Partida Rol por web

Xadrielie desapareció de la visita de todos por un instante, para aparecer de repente a diez pies de distancia de su posición original y librándose así, aunque sólo fuera de forma momentánea de aquellas plantas que trataban de inmovilizarla. 

Una vez alejada de aquella alimañas verdes rezó a Kiri-Jolith para que su cuerpo creciera y de aquella forma pudiera alcanzar a las criaturas que pendían de los árboles. 

- ¡Kiri-Jolith haz que mi cuerpo crezca, para que pueda acabar con estas alimañas malignas! - Le pidió fervientemente.

Con el camino bloqueado por Xadrielie, Thyla y el enorme árbol en que se ha transformado Suindhël, a Falin no le queda más remedio que hacer uso de sus notables poderes para teleportarse directamente tras el hombre-serpiente que acosa a Ashe. Y lo hace en el mismo momento en que este se le echa encima a la exploradora semielfa.

El susodicho se abalanza sobre vuestra guía, enfurecido por las gélidas saetas que esta ha clavado en su escamoso cuerpo. Su gran alfanje araña la cota encantada cota de mallas élfica con un sonido chirriante, sin lograr atravesarla gracias a la protección sagrada conjurada por Xadrielie. Y solo la suerte logra evitar que sus colmillos se claven en la blanca piel de Ashe, inoculando su veneno.

Entretanto, el caballero de Solamnia registra su mochila en busca de una soga con la que atar la empuñadura de su espada. Por desgracia, las plantas vivientes que tratan de atraparle no le ponen nada fácil su tarea y, una y otra vez, ve cómo el nudo que intenta hacer se deshace entre sus manos. Es entonces cuando escucha a Thyla elevar una plegaria a su diosa y, aunque no logra entender las palabras en élfico, estas le inspiran lo necesario como para conseguir anudar la cuerda al pomo de su mandoble.

Atrapada entre las plantas que se aferran a sus tobillos, la sacerdotisa-guerrera de Kiri-Jolith busca un espacio despejado al que saltar para librarse de la vegetación viviente. Mire a donde mire hay plantas retorciéndose y ramas tratando de atrapar a sus compañeros. La espesura del bosque le impide escapar del angosto camino y la presencia de Suindhel bloquea el paso hasta donde Ormin, Falin y Ashe se enfrentan contra el único hombre-serpiente que está en tierra. Así pues, activa con una orden sus tobilleras encantadas para escapar temporalmente de sus captoras al único sitio libre que le queda y rezarle a su dios en busca de ayuda en la batalla. En respuesta a su oración, comienza a crecer hasta doblar su propia estatura, aunque no de un modo tan desmesurado como el Túnica Blanca.

Sin embargo, las plantas vivientes no cejan en su empeño por apresaros a todos tarde o temprano. Los zarcillos espinosos se envuelven alrededor de los tobillos de Ormin y de Thyla, mientras las ramas de los árboles circundantes se aferran al cuerpo leñoso de Suindhël y de la agrandada seguidora de Kiri-Jolith.

El hombre-serpiente que había caído entre la maleza, derribado por el acrecentado Túnica Blanca, reaparece de nuevo trepando a un árbol cercano. El otro, situado al norte de vuestra posición, vuelve a hacer uso nuevamente de su magia impía para dirigirla esta vez contra el más grande de sus enemigos. Observáis horrorizados cómo el fabuloso árbol que es vuestro compañero comienza a decrecer a toda velocidad y a transformarse en una repugnante y siseante víbora.

Ashe tiene apenas un instante para echar la vista atrás y descubrir en qué ha quedado convertido su compañero mago. Hace un esfuerzo por contener una arcada de asco y retrocede un paso hacia él, de espaldas para no mirarlo, manteniendo su atención centrada en su oponente; al que asaetea de nuevo aprovechando la posición de flanqueo creada por la oportuna aparición de Falin. No podéis evitar sentir admiración por el modo en que la diestra arquera combate cuerpo a cuerpo a su oponente con un arma a distancia, disparándole a bocajarro una y otra vez en los puntos vulnerables de su escamoso cuerpo. Solo deja de disparar cuando está segura de que la criatura está definitivamente muerta, con una gélida flecha atravesando su cráneo.

Con una mueca de satisfacción por el impresionante despliegue marcial de la kirath asintió confiado; de repente, un eco lejano venido de viejos recuerdos enterrados, la imagen del soris roto de su padre apareció en su mente junto con una sucesión de imagenes y sensaciones pasadas.. inoculando una oleada de rabia que el artista marcial consiguió focalizar en pos de la concentración. Frunciendo el ceño en gesto iracundo, Falin buscó el refugio de nuevo en la sombras*, pues sabría que la única manera era de neutralizarlos sería ganando una posición de ventaja, a ser posible por la espalda o buscando el flanqueo..

Totalmente invisible el pícaro corrió hacía el arbol donde se encontraba el hombre serpiente más cercano con la esperanza de sorprenderle  de forma ventajosa.

Desde su posición, agrandada, Xadrielie trató de asestar un espadazo a una de aquellas víboras que pendían de las ramas de aquellos deformes árboles que trataban sin descanso de atraparles. 

- ¡Acabemos con estas aberraciones cuanto antes! - Alzó la voz la sacerdotisa.

- ¿ahor soy una serpiente? -Se preguntó en voz alta Suindhël aunque nadie pudo percibir sonido alguno pues el leve siseo emitido se quedó enterrado bajo la atronadora algarabía de la batalla.

Sin brazos para poder manipuler los componentes de conjuro ni voz para los componentes vocales, el elfo entendió que no podía hacer absolutamente nada, salvo ponerse a salvo e intentar seguir vivo a la espera de que Jaenis, la única con cerebro y poderes suficientes para ello, pudiese devolverle su forma humanoide.

Así que simplemente intentó subirse a algún árbol y luego se mordió la punta de la cola con los dientes, sin clavarse veneno alguno, esperando que la simbología del círculo fuese algo suficiente para llamar la atención.

El druida trató por todos los medios de liberarse, pero las lianas lo envolvieron como una crisálida a tal velocidad que no le dio tiempo a lanzar ningún conjuro. Su pequeño y agotado cuerpo estaba a merced del éxito de Ashe, la única que parecía capaz de hacer algo.

El atrapado druida kalanesti obseva con frustración cómo las plantas de la zona atrapan sus tobillos y las ramas de un árbol cercano se aferran a su muñeca izquierda. Los demás habéis sufrido situaciones semejantes a lo largo de todo el viaje por tierra pero para él, que lo ha hecho desde el aire, esto es algo nuevo y desesperante. Su mente busca en vano las palabras de algún conjuro útil, mientras su cuerpo trata de soltarse, sin éxito por el momento.

En algún lugar indeterminado entre Thyla y Ashe escucháis la voz de Jaenis pronunciando palabras mágicas cuyo significado no alcanzáis a comprender. Sin embargo, nada parece suceder en respuesta a su conjuro.

—¡No puede ser ser! —la oís exclamar, contrariada.

Entretanto, la serpiente en que se ha transformado Suindhël se escabulle ágilmente entre la maleza y trepa con soltura por el árbol más próximo hasta quedar colgado como un extraño anillo de una rama baja, mordiéndose su propia cola.

Falin, al igual que la Túnica Roja había hecho poco antes, también se desvanece ante vuestros ojos. Teméis que pueda haber aprovechado sus poderes para escapar de la desesperada situación en la que os encontráis pero el agente del Sinthal-Elish reaparece pocos segundos después. Lo hace a más de dos metros del suelo, encaramado en precario equilibrio al mismo árbol en el que se encuentra el hombre-serpiente al que Suindhël derribó.

Desde el suelo, el caballero de Solamnia empuña su mandoble como si se tratase de un arpón y se lo arroja a vuestro otro enemigo, que es al que tiene más cerca. El lanzamiento tiene más fuerza que puntería y la hoja se pierde entre el follaje. Afortunadamente, la previsión de Galahad le permite recuperar su arma, tirando del extremo opuesto de la cuerda a la que está anudada.

En medio de vuestra desesperada situación y atrapada también por la vegetación circundante, Thyla eleva a Quenesti Pah una nueva y larga plegaria pidiendo que acuda en vuestro auxilio; pero cada uno de vosotros tiene ya sus propios problemas como para prestar atención a sus oraciones.

Los árboles más cercanos han extendido sus nudosas ramas alrededor de la agrandada Xadrielie y, aunque la sacerdotisa guerrera reparte estocadas a diestro y siniestro tratando de liberarse, siempre surgen nuevas ramas y raíces que la impiden acercarse hasta el árbol donde se encuentra su enemigo.

Éste responde al lanzamiento de espada de Galahad aprestando su arco largo y apuntando desde su elevada posición a vuestra guía mestiza. Sin embargo, al tender el arco la cuerda se parte entre sus escamosas manos, dañada por el no tan fallido lanzamiento del Caballero de Corona.

Pero, aunque la fortuna evita que Ashe sea asaeteada por el temible hombre-serpiente, no consigue evitar que las plantas cercanas logren finalmente apresarla. La exploradora se contorsiona y forcejea con los zarcillos que agarran su capa de kirath o se enrollan alrededor de su arco, pero sus esfuerzos resultan en vano. Se empeña en disparar una nueva andanada de flechas pero solo una de ellas consigue alcanzar a su objetivo.

El segundo hombre-serpiente reacciona rabia al disparo recibido y con sorpresa ante la inesperada aparición de Falin en su árbol. Desenvainando su cimitarra, acomete al versátil agente con inquietante ferocidad. Pero cada una de sus furiosas estocadas se encuentra con una hábil maniobra del sicario. Bendecido por los dioses de la Luz, Falindrithan desvía cada golpe con sus propias espadas y esquiva con agilidad a la bestia cuando ésta intenta morderle.

Avanzando sobre las puntas de sus pies, el pícaro invocó el poder de los filos ardientes*  para intentar acabar con la sierpe de una vez por todas. Cuando las hojas se encendieron, el pícaro apretó la mandíbula esperando que el golpe doble acertara en su blanco.

El viejo kalanesti seguía gruñendo bajo la maraña que lo atrapaba: -¡GRRRR! Estos yerbajos se han vuelto locos ¡Que soy de un druida! – Protestó en un denodado esfuerzo por liberarse. Ya estaba agotado antes de toparse con las serpientes. En otras circunstancias habría sobrevolado a estos individuos desde las alturas.

Xadrielie seguía enmarañada y poco o nada podía hacer para atacar a las bestias que pendían de los árboles. Ni si quiera siendo tan grande como un gigante lograbs alcanzar a sus enemigos. Poco podía hacer salvo confiar en las artes de combate del pequeño Fallin y de la legendaria Ashe. 

- ¡Seguid así! - Trató de darles ánimo. - ¡Ya tenéis casi domadas a esas víboras! 

Xadrielie adoptó una posición defensiva tratando de esa forma de ser un blanco difícil para sus enemigos de lengua viperina.

Suindhël, no pudiendo hacer nada más, probó a enroscarse pero esta vez haciendo el símbolo del infinito. Ser serpitente era sorprendente, jamás había tenido una columna vertebran tan flexible.

Convencido de que la vegetación que le aprisiona terminará soltándole porque es un druida kalanesti, Ormin forcejea sin que las plantas parezcan tener la debida consideración por su status.

También la invisible Jaenis se niega a darse por vencida a pesar de lo desperada de vuestra situación a juzgar por el sonido de su voz que todavía podéis escuchar, pronunciando palabras ininteligibles. Aquellos de vosotros que no tenéis la atención fija en el duelo entre Falin y su oponente, sino en el otro hombre-serpiente, veis cómo el árbol en el que se encuentra se cubre de lo que parece ser una resbaladiza capa de manteca. Por desgracia, haciendo notables aspavientos, la criatura consigue permanecer en su rama sin precipitarse hacia el suelo.

Por su parte, la serpiente en que ha quedado transformado Suindhël parece más pendiente de su nueva morfología que del desarrollo del encuentro, consciente de que su preocupación tampoco ayudará en modo alguno a sus compañeros.

Mientras el antiguo Túnica Blanca se balancea en su rama, contorsionándose y creando formas curiosas con su cuerpo, en un árbol cercano Falin mantiene un duelo de esgrima al más alto nivel con su enemigo. Sus espadas cortas, ahora envueltas en llamas, lanzan chispas con cada acometida. Pero una y otra vez sus estocadas son desviadas por la cimitarra empuñada con gran pericia por parte del corpulento hombre-serpiente al que se enfrenta.

En tierra, solo Galahad ha logrado por el momento librarse del acoso de las plantas y no por que éstas no lo intenten, sino porque su espada está siempre lista para cercenar aquellas que se le aproximan demasiado. Después de haber probado suerte en derribar al temible reptil que le acecha desde las alturas, opta por permanecer a la defensiva con la esperanza mantener a raya a la rebelde vegetación.

Es entonces cuando una esfera de luz se materializa de la nada, en respuesta a las oraciones de Thyla, levitando a la altura de los hombros del solámnico y a menos de metro y medio de donde se encuentra. La sola presencia de la luminosa bola flotante proyecta una sensación de alivio y seguridad a aquellos que se encuentran más cerca de ella. Pero no solo es el aura brillante que irradia lo que os da esperanza, sino el hecho de que comience a arrojar pequeños rayos luminosos en todas direcciones. Ninguno de ellos alcanza al hombre-serpiente más cercano, pero uno sí golpea a Thyla, provocándola una pequeña quemadura y haciendo que ella emita un sorprendido quejido.

Desconcertada por la repentina aparición de la bola de luz, Xadrielie deja de intentar liberarse de las ramas que la aprisionan y, con su espada en alto, permanece en guardia por si debe protegerse de esta nueva amenaza radiante si es que realmente lo es.

Encaramado al árbol bajo el que se encuentra la brillante esfera, el hombre-serpiente intenta abandonar su resbaladiza posición y cambiar a una superficie más segura. Para su desgracia y vuestra fortuna, pierde el equilibrio y se precipita a tierra, quedando al alcance de Galahad y Xadrielie; que aguardaban impacientes la ocasión.

Ajeno a la suerte de su compañero, el otro monstruoso reptil, armado con su cimitarra, contraataca a Falin con redoblada saña armado con su cimitarra. La hoja curva encuentra una brecha prácticamente inexistente entre las defensas de Falin, obligándole a recular y haciendo que la sangre brote de su muslo herido. Pero el hombre-serpiente no se da por satisfecho y explota la ocasión, hundiendo hasta la empuñadura su enorme arma en el estómago del agente del Sinthal-Elish.

El fuego se extingue de las espadas de Falin, que resbalan de las manos sin fuerzas de su dueño. El hombre-lagarto se vale de su descomunal fuerza para mantener al inerte silvanesti en pie, empalado por la cimitarra y hundir sus venenosos colmillos en su blanca carne de su cuello. Podéis escuchar con claridad el escalofriante crujido de los huesos al astillarse antes de que la bestia lo arroje a tierra con una violenta sacudida de su arma.

Haciendo un notable esfuerzo y abandonando por el momento la idea de seguir disparando en las presentes condiciones, Ashe se retuerce, tira y patea hasta lograr soltarse momentáneamente de las zarzas que la tenían firmemente sujeta, tratando de llegar hasta el lugar donde su compañero ha quedado tendido como un juguete roto.

Las molestas plantas continúan sin liberar a ninguna de sus restantes presas, pero siguen sin conseguir atrapar al esforzado Caballero de la Corona, que las siega con su mandoble en cuanto se le acercan.

- ¡No morirás hoy! - Gritó Xadrielie apuntando con la punta de sus dedos hacia Fallin y acto seguido sus heridas comenzaron a cerrar rápidamente. Podía ser que acabara muriendo, aunque esperaba que lo hiciera en ese precioso instante.

La gigantesca sacerdotisa alzó con más manos su espada larga y lanzó un tajo descendente para tratar de partir por la mitad a la antropomórfica serpiente. Por desgracia, el filo de su arma impactó contra el suelo. 

- ¡Maldición! - Gruñó enfadada la elfa. Estaban en serio peligro con esos seres cerca y esperaba que sus compañeros pudieran acabar pronto con ellas.

-¡GRRRR! ¿Domadas?¿estás segura Xadrielie? – El kalanesti apartó los zarcillos y ramas de su cara para ver si la clériga hablaba en serio. El suelo del bosque seguía pareciendo una trampa mortal. Un crujido espantoso anunció una nueva desgracia. El silencioso espía, guerrero o lo que fuera Falin había caído. Ormin no se fiaba de él, pero en comparación con todo lo que se habían encontrado por el camino, era como un hermano. –¡Falin, sal de aquí si puedes! AAARG ¡CORRE INSENSATO!-  

Las ramas lo engulleron aún más enroscándose entorno a su cuerpo con un abrazo fatal.

-Chislev…Ten piedad de este atajo de descerebrados- Rogó cuando la luz del sol desapareció bajo el follaje.

De nuevo la sacerdotisa trató de golpear a la serpiente que empezaba a enrollarse en el cuerpo de su fiel compañero humano. Lanzó un espadazo hacia este, no obstante, el impacto no logró atravesar las duras placas escamosas que cubrian todo el cuerpo de aquella criatura. 

- ¡Kiri-Jolith, no le abandones ahora! - Exclamó Xadrielie totalmente desesperada y viendo cómo a su alrededor todos sus compañeros estaban teniendo tantos problemas para sobrevivir. 

Solo esperaba que Fallin no muriera por su torpeza a la hora de combatir contra aquellos seres o que Galahad no muriera ahogado sin que ella pudiera sacarle de encima a la serpientina criatura.

-No te preocpes Xadrielie, Falin es más duro de lo que puedas creer. Seguro que se levanta y los degüella a todos en cualquier momento. ¡Aun no estamos acabados!- Gruñó el druida. Pero el ágil espadachín seguía con la cabeza en el barro. El kalanesti tomó aire abriendo sus fosas nasales: –Mira que tengo prohibido hacer fuego en un bosque, pero no me dejáis alternativa- Espetó al hombre serpiente. El kalanesti cerró los ojos y se llevó las manos a la frente para acariciar una discreta piedra negra atada con un cordel. Su superficie pulida brilló bajo el tenue sol y el viejo elfo centró su atención en su enemigo. Una esfera de llamas comenzó a materializarse entre sus manos, crecindo más y más. –OOOOOOHMMMMM-  El rezo del druida sonaba como un coro de voces roncas aullando al mismo tiempo. Cuando la esfera alcanzó los 5 pies de diámetro, Ormin abrió los ojos y la lanzó contra el hombre serpiente, prendiendo todo a su paso –Que Chislev me perdone. Espero que esta lluvia de sangre, al menos pueda evitar el desastre- Musitó al ver el terrible espectáculo flamígero.

El solámnico en cuanto notó el frío abrazo del reptil, intentando inmovilizarlo, en un primer instante no se resistió en demasía, únicamente para comprobar la fuerza de aquel ser en su constricción, pero una vez tuvo constancia de ello, Galahad esbozó una media sonrisa y haciendo gala de toda su fuerza, contrajo sus músculos de tal forma, que al extender sus cautivos brazos por poco no parte en dos al enorme ofidio, el cual no esperaba aquel despliegue de resistencia.

Así pues, conocedor de su éxito, el caballero le dijo en tono altivo:

-Has mordido más de lo que puedes masticar engendro -expuso amenazante para acto seguido proseguir con su contraataque.

Por lo que sin dudarlo, embistió con su espadón una vez más a la criatura dispuesto a evitar que se atreviera si quiera a formular algún hechizo más, dispuesto a convertirlo en un amasijo de carne antes que dejar que escapara de su rango de alcance.

Xadrielie no cesó en su empeño por acabar con aquella amenaza que estaba tratando de estrangular a su amigo humano. Todavía visiblemente ocupada con las malditas ramas que se retorcían a su alrededor tratando de inmovilizarle e impidiéndole realizar los movimientos como ella sabía, lanzó un espadazo contra el hombre serpiente con la esperanza de no volver a fallas y finalmente atravesar su duro cuerpo escamoso y darle muerte. Esperaba que así fuera, pues Fallin seguía moribundo y esas siseantes bestias traicioneras, podían rematarlo en cualquier momento.

- ¡Yo los tenemos, no ceséis en vuestro empeño! - Trató de alentar a los suyos.