Partida Rol por web

Siendo honestos Baigron llevaba ya un rato largo con flashes de la infraoscuridad; parte del campamento del dichoso Akromm and las criaturas que lo acompañaban habian sacudido las telarañas de la memoria de Baigron, de cosas que hubiera preferido olvidar. Retrocediendo hasta la escalera para tener una posicion defensiva fuerte, Baigron se unio a Tarben en la defensa del lugar, listo para hacer frente a lo que se les venia encima.

Los primeros embates ya le indicaron a Baigron que esto no iba a ser un combate dificil, que estas cosas no eran novicios en el arte de la guerra, ni criaturas debiles como goblin o kobolds. Estas bestias iban a ser todo und desafio.

Con una larga sonrisa draconiana, Baigron penso Perfecto y levanto su espada, dispuesto a exorcizar pesadillas a base de cortar y desgarrarlas,. hasta que no quedase nada.

La réplica del bando defensor siguió un poco la tónica que había seguido el ataque de los orcos: parecía que ninguno de ellos quería precipitarse, y utilizaban los primeros lances para medir las capacidades del enemigo.

Baigron, sumido en funestos recuerdos, decidió que una buena forma de desembarazarse de ellos, era tumbar a aquel mezcla de orco y ogro de las profundidades, partir su craneo para que toda su frustración se liberara a través el golpe. Siguiendo el movimiento del orog para recuperar el balance de su poderosa hacha, la golpeó con el escudo, pensando que así lograría desequilibrar al monstruo, junto a lo que lanzó un tajo a su pecho, pero una mueca de este, mostrandole sus amarrillentos colmillos inferiores, a modo de sonrisa, le mostró que no era un novato. Dando un pequeño paso atrás, giró el mango de su hacha, desvió con facilidad la espada bastarda del draconiano. Como había pensado el baaz, este no iba a ser un combate sencillo, ni mucho menos...

..., y se lo confirmó el devenir del ataque de su compañero. Tarben movió con celeridad la espada de origen élfico, que vibraba con fuerza en su mano, ya que se enfrentaba a un goblinoide de gran tamaño, y quería buscar su ruina con celeridad. El solámnico notó su urgencia, y respondió con determinación, buscando herir al bugbear para probar de qué pasta estaba hecho, pero Pulgas reaccionó con rapidez, interponiendo su escudo de madera a la vez que lanzaba un golpe con su maza a la pierna izquierda del rubio clerigo, que en ese momento aguantaba el peso. Evitar que el golpe le machacara la rodilla obligó a Tarben a estirarse hacia un lado, cambiando el centro de gravedad, lo que desvió su propio golpe, con la mala suerte de que el filo élfico golpeó contra la pared, rebotando, e hiriéndole ligeramente en el antebrazo. Gruñendo mas por la herida en su orgullo mas que por el dolor que la herida le había inflingido, Tarben no pudo mas que recordar como Levi, su compañero de Orden, le hubiera recriminado aquel fallo. Por suerte, Pulgas no supo aprovechar el error de su rival, por lo que, de nuevo, se medían con los ojos de uno fijos en los del otro.

La precipitada marcha de Desdémona nos deja sin traductor y me temo que los trasgoides puedan aprovecharlo para definir una estrategia de ataque que pueda sorprendernos. Así pues, no dudo en emplear mi magia para tratar de adivinar la intenciones de nuestros enemigos a través de sus propias conversaciones.

Por el momento, Tarben y Baigron están consiguiendo defenderse con bastante fortuna de los ataques recibidos y yo prefiero reservar mis cada vez más escasas fuerzas arcanas para el caso de que la situación se vuelva adversa para nuestro grupo.

Las palabras del Orog aun rebotaban en el tunel de los subterraneos de la torre cuando Anubis lanzó el conjuro que le permitía entender cualquier lenguaje que pudiese escuchar, por lo que antes de que despareciese el eco de la orden del guerrero, pudo entenderla:

— ** Ujj etht ösk!! Trrutk ost it Mekkô!! **  = Cargad armas de nuevo!! Quiero fuera de juego al Mago!!

Fue entonces cuando se fijó en que tanto el Hobgoblin como el goblin, que en aquel momento estaban recargando tenían la atención fijada mas allá del combate cuerpo a cuerpo que se acababa de entablar: fijada en él!! Zoak, ligeramente adelantado a su posición, ajeno a ese detalle, bufaba con los ollares dilatados, quizá luchando contra el impulso de sumarse al combate...

Tras informar a sus compañeros de las órdenes del Orog a los trasgoides menores, Anubis se ocultó un poco mas tras la fornida estampa de Zoak, que bufó, diciendo:

— Cerdos cobardes!! Atreveos a lanzarme a mi esos insignificantes dardos!! Os los haré tragar antes de reduciros a una pulpa sanguinolenta!! — mientras encendía el filo de su espada, y la golpeaba contra su escudo.

Para entonces, tanto el goblin como el hobgoblin se habían preparado, y aprovechando que estaban en una posición ligeramente elevada, en los primeros escalones, lanzaron contra su ataque mas allá del nucleo el combate. El hobgoblin simplemente esbozó una aviesa sonrisa ante las palabras amenazantes del minotauro, aunque disparó al mago, tal y como había pedido su "jefe en funciones". El venablo voló por encima justo escasos centímetros por encima de la cabeza del orog, que gruñó y le dedicó una fulminante mirada durante el segundo que Baigron le permitió. Zoak lo vio venir, y apenas tuvo que levantar el brazo del escudo para desviarlo, y que se estrellara contra la pared, acabando unos metros por detrás de su objetivo.

El goblin, sin embargo, no sonrió, pese a que al empezar a hablar el minotauro lo habría hecho, pero de algún modo, su cobarde alma se vio reflejada en la amenaza de Zoak, por lo que directamente apunto al minotauro: si lo abatían antes de que llegara hasta él, aquella amenaza sería vana... Si embargo, su ataque fue repelido también por un golpe de escudo del minotauro, que volvió a golpear su arma ardiente contra su escudo. Sin duda era una imagen temible!!

Casi enseguida tras los ataques a distancia de sus esbirros menores, tanto Pulgas como el Guardaespaldas de Akromm intensificaron sus ataques contra la barrera que suponían Tarben y Baigron. El draconiano, completamente centrando en el bamboleo del temible hacha del orog, pudo mantener a raya al poderoso orco de las profundidades, pero al rubio caballero le costó reponerse del traspies que le había supuesto un corte en una de las manos con su propio filo. El bugbear se había aprovechado, presionandole con su morning star. A duras penas Tarben pudo desviar un violento golpe destinado a su cabeza, pero entonces el goblinoide tensó los musculos de su brazo, y cambió la trayectoria del golpe, que acabó estrellandose con fuerza contra el pecho del solámnico. El dolor del propio golpe, sumando al que inflingian las puas metálicas del temible arma, le hicieron rechinar los dientes, de tanto los apretó, pero un golpe de suerte no sería capaz de doblegar la poderosa voluntad del Clerigo de Kiri-Jolith!!

Tarben se estaba recuperando del traspié realizado anteriormente y del corte autoinflingido. Por lo que no le dió tiempo a desviar el ataque del bugbear. El dolor le recorrió pero trató de aguantarlo rechinando los dientes.
No podía volver a dejarle que le golpeara, es más tenía que acabar con él cuanto antes.

Kiri-Jorith guía mi mano.

Ya fuese por intervención divina, o por el mágico filo élfico que olía la sangre de sus enemigos, el caso es que la ligera espada alcanzó a su enemigo haciendole un feo corte. De hecho la hoja parecía reacia a salir del cuerpo de la criatura queriendo dañarlo aún más.

Palidezco al darme cuenta de que soy el primer objetivo a batir para los trasgoides a pesar de la dudosa amenaza que represento para ellos. Asustado, busco la protección del corpulento Zoak y éste, lejos de negármela ofendido, se muestra bien dispuesto a escudarme; tal es así que no tardo en respirar aliviado al constatar la soltura con la que mi amigo minotauro lleva a cabo su eficiente labor como guardián personal.

—Que los dioses de la Luz te bendigan siempre —le deseo en un sincero susurro, mientras me aventuro a echar un vistazo a la batalla asomándome por uno de sus peludos costados.

Baigron parece que no lo lleva mal y el pobre Tarben lo lleva como puede, que no es poco. Desgraciadamente, yo no tengo ningún arma con el que contribuir a la refriega desde mi posición actual; ni una ballesta, ni un arco... ni una triste honda con la que arrojar una piedra a los tiradores. ¿Cómo es posible que haya llegado hasta aquí sin agenciarme un arma medio útil? ¡Ni siquiera he preparado los conjuros adecuados para esta situación!

Maldiciendo mi falta de juicio y previsión, no puedo más que mantenerme al margen y estorbar lo menos posible sabiendo que cualquier iniciativa que tome ahora puede resultar más gravosa para mis compañeros que para nuestros enemigos. Prefiero reservar mis sortilegios más temibles para cuando mis amigos no se encuentren en medio, si es que me permiten intentarlo.

El hacha zumbaba cada vez que pasaba al lado de la cabeza de Baigron que sabia que era peligrosisimo permanecer quieto mas de un segundo. Un impacto directo de esa arma, potenciada por los musculos del animal que la empuñaba, bien podia poner fin al combate en un segundo.

El problema era que habia que mantener un ritmo entre ataque y defensa y esquivar el hacha le estaba costando a Baigron una buena postura de ataque, girando la espada en un rapido arco, Baigron trato de apuñalar el costado del orog, forzandole a estar a defensiva un segundo.

Justo el tiempo suficiente para ver que Tarben recibia un duro impacto de una maza con pinchos. Desde luego este no era su dia.

Despues de respirar pesadamente varias veces para oxigenar sus trabajados músculos, Leviathan observó durante unos segundos como los cobardes goblins echaban a correr camino abajo, de vuelta a donde su lider, el temible Akromm, se encontraba junto al carro. Habían presenciado la letal muestra de manejo de aquel enorme espadón que lucía el solámnico, y no estaban dispuestos a sucumbir ante él, aunque les costara arrastrarse ante el Ogro de las Profundidades lloriqueando porque no les matara.

Kartag, escondido entre la hierba con maestría, escuchó un grito (— De triunfo..??!! —) que su fino oído atribuyó a Leviathan, aunque la distancia y la rabia lo habían distorsionado ligeramente. Venía de lo alto del cerro rocoso por el que habían salido. Miró a Akromm, que parecía fijarse en la entrada de la torre, por la que sus compañeros habían desaparecido, perseguidos por uno de los Guardaespaldas de Akromm, junto al grupo de tres goblinoides que habían iniciado la carrera hacia allá al morir el explorador hobgoblin que se había acercado para allá. Suspiró: parecía que aún contaban con la sorpresa... Pero de pronto vió correr hacia abajo a dos goblins, con todo lo que les daba sus retorcidas piernas, gritando en ese idioma que él conocía bien, el de los goblins:

— EL GIGANTE!!! EL GIGANTE HA MATADO A TODOS!!!! — Leviathan, en lo alto del cerro, no lo entendía, pero tampoco le importó. Ante la mirada fija del kapak, que la alternaba entre los enemigos junto al carro, y su propio compañero, pudo ver como el guerrero solámnico, con su espadon al hombro, y tras agarrar una jabalina, se dirigió camino abajo, hacia la carreta, con un paso firme, aunque ni mucho menos acelerado. El draconiano no pudo distinguir si había mas odio o determinación en la cara del atrevido humano. Volvió a mirar hacia el carro. Shûlz, la bruja hobgoblin tocaba el poderoso brazo del ogro, señalando hacia el lejano humano que se acercaba a ello, mientras le susurraba algo al oido. El otro guardaespaldas de Akromm acababa de llegar a la carreta, tras su carrera desde la tienda.

Eso dejaba las cosas tres a uno en contra de Leviathan, o tres a dos, si Kartag salía de su escondite y se unía al combate. Peligroso, en cualquier caso!!

Lejos de amilanarse tras el error de cálculo que le había valido para recibir un pequeño corte con su propia espada, o incluso tras recibir en las costillas las crueles púas de la maza del bugbear, Tarben plantó ambos pies ligeramente mas separados que sus caderas, y detuvo con su escudo el siguiente golpe de Pulgas, tan potente como previsible. El bugbear había decidido finiquitar por la vía rápida el combate, y había dirigido un brutal golpe contra la cabeza el humano. Sin embargo, la fuerza de Tarben no venía solo de sus propios músculos, que en nada tenían que envidiar a los de un guerrero, pese a haber elegido la senda de la contemplación, estudiando la religión de su patrón Kiri-Jolith, si no de esa fe que el solámnico tenía en su Dios, y en la sagrada misión que les había encomendado. Su brazo izquierdo detuvo en seco el golpe del goblinoide, a la par que su brazo derecho esgrimía como un rayo la inquieta espada bendecida contra aquellos despreciables seres en algún tiempo remoto. Si apenas tener que pensarlo, el filo vibró en la mano Tarben, respondiendo de inmediato a su cerebro, y en apenas un segundo se había clavado hasta casi la empuñadura en el pecho de Pulgas. Dando un paso atrás, el rubio clérigo sacó de un golpe la hoja de su espada, teñida de rojo oscuro, mientras la boca incrédula del bugbear se llenaba de sangre, y la fuerza y la vida se le iba en cada latido de su dañado corazón. La maza cayó de su inerte mano antes de que su enorme corpachón cayese hacia atrás, sin vida.

Una mueca de incredulidad afloró al semblante grisaceo del orog antes de convertirse en una de fastidio, antes de graznase en un goblin con mucho acento, aunque la magia de Anubis le permitió entenderlo sin problemas:

— Artax, a primera linea!! — a lo que el hobgoblin, muy a su pesar, al ver como había caído el bugbear, se preparó para batirse a cuerpo a cuerpo con Tarben.

El propio orog estuvo a punto de lamentar el descuido que le ocasionó el traspies de su bugbear, pero enseguida se rehizo, con un molinete de su enorme hacha, que desvió el tajo que Baigron había lanzado contra su hombro izquierdo. Lejos de acabar, el duelo entre el orco de las profundidades y el draconiando baaz parecía que se demoraría aun un buen rato, pero a ninguno de los luchadores se le escapaba el hecho de que un buen golpe podía dar con los huesos de cualquiera de ellos por el suelo.

El tal Artax cuyo escudo ligero estaba fuertemente agarrado a su antebrazo izquierdo, desenvainó su cimitarra, y con un grito  ronco, quizá destinado a intimidar al solámnico se lanzó contra él, con un tajo oblicuo, mientras pasaba por encima del caído bugbear. Sin embargo Tarben, cuya confianza se había recuperado tras el mangifico golpe contra el gran goblin, no tuvo problema alguno en desviar el torpe tajo.

El goblin, por su parte, no quitaba ojo del Minotauro. Además, el mago se había escondido tras el fornido hombre-toro, así que, por qué no abatir a este antes!! Cogiendo otra flecha de su carcaj, volvió a disparar. De nuevo, los nervios del pequeño y despreciable ser le hicieron ni apuntar siquiera, y el escudo de Zoak detuvo la trayectoria del facil disparo sin problema, a la vez que el minotauro volvía a zaherirle:

— Rata inmunda, eso es todo lo que sabes hacer??!!! Esparceré tus intestinos por el campo!!!

El guardaespaldas de Akromm resopló, quizás ya harto del intercambio de golpes con el draconiano, y molesto por la muerte, tan prematura del bugbear. Gruño por lo bajo mientras se retiraba un paso hacia atrás, enseñando los amarillos colmillos mandibulares al Baaz, antes de lanzar un brutal hachazo a media altura que obligó a Baigron a moverse con velocidad para intentar salir de la trayectoria mientras intentaba desviarlo con su escudo. Quizá su herencia bélica, o quizá la enigmatica deidad que ahora le otorgaba sus dones, el caso es que Baigron hubo de maldecir de nuevo cuando, consiguió desviar el filo del mortal hacha a escasos centímetros de su abdomen. Era el momento del contraataque!!

¡Por todos los diablos!, aullo Baigron en su mente, hurtando el cuerpo y casi sintiendo el frio metal del filo del hacha sobre sus escamas y su carne. Dando gracias a su armadura y sus habilidades de combate, Baigron siseo en amenaza contra el orog que casi lo habia destripado. Muy a su pesar, Baigron tenia que admitir que el dichoso trasgoide sabia bien lo que se hacia, que su brutalidad y primitividad no reducian en lo mas minimo sus habilidades de combate.

JA!, uno menos, buen trabajo rugio, gruño, un poco de ambas Baigron al ver como Tarben despachaba a uno de los trasgoides con la espada que habia encontrado, por lo visto era tremendamente efectiva contra estas bestias y eso era bueno, cualquier ventaja podia decantar la batalla a su favor.

Con un rugido, Baigron presiono a su enemigo, tratando de avasallar sus defensas con el escudo, golpeando su guardia con el y cuando la vision del orog estuviera ofuscada por la superficie del escudo, hincar profundamente Fleshrend entre las costillas del orog.

Había logrado acabar con el bugbear. Pero como esperaba, otro de los enemigos ocupó su lugar. Aquello no le preocupaba demasiado, pues era parte del plan. Ir acabando con ellos de uno en uno en un lugar defendible. Cuantos más eliminaran menos habría fuera y más fácil lo tendrían. Dentro de la dificultad añadida de eliminar a un ogro y una bruja.

Tuvo que dejar las cabilaciones cuando detenía el ataque del hobgoblin con su escudo.

Centraté en lo que tienes entre manos. Ya nos ocuparemos de los otros después. Cada cosa a su tiempo.

Su espada mágica hacía muy buen trabajo. No tenía ninguna duda de que era más gracias a ella que a su pericia por lo que había logrado abatir al bugbear. Ahora sólo esperaba que siguiera igual contra los enemigos que quedaban.

Gracias. Ahora no aflojemos. Un poco más.

Respondío a las palabras de animo de Baigron.

El primero de los trasgoides es sentenciado por una estocada mortal de Tarben y ahora es el temible orog quien prueba el acero de Baigron.

—¡Buen trabajo, ya son vuestros! —animo a mis compañeros desde la seguridad que el invulnerable Zoak me ofrece.

Tengo que reconocer que retirarnos hasta un lugar donde la superioridad numérica de nuestros enemigos fuera reemplazada por la superioridad técnica de mis beligerantes amigos ha sido todo un acierto por nuestra parte. Enzarzados en combate singular, nuestros rivales tienen muy poco que hacer contra el arrojo y la experiencia de mis camaradas.

Las cosas parecían ir decantándose del lado defensor. Con la caída del bugbear, y la buena defensa de Baigron, el hobgoblin había tenido que ir a ocupar el hueco dejado por este, para que el Orog no quedase en desventaja contra Tarben y el draconiano.

El goblinoide había intentado acabar por la vía rápida con el humano, temiendo ese acero élfico que había acabado con Pulgas de un solo tajo, pero el clerigo de Kiri-Jolith había desviado su ataque sin mucha esfuerzo, y la respuesta del solámnico, potenciada por la pericia de aquella arma bendecida contra aquella especie en particular, en edades pasadas, fue de nuevo contundente. El filo penetró por una de las juntas de cuero endurecido del trasgoide, que abrió los ojos desmesuradamente antes de soltar su espada curva e intentar, sin exito, taponar una herida que sabia que había sido mortal. Sin emitir mas que un aspirado suspiro, cayó hacia atrás, sobre el cadaver de su compañero.

— Sois escoria!! — bramó el Orog, al girar su yelmo hacia el montón de despojos en que se habían convertido sus hombres — Tu, trasgo, ocupa su lugar!! — escupió, con desprecio, ladeando la cabeza hacia atrás, por un momento...

... un momento que Baigron aprovechó para contraatacar con fiereza, conectando un buen golpe en las costillas del bruto, aunque la armadura de este evitó que el filo penetrara mas en su correoso cuerpo. Con un golpe con el dorso de su guantele metálico, el Orog obligó a que Baigron tuviese que retraer el brazo de la espada, pues sabía que en breve vendría la respuesta del guerrero de las profundidades. Sangre oscura empezó a manar entre las placas metálicas de la armadura del orco, pero no disminuyó ni un ápice la fuerza y la fiereza con la que luchaba.

Pese al miedo que se adivinaba en facciones del goblin, que miró un par de veces hacia la salvación que presuponía si subía por las escaleras, el miedo que le inspiraba el guardaespaldas de Akromm, y quizá el propio ogro, hizo que colgara su arco al hombro, y embrazase un pequeño escudo de madera, y sacase de su arnes una maza similar a la que había utilizado el malogrado Pulgas, pero de mucho menor tamaño, pero titubeó, todavía sin acercarse al rubio humano que portaba aquella mortal espada.

— Cobarde!! Me comeré tus entrañas mientras aun no te ha abandonado la vida: al frente!! — rugió de nuevo el Orog, antes de amagar un par de golpes con su hacha al clerigo humano, antes de lanzar un golpe oblicuo contra el draconiano. Esta vez, el golpe, un poco mas bajo de lo que esperaba el Baaz, no pudo ser repelido por este, cuyo brazo del escudo cedió ante el potente golpe, y un profundo tajo se abrió en el costado de Baigron, que sintió el dolor recorrer su cuerpo como una descarga, mientras sentía el tibio calor del fluído vital manando por la herida.

Zoak, pese a sus ansias de cargar, permanecía en su posición, dispuesto a ocupar el lugar de cualquiera de sus compañeros si la cosa se ponía fea. Anubis, desde la protección que le suponía el poderoso cuerpo del minotauro, seguía observando, animando a sus compañeros en el combate.

A pesar de que otro enemigo había caído, no podían dar por finalizada la pelea. Quedan otro trasgo, más inteligente al parecer porque no vino al combate como ordenaba su jefe, y el orog. El cual había conectado un feo golpe contra Baigron. Imaginaba que el draconiano podría aguantar. La cuestión era cuanto más.

Tarben dio un paso al frente para dejar hueco a Zoak mientras descargaba un buen tajo contra el orog. De esa manera luego podría flanquear con el draconiano y a la vez el minotauro podía entrar al combate y acabar cuanto antes con uno de los guerreros más fuertes que tenía el ejercito enemigo.

Ahora Zoak! Rematalo.

En verdad,el clérigo creía que lo único malo que podía pasar era que el trasgo huyera y contase lo que había sucedido. Por lo que seguramente no podrían volver a usar la misma táctica.

El minotauro piafaba, con su arma y su escudo preparados, observando el combate con la mirada concentrada de aquel que sabe leer los entresijos del mismo. En cuanto Tarben mató al hobgoblin y el sarnoso goblin no ocupó su lugar, empezó a tensar sus poderosos músculos, preparado. Entonces llegó el movimiento magistral de Tarben, golpeando al Orog mientras empezaba a rodearle por el flanco izquierdo, y llegó hasta sus oidos la celestial petición de su amigo y compañero de Thelgaard:

— Se acabó, mago, tendrás que protegerte tu solo!! — gruño al abanasinio, sin siquiera girar la cabeza, y se lanzó a la carrera a ocupar el espacio que el clerigo de Kiri-Jolith había conseguido para él, mientras descargaba en un contundente golpe de su espada llameante, toda furia que había ido acumulando durante ese combate, durante los dias previos, y desde que se enteró de que su hermana estaba en peligro.

Lejos de sentirme contrariado porque mi protector decida abandonarme, me siento agradecido de que se sume al combate para terminar de una vez por todas con el temible orog al que tan valerosamente Baigron ha estado conteniendo hasta el momento.

Por la cara del tirador goblin, sospecho que lo más probable es que eche a correr de inmediato con la esperanza de escapar del trío de guerreros que ha terminado con su grupo. Ni en sueños va a atreverse a disparar contra mí un nuevo proyectil.

Tal y como nos van las cosas, lo mejor que puede pasar es que el caudillo de los trasgoides continúe mandando contra nosotros a sus secuaces de dos en dos o de tres en tres para que los despachemos con facilidad. Después de los momentos de incertidumbre precedentes, ahora me siento confiado y seguro de nuestra victoria. Bueno, la victoria de mis amigos.