Partida Rol por web

Cuando Leithan escuchó la melodiosa voz de aquella dulce mujer mencionando la posibilidad de volver a ser la de siempre sus ojos se iluminaron como hacía mucho tiempo que no pasaba, no obstante, toda su esperanza, toda su alegría se desvaneció en aquel instante, el malnacido Gwyndaear no tenía suficiente con ser un despojo, un insulto a la raza élfica, sino que se había empeñado en desprestigiarla hasta el punto de inventarse horrendas mentiras sobre ella, pues si algo había demostrado en todo lo que llevaban juntos, es que siempre ha respetado la vida de sus semejantes, pero eso al explorador le daba igual, con tal de no admitir su triste existencia siempre es mejor ensañarse con aquellos más desfavorecidos.

Así pues, bajando la mirada en clara señal de derrota y abatimiento, sólo acertó decir una cosa ante Drielae:

-Comprendo el temor y el asco que debe embargaros ahora mismo estimada señora, y más cuando hasta el que se supone que es mi compañero se inventa tales hechos que jamás he llegado ni siquiera a pensar... no seré yo quien insista, yo en vuestro lugar haría lo mismo -expuso sumida en el más profundo abatimiento- mas una cosa si me gustaría pediros, para que al menos lo meditéis, pues no quiero molestaros más con mi hedionda presencia, si vuelvo victoriosa tras el enfrentamiento con vuestro marido y tras haberle liberado del tormento en el que se encuentra, por favor os lo pido, contadme esa posible salida de esta tortura en la que estoy sumida, al menos dejádmelo por escrito, y si lo estimáis oportuno, yo misma me quedaré aquí mientras vos os marcháis con vuestras hijas y mis compañeros, de esta forma ni podré ni querré molestaros, sólo... sólo os pido eso noble señora... -concluyó poniéndose de rodillas sumida en su tristeza, dejando claro que prefería quedarse sola allí a estar condenada a esa pérfida existencia- si no regreso, no me recordéis con terror...

Así pues, salió de inmediato de la vista de aquella elfa, no quería importunarla más, pero todo aquel sufrimiento se trasformó en un torbellino de odio furioso en cuanto el estúpido explorador salió también de la sala, por lo que mirándolo con toda la rabia de la que pudo hacer acopio le dijo con dureza:

-¡Ni se os ocurra volvedme a dirigir la mirada si quiera! ¡para mi estáis muerto! y te dejo bien claro que si alguna vez tengo en mi mano el decidir si vives o falleces, ten por seguro que escogeré lo segundo, como tu acabas de hacer por mi ahora mismo... -concluyó como si fuese el argumento más justo de la historia para acto seguido girarse y negarse a mirar más nunca a ese elfo gordo.

Como era de esperar, la hermosa Princesa y madre de dos bellas hijas sintió temor de la horrenda momia, algo natural en cualquier elfa que siguiese el buen camino de E'li y tenga en alguna estima las enseñanzas de los Oradores de las Estrellas sobre esas aberraciones. Aún así, la reacción lo tomó por sorpresa, no esperara que se asustase de ese modo, menos estando acostumbrada a la presencia de los no muertos y magos malignos - Drielae, yo he podido entrar a la habitación, el hechizo no me lo ha impedido porque no tengo intenciones de hacerte ningún mal, no tienes nada que temer de mi - giró su cabeza hacia sus compañeros, todos ellos fuera de la sala, y entendió claramente que el temor de Drielae surgía de la actitud que ellos habían tenido y no de sus palabras. No habían aceptado su invitación, le mostraron desconfianza y para colmo parecía que el hechizo los detenía porque querían hacerle daño, seguro me terminarán culpando a mí, pensó anticipando lo inevitable. Se arrodilló a su lado - Soy tu amigo, cuando todo esto termine te llevaré a Silvanesti y ya verás que tus hijas crecen felices junto a nosotros...- sus palabras se ahogaron, tenía pocas posibilidades de que esa elfa le prestase más atención que la que le brindaba a un sirviente, tal vez un milenio de soledad y compañías monstruosas podía lograr que fuese amable con él, pero Gwyn se daba cuenta que no podía aspirar a mucho más.

Las palabras de Kento lo hundieron aún más, su amiga lo llamaba "cobarde" y ahora su amigo lo llamaba "rechoncho", así, con toda impunidad. Se preguntaba qué les había hecho para que lo despreciasen de ese modo. Extrañaba a Erindel, a Tërevan, e incluso a Kiyälariel, ninguno de ellos lo hubiese humillado delante del amor de su vida, la elfa más hermosa que había visto. La voz de la momia se escuchó luego, más tierna y dulce que nunca, y Gwyn la miró aún con más desconfianza, desde que la conocía jamás se había dirigido así a nadie, sólo daba ordenes, se encaprichaba en sus posturas y discutía con todo aquél que pensase diferente, sin importar si se trataba de su superior, de su amigo e incluso de su esposo. Prefirió hacer silencio, después de todo era su no vida la que estaba en juego y poco tenía que aportar.

La momia se despidió y se alejó, entonces él se acercó un poco más a Drielae - Estarán bien, os lo prometo, yo cuidaré de ustedes - la animó para tranquilizarla y continuó hablando con ella algunas palabras en voz baja y calma, aprovechando que estaban solos.

Luego de despedirse, salió de la sala y la falsa máscara de la druida se cayó, revelando su verdadera naturaleza. La ola de desprecio y agresión, esa que ya conocía bien, volvió a asomar aunque esta vez parecía definitiva. Gwyn no se molestó en contestarle, ni en mirarla siquiera. La gratitud que había sentido hacia ellos porque le habían salvado la vida quedaba desplazada por la amargura que le provocó el desprecio con que lo habían tratado frente a tan hermosa mujer. Los siguió con la cabeza baja y la mirada perdida, apenado porque gracias a sus "amigos", su sueño más hermoso había llegado a su fin.

- Estarán bien, os lo prometo, yo cuidaré de ustedes - el rechoncho elfo trataba de tranquilizar a la futura viuda de Ärlithel, pero se daba cuenta que su propia presencia podía estar poniéndola tensa. La observó de cerca, y vio en su suave piel, en sus profundos ojos, en sus labios pequeños y perfectos, la manifestación de todos sus sueños concentrados en una mujer. Verla era suficiente, no podía aspirar a más, menos aún con la "ayuda" que sus amigos le habían dado - Drielae, has sido amable conmigo y yo contigo, no estés con miedo en mi presencia, por favor... no me hace bien - el elfito apenas podía hablar, incómodo por verla de ese modo y temiendo que lo rechazase también a él.

- La momia tiene un pésimo carácter y es un monstruo horrible... pero cuando estaba viva, eramos amigos- recordó viejos momentos, es cierto que también en esa época la druida no congeniaba con Gwyn ni con nadie, pero no se comparaba a la crueldad que tenía ahora que era una aberración incompatible con la naturaleza. - Puede que lo que ibas a decirle sea su única esperanza... ella también es una efla bonita... también perdió a su marido... también está atrapada aquí, puede que para siempre- aún estaba ofendido por su comentario acerca de su cobardía, pero ella le había salvado la vida, y eso, pasara lo que pasase, no lo olvidaría. - Cuéntame como ayudarla, no se merece ese destino... como tampoco tú-

- Porque no miento cuando digo que no te mereces esto,Drielae, es que te protegeré, daré paz al alma de tu esposo, las liberaré de la prisión y las llevaré a las tres a Silvanesti, lo prometo - dijo animándola, para que esperanza no se apagase por el temor - Pero necesito tu ayuda para saber cómo vencerlo, nadie se enterará que has sido tú, ni mis amigos, ni tu esposo, nadie... nuestro secreto estará a salvo. Pero si no lo venzo, entonces nadie más lo intentará, y tus hijas no conocerán otro lugar que estas cuatro paredes... ayúdame a ayudarte y dime por favor como puedo derrotarlo. Puede que sea la única oportunidad - sus palabras no carecían de verdad, si bien trataba de convencerla, era totalmente cierto que nadie más vendría en su ayuda, y que sin ese conocimiento no podían derrotar a su marido. 

La señora de Tirintaal no pronuncia una sola palabra mientras la momia se arrodilla ante ella y no parece tranquilizarse hasta que la monstruosidad no-muerta abandona su presencia. Es entonces cuando te acercas para hablar con ella en privado e intentar convencerla de que os ayude.

—No me dejes —te suplica la dama élfica, agarrándose a tu manga con desesperación—. No nos abandones, por lo que más quieras. Eres la única alma bondadosa que hemos conocido en cientos de años. Quédate con nosotras. Te protegeremos, te ocultaremos de Ärlithel y el tiempo no podrá dañarte tampoco. ¿No sería eso maravilloso? Mis pequeñas conocerían al fin el amor de un padre y yo el calor de un hombre que me amase.

»¿No crees que, con el tiempo, podrías llegar a amarme? —te pregunta, anhelante, sonrojándose con sus propias palabras— Fuera de estas paredes, nos marchitaríamos y moriríamos rápidamente pero te ofrezco compartir la inmortalidad con nosotras.

»Tus compañeros no son amables, ni bondadosos como lo somos nosotras. Deja que se enfrenten a mi esposo si es lo que desean, pero quédate tú. He visto la perfidia, el desprecio y el odio en sus ojos. ¿Crees que alguno de ellos podrá protegerte de la cólera de Ärlithel como yo puedo hacerlo si te escondes aquí?

- Drielae...- susurró mientras escuchaba a la hermosa elfa hablarle con ternura, casi implorándole que se quedase a su lado. Gwyndahir había sido un verdadero fracasado, en su familia, en su casa, en su nación y entre los Kyrath. La desaparición de su hermana lo había marcado para siempre, nada le importaba realmente, y tal vez porque no tenía nada que perder es que se había lanzado a la hazaña de salvar Silvanesti o morir en el intento. Apenas unas horas atrás la muerte lo había llamado, y en esas horas en que estuvo inconsciente, su espíritu viajó a una tierra de ensueño, una gentileza que los antiguos dioses élficos tuvieron con él. Y allí encontró su bosque tan amado, puro y brillante, y en medio de esos sagrados árboles se encontró con su querida hermana y al fin halló la paz. Sus amigos lo habían traído de vuelta, una nueva oportunidad para vivir, pero este nuevo Gwyndaewar no tenía más deudas con su pasado.

Y el destino quiso que encontrase a la mujer más tierna, más dulce y más bella, allí dentro, en ese palacio de piedra cristalina. Gwyn no tenía motivos para dejar pasar esta oportunidad, por primera vez tenía algo que perder. Se agachó a un lado de la elfa y tomó su mano - Ya he empezado a hacerlo, Drielae... - dijo mirándola a los ojos, en respuesta a su pregunta acerca de sus sentimientos. Besó suavemente su frente, su corazón palpitaba como nunca antes.

- De acuerdo, me quedaré contigo en esta sala- dijo, asintiendo suavemente con su cabeza - Pero antes pondré fin a la existencia de ese monstruo... el espíritu de tu esposo merece descansar, los males que él ha hecho es necesario que sean revertidos y tú, mi dulce princesa, mereces ser libre de ese opresor - se puso de pie con determinación, motivado por la idea de compartir la eternidad con esa mujer - Lo venceré para que seamos libres, para que los años que tengamos por delante los compartamos sin miedo y en plena felicidad, juntos-

Antes de dar un paso para alejarse agregó - Volveré por ti, Drielae . Si puedes ayudarme, habrá más posibilidades de que regrese vivo...- y sino, habré muerto protegiéndote, pensó.

La dama elfa te mira con tristeza cuando rehúsas a quedarte con ellas para ir en pos de tus nada comprensivos compañeros.

—No intentaré retenerte si lo que deseas es arriesgar tu vida luchando contra mi esposo. Os deseo suerte, pues su alma está atrapada en el interior del cadáver reanimado de un temible ogro. Necesitaréis destruir su cuerpo para acabar con su existencia miserable y no será tarea fácil, pues los golpes y los proyectiles apenas le causan algún daño. Vuestra mejor opción es desmembrarlo por medio de armas cortantes, pero eso os obligará a combatirle en el cuerpo a cuerpo, donde demostrará ser físicamente muy superior a cualquiera. Si regresas, mis pequeñas y yo estaremos aquí esperándote. Espero que así sea y que no termines lamentando el haber rechazado mi protección. Ocurra lo que ocurra, me alegro de haberte conocido.

En el exterior de la lujosa habitación, vuestro grupo aguarda con inquietud creciente a que Gwyn salga. Para cuando finalmente lo hace, la impaciente momia tiene ya preparado un colérico discurso para él, que éste se limita a soportar en silencio antes de relegarlo al olvido.

La última puerta os aguarda antes de descender las escaleras que llevan directamente al refugio del Gran Ärlithel y no queréis dejar atrás a ningún potencial enemigo, de modo que aprestáis vuestras armas. La puerta está firmemente cerrada, pero el seguidor de Solinari usa su magia para abrirla e irrumpís en su interior.

Lo que os aguarda dentro es una habitación totalmente vacía a excepción de dos sarcófagos de cristal rosado situados en el centro de la estancia. Cuando los abrís, os preparáis para lo peor pero lo único que descubrís en su interior son dos cuerpos decapitados. Aunque sus cuerpos están tan corrompidos por el paso del tiempo que resulta imposible identificarlos, sus apolillados y ensangrentados ropajes sugieren a Kento que en su día fueron elegantes trajes ceremoniales élficos, aunque no puede precisar si se trata de prendas para hombre o para mujer. En cualquier caso, están tan deteriorados y desactualizados que no tienen ningún interés para vosotros.

Registráis a fondo la estancia pero no encontráis en ella nada más, de modo que os preparáis para enfrentar la que posiblemente sea vuestra batalla definitiva en este lugar de pesadilla.

La momia habló al grupo dejando de lado deliberadamente a Gwyndaear, y les dijo a los demás:

-¿No dijo la elfa que a su marido le extrajeron el cerebro y lo pusieron en el cuerpo del ogro? quizás uno de estos cuerpos sea el suyo, y por eso le falta la cabeza, y el otro quizás sea el de Elen-dal, pues según dijo la mujer de Arlythel fue Kiyalariel quien revivió a su señor, por lo que es fácil suponer que Elen-dal estaba muerto también -dijo aclarando su suposición.

Mas poca importancia tenía ello ahora mismo, allí no había nada que hacer, por lo que no merecía la pena demorarse, ahora debían hacer frente al mayor mal de aquella torre, el pérfido nigromante, por lo que toda preparación era poca. Ella por su parte, en cuanto enfilaron el descenso, dijo a los demás:

-Ashe, tu flecha negra es de vital importancia ahora, si no aciertas, yo misma me encargaré de clavársela con mis propias manos si es necesario, no obstante, es mejor que evites usarla hasta que tengas un disparo seguro, puede que use a algún esbirro que le quede como su escudo; yo por mi parte iré directa a la primera línea, aunque gastaré mi hechizo ígneo en primer lugar -concluyó aclarando su plan de acción y esperando escuchar a los demás (a excepción del explorador) por si proponían algo diferente.

Gwyn observó la sala con poco interés, estaba desmotivado y se sentía cada vez más distante de los demás, encerrado en sus propios pensamientos. La imagen de los cadáveres le llamó la atención por un momento, uno sin duda era el de Arlythel, pero de quién era el otro era lo más inquietante para él. El razonamiento de la momia, como era de suponer, no tenía el menor sentido, todos habían visto a Elen-dal y estaba muy claro que se trataba de un mago elfo reanimado por su amigo Kiyalariel. No iba a ponerse a discutir con ella, allá ellos si le creían, pero él sabía que ese cuerpo pertenecía a alguien de igual importancia que Arlythel en esa fortaleza. Su corazón se estremeció de angustia al pensar en la única persona que podría yacer junto a él. No puede ser... Su silencio se hizo aún más notorio.

Acompañó a los demás hacia el descenso, la momia hablaba ignorándolo por completo, cumpliendo su promesa. Su plan era un verdadero desastre a los ojos de Gwyn, y los llevaría a la muerte segura, no quiere estar sola y desea que todos seamos momias como ella. El rechoncho elfo rió con cinismo cuando terminó de hablar, negando con la cabeza. Luego se dirigió al resto, sin hablarle a la druida, respetando su pedido. - No se que poder tiene esta momia sobre ustedes para dominar sus voluntades, pero porque aún les tengo aprecio, porque me salvaron la vida, y porque prometí derrotar a Arlythel, es que voy a decirles algo... no le crean esta vez! Es una verdadera locura! - dijo, con poca animosidad, mirando a los ojos del resto.

- Todo el plan se basa en una flecha negra, no hay ningún otro plan para vencerlo si eso fracasara. Eso de por sí es suicida, como se los había dicho antes, pero ahora es un completo absurdo.... Arlythel es inmune a las flechas! - dijo con seriedad, sin mirar a la momia. - No puedo decirles como lo se... digamos que lo adiviné...- dijo, pensando que con esa justificación podía proteger a su fuente - Pero créanme, sólo el filo de una espada mágica puede hacerle algo, así que denle esa flecha a la momia y que ella encuentre su fin llevando acabo su absurdo plan. Nosotros haremos el trabajo difícil,  Ashe, toma tu espada, y tú Zeverúth, toma el Soris del Sargento, y entre los tres cortemos a ese ogro en pedazos mientras Kento usa tu magia contra el nigromante... podemos lograrlo los cuatro juntos, como lo hicimos en el puente contra el guardián! - propuso. 

Kento extrajo su bolsa de componentes y esperó al momento adecuado para reforzar las habilidades de sus compañeros con algunos de sus conjuros. Sobre Lithiniel lanzaría Resistir energía para dotarle de resistencia al fuego. 

Sobre Gwyn, al que notó molesto con él, lanzó Protección contra el Mal para mejorar la resistencia contra las criaturas malignas que, a buen seguro, encontrarían al otro lado.

Preparó también su conjuro de impacto verdadero de tal forma que asegurase el impacto de aquella flecha negra que era la mejor esperanza para todos.

por último se concentró para acudir mentalmente y saludar a quien consideraba ya un viejo amigo. No tenía claro por el momento si esa comunicación era posible; pero el mago juraría que sintió como un elemental de fuego empezaba a despertar...

Después de haberse enfrentado cuerpo a cuerpo con la criatura que raptó a Gwyn hace unas horas y de la debilidad que se ha apoderado de ella a causa de esto, Ashe no tiene la menor intención de enfrentarse a ningún nigromante atrapado en el cuerpo de ningún ogro. Ya no le quedan más que un par de flechas corrientes, un puñado de flechas somníferas del espino y la flecha negra que supuestamente debería acabar con Ärlithel.

Dado que no piensa enfrentarse en su estado a vuestro poderoso enemigo, la exploradora semihumana está dispuesta a prestarle su espada encantada a cualquiera que desee empuñarla. Gwyn ya posee la del sargento Caladrun y la momia tiene la Cautela Feérica, que aunque no es mágica, perteneció a su difunto esposo. El monje está dispuesto a aceptar la verdosa espada de Ashe si le animáis a hacerlo, aunque se siente más cómodo empuñando el soris de Thorian por ser el arma arquetípica de los kirath.

No tenéis mucho tiempo para discutir estrategias porque el tiempo corre en contra de la magia desencadenada por Leithan y Kento en favor de algunos de vosotros.

Viendo que su estrategia no va a ser seguida al pie de la letra por sus compañeros, Gwyn decide adelantarse para explorar el terreno mientras el resto ultima los preparativos de la batalla. Sin embargo, no tarda en detener su descenso hasta las profundidades al encontrarse en medio de una total oscuridad.

Los demás no tardáis en seguir al impaciente Gwyn. Las escaleras de caracol, desgastadas y resbaladizas, se internan en las profundidades describiendo vueltas y más vueltas y pronto tenéis la certeza de encontraros por debajo del nivel del mar a juzgar por el húmedo frío reinante. El aire se vuelve más denso y difícil de respirar mientras la humedad se condensa en las paredes de cristal.

Todo el lugar se encuentra a oscuras, salvo por el malsano resplandor verdoso de la espada de Ashe (que ahora empuña el monje) y la luz que desprende el cuerpo ardiente del conjurado Pyresanth.

Las escaleras terminan en un amplio pasillo de unos tres metros de ancho y cuatro veces esa longitud. Al final del mismo, parece desembocar en una habitación cuyo contenido os oculta una criatura que por su tamaño y corpulencia parece un ogro aunque a juzgar por su mirada vacía, su tez azulada y su olor nauseabundo, lleva muerto mucho tiempo. Su cuerpo está parcialmente envuelto con vendas de lino incritas con tinta marrón o tal vez sangre reseca. En el lugar donde debería encontrarse su abultado estómago hay un cilindro de cristal transparente lleno de líquido y en cuyo interior flota algo que no conseguís reconocer en un primer momento.

Resulta evidente que no habéis logrado atraparle desprevenido y que os estaba esperando. No veis que empuñe arma alguna y aunque un cuchillo de hueso cuelga de su cinturón, su sola presencia resulta mucho más intimidante que el arcaico puñal que mantiene envainado. Pero lo que atrae vuestra atención, no es la daga en sí, sino el enorme zafiro iridiscente que constituye su empuñadura. Para los ojos expertos de Kento, se trata de la cuarta y última gema.

Una voz, que hasta ahora únicamente habías escuchado poco antes de ser asesinada, resuena directamente en el interior de tu cabeza. La voz de tu amo:

«De modo que finalmente me has traído mis gemas, como te ordené que hicieras. Bien, ahora sí me siento complacido. Solo resta que destruyas a estos mortales, estos individuos desdeñables que han demostrado ser tan falsos amigos tuyos y me entregues lo que me pertenece.»

Aunque deseas resistirte con todas tus fuerzas a esa orden telepática, descubres con horror que no eres capaz de ignorarla.

Kento se situó en un segundo plano para que sus compañeros, más fuertes y adaptados a los duros rigores del cuerpo a cuerpo, le protegiesen dejándole la capacidad de lanzar conjuros con cierta seguridad. 

En cuanto tuvo ocasión convocó a Pyresanth lo más cerca posible del nigromante y le trasmitió la orden más sencilla...."destrúyelo".

Gwyn miró al ogro con preocupación, esa criatura oscura los estaba esperando, habían perdido la sorpresa y si es que alguna vez tuvieron posibilidad de sorprender al archimago. Era mucho más feo que Kiyalariel, matarlo era hacerle un favor, no entendía como su esposa podía besarlo por las noches todavía. Sintió celos de la criatura, y eso no hizo más que potenciar sus ganas de terminar con todo eso. Cruzó su mirada con el monje, que había sido el único que confió en su plan - Tú por ese lado y yo por este- le dijo, y corrió por uno de los laterales de la sala, con la espada desenfundada, tratando de buscar enfrentar al gigante desde un ángulo más favorable o desde la retaguardia si lograba alcanzarla.

Nada más entrar en la habitación, la druida recibió para su desgracia la orden telepática de atacar a sus propios compañeros, Lithiniel, o lo que quedaba de ella, intentó resistirse con toda la fuerza de la que pudo hacer acopio, pero era superior a ella, estaba en su propia naturaleza vil y nauseabunda el ser incapaz de negarse. No obstante, luchando contra su propia esencia, se retorcía entre miles estertores intentando en vano negarse, su conciencia aún le permitía reconocer a sus compañeros "Jamás atacaré a mis compañeros, Kento es un elfo admirable, Zeveruth un valeroso monje, y Ashe, qué demonios, incluso la semihumana se ha ganado mis respetos..." mas cuando sus pensamientos se volvieron hacia Gwyndaear, no había el menor reconocimiento de compañerismo y sin duda el malvado nigromante supo usarlo en su favor, por lo que en un segundo, los estertores y los movimientos arrítmicos cesaron, y la momia irguió su figura con una mirada carente de vida, carente de emoción, fuera lo que fuese lo que le permitía su libre albedrío, estaba claro que se había evaporado, sólo un último quejido salió de su garganta, como si viniera de lo más profundo de su alma que a la vez se extingue como la tenue luz de una vela:

-Lo... siento... -decía no porque se arrepintiera de atacar al rechoncho kirath, algo que incluso en vida habría deseado, sino por no haber podido cumplir su parte en el último reto que les quedaba, y por ende haberle fallado a todos...

Así pues, con el movimiento desorientado típico de los no muertos, se acercó al explorador y sin mediar ni una sola palabra, enarboló su espada y se dispuso a golpear con saña a Gwyn.

El monje es el primero en reaccionar a la amenaza que tenéis frente a vosotros, lanzándose espada en mano contra el pavoroso ogro. Su estocada alcanza al monstruo, aunque sin la precisión a la que os tiene acostumbrados a la hora de blandir el soris; sin embargo, la cuchillada no logra atravesar la momificada piel del nigromante.

Decidido a secundar a su camarada el atrevido Gwyn, al no encontrar suficiente espacio en el pasillo para rodear al corpulento ogro, se coloca hombro con hombro con Zeverúth y asesta una estocada a fondo con la espada de Thorian. Su sorpresa es mayúscula al acertar el golpe, pero todavía mayor al descubrir que él tampoco ha logrado causarle daño alguno a la criatura.

Entretanto, Kenthalas extrae de su mochila el ópalo de fuego y lo usa para convocar a Pyresanth, que en tantas ocasiones desde que llegasteis aquí ha supuesto para vosotros la diferencia entre la victoria y la derrota. Lamentablemente, como de costumbre, requiere un tiempo precioso traer al elemental con vosotros desde su Plano natal.

Un tiempo que el monstruoso Ärlithel aprovecha para contraatar. Un solo golpe de sus brazo derecho, robusto como el tronco de un árbol, basta para destrozar al rechoncho Gwyn y mandarlo volando hacia atrás de regreso a las escaleras de caracol. El desventurado kirath queda tendido en el suelo, inconsciente y con varias costillas rotas.

Consciente de que la vida de todos vosotros puede estar en sus manos, la exploradora semihumana apresta la flecha negra en su arco y avanza con determinación pasillo adelante, en busca del ángulo óptimo con el que disparar. La encantada saeta vuela certera hacia el monstruo pero no logra alcanzarle en la cabeza, sino en la clavícula. La criatura arranca sin esfuerzo el proyectil con su mano izquierda pero para entonces ya han comenzado a hacerse visibles unas venas negras que se extienden rápidamente desde el lugar del impacto por todo su pecho y que se propagan en cuestión de segundos al resto del cuerpo.

El colosal ogro lanza un mudo grito de agonía mientras su carne se consume desde el interior y termina desplomándose de espaldas, haciendo temblar el suelo con su caída.

Todo ha ocurrido rápido, casi demasiado deprisa y la tardía aparición del elemental de fuego no hace más que acentuar la situación de desconcierto. Una situación de la que se vale la momia para atacar a sus desprevenidos compañeros, impelida por la necesidad de vengar a su amo.

Armada con la espada de su difunto esposo, Leithan ataca por la espalda a la heroina del momento y la cota de mallas de la arquera no logra protegerla por completo de la traición. La hoja de hierro frío atraviesa el mithril y abre un tajo sangriento en la retaguardia de Ashe.

El mago ordenó a Pyresanth interponerse entre ellos y lithibiel. Intentaría mantenerla al margen aprovechando el horror que debería despertar en ella un elemental de fuego.

Porque necesitaba tiempo...tiempo para descubrir cómo romper el control que, sin duda, Arlithel mantenía sobre Lithiniel. Tenían que tener alguna opción, alguna forma de liberarla. Lo que más preocupaba al mago era que entre sus opciones también estaba la de abrasar a Lithiniel si no hallaban respuesta...

¿Qué le decían en su orden sobre la nigromancia? Era el momento de recordar viejas lecciones.

Gwyn no encontró de su lado una posición ventajosa, así que decidió ir junto al monje y atacar ambos al unísono, tratando de sorprender al ogro no muerto. Sin embargo, la sorpresa se la llevó el rechoncho kirath, y en dosis tóxicas. Primero, vio como la momia se acercaba a él con malas intenciones, ella decía que lo lamentaba, pero Gwyn dudaba que el deseo de estrangularlo no estuviese en lo más profundo del corazón de la momia. Segundo, las espadas mágicas no le hacían ningún daño al nigromante, imposible, si ella me dijo... Tercero, un golpe de aquella aberración bastó para hacerlo volar por el aire, demostrando que Gwyn no era rival para esa criatura. Por último, mientras aún estaba en vuelo, vio como la flecha negra se clavó en el la clavícula Ärlithel, no puede estar pasando, me ha mentido...

Todo se puso negro para él, el dolor volvió a invadirlo como unas horas atrás. No... otra vez no.., pensó antes que su consciencia lo abandonase plenamente.

La druida, aunque no controlaba su cuerpo, sí que podía seguir percibiendo lo que ocurría a su alrededor, por lo que se alegró de sobremanera cuando la flecha negra impactó en su "amo" y lo destruyó al instante. No obstante, la alegría le duró poco, pues pensaba que aquello sería suficiente como para salir de su malvado influjo, pero no era así... Seguía sin poder rechazar la orden dada, y se veía obligada a arremeter contra sus compañeros.

Es por ello, que en cuanto el espíritu de fuego tomó forma entre ella y Ashe, no le quedó más remedio que atacar a aquel ser, el mismo que hasta hace muy poco, le salvó la vida de aquel maldito draconiano, estaba sufriendo con toda su alma todo aquel fatídico espectáculo...

Todavía tembloroso e incrédulo de no haber sido él quien resultara golpeado por el terrible ogro, el monje se da media vuelta decidido a utilizar la magia del cinturón para socorrer a Gwyn cuando descubre a la momia atacando la retaguardia desprotegida de Ashe. Decidido a defender a la semihumana, que os ha salvado a todos de una muerte cierta, Zeverúth arremete con la espada de propia Ashe contra su traicionera agresora.

El ataque del monje logra atravesar la sólida defensa de Leithan. Sin embargo, la naturaleza no-muerta de la momia le confiese una inhumana resistencia al dolor y apenas acusa el tajo superficial de Zeverúth.

Por su parte, el seguidor de Solinari trata de recordar alguna forma de deshacer el control que pesa sobre la subyugada Lithiniel. No es mucho lo que sabe acerca de la nigromancia, puesto que en Silvanesti tales conocimientos están prohibidos. Existen sortilegios para dominar a los muertos vivientes, pero tales hechizos están muy lejos de sus actuales habilidades. Ha oído rumores acerca de que los verdaderos clérigos de los dioses del Panteón de la Oscuridad podían controlar a los no-muertos, pero tal control debería haber desaparecido con la destrucción de Ärlithel. Preocupado por el curso de los acontecimientos y las implicaciones que tiene lo que ve, Kento sospecha que el nigromante todavía no haya sido destruido aunque así lo parezca. Así pues, Kento ordena al recién conjurado Pyresanth que defienda a sus compañeros de los ataques de la momia y se acerca al ennegrecido cadáver del ogro.

Sorprendida por el ataque a traición y viendo que el elemental de fuego entra en escena, Ashe retrocede precipitadamente hacia el cuerpo inerte de Ärlithel mientras Pyresanth pasa a toda velocidad por su lado, como un viento cálido, para acometer a la momia. Sin embargo, Leithan interpone el encantado escudo de Yavog para protegerse y evita de este modo sufrir daño alguno.

Es entonces cuando el vientre hinchado del ogro estalla y de su interior sale volando un cilindro de cristal rosado lleno de líquido en cuyo interior flota un cerebro.

«Mortal, ya me habéis derrotado, coge la gema y vete con ella —insta en nestari, la lengua primitiva de los elfos, una voz en la cabeza de Kento—. Serás una leyenda entre los tuyos cuando descubras los secretos que los irda escondieron en ellas. Corre, no te demores por más tiempo.»

El aprendiz de mago experimenta entonces el irreprimible impulso de hacer lo que le sugieren, coger la última gema y marcharse de allí. Siente que los no-muertos ya han sido vencidos y que nada le retiene en este lugar ni le impide descubrir el misterio que ocultan los bustos parlantes.

Entretanto, ajena a la conversación telepática entre Ärlithel y Kenthalas, la momia sigue prisionera de la voluntad de su amo y redobla sus esfuerzos por acabar con todos los presentes, empezando por el elemental de fuego. Una estocada a fondo de la Cautela Feérica atraviesa a Pyresanth haciéndole revolverse de dolor.