijo al resto - En cualquier caso, ¿creéis que es buena idea seguir el rastro por la noche? No entiendo mucho, pero no me extrañaría que las criaturas que atacaron vean en la oscuridad. Deberíamos refugiarnos aquí

Jareth hizo el fuego y eso hizo iluminar los ojos del elfo, con gran firmeza se levanto, se dirigió hacía la hoguera, la examinó cuidadosamente y con constante precisión fue apartando las piedras mas gordas de una parte cercana, si, sin duda ese sería el sitio donde pasaría la noche.
La gente no paraba de hablar, pero Daarken sabía que la lógica sería descansar allí, por lo cual saco su manta, se acomodó la cabeza en la mochila y se echó a dormir mientras Lanaya hablaba con no se quien.

El escenario era un verdadero libro en blanco que tras analizarlo detenidamente podía leer. Los atacantes no eran simples ladrones, no estaban interesados en las pertenencias de los elfos y eso podía verlo en algunos objetos de medio valor tirado por el suelo, denotando que su único objetivo sería capturar, matar o ambas cosas, no precisamente en ese orden. La teoría de Hannah cobraba sentido al no haber cadáveres que dijeran lo contrario, los cuerpos de los dueños del campamento ahora serían siervos de la abominación.- No si llegamos a tiempo.- Siguió las huellas esperando encontrar algo esclarecedor, pero no más allá que unos surcos de algo siendo arrastrando, suspirando mientras volvía con el resto.

No se había dado cuenta del tiempo que había pasado en silencio pensando hasta que los rayos de sol cedieron entre los árboles, dejando que la oscuridad fuera más apremiante a medida que pasaban los minutos.

Sus compañeros se adelantaron con la hoguera, acercándose al calor que emanaba y colocando las manos frente al crepitante fuego para coger un poco de calor, notando un leve cosquilleo en la piel.

- Deberíamos hacer guardia por la noche. Con el humo no podemos descartar una emboscada.- Miró el camino por donde habían venido, buscando algunos puntos en el suelo.- Me pido la primera guardia, haré glifos defensivos para estar más seguros.- Sonrió al resto mientras cogía su báculo y, antes de ponerse a ello, se acercaba a Jareth un tanto preocupada. Desde que salieron de la posada, tras el “incidente” del contrato, le notaba más serio que costumbre.- ¿Se encuentra bien, Jareth? – Le puso una mano en el hombro, cálida por el breve tiempo que la había acercado a la hoguera.

La hoguera no solo os proporcionó su calor sino que iluminó el campamento, algo de agradecer ante la oscura noche sin luna. Sin embargo, los arboles que lo rodeaban traían la oscuridad para que os envolviera en todas direcciones. Las llamas hacían que vuestras figuras se proyectaran en los carros dejando ver unas danzarinas sombras entre las velas. 

Por el momento solo se escuchaba el crepitar de los pequeños troncos y vuestras respiraciones, el bosque parecía tranquilo.

Por un instante pensó en hacer el turno de guardia con Narelle, pero al ver que quería hacer la guardia con Jareth calló, y miró a Vivial como su próxima compañera para compartir el turno de guardia. - La ausencia de viento hacía eficaz tanto el mantenimiento de la fogata como el uso de su arco en caso de tener que disparar, ya que hacía su tiro más efectivo. 

- Yo te acompaño Vivial no es bueno que hagas una guardia sola, además somos suficientes para hacerlas de dos en dos. Dijo Lanaya que había sacado su arco y estaba pendiente de los ruidos que rodeaban el campamento... La fogata era lo suficientemente potente para iluminar la parte del claro, y por tanto le daba una clara ventaja ante posibles acechadores nocturnos. 

Se movió por el campamento de forma sigilosa, e intentaba mirar desde diferentes puntos del claro para ver si se veía algo en las diferentes ubicaciones donde habían acampado. - Los carromatos hacían una buen línea defensiva, aún así toda precaución era poca, pues si sus hermanos de clan se habían visto desprotegidos ante el ataque de los engendros, su reducido grupo podía caer en la misma dificultad para superar a sus contrincantes, que debían de ser muchos y acompañados de sus mascotas de guerra. 

Me sobresalto cuando Vivial me pone la mano en la espalda. No me la esperaba para nada, concentrado en pensar como estaba. Así que mascullo más que responder.

- No, no... Estaba pensando en los dalishanos. Es que había niños aquí, ¿sabes? Hay que estar muy loco para dañar a niños. Hay que ser muy cruel. Bueno, o no querer rebelarse contra los jefes. Porque siempre hay jefes y... En fin, pobre Lanaya. Pobre Lanaya y pobre gente. Pobre gente, Vivial.

No tenía muchas ganas de dormir mientras Vivial estuviera despierta (qué clase de guardaespaldas sería), tampoco es que desconfiara de Lanaya. Y además, ha colocado magia alrededor. Estábamos seguros, pero no me iba a acostar sin la espada cerca. Por si acaso.

- Dara. Tú y yo hacemos segunda guardia, ¿te parece?

Se colocó en la entrada del campamento para preparar el hechizo, memorizando las palabras y dejando que la magia traspasara sus dedos cuando escuchó la voz de Lanaya sobre hacer la guardia con ella. No supo si esa distracción o la leve decepción de no ir con el mercenario para escuchar sus historias como antaño rompieron la concentración mágica que trataba de hallar, chasqueando la lengua en una mueca al ver que el glifo había fallado bajo sus pies.

- Entonces Lanaya y yo nos encargaremos de la primera guardia. Jareth y Dara de la segunda, vosotros dos de la última.- Señaló a Narelle y Daarken, aunque el último parecía haber caído en el profundo sueño.- Intentad descansar algo.- Sonrió algo a los presentes mientras volvía a empezar, esta vez cerrando los ojos y dejando que las voces de sus compañeros sólo fueran un murmullo apenas audible. Tardó un minuto en formar el glifo, soltando el aire que había retenido por el esfuerzo y mirando las otras posibles entradas.- Supongo que así estará bien.- Aunque había taburetes prefirió sentarse en el suelo cerca del fuego, observando el hipnótico baile de las llamas y dejando el báculo a sus pies.

- Oh, eso nos deja a ti y a mi la tercera guardia,  ¿Verdad, Daarken? Veo que ya está dormido el holgazán, con lo que me encojo de hongos.

Chica lista, el elfo es el más interesante. Por fin estamos de acuerdo en algo, ¿no crees? Por una maldita vez. Choca. ¿Cómo? No preguntes. Sabía yo que era difícil que estuviésemos compenetradas totalmente.

Miro a Vivial - Entonces ¿Todo decidido, no? Disculpa, Lanaya, pero este  elfo y yo quizás tengamos una conversación privada hoy, por eso no te he dicho de hacer guardia contigo.

Y con esto y un ... ¿bizcocho? Más bien un mendrugo de pan, hasta mañana a las ocho.