Partida Rol por web

—La Naturaleza no juzga. La Naturaleza no exige. La Naturaleza es una observadora paciente —responde la vieja kalanesti, sin alterarse—. Ni se regocija con vuestro orgullo, si comparte vuestros pesares. Cada uno de vosotros es su propio juez al final de cada jornada y decide si se ha comportado o no de acuerdo a su conciencia. ¿Qué os importa lo que opine yo, que no soy más que una pobre vieja enferma?

»Chislev no os obligó a venir aquí, ni os ha exigido nada. Escogisteis venir por vuestra propia voluntad. ¿Lo hicisteis por devoción? ¿Lo hicisteis movidos por el egoísmo? ¿Por la generosidad hacia vuestra propia gente? Eso a mí no me importa. Cada uno conoce la respuesta en su corazón y debe vivir con ella. Los sacrificios que hicisteis, ¿quién os los impuso más que vosotros mismos? ¿Qué recompensa exigís por ellos? Yo no estoy aquí ni para premiaros, ni para castigaros. He venido porque este lugar me trae viejos recuerdos y encuentro la paz a la sombra de estos árboles milenarios.

»Me preguntáis si debéis arrojar esa esfera plateada al lago o si debéis arrojaros vosotros mismos. Si os dijera qué hacer, ¿lo haríais? Seríais unos locos. No, yo no soy nadie para deciros lo que debéis hacer. Habéis venido por algún motivo, imagino, y es decisión vuestra hacerlo o no hacerlo. ¿Quién os retiene aquí u os coacciona contra vuestra voluntad? ¿Quién es dueño de vuestros actos más que vosotros mismos? Haced lo que os plazca sin excusas, ni explicaciones.

»La Naturaleza no entiende del Bien y del Mal. Para ella no existe lo correcto o lo incorrecto. Siempre ocurre lo que debe ocurrir, eso es todo. Todo lo que habéis hecho hasta llegar aquí y todo lo que haréis después de marcharos, siempre será aquello que decidáis. Nunca nadie decidió por vosotros.

- Bien... - Gruñó Xadrielie. - Pues si no juzga, cierre la boca y no nos eche en cara nuestras acciones u omisiones. - La sacerdotisa estaba realmente fastidiada por las palabras de aquella vieja. - Y si no tiene nada que pueda ayudar a nuestra causa, hágase a un lado y deje de molestar. Es más, si solo quiere traernos confusión, mejor que no vuelva a salir a nuestro encuentro. - Refunfuñó molesta. - Porque usted nos echa en cara que no hayamos ayudado a aquellos con los que nos hemos ido encontrando con problemas... - Hizo una pausa. Sabía aque vejestorio sabia más de lo que decía. - ¿En qué nos está ayudando usted? ¿Sembrando dudas en nuestros corazones y mentes? - Miró a sus compañeros,los verdaderos héroes de aquella historia, aunque hubiera tenido sus más y sus menos con ellos. - ¿Seguimos?

- Supongo que por esas cosas, vosotros seréis grandes héroes y yo no. Me falta ira, o ambición, o ambas cosas... En todo caso sí tengo clara una cosa, y es que si alguien conoce todo lo que nos ha sucedido por el camino, no es alguien irrelevante en esta historia. No sé quien eres anciana, y no es algo que me me preocupe. Nos has preguntado si hubiésemos hecho las cosas de otro modo de haber podido, y mi respuesta es sí. Empezando por no haber traído un caballo a esta pesadilla, enmendar mi error fue el comienzo de todos los errores que vinieron después. Pero en tu enumeración de hechos falta el final ¿Estoy dispuesto a enviar ese huevo al lago? La respuesta es que no lo sé, es una decisión a ciegas, pues no conocemos cual es su destino, si ser agente de la salvación, o ser sacrificado. Tomar esa decisión sin conocer las consecuencias es algo que mañana podrías ponernos frente a nuestras narices. Por mi parte estoy dispuesto a confiar en Chislev. O lo estaba, hasta que has empleado la palabra "holocausto" que es una abominación.

—Los niños se tapan los oídos y gritan para no escuchar lo que no les gusta oír. Pero aunque se nieguen a oír, no silencian la verdad con su infantil pataleo —responde la vieja, dedicándole a Xadrielie una sonrisa condescendiente—. Yo siembro muchas cosas en los corazones de la gente y en ellos germinan solo aquellas que encuentran el terreno adecuado para crecer. Los que se enorgullecen de sus actos creen encontrar halago en mis palabras y los que se avergüenzan de sí mismos, reproches. Y ni una cosa, ni la otra doy yo a mis oyentes. Señalo las verdades como yo las interpreto y mi interpretación no es ni más cierta ni más errada, ni más justa ni más injusta que la de cualquier otro. Es sencillamente la mía. Sería muy triste que, a mis años y con las cosas que he visto y vivido, me dejara amedrentar por una niña silvanesti carente de modales, ¿no te parece? Aquellos que abusan de la debilidad ajena, son amenudo los que más humillados y abusados han sido.

A continuación, volviéndose hacia Suindhël, añade:

—Este es el lugar donde, según la tradición oral de mi pueblo, Chislev se les apareció a los primeros elfos y ellos le ofrecieron holocaustos sagrados de animales y plantas en una festividad que durante mucho tiempo se convirtió en una tradición anual y que actualmente ha caído en el olvido.

»Como tales cosas ya os las dije cuando nos encontramos por vez primera y os di indicaciones para que pudieseis llegar hasta aquí si así lo deseabais, no puede decirse que hayáis actuado movidos por engaño o por ignorancia. Qué os ha movido a cada uno, solo lo sabéis vosotros en vuestro interior.

»Si los sacrificios son una abominación o una muestra de veneración por lo divino, no me corresponde a mí decidirlo. Ni tampoco la suerte que correrá esa criatura atrapada en su prisión plateada. Si la entregáis como ofrenda, os la quedáis para vosotros, la devolvéis al lugar del que la raptasteis, os inmoláis a vosotros mismos, o cualquier otra elección que toméis, será por entero decisión vuestra. Y tampoco será ni mejor, ni peor. Será la acertada. Será la que debía ser. Hay naturalidad en las cosas sencillas y artificio en los laberínticos dilemas morales en los que nos extraviamos a nosotros mismos.

Aquella momia que decía conocer la verdad no les estaba sirviendo da nada en absoluto. Tan solo sembraba dudas en lo que tenían que hacer. Acababa de decir de Xadrielie que no era más que una niña pataleando al escuchar la verdad, pero no le ofendería, ya no. También decía que interpretaba la verdad a su manera, pero que no tenía porqué ser la correcta. No obstante, la tachaba de carente de modales por decir las verdades que ella interpretaba, su verdad y la verdad que creía compartir con todos sus compañeros. Aquella maldita vieja no les estaba ayudando, sino confundiendo.

- No sacrificaremos a una criatura del bien para una diosa que debiera ser de la neutralidad. - Sentenció. - Si requiere del sacrificio de una bestia tan hermosa, magnifica e improbable como un dragón plateado que todavía no ha salido de su huevo para ayudar a sus fieles, es que no es una diosa de la neutralidad y se ha corrompido como todo lo que rodea a este bosque. Es más, si en el pasado requería de este tipo de sacrificios, es que nunca fue una diosa de la neutralidad, sino una diosa del mal. - Dijo sin achantarse. - Y no... - Miró a Galahad y a Sundhël. - Ninguno de vosotros ocupará su lugar. Me niego a que matar a un dragón plateado sea la solución. Ya encontraremos otra.

Creía que su razonamiento era el correcto. No tenía sentido matar a una bestia mágica que en el futuro podía ser el germen del regreso de los dragones metálicos, con los que combatir de forma eficaz la pesadilla. Si Chislev, Kiri-Jolith y los demás dioses de los elfos, no había movido un dedo hasta la fecha para que aquella terrible maldición desapareciera y liberara al bosque, es porque sus dones divinos no tenían el poder suficiente como para contrarrestarla. Matando a una cría de dragón difícilmente se cambiaría nada.

- Vamos al estanque. - Propuso. - Veamos lo que nos depara ese lugar... 

No le interesaba la opinión de aquella vieja roñosa que había ido hasta allí únicamente para echarles en cara lo mal que habían hecho las cosas y tirando por tierra todo el esfuerzo realizado. No sabía quien era aquella anciana, ni de donde había salido. Sólo esperaba que no fuera una encarnación de Chislev, pues de serlo sólo confirmaría lo que ya sospechaba, estaba jugando con ellos en vez de ayudarles dando algo de luz a aquel turbio asunto.

- No sabemos si es un sacrificio, he interpretado mal las palabras de nuestra amiga flautista. Este es un lugar de sacrificios, pero no sabemos si la criatura del huevo será sacrificada, o Chislev, como creo más probable, le tiene reservado un lugar en la restauración. Chislev no es un dios maligno, y solo los dioses malignos exigen sacrificios, pero la historia nos muestra que los dioses requieren campeones que los representen y quizás ese sea el destino de la criatura. En mi opinión debemos confiar en Chislev y terminar lo que hemos empezado.

Viendo que la anciana kalanesti optaba por hacerse a un lado y no discutir sobre el tema, el solámnico no dijo nada más sobre el tema, entendiendo que el que calla otorga. No obstante, por contra su amiga Xadrilie parecía odiar a Kadee y viendo que el asunto se volvía cada vez más crudo, y teniendo en cuenta que el propio Suindhël parecía decidir en algunos momentos que no entregaría el huevo y luego que si lo haría, el caballero tomó la palabra emitiendo el que creía que era el juicio más correcto por lo que dijo:

-Centrémonos en lo que nos atañe e intentemos buscar una solución que nos convenza a todos, en primer lugar está claro que la anciana no es la propia Chislev, por lo que no va a poder aclararnos nuestras dudas -expuso en tono neutro pero sin entender qué buscaba aquella elfa allí- por otro lado, parece que todos estamos de acuerdo en que no estamos dispuestos a sacrificar un dragón del bien por la restauración del bosque -aclaró mirando a sus compañeros que parecían que ese punto si lo tenían claro- por lo que en mi opinión sólo tenemos una salida, la propia Chislev ya contactó con nosotros en sueños para decirnos donde buscar el huevo, así que tenemos que hacer que vuelva a contactar y que nos aclare qué piensa hacer con la cría -indicó para acto seguido mirar a la anciana y luego al resto de sus compañeros- si Kadee no conoce ninguna forma más sencilla de hacerlo, creo que lo único que nos queda es emular a lo que hicimos hace un día, dormir aquí y esperar que la diosa vuelva a contactarnos; no obstante, teniendo en cuenta los peligros del bosque no podemos dormir todos, por lo que sugiero que los que intenten dormir sean Ormín, por su conexión con la propia diosa, Suindhël, teniendo en cuenta que sus visiones son las que nos han traído aquí y quizás Xadrielie o Thyla para que haya una clériga en conexión con los dioses también presente; de esta forma quizás podamos sacar en claro el destino del futuro dragón y decidir con más criterio su futuro, y sí, puede que Chislev nos mienta, pero confío en que una diosa no se rebaje a eso, y nos indique otra forma de poder ayudar al bosque, gustoso entregaría varios huevos de dragones rojos, verdes o cualquiera de los malvados, pero esto no podemos permitirlo; quizás si nos asegura de alguna forma que no le pasará nada o si nos da la indicación de algún huevo de dragón del mal podamos compensarlo -concluyó esperando que sus compañeros estuvieran de acuerdo y confiando en su palabra para mantener el huevo a salvo de momento hasta saber algo más.

—¿La respuesta es echaros a dormir? —pregunto, indignada. Hasta el momento me he mantenido al margen en la discusión pero tengo tanto derecho como cualquiera a expresar mi opinión—. Ningún sacrificio es demasiado grande por Silvanesti. ¿Vale más esa cosa que la vida de los kirath? ¿Por qué, cuál es su mérito? ¿Dormir entre el hielo?

Llena de rabia, extraigo del interior de mi carcaj encantado el bastón de Zeverúth y se lo muestro a todos.

—¡Miradlo! ¡Miradlo bien! En este bastón están tallados los nombres de todos los valientes que han dado su vida por Silvanesti. —Docenas, cientos de ellos entrelazados. Muchos conocidos y queridos por mí, la mayoría anónimos para mí pero hijos de alguien, esposos de alguien, padres de alguien, queridos y llorados por muchos— ¿Qué les debo yo a los dragones más que la muerte de todos ellos? Uno asesinó a todos mis compañeros en Silvanost antes de que consiguiera acabar con él. Otro ha sido el responsable de la muerte de Falin. Innumerables criaturas de todas las razas han muerto entre sus fauces o víctimas de sus alientos terribles durante la guerra. ¿Cuántos más morirán a manos de los dragones? Yo digo que arrojemos ese huevo al lago, atado con piedras para asegurarnos de que no salga jamás. Que arrojemos a todos los dragones al Abismo si con eso salvamos una sola vida o purificamos una sola flor de Silvanesti.

»Estoy dispuesta a hacerlo yo misma si a vosotros os falta estómago o coraje para hacer lo que hemos venido a hacer aquí. ¿Cuál ha sido el propósito de nuestro viaje desde el principio más que este? E incluso aunque no consigamos nada, solo por haber librado al mundo de otro dragón, ya habrá merecido la pena cada gota de sudor y de sangre.

- ¿Y quién te garantiza que arrojando esa criatura al estanque la pesadilla desaparezca? - Le preguntó Xadrielie. - ¿Qué sentido tiene eso? - Le miró atónita. - ¿Contentar a Chislev? ¿Chislev estaría feliz por sacrificar a una de las criaturas más bellas de la naturaleza? Porque... como bien sabrás, los dragones metálicos  no son malvados, sino todo lo contrario... 

Nunca había confiado del todo en Ashe. Siempre se mantenía al margen de todo, en un segundo plano. Pese a que teóricamente era si guía y la más experimentada en el bosque, les dejaba las decisiones importantes al resto y eso era raro cuanto menos. No ponía en duda que sus intenciones fueran bienintencionadas, pero si ponía en duda su cordura. Había perdido mucho a manos de la pesadilla y podía ser que no viera las cosas con claridad. Al menos esa era la impresión que tenía la sacerdotisa.

Se acercó entonces a Suindhël. Había tenido sus más y sus menos con aquel elfo durante el viaje que les había llevado hasta allí, pero fue a él a quien se le reveló la mayor parte de lo que sabían sobre todo aquel asunto, por lo que quizás, la decisión estuviera en sus manos, pues en lo poco que coincidía con Ashe era en que ponerse a dormir en ese preciso instante, no era lo más adecuado.

- Sunidhël, ¿qué crees tú que debemos hacer? - Le preguntó. - ¿No te dicen nada Solinari? 

Esperaba que los dioses de todos ellos se pronunciaran en ese preciso instante de dudas. Si realmente habían sido seleccionados por los dioses para llevar a cabo aquella misión, no les costaba nada darles una señal. ¿Por qué castigarles con el silencio cuando lo habían dado todo por cumplir con su cometido? 

Cuando Galahad propuso inmolarse, el jinete de murciélago se estrujó la cara con desesperación –¡Si le conoceré, cómo no!...¡Será borrico!- Bufó para sí.

¿Qué os importa lo que opine yo, que no soy más que una pobre vieja enferma?

-Ocultas algo- Respondió a la anciana. –Una pobre vieja enferma no habría podido sobrevivir y mucho menos atravesar La Pesadilla. Ni enumerar cada uno de nuestros pasos y decisiones. - Explicó frustrado. Ormin sacudió la cabeza y se quitó el abrigo justo cuando Xadrielie propuso ir al estanque. Si ambos pensaban lo mismo de nuevo, es que él mismo no se había vuelto loco ni tonto “de tanto golpe en la cabeza”.

La siguiente propuesta del Solámnico fue más racional. Una comunicación directa con los dioses a través de otro sueño desvelaría si Kadee hablaba en nombre de Chislev, o era otro monstruo de la Pesadilla disfrazado de mensajero del bien, pero entonces llegó a una terrible conclusión: -Si tu dios te confirma que sacrifiques al plateado, ¿Lo harías?- Respondió al caballero.

Umbarëzela lo tenía claro, incluso parecía estar dispuesta a ir más allá. –Dama Ashe: ¿Me matarías si te lo dijeran los dioses?- El druida se desabrochó su coraza, y esta se clavó en la orilla del lago. Luego se quitó el jubón y la camisola, mostrando su torso aún fibroso, pero que empezaba a padecer los efectos de la edad. – No nos hables de coraje, o acabarás con ese palo tuyo lleno de nombres metido en el culo- Dijo examinando la superficie del agua. Al bastón le faltaba el nombre de Falin, pensó con amargura. El druida se desabrochó los pantalones y cubrió su piel desnuda de los pies a la cabeza con el limo de la orilla. Después regresó junto a Kadee para recoger el huevo. –Vamos a darle una oportunidad- sonrió con el rostro surcado de arrugas por el barro. El druida entonó una oración y se sumergió en las aguas. La última persona a la que miró fue a Thyla, a la que había hecho una promesa.

- Xadrielle, no tengo información proveniente de ninguna profecía o sueño. Solo intuición. Y mi intuición me dice que sería un error haber hecho todo esto para arrepentirnos en el último momento. De tener claro que vamos a asesinar a una criatura, me opondría, pero ¿Qué motivos podría tener un dios neutral para asesinar a esa cría? En mi opinión ninguno. Ese tipo de sacrificios son más propios de dioses de la muerte o la destrucción. Creo qeu debemos terminar lo que hemos comenzado, o nos arrepentiremos toda la vida. Esta pesadilla debe terminar de una vez por todas. Cientos o miles de criaturas también inocentes están atrapadas en ella, las tierras de los elfos salvajes deben restaurarse. Nuestros antiguos templos deben poder ser restaurados. Es hora de terminar el trabajo.

>> Galahad ¡No lo hagas!

- Dejadle... - Xadrielie extendió los brazos en cruz para hacer de barrera, aunque sería fácilmente franqueable si uno quería pasar por el lado, pues la sacerdotisa miraba fijamente a Ormin y lo que pudiera suceder con el huevo. - Ormin no dejará que nada malo le suceda al dragón. - Argumentó. - Si alguien tiene que sumergirlo, ese es Ormin. Un druida sabe de estas cosas... 

- O debería... - Pensó. - Espero no equivocarme. Creo que va a salir bien. Ormin ha tomado la decisión correcta.

Ormin cubre su cuerpo desnudo con el légamo que rodea a la burbujeante masa de agua estancada y se sumerge confiado en ella, con el huevo de dragón plateado entre sus brazos.

A pesar de la sombra que las inmensas secuoyas proyectan continuamente sobre el lago y de ser noche cerrada, las aguas están tibias, aunque no provocan una sensación agradable, sino de ser caldosas y fétidas. Los pies descalzos del druida se hunden ligeramente en el barro y, debajo de él, no descubren guijarros sino lo que parecen ser huesecillos de animales y pegajosas plantas muertas que acarician sus piernas a medida que se va sumergiendo.

Un paso. Otro más. Otro.

Las aguas fangosas le cubren ya por encima de la cintura cuando Ormin se da la vuelta por última vez para mirar a sus compañeros. Las voces de Galahad no han logrado disuadirle pero, ahora que se da la vuelta, ve venir hacia él chapoteando ruidosamente al caballero de Solamnia, vestido con su armadura completa y medio ciego en la oscuridad de la noche.

Algunos compañeros han tratado de disuadir al solámnico pero él, a diferencia de otros, no es de los que dicen una cosa y después hacen otra y está decidido a evitar que el plateado sufra cualquier daño. No está dispuesto a permitir que ni la oscuridad, ni las palabras, ni los conjuros minen la determinación de su corazón.

Todo ocurre demasiado rápido.

Antes de que Ormin pueda reaccionar a la embestida que se le viene encima, un grueso y espinoso tentáculo se clava alrededor de su pantorrilla derecha y tira de él con tanta fuerza hacia el centro del lago que a punto está de descoyuntarle la pierna. Otro se enrolla en torno a la muñeca derecha de Galahad, sumergiéndolo de cabeza en las turbias aguas.

Los que estáis en la orilla creéis ver lo que parece ser una especie de gargantuesco calamar que asoma su cabeza en el centro del lago.

—¡¿Qué ocurre, qué está pasando?! —exige saber Jaenis, alarmada, mirando a todas partes sin que su limitada visión humana le permita ver más allá de la luz de su antorcha.

Ashe apresta su arco y dispara una andanadas de flechas encantadas sobre el monstruo pantanoso pero éste vuelve a ocultarse en el agua, arrastrando consigo a Ormin y Galahad.

El caballero de la Corona, en un ejercicio de heroísmo, consigue desenvainar su mandoble con la mano izquierda y cercenar con ella el tentáculo que le aprisiona pero el peso de su armadura le lastra hacia el fondo sin remedio. Con el agua putrefacta entrándole en los pulmones, debilitado como está por el conjuro de Suindhël e incapaz de desprenderse de su equipo a tiempo, no hay esperanzas para el solámnico, que patea con todas sus fuerzas tratando en vano de subir a la superficie. Las aguas del lago burbujean durante un tiempo y finalmente se aquietan.

Por su parte, el druida kalanesti trata de desembarazarse del tentáculo que le aprisiona pero no tiene con qué hacerlo. Intenta transformarse en algún animal acuático de pequeño tamaño que le permita escapar pero su magia está agotada o ha perdido el favor de su diosa. No le queda más remedio que soltar el huevo plateado y forcejear con sus propias manos con el espinoso tentáculo que se ha clavado en su pierna como un cepo. Se esfuerza por contener el aire pero sus pulmones la arden por la falta de oxígeno.

El tentáculo le acerca inexorablemente hacia el oculto monstruo y Ormin se ve cara a cara con la muerte. Un infecto pulpo de más de nueve metros de color negro parduzco, tres brillantes ojos azules en mitad de su frente y una boca inmensa llena de dientes afilados.

Al límite de la inconsciencia, el veterano kalanesti ve cómo su captor abre sus fauces dispuesto a tragárselo de un bocado. La boca de la bestia se traga cantidades ingentes de agua lodosa y también el pequeño huevo de dragón plateado en su recorrido hacia Ormin. Y, en ese momento...

La criatura estalla desde dentro, sembrando el lago de restos sanguinolentos y putrefactos que comienzan a desintegrarse a toda velocidad.

Ormin es lanzado hacia la superficie por la fuerza de la explosión y allí queda tendido, flotando bocarriba, desnudo y boqueando sobre las aguas que están comenzando a volverse de nuevo límpidas y transparentes.

La ola purificadora que ha surgido del centro del lago, acabando con el monstruoso cefalópodo, se extiende rápidamente hasta la orilla y más allá. El suelo reverdece y las inmensas secuoyas dejan de encorvarse para alzarse desafiantes hacia los cielos estrellados. A vuestro alrededor, en varios lugares del bosque, podéis escuchar gritos horribles y furiosos y el batir enérgico de alas que se alejan.

En la orilla, la vieja Kadee se pone en pie pero ya no es una anciana enferma, sino una joven lozana y sonriente que os mira con actitud maternalista.

—La vida viene con dolor. Lo sabéis porque vosotros mismos vinisteis al mundo precedidos de los gritos de vuestras madres y seguidos por vuestros propios llantos. Pero os obligáis a olvidarlo para hacer la existencia más llevadera.

»Lo mejor de la vida es la muerte, que se lleva lo viejo para que venga lo nuevo. Ese es el ciclo natural de las cosas. Obtener la gran fuerza vital que se necesita para regenerar el bosque ha requerido a cambio la entrega de una fuerza vital con un potencial de docenas de miles de años de vida por delante. ¿Cómo si no habría de ser? Esa es la belleza cruel y salvaje de la existencia.

»Con vuestros pocas décadas de existencia caminando sobre la tierra, muchos todavía no habéis madurado lo suficiente como para comprenderlo. Pensáis que la Naturaleza puede ser moldeada, sometida a vuestro capricho. Exprimida hasta el agotamiento sin ofrecer nada a cambio o, peor, ofreciendo a cambio solo aquello de lo que queréis desprenderos. Pensáis que el equilibrio puede quebrarsantarse. Sois niños jugando en un jardín, arrancando flores para deshojarlas a capricho y este Silvanesti marchito lo habéis creado vosotros.

»Pero la Luz se ha postrado ante la Naturaleza para ofrecerle un caro sacrificio y la Naturaleza responde, alineándose con la Luz para combatir a la Oscuridad que se ha enseñoreado de Silvanesti.

Con un leve gesto de su mano, las cristalinas aguas del lago traen flotando suavemente a Ormin hacia la orilla. Ella le sonríe y le tiende su mano.

—Uno de los presentes ha sabido verlo y demostrar a la Naturaleza el respeto que merece. Mi campeón. Y por ello te has ganado el derecho a ser recompensado. Formula tu petición y la escucharé con agrado, pero sé sabio y prudente con tu súplica, no sea que malogres con ella el favor que de mí has obtenido.

    El druida se tambalea desnudo y niega con la cabeza, trastornado por lo sucedido. Gira sobre sí mismo como una peonza buscando con la mirada a cada uno de sus compañeros.

-…Galahad, Galahad, ¿Dónde está el cabeza-cubo?- Balbucea horrorizado por la visión del solámnico ahogándose.

Formula tu petición y la escucharé con agrado, pero sé sabio y prudente con tu súplica, no sea que malogres con ella el favor que de mí has obtenido.

El kalanesti tuerce aún más el gesto. -¡¿Tu sabías que ese monstruo estaba ahí?!- Brama sin dejar de negar con la cabeza a todo lo que dice la flautista, pero en lugar de rebatir sus palabras, se aferra a la esperanza de recuperar a su amigo: -Que vuelva Galahad. Llévame a mi, pero perdónale la vida- Jadea cayendo de rodillas y mirando a las aguas.

Sabía que aquella flautista sabía más de lo que decía. No lo había dudado ni un momento y si realmente representaba una encarnación de la diosa Chislev, era evidente que se había desviado bastante de su neutralidad original, acercándose peligrosamente al mal. ¿Por qué si no ocultarles que era lo que pasaría si lanzaban el huevo al agua del lodazal? ¿Por qué no advertirles de que un ser tentacular se hallaba en lo más profundo del mismo? ¿Por qué había evitado que Ormin y Galahad se sumergieran en el mismo, con el peligro que suponía? Xadrielie conocía esas respuestas. 

- ¡Espera Ormín! - Le advirtió. - Un conjuro de milagro puede devolverle la vida a Galahad, pero no pidas todavía el milagro. - Miró de reojo a la flautista. No se fiaba de ella. - Deja que compruebe antes una cosa.

La sacerdotisa se acercó al lago y cuando llegó a la orilla, trató de ver a Galahad en el fondo del mismo. Si el agua era tan cristalina ahora como parecía, podía ser que se le viera desde allí o que su armadura reluciera con la luz del exterior. 

El fin no justifica los medios.

Era un principio moral muy claro. Aunque si tuviese que decidir entre acabar con la pesadilla, sabiendo cual era el sacrificio, seguramente lo habría hecho igual. ¿Se había estado engañando? Seguramente sí, seguramente los dioses neutrales también aceptaban sacrificios. Seguramente era cierto que para salvar miles de vidas, era necesario sacrificar algo de igual potencial. Pero entonces... entonces lo sacrificado era en realidad igual de valioso que el beneficio obtenido.

Miro a la vieja, ahora joven y hermosa.

- No es una decisión cuando uno no conoce toda la información. Galahad tenía razón y yo no. Tendré que vivir el resto de mi vida sabiendo que he sido cómplice del sacrificio de un inocente. Luché con fe por acabar con la pesadilla, pero no hay honor en lograrlo de este modo. Chislev es un mentiroso.

- Tan mentiroso como tu misma, flautista... - Añadió Xadrielie. 

Entonces se acercó a Ormin. Estaba preocupada por la forma en la que iba a utilizar el milagro que aquella malvada flautista le había concedido. 

- Ormin, no te precipites pidiendo el milagro. - Le advirtió. - Conociendo como conozco la magia divina, puede que si resucitases a Galahad, lo harías en el fondo del lago. Creo que antes, no se como, deberíamos sacarle de allí. - Miró de reojo a la flautista del mal. - Si puede esperar, quizás podamos usar un conjuro para poder respirar bajo el agua y atar unas cuerdas a Galahad o al menos quitarle la armadura. Es lo más prudente. Pero debemos rezar a nuestros dioses para que nos concedan dicho don. 

La rejuvenecida flautista escucha a Suindhël y a Xadrielie, frunciendo el ceño en una mueca de desaprobación. Sin embargo, no le dirige la palabra a ninguno de los dos, sino que centra su atención en Ormin.

—No sufras —le dice, viendo al druida kalanesti postrado de hinojos ante ella, dedicándole una sonrisa cariñosa y posando su mano sobre la afeitada cabeza de él—. Tu amigo está vivo.

En ese preciso momento, Galahad emerge en la orilla del lago, gateando y vomitando agua. De algún modo, ha logrado nadar con su pesada armadura y emerger hasta la superficie. El caballero de Solamnia está empapado, tembloroso y mortalmente pálido, pero vivo. Ileso. Está claro que su dios, Habbakuk, el Rey Pescador, ha intercedido por él. O quizá haya sido Chislev, por mediación de esta inquietante flautista kalanesti.

La mujer se desanuda un sencillo cordón con un colmillo tallado colgando de él y se lo ofrece a Ormin.

—Ten, para que me recuerdes allá donde vayas.

Suindhël se acerca al solamnico y lo mira a los ojos.

- Tenías razón y yo estaba equivocado.