Partida Rol por web

- Todo está en tus manos entonces, Ormin... –

Las cejas del druida se levantaron con una mezcla de asombro y pánico escénico. –¿Llamar a unas águilas? Si ¡claro, claro! Ejem- El kalanesti dio un paso atrás y se preparó para llamarlas a voces. Entonces se detuvo. –Lo cierto es que no hemos visto a ninguna y liarme a gritos puede atraer cualquier otra cosa que SI hemos visto...Llámense hombres-serpiente, matojos asesinos, incluso un verde...- El druida se masajeó la cara inquieto; aun embotado por la resaca del día anterior. –Está bien. Tú tienes fe en Kiri-Jolith, y yo en vosotros- Dijo encogiéndose de hombros con una sonrisa. El habría probado a explorar las inmediaciones en dirección norte, le parecía improbable que su destino estuviese tan lejano todavía, pero si lograba que algún animal los llevase, no tendría que volver a caminar por la peligrosa espesura.

Ormin sacó uno de sus preciados papiros. En lugar de runas tenía hermosos pictogramas que comenzó a entonar como una de sus oraciones rituales nudistas. Los dibujos cobraron vida y desaparecieron en los límites del papel. La voz rasgada del druida se tornó suave y comenzó a emitir todo tipo de trinos, aullidos y gorgogeos. A falta de una especie en concreto, el druida estaba probando con todos los animales suficientemente grandes para transportarlos con rapidez. – Nada garantiza que nos quieran ayudar. Los kalanesti tenemos fama de gruñones. – Aclaró haciendo una pausa entre chillidos salvajes.

A un par de horas del amanecer, sin más luz que la de las lunas Solinari y Lunitari y las dos antorchas encantadas que empuñan Ashe y Thyla, el lugar en el que os encontráis os resulta sobrecogedor. Más allá del anillo de secuoyas gigantes no se escucha ningún ruido y eso es algo que continúa inquietándoos.

Los estridentes chillidos de Ormin solo sirven para hacer que, en contraste, el silencio reinante parezca todavía más espantoso. No hay ni uno solo de vosotros, con excepción tal vez del propio kalanesti, que no piense que su disonante reclamo tratando de atraer a algún ave de gran tamaño lo que acabarán atrayendo es a todos los dragones verdes de las inmediaciones o tal vez algo incluso peor.

Algo que parece confirmarse cuando un estruendoso aleteo resuena en el oscuro cielo por encima de vuestras cabezas al cabo de unos pocos minutos. Os preparáis para hacer frente a la amenaza voladora.

Dos figuras tan negras como la noche descienden en picado sobre vosotros y os obligan a arrojaros de bruces al suelo para no ser barridos durante su aterrizaje. Se trata de dos cuernos de plumaje negro-azulado, más grandes que el caballo de Galahad y con una envergadura de alas de unos seis metros.

Medio acuclillado para no atraer sobre sí la ira de los descomunales córvidos, Ormin entona el cántico escrito en un pergamino preparado para la ocasión y comienza a "hablar" con ellos emitiendo horrísonos graznidos que los cuervos responden con silenciosas miradas de curiosidad.

Entonces, para alivio de todos y decepción de algunos, la pareja alza el vuelo y se aleja nuevamente de vosotros sin causaros ningún daño.

-¡GRAAACK GRAAAK! ¡SI, LO MISMO OS DIGO A LOS DOS! ¡ESPERO QUE PODÁIS CONCILIAR EL SUEÑO EN VUESTRO NIDO ESTA NOCHE! ¡GRAAAK! NECESITAMOS TRANSPORTE Y...- Respondió a las aves en un galimatías de kalanesti y graznidos. – Ya me pediréis algo y voy a estar muyyy ocupado- Gruñó para sí al ver las aves abandonarlos a su suerte.

Ormin se volvió hacia sus compañeros con el rostro enrojecido por la decepción. No tenía palabras. Las aves solían ser más amistosas en Ergoth del Sur. Las visiones de su hermosa isla cubierta de hielo había vuelto a atormentarlo tras el sueño que había compartido con sus compañeros. El druida se sentó y desmenuzó unas setas en el papiro que aún tenía en la mano. Lo enrolló con fuerza y lamió el lateral para sellar el canuto. –Esto hará más amena la caminata- Dijo encendiéndolo y ofreciendo una calada.

El humo pesado y embriagador permitió al druida relajarse y repetir las palabras de la anciana flautista:

Entonces llegaréis hasta un estanque rodeado por las mayores y más viejas secuoyas de todo Ansalon. Ese es el lugar donde, según la tradición oral de mi pueblo, el primer día del cuarto mes, Chislev se les apareció a los primeros elfos y ellos le ofrecieron holocaustos sagrados de animales y plantas en una festividad que durante mucho tiempo se convirtió en una tradición anual.

-¿Qué se nos ha pasado?- Murmuró meditabundo. – No voy a quemar animales o plantas solo por probar…Por muy desagradecidos que sean en este bosque.- Añadió todavía molesto con los cuervos gigantes. - Supongo que no nos queda otra que ir al norte, hacia Solune como señaló Ashe en su plano.- Suspiró con resignación.

Viendo que todas las opciones de viajar rápido se habían agotado, y en el fondo algo aliviado por no tener que volar a lomos de ninguna criatura inestable, les dijo a los demás en común para poder expresarse bien:

-Yo también pienso que lo importante era llegar aquí en esta fecha, la ofrenda puede hacerse en otro momento, pues lo que vamos a entregar no son animales y plantas, sino algo que la propia diosa desea, y si lleva tanto años esperándolo, podrá esperar algunos días más -aclaró dejando claro su parecer- además, acabamos de agotar todas las posibilidades de viajar usando magia o a los animales, así que no nos queda otra que caminar, si Chislev quiere que lleguemos a tiempo, nos mostrará una senda más rápida, o al menos hará que la vegetación sea menos infranqueable -concluyó esperando poder tener un respiro a la hora de repartir mandobles para abrirse paso entre la densa foresta.

Tras ello, y viendo como el druida empezaba a hacer algo extraño con algo parecido a una pipa, Galahad aprovechó para decir:

-Quizás sea un buen momento para tomar un desayuno fuerte y emprender la caminata con energía, está claro que vamos a necesitarlo -dijo finalmente esperando ganar algo de tiempo hasta el amanecer y así poder avanzar siendo más conscientes del entorno.

Xadrielie tradujo o que Galahad acababa de decir am resto. Su compañero humano tenía razón desgraciadamente. Si los arcanos y el druida no habían encontrado la manera de viajar más rápido a través de la arbolada, no les quedaba otra que hacerlo como hasta ahora, a pie. 

- Si... - Confirmó fastidiada la sacerdotisa. - Comamos algo y emprendamos la marcha. Sólo espero que nuestras cabilaciones acerca de las fechas idóneas para llevar a cabo lo que quiera que los indescifrables dioses quieren de nosotros, sean correctas. No desearía que todo esté viaje a través de la Pesadilla hubiera sido en balde.

Xadrielie estaba enfadada. Habían pasado cerca de Solune hacía unas jornadas y los dioses que les habían enviado a esa extraña y experiencia, podrían haberles mandando algún tipo de mensaje onírico. Esperaba que aún estuvieran a tiempo de revertir la situación, pero lanzar un cofre lleno de plata al lago no le parecía tampoco una solución adecuada para un dios de la neutralidad consagrado a la naturaleza. ¿Y si estaban siendo engañados? Se encogió de hombros. No podía saberlo. No de momento al menos.

El desánimo se tornó patente en el grupo. Las continuas idas aquí y allá, los habían expuesto al límite muchas más veces de lo que Falin esperaba al principio de todo esto..

Para prevenir la agonía, el erudito de la espada decidió emplear su pensamientos y concentración en algo mucho más productivo: la disciplina del acero. Tras quitarse la armadura y casi la totalidad de su ropa, el elfo comenzó a realizar calentamientos y estiramientos varias para tras un rato, coger al fin las espadas cortas. Con movimientos amplios de las diferentes técnicas y escuelas marciales, el erudito repasó todo su repertorio realizando katas y pumses en series ciclícas.

Algo apartado para no molestar a sus compañeros, el pícaro termino la jornada después de "vaciar" la energía que le quedaba, con el fin de ir a "dormir" tras una larga jornada que casi le cuesta muy cara.. sin decir nada, Falin se tumbó a descansar, una vez hubo tratado las ampollas de sus pies, esperando que mañana la suerte les sonriera de una vez..

Seis cuervos para siete jinetes, pues el druida ya tenía montura voladora con Perezoso. Dejar a alguien atrás no era algo que tuviera pensado hacer, sin embargo, no les iba a quedar más remedio si querían llegar con garantías hasta Solune. De hecho, mejor sería dejar a más de uno atrás, pues si encontraban el cofre de plata y los cuervos todavía seguían prestándose a ayudarles, uno de ellos tendría que portar dicho cofre de vuelta hacia el santuario.

- Quizás lo mejor será separarnos en dos grupos. Uno de cinco y uno de tres quizás. - Comentó. - No me gusta la idea de dejar a nadie solo atrás. - Miró a sus compañeros. - Creo que Suindhël debería ir si o si a Solune. - Comentó. - Por lo que para igualar los grupos, quizás Jaenis debería quedarse. Thyla o yo nos quedaríamos también y creo que Ashe, conocedora del bosque, podría quedarse con ellos y los tres juntos regresar al templo de Chislev. Espero que en unas pocas horas podamos reencontranos. - Miró a Thyla. - ¿Quieres quedarte o volar hacia Solune? - Le preguntó. - Aceptaré lo que decidas.

- Ormin... ¿podrías transformarte tú mismo en algo volador? He oído que algunos druidas saben hacerlo.

- Quizás lo mejor será separarnos en dos grupos.

El kalanesti se rascó las rastas nervioso como si tuviese piojos. –Separarnos…Hmmm no me parece la mejor idea si podemos evitarlo- masculló pensativo.

Entonces Suindhël, en su infina sabiduría, le leyó el pensamiento:

- Ormin... ¿podrías transformarte tú mismo en algo volador? He oído que algunos druidas saben hacerlo.

 –¡Oh, desde luego que puedo! 3 turnos de 7h- puntualizó. -No hace mucho que me transformé en un águila para espiar al verde. La única pega es que estaré tan poco hablador como una serpiente…- Añadió conteniendo la risa. El kalanesti dio una palmadita en la espalda al túnica blanca y llamó a Perezoso.

–Es la mejor montura que podríais tener. Su silla de montar tiene correas que evitarán que caigáis en una situación de peligro, y puede moverse en completa oscuridad y silencio. - El druida susurró unas palabras al murciélago para que aceptase a un nuevo jinete y añadió en broma: -Le he dado permiso para devoraros si no le gustáis ¿Quién es el valiente?- Sonrió ofreciendo las riendas. La bestia monstruosa se relamió como si quisiera seguir la broma y emitió un chillido inaudible mostrando sus afilados colmillos.

Ormin entregó después su zurrón al mago, quien ya había cuidado de Trigsi y el Señor Gómez. –Puedo transformarme con mi equipo, pero no a ellos- Explicó confiándole a sus queridos roedores. –No te pases dándoles chuches o estarán dando saltos toda la noche.- Le explicó sacándoles un momento de la bolsa.

- Yo no sé cabalgar apenas, así que agradeceré tener una montura que es más lista que yo y que cuidará de no matarme. Perezoso me trasmite mucha más confianza que esos cuervos negros.

- Si puedes hacer eso... - Le dijo a Ormin. - No habrá problema alguno, supongo. Todos podremos sobrevolar de una forma y otra os cielos de este bosque maldito y llegar a Solune en un tiempo bastante breve. Ya veremos después como hacemos para llevar al cofre hasta aquí. - Asintió con la cabeza. - ¿Nos vamos?

Viendo que se había solucionado el asunto logístico sobre quién montaría qué, y satisfecho por el hecho de saber que no se separarían, el solámnico miró un tanto desconfiado a la montura que le iba a tocar montar, uno de esos enormes cuervos de apariencia no muy halaguëña, por lo que un tanto dubitativo le dijo a Ormin:

-¿Seguro que podrán conmigo y con mi armadura? hay bastante diferencia entre un elfo y yo, sin ánimo de ofender -expuso Galahad con educación pero esperando cerciorarse de aquel asunto- de todas formas creo que voy a optar por tomar algunas precauciones -añadió para acto seguido sacar su cuerda y decirle a los demás en élfico- usar cuerda y no caer -aclaró para luego acercarse al pajarraco y pidiendo permiso con una ligera reverencia, atar un extremo de la cuerda a la pata de este y el otro a su cintura, de esta forma, si caía, al menos quedaría atado al ave y podría tener una oportunidad de sobrevivir.

Así pues, y algo más confiado, le dio un poco de sus raciones al cuervo, esperando así ganarse algo del favor del mismo y agradecerle el esfuerzo que iba a hacer; pues de todas formas, si moría por una caída de poco le iban a servir las raciones, era mejor ser generoso ahora que lamentarlo después...

Sin duda alguna era más seguro viajar por encima de la copia de los árboles, que hacerlo po la superficie del bosque. De haber sabido que existía aquella posibilidad, seo hubiera pedido a Ormin mucho antes. Por ello, Xadrielie, trató de volar en círculos esperando que el druida y el túnica blanca volvieran a elevarse en los cielos y así seguir lo que restaba de camino hasta las ruinas.

- ¡Ormin, vuelve a transformarte y seguimos! - Le pidió.

-¡YIIIIIIK!- Chilló el druida en forma de águila al notar que sus alas se retraían en delgados brazos élficos incapaces de mantenerlo en el aire. -¡AAAH!- Con el suelo cada vez más cerca no pudo evitar cerrar los ojos y lanzar un grito ahogado: -¡VIVA ERGOTH!¡ MENUDA OST…¡-

La magia del anillo lo salvó por enésima vez.

- ¡Ormin, vuelve a transformarte y seguimos! -

La sacerdotisa vio como Ormin levantaba la cabeza, pero sus ojos la miraban como si aún fuese un animal salvaje. El druida movió los codos y dio un par de saltitos como si no recordase caminar, se rascó el hombro con los dientes y tras emitir un nuevo chillido alzó el vuelo transformado otra vez en una veloz rapaz. Estaba claro que por mucho que el druida amase a los animales, ser uno de ellos le pasaba factura a su cordura, pero haría cualquier cosa que estuviera en su mano por ayudar a sus nuevos amigos.

- Fallin. - Llamó la atención del pequeño elfo. - Creo que se te da bien buscar y encontrar trampas. - Le dijo la sacerdotisa. - He visto como lo hacias antes. Eres cuidadoso y meticuloso. - Sonrió. - ¡Venga, encuentra ese cofre! - Le retó.

Sin decir nada, el elfo asintió y comenzó a buscar trampas, teniendo sumo cuidado donde pisaba..

Suindhël, casi por instinto, se colocó en medio del grupo, aunque el templo de Selune le producía una enorme curiosidad y de buena gana habría ido corretendo de aquí para allá mirando cada detalle, cada piedra, cada símbolo, cada... todo. Era un verdadero privilegio estar allí.

Pero aún estaban en la pesadilla, y obviamente tenía muy reciente su conversión ofídica como para permitir que fuese la imprudencia la que guiase su comportamiento.