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Dragones, Dioses y Dígitos

Capítulo 2. Los Imperios de Roca

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13/02/2019, 00:22
Director

Capítulo 2. Los Imperios de Roca

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13/02/2019, 00:27
Narrador

Elisabetta Barbados era, más allá de la Emperatriz, la Señora de Arkángel, y eso significaba que ella misma, a parte de ser teóricamente la máxima autoridad política, legislativa y judicial, ejercía a efectos prácticos ese control. Nadie, ni un solo campesino inteligente, la llamaba tirana, pues no lo era, pero era totipotente en la ciudad, gobernando por encima del Alto Senado, un mero instrumento de consejo para sus oídos de cara a estallar el mazo contra mesa.

Y seguía siendo una mera niña. ¿Quizá las jóvenes prodigio no eran algo tan inusual en Abel?

Por supuesto, Elisabetta no podía hacerlo todo sin más. Ella era la máxima voz, pero tenía un sistema de municipios y gobernadores civiles que respondían todos ante un delegado imperial, llamado Praetor. Hacía diez meses, desde el 1 de Enero, que Kisidan había pasado a ostentar ese cargo, lo cual encogía en un puño el corazón de muchos miembros de Samael, y con razón, ya que él era a fin de cuentas también el máximo dirigente, salvando a Elisabetta, de los Caballeros de la orden del cielo, la guardia famosa en el mundo entero, y por tres razones. Los Guardias hacían de Arkángel uno de los lugares más seguros donde vivir. Los Guardias eran escogidos por sus habilidades en una prueba objetiva indistintamente de cualquier poder social o nobiliario que tuviesen, a pesar de la rabia y escándalo que provocaba en la nobleza.

Y por último, y lo más importante, eran en si mismos una facción sobrenatural. Algunos gozaban de dones divinos, o esa la justificación. A partir del Cuarto Cielo, conforme ascendía la jerarquía, era posible ver a Guardias con Eliminación de Peso, Uso de la Energía Necesaria, y o incluso Vuelo o Movimiento de Masas. Alguno incluso disponía del Don o Disciplinas Psíquicas. Y la Inquisición no podía hacer nada, porque eran los agentes de la Emperatriz. Su puño, y destinados a una causa noble.

Nada que ver con Samael o Los Perdidos. ¿Verdad?

Aún así, la comunidad de Samael estaba MUY viva en Arkángel. Al fin y al cabo, era la capital de Gaia.

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13/02/2019, 00:34
Narrador

14 de Noviembre, Arkángel, Abel.

Arkángel. El simple nombre ya hablaba por si solo, majestuoso, elevado, celestial. La Capital del Mundo. Ni siquiera Albídion o Du'Lucart, pese a que eran majestuosas cada uno dentro de su contexto sociocultural, podían compararse. Sylvania, sin embargo, no tenía nada que envidiar a Arkángel, salvo las famosas "Alas del Ángel".

Du'Lucart, con su tic-tac constante de engranajes, su magia flotando en cada poro del aire, su aire organizado, eficiente y moderno. Albídion, una ciudad eclesiástica y natural, humilde, devota, servicial y caritativa. Nada de ello podía compararse más que remotamente a la capital del Sacro Santo Imperio.

Y es que Arkángel era la máxima encarnación del progreso y la modernidad. Una grandiosa metrópolis sin parangón terrenal. El sol ya se alzaba a un cuarto, un par de horas pasado el ansiado amanecer. Galand podía ver, pese a todo, cómo una serie de luces artificiales iluminaban aquellas calles que tenían tal enredado de edificios a su alrededor que no dejaban llegar el sol. La altura de la ciudad era tan colosal como su extensión en kilómetros a la redonda.

Podía ver fuentes en plena calle, protegidas con guardias de armadura azul. La gente bebía de ellas como si su agua fuese potable y corriente, conectada a un canal de alcantarillado similar al de Du'Lucart y Albídion, sólo presente en aquellas capitales. Agua accesible y gratis era impensable en zonas sin acueducto ni alcantarillado: Prácticamente el resto de Gaia, salvando otras ciudades enormes.

Ni siquiera Markusias gozaba de tales lujos. Al menos, no en toda la ciudad.

Y aún así, la ciudad era una mezcla de modernidad y edificios arcaícos como reliquias, restaurados o maltrechos pero aún en pie. Edificios vistosos, gloriosos, modernos pese a su vejez. O meras ruinas. Más de un arquitecto los había tomado como modelo para inspirar la actual arquitectura, y sin embargo, el progreso y el ingenio de los hombres se alzaba, demostrando un estilo arquitectónico barroco que no hacía sino realzar el aspecto glorioso y monumental de la ciudad, repleta de palacios y mansiones.

Galand y Sylvia habían pasado las primerashoras del alba haciendo los deberes, poniéndose al día. Conforme se acercaban al centro de la ciudad o se movían por territorios más horizontales podían divisar, alzándose como una montaña, El Castillo de Averus, propiedad actual del Señor de la Guerra Tadeus Van Horsman, un hombre que la mayoría preferían no tener que enfrentar jamás. Más allá se alzaba el Castillo Imperial, hogar de la antes niña y ahora mujer Emperatriz Elisabetta, puesta contra las cuerdas pero firme y titánica en su gobierno bajo la implacable protección de su escolta Kisidan, Sumo Pretoriano y el Caballero del Séptimo Cielo, alrededor del cual corrían todo tipo de "absurdas historias" en cuanto a habilidad marcial y leyendas.

Para Galand y Sylvia era fácil suponer que eran ciertas, y que probablemente sus técnicas de Ki podían barrer la urbe más rápido que cualquier ejército de 10.000 hombres. Kisidan recordaba, en cierto modo, a una versión actual de leyendas antiguas como el propio Ra o Abel. Quizá no tan cercano al nivel de un Dios, pero muy por encima de cualquier mortal... como el propio Nérelas.

De ser necesario, ¿podían Galand y Sophie enfrentarse a alguien como Kisidan, o Nérelas?

Al otro lado, pero también céntrica, se alzaba la Santa Sede, vacía. Aquel lugar que Romeo, el Sumo Inquisidor, obsesionado, quería usar como "forja" de Inquisidores en plena capital de Gaïa y reino de Elisabetta, cuando ni siquiera la Iglesia reconocía a la Emperatriz. Desocupada, la catedral vaticana debía haber acumulado durante décadas telarañas de polvo, si bien hacía años fue el hogar del predecesor de Magnus, el Sumo Arzobispo.

Pero aunque aquellos tres edificios eran visibles, Galand y Sophie se alzaban, al paso tirando de las correas de sus caballeros, en El Paso de las Eras, una calle asfaltada y apoteósica cargada con un centenar de estatuas de héroes fallecidos de una época ya pasada. Con cincuenta estatuas a cada lado, incluso dos auténticas leyendas como los 2 Sylvain podían sentirse "mundanos". Y aún así, a su alrededor, moviéndose, no había más que "mediocres" humanos vestidos como nobles, comerciantes o campesinos de la plebe.

Pero todo ello, sin excepción, pese a lo conmocionador que resultaba sólo verlo, palidecía ante algo. Una figura se alzaba sobre los cielos, desde el suelo, como un monolito casi sin fin. Hablamos, naturalmente, de algo oído por cada campesino de Gaïa. Las Alas del Ángel. Una gigantesca columna de mármol blanco coronada por un inmenso ángel de alas extendidas.

Si algo tenía Sylvania que envidiar a Arkángel, era eso. Probablemente la construcción más alta sobre la faz de Gaia, capaz de desencajarle la mandíbula a cualquiera y hacer sentir a los campesinos poco más que insignificantes hormigas.

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13/02/2019, 00:50
Sophie Vasser (Mercenaria)

Daría lo que fuera por correr hasta la cima— murmuró Sylvia, mordiéndose ligeramente un labio mientras miraba a la estatua de mármol. Literalmente, el sol eclipsaba la cima de la torre, manteniéndola una incógnita—. Aún no sé qué haré cuando vea a mi hermano, por cierto. Llevo desde que partimos del bosque pensando en ello...— suspiró—, pero no creo que pueda encontrar la respuesta a algo así. Asumo que tú tampoco sabías qué decirle a tu hermano. ¿Cómo hablas con la persona que más quieres, pero no has visto en dos décadas?

Compuso una sonrisa amarga. Pronto ella tendría que pasar por lo que había pasado Galand. El hombre había hablado, aunque poco, con su esposa desde entonces, usando su pendiente. Ambos estaban aún dándose tiempo para abrirse, poco a poco. Ilviel se había limitado a contar anécdotas sobre la infancia del hijo que ahora tenían en común, y momentos divertidos de su viaje con Los Perdidos. Nada de conversaciones importantes. Nada particularmente largo, salvo un monólogo de casi media hora hablando sobre los cuidados de Eldar cuando era un bebé.

Sylvia volvía a llevar su disfraz de mercenaria. Tras dejar de ensoñarse con Las Alas del Ángel, miró a Galand para calcular su próximo movimiento.

¿Por dónde empezamos?— preguntó la princesa—. Podemos ir a ver a Anna, o su familia, o encontrar a ese mercader por tus propios contactos, de tenerlos. O quizá quieras atender tus propiso asuntos mientras me encargo de ella— señaló vagamente la biblioteca de Abel, donde el "contacto" para encontrar a Anna se escondía, al menos supuestamente.

Galand, siendo realistas, sólo tenía dos opciones. Preguntar a los miembros de Samael que tuviesen lazos con Sol Negro donde encontrar a dicho mercader, o al herrero humano directamente, intentando evitar así al contacto de Sol Negro. Por otro lado, quizá Anna tuviese lazos comerciales suficientemente buenos como para dar con él.

Por otro lado, quizá Galand quería hacer sus propias compras mientras estuviese en la ciudad, hablar ciertos asuntos com Samael, o averiguar más sobre su oferta de trabajo como herrero para Los Caballeros del Cielo.

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23/02/2019, 09:55
Galand Ul Del Verdantis

La capital del imperio humano, Arkángel, se le antojaba enorme, majestuosa y moderna a Galand. Sylvania era todavía un vivo recuerdo en su memoria, pero la ciudad de los elfos, aunque también era preciosa, gozaba de un tipo de belleza distinto al de Arkángel.

Arkángel era… eficiente, avanzada. Una maravilla de la planificación de ciudades.

Mientras Sophie y Alain recorrían El Paso de las Eras, flanqueados por las grandes estatuas de las leyendas humanas, se les plantearon varias opciones. Tenían un objetivo, encontrar al mercader de Gabriel. Arkángel era simplemente una parada en el camino, pero una muy valiosa. Varios grupos en esa ciudad podían tener la información que buscaban.

Galand sonrió ante el comentario de la princesa de subir corriendo por Las Alas del Ángel.

- Es complicado reencontrarte con familia a la que hace mucho tiempo que no ves - admitió -. E imagino que las condiciones en que te fuiste lo hacen todavía más difícil - dijo Galand, siendo dolorosamente franco -. Esto también lo digo por mí…

> No sabía qué hacer, y fue doloroso… pero… Lo agradezco. No solo por la alegría de ver a esa persona, sino por lo que vino después.

La sonrisa de Galand se ensanchó, pensando obviamente en Eldar. Miró a la princesa con aquella misma sonrisa.

- Tú deja que la conversación siga su curso, supongo. Que vuestros actos y vuestro amor hablen por ellos mismos. Si el Príncipe sigue queriéndote, seguramente encontraréis la manera de reconectar.

> Y si no… pues ahí estaré yo - dijo Galand mientras su tono y rostro se ensombrecían -. Para apoyarte en lo que sea necesario.

Era extraño tratar a una princesa de en lugar de vos, pero Galand se había acostumbrado tanto a la compañía de Sylvia que la veía más como una amiga cercana que como una distante figura autoritaria de su pueblo.

- Respecto a nuestra misión, creo que será mejor que dividamos esfuerzos. Tú puedes encargarte de ver a Anna. Yo tengo unos contactos que creo que podrían ayudarnos a localizar al mercader, y a averiguar mejor cuáles son sus planes…

Samael tenía miembros muy radicales entre sus rangos. Y Galand no quería pasar vergüenza frente a la princesa por asociarse con gente así. Además, ambos eran perfectamente capaces de cuidarse a ellos mismos. No pasaría nada si se separaban durante el día.

- Elijamos un punto de reunión antes de separarnos. Allí nos veremos en nuestras formas actuales después de conseguir la información necesaria.

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23/02/2019, 14:08
Narrador

Sylvia decidió quedar en su "posada". Para ello, navegaron brevemente las calles de la gran capital, hasta encontrar un local atractivo, en un barrio acomodado, pero que tampoco supusiese un lujo innecesario. Aunque ambos podían costearse una estancia más pudiente sin problemas, especialmente Galand, no había necesidad, y aquella posada atraía menos la atención, tanto por parte de criminales como de gente importante.

Tras ello, la princesa partió rumbo a la biblioteca real, y Galand a un local llamado "La Hermandad del Duelista Gris". Un nombre anodino pero conveniente, que empleaba la tapadera de una simple y humilde posada con taberna que daba cobijo a un club de espadachines en un barrio modesto. Galand reparó en seguida que el local estaba custodiado por dos hombres vestidos de gris en la entrada, bastante fornidos. Aún así, Galand obvio la entrada principal y se coló por una callejuela lateral, la cual daba acceso al pasillo corredero entre dos calles.

Por desgracia, este pasillo se usaba para que ambas calles pudiesen depositar, apilados, sus contenedores de basura y otros desperdicios. Generalmente había sólo un acceso, pero conveniente el de aquella calle estaba situado al lado del local.

Cuando Galand llegó a la entrada trasera, que en la mayoría de locales se usaba exclusivamente como salida, el hombre llamó a la puerta. Un sonido seco, de algo golpeando la madera, se escuchó al otro lado sin que se abriese la puerta. Galand reconoció el sonido, invitándole a identificarse. "Mi filo está oculto, pero no mi deseo de justicia" dijo, lo que inocentemente podía aplicarse a un club de espadachines. Se escucharon dos golpes secos al otro lado, indicando al elfo que esperase.

Pasos se fueron, y en menos de un minuto después, pasos, aunque leves como plumas, volvieron. La puerta se abrió, dejando ver poco más que la penumbra del almacén en la cocina. Galand entró, y tras cerrarse la puerta, el humanoide frente a él descubrió una lámpara de aceite. Era un D'Anjayni, calvo y con rostro impermutable, como siempre.

Preséntese, por favor. ¿Cuál es el motivo de su visita?— preguntó con fría educación, incapaz de reconocer a Galand tras el rostro humano.

El D'Anjayni llevaba una simple armadura de cuero, con una espada corta al lateral izquierdo y una daga corta a cada lado del cinturón. Sin embargo, no había desenfundado ninguna de las armas, simplemente obervaba a Galand como un jugador de cartas en plena partida. Naturalmente, muchas razas sobrenaturales usaban el poco noble arte del disfraz y las ilusiones para camuflarse, por lo que no era de extrañar que Galand tuviese apariencia humana.

Aún así, lógicamente, el D'Anjayni no iba a llevar a Galand ante nadie sin asegurarse de que era uno de los suyos.

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04/03/2019, 00:25
Galand Ul Del Verdantis

Mientras esperaba a que le abriesen la puerta, Galand comenzó a sentir cierta ansiedad. Hacía mucho tiempo que no recurría a aquel tipo de contactos. Entre Samael había buena gente, personas que tan solo deseaban el bien de los suyos en el peligroso mundo que era Gaia. Salvar a sus hermanos y hermanas, darles hogares y seguridad.

Pero había otros que mezclaban aquellos deseos con ansias de guerra, de venganza.

Galand había sido como ellos al principio, pero así como su ira y sed de venganza había menguado con los años, no lo había hecho en muchos otros miembros de Samael.

Tan parecidos y a la vez tan distintos. Ahora que se disponía a entrar en aquel selecto club, Galand se sentía nervioso, como si entrase en un lugar en el que no era realmente bienvenido.

Cuando la puerta se abrió, Galand entró con presteza, mirando hacia los lados para asegurarse de que nadie lo seguía.

Una vez se encontró dentro, vio al D’Anjayni que le había abierto la puerta. Los de su especie lo confundían, parecían todos iguales. Y tenían una habilidad aterradora…

Galand carraspeó mientras la máscara mística que se había puesto comenzaba a desvanecerse, tomando la forma de luciérnagas doradas que volaron hasta convertirse en polvo brillante.

Se mostró ante su anfitrión con su forma verdadera.

- Mi nombre es Galand Ul Del Verdantis - dijo solemnemente -. El Artesano de Espadas.

Esperaba que aquel nombre todavía siguiese significando algo allí.

- Vengo a buscar información sobre un humano al que le sigo la pista - dijo, no revelando toda la verdad -. Creo que algunos de nuestros hermanos, aquí en Arkángel, pueden tener las respuestas que busco.

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04/03/2019, 00:53
Narrador

El D'Anjayni asintió con un cabeceo neutro y comenzó a caminar a pasos rápidos. No hizo señal alguna a Galand para que lo siguiese, pero tampoco le pidió que esperase. Como era característico de su raza, mostraba un caminar alienado, completamente silencioso pero con un paso tan presto como tenso, sin permitirse relajar los hombros o caminar con calma. Condujo al Sylvain hasta un baúl en la despensa, que movió con sigilo cogiéndolo de un asa. Apartó la alfombra bajo el mismo y levantó una trampilla engrasada, mostrando unas escaleras oscuras que bajaban al sótano de la taberna. Por supuesto, el suelo estaba convenientemente limpio, sin mostrar demasiado polvo lejos del baúl y poco cercano al mismo. El D'Anjayni se limitó a mirar a Galand.

— Estaré aquí arriba— dijo con sequedad—. Si desease contratar a alguien para rastrear al humano, sabe dónde encontrarme— se ofreció—. Buena suerte y disfrute de su estancia, Galand Ul del Verdantis.

Era difícil de saber si conocía o no al Sylvain. Lo hiciera o no, Galand comenzó a bajar los escalones, girando hacia la izquierda para toparse con una puerta. El D'Anjayni bajó la trampilla y se escuchó el sonido seco de la alfombra posándose sobre la misma. Galand abrió la puerta, dejando ver una estancia iluminada desde el fondo con lámparas rojas, amarillas y verdes.

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04/03/2019, 00:54
Isildur Ul del Dagnir

La estancia no era nada demasiado especial. Habían cuatro mesas y una barra con sillas, sobre las que descansaban jarras y botellas llenas de aguas y alcoholes varios. Otro D'Anjayni estaba tras la barra, ofuscado frente a un libro de contabilidad. Conforme Galand entró en la estancia, asintió al Sylvain como había hecho el anterior D'Anjayni. Hizo un amago de levantarse, pero una voz desde la mesa más cercana a la entrada le disuadió, haciendo que mirase al hombre que alzó la voz. Después de echarle un breve vistazo, volvió a sentarse como si no hubiera pasado nada, dejándole hacer.

¡Por el Heredero de Ruinas!— profirió jovialmente el hombre, refiriéndose a Nérelas— ¡Galand Ul del Verdantis!— gritó sin contemplaciones al anonimato del elfo—. ¿Qué haces aquí, hermano?

Un Sylvain, de larga melena rubia recogida en una cola de caballo, se levantó de asiento. Junto a él, en la misma había un Tuan Dalyr y un Daimah. Remarcablemente, aquel escondite parecía poblado de aquellas pequeñas y joviales criaturas, pues había cinco de ellas en el establecimiento, con tres de ellas hablando animadamente en otra mesa, en su propio idioma. Al fondo, sentado frente un tomo morado y marrón, un Duk'zarist alzó la vista, mirando a Galand con curiosidad.

Naturalmente... el número de no-humanos en aquella sala era la pesadilla de cualquier Inquisidor. O un sueño húmedo. Y aunque no dejaba de ser alto, había que considerar que aquel era el "refugio oficial" de Samael en la ciudad más grande del mundo. No dejaba de ser parco y cutre, pero cumplía con su función de no llamar la atención y ofrecer al grupo de Daimahs un lugar donde reunirse y esconderse mientras estaban de paso, y hablar abiertamente con el Tuan Dalyr y el Sylvain. Era de esperar que hubiese más miembros de Samael en la ciudad, en sus escondites particulares o cumpliendo con su agenda, pero naturalmente no se encontraban en el bar.

Galand reconoció al instante al Sylvain. Era Isildur Ul del Dagnir. Aunque tenía bastantes más décadas de edad que Isildur, y pequeñas marcas de estar en la segunda mitad de su vida comenzaban a marcarse en su rostro, el elfo era sensiblemente menos notable que Galand. Era un buen espadachín y arquero, y tenía conocimientos formales de magia, sobretodo la Vía de Luz, pero no era rival para Galand en un combate, aún sin recurrir a las Espadas Infinitas. Por supuesto, con cientos de años a las espaldas, seguía siendo más remarcable que la gran mayoría de humanos, salvando a Caballeros del Cuarto o Quinto Cielo en adelante.

No puedo creer mis ojos— dijo mientras avanzaba a Galand, acercándose a él hasta estrecharle un brazo con la mano, con una amplia sonrisa plantada en el rostro—. ¿Cuánto tiempo ha pasado? ... ¿Dos décadas, más o menos?— preguntó tras hacer memoria brevemente—. ¿Qué te trae a Arkángel en estos tiempos que corren?— preguntó, quizá en relación a la tensión política con Argos y la emancipación de ciertos "países" del Imperio de Gabriel—. De verdad, no puedo creerlo. Tienes que ponerme al día de qué ha sido de ti. ¿Qué ha sido de ti?— se giró hacia la barra, pero se congeló brevemente, borrando la sonrisa de su rostro. No palideció, pero parecía que acababa de ver un fantasma—. ¿Has hablado por casualidad con algún otro Perdido estos años, Galand? ¿Tu esposa, quizá?— preguntó con educación, intentando recuperar el entusiasmo pero logrando solo un talante afable y desenfadado.

No hacía falta ser un genio para darse cuenta de que Isildur sabía que Galand tenía otro hijo, pero hasta donde él sabía... Galand no estaba al tanto. Al menos eso debía ser, considerando lo que sabía Galand tras haber hablado con Ilviel.

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10/03/2019, 22:06
Galand Ul Del Verdantis

Entrar en aquel refugio subterráneo hizo sentirse extraño al elfo. Estaba acostumbrado a la libertad de la montaña, o al ajetreo de la ciudad. Era molesto que su gente tuviese que recurrir a aquellos subterfugios para poder vivir en aquel mundo.

Al acceder finalmente al pequeño local, Galand no pudo evitar sentirse acogido por el ambiente sencillo y humilde. La presencia del otro elfo lo sorprendió, aunque de forma agradable.

Galand sonrió a Isildur, correspondiendo a su saludo.

- Ha pasado tiempo, Isildur - fue la sencilla respuesta de Galand nada más encontrarse con el elfo.

Evitó emplear el término “mucho tiempo”, pues una veintena de años apenas eran un suspiro en la vida de un elfo.

Dejó escapar una carcajada ante el interés de Isildur y sus continuas preguntas.

- Es una larga historia, hermano. ¿Por qué no nos sentamos?

Alzando la mano levemente hizo una señal para captar la atención del D’Anjayni.

- Tomaré lo mismo que mi amigo.

Una vez estuvo sentado, Galand se recostó en su asiento. Se sentía terriblemente fatigado por el viaje.

- Dos décadas, sí. He estado… bueno, encontrándome a mí mismo. He forjado espadas, he combatido, he oído historias, he creado nuevas… - habló, sin ningún tapujo -. Después de lo que pasó… necesitaba tiempo, despejar la cabeza.

Aquella última afirmación le pesó especialmente a Galand, que tuvo que resistir la tentación de agachar la cabeza, avergonzado. La pena, sin embargo, permaneció en su voz.

- Hace poco me reencontré con Ilviel.

Galand esgrimió una leve y triste sonrisa, manifestando que la experiencia había sido agridulce.

- Me ha dado buenas noticias, pero con ello una gran misión personal. Ahora estoy en busca de mi hijo, y para eso tengo que encontrar a quién lo acompaña - dijo, reservándose ciertos detalles, pues tampoco se encontraban a solas -. Por eso estoy aquí.

> Oye, Isildur… - dijo Galand mientras apoyaba los codos en la mesa, acercándose a su hermano -. Estoy en busca de cierta persona, un humano que tiene lazos con Sol Negro. Creo que si doy con él podré seguir la pista de mi hijo. ¿Sabes de alguien aquí a quien pueda consultar?

Era agradable contar con un rostro conocido en Arkángel. Alguien en quien podía confiar.

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16/03/2019, 14:14
Isildur Ul del Dagnir

El Tuan Dalyr y el Daimah miraron a Galand y a Isildur alternativamente. Después, simplemente centraron su atención en Galand, pero Isildur hizo un gesto con la mano para indicarles que les dejasen solos. Las dos criaturas se levantaron, pidieron otra ronda en la barra, y se sentaron en una esquina, hablando entre ellos pacíficamente.

Lo entiendo perfectamente— le apoyó Isildur, esbozando una tímida sonrisa—. Nunca tuve oportunidad de despedirme, pero siento mucho lo que pasó, Isildur. Supongo que más sangre de Inquisidor habrá corrido con el paso de estos años— dejó caer.

Era difícil saber si era una mera presuposición por el fallecimiento de su hijo, o una afiliación radical. Isildur era un fiel seguidor del príncipe, y apoyaba su causa, pero su vida no se centraba exclusivamente en ello

 Yo sé con quién está tu hijo, Galand— añadió sin más, animado de poder ayudar—. Está con El Príncipe— susurró acercándose al elfo—. Lamentablemente no sé quién es el humano del que me hablas, pero...— señaló brevemente con la cabeza—. Estoy seguro de que los 2 D'Anjaynis que llevan esto— la posada— podrían ayudarte a un buen precio. Me jugaría el cuello a que el Duk'zarist del fondo sabe cómo llegar a sol negro, pero prefiero evitar a los suyos si es posible.

No era ningún secreto que Duk'zarist y Sylvain eran razas antagónicas, con muchos prejuicios para con la otra.

En realidad... el Príncipe me tiene aquí por si necesita algo en la capital, ¿sabes?— continuó sin dar demasiados detalles—. Pero solo puedo comunicarme con él cuando me habla— se excusó—. Todos los días me pongo un pendiente durante una hora, antes de acostarme, por si quisiese decirme algo. Pero lleva como 2 semanas sin comunicarse conmigo, y no sé cuánto pasará hasta la próxima ocasión. Lo siento, Galand. Salvo que quieras esperar indefinidamente, te sugiero que busques al humano. Simplemente... ten cuidado.

Sol Negro no era la organización más agradable del mundo.

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26/03/2019, 00:06
Galand Ul Del Verdantis

Galand asintió levemente cuando Isildur le apoyó. La pérdida de Kaiel había sido uno de los momentos más dolorosos de la vida de Galand. Le reconfortaba saber que sus semejantes conocían y comprendían el sufrimiento por el que había pasado.

Al parecer, Isildur ya sabía que Eldar viajaba con el Príncipe. No era de extrañar, sabiendo que aquel elfo pertenecía a Los Perdidos. Galand sonrió y asintió. Dirigió la mirada hacia el D’Anjayni de la barra, y luego hacia el Duk’zarist.

No se fiaba demasiado del hijo de la oscuridad, aunque los D’Anjayni tampoco le inspiraban demasiada confianza. Siempre le habían parecido siniestros y extraños.

- Gracias por tu ayuda, Isildur. Me temo que no puedo sentarme a esperar a que el Príncipe se ponga en contacto contigo. Debo seguir mi camino, no tengo tiempo que perder.

Galand posó una mano en el hombro del elfo, asintiendo con la cabeza en gesto de agradecimiento. Se terminó la bebida, aprovechando el momento para hablar un poco más con alguien de su especie. Compartió historia y anhelos, pero no se explayó demasiado. Galand se interesó por la vida actual de Isildur en Arkángel, y por las impresiones que tenía de la ciudad.

Cuando se consideró satisfecho, se disculpó y se levantó de la mesa. Acercándose a la barra con gesto discreto, dirigió una última mirada de desconfianza al Duk’zarist.

- Necesito información, amigo - le dijo en voz baja al D’Anjayni, al mismo tiempo que se llevaba la mano a la bolsa de monedas que colgaba de su cinto -. Puedo pagar bien por ella.

> Sol Negro, necesito encontrar a un humano que tiene lazos con ellos. Cristophe Courtois, ¿te suena de algo?

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26/03/2019, 21:51
D'anjayni

Isildur era un hombre risueño y positivo, pero razonable y claramente simpatizante con la causa del príncipe. Se alojaba en aquel mismo establecimiento, donde llevaba hospedado un par de meses al modesto precio de 20 monedas de plata por noche. Era relativamente caro, pero una ganga considerando que los precios entre los no humanos estaban inflados por... su capacidad "sobrehumana" para ganar dinero. Pagaba por semanas.

Su vida era relativamente aburrida y monótona, aunque leía mucho, y de vez en cuando salía con cuidado, cargado con un sombrero y ropas pesadas. El elfo no tenía forma de cubrir sus orejas, ojos ligeramente afilados y figura alta y estilizada, pero con ciertas ropas y un buen sombrero podía disimular perfectamente pese a no ser ningún experto en el disfraz. No tenía mucho interés en la ciudad, más allá de la librería local y una particular tienda de frutas y verduras. Aunque Arkángel era espléndida... Sylvania también, y no le hacía sombra. Isildur había vivido más tiempo que Galand en Sylvania... por lo que la mejor de las ciudades humanas no parecía tan majestuosa.

Por su parte, el Duk'zarist no pareció percatarse de la mirada de Galand, enfrascado en su libro pese a que antes había dirigido algunas miradas al par de elfos.

Galand se interesó por la vida actual de Isildur en Arkángel, y por las impresiones que tenía de la ciudad. Cuando se consideró satisfecho, se disculpó y se levantó de la mesa. Acercándose a la barra con gesto discreto, dirigió una última mirada de desconfianza al Duk’zarist.

El D'Anjayni asintió levemente, con un cabeceo firme y discreto, sin permutar la expresión de su rostro. Con educación, señaló la bolsa de oro y levantó dos dedos.

— Cristophe Courtois es el enlace de Sol Negro en la ciudad, Artesano— mencionó con educación, tras recibir dos monedas de oro que hizo desaparecer bajo la barra—. Un hombre refinado, educado e inteligente, pero con una agenda apretada, como comprenderá. Podría acordarle un encuentro en tres o cuatro días— levantó dos dedos— o mañana mismo, al anochecer— alzó un tercer dedo—. Si precisa adquirir algún objeto concreto, puedo proporcionar al Señor Courtois con un sobre lacrado, si lo desea.

La forma de hablar del D'Anjayni carecía de emotividad, pero también de interés, o desinterés incluso. Era un hablar estructurado, pero en el que las frases parecían declaraciones individuales más que parte de una conversación. Cinco monedas de oro sólo por verle era bastante; con algo así, Galand podía comprar una brújula, y los campesinos no cobraban más de 30 monedas de plata al mes. Pero hoy día se podía comprar una mansión vacía con 800 monedas de oro, y Galand había cobrado suficiente con la Katana de Akio como para pagar... casi la mitad de dicha mansión.

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02/04/2019, 00:27
Galand Ul Del Verdantis

Hablar con un D’Anjayni siempre se le hacía extraño. Su forma de expresarse, de mantener una conversación… le resultaba desconcertante. Era como hablar con un ser del que no podías estar seguro de que tuviese voluntad, o de que estuviese realmente presente.

Pero lo estaba.

Cuando Galand oyó el ofrecimiento no dudó ni un instante. Cinco monedas de oro podían ser una fortuna, pero en aquel momento el dinero era lo que menos preocupaba al elfo. Si necesitaba dinero, simplemente trataría de conseguir más. Lo que quería ahora, con todas sus fuerzas, era encontrarse con el Príncipe y con Eldar.

Con un discreto movimiento, Galand deslizó tres monedas de oro de su bolsa hacia la barra.

- Deseo encontrarme en privado con él, mañana al anochecer - verbalizó claramente sus deseos, sin apartar la mirada de los ojos del D’Anjayni -. No hace falta mandarle ninguna carta antes, lo que deseo hablar con él lo haré en persona, gracias.  

El elfo sintió cómo un gran peso desaparecía de sus hombros. Al final no había sido tan difícil. Pero los nervios volvieron rápidamente a él. Iba a encontrarse con un simple mercader, un humano. Sin embargo, ¿podía estar seguro de que todo saldría como él deseaba? ¿Qué precio le cobraría Cristophe por conocer el paradero del Príncipe? ¿O del Creador de Artefactos?

Suspiró, algo acongojado por la nueva perspectiva. Su reunión con el mercader debía ir a la perfección.

- ¿Cuándo sabré la localización y la hora exacta? - preguntó, algo ansioso.

Si recibía aquella información al instante, Galand se dirigiría hacia el punto de reunión con la Princesa. Si todavía debía esperar… Galand haría tiempo conversando con Isildur, y luego iría hasta el punto de reunión.

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02/04/2019, 06:25
D'anjayni

El D'Anjayni asintió.

Usted puede caminar entre los humanos— obvió el hombre—. Vaya a la Librería "Los Escritos de Minerva", poco antes del cierre— pidió con naturalidad—. Cuando la dependienta le invierte a adquirir algún volumen o irse, dígale que albergaba esperanzas de que el Ilustre Courtois tuviera alguna recomendación personal— esbozó una sonrisa fría—. Si no pudiera atenderle, vuelva aquí y le reembolsaremos seis monedas de oro, Artesano. Esta misma noche hablaré con el mercader.

Y así fue. "Los Escritos de Minerva", que convenientemente el D'Anjayni había señalado a Galand en un mapa del distrito, era una gran librería en un ala pudiente de la ciudad. Sólo una zona adinerada podía albergar una colección de volúmenes tan grande de forma segura, y aún así tenía a dos guardias, con armadura de metal y espada al cinto, haciendo guardia en la puerta. Aunque pequeña, la librería estaba bien cuidada, y albergaba un puñado de centenares de libros. Minerva resultó ser una burguesa acomodada pero entrada en años, con el cabello gris recogido en una coleta y visibles arrugas de estar entrada en años. Parecía de lo más inocente, y le comunicó a Galand que cerraban con un considerado "¿Ve algo que le interese, caballero? ¿Puedo ayudarle a elegir alguna obra antes de que nos retiremos a cenar?".

Conforme Galand mencionó al mercader, la mujer sonrió de oreja a oreja con ligera malicia y le hizo una señal a Galand para que le siguiese, no sin antes gritar a los guardias de la puerta "Cerrad la puerta. Hemos terminado por hoy".

La mujer condujo a Galand tras el mostrador, a la trastienda. Ahí había algunas decenas de libros más, así como un puñado de sobres, manuscritos y tintas. Sin embargo, la mujer abrió la habitación con llave que daba a sus propios aposentos. Un modesto estudio, que incluía una pequeña cocina con chimenea, una zona de recreo con una estantería y un sillón, y un camastro en la esquina, debía de ser su "casa". La mujer se dirigió derecha a la estantería, y tras empujar algo en un lateral, se escuchó el sonido de un cierre.

"Ayúdeme, buen hombre. Una ya no está para ciertos esfuerzos" dijo la mujer. Indicó a Galand que empujase hacia si, y la librería cedió, revelando una enjuta escalera con peldaños profundos y estrechos, difíciles de navegar. Los pies de Galand apenas podían apoyarse, con cuidado, usando la planta, por lo que debía apoyarse en las paredes de piedra para no perder el equilibrio. Claramente, aquella escalera era algo forzado en el poco espacio del que disponían.

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02/04/2019, 06:52
Christophe Courtois

Sin embargo, una vez llegó abajo, encontró una pequeña estancia, que simplemente albergaba dos sofás, una mesa entre ambos, y una gran estantería tras ellos, cargada con alrededor de un centenar de volúmenes, algo desordenados. Volúmenes religiosos e históricos en su mayoría, pero Galand rápidamente reconoció seis copias de códices de Magia. Dos de Oscuridad, uno de Ilusión básica, uno de Fuego, uno de Destrucción y uno de Nigromancia básica.

Leyendo un inocente volumen desde uno de los sofás, un noble de cabello castaño y lacio, mediana edad pasados sus mejores años, y ropas de piel, propias de un burgués resguardándose de los inicios del invierno, se encontraba quien debía de ser Christophe Courtois.

— Buenas noches, Caballero— saludó el mercader de Sol Negro, cerrando el volumen.

Se levantó del sofá, estrechó la mano de Galand, y le hizo un ademán invitándole a sentarse en el sofá frente a él.

— Debo pedirle perdón por la austeridad de la estancia— se disculpó—. Disponemos de instalaciones más agradables, con inventario más a mano, pero debemos primar la precaución en primeros encuentros. En fin— sonrió sentándose de nuevo en su sofá—. Soy Christophe Courtois. Un placer conocerle. ¿Cómo puedo llamarle, si puedo preguntárselo, y cuál es el motivo de su visita?

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07/04/2019, 00:53
Galand Ul Del Verdantis

Las instrucciones del D’Anjayni fueron claras y precisas, lo cual Galand agradeció. Con un leve asentimiento de cabeza, Galand agradeció la ayuda y se retiró.

Antes de marcharse del refugio, se acercó a Isildur y posó una mano sobre su hombro.

- Debo irme ya, hermano. Tengo asuntos que atender. Ha sido un placer verte, ojalá nuestros caminos se crucen de nuevo.

Se disponía a marcharse, pero nuevas palabras se materializaron en su mente, y surgieron de sus labios.

- Siempre es agradable encontrarse con uno de los nuestros… - dijo con una sinceridad y una melancolía muy patentes en su expresión y en su mirada.

Con una sonrisa, Galand se retiró finalmente.

Adoptó de nuevo la forma de Alain, el Bardo. Las luciérnagas doradas bailaron entorno a él, posándose sobre su piel y formando el místico manto que cambiaba su aspecto.

***********

De vuelta en el punto de reunión, Galand se encontró con la Princesa. Le contó lo que había averiguado sobre Cristophe Courtois, el contacto de Sol Negro que los podría llevar hasta el Creador de Artefactos.

Le dijo que debía ir solo al encuentro, y que trataría de conseguir que el mercader les diese la información que necesitaban. Pagaría lo que fuese necesario, y estuviese en su mano pagar.

Aquella noche, Galand discutió con la Princesa sobre la vía más factible para conseguir la ayuda del mercader. Si revelaban sus verdaderas intenciones, quizá no encontrarían la ayuda que necesitaban.

Galand creyó que era más seguro hacerse pasar por un comprador cualquiera, interesado en las especiales habilidades del Hacedor de Artefactos.

Aquella sería su estrategia durante la noche siguiente.

***********

Ya en presencia de Cristophe, Galand se permitió relajarse. Había acudido a la librería con un aspecto distinto a su disfraz habitual.

Aquella noche, Galand vestía la apariencia de un hombre de edad media. Más viejo que el Bardo, más joven que el Herrero. Su atuendo era elegante, denotando riqueza. Vestía como un hombre que se podía permitir el tipo de productos sobre los que venía a curiosear. Su barba excelentemente recortada y su cabello corto le daban un aspecto noble. No llevaba ningún arma visible, pero sí que llevó consigo el precioso broche Sylvain, una muestra de que ya poseía artefactos de poder sobrenatural.

No pudo evitar echar un vistazo a los objetos que se encontraban en la sala. Muchos libros repletos de conocimiento arcano. A saber de dónde habían sido extraídos.

Cuando se encontró frente al mercader, Galand le estrechó la mano.

- Buenas noches, es un placer estar por fin frente a usted - saludó sonriente -. No es inconveniente alguno la austeridad, para nada. Comprendo sus métodos, tienen un negocio que proteger - comentó con una leve carcajada.

Galand se sentó en el sofá, adoptando una postura regia, imponente. Interpretaba el papel de un hombre pudiente de Arkángel. Alguien con una gran fortuna que gastar, y también interesado en lo sobrenatural, como mostraba su broche.

- Verá, mi nombre es Alessandro De Luca, he venido de lejos para poder encontrarlo a usted.

El elfo se recostó en su sofá, cruzando una pierna mientras extendía los brazos a lado y lado, poniéndose cómodo.

- Hace ya unos años que me adentré de lleno en este mercado tan amplio y fascinante. Y ahora que he hecho mis propios progresos en este campo, deseaba hacer un pedido muy especial. No le voy a engañar, Señor Courtois, mi deseo es en realidad pedirle que me ponga en contacto con alguien muy singular.

> He oído historias, de un Creador de Maravillas. Un hombre que vive en una fortaleza oculta, creando objetos de gran poder. Deseo encontrarle, hacerle un encargo particular. Pensé que quizá podría usted, con su gran conocimiento e influencia, guiarme hacia su paradero.

Galand se separó del respaldo, inclinándose hacia adelante.

- Por supuesto, pagaré muy gustosamente por la información.

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08/04/2019, 10:07
Christophe Courtois

Si bien el mercader mantuvo una actitud positiva y afable, con una tenue sonrisa amistosa, su rostro fue degradándose en una mueca de preocupación o frustración. Leve, pero visible.

El hombre exhaló con gravedad, dejando escapar el aire por una rendija entre los labios, antes de hablar.

— Traéis una petición difícil, Señor De Luca— comenzó el mercader inclinando la cabeza—. El Creador de Maravillas no se queda mucho tiempo en el mismo sitio. Visitarle requerirá, probablemente, un considerable viaje por su parte. Puedo saber dónde se encuentra, eso no es problema...— aclaró—. Pero el individuo del que habla es muy selectivo con sus clientes, y valora mucho su privacidad. Puedo transferirle su solicitud, Señor de Luca, pero me temo que sin más detalles es extremadamente probable que la desestime, y por seguridad tiende a hacer uso de mis servicios como intermediario.

En resumen... aquel humano era un creador de artefactos. Y como el propio Galand, no aceptaba encargos "de verdad" por parte de cualquiera. No con tantas facciones y la Inquisición en medio. Si Galand quería conseguir verse con él, según Christophe debía hacerle una propuesta atractiva, y a través del propio mercader.

— Transferir su petición serían 5 escudos de oro, Señor de Luca— continuó el ocultista—. Y otros 5, si aceptase, para acordar un encuentro en persona con él. Puedo asegurarle que es un precio de entrada muy modesto para lo que el Creador de Maravillas puede ofrecer— añadió con intención de agasajar y seducir a la fachada de Galand—. Pero si quiere que su petición llegue a buen puerto... le recomendaría que me dijese la cifra inicial que tiene en mente, así como el motivo de su encuentro.

Galand sabía bien que el precio de todo era negociable. Pero en ocasiones, una noche en una posada era más difícil de negociar que un artefacto arcano. Bueno... no más difícil, pero sí improbable. Cientos de miles de personas dormían en personas cada día, pero solo decenas de artefactos arcanos eran comerciados cada día. Y a más caro, y más raro, más valía su precio de lo que uno estuviese dispuesto a pagar, cobrar, la región y la disponibilidad.

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10/04/2019, 23:57
Galand Ul Del Verdantis

Mientras escuchaba la réplica del mercader, Galand se recostó en el sofá. Diablos… ¿qué hacía él en un lugar como ese? Comerciando, usando el subterfugio.

Podía forjar espadas imposibles, incluso abatir a pequeños ejércitos por sí mismo... Pero ahora se encontraba atascado, hablando con un simple humano que se interponía entre el Príncipe y él.

Galand trató de evitar mostrar su hastío. Necesitaba un plan, una propuesta. Algo que pedirle al Creador de Maravillas. Algo lo suficientemente particular e interesante como para atraer su atención, para que accediese a hablar con él.

¿Agradecería él luego que no fuese más que un engaño? ¿O debía aprovechar Galand ahora que podía para realizar un encargo de verdad?

Galand, interpretando a Alessandro De Luca, suspiró audiblemente mientras juntaba las manos frente al regazo.

- Tenéis razón, Señor Courtois. No puedo presentarme aquí sin nada más concreto que una misteriosa oferta.

Galand debía pensar rápido. Las cantidades de dinero que movía Sol Negro estaban bastante por encima de lo que él manejaba normalmente. Una cosa eran las armas de calidad exquisita, pero los artefactos de poder místico… eran un bien mucho más preciado.

Con sus fondos actuales, Galand no podía proponer una verdadera compra a alguien del calibre del Creador de Maravillas. No como para hacer algo de cero.

Pero… ¿Y si partía de algo que ya tenía?

Respiró hondo.

- No, debo hacerle una propuesta honesta. Verá… deseaba guardarlo en secreto, pero supongo que si servís de intermediario para el Creador de Maravillas puedo confiar en vos.

Galand alzó una mano mientras acompasaba su respiración con una suave canción élfica que resonaba en su cabeza. Un metálico Si inundó la habitación, pero la nota fue suave, melodiosa. Quedó sostenida en el aire mientras una tenue luz medio plateada medio dorada aparecía frente al elfo.

La luz tomó forma alargada, y de sus entrañas surgió un filo tan bello y elegante que muchos matarían por él.

El Si todavía resonaba en la sala, la melodía que acompañaba la aparición de su filo más preciado, Legado de Verdantis. Aquella espada había sido forjada por el padre de Galand. Era lo último que le quedaba de él, lo único que había tenido de él, de hecho.

La espada quedó quieta en el aire, reposando sin moverse. Su filo arrancaba destellos iridiscentes de las tenues luces de aquel sótano. Las gemas que decoraban su empuñadora eran tan profundas que parecía que podías caer en su interior. Unas pequeñas runas élficas adornaban la base del filo.

“Fuego y Metal”

Una tontería, unas palabras sin sentido que su padre había inscrito en el filo de su creación. Referenciaba al oficio del Herrero, del forjador de espadas. Fuego y Metal. Eran los progenitores de todas sus espadas. La bella manufactura élfica era fácilmente reconocible, así como el brillo que desprendían las gemas, cargadas por completo de Zeon.

Era un artefacto poderoso, y Galand esperaba que Cristophe pudiese apreciarlo.

Cuando la nota musical se desvaneció finalmente, el elfo habló.

- Encontré este artefacto en uno de mis viajes, en las antiquísimas ruinas de una raza perdida - explicó Galand -. Y tras mucho estudio y trabajo he conseguido que responda a mí. Es muy poderosa, de eso estoy seguro. Pero necesito la pericia del Creador de Maravillas para desbloquearla, para potenciarla.

Con un leve movimiento de dedos, la espada giró en el aire, alzando el pomo hacia arriba y dejando el filo hacia abajo. Comenzó a rotar lentamente.

- Quiero llegar mucho más allá, dominar su poder por completo, aumentarlo. Quiero que el Creador de Maravillas la modifique para mí. Estoy seguro de que alguien de su renombre podrá… lograrlo.

La espada descendió finalmente hasta posarse sobre la mesa.

- Podéis observarla de cerca, si así lo deseáis - lo invitó Galand.

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12/04/2019, 04:17
Christophe Courtois

Dubois se retrajo en su asiento, con cierta desconfianza e incomodad, conforme el Sylvain disfrazado comenzó su cántico. El humano era, al fin y al cabo, un humano, pero trabajando para Sol Negro tenía nociones de lo sobrenatural, y probablemente esperaba que Galand estuviese realizando algún tipo de magia o conjuro. Sin embargo, tras enarcar una ceja inicialmente, el hombre abrió los ojos como platos, y poco a poco su mandíbula comenzó a abrirse.

Conforme Galand terminó, el hombre había compuesto, lenta pero seguramente, una mueca desencajada de estupefacción. Profirió algún sonido entrecortado, una suerte "a" u "o" ahogado en la base de la garganta, mientras miraba la espada larga frente a él. Sus ojos, abiertos de forma desproporcionaban, recordaban a los de una rana, pero en conjunción con la tensión de su mandíbula parecía un zombie, aunque por suerte seguía siendo un humano normal y corriente sin rasgos reales de sufrir ninguna suerte de nigromancia.

¿S... sí? Gracias— comentó intentando recomponer la compostura, mientras se recostaba ligeramente sobre la espada.

Tras observarla con atención durante unos segundos, y tocarla con delicadeza con sus propios dedos, se apoyó en el suelo con las rodillas frente a la mesa de café, pudiendo examinar la espad con mayor cercanía.

— Realmente impresionante, Señor de Luca— se atrevió a decir, encantado—. Es preciosa. Preciosa— repitió.

El hombre se levantó, acercándose a la gran mesa del fondo. Rebuscó una lupa entre los libros, que usó para examinar con detalle la espada, especialmente las joyas de Zeon en la empuñadora. Tras ello, dio la espalda a Galand y puso una mano bajo el cojín del sofá, levantándolo. Bajo el asiento de Christophe había un pequeño cajón oculto. Lo destapó y rebuscó algo, sacando un pequeño frasco de vidrio con un tapón. Humo gris flotaba atrapado en su interior. Lo colocó al lado de la mesa, cerca del filo de la espada, y alivió la presión del tapón, descando escapar una pequeña fracción del gas antes de apretarlo otra vez.

Mientras el humo flotaba, con un trapo limpio giró levemente el pomo, haciendo que el filo atravesase el humo. Rápidamente, la nube gris se esfumó con un ligero crepitar. No fue para difícil para Galand entender que se trataba de un espíritu o un ánima atrapado en el botellín.

Como suponía...— confirmó el mercader al ver el arma podía dañar entidades no físicas, sentandose finalmente en su asiento—. La organización para la que trabajo posee muchos artefactos de gran poder, naturalmente— se enorgulleció el hombre—, pero no muchos de ellos son armas. En el sentido estricto de la palabra, al menos. Supongo que eso me permite decir sin vergüenza que es la espada más bella que he visto en mi vida, Señor de Luca. Me siento muy feliz de haber podido verla. Se lo agradezco.

Christophe compuso una sonrisa franca y metió una mano en el bolsillo interno de su chaleco. Sacó de él una pequeña cartera, que abrió para sacar de él 3 monedas de oro. Las dejó con delicadeza sobre la mesa y las deslizó sobre la misma hasta Galand.

— Ahí tiene, buen hombre— comentó con una sonrisa—. Mi reembolso por nuestro encuentro— dijo separando ligeramente 2 de ellas— y mi agradecimiento por esto— añadió moviendo ligeramente la tercera moneda.

Si las palabras de Christophe eran ciertas, había cobrado una moneda de oro por ver a Galand, y una segunda por verle en un día. Por contra, el D’Anjayni había cobrado por monedas por hablar de Christophe, y una por acordar el encuentro con él. Nada mal para el D’Anjayni.

Ni que decir tiene... que si decidiese desprenderse de esta joya a manos de nuestra organización, podría vivir como un príncipe el resto de su vida, Señor de Luca— ofirió el hombre. Naturalmente, aquella era una compra ciega para Sol Negro—. Pero no me cabe duda de que El Creador de Maravillas querrá verle. Y pronto. Por favor, vuelva mañana por la noche y le haré saber su respuesta— le animó—. Pero antes de ello... me pregunto si me permitiría dibujar esta espada en unos minutos. Estoy seguro de que El Creador de Maravillas sabrá mucho mejor lo que se le ofrece si lo ve, aunque sea en carboncillo. Y por otro lado, si me permitiese— se aclaró la garganta—. La primera... ¿no se encontró con nadie custodiando dichas ruinas?— preguntó con tono curioso, pero que denotaba cierto desafío—. Y la segunda... ¿posee usted el Don, Señor de Luca?— añadió cmabiando su curiosidad por respeto y admiración.