Partida Rol por web

Galahad contempló atónito como el valor del druida era equiparable al más temerario de su orden, no sólo desoyó su consejo de huir, sino que se jugó el tipo para recuperarle su espada, mas cuando iba a agradecerle su proeza, una monstruosa cola los aplastó a ambos, viendo como última imagen ante de desfallecer el cuerpo seccionado en dos de Falin, sin poder entender muy bien cómo había pasado.

Aquel era el fin para el solámnico, un fin a la altura de los grandes héroes, por lo que en su último respiro, se podía ver una relajación solemne en su rostro, y así fue como todo se apagó... Todo era negro, era la nada, no había si quiera pensamiento; hasta que una voz, como si de un susurro en la distancia se tratase, le dijo "Me has servido bien Galahad, y no seré yo el que recompense con la muerte una acción tan heroica, vuelve ahora y disfruta de la segunda oportunidad que te has ganado a pulso..." expuso la voz reverberante que le hizo tomar en el acto conciencia de sí mismo, y sobretodo, entender lo que había pasado, sin duda Habbakuk lo había salvado en recompensa a su sacrificio y aquello redoblaba la devoción que el caballero ya tenía en su deidad.

Así pues, notando como el aire inundaba de nuevo sus pulmones, abrió los ojos y contempló a las artífices de su resurrección, a las elfas Xadrielie y Thyla, por un momento estuvo a punto de abrazarse a ellas y llorar de emoción, pero su férrea conducta se impuso, y sólo dejó caer dos lágrimas, a la vez que les decía:

-Tenéis toda mi gratitud nobles damas, me habéis devuelto a la vida y eso es algo que nunca podré pagaros -expuso con solemnidad.

Tras ello se enteró de todo lo sucedido, incluso lo acontecido al pobre Falin, no iba a ser él quien criticase a Xadrielie por un error fortuito, por lo que únicamente calló y se dispuso a cavar la tumba del valeroso pícaro, no sin antes decirle a la clériga cuando la veía rebuscar sus cosas:

-Bien pensado, si tiene algún familiar le gustará recuperar sus enseres cuando volvamos -aclaró sin concebir si quiera que la elfa quisiera quedarse dichos objetos para ella.

Finalmente, cuando Jaenis les contó lo que había descubierto del mapa, Galahad negó con la cabeza sin poder dar crédito a que aquella mujer pudiera concentrarse en los estudios mientras sus compañeros luchaban y morían a pocos metros de ella, sin duda la frialdad de su ser era un claro ejemplo de la túnica que vestía, por lo que no se molestó si quiera en comentar dicho descubrimiento, la desazón de su rostro lo decía todo...

Por último, mientras seguía cavando la tumba vio como el druida volvía en sí, y en tono jocoso tras lo vivido le dijo:

-¿Sabes una cosa? si fueras algo más corpulento y alto serías un gran solámnico jaja -expuso alabando su valor, para acto seguido ofrecerle su pala y que cavara un poco también él, aunque en el último momento se la denegó diciendo- pensándolo mejor, creo que voy a seguir yo solo, la última vez que trabajé junto a ti acabé más muerto que vivo, es mejor que no tentemos más a la suerte -añadió con una sonrisa- aunque si esto no me ha matado, no sé que esperar ya jaja -concluyó sin dar crédito a las numerosas heridas que había recibido y sin embargo no habían podido contra él.

     Ormin se lamió una mano y la restregó por la cara como si fuera un gato. Luego abrió los ojos y carraspeó, todavía confuso: -Para estar muertos tenemos un aspecto lamentable…No sé, yo me imaginaba túnicas blancas impolutas, en lugar de tanta sangre.- Cuando el kalanesti trató de moverse el intenso dolor le demostró que seguía  vivo. - …He soñado que me acunaba mi madre- Murmuró buscando algo a su alrededor, todavía conmocionado.

 –¿Quién ha perdido las piernas?- Se sorprendió  al ver medio cuerpo en el centro de tanta sangre. El gesto desencajado de Suindhël retirando la otra mitad de un cuerpo le quitó las ganas de bromear. Entonces reconoció las botas altas del agente del Sinthal-Elish y deseó no haber despertado. El druida se tendió contra la montaña de huesos y se comió un par de pequeñas setas de color parduzco. No le curarían, pero le harían olvidar lo que había visto. Cuando se recompuso acompañó a Galahad:

 -…si esto no me ha matado, no sé que esperar ya jaja-

-Que un dragón me deje tullido se está volviendo una mala costumbre. Pero tienes razón, hemos tenido más suerte que el pobre Falin.- Ormin se acercó al túnica blanca y le propinó un abrazo. No había mucho que decir y no habló hasta pasado un buen rato:

-Si llega mi hora no me enterréis. Mi tribu deja a los suyos en lugares elevados donde los pájaros aprovechen sus cuerpos para seguir surcando los cielos más allá de la muerte.- El kalanesti se encogió de hombros y añadió: - Si no puedes evitar ser devorado, mejor los buitres que los gusanos ¿No?- No era el momento de perturbar a nadie con sus creencias de modo que cumplió con los ritos de los forasteros y volvió a la gruta con Xadrielie.

–La vida es un círculo. Veamos que nos ha devuelto la gran rueda- Siseó pasando página y examinando el botín junto a la sacerdotisa.

- Ashe, si volvemos a Astarost con vida pienso beberme todo el vino de tu ciudad y bailar desnudo hasta que salga el sol. Más te vale avisar a tu señora de las costumbres de este salvaje. ¡Ya lo creo!¡Como que me llamo Ormin Huesonegro!- Soñó recuperando el ánimo por estar vivo.

- Si me lo permitís... - Intervino la sacerdotisa. - Llevaré la espada corta de Fallin, no quiero verme desarmada tras un mal espadazo... - Comentó al recordar lo que le había sucedido a Galahad. - Y puedo llevar ese morral. Todo lo que lleva en su interior puede ser muy útil. - Comentó. - Para todos... 

Agarró entonces el chaleco y se lo lanzó a Ashe. 

- Ponte eso sobre la armadura... - Le miró de arriba abajo. - O debajo. - Se encogió de hombros. - Es mágico y no se exactamente que hace, pero creo que puede protegerte.

Agarró las tobilleras, eran muy parecidas a las suyas. Se las pasó a Galahad. 

- Ponte tu esto. - Le dijo. - Si son como la mías puede que sirvan para desplazarte de lugar en un abrir y cerrar de ojos. Muy útiles, aunque debemos identificarlas, claro.

Cogió los guanteletes.

- Ormin. - Se los lanzó. - No conocía mucho a Fallin, pero creo que esto le hacía mucho más diestro. Úsalos. 

El cinturón... se parecía mucho al suyo y servía como método de curación mágico. Se lo pasó a Thyla.

- Puede que te sirva bien. - Le enseñó el suyo propio. - Creo que es curativo. Y ponte su armadura. Eso te puede servir en un momento dado para salvar la vida...

Les entregó entonces los pergaminos a los arcanos, Suindël y Jaenis podrían usarlos llegado el momento.

- Y... - Señaló todo el tesoro. - Vamos a repartir peso para cargar todo esto...

Con la colaboración de casi todos, no tardáis en llenar los sacos con el tesoro de los dragones y guardarlos a continuación en el cofre encantado de Ashe. Su peso sigue siendo tan liviano como lo era antes de cargarlo con miles de monedas y ahora solo queda esperar el regreso a Silvanost para poder gastar vuestro bien ganado botín.

Por su parte Thyla, avergonzada por su cobardía que tan cerca ha estado de costaros la vida a algunos de vosotros, no duda en entregarse a la oración con tanta vehemencia como resulta necesario hasta conseguir que todos os encontréis totalmente restablecidos de vuestras heridas.

Todos salvo el infeliz Falin, para quien caváis una tumba poco profunda con su propia pala antes de que la sacerdotisa de Kiri-Jolith comience a repartir entre vosotros sus pertenencias. Thyla mira con repugnancia la armadura ensangrentada y agujereada de vuestro asesinado compañero, pero acepta agradecida el cinturón como una forma de honrar la memoria del difunto.

Una vez en el exterior, os sorprende que todavía sea de día. De hecho, apenas han pasado un par de horas desde el mediodía y muchos agradecéis que el sol caliente vuestros cuerpos ateridos de frío.

El paisaje sigue siendo tan deplorable como lo era cuando os adentrasteis en la guarida de los dragones, pero ahora por lo menos tenéis esperanzas de que eso pueda cambiar. Habéis recuperado el "tesoro de plata", escondido bajo las ruinas de Solune y lo que queda por hacer parece sencillo. ¿O no?

—Ahora solo tenemos que sobrevivir hasta la medianoche, usar el mapa de Silvanesti Sombrío para teleportarnos hasta el santuario de Chislev y arrojar ese huevo de dragón al lago —comenta la Túnica Roja con aire satisfecho, tras convocar una vez más su neblinoso refugio—. A propósito, ¿puedo verlo? ¿Quién lo tiene, tú, Ormin?

Efectivamente, el huevo plateado descansa todavía en el interior de la bolsa de contención del druida kalanesti, solo que ahora ya no está abultada y no parece estar allí.

—Vosotros sabéis de dragones más que yo, eso seguro —interviene Thyla, con tímidez—, pero... ¿Estáis convencidos de que tirar a ese pobre Plateado al lago es lo que queréis hacer? No sé, pero pensaba que los dragones metálicos nos habían ayudado durante la guerra. ¿No sería más útil quedárnoslo? No para nosotros, claro, quiero decir... llevárselo a la reina Alhana. Seguro que los sabios de su corte saben cómo eclosionar ese huevo o, pueden intercambiarlo por ayuda de los dragones contra la Pesadilla o... ¿Qué sé yo? Cualquier cosa mejor que tirarlo a un charco lodoso después de lo que nos ha costado conseguirlo, ¿no?

- A ti, Thylantalessa, no se puede decir que te haya costado demasiado recuperar nada... - Le recriminó. - A Galahad ya Ormin casi les cuesta la vida. A Fallin se la ha costado. Ashe ha estado allí para ayudar, Suindhël también y yo también, así que... - Negó con la cabeza. - No creo que seas la más indicada para opinar sobre nada. Y te digo más. Ponete esa maldita armadura. Quizás así la próxima vez que alguno de tus compañeros esté en apuros, no tengas tanto miedo a acercarte para hacer lo que es tu deber. - Apretó los puños con rabia. - Sanar sus heridas. ¿Lo has entendido? - No esperó respuesta. Le importaba más bien poco lo que tenía que decir. - Haremos lo que dice Jaenis. ¿Alguna objeción a parte de la de... - miró con desprecio a la sacerdotisa cobarde - ...ella?

- Llevamos días de caminos cargados de peligros y estamos muy cerca de acabar con la pesadilla. Yo no reevaluaría el curso de nuestras acciones. El huevo sin duda es un precio muy alto, pero más precio es todo lo que están sufriendo otras criaturas debido a la pesadilla, como aquella fata que dependía del río para sobrevivir... No nos arrepintamos de arrojar el anillo justo cuando hemos llegado a los ríos de lava.

El caballero aceptó las tobilleras del difunto compañero, a modo de recuerdo, no obstante, siguiendo con sus ideales dijo:

-Está bien, las usaré mientras aún estemos en peligro, pero cuando volvamos a Silvanost todas las pertenencias de Falin han de ser devueltas a los familiares que le resten, siguiendo las leyes de su pueblo, y sólo en caso de que no haya nadie que reclame dicha herencia podremos seguir usándolas ¿entendido? -dijo con un un tono que no admitía discusión y dejando claro que pensaba hacer cualquier cosa por cumplir con la ley- además, la parte del botín de Falin seguirá perteneciéndole, su última voluntad fue donarlo a los kirath y así se respetará -concluyó autoproclamándose como valedor de la verdad mientras aún siguiese con vida.

Tras ello, y viendo que la clériga rubia no acataba el reparto de Xadrilie y empezaba una discusión, Galahad procedió a llamar a la calma y con voz diplomática dijo:

-Haya paz, pelearnos entre nosotros es lo que menos nos conviene ahora mismo, es cierto que Thyla cometió un grave error -dijo mirando a esta esforzándose en pronunciar aquellas palabras que conocía en élfico y el resto en común- al igual como lo cometiste tú al golpear a Falin, o incluso Ormín y yo al romper el hielo para coger el huevo sin esperar a los demás -aclaró entonando el mea culpa- somos un grupo y todos tenemos responsabilidad de lo que ocurre, discutir ahora no nos devolverá a Falin, pero aprender de nuestros errores sí servirá para que no vuelva a ocurrir -expuso mirando a Thylantalessa- todos debemos aprender -indicó en élfico- independientemente de si nuestra compañera acepta la cota de mallas o no, quiero pensar que si vuelve a acontecer algo así no huirá, al igual que Jaenis tampoco permanecerá ajena -concluyó mirando a esta última y recordándole a Xadrilie que su compañera clériga no había sido la única ociosa y no debía emprenederla únicamente contra ella.

Finalmente y en cuanto al debate de qué hacer con el huevo, el solámnico no sabía muy bien qué decir, desconocía tanto los temas élficos y dracónidos que no se consideraba con la potestad de dictar sentencia, por lo que únicamente dijo:

-Quizás peque de optimista, pero quiero pensar que Chislev no quiere el huevo para destruirlo, no sé para que valdría una cría muerta, me inclino a pensar que es más probable que la imbuya de poder y sea a través de esta cría a partir de la cuál vaya sanando el bosque; no obstante poco sé de dragones y de rituales, por lo que acataré lo que decidáis la mayoría, si mi silencio acaba en desgracia aceptaré las consecuencias de mi decisión llegado el momento... -dijo finalmente dispuesto a ir a buscar a los dragones del bien y someterse a su juicio si tal y como pensaban muchos, acababan mandando una cría a la muerte.

Por último, se quedó un poco confundido ante el comentario de Suindhël, y dubitativo dijo:

-¿Lava? ¿anillo? no soy ducho en las historias de vuestro pueblo -indicó esperando que le aclarasen aquel símil si lo estimaban oportuno.

- Si, cometí un error. - Dijo apenada la sacerdotisa. - Es cierto que fue el filo de mi espada quien dio muerte al pobre... - Fue a decir su nombre, pero no pudo. De haberlo hecho, hubiera roto a llorar. - Estaba allí, peleando contra ese dragón y tuve la mala suerte de arrebatar la vida a alguien al que momentos atrás se la había devuelto. En el fragor de la batalla, en ocasiones suceden este tipo de cosas y ... - Tragó saliva. - ...este error me acompañará toda la vida, cierto. - Miró a Thyla. - En cambio, siendo una sacerdotisa dedicada a la sanación, deberías haber estado allí. De no haber huido, estoy convencida de que nadie habría caído. - Le dijo a Thyla. - Todos sabemos como son los túnica roja, pero no esperaba que una hija de Quenesti Pah rehuyera sus obligaciones.  - Miró a Jaenis. - Y con ello, no te exonero de culpa, Jaenis, también me has defraudado, pero no tanto como ella. De ti me lo esperaba, de ella no. - Miró de nuevo a Thyla. - Y ponte esa armadura. La armadura de la vergüenza que impedirá, espero, que vuelvas a rehuir tu deber.

-Ejem. Pido la palabra, amigos. - Carraspeó levantando su mano bendecida con los guanteletes de Falin. El druida no tuvo reparos en aceptar las pertenencias de los caídos, pues formaba parte de la rueda de la vida. –La discusión del futuro del huevo se interrumpió por nuestra huesuda amiga, pero ahora, con calma, es algo en lo que debemos acordar.- Dijo recorriendo con la mirada a cada uno de sus compañeros hasta detenerse en Thyla. –Dudo mucho que Chislev desee sacrificar a un metálico nonato. Estoy convencido, y esto es solo una creencia, que bañar el huevo en las aguas del santuario tendrá un efecto más positivo que su muerte- el kalanesti señaló a la sacerdotisa para enfatizar que le estaba haciendo una promesa: -He dicho bañar, no abandonar, y si le ocurre algo a una criatura inocente, juro por los pocos pelos que me quedan, que rendiré culto a otro dios con más criterio.- Aseguró inspirando hondo. Detuvo su mirada en el solámnico y pensó si no se le estaría pegando demasiado de aquél gigante.

-Si estamos de acuerdo, no perdamos tiempo, aunque entendería que quisierais descansar antes de partir-

¿Qué hacía allí aquella flautista? No estaba segura, pero era evidente que no estaba allí únicamente para tocar su flauta de pan y alegrarles la llegada al santuario corrompido por la pesadilla. Sin duda alguna, aquella anciana tendría algún tipo de mensaje o cometido, porque desde luego, su aparición no podía tratarse de un mero hecho fortuito. 

Xadrielie miró a sus compañeros. Seguía molesto con Jaenis, aunque no había hecho demasiado caso a su forma de despotricar. No tenía razón ninguna. También estaba molesta con Thyla, aunque ella al menos había bajado la cabeza capitulando de alguna forma y esperaba que hubiera aprendido la lección. La opinión que buscaba sin embargo, era la de Sunidhël, quien de todos, era el más experto en cuanto a profecías se refería.

- Buenas noches. - Saludó la sacerdotisa a la flautista. - Ha quedado una noche perfecta para la música, ¿no cree? - Le pregunto tratando de ser sutilmente irónica.

- Ha quedado una noche perfecta para la música, ¿no cree?-

Ormin llevó la ironía un paso más allá gruñendo: -Pues después de perder a Falin no estamos para que nos toquen la flauta-

El ánimo del druida estaba mermado por el tremendo sacrificio que habían sufrido para llegar hasta allí, y se la hacía cada vez más bola la idea de que, después de todo, la diosa a la que había consagrado su vida, pudiera obligarles a sacrificar una noble e inocente criatura. Igual que en el cuento en el que piensas que tu vecino no va a prestarte ayuda, y cuando llegas a su puerta le mandas a la porra sin llegar a pedirle nada, Ormin se adelantó a Xadrielie con el ceño fruncido: –¿Eres Chislev, verdad?- Gruñó de una forma poco apropiada para dirigirse a una deidad. –¡Pues ya tenemos el maldito huevo! ¿Y ahora qué?- Preguntó sentándose delante de la anciana con las fosas nasales dilatadas. El druida plantó la mochila entre sus piernas y la abrió lo suficiente para que el huevo sobresaliese. En su cabeza bullía la imagen de las piernas de Falin y la promesa que le había hecho a Thyla.

Tras varias discusiones y un silencio de lo más cargado, al fin pudieron continuar y llegar al claro sagrado con una prontitud del todo inesperada, y aunque la teleportación fue bastante extraña, todo había salido bien.

Una vez en la oscuridad, se dejó guiar por sus compañeros y luego por Thyla, pues después de todo lo vivido lo que menos quería era caer en una trampa o algo igual de mortífero.

Así pues, una vez consiguieron traspasar las enormes secuoyas, se quedó igual de extrañado que sus camaradas al ver allí a la anciana kalanesti, Galahad era de la misma opinión que Ormín sobre que podía tratarse de la encarnación de Chislev, por lo que los dejó hablar a ellos para no ofender a una deidad de esa categoría por su mal uso del élfico, por lo que se quedó esperando a ver qué acontecía y sobretodo a enterarse de qué le iba a ocurrir al pequeño dragón...

Nunca has oído hablar de las formas que adopta la diosa Chislev, pero dudas mucho que una elfa salvaje, vieja y enferma sea un avatar digno de ninguna diosa.

Pero nada es descartable tampoco. Hay rumores de que el mismísimo Paladine intervino directamente en la Guerra de la Lanza bajo la forma de un mago loco llamado Fizban. Y la leyenda de los caballeros de Solamnia cuenta que Kiri-Jolith y Habbakuk se presentaron ante Vinas Solamnus, el fundador de la orden, convertidos en un gran bisonte llameante y un fénix azul respectivamente.

Y a Takhisis, la Reina de la Oscuridad, se la conoce en algunas regiones de Ansalon como "La de las Mil Caras".

La permanece con los ojos cerrados hasta que termina su canción y, cuando los abre, lo hace para miraros largamente y en silencio. Solo después de su pausado examen y de haber echado un vistado al voluminoso huevo plateado le dedica una sonrisa a Ormin y se dirige a todos vosotros, sin levantarse del suelo.

—Aunque solo han transcurrido unos pocos días desde nuestro encuentro, os veo cambiados. Más poderosos, más experimentados. Quién sabe si también más sabios.

»El viento, los animales y las plantas me han hablado de vuestras hazañas. Me han dicho que se os ofreció la oportunidad de ayudar a restaurar el cauce seco de un arrollo y, aunque algunos accedisteis a hacerlo, muchos otros preferisteis vuestra comodidad personal y los intereses de los elfos a los intereses del bosque.

»Sé por mí misma que se os presentó la ocasión de mostraros generosos y compasivos con una pobre anciana solitaria y enferma, pero la recibisteis con chanzas y recelos. Con mejores palabras que acciones. De haber sido joven y hermosa, hubierais sucumbido ante las apariencias como los animales ante el rosal, pero escogisteis los prejuicios frente a la caridad.

»He sabido también que tuvisteis la oportunidad de usar la razón para ayudar a los centauros enfermoss, envenenados y enloquecidos por aquel árbol maligno y sus frutos ponzoñosos, pero decidisteis alejarlos del origen de su mal. Escogisteis la distracción y el engaño en lugar de la clemencia o la brutalidad para poner fin a sus males y, en su ausecia, acabasteis con la fuente de su locura. Ciertamente no con la misma dureza tratasteis a víctimas y verdugo pero optasteis por mirar hacia otro lado y evitar informaros. Vosotros y vuestra misión érais más importantes que las penalidades ajenas.

»Supe también que os topasteis con los aghar, los enanos gully, los desfavorecidos entre los desfavorecidos de la tierra. Los más indignos, los más necesitados... Tenían un tesoro que os era caro, pero tasasteis con un precio mayor sus vidas y vuestra integridad a la codicia. Fuisteis indulgentes con aquellos que a todas luces eran inferiores a vosotros y no los tratasteis con altivo desprecio.

»Y ahora estáis aquí. El peregrinaje que os ha traído hasta este ancestral lugar de culto sin duda ha debido de ser arduo para vosotros en vista de que habéis llegado menos de los que partisteis. Pero habéis logrado encontrarlo y llegar hasta él a tiempo para el tradicional sacrificio a la diosa.

»Y yo os pregunto, sabiendo lo que ahora sabéis, ¿os enorgullecéis de vuestros actos? ¿Os creéis dignos de ser escuchados por la Madre de las Bestias? Traéis para Ella un holocausto a la altura de la grave petición que esperáis hacerle a cambio, de eso no hay duda.

- No -respondió Suindhël rápidamente.

Después agachó la cabeza, entre avergonzado y triste, antes de volver a subirla.

- Pero de forma correcta o incorrecta, por mis conocimientos o mi falta de ellos, por nuestro poder o nuestra falta de él, tuvimos que decidir. La mayoría de esas cosas eran por causa de la pesadilla, la misma pesadilla que nos ha puesto a prueba varias veces y que al final se llevó a uno de los nuestros. Algunos de esos encuentros nos parecieron mortales, y tras aprender lo frágiles que éramos, y que seguimos siendo, y ante la premura de cumplir nuestra misión mientras las dos lunas estuviesen propicias pues así creímos que debíamos hacerlo, optamos por atacar la raíz de esos males y muchos otros que sin duda están sucediendo en este momento, antes que intentar deshacer cada entuerto que nos encontramos sin saber si seríamos capaces, o si el detenernos a dar esa lucha haría fracasar la misión principal. Si logramos eliminar la pesadilla, los cauces volverán a llevar aguas frescas, la caza volverá a abundar para los enanos, los árboles malditos liberarán a los centauros, y si quedan batallas por dar sin duda no serán tan duras pues al menos podremos descansar por las noches.

>> No intento justificar con eso todas nuestras acciones. No intento decir que todo se nos debe ser disculpado. Solo... somos falibles, y la dureza y la premura nos hicieron tomar decisiones quizás equivocadas, pero con la mejor de las intenciones. Si el juicio sobre nosotros ha de ser severo, me gustaría pedir que las consecuencias caigan sobre mí exclusivamente, pues fueron mis predicciones y mi guía las que llevaron a los demás por los caminos equivocados.

>> En cuanto al holocausto... traemos lo que creemos que se nos pidió, el huevo de un dragón plateado, cuyos padres lo encerraron en hielo para protegerlo y que lucharon por él más allá de sus vidas. Pero es un huevo, que dará una cría, inocente y de buen corazón como todos los dragones plateados. Esperábamos que no fuese a ser sacrificado pues nada ha hecho para merecerlo, sino que fuese cuidado para ser el adalid del bosque. Si... si ha de morir, me gustaría ofrecer mi vida en lugar de la suya. No soy tan valioso como él, soy consciente, pero soy mucho menos inocente que esa criatura.

- ¿Se nos está juzgando por hacer lo que se nos pidió? - Preguntó Xadrielie. - Se nos dieron una instrucciones confusas y se nos envió a un lugar peligroso, donde grandes héroes, personas mucho mejores que nosotros mismos murieron. - Señaló a Ashe con la mirada. - Allí tenemos la viva prueba de ello. - Comentó. - Se nos dio un plazo corto para lograr el objetivo y por ello tuvimos que tomar ciertas decisiones precipitadas, que puede que no fueran las más adecuadas. Podría ser... - Aceptó. - ¿No se nos podría haber avisado con tiempo de sobra? - Dijo indignada. - ¿Todo esto iba de un juicio contra nosotros? ¿No era el objetivo real de la misión, salvar el bosque al que creo que todos amamos, de la maldita pesadilla que lo está destruyendo? - Se acercó a la anciana. - Creo, anciana, que no tenemos que pedir perdón por nada y si se está pidiendo un sacrificio de una noble criatura a Chislev, es que Chislev está también corrompida por la pesadilla y ya no podremos contar con sus dones para salvar el bosque. - Argumentó con dureza. - ¿Tenemos que seguir con los acertijos? Es fácil hablar en clave cuando uno conoce las respuestas, pero no espere que sepamos interpretarlas a la perfección, pues sólo podemos dar lo que somos y somos simples mortales. ¡No lo olvide! 

     Ormin escuchó a la anciana en silencio. Su rostro de piel teñida por los rituales se enrojeció en algunos momentos, pero se contuvo al reconocerse en la mirada Xadrielie. Entonces el mago plateado tomó la palabra. Su bondad rayaba en lo ingenuo de tal modo que el jinete no pudo más que ponerse de pie de un salto. -¡Sacrifícame a mí, Chislev!- Se burló de Suindhël -¡No. Sacrifícame a mí!- Añadió bajando el tono de voz una octava y mirando al Solámnico por si se arrancaba con la misma cantinela.

-¡¿Nos hemos vuelto tontos con tanto golpe en la cabeza?!- El kalanesti asintió a las palabras de la clériga cuando finalmente expresó todo lo que él pensaba. Se volvió hacia Kadee, Chislev o quien fuera y soltó toda la angustia de tantos días en la pesadilla:  - No me creo nada. Hemos venido a arreglar algo y sí, la tarea nos viene grande, pero aquí estamos –

Su tribu era práctica, directa, incluso burda a los ojos de sus primos “más civilizados” pero estaba orgulloso de su linaje y de cómo habían luchado por su mundo hasta la muerte. – No he venido a que me juzguen- Siseó. El druida logró serenarse. La mayoría de lo que había dicho la anciana habían sido elogios. Aun así, se sentía un peón en mitad de una partida en la que cualquiera de sus compañeros podía perder la vida. Terminó por hacer una pequeña reverencia a modo de disculpa y añadió con cierta ironía con el mismo alegato final de Xadrielie: –¿Qué sabremos nosotros? El perro come el plato que le ponen delante-

En cuanto la evaluó, Galahad tuvo claro que aquella anciana no era la encarnación de Chislev, y aunque su seguridad no era completa, por sus conocimientos religiosos sabía que era muy improbable que adoptara una figura así.

No obstante, en cuanto la kalanesti empezó a narrarles todo su periplo (desde su punto de vista), como si de inmensos poderes de observación gozara, el solámnico se fue enervando cada vez más, pues en el caso de otro quizás no, pero su código moral era bastante estricto y no creía haberlo incumplido en ningún momento. Así pues y con la certeza de poder responder ante sus actos dijo sin lugar a dudas:

Y yo os pregunto, sabiendo lo que ahora sabéis, ¿os enorgullecéis de vuestros actos?

-¡Sí! sin lugar a dudas -expuso de forma tajante, pues si algo tenía de bueno seguir los principios de su orden es que podías tener la conciencia bastante tranquila- si no me falla la memoria, vuestro nombre era Kadee, ¿cierto? pues bien señora Kadee, vertís unas acusaciones sobre mi persona que no pienso tolerar, hice todo lo posible por hacer el bien a cada paso que di -aclaró mirando hacia atrás a sus compañeros que lo increparon por perder tiempo en su momento por ayudar a los indefensos- y por ello, si lo que se debate aquí es si fuimos egoístas o no, mi respuesta es clara, no, y ahora procederé a explicar nuestro proceder en relación a lo que nos increpas ... -añadió dispuesto a explicar sus actos- en primer lugar, por lo que veo, nos criticas porque ayudamos a la ninfa pero no a vos, según vuestra versión, por vuestro aspecto; pues bien, os recuerdo que el propio túnica blanca aquí presente os preguntó si necesitabais ayuda, y vuestra respuesta fue que no nos preocuparamos por vos, que vuestro mal era el mismo que el que afligía estas tierras, y que cuando arreglaramos este, os ayudaríamos a vos; así pues ¿qué nos increpáis? ¿el no caer embelesados por vuestro aspecto? ¿el hecho de que a algunos de nosotros os disgustara vuestra apariencia? -preguntó mirando a Suindhël pues fue este el que más desavenencias tuvo con ello- no creo que obrásemos mal en ningún momento, y si alguien se burló estoy seguro de que estará dispuesto a pedir perdón porque esa no era su intención -añadió pasando a comentar la siguiente actividad cuestionable- en lo concerniente a los centauros, ¿cuál se supone que fue nuestro error? ¿el hecho de no informarnos? ¿es que acaso había un cartel explicativo que pasamos por alto? ¿hicimos mal en no preguntar con educación a las propias criaturas que nos querían matar? casi nos cuesta la vida acabar con el propio árbol, ¿acaso pensáis que podemos acabar también con un ejército de centauros? -expuso incrédulo por las acusaciones sin fundamento de la kalanesti- os explicaré nuestro pensamiento, fuese acertado o no, vimos que lo maligno era el árbol, y no tanto los centauros, al acabar con el árbol esperábamos que los semihombres recobrasen la normalidad o al menos no empeorasen, además, os recuerdo que destruimos el árbol sin tener necesidad de ello, si las prisas nos importaran más, habríamos pasado del vegetal también; vos misma habéis dicho que los centauros estaban enloquecidos, ¿cómo se supone que vamos a curar a alguien con el que no podemos tratar? si tenéis la respuesta me gustaría oírla; hicimos cuánto pudimos por ellos y si su mal no se arregló no fue por falta de empeño, sino porque no era posible -dijo con la conciencia tranquila.

Después de zanjar aquel asunto, escuchó las declaraciones de Xadrielie y también de Suindhël, y sumándose a este último dijo:

-¿Holocausto? ¿es acaso esta cría el sacrificio animal que la diosa requiere? -aquello chocaba frontalmente con sus principios y por ello no tardó en sumarse al ofrecimiento del mago diciendo- no puedo permitir que una criatura inteligente sea sacrificada en contra de su voluntad, por lo que si ese es el precio no puedo acceder a ello, al igual que mi compañero mago me ofrezco a ser sacrificado en su lugar, pues si Habbakuk me envió aquí fue con este propósito sin lugar a dudas -añadió actuando tal y como Ormín había imaginado- de lo contrario me temo que no puedo permitir esto... -dijo finalmente dispuesto a luchar contra sus compañeros si era necesario.