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Dragones, Dioses y Dígitos

Capítulo 1. Hojas Rojas.

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03/04/2018, 02:04
Director

Capítulo 1. Hojas Rojas.

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03/04/2018, 02:04
Narrador

Enlace a la Canción

Para llegar desde su cabaña de las montañas, perdida en la inhóspita cordillera Miürenheim de la region de Goldar, hasta su herería en Markushias, al sur de Phaion1, Galand Ul del Verdantis se veía forzado a recurrir a métodos mundanos, rodeado de humanos. Las caravanas de viajeros eran abundantes y por aquel trayecto corrían un bajo riesgo de ser asaltados. Una comanda de cinco mercenarios, empleados regularmente para dicha tarea, se encargaban de vigilar los tres carros que componían la caravana.

Galand recordaba perfectamente los nombres de los cuatro hombres y una mujer. Akira, Isamu, Troy, Bruce y Francene. Era un dato absolutamente trivial, pero el intelecto del Sylvain no podía evitar retener ese tipo de datos. No era particularmente rápido ni ágil, pero sí gozaba de una inteligencia casi divina.

No era extraño que aquella caravana mezclase a individuos de rasgos occidentales y occidentales. Si bien la mayoría de la caravana eran de etnia Asher, habían algunos Ryuan, e incluso algún Aion, como el mercenario Akira, que hacía de portavoz con su cabello negro recogido en una coleta, sus ojos alargados y su coraza de cuero. Tenía un marcado acento de Yamato.

Tampoco era extraño, dado el poder económico y mercantil de Phaion, que en la caravana hubiesen más mercaderes y artistas que campesinos. Habían más hombres armados al margen de Galand y los mercenarios, pero eran los menos.

En aquel momento atravesaban la región de Gabriel. Bordeaban el bosque l'Ark, que en aquel otoño tenía sus hojas de color rojo y el camino decorado con ellas. Considerando que aquel bosque se había convertido en un coto de caza para richachones, lo mejor era seguir bordeando el camino por la ruta principal. Nadie quería sufrir un trágico accidente con una de esas costosas pistolas de pólvora moderna a manos de alguien que iba a comprar su indulto e irse de rositas.

Galand había oído de una zona oculta en lo más profundo del bosque, sólo para la nobleza más selecta. Los rumores le habían dicho que compraban a precios desorbitados criaturas sobrenaturales para cazarlas, monstruos de la vigilia, pero naturalmente eran sólo lo que había entendido al escuchar, en uno de sus tantos viajes, a un par de miembros de la baja nobleza de Gabriel. Bien podía ser mierda de Oni.


1* Mapa de Ánima.

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03/04/2018, 02:05
Sophie Vasser (Mercenaria)

La caravana aminoraba su paso mientras bordeaba el bosque, deteniéndose a la entrada de un pequeño camino de tierra que se adentraba más en la arboleda. Junto al camino esperaba una mujer alta, de mediana edad. Era notoriamente atractiva, con una melena de color rojo fuego, ligeramente oscurecida, y un rostro maduro y de mandíbula ligeramente ancha. Denotaba confianza, algo que se acrecentaba con tres visibles cicatrices de cortes en el rostro.

Pese a ello, resultaba más llamativa que intimidante. Iba ataviada con una daga y una espada larga en el costado izquierdo - para la mano diestra - y una corta en el izquierdo - para la siniestra -. Más allá de su cinturón de cuero llevaba un peto de cuero tachonado, blando con pequeños remaches de metal. Un macuto a su espalda, cargado con ambos hombros, parecía su único equipaje al margen de un par de pequeñas bolsas de piel y tela en su cadera.

Sonrió de forma moderada al pararse el carruaje. Galand no pudo sino considerar su sonrisa encantadora, quitándole toda sombra de hostilidad. La mujer pagó su cantidad correspondiente a uno de los conductores de las caravana, tras lo que parecía un pequeño regateo, y subió al mismo carro en que estaba el elfo, aunque mostrando una ligera incomodidad de movimiento fruto de la armadura.

Durante unos instantes pareció absorta en la tarea de recolocarse las armas en la cadera para evitar que la incomodasen más de lo necesario, pero al terminar miró al hechicero en primer lugar, entrecerrando levemente los ojos, antes de desviar la mirada a los otros pasajeros de la caravana y finalmente desviar la mirada al paisaje, una vez la caravana volvió a ponerse en marcha. Mantuvo un brazo sobre el regazo y pasó el otro antebrazo por el borde del carruaje, dejando que su brazo colgase del mismo por fuera, meciéndose con la caravana.

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03/04/2018, 17:22
Director

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04/04/2018, 18:29
Galand Ul Del Verdantis

Viajar entre humanos era al mismo tiempo un fastidio y una diversión para el elfo.

Fastidio porque los humanos eran ignorantes y crueles. Temían y odiaban aquello que les era desconocido, así como a aquellos que eran distintos a ellos. Por aquella razón el elfo viajaba disfrazado, forzándose a sí mismo a actuar de una forma que no le era del todo cómoda.

Pero también era una diversión, un entretenimiento. Así como los humanos podían ser ignorantes, también podían ser inocentes. Soñadores, afables y justos. Agradecidos y valientes, como Alain.

Entre sus gentes había un montón de personas horribles, y unas pocas que destacaban sobre las demás por su pureza. O quizá era al revés y estaba siendo racista, pero eso poco le importaba al elfo.

Galand solo apreciaba a aquellos que se lo merecían, que se lo ganaban. Y la mayoría de humanos no llegaban a aquel nivel.

Las vidas de los humanos eran como cortas historias, suspiros en un mundo increíblemente viejo. La mayoría de las veces las historias eran cortas, anodinas y sin mucha gracia. Pero algunas… algunas eran emocionantes, llenas de alegría y tristeza. Una agridulce montaña rusa de sentimientos que terminaba en un apoteósico final. La vida de los humanos se consumía rápidamente, pero eso hacía la historia, si cabe, más emocionante.

La que se acababa de plantar frente a él era una de ellas. Por su aspecto, parecía una guerrera. Las personas que sabían defenderse lograban ganar el respeto de Galand, aunque sin saber sus verdaderos motivos, la razón por la que luchaba, no podía hacer más que conjeturas.

Su sonrisa encantadora y las cicatrices fueron suficientes para atraer la curiosidad del elfo, que no apartó siquiera la mirada de la mujer.

Hablar con los humanos le resultaba extraño, forzado. A veces no comprendía bien sus mentes, daba por sentado cosas que no eran, o ignoraba otras. Por eso, tras pasar unos segundos, se decidió finalmente a decir algo.

- Veo que venís del bosque - se interesó mientras se recolocaba el sombrero -. ¿Habéis estado enfrentándoos a bestias? ¿Una cacería que merezca ser cantada? - aventuró mientras señalaba con un gesto hacia su laúd, dando a entender su “profesión”.

Galand sonrió, tratando de parecer amistoso.

Una cacería sin arco, ballesta ni arcabuz. Aunque aquello para Galand no sería problema alguno, quizá los humanos no lo veían así.

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04/04/2018, 19:12
Sophie Vasser (Mercenaria)

La mujer se mostró ligeramente inquieta ante la mirada constante del elfo, aunque intentó disimularlo lo mejor que supo. Bastante bien, en verdad, mostrándose ligeramente absorta en el paisaje mientras su brazo se balanceaba con el compás del carro.

Giró el rostro para encarar a Galand cuando le habló, prestando atención a cómo se ajustaba el sombrero, y esbozó una pequeña risa jovial, sonriendo. Nuevamente, la mujer parecía particularmente encantadora, lo cual contrastaba con su aspecto.

¿Estáis de broma, bardo?— preguntó divertida, aunque mostrando cierta sorpresa—. ¿Tengo pinta de noble?— desvió la mirada, volviendo a perder su atención en el paisaje—. No creo que las cacerías merezcan ser cantadas. Puedo ver el combate como un deporte. ¿La muerte?— frunció los labios—. ¿En un combate desigual?— los frunció un poco más—. Podría dar para una balada triste. ¿Sobre qué componéis vos, bardo?— preguntó intentando mostrar curiosidad— ¿Bestias salvajes? ¿Damiselas por conquistar? ¿Hechiceros olvidados?

Por el tono de su voz, parecía algo sarcástica.

Algunos pasajeros del carro, así como el mercenario en el mismo, observaron a la mujer hablar, quizá por haber notado el mismo encanto, o simplemente por su respuesta.

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05/04/2018, 17:02
Galand Ul Del Verdantis

La respuesta de la guerrera fue, cuanto menos, intrigante. Galand se permitió distraerse con las expresiones de la mujer, hasta que le preguntó por su música.

“¿Hechiceros olvidados?” pensó mientras una triste sonrisa se dibujaba en su rostro.

- Historias – respondió con aire de misterio -. Cuentos de viejas, aventuras y encuentros fantásticos y comunes. Historias de humanos que se enfrentan a su destino. Fantasía para soñar, para distraerse de este mundo. O para pasar un agradable rato junto al fuego, o en el camino.

“Para olvidar tu vida” quiso añadir “para poder seguir viviendo en este mundo roto y cruel”.

- Cualquier historia es digna de una canción, si despierta los sentimientos del que la escucha – añadió mientras arqueaba una ceja y esgrimía una leve sonrisa -. Yo me limito a recoger aquellas que son interesantes, para darles la musicalidad que merecen.

Aquel amor por el arte era típico de los Sylvain. Se podría decir que Galand lo llevaba en la sangre, no podía ignorar su naturaleza. Ni tratar de evocar la grandeza de su patria perdida.

- ¿Escucháis canciones? – preguntó -. ¿O sois de las que viven esas historias?

Una nueva y apasionante historia mantendría al elfo ocupado durante al menos el resto del viaje.

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07/04/2018, 06:23
Sophie Vasser (Mercenaria)

Ambas— respondió la mujer con una sonrisa.

El camino transcurrió sin incidentes. Galand siguió hablando con la mujer, que se mantuvo relativamente reservada, aunque cordial e interesada en hablar con el hombre durante el camino. Intercambiaron también palabras con algún que otro pasajero del mismo carro, pero por lo general se limitaron a hablar entre ellos.

La mujer afirmó llamarse Sophie Vasser, nacida y criada en la ciudad de Ourges, al norte del Bosque l'Arc, y entrenada en el arte de la guerra por su padre, ahora fallecido, se gana la vida como Mercenaria, una espalda a sueldo, aunque no acepta cualquier trabajo. Sus exigencias dependen en parte de sus necesidades económicas, hasta cierto límite.

Al caer la noche llegaron a la Citadelle de Beaufort. La fortaleza debía tener sólo unos pocos de miles de habitantes, pero aún así era una cantidad significativa. Se trataba de un castillo fortificado, aunque de un aspecto impresionante, sacado de un prácticamente de un cuento de hadas. Torres blancas brillaban al sol, los tejados resplandecían con un tono plateado, y los soldados en uniformes rojos patrullaban las murallas. Incluso quedaban algunos reclutas castigados, que seguían haciendo flexiones, sin apenas poder sostener su peso con los brazos, ante las órdenes de soldados veteranos marcados con arrugas de la edad y barbas más blancas que grises.

Sólo había una posada en toda la fortaleza, El Abrigo Blanco. La Mercenaria se bajó del carro, nuevamente con ligeras dificultades por el peto, y se cargó su macuto a la espalda. Miró al hechicero disfrazado de bardo antes de dirigirse a la posada.

Debes de sentirte como un niño en una panadería especializada en dulces— comentó la mujer—. Vamos, a ver si te cantas algo y nos consigues un descuento. Después de no cerrar el pico en todo el viaje, es lo mínimo que puedes hacer por mí.

Sonrió, a sabiendas de que estaba bromeando, a la par que provocando al bardo.

Habitaciones separadas. Estoy casada— añadió con confianza y autoridad—. Sólo que he perdido el anillo.

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07/04/2018, 21:19
Galand Ul Del Verdantis

Galand disfrutó del camino debido a la conversación con la guerrera. El bello paisaje había jugado también su papel, aunque su contribución palideciese frente a la nueva historia que se presentaba ante el elfo.

La mujer no compartió demasiados detalles de su vida, aunque sí los suficientes como para que Galand sintiese cierta empatía. Él también empleaba los conocimientos que había aprendido de su padre. Era una lástima, pues hacía casi cien años desde que lo vio por última vez. Galand se preguntó si habría muerto luchando heroicamente, como le habían contado, o si había tenido una muerte relativamente rápida e indolora.

Aquel pensamiento ensombreció levemente el rostro del elfo, aunque no permitió que aquello le amargase el viaje.

El motivo por el cual luchaba la guerrera, sin embargo, le pareció menos romántico. Una espada de alquiler… Bueno, era una profesión como cualquier otra. Al menos ahora sabía que debía referirse a ella como Mercenaria, ¿o sería más apropiado hacerlo por su nombre?

A pesar de los años de viaje, la etiqueta humana seguía sin ser lo suyo.

Decidió que él también debía dar algún nombre a la mujer. “Bardo” era demasiado impersonal.

- Podéis llamarme Alain - le dijo poco después de que ella se presentase.

La verdad es que era el primer nombre humano que le había venido a la cabeza.

- Soy de Alberia - le contó -. La tierra de las lluvias. Allí los bosques son frondosos y llenos de vida, pero uno acaba sintiéndose atrapado entre árboles después de vivir mucho tiempo allí.

No andaba muy desencaminado, pues en aquel principado, lejos de la vista de los simples humanos, yacían las ruinas de su patria. Sylvania. Jamás había regresado, pues sabía de los horrores que albergaban sus calles en ruinas…

Una vez cayó la noche, llegaron a la Citadelle de Beaufort. Galand jamás se cansaba de su refinada arquitectura. En cierto modo le recordaba a la de Sylvania. Las grandes torres blancas de techos relucientes…

Sophie debió de ver la añoranza en su mirada, pues hizo un comentario al respecto.

- ¿Tanto se me nota? - preguntó, sonrojándose.

Por alguna razón, le daba algo de vergüenza que los humanos lo viesen de aquella forma tan… vulnerable.

También propuso que cantase algo para amenizar la velada, y quizá para conseguir un descuento en su estancia. El dinero no solía ser un problema para Galand, pero la provocación de la mercenaria surtió efecto en él.

- Por supuesto que lo haré - respondió con un falso tono de orgullo herido.

Avanzó rápidamente, adelantando a la mercenaria mientras preparaba su entrada triunfal a la posada.

Pero su último comentario lo desarmó completamente. Antes de entrar, durante unos segundos, Galand tuvo que detenerse a reflexionar sobre lo que acababa de oír.

- Claro… - convino con un tono apagado -. Yo también…

El Eru Pelegrí seguía en el bolsillo de su pecho, junto al corazón. ¿Cuánto hacía que no se lo ponía?

Carraspeó.

- Entremos - dijo, más serio, mientras empujaba la puerta de la posada.

Antes de entrar, le dedicó una leve sonrisa a Sophie, para que no pensase que aquel último comentario le había sentado mal.

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07/04/2018, 22:36
Sophie Vasser (Mercenaria)

Galand entró en la posada junto a la mercenaria. Naturalmente, antes o después, todos los miembros de la caravana terminaron allí, salvo un par de mercenarios y el tirador de caballos encargado de cobrar. Probablemente seguían junto a la caravana, durmiendo bajo las estrellas con un par de mantas para proteger su negocio.

Era una estancia sencilla, con paredes de piedra vista y algunas columnas de madera. Las sillas y mesas eran de madera refinada, y una extensa barra con barriles de cerveza y botellas de licores cubría un lateral. Junto a la barra, las escaleras daban a los dos pisos superiores, donde se encontraban las habitaciones grupales y los dormitorios individuales.

Galand tuvo que hablar con la regente de la posada, negociando la posibilidad de obtener un descuento si su actuación merecía la pena. La mujer aceptó, aunque su rostro mostró una leve preocupación en caso de que el bardo fuese un chapucero sin talento.

Por suerte, el resultado fueron casi dos horas de música y canciones. Galand consiguió que la taberna se llenase para escucharle, haciendo que algunos residentes locales y soldados fuesen allí sólo para cenar, beber alcohol y ver el espectáculo. La gente tenía que beber cerveza apoyados en la pared, o en las columnas de madera, sin haber más sillas en las que sentarse. La ama de llaves se aseguró de que Galand cenase poco -aunque el elfo comiese mucho menos que un humano por naturaleza-, y durmiese gratis, y tuvo a favor cortar el precio del cuarto de Sophie a la mitad.

Creo que te he infravalorado, bardo— comentó Sophie cuando Galand dio por concluido el espectáculo y la estancia retomaba su aspecto habitual—. Pero creo recordar que vienes de Alberia. Te habrás criado entre cuentos, mitos y leyendas sobre los bosques— soltó una pequeña risa—. ¿Tus padres dibujaban símbolos en las puertas para alejar a los espíritus oscuros, o hacían ofrendas al bosque? ¿Por eso te hiciste bardo?— preguntó con curiosidad—. Estás bastante lejos de casa. Y quizá de tu mujer. ¿Qué haces aquí? ¿Tanto te asfixiaban los árboles?

La mujer permanecía sentada con los pies sobre la mesa, mostrando dos botas de piel de zorro y lagarto. La luna ya estaba en lo alto, señal de que pronto deberían irse a dormir. La mujer jugaba con la llave de su dormitorio, girándola en el dedo índice de la mano diestra.

¿Has estado en el Bosque del Olvido?— frecuentado por bardos en busca de inspiración— ¿Glenda?— el Bosque Antiguo, un poderoso núcleo sobrenatural donde la magia y energías místicas se regeneran mucho más rápido de lo habitual, y en cuyo lago central la barrera con el mundo de los espíritus es muy fina—. ¿Los montes de la luz?— donde residen las ruinas de Sylvania.

Ambos bosques, como el bosque, eran zonas de Alberia relativamente conocidas, aunque la mujer sabía 

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08/04/2018, 12:06
Galand Ul Del Verdantis

Al volver con Sophie, Galand dejó su laúd apoyado en una de las columnas de madera, con delicadeza. Luego se permitió reposar, sentándose en la silla que había enfrente de la de la de su compañera de viaje.

Era curioso, pues el elfo podía llevar a cabo esfuerzos físicos durante horas y horas antes de siquiera fatigarse.

Pero la música consumía algo más en él, como si le drenase las fuerzas más que el ejercicio o el combate. ¿Sería por su pasión?

- Así es - admitió -. Crecí escuchando los cuentos que me contaban mis padres. Por eso aprendí a amarlos, y a querer buscarlos. A coleccionarlos.

Galand se quitó el sombrero. Le daba un aspecto más elegante, apropiado para su actuación, pero ya estaba cansado de llevarlo encima. Lo dejó sobre la mesa, y se pasó una mano por el cabello mientras suspiraba.

- He recorrido los bosques de mi tierra, sí.

Aquello no era mentira. Ni siquiera media verdad.

- Buscando inspiración, belleza e historias. Pero uno se acaba cansando de los parajes de su tierra. Al final tienes ganas de marcharte, de ver mundo y descubrir cosas nuevas. O así soy yo, al menos… - dijo con cierta melancolía -. Supongo que mi esposa podría haber venido conmigo, pero tenía otras cosas que hacer, alguien de quien cuidar.

Galand entrelazó los dedos sobre la mesa. Paseó su mirada por la posada con cierto nerviosismo. No sabía por qué estaba hablando de aquello con esa mujer.

- Algún día volveré.

La jornada ya había durado demasiado. Galand se encontraba fatigado por el viaje, el concierto y por hablar de “su pasado”.

- Creo que es hora de retirarme.

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11/04/2018, 15:15
Sophie Vasser (Mercenaria)

La noche transcurrió sin incidentes, y al día siguiente la caravana reemprendió el camino con las primeras luces del alba. Galand no desayunó, y pasó una buena parte de la noche en vela, meditando y reflexionando sobre su esposa, su hogar, y qué hacía hablando con aquella humana. Como Sylvain, sus necesidades eran mucho más limitadas que las de un humano. Llegó pronto a la caravana, cuando apenas los mercenarios y tiradores empezaban a prepararlo todo para el día de viaje, pero se encontró con que Sophie ya estaba lista en su caravana, tumbada en uno de los carros con una manta por encima.

Cruzaron el río Crebar hacia el sureste, poniendo rumbo a Busselton mientras se adentraban en Phaion. Galand y Sophie siguieron hablando durante el camino, intercambiando pequeñas anécdotas sin demasiada relevancia sobre sus aventuras como bardo y mercenaria. Era una mujer agradable y cercana, pero también provocadora. El cabecilla de los mercenarios, Akira, intentó menoscabar la actitud de Sophie con algo de sarcasmo mordaz hacia ella, dudando de sus capacidades de combate. Aunque parecía haberlo hecho sin mala intención, sólo para desafiarla, la mujer desafió al mercader a un duelo.

En la pausa para comer junto al río Crebar, una excusa para dejar descansar a los caballos un rato a mediodía, antes de la otra mitad de la jornada, Akira y Sophie se blandieron en duelo. Sophie aferró su espada con ambas manos, dejando la otra en el cinto, pero sorprendentemente, Akira fue incapaz de tocarla. Si bien el hombre peleaba como un soldado experimentado y curtido, Sophie se defendía con una pericia envidiable, pero que Galand notó calculadamente sencilla. Era un modo similar a como él mismo se protegía cuando entrenaba a un humano en el arte de la espada; intentando no mostrar toda su habilidad, pero sin tener piedad en su defensa. Con un único golpe, aprovechando la oportunidad en un bloqueo, Sophie golpeó con el lateral plano de su espada en una pierna del guerrero, haciéndolo caer al suelo. En una fracción de segundo, el filo de la espada se paró a escasos centímetros del cuello del oriental.

Al caer la noche, ya en la ciudad de Busselton, Sophie y Galand pusieron rumbo junto a una de las múltiples tabernas, dispuestos a hablar un rato más, cenar, y dormir en habitaciones separadas.

¿Qué hay de ti, Alain?— preguntó la humana en tono desafiante, mientras caminaban por las calles—. ¿Eres mejor con la espada que ese aficionado, o podría ganarte una chica?

Que hubiese dicho chica, en lugar de mujer, reforzaba el carácter crítico y mordaz de su pregunta, claramente buscando que el bardo reaccionase ante algún tipo de orgullo herido, aunque los Sylvain no tenían juicios de género cuando se trataba de esa clase de artes.

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13/04/2018, 11:12
Galand Ul Del Verdantis

Si bien las conversaciones durante el viaje habían sido un entretenimiento suficiente y aceptable para el elfo, el duelo bajo el sol de mediodía entre Sophia y Akira se convirtió en el espectáculo más interesante que había presenciado en semanas.

Galand tenía un gran aprecio por las espadas. Desde forjarlas hasta blandirlas, el elfo lo sabía todo sobre ellas. Para él la esgrima era algo más que una técnica. Era un estilo de vida. No en balde era un señor de las espadas.

El Sylvain observó el duelo con interés, sentado a cierta distancia mientras rasgaba distraídamente las cuerdas de su laúd. Con cada acometida de Akira, Galand tocaba inconscientemente un acorde. El elfo fue capaz de apreciar la depurada habilidad del guerrero. Sin duda, era alguien en quién podría confiar para defenderle de los peligros del camino, si no fuera quién era. Pero la defensa de Sophie era férrea, impenetrable. Galand se preguntó si sus filos serían capaces de atravesarla. ¿Estaría la mercenaria guardando sus verdaderas fuerzas?

Llegado cierto punto, Sophie contraatacó, dando fin a aquel combate como si no hubiese sido más que un juego. Galand recordó los largos entrenamientos con Alain, y cómo habían sido muchas veces igual que aquel duelo.

El elfo sintió un poco de vergüenza por su arrogancia.

Una vez Sophie y Akira se reunieron para comer, Galand le dedicó unas palabras a Akira.

- Tus acometidas han sido rápidas y precisas, pero parece que nuestra amiga es aún más hábil. Ya no hay razón para dudar de su destreza – comentó con una sonrisa.

El entrechocar de los aceros le había inspirado. Con deleite, Galand interpretó una improvisada canción rítmica y rápida, como una danza de espadas.

Una vez llegaron a Busselton, mientras ambos se encaminaban hacia una posada, Sophie trató de… ¿retarlo?

Galand se puso a reír, divertido por la proposición.

- ¿Me retas, Sophie? ¿Después de haber visto tu férrea guardia y ágil contraataque? – preguntó en respuesta, alabando su habilidad -. Aunque yo no calificaría a Akira como un mero aficionado…

Lo cierto era que aquella posibilidad agradaba al elfo. Cruzar espadas con otro guerrero era una excelente manera de medir su habilidad y su motivación. Una forma de comunicación que escapaba del limitado lenguaje verbal.

Sin embargo, ¿era apropiado? Galand era consciente de su propia habilidad y, aunque estaba seguro de que Sophie poseía una excelente mezcla de talento y técnica, creía que la balanza se decantaría hacia su favor si mostraba su verdadera habilidad. ¿No resultaría sospechoso que un mero bardo diese una lección a una mercenaria? Pero al mismo tiempo, ¿no sería irrespetuoso contener su propia fuerza al cruzar espadas con una mujer a la que respetaba?

Todas aquellas reflexiones cruzaron la mente de Galand en apenas unos instantes. Su respuesta fue fruto de su curiosidad y amor por la esgrima.

- Mi habilidad es la justa y necesaria para defenderme – respondió en un tono un tanto enigmático -. Aunque si quieres dar una lección a este bardo, podríamos cruzar espadas – propuso mientras le daba un golpecito a su estoque y esgrimía una sencilla sonrisa -. Quién sabe, puede que incluso acabes aprendiendo un nuevo movimiento… - dijo finalmente, respondiendo a su provocación con una propia.

En el fondo, también sentía curiosidad por saber por qué ella, una mercenaria habilidosa, le retaba a él, un mero bardo.

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16/04/2018, 16:34
Sophie Vasser (Mercenaria)

Sophie sonrió por respuesta.

Quizá— respondió a la provocación de "Alain"—. Veremos después de cenar.

Escogieron una posada relativamente refinada. La clase de lugar al que irían comerciantes, mercaderes y artesanos ligeramente adinerados. Y así era su interior, cargado con hombres vestidos con ropajes decentes, a diferencia de la mayoría de los campesinos y la plebe, pero sin llegar a los lujos de la nobleza. Camisas limpias, collares, anillos, pendientes, brazaletes y algún traje de tela o piel de calidad, pero nada excesivo. El lugar era agradable y tranquilo, contando con candelabros y piedras de luz para iluminar la estancia.

Después de una sosegada cena, donde ambos comieron poco más que un entrante y bebieron poco menos de un vaso de agua, se retiraron a sus habitaciones, aunque Sophie retó al bardo a encontrarse con ella, en la azotea, en media hora. Aquel sitio, a diferencia de otros, no acababa con un simple techo de madera o piedra ligeramente inclinado hacia el centro, dejando resbalar el agua. Aunque inclinado, contaba con cuatro amplias barandillas, de las cuales colgaban banderas del principado. Era una superficie amplia, con diversas sillas y mesas dispersas por la superficie, aunque desértica a esas horas de la noche.

Sophie se encontraba sentada en una de las sillas, con los pies cruzados sobre la mesa. Relajada, contemplaba lo que podía ver de la ciudad. Llevaba el peso suelto, alisado durante aquella media hora que habían estado separados, y ya no llevaba el peto, sino una simple camisa blanca de cuello vuelto, bastante masculina. Su espada larga reposaba sobre la mesa, junto a su mochila apoyada sobre una silla adyacente.

La mujer se levantó, aferrando su espada con la mano derecha, y encaró al bardo con en una postura de guardia.

Siendo yo la profesional, el primer movimiento es tuyo— comentó de forma bravucona con una media sonrisa, torcida.

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16/04/2018, 16:50
Akio Takeshi

Año 988. Invierno.

El invierno anterior, antes de que el espadachín se retirase a su refugio en las cordilleras durante meses, Galand se encontraba pasando una temporada en su herrería, en la capital de Phaion, Markushias. Buen comercio, trabajo abundante, pocos Inquisidores y... humanos. Con la tensión política a flor de piel, fruto del reciente fallecimiento del Emperador Elias, y la subida al trono de la niña Emperatriz Elisabetta, el trabajo era más abundante que nunca. Principados independizándose de Abel, después de tantos siglos, había provocado que el artesano hubiese forjado incluso espadas de refinada calidad para algunos nobles pudientes, poniendo bastante dinero en sus bolsillos y la satisfacción de un herrero realizado.

Aquel día, sin embargo, Galand recibió una visita a primera hora del día. Hacía apenas cinco o diez minutos que había abierto la tienda, pero pudo ver a cinco hombres acercándose a la tienda por sus ventanas abiertas. Uno vestía de negro, los otros cuatro de gris. De los grises, dos llevaban armadura pesada y armas a la espalda, los otros protección ligera y armas al cinto. Uno de ellos cargaba una caja negra, de metal, sujeta a un hombro con una correa de cuero. El hombre de negro, sin embargo, con rasgos orientales, entrado en años y un pequeño moño de cabello negro, cargaba una simple katana enfundado en un sobrio traje sin abalorios, pero claramente de buena manufactura a medida.

El hombre hizo una señal a sus hombres para que esperasen, tomó la caja negra cargándola en su hombro y se adentró solo en la tienda después de llamar a la puerta con los nudillos. Hizo una reverencia al cruzar el umbral y se acercó al mostrador.

Buenos días, Artesano— saludó el hombre con una pequeña inclinación de la cabeza y un rictus serio—. Por favor, sepa disculparme por presentarme tan pronto y sin avisar. Quería evitar encontrarme con el resto de su clientela, y evitar nadie desagradable se presentase— dejó con delicadeza la caja de metal sobre el mostrador—. Mi nombre es Akio Takeshi, miembro de la Asociación de Mercaderes de Phaion y representante del apellido Takeshi en el principado. Ya van cuatro intentos de asesinato contra mi persona, y necesito una katana mejor.

Sacó su katana del cinto, aún en su funda, y la dejó sobre el mostrador.

— Tengo entendido que es usted el mejor herrero al que puedo recurrir. Al menos, sin moverme a Gabriel o volver a las islas. ¿Estaría dispuesto a forjar un arma para mí?

Miró al herrero a los ojos, esperando su respuesta. Por supuesto, Galand había oído hablar de aquel hombre, aunque nunca le había puesto nombre. Justo, inteligente y un excelente guerrero acróbata, Akio era el alma de la Asociación de Mercaderes que gobernaba sobre Phaion, y a efectos prácticos, según creencia popular, su presidente. Los mejores logros estratégicos de Phaion eran, al menos en parte, planificación suya, y al parecer era un líder aceptado de buen grado por las gentes del principado.

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18/04/2018, 20:55
Galand Ul Del Verdantis

El Artesano de Espadas era una de las máscaras que Galand conservaba con más cariño. En aquel momento, en su herrería de Phaion, Galand era un humano de etnia Asher de unos sesenta años. Era corpulento, aunque ocultaba su físico bajo una sencilla camisa y un delantal de cuero. Su cabello, completamente cano, estaba peinado hacia atrás, dándole cierto aire de elegancia. Sus ojos, grises y apagados, transmitían una dura mirada. El Artesano de Espadas era juicioso, y escogía a sus clientes con sumo cuidado.

La visita de Akio no sorprendió a Galand. Muchos hombres con poder acababan llegando a él para comprar sus creaciones. Los ingresos permitían al elfo seguir manteniendo su tapadera, así que normalmente no rechazaba encargos de aquel tipo.

El respeto con el que Akio se dirigió a él, sin embargo, sí que le pilló desprevenido. La mayoría de nobles y burgueses con los que había tratado tenían un insufrible aire de superioridad. Sin embargo, aquel hombre no parecía aprovechar la ocasión para ostentar nada. Su petición, en el fondo, era sencilla.

Un arma mejor para proteger su vida.

Galand miró al hombre oriental con severidad. Pero, antes de decir nada, se acercó a la katana que reposaba sobre su mostrador. También había advertido la caja de metal negro que traía consigo el hombre, pero por el momento la ignoró.

- Incluso el filo más sencillo, en manos de un espadachín experto, puede ser una temible arma - dijo solemnemente mientras tomaba la katana con delicadeza -. Pero una buena espada es capaz de llevar las capacidades de su dueño hasta su máximo exponente.

> Un filo confiable. Equilibrado, afilado, que no se mella. Forjar una sencilla herramienta es fácil, pero llevarla más allá es una tarea difícil, sin duda.

Con un suave movimiento, Galand tiró de la empuñadura de la katana y la hizo deslizarse fuera de su vaina. Con manos expertas, el elfo sostuvo el filo entre sus manos y lo observó con detenimiento.

Antes de aceptar el trabajo, debía inspeccionar el arma de su cliente. Las katanas eran filos elegantes y exigentes, traídos hasta aquí desde la lejana Varja. Él había aprendido a forjarlos hacía tiempo, pero siempre representaban un reto. Según la calidad del arma actual de Akio, forjar una mejor podría ser un camino de rosas, o una ardua tarea…

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21/04/2018, 23:42
Akio Takeshi

La katana de Akio no era un filo cualquiera, y para un ojo experto como el de Galand fue fácil apreciar su naturaleza. Si bien carecía de ningún tipo de cualidad sobrenatural, estaba hecho con una mezcla de Acero Negro y Acero Blanco de Shivath. Elektra, una aleación fácil de malear cuando se combinaban ambos aceros en proporciones adecuadas.

Para alguien como Akio, conseguir Acero de Shivath no supondría un gran problema. Con el renombre de su apellido familiar y siendo originario de las tierras orientales, debía ser costoso, pero asequible y fácilmente accesible para él. Además, si en algún sitio del continente era fácil conseguir Acero Blanco, por proximidad, obviando Khon Thami en Kashmir ese sitio sería Markusias en Phaion.

Sin embargo, conseguir Acero Negro debía ser más difícil para un hombre de las tierras de Varja. Por suerte, estando en el continente y una gran urbe, alguien con el poder e influencia de Akio, que a efectos prácticos era el máximo líder del principado, debía de ser posible con un poco de paciencia y algunas cartas.

El arma era de una calidad excepcional, no cabía duda. Su filo podía cortar el aire, y carecía de impurezas. Estaba balanceado, y relucía como el primer día. Era Casi Imposible crear algo así, especialmente si se trataba de una delicada katana y no una sencilla espada, pero nuevamente... para alguien con el suficiente poder era una cuestión de paciencia. Sin embargo, su calidad no alcanzaba la de Yugure no kiba, colmillo del ocaso, una parte de la colección personal del Sylvain a manos de un Kami de la noche en su visita por Varja.

Akio sonrió y, con cuidado, descorrió los cierres de la caja negra, abriéndola. Dentro se encontraban dos pesados lingotes de acero, uno de color oscuro y otro blanco. Para Galand no sería problema fundirlos y crear más Elektra con ellos. Pero, salvo que pasase seis meses dedicándose en cuerpo y alma a esa arma, y era un compromiso significativo, no había garantía alguna de que consiguiese los resultados esperados.

Oscuro-Brillante— comenzó traduciendo Ying-Yang de su lengua natal— es un legado familiar de mi abuelo, difunto patriarca de la familia Takeshi. También es una de mis posesiones más preciadas, con un valor sentimental incalculable, Artesano— comentó el hombre, aunque con un atisbo de advertencia en su voz—. Sin embargo, no he oído más que maravillas de usted, especialmente por su celeridad. Difíciles de creer si no fuese por los burgueses y nobles de la Asociación de Mercaderes— apuntó con visible orgullo en el gobierno de la religión—. Albergo la esperanza de que, con la suficiente dedicación y algo de tiempo, sea capaz de fabricar un arma que intimide a mis enemigos sin la necesidad de blandirla.

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24/04/2018, 21:16
Galand Ul Del Verdantis

La katana que le había traído Akio era excelente, magnífica. Su bello filo cautivó al elfo, así como el relucir del raro metal.

Él también podría haber forjado un arma así sin mucho problema. Sin embargo, la visión de una obra de artesanía tan exquisita lo dejó ensimismado durante unos instantes. Tras examinar la katana, la sostuvo entre sus manos durante unos largos segundos antes de enfundarla finalmente, y dejarla reposar sobre el mostrador.

- El filo que traéis es, sin duda, una obra exquisita - alabó, aunque con un tono de voz neutro -. ¿Sois consciente de lo que supone que me pidáis una mejor? - le preguntó mientras cruzaba miradas con el hombre.

La katana que Akio portaba consigo era una obra maestra, la culminación de la carrera de un herrero veterano con décadas de experiencia. Siquiera pensar que podía existir un arma mejor… llevaba a pensar en las armas legendarias que blandían los héroes de las historias. Katanas forjadas por antiguos kamis de Varja. Y, sin embargo, el guerrero había venido hasta él con la esperanza de que pudiese hacerlo.

- Voy a ser franco con usted, Takeshi-dono - le dijo, refiriéndose a él tal como harían en su lengua natal -. El filo que buscáis puede ser forjado. Con tiempo y dedicación, y gracias al metal que portáis con vos, puedo alcanzar a crear un arma mejor que la que portáis en el cinto.

Galand estaba seguro de eso. Con tiempo suficiente, le sería casi imposible fallar en tamaña tarea.

- Sin embargo, si tenéis prisa por poseer esta arma, debo advertiros - dijo seriamente -. Podría tratar de hacerla en un mes, y arriesgarme a no alcanzar la excelencia que deseáis. Aunque en unos tres meses podría, seguramente, realizar el encargo con éxito. Si queréis saber mi opinión, medio año sería el tiempo apropiado para que no hubiere margen de error alguno. No querría malgastar esta reliquia familiar que traéis con vos - comentó mientras, con un leve gesto, señalaba los lingotes.

Dicho aquello, la decisión era de Akio. Arriesgarse a no obtener lo que deseaba a cambio de conseguirlo antes, o asegurarse, a sabiendas de que el tiempo corría en su contra.

- Esto es lo que os puedo ofrecer. La decisión es vuestra - sentenció finalmente -. En cualquier caso, yo haré mi mejor esfuerzo por estar a la altura de tamaña tarea, si aceptáis finalmente contratar mis servicios.

“Y a ver qué otro herrero encuentras que pueda forjar algo así…” pensó el elfo. La forja de un arma tan exquisita requería, como mínimo, la capacidad de estirar los propios límites hacia lo humanamente imposible. Él, por suerte, no era humano.

Galand entrelazó los dedos frente al delantal de cuero, esperando la respuesta de su inusual cliente.

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01/05/2018, 16:25
Akio Takeshi

Takeshi aceptó, entregando a Galand los dos tipos de acero.

Sus condiciones eran simples y asequibles. Galand debía enseñarle un filo, forjado por él, de calidad pareja a la que Takeshi buscaba conseguir para su Katana. Igualmente, el compromiso económico de Akio era muy significativo. Si bien podía permitírselo, quería asegurarse de que el herrero se invertía a si mismo en su justa medida, por lo que de tanto en cuando quería citar al herrero con él para ver su progreso y conocer mejor al forjador de espadas al que iba a entregar tanto dinero.

Seis meses de trabajo implicaban para Galand que no podría aceptar otros encargos durante ese tiempo, salvo que fuesen tareas aisladas en días contados. El espadachín trabajaba seis días a la semana, casi todo el sol, con dedicado esmero y pasión. A cambio, no sólo se mantenía ocupado cumpliendo el sueño de un hombre bienintencionado, que había llevado a Phaion a ser lo que era, y probablemente, en mayor o menor medida, a la baja presencia de la Inquisición en la región. También iba a conseguir más oro de lo que algunos herreros ganaban en su vida, ofreciéndole amplia libertad durante un tiempo mientras sus gastos fuesen razonables. Tendría que ocultar parte del botín en la forja, pero otro tanto en las cordilleras.

Una semana más tarde, tras los seis primeros días de trabajo preparándolo todo y planificando el proceso antes de comenzar a fundir los metales, Galand se reunió con Akio en su domicilio principal. En la zona más adinerada de la ciudad, vallada, con unos jardines respetables y decenas de guardias apostados por todos lados, un camino de piedras entre la hierba conducía a una casa de arquitectura oriental, grande pero sin ser excesivamente ostentosa. Akio se reunió con Galand junto a la fuente de piedra situada en el jardín, y el herrero pudo observar cómo el noble disponía de diversos árboles y arbustos cargados de brutas y bayas.

Akio quería ver la espada de Galand, y comprobar que efectivamente podía cumplir con el encargo. Sin embargo, quería hacerlo en su domicilio, cerrando el trato implicándose más con el herrero, y haciendo que este hiciese lo propio. Acercarse mutuamente. El hombre vestía esta vez con unos pantalones de diseño a medida, aunque sencillos y prácticos, y una camiseta negra con mangas cortas y líneas doradas bordadas. Volvía a llevar el cabello recogido, y podía apreciarse la musculatura de sus brazos y sus anchos hombros. Unas simples sandalias negras de madera remataban el conjunto, aunque como siempre, cargaba su katana familiar en su funda.

¡Artesano!— saludó con una sonrisa, indicando al hombre que se acercase mientras despedía a uno de sus asistentes, con el que había estado hablando hasta el momento mientras este tomaba notas en un pergamino a toda prisa—. Veo que traéis la espada— apuntó señalando a la espada que Galand había escogido, de entre su arsenal personal, y cargaba en una funda—. Mostrádmela, por favor— pidió mientras sacaba la katana de su funda, adoptando una posición de guardia, separando las piernas y ladeándose—. Vos primero— blandió la espada en el aire, desafiándole.

Quería comprobar las capacidades marciales del artesano, no sólo su obra. Quizá para conocerlo mejor, probar su conocimiento más allá de la forja, o como algún tipo de señal de respeto. No era de esperar que Akio hiciese un combate de práctica, y menos con armas reales de calidad envidiable, con muchas personas.

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04/05/2018, 23:55
Galand Ul Del Verdantis

Cuando aceptó el trabajo, Galand se sintió honrado de tener la posibilidad de enfrentarse a aquel reto. Forjar filos excelentes era casi un juego para él, pero forjar una katana de calidad legendaria…

Sin duda, era una tarea que tenía muchas ganas de comenzar.

Haciendo honor a su palabra, el elfo se puso a trabajar en el pedido de inmediato. Durante una semana planeó los preparativos para la forja. Se aseguró de tener todos los materiales y herramientas necesarias. Concibió en su mente la imagen de la espada que quería crear, y la plasmó en numerosos bocetos que comenzaron a poblar su taller. Aquel filo debía ser perfecto, impecable, una obra digna de él. Se jugaba su honor de herrero.

Dado que Akio quería conocer más al hombre que iba a forjar su nueva arma, Galand se le presentó como Alexei Ortoff, un viejo herrero dalense. En su pasado - el de aquella identidad - había sido capitán en el ejército de Dalaborn. Un hombre estricto y diestro con la espada que había librado numerosas batallas. Sin embargo, su pasión por las armas siempre fue tal que, al mismo tiempo que aprendía a manejar la espada, aprendió a forjarla.

Con el paso del tiempo acabó ganando honores y ascendiendo en el escalafón militar, pero, cuando llegó a cierta edad y fue considerado demasiado viejo para combatir, terminó retirándose a hacer aquello que más amaba. Ser un artesano.

Aquel día, Galand se había presentado con el rostro de Alexei, vistiendo ropa formal pero humilde. Unos pantalones oscuros rematados por un cinturón discreto contrastaban con una camisa clara de tono arena. Sus botas nuevas le llegaban hasta media pantorrilla, terminando en una elegante solapa que danzaba con su rítmico andar. En su cinto portaba una vaina, y en ella a una de sus creaciones más preciadas: Salarael.

Las otras espadas que poseía no habían sido fabricadas por él, y si lo habían sido tenían una evidente - y exquisita - manufactura élfica. Salarael, aunque era también una obra suya, tenía un diseño más discreto respecto a sus orígenes. Era una espada que podía portar perfectamente un humano sin llamar la atención, más de lo que su oscuro filo y refinada calidad ya lo hacían.

Galand estaba orgulloso de aquella espada, y estaba encantado de mostrársela a Akio. Desconocía, sin embargo, los verdaderos motivos del hombre.

- Así que un duelo amistoso… - dijo Galand, denotando cierta diversión en su tono, mientras empuñaba el filo que acababa de mostrarle a Akio -. Mi cuerpo ya no es lo que era… - se lamentó -. Aunque haré mi mejor fuerzo por impresionaros, Takeshi-dono.

Mientras alzaba su espada, Galand calculó sus posibilidades. ¿Sería deshonroso limitar su fuerza Akio? ¿O sería imprudente mostrarle lo que era verdaderamente capaz de hacer?

Forjar armas de leyenda era una cosa, pero blandirlas…

Tras meditar unos segundos, Galand decidió que preservar su identidad era más importante que medirse uno a uno con el hombre que iba a portar una de sus creaciones. Al menos… de momento.

Manteniendo una posición relajada, con las piernas extendidas y el peso repartido por todo el cuerpo, Galand alzó el negro filo de Salarael y lo interpuso entre su oponente y él. Respiró hondo, dejando que su consciencia fluyese a través de la espada.

Una estocada rápida, precisa y controlada. Tan sólo quería impresionarle, no matarle.

Aunque también quería saber si era digno de su acero.

- Está bien - avisó -. ¡Ahí voy!

Con un rápido movimiento, Galand pisó con fuerza el suelo. Se lanzó hacia el frente, lanzando una poderosa - aunque contenida - estocada hacia Akio.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Voy a lanzar un ataque normal y corriente contra Akio (es decir, sin maniobras ni apuntar). Sin embargo, voy a reducir mi habilidad hasta una base de 130 puntos, aumentada a 140 por la calidad del arma. Osea, el ataque que podría tener fácilmente un Guerrero de Nivel 3 con Destreza 10.

Mis puntuaciones con Salarael son:

Turno 100, Daño 90, Rotura 12 (insuficiente ni sacando un 10 para romper una katana +5 con extensión de aura), Entereza 33 y -2 a TAs.

Y no apago mi extensión de aura. Si las dos la tenemos y nuestras espadas se cruzan saltarán chispas de energía :)