Partida Rol por web

—Galahad tiene razón, si vamos a seguir adelante, más vale que aprovechemos lo poco que nos queda de luz para avanzar tanto como sea posible; bien para encontrar el lago o un lugar en el que montar nuestro campamento. Si nos establecemos aquí, nos ocurrirá como anoche, no tenemos ni dónde montar las tiendas de campaña y tendremos que dormir al raso.

»Han pasado ocho días desde que dejamos Silvanost por segunda vez. Cinco desde que nos topamos con esa vieja flautista kalanesti. Ella nos dijo que debíamos caminar cuatro días en dirección suroeste y uno hacia el sur y eso hemos hecho. Creo. Ormin vio ayer el lago con sus propios ojos, así que no podemos estar muy lejos. Si no fuera por la vegetación, tendríamos que estar viéndolo ya...

- Está bien... - Resopló. Al parecer no podían un solo momento de paz. - Comeremos por el camino, supongo...

Era normal no tener un minuto de paz. Al fin y al cabo estaban en un bosque afectado por algo llamado "la pesadilla". Una enfermedad que afectaba a todo ser viviente de aquel bosque mutándole terriblemente y provocando que dichas criaturas se alinearan irremisiblemente con el mal. 

Si, Xadrielie debería haberse acostumbrado ya a aquella situación después de haber pasado ocho días allí y haber sufrido en sus propias carnes los horrores de la pesadilla. Sin embargo, todavía albergaba cierta esperanza de cuando llegaran al templo de Chislev, aquel mal no hubiera podido penetrar en éste y con ayuda de los dioses, que todo empezara a ser algo más sencillo. Aunque... A cada paso que daba, más difícil parecía que aquella opción se materializase.

Galahad asintió en gesto de agradecimiento a la comprensión y apoyo de sus compañeros para con su idea de seguir, no obstante, sabía que su vigor, en gran parte era gracias a la inestimable ayuda de su compañera clériga, que le había eliminado la fatiga esa misma mañana, por lo que sintiéndose con ciertos privilegios sobre el resto, dijo:

-Gracias por entenderlo compañeros, no os quepa duda que todo sacrificio se recompensa, ya sea de una forma u otra... -dijo de form extraña- si puedo ayudar en algo en vuestra marcha lo haré, aún puedo cargar algunas cosas más si alguien se encuentra fatigado por el peso de sus mochilas... -se ofreció el humano gracias a la mayor estatura que presentaba con respecto a los demás.

Animados por el ímpetu del caballero de Solamnia, avanzáis un poco más aprovechando la poca luz que todavía queda antes de que sea noche cerrada. La última vez que parasteis a comer algo fue hace casi seis horas y las tripas os rugen de hambre, así que Thyla os va repartiendo las insípidas pero nutritivas provisiones que saca de su encantada despensa portátil.

Entretanto, Xadrielie, Galahad y Falin se turnan para ir desbrozando el camino. En circunstancias normales no pasaríais desapercibidos dejando tras de vosotros semejante rastro de destrucción, pero el bosque se regenera a vuestras espaldas tan rápidamente que incluso aunque quisiérais regresar al punto de partida de la jornada, tendríais que abrir una nueva senda para hacerlo.

Salvo el propio Galahad y Ashe, todos os sentís cansados y doloridos tras la larga caminata, aunque Falin y Ormin son los que presentan peor aspecto, jadeando pesadamente y cojeando a causa de las ampollas que les han provocado sus botas. Estáis a punto de abandonar por hoy cuando, al cortar el enésimo matorral de la jornada, el caballero de Solamnia os descubre uno inmenso claro que hasta el momento os había ocultado la vegetación asfixiante.

En el centro del claro distinguís un lago de forma irrelugar, de aguas turbias y burbujeantes que reflejan las dos lunas llenas de color blanco y rojo que se ven ya en el cielo. Y, alrededor de estas aguas ponzoñosas, los mayores árboles que jamás hayáis visto en toda vuestra vida. Sus copas marchitas se alzan en el cielo por encima de toda la demás vegetación circundante y el tronco de cualquiera de ellos es estan ancho, que si os cogiérais todos de la mano no seríais capaces de abrazarlo. Contáis veintiuno de estos árboles monstruosos y la visión os sobrecoge.

Es imposible no sentirse insignificante en este lugar y no podéis evitar imaginaros cómo debió ser estar aquí antes de que la Pesadilla perturbara el lugar de este modo. Sin embargo, en este lugar no veis ningún altar, ningún templo, ni ninguna construcción de cualquier otra clase; solo el lago ponzoñoso y los intimidantes árboles gigantescos que beben de sus aguas.

—Este lugar no se parece a nada que haya visto hasta ahora en la Pesadilla —comenta vuestra guía semihumana, echando mano de su arco—. Casi puede sentirse el poder chisporroteando en este lugar, como el olor a ozono que precede a la tormenta. No me parece un sitio seguro en el que dormir a la intemperie, si es que alguno lo es en este bosque. ¿Lo oís? ¿No? Exacto, no se escucha nada. Ni el corretear de pequeños mamíferos, ni el piar de los pájaros, ni los gritos desgarradores que nos han acompañado hasta aquí... Nada, solo el viento. No bajéis la guardia, algo tiene que tener este sitio cuando nada se atreve a acercarse a él.

Al fin habían llegado al lugar que llevaban buscando desde hacía algo más de una semana, aunque para Xadrielie aquello había parecido un es entero. Fuera como fuera, ver el deplorable estado en el que se encontraba disipó todas las esperanzas que tenía la sacerdotisa de Kiri-Jolith, de que el templo fuera todavía un lugar acogedor alejado de la Pesadilla. 

- No parce Ashe, que te alegres muxjiyde haber llegado a nuestro destino, ¿verdad? - Le preguntó con tono algo sarcástico, pues ya conocía la respuesta. - ¿Qué propones? Creo que antes de afrontar lo que nos tenga destinado este lugar, mejor será reponer fuerzas. ¿Buscamos una zona algo alejada para descansar unas horas y entonces exploramos este lugar? - Preguntó. - La mayoría de nosotros lo agradecería. 

Se mantuvo unos segundos en silencio y finalmente volvió a hablar. 

- En cuento a Suindhël... - Chasqueó la la lengua. - Llevo todo el día pensando en ello y creo que... - Resopló algo angustiada. - Mis poderes o los de cualquiera de nosotros escapan al mal que le afecta. Creo que si los dioses no nos ponen una solución en el camino, nada podremos hacer para devolverle su forma verdadera.

Ante lo último que se había dicho Suindhel mostró su malestar con un entrecerrar de ojos, luego una mueca de horror, luego abrió los ojos muchísimo y finalmente los cerró con una mueca entre cansancio y resignación.

Nada de eso fue percibido por sus compañeros porque era una víbora y su capacidad de expresión era nula. Y además estaba en un saco.

Sus tripas hicieron un (no audible) sonido de hambre, se iba a echar la mano a la tripa pero recordó que no tenía brazos.

—No, la verdad es que no me alegro —reconoce la veterana kirath a la frustrada sacerdotisa de Kiri-Jolith—. Los míos no se adentran en esta zona del bosque y por muy buenas razones. Yo tenía que ayudaros a llegar hasta aquí con vida y eso he hecho, pero fueron las visiones de Suindhël las que convencieron a la reina de la importancia de venir a este lugar y solo él sabe para qué, si es que siquiera él lo sabe. Nuestro siguiente paso es para mí un misterio tan insondable como para cualquiera de vosotros. Pero estoy de acuerdo, deberíamos descansar por hoy, si es que encontramos dónde hacerlo.

Y es que, al igual que la pasada noche, no detectáis ningún lugar lo suficientemente espacioso en el que poder plantar el árbol-refugio de Ashe.

—Si los Túnicas Blancas son especialistas en romper hechizos, yo lo soy en efectos de transmutación como el que Suindhël ha sufrido —intenta tranquilizaros Jaenis, muy segura de sí misma—. No perdáis la esperanza, encontraré la manera de devolverle a su forma tarde o temprano. ¿Veis las lunas ahí arriba? La blanca Solinari y la roja Lunitari están las dos llenas y esta es una conjunción astral que potencia mi magia y que todavía disfrutaremos algunas horas. Solo asegurémonos de que nuestro escamoso amigo no se nos pierde antes de que haya podido repasar los conjuros de mi grimorio.

»Y por lo que respecta a montar el campamento, tampoco tenéis que preocuparos. Afortunadamente, después de haber pasado la última noche al raso, esta vez estoy preparada para la situación. No hay como tener una Túnica Roja en el grupo y haréis muy bien en contárselo a vuestros compatriotas cuando regresemos a la capital. No sé por qué a los silvenesti os gustamos tan poco cuando somos tan decididamente útiles.

Jaenis extrae un rollo de cuerda de seda de su mochila mágica y usa su daga para cortar metro y medio de ella. A continuación, arroja el fragmento al suelo y comienza a entonar las palabras de un encantamiento, haciendo que el pequeño trozo de soga comience a retorcerse y elevarse como una cobra dispuesta a atacaros.

Lentamente, uno de los extremos de la cuerda sigue ascendiendo mientras que el otro permanece obediente a la gravedad hasta que toda ella termina formando una línea perpendicular al suelo.

Es entonces cuando Jaenis os invita a colaros por la invisible trampilla que la cuerda os señala, según afirma. Ella, predicando con el ejemplo, es la primera en probaros su existencia trepando de forma lamentable por la soga y desapareciendo al llegar al final de la misma.

- Buen trabajo, Jaenis. - Le dijo una vez trepó por la cuerda hasta el espacio interdimensional que acababa de crear. 

En su interior ya estaba la túnica roja, orgullosa de su creación. Y es que gracias a ella iban a poder descansar bien al menos esa noche antes de enfrentarse al desafío final. Aquella noche debían prepararse bien para afrontaa recto final de su misión. 

- Tengo una pregunta, Jaenis. - Le comentó. - ¿Qué conjuro piensas memorizar para tratar de devolver a su forma original a Suindhël? - Le preguntó intrigada. 

Xadrielie depósito sus cosas en una esquina de aque espacio interdimensional y se quitó la armadura. Estaba fatigada del combate y necesitaba descansar plenamente.

     Ormin era druida, y encima kalanesti. Lo que significaba que era imposible perderse en un bosque para el…A no ser que se hubiera comido una de sus setas ceremoniales o “de ver dragones” según murmuró alguien en voz baja.

-Osh lo juro, ví un drahón ferde. ¡Ashí de Grandeeee!- Lo escenificó abriendo los brazos de par en par.

Cuando el misterioso Falin, Xandrielie y hasta Suindhel empezaron a hablar de comida, Ormin se volvió a apoyarse en un enorme árbol, esta vez para vomitar. –Uuugh…No sé que me ha pasado. ¿Voshotrosh también habéish oído hablar a la sherpiente?- El viejo con los pelos alborotados sacó a Suindhël de su saco y comenzó a mirarla fijamente a los ojos. Las pupilas de la serpiente eran como dos tajos de las espadas gemelas de Falin, mientras que las de Ormin, estaban dilatadas y gordas como las de una vaca. –Eshtá trishte…¡Tiene una penita muy grande!- El druida acunó a la serpiente en su regazo y empezó a cantarle una vieja nana de su tribu. La melodía era similar a la que escucharon a la anciana flautista, pero las setas alucinógenas no habían suavizado la voz rasgada del druida.

-Haya-haya-hooou-hou- Tarareaba una y otra vez.

A pesar de sus constantes tropiezos el druida insistió: -Dejarme. ¡No eshtoy canshado! Tengo que rezar a Chislev- Ormin repitió el ritual de cada noche, desnudándose y cubriéndose el cuerpo de pigmentos a base de barro y ceniza, sin separarse de la serpiente, que se había colgado al cuello como la estola de un sacerdote de Kiri-Jolith.

—No me parece un sitio seguro en el que dormir a la intemperie—

-¿Estásh shegura? Yo creo que esh ferpecto, pero como tu digash. Haré la primera guardiaaagh…ZZZ- Terminó la frase quedándose tan profundamente dormido que parecía que se había desnucado.

Al fin tras tantos días de lucha infatigable, habían llegado al lugar esperado, casi parecía imposible, por unos momentos, el caballero llegó a pensar que la propia diosa no les iba a permitir llegar al corazón de su bosque, y por ello no paraba de poner más y más arbustos de crecimiento exponencial. No obstante, gracias al empeño de todo el grupo consiguieron su objetivo, mas ahora que lo habían alcanzado se sentía un poco inútil, llegar hasta allí era algo en lo que podía ayudar, pero atraer la atención de una diosa de la neutralidad escapaba a sus enseñanzas, y más en un lugar como aquel, por lo que desbordado por la cantidad de frentes que ahora se abrían, decidió centrarse en sus compañeros de momento.

La invención de la túnica roja había sido de lo más necesaria, por lo que se mordió la lengua para no responder de forma descortés ante la pregunta de los problemas que puede traer un túnica roja. Así que haciendo lo propio se dirigió al lugar místico donde deberían descansar. Una vez allí, Galahad tenía pensado salir con el druida, que parecía el más idóneo para hablar con Chislev y llevarle a la serpiente, pero teniendo en cuenta que los ronquidos que empezaban a sonar eran muy estridentes, tuvo claro que no podrían contar con él hasta nuevo aviso, por lo que volviéndose hacia el grupo dijo:

-A mi no me importa hacer doble turno de guardia esta noche, gracias a Xadrielie empecé el día bastante descansado y el agotamiento de la jornada aún no ha hecho mella en mi, por lo que descansad vosotros que lo necesitáis más -se ofreció en actitud caballerosa- no obstante, sí que necesitaré algún compañero en mi guardia, no por mi soledad sino por mi visión -aclaró señalándose los ojos dejando claro que sin ver en la oscuridad de poco iba a servir- en cuanto a Suindhel, esta noche es la idónea para los suyos, ¿debemos hacer algo? ¿buscamos algún altar natural como un círculo de flores o algo así? aunque bueno, creo que en este sitio hace mucho que no salen flores, no al menos de las normales -expuso yéndose un poco por las ramas- si alguien tiene alguna idea mejor estoy encantado de escucharla, pero creo que antes de que llegue el amanecer deberíamos recorrer la zona con la serpiente y el druida y ver si así podemos obrar algún milagro -concluyó entendiendo que si no conseguían solucionar la forma reptiliana del mago esa misma noche, ya nunca más podrían.

Uno tras otro, os aventuráis a subir por la pequeña soga suspendida en el aire y emergéis en un espacio neblinoso como si hubierais aparecido entre nubes. Todos salvo Ormin, que se queda inconsciente al poco de llegar al claro y es cargado a hombros por el musculoso Galahad. Al principio está muy oscuro pero una palabra de Thyla basta para iluminarlo con un suave y agradable resplandor crepuscular.

—Probaré fortuna con otro conjuro de Polimorfar que le devuelva temporalmente su forma élfica para que él mismo pueda disipar los efectos del conjuro que los hombres-serpiente lanzaron sobre él —responde la Túnica Roja para satisfacer la curiosidad de Xadrielie—. Si no tiene éxito, no me quedará más remedio que intentarlo yo tantas veces como sea necesario. Si tampoco lo consigo... bueno, estoy segura de que alguien en Silvanost sabrá qué hacer con él cuando volvamos.

El espacio es frío, reducido y algo claustrofóbico, pero el invisible suelo parece firme bajo vuestros pies. En el centro de la brumosa estancia hay un agujero por el que habéis ascendido y desde el que podéis ver el bosque que acabáis de dejar atrás.

Os acomodáis como mejor podéis, extendiendo mantas y sacos de dormir y rezáis para no moveros durante la noche y caer por el hueco. Ni Ormin, ni Galahad están convenientemente preparados para la temperatura del lugar, pero Falin tiende una manta abrigada sobre elfo kalanesti y Thyla eleva una plegaria a Quenesti Pah para evitar que el solámnico se pase la noche tiritando dentro de su ligero petate.

—Aquí estamos a salvo. Nadie puede vernos, ni llegar hasta nosotros —os comenta Jaenis, tratando de sonar despreocupada mientras tira del extremo de la cuerda para que esta deje de estar en contacto con el distante bosque—. Bueno, a menos que puedan ver cosas invisibles, claro está. La última vez que usé este hechizo conseguí que durara cinco o seis horas pero confío en que, con el actual alineamiento lunar, aguantará lo suficiente como para que podamos dormir a pierna suelta sin tener que montar guardias por una vez. De todos modos, el solámnico tiene razón, será mejor que bajemos antes de que amanezca si no queremos sufrir una buena caída desde aquí arriba.

A continuación, la Túnica Roja ejecuta un nuevo sortilegio para poder seguir viendo cuando la luz mágica de Thyla se apague y así poder estudiar su libro de conjuros mientras dormís.

La cabeza te da vueltas. En realidad lo hace todo tu cuerpo, mientras danzas como un maníaco con Suindhël alrededor de tu cuello. Crees que está triste y también hambriento.

Cierras los ojos un segundo y te sumes en la letárgica meditación de tu raza mientras piensas en si Perezoso estará bien ahí fuera o si la serpiente aprovechará tu descanso para comerse a Trigsi y al señor Gómez.

Tus preocupaciones se las lleva el sonido de una flauta de pan tocando una melodía que te resulta conocida pero que no recuerdas dónde la has escuchado antes. Y, sonando por encima de la música, una voz muy dulce canta:

Do vivía Solinari
solo queda deterioro,
mas en salas escondidas
de plata guarda un tesoro.

Si queréis salvar el bosque
entregádmelo, lo añoro.
Sacrificad lo que anhelo,
echadlo al lago, os lo imploro.

Entonces, en tus sueños, el rugido de un furioso huracán ahoga el sonido de la canción y escuchas una voz que atruena entre los negros cielos de tormenta.

—¡Despierta, hijo mío, viene la sombra blanca! Ya viene, Ormin Huesonegro, y enterrará en escarcha tu patria. Escucha el consejo de tu Madre, la Salvaje, la Bestia, la Protectora Verde. No lo desoigas. Consigue para mí el plateado secreto que Solinari oculta en su abandonado templo, al norte de aquí. Róbaselo a su guardián y sacrifícamelo para que yo pueda sanar. Estoy tan enferma... Traeme esa cura de plata y arrójala al lago y yo te concederé mi favor. Serás mi campeón y, si me sirves lealmente, haré de ti un druida tan grande como no lo ha habido desde los tiempos de mi Hierofante Kyrel.

Abres los ojos. A tu alrededor tus compañeros duermen todavía. Todo ha sido un sueño pero, al mirar tu mano derecha descubres que ahora sostine una pluma marrón, dorada y verde que no estaba allí antes de acostarte.

Aunque intentas mantenerte despierto todo lo que puedes, desconfiando de las promesas de seguridad de Jaenis, el agotamiento termina por sumirte en un profundo sueño.

En este sueño, puedes verte a ti y a tus compañeros de viaje siguiendo un sendero que lleva que lleva hacia el norte. El foco del sueño se aleja para mostrarte que, a vuestro alrededor, todo es un beatífico jardín lleno de animales sanos y fruta fresca colgando de los árboles. Silvanesti ha sido restaurado.

En alguna parte, camino adelante, se escucha una flauta de pan tocando una melodía que te resulta conocida pero que no recuerdas dónde la has escuchado antes. Y, sonando por encima de la música, una voz muy dulce canta:

Do vivía Solinari
solo queda deterioro,
mas en salas escondidas
de plata guarda un tesoro.

Si queréis salvar el bosque
entregádmelo, lo añoro.
Sacrificad lo que anhelo,
echadlo al lago, os lo imploro.

El foco del sueño continúa alejándose y ascendiendo y todo se ve cada vez más y más pequeño hasta que reparas en que el bosque al completo está alojado en uno de los dos platillos de una balanza que flota entre las estrellas. El otro platillo está vacío y eso hace que aquel en el que te encuentras comience a inclinarse rápidamente hacia el norte. Abres los ojos justo un instante antes de estrellarte.

Te entregas al descanso deseando que, por una noche, no haya nuevos sobresaltos que te desvelen. No tardas en caer en un profundo sueño.

En este sueño, puedes verte a ti y a tus compañeros de viaje siguiendo un sendero que lleva que lleva hacia el norte. El foco del sueño se aleja para mostrarte que, a vuestro alrededor, todo es un beatífico jardín lleno de animales sanos y fruta fresca colgando de los árboles. Silvanesti ha sido restaurado.

En alguna parte, camino adelante, se escucha una flauta de pan tocando una melodía que te resulta conocida pero que no recuerdas dónde la has escuchado antes. Y, sonando por encima de la música, una voz muy dulce canta:

Do vivía Solinari
solo queda deterioro,
mas en salas escondidas
de plata guarda un tesoro.

Si queréis salvar el bosque
entregádmelo, lo añoro.
Sacrificad lo que anhelo,
echadlo al lago, os lo imploro.

El foco del sueño continúa alejándose y ascendiendo y todo se ve cada vez más y más pequeño hasta que reparas en que el bosque al completo está alojado en uno de los dos platillos de una balanza que flota entre las estrellas. El otro platillo está vacío y eso hace que aquel en el que te encuentras comience a inclinarse rápidamente hacia el norte. Abres los ojos justo un instante antes de estrellarte.

La pareja de ratas que hacen las veces de mascotas de Ormin despiertan tu apetito mientras éste bailotea contigo al cuello como una bufanda. Ninguno de tus compañeros se preocupan de darte de comer y no estás seguro de que sepan siquiera qué es lo que come una serpiente así que te entregas al descanso confiando en apartar así el hambre al menos por un rato. No tardas en caer en un profundo sueño.

En este sueño, puedes verte a ti y a tus compañeros de viaje siguiendo un sendero que lleva que lleva hacia el norte. El foco del sueño se aleja para mostrarte que, a vuestro alrededor, todo es un beatífico jardín lleno de animales sanos y fruta fresca colgando de los árboles. Silvanesti ha sido restaurado.

En alguna parte, camino adelante, se escucha una flauta de pan tocando una melodía que te resulta conocida pero que no recuerdas dónde la has escuchado antes. Y, sonando por encima de la música, una voz muy dulce canta:

Do vivía Solinari
solo queda deterioro,
mas en salas escondidas
de plata guarda un tesoro.

Si queréis salvar el bosque
entregádmelo, lo añoro.
Sacrificad lo que anhelo,
echadlo al lago, os lo imploro.

El foco del sueño continúa alejándose y ascendiendo y todo se ve cada vez más y más pequeño hasta que reparas en que el bosque al completo está alojado en uno de los dos platillos de una balanza que flota entre las estrellas. El otro platillo está vacío y eso hace que aquel en el que te encuentras comience a inclinarse rápidamente hacia el norte. Abres los ojos justo un instante antes de estrellarte.

Gileadai, 28 Mishamont del 362 A.C.

Los elfos, que no necesitáis más que unas pocas horas de meditación, aguardáis pacientemente a que los humanos despierten y Jaenis es precisamente la última en hacerlo, unas tres horas antes de que salga el sol.

Todos habéis descansado a las mil maravillas y os encontráis plenamente restablecidos. La primera vez que lo hacéis desde que abandonasteis Silvanost y comenzó vuestro periplo por la Pesadilla. Sin relevos de guardia, sin los aullidos de origen indeterminado en mitad de la noche, sin ataques de plantas monstruosas... Casi os resulta increíble haber gozado de estas horas de paz.

Ahora, fuera de vuestro refugio extraplanar y de nuevo en el bosque, reina el silencio. Un silencio sobrenatural que no termina de ser tranquilizador, con las lunas roja y blanca brillando llenas en el firmamento.

Ashe y Thyla sostienen cada una sendas antorchas encantadas como única iluminación además de la celeste mientras Jaenis ultima los preparativos de su hechizo.

La Túnica Roja consulta por última vez su grimorio y rebusca en su saquillo de componentes de conjuro un pequeño capullo de seda de una mariposa antes de entonar las palabras de su sortilegio. Todos observáis, formando un círculo alrededor de la serpiente, cómo esta comienza a cambiar y a transmutarse de nuevo en un elfo. Uno con un cierto parecido a Suindhël pero que no termina de ser él.

—Lo he hecho lo mejor que he sabido —se excusa Jaenis—, pero parece que no soy muy buena con los detalles así que será mejor que no te mires en un espejo todavía. Mi encantamiento solo te dará unos pocos minutos para intentar romper tu maleficio, así que te sugiero que te pongas manos a la obra cuanto antes. Al fin y al cabo, los Túnicas Blancas sois los especialistas en estas cosas. Pero si prefieres que lo intente yo, no tienes más que pedirlo.

En algún momento de la noche la vívora que era Suindhël se escurrió del saco, se fue a buscar su mochila y de algún modo se las arregló para clavar los dientes en un pergamino en blanco y arrastrarlo fuera de ésta, después dio un golpe a uno de sus tinteros para derramar la tinta, y mojó la punta de la cola en ella. Tras casi una hora de esfuerzos consiguió escribir algo con una letra que parecía la de un niño que aprende a escribir, casi ilegible, pero solo casi.

El texto decía:

e tenido 1 visión, poema:

Do vivía Solinari
solo qeda deterioro,
mas n salas escndids
d plata guarda n tesoro.

Si kréis salvar l bosque
entregádmelo, lo añoro.
Sacrificad lo q anhelo,
echadlo al lago, os lo imploro.

l norte

Y más abajo "dejadme trocitos d carne, comer algo, ambre, alejad ratas mí"

Y aún más abajo, con una letra que apenas se notaba (seguramente la tinta ya se había absorbido por la tierra y no le quedaba) "disipar magia o romper encantamiento antes 24h"

Al lado del papel estaba Suindhël dormido, seguramente escribir todo aquello con la única cosa parecida a un apéndice que tenía debía ser un ejercicio realmente agotador.

Cuando Suindhel despierta, se sorprende enormemente de no ser ya una serpiente. Todo el enorme trabajo de escribir aquel pergamino había sido en vano, pero no podía estar más contento. Al escuchar las palabras de Jaenis no pudo menos que darle un beso en la mejilla.

- No he podido preparar nuevos conjuros, así que solo tengo un disipar magia preparado de ayer, solo tendré esta oportunidad. Si conoces ese conjuro prepáralo cuantas veces puedas e inténtalo. Si a las 24 horas de haber sido maldecido mi mente falla en resistir el conjuro seré una vívora normal y deberéis cuidaros de mi mordedura porque ya no seré yo. Alejad las ratas, me dan hambre.

Y sin decir ya más, recitó las palabras arcanas en voz alta tratando de deshacer el poderosísimo conjuro del hombre serpiente. Cuando terminó, no se notó ningún cambio aparente, su aspecto seguía sin ser el del auténtico Suindhël. Sin embargo aquel elfo que ya no era él sonrió como si fuese el día más feliz de su vida.

- Lo he logrado, creo, he anulado el maleficio. Cuando tu conjuro termine volveré a tener mi aspecto de siempre.

Si iba a decir algo más prefirió esperar y se puso como un loco a devorar comida, llevaba un montón de horas sin probar bocado en un cuerpo de sangre fría, y eso daba hambre.

Cuando se sintió satisfecho contó su sueño a los demás, aportando más detalles:

- En el sueño me veía siguiendo un sendero hacia el norte, Silvanesti volvía a ser el que era pero de algún modo eso dependía de nosotros, de lograr el equilibrio. Recuerdo una balanza donde el bosque estaba en un platillo y había que poner algo en el otro plantillo. También había una música y un poema, a ver si lo recuerdo bien...

 

Do vivía Solinari
solo queda nosecuantos,
mas en nosequé escondidas
de plata guarda un tesoro.

Si queréis salvar el bosque
entregádmelo, lo añoro.
Sacrificad lo que anhelo,
echadlo al lago, y nos sé qué más.

- Creo que debemos dirigirnos al norte y buscar esas ¿salas era? escondidas y ese tesoro de plata para tirarlo al lago. Pero esa es ya mi interpretación del sueño, no una certeza. No sé si lo que le tenemos que entregar  al lago es solo la plata o alguna otra cosa. Al despertar estuve tratando de recordar qué o quien era Solinari, porque el caso es que me suena.

La voz del "nuevo" Suindhël sacó a Falin del sueño. Enarcando una ceja en señal interrogativa, el elfo iba a hablar del sueño que acababa de tener, pero de repente se esfumó..

El túnica blanca habló.

Do vivía Solinari
solo queda deterioro,
mas en salas escondidas
de plata guarda un tesoro.

Si queréis salvar el bosque
entregádmelo, lo añoro.
Sacrificad lo que anhelo,
echadlo al lago, os lo imploro

- Me llama especialmente la atención la imagen final del sueño: todo Silvanost restaurado en una balanza.. el pícaro esbozó una tímida sonrisa de esperanza.. el Equilibrio.. yo tambíen opino que debemos buscar "esas salas escondidas de plata que guarda un tesoro".

Empecemos por el principio para ubicar el verso y la localización..

Do vivía Solinari
solo queda deterioro..

Donde vivía Solinari.. ¿alguien tiene alguna idea a lo que se refiere? preguntó al grupo.