Partida Rol por web

Aquel combate al fin se desarrollaba en un entorno bastante conocido para él, el cuerpo a cuerpo, algo que sin duda iba a lamentar aquel hombre serpiente. Así pues, se abalanzó nuevamente contra su enemigo, esperando acabar con el engendro antes de que pudiera usar su magia y esta vez no iba a parar hasta que se asegurara de que estaba bien muerto...

En un despliegue completo de fuerza y habilidad con su arma, realizó dos tajos rápidos, el primero bastante demoledor y el segundo capaz de partir en dos a cualquiera que se pusiera en el camino de su hoja...

El druida lanzó un grito ahogado cuando el acero probó su carne. Revolviéndose como pudo, esquivó el siguiente ataque e hizo girar la esfera sobre sí misma como una peonza, Con un rápido gesto, ordenó a la esfera rodar sobre el reptiliano. -¡Baila, maldito, BAILAAAA!- Rugió contraatacando ferozmente.

Al ver que Galahad acababa de forma grotesca y sangrienta a más no poder con el hombre serpiente, Xadrielie guardó su espada y sacó su arco. Apuntó hacia la última alimaña que quedaba con vida y disparó un proyectil hacia esta.

- ¡Vamos, ya lo tenemos! - Exclamó dando ánimos a los suyos. 

Entonces cargó una nueva flecha y volvió a disparar, aunque en esta ocasión el disparo se marchó muy desviado. Era evidente que se defendía mejor con la espada que con el arco, aunque también era cierto que las ramas que trataban continuamente de apresarla, no ayudaban. 

Lo cierto era que esperaba ansiosa a que se diera por concluido el combate. Ver en qué estado se encontraba Fallin era prioritario, al igual que descubrir que era lo que le había sucedido a Suindhël. 

A esas alturas Suindhël ya casi era capaz de escribir su nombre con su cuerpo, aunque sin la hache intercalada ni la diéresis. Además era más fácil usando las minúsculas porque la de mayúscula era difícil y la e mayúscula era imposible.

El caballero intentó desesperado de deshacerse de aquella maraña de ramas, pero le resultaba imposible, luchaba intentando cortar la vegetación, pero apenas le permitían manipular su gran mandoble, y cuanto más tiraba, más parecían atraparlo. Así pues, muy a su pesar, no pudo salir en auxilio de sus compañeros, pero al menos tenía la conciencia tranquila de que había conseguido eliminar por completo a uno de esos pérfidos seres; con un poco de suerte sus compañeros podrían acabar con el reptil restante...

Viendo que su objetivo ha sido definitivamente destruido por Galahad, la sacerdotisa de Kiri-Jolith echa mano a su arco y trata de abatir con una flecha a vuestro último enemigo. Por desgracia, el proyectil rebota inofensivo contra las duras escamas de la criatura y cae al suelo, astillada.

El acosado hombre-serpiente hace caso omiso de los disparos, atrapado como se encuentra entre el fuego y la decidida pareja formada por Ormin y Ashe, con la brillante esfera de luz flotando por encima de su cabeza. Desesperado, malherido y entorpecido, se lanza de nuevo al ataque, decidido a vender su vida tan cara como pueda. Asesta una cuchillada el druida kalanesti y, cuando se dispone a hacer otro tanto con la semihumana, Ormin se las ingenia para golpear la cimitarra con su escudo encantado y desarmarle antes de que pueda atacar a su compañera.

Aunque las plantas vuelve a atraparla de nuevo, vuestra guía kirath no ceja en su empeño y aprovecha la ocasión creada por el Ormin para hundir su espada en la escamosa carne de la criatura. Apenas una herida superficial, pero de la que brota su oscura sangre.

Parapetrado tras su escudo de madera férrea, el druida continúa guiando su bola de fuego contra el hombre-serpiente, abrasándolo una y otra vez; haciendo que se retuerza de dolor y sisee furiosamente.

Apareciéndose y desapareciéndose, la parpadeante Túnica Roja ejecuta un nuevo sortilegio y echa a correr a toda velocidad para salir de la zona en la que las plantas han cobrado vida.

El caballero de Solamnia también intenta liberarse de las plantas que la retienen en su actual posición, pero con escaso éxito. Cada vez que consigue quebrar una rama, otra nueva se extiende para ocupar el lugar de la anterior.

La bola de luz sigue lanzando sus rayos ardientes. Uno impacta al hombre-serpiente, pero el otro alcanza accidentalmente a Ashe. Entretanto, Thyla continúa tratando de escapar de las plantas sin más éxito del que han tenido hasta el momento los compañeros más fuertes que ella.

Xadrielie dispara una nueva flecha pero, desviada por el repentino golpe de una rama, se pierde entre la maleza. Agonizante y desarmado, el hombre-serpiente se lanza contra Ashe, en un intento de envolverla en un abrazo mortal. Pero la exploradora, a pesar de estar atrapada, consigue realizar un ágil quiebro y asestarle una veloz ráfaga de puñaladas a la entorpecida bestia poniendo fin a sus esfuerzos.

El último hombre-serpiente se deploma de bruces con el cuerpo acuchillado y ensangrentado y la bola de fuego conjurada por Ormin no tarda en reducirlo a un ennegrecido e irreconocible amasijo humeante.

Para cuando la criatura termina de arder, todavía debéis esperar un buen rato antes de que la magia que animaba a la vegetación circundante se disipe; al igual que la mayoría de vuestros sortilegios, incluida la brillante esfera convocada por Thyla.

Incluso muertos, los hombres-serpiente continúan dándoos un asco terrible a la mayoría de vosotros y también la serpiente en la que ha quedado transformado vuestro compañero mago. Jaenis no se atreve a acercarse, pero os lo señala desde una distancia prudencial.

—Alguien debería meter esa... cosa en un saco —os dice, arrugando la nariz con repugnancia—. Suindhël ha sufrido los efectos de un conjuro muy poderoso y es difícil saber cuánto queda todavía en él de su antigua personalidad y si podremos revertir los efectos. Romper hechizos es precisamente una de las especialidades de los Túnicas Blancas, ¡qué mala suerte!

—Si alguno me lo acerca para que le imponga mis manos, puedo pedirle a Quenesti Pah que lo libere de su horrible maldición —sugiere Thyla, esperanzada.

El endiablado combate había terminado al fin, el caballero agradeció al grupo su buen hacer y le indicó a los sanadores que atendieran las heridas de los demás antes que las suyas.

Tras ello, Galahad se quedó boquiabierto cuando la maga le explicó que aquella serpiente parecía ser Suindël, en medio de la vorágine de la batalla, no se había ni percatado, por lo que tras ver como la serpiente hacía varias formas antinaturales tuvo que admitir que era muy sospechoso. Así pues, teniendo en cuenta que la el resto del grupo parecía bastante asqueados con todos aquellos reptiles, decidió tomar las riendas del asunto, y sacando uno de sus sacos, lo colocó al lado del ofidio y le dijo:

-Bueno si de verdad eres Suindhel, colabora y metete aquí -expuso en primer lugar esperando que aquella fuese de verdad su antiguo compañero, pues si se había convertido en un reptil más no tenía mucho entusiasmo en correr por el bosque detrás de una serpiente, aunque sería cuanto algo cómico cuanto menos.

Suiendel asiente ante la pregunta de si es él. Y para dejarlo muy claro, deletrea su normbre con su forma tal y como ha estado ensayando. Después, obediente, se mete en el saco aunque le cuesta horrores aguantarse ahí sin ver por donde ni como va. Sus compañeros no tienen mucha consideración, hasta cuando sacas a un perrito en una bolsa le dejas ir con la cabeza fuera...

Xadrielie agradeció que la magia que alteraba el comportamiento de las plantas cesase al fin. Sin duda había sido un grave contratiempo el hecho de haber quedado atrapado entre ramas y raíces. Ver cómo sus compañeros sufrían y ella no podía hacer mucho había resultado muy frustrante. 

Al menos había sido providencial a la hora de salvar la vida de Fallin. Aquel pobre elfo había estado muy cerca de la muerte y solo la magia divina de Kiri-Jolith, había impedido que pasara al mundo de los muertos. Fallin había salido mal parado, pero sobreviviría y se recuperaría pronto con la ayuda divina. Pero Suindhël... Lo veía más complicado. 

Se acercó a Fallin y se agachó junto a él. Sacó entonces si varita de curación y descargó sobre él cuatro hechizos de vigor. En unos pocos segundos recuperaría la consciencia y en minutos estaría como nuevo. Luego se acercó a Galahad. Había capturado a la serpiente en la que se había convertido Suindhël. 

Xadrielie trató de reconocer el conjuro, pero no lo tenía claro, por ello se concentró para tratar de detectaa magia que el túnica blanca portaba encima. Si estaba afectado por un conjuro igual podía revertirlo o dispar la magia que había transformado su cuerpo. 

- Thyla, Jaenis, ayudadme a reconocer el mal que afecta al túnica blanca. - Les pidió a las lanzadoras de conjuros.

Empuñando su varita sanadora, Xadrielie desencadena un sortilegio tras otro hasta asegurarse de que Falin se encuentra plenamente restablecido y en condiciones de continuar el camino después de su cercana experiencia con la muerte.

Cuando la enroscada víbora desciende del árbol al que se había encaramado para dejarse caer en el interior del saco de Galahad, la sacerdotisa de Quenesti Pah se acerca también para imponer sus manos sobre el resbaladizo cuerpo y elevar una plegaria a su diosa para que le libre de su espantosa maldición, pero nada sucede.

Aunque vuestros peores presagios os hacen temer que Suindhël estará atrapado en esta nueva forma irremisiblemente, Jaenis se muestra confiada en que podrá revertir su estado una vez que tenga tiempo para estudiar su libro de hechizos. A fin de cuentas, la luna está en una fase muy propicia para el lanzamiento de sus conjuros.

Decepcionada por los resultados de su plegaria, Thyla se contenta con atender las heridas de Galahad y Ormin antes de que os pongáis nuevamente en camino.

Ormin terminó de desembarazarse de las lianas que lo atrapaban y se acercó a sus compañeros para comprobar su estado. – Lo he visto más negro que la capucha de mi abrigo…Y no me refiero a como ha quedado esa serpiente chamuscada, en serio, creí que no lo contábamos- Admitió. El druida se masajeó la muñeca herida y luego se apartó el pelo de la cara. -¡¿Que tenemos aquí?!- Se sorprendió al ver la criatura en que se había transformado Suindhél. -¿Al fin te has convertido en druida? Para salir de tu forma salvaje solo tienes que pensar en tu cuerpo élfico y la reversión es espontánea- Explicó a la serpiente. Al no obtener resultados añadió: –Ah, claro, la mayoría de serpientes son sordas…A ver como te lo explico entonces.- El druida siguió divagando hasta que Jaenis le explicó la naturaleza mágica del problema. –Pues no sé como revertir una maldición eso es cosa de…Tuncias blancas- Cayó al fin. -¡Repámpanos, que faena!- Dijo acariciando la cabeza del ofidio. Ormin deambuló por los alrededores meditando como despolimorfar a su amigo. Contuvo el asco que le producían los restos de los hombres serpientes abatidos y, tras examinar los cadáveres y saquear cualquier cosa de valor, arrojó los cuerpos sobre la esfera flamígera antes de que el conjuro se extinguiese. –El olor se pasará pronto y podremos sobreponernos- Comentó deseando que aquello incluyese al mago blanco. –Quizás sea temporal y se le pase en 24h- murmuró desesperado. Se sintió tentado de llevar consigo a Suindhël, pero no las tenía todas consigo de que no se comiera a Trigsy y al Señor Gómez –Cuida de mi amigo, ¿vale Galahad?- pidió al humano antes de buscar a su montura. –Yo ya estoy viejo y cansado para trotar por el bosque. Tenemos que encontrar ese santuario. Allí podremos rezar a Chislev para que devuelva su forma élfica a nuestro compañero. Os seguiré a lomos de Perezoso y os avisaré si veo algún peligro-

Xadrielie se acercó a Galahad, quien portaba el saco donde se encontraba Suindhël. Pidió permiso con la mirada para agarrar la bolsa y Galahad accedió a entregárselo. Abrió el saco en el suelo y se vislumbró la repugnante criatura en la que el túnica blanca se había convertido. 

- Voy a probar algo. - Dijo la sacerdotisa. - Espero que surta efecto. 

Xadrielie se concentró y colocó las manos sobra serpiente aunque sin llegar a tocarla.

- ¡Kiri-Jolith, te imploro que mediante tu divina intervención, se disipe el mal que a este hermano afecta! - Oró. Pero algo no funcionó. 

Chasqueó la lengua contraída. Algo había fallado. Volvió a intentarlo. 

- ¡Kiri-Jolith, te imploro que mediante tu divina intervención, se disipe el mal que a este hermano afecta! - Repitió la oración esperando que el sortilegio tuviera efecto y devolviera la forma original de aquel elfo.

A pesar de los notables esfuerzos de Xadrielie y Thyla, apelando a la incercesión de sus respectivos dioses, no conseguís que Suindhël regrese a su forma élfica. Sin embargo, las palabras de Ormin sobre la posibilidad de que su estado actual revierta al llegar al santuario de Chislev os da nuevas esperanzas a todos.

El recuerdo de los hombres-serpiente todavía os da repelús a la mayoría y os sentís agradecidos de que Galahad se haya ofrecido a llevar a la víbora en el interior de su saco.

El druida kalanesti busca a su montura, poco acostumbrado a sufrir los rigores del viaje a pie que vosotros venís sufriendo desde la primera jornada y deseando dejar de hacerlo. Para su desgracia, el bosque en esta zona sigue siendo demasiado frondoso y las copas de los árboles todavía se interponen entre vosotros y el murciélago gigante.

Retomáis la marcha impacientes por alejaros de este lugar aunque temerosos de un nuevo encuentro. Quién sabe si esta vez directamente con algún dragón verde. Por fortuna, no os topáis con ninguno antes de que comience a atardecer.

Durante toda la jornada os habéis tenido que abrir camino a golpe de espada y la vegetación sobre vuestras cabezas es tan densa que apenas os deja ver el cielo. Pronto, cuando el sol comience a ocultarse tras la línea del horizonte, tendréis la sensación de que es noche cerrada en el bosque. Para la mayoría de vosotros, que sois elfos, la oscuridad no es un problema y tampoco lo es para Jaenis, que se ha preparado para semejante contingencia, pero sí lo es para Galahad.

No podéis estar muy lejos. Deberíais haber llegado ya de acuerdo con lo que Ormin recuerda, aunque recordar cosas no es precisamente su punto fuerte y está cansado de llevar todo el día caminando. No está acostumbrado a tener que hacerlo.

Sentís la tentación de dejarlo por hoy y continuar el viaje al amanecer, pero Suindhël pensaba que esta era la noche propicia para llegar al santuario de Chislev.

—¿Seguimos un poco más o acampamos ya? —pregunta la fatigada Túnica Roja, con una nota de esperanza en su voz.

-¡No importa…caminaré! Tu sigue revoloteando tranquilamente sobre nuestras cabezas mientras nos devora toda suerte de bichos aquí abajo- Respondió el druida a los chillidos de protesta de Perezoso por no poder atravesar el tupido follaje. –Cuando era muchacho, mi tribu montaba hermosos ciervos. No fue hasta que fuimos desterrados a las cuevas de las montañas, que nos aliamos con esos peludos protestones- Refunfuñó malhumorado por del cansancio señalando al murciélago.

El viejo kalanesti se apoyó en un árbol y oteó los alrededores. La edad le había robado buena parte de la energía, pero también lo había hecho más sabio, podía orientarse de noche y de día y hasta en una cueva, si disponía de un cuenco de agua, una aguja metálica y una hoja.

-Voy a ver si estamos cerca. Si no vamos a llegar esta noche, no tiene sentido debilitarnos por completo en un lugar tan peligroso-

El viejo entrecerró los ojos para distinguir el resplandor que se colaba entre los arboles

-Eeeh ¿Eso es el sol…O ya ha salido la luna?- murmuró agitando sus pobladas cejas. Sus compañeros se dieron cuenta de que estaba agotado y optaron por no hacerle mucho caso hasta que el pobre druida hubiera descansado.

- ¿Acampamos? - Preguntó Xadrielie. - Aunque nuestra visión, salvo la de mi buen amigo Galahad, es buena de noche, quizás avanzar en esta oscuridad no sea la mejor opción. Además, debemos estar descansados cuando lleguemos al santuario. ¿Quien sabe lo que allí nos depara? - Hizo una breve pausa. - Aunque mejor será esperar a ver qué noticias trae Ormin.

​​​​La sacerdotisa de Kiri-Jolith estaba realmente agotada. Aquel viaje había sido demoledor físicamente, pero más lo había sido para el alma. Todos los horrores con los que se habían topado habían quebrado si espíritu y casi habían logrado que se rindiera y regresara a casa. No obstante, la vergüenza de regresar con la misión inconclusa se lo impedía. 

Sin embargo, salvarle la vida en el último momento a Fallin le había devuelto cierta esperanza. Además, de había dado cuenta de que cada vez se llevaban mejor, había menos discusiones y en general el ambiente era bueno. Es más, se preocupaban los unos por los otros y casi se podía decir que eran amigos, o quizás algo más... ¡Una familia!

Juntos podían lograr casi cualquier cosa. Si habían llegado hasta allí sin perder a uno solo de los miembros de la expedición había algo claro. Los dioses les querían tal fin y al cabo, eran sus elegidos. Suindhël así lo había profetizado. Suindhël... Ese sí era un problema. No habían logrado devolverle su forma y ahora... Ahora solo quedaba seguir confiando en la providencia.

El solámnico estaba a punto de usar su cinturón cuando la amable sacerdotisa se ofreció para curar sus heridas, por lo que Galahad solo pudo añadir un escueto:

-Gracias, señorita -dijo educadamente para acto seguido notar como su salud mejoraba notablemente.

Tras ello, volvió a iniciarse un nuevo debate sobre si debían continuar o no, y en este momento el caballero fue tajante:

-Debemos seguir, Jaenis ha dicho que esta noche es la propicia para los Túnica Blanca, si no aprovechamos, puede que sea la última oportunidad que tengamos para devolver a Suindhël a su cuerpo -expuso señalando el saco que llevaba en la espalda ligeramente abierto para que la serpiente pudiera respirar o sacar la cabeza de vez en cuando, pues ya había demostrado ser inteligente y al menos los entendía -No es necesario que vengáis todos, pero si necesitaré a alguien con cierto poder mágico o religioso para que haga el ritual que haya que hacer -aclaró esperando encontrar algún voluntario que lo acompañara, porque a parte de su limitación mágica, también necesitaría cierta ayuda con la visión nocturna.

- No nos separaremos. - Intervino Xadrielie. - Lo que dices es cierto. Aunque sea una locura peligrosa, debemos seguir. Vamos a necesitar a Suindhël y si no poder no ha logrado devolverle si forma, no queda otra que confiar en las palabras de Jaenis. - Resopló. No le hacía ninguna gracia tener que seguir, pero Galahad tenía razón. - Sigamos... - Determinó antes de proseguir el camino.

Antes de desvanecerse, el elfo escupió a la cara del hombre serpiente que lo alzó ensartado por sus espadas. Desafiante hasta el final, Falin expiró clavando su mirada de odio y desprecio. Luego, la nada..

Nadie, ningún dios, entidad o demonio vino a reclamar el alma del último de los Lanthaloran, quién sabe por qué razón.. sin embargo, algo semejante a una "lanza" de luz sacudió su consciencia, salvándola del Vacio en el último momento.
Con un honda bocanada de aire, el erudito de la espada volvió en si. La figura de la sacerdotisa de Kiri Jolith invocando la ayuda de su dios, fue lo primero que vio al despertar.. esta era la tercera vez que el silvanesti volvia de la muerte, tal y como atestiguaban las cicatrices a lo largo de su cuerpo. Parece que he vuelto a gastar una de mis nueve vidas, pensó para si, aliviado.

Tras cambiarse de ropa y comprobar de nuevo, el prodigio de la magia curativa de los clérigos de los Verdaderos Dioses; Falin decidió continuar el camino con sus compañeros en silencio, meditabundo y cabizbajo, siendo consciente de lo cerca que había estado de su final. 

Cuando hubieron parado para acampar, Falin dejó sus cosas y sin decir nada se dirigió directamente a Xadrielie, hablando con voz baja y ciertamente sombría, hincó la rodilla en la tierra y dijo: Os debo mi vida, a partir de este día contais con mi lealtad y apoyo incondicional.. mirando directamente a los ojos a la clérigo, apostilló: .. espero que los dioses permitan que algún día pueda regresaros este favor. Gracias.

Intentando no parecer demasiado solemne, el pícaro carraspeó y dijo .. bien, ¿que tenemos para cenar?.

-Hoy por ti y mañana por mi, hermano. - Le respondió sonriente al pequeño elfo. - Es a Kiri-Jolith a quien debes agradecer seguir con nosotros, pues es el quién me ha dado el poder para salvarte. No obstante, cada uno tiene su función dentro de este grupo y yo simplemente he cumplido la mía.

Tras aquellas palabras, Fallin recordó que era hora de cenar. A Xadrielie le sonaban las tripas, aunque no se había parado a pensar en comer algo hasta que lo dijo su compañero. 

- Podemos detenernos a cenar, eso si. - Miró a Galahad. - Serán sólo unos minutos y seguimos con la ruta. ¿Os parece bien?