Partida Rol por web

Gwyn se quedó mirando unos segundos la balanza, hasta que el panel se dio vuelta. - Parece que no funciona - dijo en voz alta a sus compañeros. Caminó hacia ellos unos pasos - Tal vez esto tenga que ver con las escuelas de magia como tú dices, Kento, y sólo funcione con magos - le dijo, pensando que ese era el motivo del desperfecto.

Le quedaba un panel blanco por tocar para completar la secuencia, ese color que antes pensaba que parecía estar asociado a los objetos mágicos. Se paró frente al primero de ellos - Puedo probar este también, si quieren, total no creo que pase nada - dijo, mientras estiraba la mano. Se detuvo un segundo antes de apoyar su mano - O alguno de ustedes tiene el valor para jugar con su destino? - preguntó, lanzando sutilmente un desafío a los demás. 

El monje niega con pesar cuando ve que su extraño compañero gira paneles sin control, haciendo caso omiso del ofrecimiento que él mismo había realizado. Caminando hacia él, le increpó.

- No voy a impedir que gires nada, tenlo claro, pero piensa por un segundo que tu comportamiento errático nos afecta a los demás también, si ese panel hace que alguno de nosotros nos volvamos locos y te ataque, será únicamente tu responsabilidad, y espero que seas lo suficientemente fuerte como para reducirnos sin causarnos la muerte, o sin que te matemos a ti - su voz y mirada eran duras, reprochándole al kirath que no hubiese respetado su petición de ser el primero - por eso me ofrecí antes, por si ocurría algo así, porque creo estar preparado... ¿lo estás tu?

- Rápido para las palabras, pero lento para la acción - fueron las palabras con las que respondió el rechoncho kirath a la petición del monje. Luego apartó su mano y se hizo a un lado, haciendo un ademán con sus brazos para que ocupase su lugar - Si llego a atacarte, ya sabes, fue el panel - dijo con una media sonrisa. Nunca olvidaría que ese monje desgraciado había matado a su amada, de un modo cruel e innecesario, y que ni siquiera se había detenido a darle una mísera explicación cuando se la pidió. Tal vez esos paneles hiciesen justicia y le diesen lo que se merecía.

El monje ignoró las palabras de Gwyndaewar, fruto de una clara obsesión no correspondida, y procedió a girar el panel...

La momia escuchó atentamente a Kento, sin duda su discurso sobre la magia tenía bastante sentido, por lo que no pudo sino admirar el intelecto de aquel elfo y esperar a que los iluminara con alguna información más, pero para variar, el explorador decidió actuar por su cuenta sin ni siquiera pararse a escuchar a su compañero, por lo que ajena a la disputa que tenía con el monje, le dijo al mago:

-Tiene bastante sentido, ¿cuales son esas siete deidades? ¿se os ocurre alguna relación entre los objetos que sacó Arlythel y los dioses? -preguntó deseando saber más y esperando llegar junto al seguidor de Solinari a alguna conclusión, pues sin duda era el único que merecía su atención.

Mientras la momia intenta que Kenthalas responda a sus preguntas, el monje decide probar fortuna allí donde Gwyn no ha obtenido ningún resultado y decide girar el panel que el rechoncho kirath se disponía a voltear.

El otro lado, lo que aparece es la imagen de una garra procedente de una indeterminada criatura. Estáis tan absortos contemplando la figura que, hasta que el panel regresa a su posición original, ninguno se da cuenta de que el cinturón curativo y los brazaletes encantados que portaba Zeverúth se han desvanecido.

El mismo resultado que obtuvo el gran Ärlithel al hacer girar el séptimo panel blanco en lugar del primero, que es el que acaba de voltear el monje.

En cuanto el monje gira el panel, contiene la respiración de manera involuntaria. Por el rabillo del ojo mira a sus compañeros por si alguno decide volverse loco y atacarle, pero todos miran fijamente el panel y la figura que ha mostrado. Zeveruth respira tranquilo. Un hilo de sudor corre por su frente, fruto de la tensión que se niega a admitir que ha sentido, por lo que con una sonrisa leve procede a secarlo con su muñeca. Pero... algo no va bien...

- ¿Qué demonios...? - su paz se transforma en intranquilidad, y esta en nerviosismo al comprobar que ni sus brazales ni su cinturón están - ¡Maldita sea! - se lamenta, decidido a escuchar lo que Kento tiene que decir o deducir antes de tocar un solo panel más.

La momia también reconoció que Kento podía estar en lo cierto, y las preguntas que le hizo tenían sentido. Estará recuperando la cordura? Parecía claro que esos bloques no estaban funcionando como ellos esperaban, aquello debía tener un orden, el azar no parecía ser la respuesta a ese enigma, contrariamente a lo que Gwyn había pensado en un principio. Se quedó cerca del monje con la mano en la empuñadura de su espada por si aquella garra le ordenaba atacarlo, pero para frustración suya, no lo hizo.

Nada pareció ocurrir, al menos en un principio. Tardó en darse cuenta que los brazos de Zeveruth ya no reflejaban la luz, entonces abrió sus ojos sorprendido. Al ver que los brazaletes que él mismo le había regalado al monje días atrás habían desaparecido sin dejar rastro, en su mente vino un sólo pensamiento, ya no merecías portarlos. La desaparición del cinturón le produjo una sensación diferente, aquello era una pérdida que iban a lamentar todos, porqué no estaba llevando Kento ese cinturón? El monje hablaba como si fuese un líder, de hecho así había sido elegido, pero había demostrado que era desastroso tomando decisiones, todos sabían que los paneles blancos podían hacer desaparecer los objetos mágicos, haber tocado ese panel con ellos encima había sido una estupidez. Mucho hacías alarde de estar listo, pero no lo estabas.

Ver el sudor en la frente de su compañero y escucharlo lamentarse por su mala fortuna, reconfortó a Gwyn, como si los dioses le concedieran algo de justicia. Gracias, pensó en gratitud a la deidad que había intervenido, sea cual fuese. - Qué suerte tienes, contigo sí funciona - dijo, con una sonrisa burlona dibujada en su cara.

Luego, consciente que sólo el mago parecía entender aquél dispositivo milenario, se acercó a él, esperando que su inteligencia pudiese descifrarlo.

El monje miró de soslayo a Gwyn, cuya locura y comportamiento errático conseguirían sacarlo de sus casillas. Haciendo caso omiso de su venenoso comentario, se sentó y se puso a meditar, intentando entender la magia que encerraban esos paneles, y si había alguna posibilidad de recuperar lo perdido por su decisión.

- Kento, ¿hay alguna fórmula para que ocurra como ocurrió con Ärlithel y aparezcan objetos mágicos? Hice un voto y no deseo ni ansío poseer nada, pero estos objetos eran necesarios para el grupo y deberíamos recuperarlos, aunque los porte otra persona... - cualquiera menos Gwyndaewar...

Viendo que ninguno de sus compañeros se atrevía a volver a tocar los peligrosos paneles encantados a la espera de que Kenthalas les indicara qué debían hacer, la taciturna exploradora semihumana decidió probar fortuna.

Desde el trájico encuentro con el no-muerto que se había llevado el cuerpo de Gwyn para alimentarse de él, Ashe no había vuelto a ser la misma. La debilidad se había apoderado de ella y también un cierto temor a volver a pasar por un trance semejante; temor que se había puesto de manifiesto durante la batalla contra el propio Ärlithel, en el que la arquera había rehusado a presentar batalla cuerpo a cuerpo bajo ninguna circunstancia.

Todos estábais tan pendientes de Kento y tan convencidos de que ninguno intentaría accionar un nuevo panel después de lo que le acababa de ocurrir a Zeverúth, que ni se os pasó por la cabeza que la mestiza exploradora tentaría una vez más a la suerte en busca de los objetos perdidos o tal vez de un remedio para su mal.

Cuando lo hizo, os quedasteis helados al descubrir tras el quinto panel blanco la imagen de un hombre ahorcado. Temisteis que Ashe caería fulminada en el acto o tal vez algo peor para el grupo. Aprestasteis las armas y... el panel volvió a su posición original sin que ocurriera ninguna tragedia. Bien al contrario, el aspecto enfermizo de vuestra compañera se había desvanecido, reemplazado por otro en el que se mostraba más sana y segura de sí misma.

Incluso Coon, la cría de mapache que Ashe trajo consigo hasta este lugar, parece haber vuelto más fiero.

—¿Queréis que lo intente de nuevo? —se ofreció con actitud serena e incluso algo alegre por primera vez desde que llegasteis a Tirintaal.

La exdruida seguía dándole vueltas a todo aquel asunto, se hizo un esquema mental con todas las pistas que tenían para intentar hallar la lógica en todo aquello. No obstante, prestó bastante atención a lo hallado por Ashe, se alegró de que recuperara su ser, y encontró en aquella magia quizás la salvación para su horrible aspecto por lo que intentando desentrañar el enigma para conseguir el mismo efecto, se percató de que Arlythel hizo repetir el sol, tras una combinación de tres, por lo que decidió emularlo diciendo:

-Ahora procederé yo, creo que puedo encontrar un patrón, pero no estoy segura aún, debo activar tres losas más para saber si tengo razón o no, no obstante, antes me gustaría pediros que dejarais todas las armas fuera de la sala -expuso haciendo lo propio, pues si así alguna losa le quitaba los objetos mágicos no tendría nada que quitarle- es más, creo que lo mejor es que sólo esté en la sala quien activa los paneles -concluyó esperando que sus compañeros accedieran, pues si alguno le daba un golpe la mataría en el acto con toda seguridad.

Tras ello se preparó para activar de nuevo el quinto panel blanco, luego haría lo propio con el sexto negro y finalmente con el primero blanco. Así podría comprobar si aquello tenía algún patrón o no.

Zeverúth enarcó una ceja. Era comprensible la propuesta de la momia, pero no le hacía gracia ni permanecer en la estancia sin armas, ni esperar fuera sin conocer los efectos exactos del giro de los paneles. Por lo poco que sabían, y la inexactitud del conocimiento de la momia, en esos tres giros podría pasar cualquier cosa.

- Desconocemos si el guardia se volvió loco estando en la misma estancia que Ärlythel o en otra - aunque pensándolo bien... - pero creo que llevas razón, debemos comprobar si esos paneles tienen un radio de efecto, y si aprendemos a manejarlos correctamente, es posible que vuelvas a ser elfa y podamos recuperar lo perdido, y de paso, volver a casa. - se dispuso a salir de la estancia.

Kento seguía pensando, resolver ese misterio parecía complicada hasta para el túnica blanca. Mientras tanto Ashe actuó de modo impulsivo, algo que Gwyn menos que nadie podía recriminarle. Cerró los ojos cuando vio el símbolo del ahorcado, temiendo lo peor, pero cuando volvió a abrirlos, la elfa estaba radiante y había recuperado el esplendor de otros tiempos.

Lithiniel propuso algo por demás coherente, es ella que está mas sabia o yo que estoy más tonto? pensó, la propuesta le parecía sumamente sensata. Para saber más había que probar y arriesgarse, pero los paneles blancos parecían tener sólo dos cosas malas, el ser atacada por sus compañeros y el perder los objetos mágicos, así que estando los demás fuera y desarmados y sin portar la druida nada mágico, podía ser más seguro para ella. A menos que un nuevo símbolo ponga fin a su existencia, pensó disfrutando de la idea. - Lithiniel, tú no estas respuesta todavía... estas segura que quieres probar ese panel? - mientras, metía en su bolso todos los objetos mágicos que tenía y sus armas, y lo cerraba bien. - Si tienes otro objeto mágico, te lo podemos cuidar - ni se molestó en extender la mano, ella preferiría destruirlos antes de dárselos, pero él recordaba que ellos tenían las posesiones de su amigo Kiyälariel, y Gwyn llevaba consigo siempre un objeto de sus amigos caídos como recuerdo, no quería que desapareciesen.

El monje derrochaba optimismo, tal vez porque había perdido todo y soñaba con recuperarlo. La vida no es así, tú me lo enseñaste, pensó. Si la momia tocaba un panel, estaría más cerca de dejar de existir que de ser una elfa nuevamente, pero no iba a ser él quien insistiese en protegerla, que los dioses te den lo que te mereces. - Toca tus tres paneles blancos, yo intentaré con los negros luego, alguien se anima a los rojos?- preguntó a los otros tres mientras se alejaba de la druida en dirección a la entrada de la sala.

Siguiendo las indicaciones de Leithan, todos os retiráis de regreso al pasillo donde yacen los restos mortales del ogro y os lleváis con vosotros los objetos mágicos que la momia posee, por temor a que desaparezcan cuando comience a accionar paneles.

Desde la distancia a la que os encontráis, no sois capaces de ver qué figuras aparece cuando la ex-druida acciona los diferentes paneles. Únicamente la propia Leithan repara en la estrella que ha aparecido al otro lado del quinto panel blanco. Sin embargo, tras unos segundos en los que nada parece suceder, el panel retorna a su posición original.

A continuación, la momia activa el sexto panel negro y también en esta ocasión ella es la única que puede ver la figura del guerrero que aparece representada en el otro lado. Lo que sí podéis ver todos es al desnudo individuo que se materializa junto a vuestra compañera no-muerta. La tensión inicial acerca de sus intenciones se desvanece al percataros de que el recién aparecido se arrodilla con actitud servil ante Leithan.

Haciendo caso omiso del desarmado individuo postrado ante ella, la momia le da la espalda para activar en esta ocasión el primer panel blanco. El símbolo que aparece dibujado al otro lado es una llave y lo que se materializa en esta ocasión directamente en manos de la momia es un arco negro. El arma vibra de manera inquietante, produciéndole un desagradable hormigueo debilitante que obliga a Leithan a soltarla de inmediato.

Son vuestras exclamaciones de asombro al acercaros las que hacen que la momia mire primero en vuestra dirección y después en la del individuo que todavía continúa arrodillado. Es Tërevan, o el cascarón vacío y reanimado de quien una vez fue su esposo. La escalofriante criatura está manifiestamente no-muerta, aunque no parece hostil en absoluto.

Desde dónde estaban poco podía ver Gwyn sobre lo que ocurría dentro de la sala, salvo que la momia había sobrevivido a los tres paneles. Le había encomendado a los dioses el destino de Lithiniel, y ellos habían optado que allí siguiese, así que a él no le quedaba otra que aceptar la suerte de la muerta viviente. Entonces entró a la sala y vio al individuo desnudo y putrefacto que estaba de rodillas ante ella, a las claras se trataba de otro muerto viviente. A qué dioses sirves? la miró extrañado, quien la estaba protegiendo estaba muy lejos de la vida y la naturaleza, y muy cerca de la oscuridad.

Cuando se acercó vio el arco en el suelo, si la momia no lo quería, tal vez a él le sirviese, y lo levantó. Al agacharse vio con claridad las facciones de zombi, se trataba nada menos que de uno de sus amigos. Su corazón palpitó de repente - Hey!- dijo con entusiasmo, la pérdida de Tërevan había sido dura para todos, y verlo ahí lo alegró enormemente, le trajo recuerdos en los que aún eran un grupo unido y con esperanzas. Pero eran sólo recuerdos, ellos ya ya no eran así, y aquél no era tampoco quien solía ser. Esa criatura tenía su cuerpo, pero parecía apagada, sumisa, sin carácter ni dignidad alguna. Habrá algo de Tërevan en él?

Tardó bastante en darse cuenta que si un panel le había devuelto a la vida a quién Lithiniel había amado alguna vez, tal vez pudiese devolverle a Drielae. La idea lo hizo disparar hacia el panel negro que había tocado la momia, desconocía la figura que había salido, pero no su efecto, así que era cuestión de intentarlo - Es mi turno, déjenme sólo - dijo, sin soltar el arco.

La druida se encontraba satisfecha de su deducción hecho y la recompensa obtenida, no obstante, no era lo que ella ansiaba... mas el destino aún le aguardaba una sorpresa, pues al girarse vio allí inclinada una figura que le resultaba bastante familiar, ¡era Tërevan! o una triste figura del mismo, pues sin duda era un no muerto como ella, algo que la conmovió y le entristeció al mismo tiempo "No puedo creerlo, ¿has vuelto para estar conmigo pese a mi apariencia? siento en el alma que esta magia te haya obligado a hacerlo si no era tu deseo, no es lo que mereces, ahora mismo tu ayuda es insetimable, pero te prometo que si salimos de aquí, te liberaré de tu sufrimiento..." pensó para sí pese al dolor que le provocaba hacerle eso a su marido y a sabiendas de que no podría responderle.

No obstante, un movimiento llamó su atención, era el maldito Gwyndaear, su cara de codicia lo decía todo, no había esperado ni a que volviera con los demás para lanzarse como la rata carroñera que era hacia el fruto de su estudio y valentía. Por lo que sin dudarlo ni un instante le dijo a su marido:

-Redúcelo -dijo no sin cierta sensación de satisfacción y dejando que su poderosa figura se impusiese como debía.

Tras ello, y aprovechando el instante que le había dado Tërevan, activó el siguiente panel, que era la losa número cuatro, el segundo negro. Esperando que el inútil explorador le permitiera contemplar los resultados, y tras los mismos se acercó al grupo y habló en voz alta para que el rechoncho kirath también lo oyera:

-¡Este arco lo he obtenido yo y ningún explorador seboso pondrá sus manos en él! -expuso indicándole a los demás que se acercaran y diciendo- Kento, me gustaría que fueras tu quien lo tuviera de momento para examinarlo a fondo, y si resulta que es incompatible con mi nuevo aspecto y no encuentro solución para esta terrible maldición, me gustaría que fuera Ashe quien lo usara, estoy seguro de que le dará un buen uso -concluyó a sabiendas de que era la decisión más justa sin duda.

Finalmente se giró hacia el explorador que esperaba que se encontrase ya de bruces en el suelo y le dijo:

-Hazme caso Gwyndaear, deja de ser el inútil estorbo que eres y compórtate por una vez, si me dejas que termine de probar mi teoría te dejaré toquetear todo lo que te de la gana, incluso te diré la figura que dio lugar a la aparición de Tërevan, pues parece ser eso lo que buscas, de lo contrario, prepárate para responder con tu vida, te advertí que no toleraría ni una insolencia más... -concluyó sin importarle lo que los demás compañeros pensasen, pues a ojos de los dioses tenía motivos más que de sobra para actuar así, y más aún tras intentar robarle...

A diferencia de la momia, que había tenido que soltarlo, en las manos de Gwyn el arco no parecía suponer ninguna amenaza para él. Sin embargo, el bajito kirath no tuvo mucho tiempo para examinarlo con atención antes de que la momia reparara en su presencia y, furiosa, ordenara a su difunto esposo someter al curioso ladronzuelo.

Con una velocidad y unos reflejos comparables a los que tuvo en vida, si no mayores, el desarmado Tërevan se apresuró a cumplir la orden de su ama. Dos pasos y ya se encontraba junto al sorprendido Gwyn. Éste está tan impresionado que ni siquiera tiene ocasión de desenvainar un arma y para cuando intenta defenderse y golpear al no-muerto con el arco como si fuera un garrote es ya demasiado tarde. Los brazos de Tërevan, firmes como dos barras de acero, se cierran alrededor del cuerpo rechoncho de su presa.

Viendo que ya nadie iba a interponerse entre ella y los paneles encantados, la momia avanzó hacia el segundo panel negro y lo giró. Al otro lado apareció el dibujo de un reloj de arena y los vendajes que cubrían el cuerpo de Leithan comenzaron a convertirse en polvo ante vuestros ojos.

Entre tanto, Gwyn forcejeaba bajo la mirada vacía de su captor; sin que Zeverúth ni Kento hicieran nada, asombrados como se hallaban ante lo que estaba sucediendo. Solo la exploradora semihumana se decidió a tomar parte en los acontecimientos, con los ojos arrasados por las lágrimas.

—¡Eres un monstruo! —aulló, mirando acusadoramente a la momia que comenzaba a deshacerse frente a ella—. ¡Es Tërevan! ¡Era tu esposo, era mi amigo, era un héroe kirath! ¡¿Cómo has podido convertirle en esto?!

A Ashe no le quedaban más flechas en su carcaj que el puñado de encantadas saetas somníferas del espino, pero estaba decidida a gastarlas todas si con eso lograba poner fin a los sufrimientos de su camarada y devolverle al descanso eterno del que nunca debió salir.

Tërevan estaba demasiado ocupado como para defenderse de la arquera, enloquecida de dolor. Una tras otra, dos proyectiles hicieron diana en su cuerpo pero ni se inmutó. Se limitó a contemplar con indiferencia los ástiles de flecha que asomaban entre sus costillas y a mantener firmemente asido a Gwyn.

La momia cayó al suelo, temblorosa, mientras las vendas que la envolvían se desintegraban a toda velocidad. Miró alternativamente al panel negro y a la furiosa exploradora mestiza pero las fuerzas la abandonaron tan deprisa que apenas tuvo tiempo de reaccionar ante lo que estaba sucediendo. Su último pensamiento antes de perder el conocimiento fue de pura incredulidad; sus propias manos habían comenzado a adquirir de nuevo un saludable color sonrosado.

-¡Acaso crees que yo lo he elegido! -le espetó con dureza a la exploradora- ¡ha sido cosa del panel mágico! ¡con gusto daría mi vida o lo que queda de ella para que mi marido pudiera descansar en paz! -dijo sin entretenerse mucho pues sin duda Gwyndaear ya se habían lanzado contra su arco, y por fortuna su esposo, si es que ese zombi seguía siéndolo intervino a tiempo, al cual como última orden antes de activar el siguiente panel fue:

-¡No pares de apretar hasta que suelte mi arco! -le ordenó- luego llévaselo al mago, él lo custodiará por mi... -concluyó a la vez que aprovechaba aquel momento para girar una loseta más, una loseta que acabaría con su existencia...

En cuanto vio aquel reloj de arena, algo en su interior empezó a desvanecerse, y así lo reflejó su aspecto pues para su asombro y consternación, aquellas hediondas vendas se desvanecían, llevándose con ellas lo que quedaba de su ser, lo que una vez fue Lithiniel... Sin duda se había equivocado en su interpretación, y su alma era el pago, así pues, entregándose sin mayor resistencia a aquel fatídico fin, se preparó para lo peor, en su corazón sólo había un último deseo, que su amado Tërevan abandonara aquel plano al que había sido injustamente arrastrado, y partiera con ella...

No obstante, justo cuando estaba cerrando los ojos, algo vio que le iluminó su espíritu, los dioses habían tenido a bien darle una segunda oportunidad, pues lo que asomaba al desaparecer los vendajes, no era otra cosa que una bella mano élfica, una mano que sin duda recordaba como propia, y con esa bella visión, por pequeña que pareciese, la druida cerró los ojos, en su semblante ya no había desagrado ni odio, sino una luminosa expresión de felicidad...

Con curiosidad, el monje observaba como la momia giraba un panel tras otro, atento a las posibles consecuencias. Sin pestañear vio como aparecían las figuras de la estrella, el guerrero, la llave... dando como resultado un arco y al guerrero caído en combate. Llegó a esa conclusión no porque lo hubiese reconocido, sino por las lágrimas que estaba derramando la exploradora y el grito retenido del resto del grupo. Su compañero había vuelto, de manera lastimera y casi indigna en comparación con la figura que fue, pero aún quedaba algo más por ver... la reacción de la momia.

Esto último quebró un poco la serenidad de Zeverúth, pues en lugar de reaccionar de un modo parecido a Ashe, se quedó mirando y directamente le ordenó reducir a Gwyndaewar, sin pestañear, sin ni siquiera un asomo de los sentimientos que debería sentir al ver allí a su malogrado marido. Ahí comprendió que la momia tenía el corazón tan podrido como su apariencia.

Los hechos se sucedieron rápidamente. Ashe comenzó a gritar, la momia le respondía defendiéndose, pero no cesaba en sus intenciones de seguir girando paneles y de dar órdenes a su nuevo sirviente para conseguir sus objetivos. Aquel comportamiento por parte de la momia le ponía nervioso, y estaba dispuesto a intervenir de un momento a otro. Ashe comenzó a lanzar flechas, él cogió su soris dispuesto a acabar con esta locura. Y de repente...

Un reloj de arena...

El tiempo se paró, o eso le pareció, ya que retuvo el aliento con los ojos como platos, esperando, temiendo lo peor... Los gemidos ahogadizos de su compañero era el único sonido que rompía aquel silencio. Y lo que temía, sucedió.

Las vendas comenzaron a deshacerse, mientras los ojos desorbitados de su legítima dueña miraban con horror como su existencia terminaba por fin. Aquello era justo después de todo, ambos abandonarían la vida de una vez por todas y para siempre, olvidando lo que ese lugar les había hecho, en lo que les había convertido. El monje hizo ademán de moverse, de reaccionar, pero paró en seco, dudando si acudir hacia la momia o en ayuda de Gwyndaewar. Realmente ninguno de los dos se lo merecían, pero si tenía que elegir, la apuesta más segura era el elfo que seguía vivo, por lo que se acercó a la pobre marioneta que atenazaba al kirath y empuñando el soris descargó todos los golpes que pudo.

- ¡Maldita sea, para! ¡tu mujer está muerta! - no sabía como reaccionaría Tërevan a esas palabras, si es que las entendía. Miró de soslayo hacia donde tendría que estar el montón de cenizas, pero en su lugar había una elfa desnuda de una belleza singular, acurrucada, desmayada por todo lo que había vivido... Lithiniel había vuelto.

Bastó que pusiese sus manos sobre el arco que la momia acababa de despreciar para que ella enloqueciese, ese objeto pasó a ser la prioridad para la druida, no su marido. A estas alturas eso a Gwyn no lo sorprendía, como tampoco le llamó la atención que intentase seguir girando paneles sólo ella, hasta el hartazgo. Lo que sí no previó fue que su compañero resucitado se lanzase sobre él a esa velocidad, en un pestañeo quedó preso de los fuertes brazos del zombi. Las amenazas de la momia ahora tenían un peso mucho más real para Gwyn - Oye, suéltame amigo - le dijo al no muerto que parecía sólo preocupado en obedecer a su mujer.

Ashe comenzó a disparar maldiciendo a la momia - Eso! Si, eres un monstruo! - se sumó a los insultos con animosidad, pero no pudo seguir porque le dolían las costillas. La momia respondió y Gwyn descreyó de sus palabras, que vida vas a dar por él si ya no la tienes! pensó. Ella tal vez leyó sus pensamientos porque mandó a su sirviente a que apretase aún más su rechoncho cuerpo. - Que obsesión tiene con este arco...- llegó a reclamarle casi sin aliento. Al girar otro panel el momento tan esperado finalmente llegó. Los dioses habían escuchado sus plegarias, abrió los ojos de par en par y contemplo, y también disfrutó, la agonía de la momia. Al fin se hace justicia!

Mientras las vendas se disolvían, Gwyn comenzó a reír con fuerza, y cuando el cuerpo del monstruo se desplomó, su grito de alegría hizo eco en la sala - Siiii!!!- Puede que fuese él quien seguiría en la lista si Terevan seguía apretando con tanta fuerza, pero no le importaba, la felicidad que sentía en ese momento no tenía igual. Continuaba riendo desencajado cuando el monje comenzó a golpear duramente a su captor. Zeveruth maldecía pero él sólo presto atención a su última frase - Está muerta!- repitió en voz alta.

Sus ojos se posaron en los restos de aquella monstruosa pesadilla que tanto lo había torturado, sentía un éxtasis orgásmico mientras contemplaba cómo se iba desvaneciendo. Los segundos pasaron y luego, algo increíble sucedió, el cuerpo desnudo de la druida yacía allí, debajo de las cenizas. - Esta viva?- se preguntó incrédulo. La última vez que la había visto con vida, los dos estaban enfrentando al guardián de piedra, por aquél entonces eran amigos, y hasta estaban de acuerdo en varias cosas - Está viva...- volvió a susurrar. El nigromante había podrido su corazón y su cerebro, hasta convertirla en esa criatura apestosa, pero ahora tal vez volviese a ser quién había sido, - Suéltame!- le ordenó al zombi. Se contorneó de un lado al otro - Que me sueltes!- dijo, y entonces dejó caer el arco.¹

Después de dar una larga bocanada de aire, se arrastró por el piso hasta llegar a un lado de la druida - Has vuelto... lo has logrado... - sonrió tranquilo mientras verificaba si tenía pulso.²